¡Muchas gracias por los comentarios! Me alegra la recepción que ha tenido esta historia. Mucho feedback interesante para considerar a futuro.

andres888: En efecto, mi idea realmente con estas historias es contar relatos clásicos de superhéroes. Estas son las historias de la Fase 1 de Marvel, ya algún día quizás pueda hacer el equivalente a un Wandavision en el sentido de salirme de lo usual jajajaja. Sobre Caroluna, el verdadero creador es JamesSunderlandsPillow, yo sólo he hecho algunos dibujos como apoyo, no me considero alguien que lo haya popularizado. Y ya estoy muy ocupado con un cómic, hacer uno del Heroverse me demandaría demasiado trabajo jajajaja. No soy tan bueno.

Sylar Diaz: Esta historia está más centrada en las relaciones entre personajes que la acción, me parece bueno aclararlo desde el inicio. Ojalá logre hacer un buen trabajo. Y sobre Sam… pues ya veremos, ja.

Luis Carlos: Sentir las emociones de las personas a través de la música es sólo una aplicación de su poder. Tiene más formas de utilizarlo, y conforme avance la historia planeo explorar algunas de ellas. Me has dejado muchas preguntas y eso me encanta, pero lamentablemente la respuesta a casi todas es que ya se irán respondiendo a medida que pase la historia jajajaja. Sobre Caroluna, el creador es JamesSunderlandsPillow, uno de mis mejores amigos. Eso explica mucho, jeje.

Rigerhit047: Sí, me tomo bastantes licencias con los personajes, no necesariamente seguirlos al pie del canon. Lo que sea que yo sienta que da para una mejor historia. Espero que pueda continuar con el buen trabajo.

J0nas Nagera: Oír de ti siempre es un agrado. De hecho, si tienes Discord mándame un PM y te agrego. En este capítulo precisamente explico un poco más las aplicaciones del poder de Luna. Sobre el origen de todos… Pues no sé, supongo que a medida que pasen las historias quizás vayamos descubriendo si es que hay algún patrón que se repite. Por ejemplo, esa chica del club de teatro, que por algún motivo que se me escapa estás relacionando con un personaje de DC… Pero bueno, ya veremos.

Jairo De la Croix: Muchas gracias! Ojalá pueda estar a la altura de las expectativas. Interesantísimas tus observaciones, algunas de ellas muy astutas y otras muy reconfortantes de leer. ¡Espero que algunas de esas dudas se vayan respondiendo pronto!

Luna PlataZ: Acertaste una predicción y dos más a medias, así que podemos decir que tu efectividad es del 33%. Sin contar la de Tabby. No te diré cuáles acertaste sin embargo, muahahaha. Me alegra que te haya gustado hasta ahora, ya me muero por ver tus nuevas predicciones después de este capítulo. ¡Hay muchos detalles que están adelantando partes del clímax en estos dos primeros capítulos, veamos si los descubres!

Guest: Esta review me alegró el corazón jajajaja es lo mejor que me han dicho jamás. ¡Muchas gracias!

Sin más, los dejo ya con el segundo capítulo. He estado tratando de hacerlos más cortos y no sobre extenderme en ellos. Avísenme si les parece bien o si les parece que estén quedando cortos.


Capítulo 2:
Get'cha head in the game

Al abrir la puerta, un escalofrío recorrió mi cuerpo. El calor se escapó de mi interior al instante, y los músculos de mis brazos comenzaron a temblar. La habitación de mi hermana menor estaba casi toda cubierta con una fina capa de escarcha. La alfombra violeta, las puertas de los armarios con stickers de corazones y bandas de chicos, las ventanas ahora opacas.

Incluso los pósters del nuevo Ace Savvy que con tanta admiración había colgado en las paredes.

Ella estaba de pie sobre su cama dándome la espalda. Tenía los brazos extendidos hacia el techo, moviendo los dedos como si estuviera acariciando el aire. Sobre su cabeza, una esfera de hielo se materializaba del tamaño de una bola de baloncesto. Una espiral de aire frío y pequeños fragmentos de escarcha giraba alrededor de la esfera mientras ella cristalizaba el agua de la atmósfera para aumentar el tamaño.

La televisión brillaba mientras reproducía su película animada favorita. Era justo la escena después de que la reina de hielo hubiera escapado de su hogar para crear un castillo en la montaña. Mi hermana, obviamente, se sentía identificada con la protagonista, y cada vez que veía la película se sentía motivada para usar sus habilidades.

