El resto del mundo era desconocido, los rincones mal iluminados de Tokio, las tiendas y una noche inusualmente cálida para estar a finales del otoño. Cuando llegaron al pequeño hotel de dudosa reputación donde debían encarar al misterioso benefactor… o mejor dicho, su abuelo, pese al alivio de haber conseguido huir de la subasta, los nervios no se marchaban. Más no había remedio para la ansiedad por el momento, sencillamente relajarse como pudiese y esperar.
Tras descalzarse en la entrada de su cuarto, Mao suspiró. Se dirigió directo a tomar ducha caliente reconfortante para descontracturar los músculos adoloridos del frío y finalmente se permitió́ dormir en paz por una vez en todos estos años. Si era así de mullidito el futón, comparado al viejo y sin relleno que tenía, probablemente se podría acostumbrar a esto.
La mañana siguiente permanecía ansioso, sin embargo, el tiempo aguardando por aquel hombre hicieron de las horas, días y de los días semanas. Era innegable la verdad, pero se forzó a soñar, tan solo por un corto tiempo más. Vamos, ¿Él es su familia, no? ¿Qué haría de ahora en más si no tiene nada a lo que llamar hogar? ¿Por qué sacarlo de aquel horrible sitio para abandonarlo en el riesgoso mundo? Después de todo, el seguía siendo un pequeñín buscando su lugar en el mundo, era normal que se aferrara obstinadamente a ese apagado rayo de esperanza.
—Gracias por la oportunidad, viejo... pero no estaba preparado para esto... —Cerró los ojos con fuerza. "Los niños no lloran" bah. Escondió la cara entre las sábanas y esa noche solo lloró y lloro, por cada cosa que le molestó o puso triste, probablemente desde que nació.
La mañana siguiente y la siguiente de la siguiente la angustia se había marchado parcialmente, como una bolsita que ya no pesa como antes en la base de la columna. Sin embargo ese peso lo ocupó la ansiedad que se hinchaba y se hacía una bola en el estómago. De un Lunes a otro Lunes su cuerpo no le permitió, ni comer, ni dormir, la realidad del abandono era su un echo asumido.
En cambio al otro lado de la pared sus dos escoltas meditaban que deberían hace. Al principio hasta parecía interesante descansar una semana entera, pero ahora comenzaba a ser fastidiosa ominosa espera sin nuevas instrucciones.
— ¿De verdad crees que ese anciano abandono a su único nieto? —murmuró Suguru, mientras abría una barrita de cereal cubierta de un sabroso chocolate negro.
—No se trata de creer. No es algo inusual en estos casos, seguramente lo saco de allí para que no hicieran mal uso de su nombre y cuerpo, la verdad, solo el viejo sabe lo que hace. —respondió́ Satoru encogiéndose de hombros, el tema no era algo que le interesara ni remotamente, pero aquella barrita que estaba entre las manos de Suguru era sin duda algo que seducía por completo su atención.
—Deberíamos llevarlo a la academia, no podemos seguir esperando, siendo una Camelia, si su abuelo no lo quiere, podemos hacer que se nos una. —Suguru estaba a punto de darle un gran mordisco a esa deliciosa barra de cereal, cuando el Gojo lo interrumpió́ salvajemente, arrebatándole con sus dientes la mitad del codiciado dulce—.
—Satoru... —Geto apretó con ira lo que quedaba de su barrita— déjame decirte que eres un imbécil.
—Un imbécil muy fuerte—Argumentó Gojo con la boca llena, enardecido—. ¿Me estás desafiando?...
—Esta bien, llevémoslo al Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio— respondió el albino, pasando del tema.
De regreso a la habitación de Mao, hecho una bola de ansiedad no se despegaba de la ventana junto a la puerta, no sabía qué hacer con la nueva información sobre su futuro, la que se escuchaba perfectamente desde allí gracias a las delgadas paredes que los separaban. Aferrarse a estas nuevas personas que entraron a su vida como un huracán, era lo único que le quedaba.
Siempre soñó con ser un fuerte hechicero, quien lucharía junto con Tsuki, para hacer de este mundo un lugar mejor. Pero ahora ese sueño podía esperar. Aún si presuntamente lo había abandonado, lo único que necesitaba, lo único que quería era verlo, escucharlo, hablarle, rogarle su perdón y si es que existía una mínima posibilidad añorar su cariño. Familia es familia y no es que le quedara mucha.