Últimamente, y desde que aquel nuevo héroe había aparecido en la ciudad, estaba siendo cada vez más permisiva con el uso de sus poderes. Verla usándolos de esa forma me llenó de una enfado que ardía lo suficientemente fuerte como para combatir el frío.

— ¡Tabby! —Le dije, quizás un poco más fuerte de lo necesario.

La esfera de hielo estalló como una piñata, cayendo sobre la cama como una lluvia de pequeños trozos que destellaban con los reflejos de las luces. Tabby volteó a mirarme con una sonrisa. Llevaba sus botas blancas, su falda rosada, remera a rayas y chaqueta violeta oscura. Hacía algunos meses había decidido copiar a Sam, y ahora tenía una franja de cabello púrpura.

A diferencia de mí, ella era hija biológica de Chunk, por lo que entre nosotras no había un gran parecido. Aún así éramos muy cercanas, y ella parecía considerarme un gran ejemplo a seguir, por algún motivo. Siempre trataba de acompañarme a todos lados, y hablaba con Sam, Sully y Mazzy como si fueran también sus amigos.

— ¡Luna! —Me dijo con alegría— ¡No vas a creer lo que aprendí a hacer! ¡Mira esto!

Quise abrir la boca para detenerla, pero ella estaba decidida a mostrarme lo que fuera que estaba a punto de hacer. Comenzó a mover sus brazos en círculos, como si estuviera revolviendo un invisible calderón de bruja frente a ella. Todos los minúsculos trozos de hielo que habían quedado asentados sobre su cuerpo, la cama y la alfombra comenzaron a elevarse, girando en torno a ella como un remolino. Aumentó la velocidad de sus movimientos, y de repente toda la escarcha de la habitación voló a ella y la rodeó una especie de esfera en constante movimiento de fragmentos de agua cristalizada.

— ¡Tabby, detente!

No pareció hacerme caso. Continuó aumentando la velocidad hasta que de repente extendió sus brazos con las palmas abiertas. Como una explosión, los minúsculos trozos se expandieron por el resto de la habitación. Crucé los brazos sobre mi rostro, temiendo que me cortaran, pero apenas sentí los helados puntos donde conectaban con mi piel.

— ¿No es genial?

Abrí los ojos para ver lo que Tabby me mostraba. Los fragmentos de hielo estaban suspendidos en el aire, flotando como estrellas en el universo, distribuidas por toda la habitación. Era como si se hubiera tomado una instantánea en medio de una nevada. Moví los brazos, y los pedazos de hielo que habían conectado conmigo se movieron también. Tomé uno con los dedos y lo examiné. Pequeño, del tamaño de una canica, y duro como una piedra.

No se volvía agua ni se deshacía cuando lo apretaba. A la velocidad a la que se habían movido, deberían haber sido pequeños proyectiles capaces de hacerme mucho daño. Y sin embargo, nada en la habitación había recibido ni el más mínimo rasguño.

¿Desde cuando tenía Tabby un control tan preciso sobre sus poderes? ¿Cuánto había estado practicando a mis escondidas?

—Lo llamo "Nova de Hielo", ¡será mi movimiento definitivo!

— ¿Movimiento definitivo? ¿De qué hablas? ¡Y deshazte ya de todo el hielo! Chunk puede sentir el frío desde la sala de estar.

—Oh —dijo, y tras cerrar los ojos y juntar las palmas de la mano sobre su pecho, todos los fragmentos de hielo se disolvieron — ¡Lo siento, papá!

¡No hay problema! —Gritó Chunk desde la sala.

— ¿Y a qué te referías cuando hablaste de un movimiento definitivo? —Volví a preguntar.

—Ya sabes, el ataque característico con el que derrotaré a villanos.

— ¡Wowowow! Tabby, ¿qué demonios?

— ¡Voy a ser una heroína! —Me dijo, dando una vuelta en su lugar y colocándose en una pose heroica— ¡Voy a convertirme en la heroína más poderosa de todas, y protegeré a todos en Royal Woods!