—Partiremos al amanecer. —Esas palabras cortaron impasiblemente los pensamientos del joven, quien era mirado con desaliento por Suguru. El podía empatizar ligeramente con la situación del chico, pero lamentablemente, el mundo en el que nació Mao, al que pertenecía, era el lado oscuro, el desesperanzado, en donde no había espacio para anhelar cariño, amor ni ningún tipo de emoción positiva irrelevante , ningún hechicero de buenos sentimientos ni buen corazón duraba demasiado. El y Satoru lo sabían bien, no por nada la fuerza del hechicero venía de las emociones negativas. Añorar amor, solo llenaba su cabeza de absurdas e innecesarias esperanzas.
La mañana llego y consigo se los llevó a ellos. Solo querían llegar a su destino, pero el frio era despiadado y la nieve hacia que fuera, no les tuviera piedad.
— ¿Porqué el estúpido colegio tiene que estar tan lejos? —Mao estaba agobiado de que le pesara el doble o triple el cuerpo, tanto por la nieve como por lo abultado de su ropa, era prácticamente un sobre esfuerzo el seguirles el paso, arrastrando los pies— Geto, de verdad, aun no entiendo porque me abrigaste tanto—
—Eres un pequeño niño en pleno crecimiento, debes abrigarte bien—
—No soy tan pequeño, el frío no es algo que me pueda vencer—
Suguru solo sonrió dándole suaves palmaditas en la cabeza, le asombraba lo adorable que podía ser a pesar de la vida que le había tocado vivir.
Mao quien con cada paso que daba perdía una bocanada más de aliento, se detuvo irritado y comenzó a hacer lo mejor que sabía, un berrinche. —Son magos, ¿no? Hagan uno de sus trucos o algo, ¡las piernas me están matando!
—Si quieres puedo hacer volar una pierna para que te quejes con razón, pero con lo terriblemente molesto y caprichosos que eres dudo que estés feliz.
— ¿Pero te das cuenta cómo eres? cambias el curso de la conversación, solo quiero llegar pronto, no que me vueles una pierna para que me queje por otra cosa, ¿puedes solo 5 minutos dejar de alardear de que eres absurdamente fuerte?— Mao a pesar de que le tenía bastante miedo en un principio a Gojo aún estaba viendo cuál era su límite con él. Frunció el ceño en desaprobación, seguido de una mueca bastante infantil.
—Y ahí está de nuevo, es que contigo no se puede hablar sin que termine en una discusión de niños— reprochó Gojo deformando y remedando la mueca del chico.
Mao ignoro a Gojo y volvió a preguntar por milésima vez — ¿Cuánto falta para llegar?
— ¿Es enserio? ¿Cuantas veces vas a preguntar lo mismo, pulga? —Vocifero irritado el albino, agarrando un puñado de nieve bajo sus pies—.
— ¡AH! Cállate, ni siquiera te pregunte a ti —
—Oye enano más respeto con tus mayores—
Sin darle el tiempo de responder Gojo amaso rápidamente la nieve entre sus manos y la lanzó de una contra el rostro del chico quien ahora con justa razón no paraba de juzgarlo con la mirada.
— ¿Cuantos años tienes? ¿Cinco? —Mao se limpió́ la nieve de los ojos, tiritando.
— ¿Cuando un numero define tu nivel de madurez? ¿Eh?
—Creo que eso ha sido lo más acertado que ha dicho Satoru en su vida entera —Ironizó Suguru que trataba de mantenerse al margen de la riña digna de niños; Finalmente dio un brinco cuando avistó la entrada del Colegió.
—Llegamos, llegamos ¡Llegamos! —Vitoreaban, Satoru y Mao. Llevaban así́ más de tres horas y esto a Suguru lo tenía al borde de la locura, no fue una buena decisión juntar a estos dos... arrepentirse ya no era una opción.
Las Semanas y meses transcurrieron de manera pacífica, no hubo señales del abuelo de Mao ni de nadie que lo buscara, pareciera que hasta los Tokugawa se había olvidado de él, y eso era lo único que le evocaba paz.