Mi corazón dio un vuelco. Tabby siempre había sido mucho más abierta que yo con sus poderes. Jugaba con ellos. Bajaba la temperatura de la casa durante los veranos, fabricaba cubos de hielo para sus bebidas. Me molestaba muchísimo cada vez que la veía usarlos, pero al menos eran cosas insignificantes que no afectaban a nadie más. Podía justificar eso, así como justificaba el ocasional uso que yo misma hacía de mis poderes.

¿Querer convertirse en una heroína, sin embargo? Eso sí que no podía permitirlo.

—Tabby, ¿estás loca? ¡No puedes ser una heroína!

—Claro que sí, mis poderes son geniales. Puedo crear paredes de hielo, atrapar villanos, congelarlos en su lugar. ¡Será fabuloso!

— ¡Tienes once años!

— ¿Y qué? El nuevo Ace Savvy tiene mi edad también —dijo, mirando con emoción el póster que había detrás de su cama.

Por supuesto, todo esto era culpa de aquel niño. Durante décadas, Royal Woods había contado con un solo héroe, una única figura que se mantenía a través del tiempo y nos protegía de los criminales. El único que había desafiado y sobrevivido a la maldición de la ciudad: Ace Savvy.

Seis meses atrás, sin embargo, Ace Savvy había muerto. Wild Card Willy lo había matado, y ahora la ciudad ya no tenía ningún héroe profesional que la defendiera. Las únicas heroínas eran Nova y Eclipse, dos jóvenes metahumanas, probablemente aún en sus años de adolescentes. Eran muy poderosas, pero sin experiencia, y nadie se sentía seguro sólo con ellas patrullando las calles.

Y entonces, un niño había decidido convertirse en el nuevo Ace Savvy. Un pequeño que no podría tener más de doce años, vistiendo un traje retro del Ace Savvy original, luchando con sus mismas habilidades y equipos. Muchos suponían que era un hijo o al menos un protegido del verdadero Ace. Y todo el mundo había puesto sus esperanzas en él luego de que se conocieran las grabaciones de cómo derrotaba al dueño de Industrias Tetherby, supuestamente salvando la ciudad.

Por supuesto, casi nadie hablaba de los increíbles daños que había causado con sus batallas. Había destrozado tres manzanas en la zona industrial, e iniciado un terrible incendio en un barrio residencial que los bomberos apenas si habían logrado controlar. Era increíblemente temerario, ponía en peligro la vida de gente común, y peor aún, estaba comenzando a inspirar a otros niños como Tabby.

—No puedes ser una heroína, ¿me oyes? —Le dije con severidad— Es una locura. Olvídate de eso, ni siquiera lo pienses.

— ¡Vamos, Luna! ¡Tengo que darle un buen uso a mis poderes!

— ¡No! ¡Mientras más uses tus poderes, a más gente lastimarás!

— ¡Eso no es cierto!

— ¡Lo es! —Dije, aumentando el volumen de mi voz.

Tabby pareció un poco asustada, quedándose en silencio un segundo antes de mirarme con cierto desafío.

—Ya verás, algún día voy a salvar a mucha gente y me darás la razón. Ya he estado pensando en un nombre de heroína. ¡Te presento a Ice-Cube! —Levantó sus manos, y una docena de cubos de hielo se materializaron en el aire a su alrededor— Aunque limitarme a cubos de hielo no es la mejor idea.

—Tabby, tienes que escucharme. Tener poderes solo trae dolor y frustraciones en el largo plazo, ¿entiendes? Créeme, por favor, lo mejor es que te olvides de este sueño peligroso —le imploré.

— ¡Oooh! ¡Podría ser Ice-T! Por Tabby, por supuesto. Ese es mucho mejor, ¿cómo no se me ocurrió antes?

— ¡Escúchame! —Dije con enfado al tiempo que me acercaba y colocaba ambas manos sobre sus hombros— ¡Ser un héroe no es como lo ves en la televisión! ¡Puedes morir, ¿entiendes?! ¡Ace Savvy murió! ¡Todos los héroes antes de él murieron! ¡Y gente común muere todos los días en sus peleas! ¿En serio crees poder vivir con esa mochila sobre ti? ¿Puedes siquiera imaginar lo que duele saber que es por tu culpa que alguien más paga las consecuencias? ¿Tienes idea de lo que se siente que tus poderes sean responsables por la muerte de alguien? ¡Olvídate de ese sueño!