En aquel Colegio a Mao se lo entreno y pulió́ en habilidades y talentos que desarrollo en su crianza como Camelia, tal como la gema a por pulir que se esperaba que fuera. Al principio reacio pero una vez hubo tomado confianza el progreso fue mejor; Suguru fue el mejor compañero y consejero, él le enseñó, orientó y capacito sobre todo lo que necesitaría en ese turbulento nuevo mundo que le esperaría allá́ fuera. Esto creo un fuerte lazo entre ambos, la confianza y fe ciega, que el chico desarrolló por él se convirtió en un defecto fatídico que todos a su alrededor pudieron notar.
En cambio, con Satoru Gojo fue algo distinto: Su relación se basó́ en la competencia y peleas absurdas, Gojo siempre le mencionaba de manera burlona y otras seriamente que su abuelo nunca volvería por él, esperarlo era de estúpidos y tanto Gojo como Geto no entrenaron a un estúpido. Esto hería a Mao, sin embargo, en el fondo sabía que las palabras del albino no eran vacías.
Si bien le relación de ellos no era la mejor Mao sentía una profunda admiración y respeto hacia él, independientemente de lo inmaduro que pudiera ser.
Geto no era muy fan de las visitas de Gojo durante el entrenamiento de Mao, podía notar como este se tensaba y repetía errores que se supone había superado, en resumen: La presencia de Gojo hacía estancar a Mao, pero no le diría nada por el momento, además de ahorrarle la vergüenza a Mao, Geto quería conocer los límites del pequeño y como le afectarían en el futuro.
Gojo Silbó, mientras se sentaba sobre el pulido piso de madera que daba a los pies de aquel amplio patio de entrenamiento —Quién lo diría. Que podrías hacer algo más que lloriquear y quejarte. —Los comentarios filosos iban con la intención de fastidiar al pequeño pupilo, sin embargo, él mejor que nadie sabía cuánto había mejorado sus habilidades en este par de meses. No era algo que admitiría abiertamente y a viva voz, algo que le irritaba y molestaba, eran las personas débiles, y sino peor personas de poca voluntad: Anotó mentalmente el presionarlo más, algo que notó en Mao era la tendencias quizá plenas o inconscientes de solo pensar en usar sus dotes para complacer a los demás; Y a Gojo que ha vivido su vida al modo que él quiere, sin reglas y sin necesidad de la aprobación de nadie, le resultaba absurdo e incomprensible.
Unas risilla burlona se le escapó de los labios, Llevaba bastante rato viendo como el chico entrenaba y una serie de interrogantes empezaron a fluir con cada gota de sudor que caía de esa húmeda frente, ¿Cómo era posible que un chico tan talentoso tuviera tan poca pasión por la vida y por la lucha? ¿Cómo sobrevivo en el barrio rojo con esa personalidad tan infantil? ¿Suerte quizás?, De verdad parecía como si él hubiera vivido toda su vida como un humano normal.
Mao quien estaba acostumbrándose ya a los comentarios mordaces, directos y sin tacto de Gojo, trataba de responder lo más respetuoso que su carácter rebelde le permitía.
—Con el debido respeto, Gojo-sama, no pretendo impresionarte. —respondió́ a secas, buscando el mejor ángulo para derribar el formidable tronco frente a él.
—Los halagos, pequeña pulga, vendrán cuando te esfuerces al 110%, la regla del mínimo esfuerzo es una romantización de la incapacidad. Bien sabido que los magos con esa mentalidad mueren primero. —Se bajó los lentes un poco bruscamente para ver a Mao directamente a los ojos— Tienes suerte de que tu abuelo no venga y vea la patética cosa que salvó. Y para impresionar a ese vejestorio, tendrás que impresionarme primero a mí. — Ladeo su rostro apoyando su mejilla en una de sus manos, su mirada y su sonrisa eran crueles, pero sinceras—.
— Serás… No puedes… — Mao tampoco podría completar oraciones de haber procesado todo más velozmente. Como siempre, no podía predecir a Gojo o lo que diría/y tampoco le gustaría predecirlo, de alguna retorcida manera era parte de su encanto. Ofuscado se dio media vuelta sobre sus talones con sus semblante confiado de hacía unos momentos deformado en un enfurruñamiento, al punto en que no se percató que había caminado directamente hasta donde estaba Gojo, quedando lo suficientemente cerca para percatarse del infinito, cuando este quiso tirarle del uniforme. Le gustaba la sinceridad de Gojo pero a veces era demasiado imbécil.