Tabby permaneció en silencio con la cabeza gacha. Aflojé el agarre de mis manos sobre sus hombros. Me había excedido. No debí haberle gritado así. No debería proyectar en ella mis problemas. Pero no podía dejar que continuase con su sueño sin saber lo que está en juego. No quería que ella tuviera que vivir la traumática experiencia por la que yo había pasado.

Suspiré, acariciando la parte superior de sus brazos.

—Escucha, lo lamento. No debería haber…

— ¡Lo tengo! —Dijo de repente, con una radiante sonrisa expandiéndose por su rostro— ¡Coldplay!

Cerré mis puños y conté hasta quince.

—No juegues con tus poderes —le dije, poniéndome de pie—. Y que ni se te ocurra usarlos en público, ¿oíste?

—Duh, tengo que practicar primero.

Abandoné la habitación sin responderle. Me dirigí a la mía, donde me recosté en mi cama, con la mirada al techo, sintiendo una gran y terrible impotencia. Traté de encender la televisión para distraerme. Quizás los canales de música tendrían algo interesante, o podría poner una serie para pasar el rato. Desafortunadamente, lo primero que vi fueron las noticias locales, con el video de Ace Savvy luchando contra Tetherby.

Reiteramos —decía la presentadora—, se ha producido un robo en el Centro de Control y Confinamiento. No se han revelado detalles acerca de los objetos robados, pero fuentes dentro de la policía nos confirman que se han llevado peligrosas muestras biológicas incautadas de Industrias Tetherby. La identidad, móvil, y metodología del perpetrador es desconocida. Las cámaras de seguridad no registraron movimiento alguno, no se produjo daños a la propiedad, y ningún sensor o alarma fueron activados. Un verdadero misterio en lo que podríamos llamar como el Robo Fantasma.

Apagué la televisión. Las noticias no me interesaban, y ver ese video de Ace Savvy en el fondo sólo me hacía enfadar aún más.

Durante todo estos años, parecía haber logrado convencer a Tabby de que entendiera la carga y los problemas que nuestros poderes traían consigo. Ella parecía comprenderlo. No los usaba en público, los trataba como una fuerte responsabilidad, entendía que no podíamos dejar que nuestros poderes se manifestaran frente a otras personas. Pese a la curiosidad entendible que a veces demostraba acerca de sus habilidades, siempre había tenido un perfil bajo, y estaba de acuerdo conmigo en que ser un héroe era una sentencia de muerte para ellos y para todos a su alrededor.

Y luego, el nuevo Ace Savvy había dado ese discurso mientras luchaba contra Tetherby, y ahora todo el mundo estaba teniendo una nueva percepción sobre los héroes.

La esperanza nunca muere. Quizás yo sí lo haga aquí y ahora, pero detrás de mí vendrán otros héroes. La esperanza no murió con Ace Savvy, porque por más que intentes acabar con todos nosotros, siempre habrá alguien que haga lo correcto.

Era difícil encontrar alguien en los últimos meses que no hubiera memorizado esas palabras. Este Ace Savvy ya era popular antes de ello, pero su popularidad se disparó a los cielos desde entonces. No sólo él, sino que Nova y Eclipse eran cada vez mejor vistas. Su juventud había levantado muchas cejas, pero era innegable que Nova era increíblemente poderosa con su energía cósmica, y que los poderes telequinéticos de Eclipse podían ser de mucha ayuda en situaciones tanto de rescate como de combate.

Me irritaba que la gente cambiara de opinión tan rápidamente. Durante toda mi vida había crecido escuchando que nadie debía ser un héroe en Royal Woods. Que era una sentencia de muerte. Y ahora, de repente, la gente celebraba que un niño se pusiera un traje y saliera a combatir el crimen.

No deberíamos motivar ese tipo de comportamientos. Ahora mi hermanita tenía ilusiones de ser una heroína también. Después de tantos años desalentándola, ahora esas peligrosas ideas estaban metiéndose en su mente. Era muy joven, no entendía lo peligroso que era usar sus poderes. Las terribles e irreparables consecuencias que podía traer. ¿Y si Tabby decidía intervenir en un asalto y resultaba herida? ¿Y si un criminal le disparaba? ¿Quién se haría responsable de eso? ¿Los héroes?

Imaginar a mi hermana herida me llenaba de ansiedad. No, no lo permitiría. No podía dejar que eso ocurriera. Nuestra familia ya había pasado por mucho dolor. Era mi trabajo proteger a Tabby a como dé lugar. Era lo mínimo que podía hacer por Chunk después de todo el dolor que le había causado.

Estaba comenzando a ponerme muy, muy nerviosa. Los episodios de ansiedad e incluso ataques de pánico no me eran ajenos. Los había experimentado de todas las intensidades durante muchos años. Conocía la sensación, esos intensos minutos donde los nervios crecían como la marea en el pleamar. Los músculos tensándose, la mente yendo a memorias y pensamientos progresivamente más peligrosos. Sabía la espiral de depresión en la que estaba entrando, y no estaba dispuesta a dejarme arrastrar por ella.

No me gustaba llegar a este punto, pero prefería cualquier cosa a tener que enfrentar mi ansiedad.

Conecté los auriculares a mi teléfono y le di play a la primera canción de mi lista de reproducción para animarme. Para ocasiones de emergencia como esta, tenía varias listas preparadas con canciones categorizadas en distintas emociones. A veces necesitaba algo para relajarme. Otras veces, motivarme o llenarme de energías.

Lo más común, sin embargo, era que necesitase de canciones para levantar mi ánimo como en aquel momento.

Why do the stars all line up
so perfectly
for everybody
but not for me?

Las notas de la guitarra y la suave voz del cantante comenzaron a sonar en mis oídos. Una vez más, la música me rodeó. Pese a no tener al cantante físicamente a mi lado, las emociones habían sido imbuidas a los sonidos en el momento de la grabación. Podía leer en la música el mensaje esperanzador tan fácil como si leyera la página de un libro. Sentir la emoción, sin embargo, no era suficiente para mí en aquel momento.

Les comenté anteriormente acerca del componente pasivo de mis poderes, la habilidad de sentir las emociones de la música. Creo que es hora de explicar la parte activa.

I wish it could be easy
But it never goes that way
It's never like the movies
It's never like they say…

Si la música está cargada de emociones, es lógico entonces que sea capaz de transmitirlas. Así como el aire es el medio por el que se propaga el sonido, la música es el medio por el cual una emoción se puede pasar a quien la oye. El ejemplo más sencillo es quizás la diferencia entre acordes mayores y menores. Sin querer entrar en los detalles técnicos, la regla de oro es que los acordes mayores se usan en canciones alegres y los acordes menores en canciones tristes, porque esas son las emociones que transmiten.

¿Por qué es así? Difícil saberlo, pero creo que es porque la música es un idioma universal. Sus reglas son tan trascendentales y perfectas como las de la naturaleza misma. Los griegos hablaban de que los planetas y el universo estaban relacionados con las mismas armonías y proporciones que la música.

La canción correcta puede transmitir energía, tristeza, felicidad, sueño, cansancio, enfado, fuerza, motivación. Con mis poderes, puedo activamente tomar las ondas sonoras y amplificarlas. Sin demasiado esfuerzo puedo sencillamente aumentar el volumen —cosa que juré que nunca jamás volvería a hacer—, pero si me concentro, también puedo manipular únicamente esas emociones que se encuentran imbuidas en las notas musicales y hacer que afecten a una persona o un grupo.

No me gusta utilizar mis poderes, pero en algunas ocasiones me he comportado como una hipócrita y los he usado de todas formas. La mayoría de las veces es para ayudar a calmar a Tabby con sus pesadillas o sus pequeños episodios de depresión. Los he usado también con Sam hace un tiempo para, uh, intensificar emociones, por así decirlo. Y conmigo mismo en situaciones como las de aquel momento, para calmar mis nervios y evitarme disgustos.

Con cuidado de no elevar demasiado la voz, comencé a cantar a la par de la canción.

Well, maybe one day I'll be back on my feet
and all of this pain will be gone.
And maybe it won't be so hard to be me
and I'll find out just where I belong.

Me concentré en mi voz, en la esperanza y el optimismo que en ella se reunía. Con los ojos cerrados, era como si me encontrara a mí misma en un vacío infinito, un universo oscuro donde yo era el único ser vivo. Y de la oscuridad y la nada misma, una especie de viento con tintes dorados y color esmeralda se materializaba, visible, y se movía a mi alrededor como una nebulosa.