Las manos de Mao le colgaron inertes a los lados del cuerpo, entendió, ahora un poco mejor a que se refería. ¿Cuán frustrante sería el confirmar que no podría ni tocarle un cabello para hacer que se disculpara por lo dicho?
Para él, el tipo sentado a su lado era un dilema fulminante. Más para ser sinceros él sabia la verdad, era una idea con la que aprendió́ a vivir. Al principio le dolía mucho… en cambio sabía que había algo que le dolería más, y de cierta forma le molestaba. ¿Tan hambriento de aprobación y cariño estaba? Fuera de cualquier pronóstico se había vuelto bastante dependiente a un hombre que es más como un perro revoltoso; inmaduro e impredecible que se toma todo a la ligera
El chico se sentó al una distancia prudente del albino y mientras secaba con el antebrazo el sudor de su frente, una pregunta fugaz salió de su boca sin siquiera pensarlo—Gojo, ¿si algún día por alguna razón, debes abandonarme o dejarme atrás me lo dirás?
— ¿Huh? —El semblante de Gojo se tornó́ alrededor de una sonrisa inquietante—. ni me molestaría en pensar en ello, no es algo que haría algún día, independiente de las circunstancias—.
Mao abrió́ los ojos de par en par, tornándose estos en un brillante color dorado. Casi no se percata, giro rápidamente su rostro en la dirección opuesta a Gojo dejando que su largo flequillo cubriera su rostro mientras tosía frenéticamente, lo pillo completamente por aire presa esa respuesta.
Cuando al fin se reincorporo algo nervioso —sin hacer contacto visual, rió. — ¿Porqué eres así́? Jugando así con los sentimientos de los demás, como puede existir alguien casi tan repugnante como las maldiciones allá fuera— aún escondía el rostro; no importaba el filo de sus palabras, necesitaba con urgencia quedarse solo hasta que sus ojos regresasen a la normalidad...
— ¿Qué modales son esos, como le respondes así a una de las pocas personas en este mundo que se preocupa por ti? —Elevó la voz dramatizando, mientras agitaba el brazo en desaprobación.
Geto los escuchaba el escandalo desde fuera, decidió́ intervenir, con una sonrisa serena. —De verdad, ustedes hacen competencia por quien es más ruidoso.
— ¡Geto! —Mao dio un brinco, sin descubrir su rostro—.
—Tsk… ni escuchaste a la pulga mal agradecido hace un momento.
—Vamos, no podría imaginar algo tan terrible como para ofenderte a ti en específico. —Respondió́ Suguru con una risa sarcástica mientras se acercaba a Mao, con tenue curiosidad—.
—Me dijo ciego y que tu flequillo era rarito. —Trasteó Gojo renuente a acabar aun con el show lamentable. Encontraba difícil mantener la expresión de terrible acontecimiento—.
Suguru, cómplice, con una versión inexpresiva de terrible acontecimiento rodeo a Mao inmovilizándolo, mientras una maldición similar a una babosa se arrastraba desde el patio en dirección al joven niño enseñando sus grandes y afilados dientes.
— ¡Ge-Geto eso es mentira! —Pasó saliva, incapaz de apartar la vista de la maldición— ¡Quiero decir…! mal entendido….
— ¿Estas llamándome mentiroso? ¿Seguro? Nunca, ¿Nunca lo dijiste? — Gojo rotaba a su expresión inquietante, y miro fijamente a Mao, presionándolo—.
—Mmmm… Me malinterpretan, no en el sentido literal…. — la voz se le hizo un hilillo.
— ¿No en el sentido literal? Habla. —El rostro de Geto se veía sereno y pulcro sin embargo la energía que emanaba era claramente sádica.
—Verás, poco común, casi como si estuvieras imponiendo una tendencia. —se estaba desesperando. La maldición rosaba su pierna, juraría que lagrimeó un poco mucho—No me atrevería a Sugerir que Geto…sama luce extraño. —Pasó saliva, achicándose aún más, hubo finalmente recurrido a la vieja táctica de ser el chico bueno. Se comportó́ como tal, escozó una sonrisa tímida y puso su mirada lastimera.