La guiaba con mi voz, controlándola como una encantadora de serpientes. Respondía a mis instrucciones, brillaba con mayor intensidad siguiendo la fuerza de mi canto, y mientras más rápido giraba, más se acercaba a mí.

En cuestión de segundos, aquel aire entró a mí y barrió mi angustia y ansiedad con la facilidad que uno sopla el polvo de un libro viejo. Mi alma se calmó, mi mente se tranquilizó, y de repente ya me encontraba mucho mejor.

It feels like it's taking forever
but one day things can get better
and maybe my time will come...
And I'll be the lucky one.

Continué cantando con una sonrisa, sintiéndome mucho mejor, incluso si había tenido que recurrir a mis poderes para evitar una crisis.


Sam se reía a carcajadas, tratando de cubrirse la boca con una mano para no llamar la atención de todas las personas sentadas a nuestro alrededor.

—Esto es serio —le dije en voz baja, golpeándola suavemente en el hombro.

—Pftt… Coldplay —repitió, estallando en risas una vez más— ¡Es fantástico! ¡Me encanta!

— ¡Ni se te ocurra alentarla con eso! ¿Me oyes? ¡Ella es muy joven!

—No, no, te entiendo. No te preocupes, hablaré con ella —dijo, tranquilizándome—. Es muy peligroso. Si algo le pasara a Tabby mataría a todos en esta ciudad y luego a mí misma.

—Ni lo menciones. Anoche casi me agarró un ataque pensando en ello —revelé, apretando mis puños y desviando la mirada hacia mi regazo.

— ¿Estás bien? —Preguntó, colocando una mano sobre mi espalda y acariciándome con cariño—Deberías haberme llamado, Loons. Habría ido a tu casa para estar contigo.

—Lo sé. Gracias. Pero… bueno… Me hice sentir mejor.

Volteé el rostro para darle una sentida y significativa mirada. En seguida ató los cabos, y me atrajo a un abrazo de lado.

—Está bien, Luna. No te sientas culpable; está bien que uses tus… dones para ayudarte a salir de situaciones dramáticas.

—No debería. La mayoría de las personas enfrentan sus problemas en lugar de evitarlos como yo.

—La mayoría de las personas no han pasado por lo que tú pasaste —me dijo, dándome un amigable beso en la frente—. Además, no soy psicóloga, pero estoy casi segura que todo el mundo escapa de sus problemas. Poca gente se atreve a enfrentarlos.

—Tienes razón —le dije, mirándola a los ojos con una sonrisa—, no eres psicóloga.

La golpeé en la nariz con un dedo, haciéndola casi caer hacia atrás por la sorpresa y el pequeño impacto. Comencé a reír, para su enfado, pero antes de que entráramos en una amistosa pelea, Mazzy volvió con nuestras bebidas.

—Rayos, no se imaginan la fila que había sólo para conseguir un par de vasos y unas botellas —dijo, sentándose en el asiento vacío a nuestro lado y pasándonos nuestros vasos de Sprite.

— ¿Trajiste aderezos? —Preguntó Sam, dando un primer sorbo a su bebida.

Mazzy sonrió y sacó una petaca de su chaqueta. La abrió, y echó una pequeña cantidad de vodka a su vaso. Nos lo pasó a Sam y a mí, y las dos hicimos lo propio.

—Por tu novio —dijo Sam, levantando su bebida para un brindis.

—Por Sully —dijimos Mazzy y yo, chocando nuestros vasos con el de Sam.

Pocas cosas eran mejores para levantar el ánimo que pasar una bella mañana con tus mejores amigas, alentando desde las gradas a uno de tus mejores amigos en su juego de fútbol americano. Su equipo, los Linces, se enfrentaba contra los Caballeros de West High, en uno de los partidos más esperados de la temporada. No porque definiera un campeonato —ninguno de los dos equipos estaba liderando las tablas—, sino porque cada vez que se enfrentaban había algún incidente.

Me gustaría poder contarles cómo iba el juego, pero nunca me interesaron los deportes, y no entendía lo que pasaba. A juzgar por el ánimo en las gradas, asumí que probablemente estábamos ganando. Me concentré en una jugada donde Roger, el capitán y quarterback, lanzó un pase largo a uno de sus compañeros. El receptor logró controlarla y comenzó a correr por el lateral izquierdo, y la gente se puso de pie, gritando y celebrando. Sam, Mazzy y yo nos pusimos de pie también. El corredor se movía a toda velocidad camino a la zona de Touchdown, y un defensor del equipo contrario se acercó desde la derecha para detenerlo.