Geto satisfecho lo soltó́ y le revolvió́ el suave cabello al aterrado Mao, sabía que era broma pero no perdería la oportunidad de molestarlo, le encantaba verlo llorar.
Gojo quien estaba unos dos metros más atrás, de alguna forma se lo veía incomodó… ¿molesto? ¿Excluido? Como un niño encaprichado, solo que sin la parte de ser un niño. Era un sentimiento extraño, raro… lo oculto tras esa típica sonrisa juguetona y se unió́ para molestar a chico junto con Suguru. Trato de simplemente no darle importancia.
Una joven de cabello castaño y mirada cansada se asomó al lugar con una sonrisa amigable, entró al lugar ella era la compañera y amiga de este revoltoso duo.
Con un aire sereno saludó a Mao y le hizo una seña a Geto para que lo siguiera —pero miren quien está aquí, el Pequeño y adorable Mao—
— ¡Hola... Shoko-San! —Respondió́ inmediatamente mientras trataba de arreglarse desesperadamente, Shoko era de las pocas chicas que habían en el colegio y para la suerte de Mao, Shoko es una chica realmente guapa. Por lo general a él le costaba hablarles a las mujeres, más si las encontraba lindas. Cuando conoció a Tsuki no le pudo hablar durante todo el primer mes, gracias a que ella era bastante extrovertida hizo que su amistad funcionara.
El cuerpo agitado, el rostro mojada y enrojecida de haber ejercitado y llorado hacia un momento, sencillamente no estaba en su mejor pinta.
Shoko quien leyó con un solo vistazo a Mao rio suavemente, era demasiado adorable para su corazón —Que lindooo. — a regañadientes Ella cambió de objetivo su mirada, enfocándose en lo que había venido a hacer— Getoo, yaga- sensei te está busca.
A penas Geto se comenzó a acercar a ella, se puso en marcha — ¡Nos vemos, lindo Mao!— Shoko volvió a sonreír, mientras le lanzaba un beso al aire. Caminando a la par con Geto—.
El rostro de Mao se volvió́ rojo vivo, algo embobado abofeteo su rostro para volver en sí, carraspeo su garganta y se volteó para seguir en dirección a su lugar de entrenamiento para retomarlo.
Gojo quien seguía ahí́ lo miro algo intrigado mientras el niño hacia como que no sabía que él estaba ahí́.
—Pero que niño más precoz, pareces un perrito callejero, a la mínima muestra de amabilidad mueves la cola como un perro faldero— suspiro algo decepcionado — Bueno en fin, Si tuvieras que elegir a un mentor a quien elegirías? —Gojo lanzó la cuestión al aire—.
Sin pensarlo Mao se giró́ y respondió́ totalmente seguro — ¡A Geto!
—Oye, Oye, Oye, ¿es enserio?, Ni siquiera lo pensaste —Irritado Gojo camino hasta donde estaba Mao y golpeo la frente del chico con uno de sus dedos—pulga mal agradecido…
Mao sonrió́ como si de una victoria se tratara, entre risas se arrodillo impetuoso frente a Gojo y con toda la determinación de la que era capaz recitó— A Geto lo elegiría una y mil veces como mentor… ya sabes somos más compatible, Pero a ti Gojo-Sama te elegí para servirte el resto de mi vida, y eventualmente borrarte esa cara de imbécil presumido.
Los ojos de Gojo estaban cubiertos con sus clásicos lentes oscuros por lo que Mao no podía descifrar la cara que puso. Inquietante, como estar al borde del abismo…. Era difícil, pero encontraría eventualmente las palabras que describieran en efecto, lo que era Gojo a ojos de Mao.
(…)
La estaciones siguieron su curso, el verano llegó. Consigo las misiones. Gojo y Geto fueron enviados a una también. De aparente sencillez pero de la que regresaron tangiblemente cambiados.
Mao era demasiado joven para estar involucrado en misiones por lo que no sabía, rumores que corrían de boca en boca /así́ como la naturaleza de las maldiciones, dentro de la academia.
Una chica, una adolescente fue asesinada, su asesino, quien era un Zen'in también, fue la raíz de todo aquello. En ese sentido Geto y Gojo volvieron con otra mentalidad, y con otros sueños. Hay un rumor especificó, de que fue allí́ cuando sus caminos irrefrenable e inevitablemente, se separaron.