Como un ariete, sin embargo, Sully apareció de la nada para impactar directamente contra el defensor, colisionando y ocasionando que ambos cayeran al suelo. La gente celebró el terrible choque que pareció dejar al defensor mareado. Sully se puso de pie y volteó en nuestra dirección, dándole un pulgar en alto a Sam.

— ¡A eso me refiero! ¡Acaba con él! —Gritó mi amiga, arrastrando el dedo índice a través de su cuello.

—Estás demente —rió Mazzy, enviándole un beso a su novio.

El corredor consiguió marcar unos segundos después, y las gradas estallaron en festejos. Las porristas, en el campo, saltaron y cantaron uno de sus tan ensayados cantos, acompañado de una pequeña coreografía. Ver a esas chicas populares exhibiendo sus hermosos cuerpos me llenaba de enfado. Eran bonitas, eran talentosas, eran atléticas. ¿Por qué no podían ser también humildes y amables? ¿Por qué no aprovechaban su popularidad para ser buenas personas?

Las estudié con la mirada por unos momentos, pero pronto mis ojos se posaron en una chica sentada en la grada más cercana al campo de juego, justo por detrás de la valla que separaba a las porristas de los espectadores. No estaba vestida para un evento deportivo. Llevaba ropas de su clásico estilo; falda, blusa, una banda en su cabello rubio. Estaba sentada con una postura perfecta, sus hombros rectos y la espalda sin la más mínima curva. Era de esperar de una cellista de su nivel.

Debí de haber estado observándola durante varios minutos, pues Sam colocó una mano en mi hombro.

—Ve a hablar con ella —me dijo con una sonrisa.

Sentí el calor en mis mejillas y la repentina falta de aliento.

—Ya te lo dije; no hay nada..

—Tal vez no. Tal vez sí. No lo sabrás si no te acercas al menos a hablar con ella.

— ¿Están hablando de Carol? —Preguntó Mazzy.

—Shhh, no te metas —le reprochó Sam, ganándose un gesto obsceno de la mano de Mazzy—. Vamos, Luna. Lo que te preocupa es no saber si la conexión entre las dos es real o sólo de la música, ¿no? Habla con ella, conócela, y te darás cuenta.

No era tan sencillo como Sam lo hacía parecer. Quizás en un mundo ideal. Quizás en un mundo donde las personas pudieran ser auténticas, honestas, y no tuvieran miedo. Este mundo no era así. Carol pertenecía al grupo de las chicas y personas populares, mientras que yo era no sólo dos años menor a ella, sino que pertenecía a un grupo totalmente distinto, uno que sus amigas no aceptarían jamás.

Además, demonios, ¿por qué Sam no pensaba acerca del obvio obstáculo de que Carol era probablemente heterosexual? No era sano asumir que cualquier chica estaba a nuestro alcance. Si dejaba que la fantasía se apoderase de mi corazón podría llevarme un golpe del cual sería difícil reponerme.

Y sin embargo, el deseo estaba allí en mi interior como las últimas ascuas de una fogata, esperando al menor estímulo para encender el fuego una vez más. Mi corazón buscaba excusas para enfrentarse a la razón y enviarme en esa alocada cruzada. Trataba de racionalizar la decisión. ¿Qué tenía de malo que hablara con Carol? Podría ayudarme a entender mis emociones. Podía saber de una vez por todas si la música me confundía o si, por el contrario, me revelaba una verdad oculta.

Me odié a mí misma, pero ya había tomado una decisión.

— ¿Cómo es que haces para siempre convencerme? —Le pregunté a Sam, llevando una mano a mi rostro.

—Porque eres inteligente y sabes reconocer mi sabiduría.

—Si tu sabiduría me trae problemas, voy a matarte.

—Cuando estés de vacaciones en el Mediterráneo con tus suegros los Pingreys, cómprame un llavero de recuerdo.

Mazzy se rió y yo me puse de pie antes de que perdiera el poco valor que había logrado reunir. Dejé mi bebida sobre el asiento y me dirigí escaleras abajo hacia donde Carol se encontraba. Curiosamente, no había nadie más a su alrededor. Su grupo de amigas eran todas porristas, sus amigos estaban jugando, y el resto de los mortales no eran dignos de estar en su presencia.

Seguramente estaba aburrida; no parecía ser el tipo de chica que disfrutaba viendo un partido de fútbol americano. Sólo tenía que acercarme, hablarle, entablar una amigable conversación, y ¡boom! Hecho.

Sólo que no estaba del todo claro cuál era el objetivo. O ni siquiera sobre qué quería hablarle. ¿Y si metía la pata? ¿Y si me rechazaba desde el inicio? ¿Y si arruinaba las prácticamente nulas chances que tenía por querer apresurar las cosas? Esto era una pésima idea. Un grave error.

Me detuve en seco en el último escalón de las gradas, decidida a volver con mis amigas, pero en cuanto me detuve alguien que debía de estar bajando conmigo me chocó por detrás, casi haciéndome caer.

—Oh, lo siento mucho, —dije, volteando— yo no…

Me callé de inmediato. No había nadie junto a mí. Las escaleras estaban vacías, no había nadie de pie, y la gente que ocupaba los asientos cercanos parecían distraídas o enfocadas en el juego.

¿Qué había pasado?

No tuve oportunidad para detenerme a analizar la situación, pues sea lo que sea que me había empujado, había sido suficiente para llamar la atención de Carol Pingrey, quien me miraba con una ceja alzada.

—Oh, uh, hey Carol —la saludé, acercándome un poco pero deteniéndome a una respetuosa distancia.

—Buen día, Luna —dijo sin demasiada emoción, disimulando en un breve gesto de su cabeza cómo me daba una rápida mirada de arriba hacia abajo, como si estuviera evaluando mis ropas.

—Huh, no creí que supieras mi nombre —dejé escapar, juntando mis manos detrás de mi espalda para evitar sentirme paralizada.

Carol me observó durante varios segundos, como si tratara de determinar si estaba bromeando o si lo decía en serio.

—Por supuesto que sé tu nombre, hemos estado ensayando juntas por varios meses.

—Sí, sí, claro, por supuesto —dije, inmediatamente arrepintiéndome de haberle hecho caso a Sam—. Yo, uh, noté que estabas sola así que pensé en, ya sabes, venir a saludarte.

Una minúscula sonrisa se dibujó en su rostro.

—Gracias. No me molesta estar sola, pero realmente no me interesa el deporte.

—Ja, te entiendo. Si no fuera por Sully, ni de broma estaría aquí con mis amigas.

—Sam Sharp, ¿no? —Dijo, aún con una sonrisa pero alzando una ceja. Asentí —Son bastante inseparables, ustedes dos.

—Es mi mejor amiga desde que tengo memoria —expliqué, mirando por encima de mi hombro hacia donde ella y Mazzy se encontraban alentando a Sully—. A donde vaya sé que me acompañará. Algunas personas incluso nos confunden como hermanas, por más extraño que parezca.

—Eso es extraño —añadió Carol, mirando a la audiencia (en las gradas).

—Ella es grande y no necesita que la defienda, pero no te tomes muy en serio sus bromas —añadí, recordando la mirada de fastidio de Carol durante el último ensayo—. No lo hace para molestar. Ella es muy bromista.

—No tienes que defender a tu amiga, Luna —me aclaró, levantando ambas palmas en un gesto de paz—. Y tampoco tienes que hacerte cargo de lo que ella haga. Yo no me hago responsable de lo que los idiotas de mis amigos hacen.

Parte de mí quería preguntar acerca de lo que había ocurrido la tarde anterior, con Roger y los demás burlándose de la chica del club de teatro. Me hubiera encantado conocer lo que Carol opinaba de aquella situación. Si se arrepentía de no haber intervenido. Bueno, aunque en verdad ella se había llevado a los chicos. ¿Contaba eso como intervenir?

— ¿Vas a quedarte ahí parada? —Preguntó— Siéntate si quieres. O vuelve con tus amigas. Lo que quieras hacer.

Vaya, ¿era eso una prueba? ¿Me estaba invitando a que me fuera o a que me quedara? Era una chica tan difícil de leer. Su rostro se veía amigable, pero había una inconfundible tensión en sus músculos. Su expresión no era del todo auténtica, lo notaba. ¿Pero estaba forzándose a verse amigable, o a mantenerse lo más neutra posible?

Contra mi mejor juicio, decidí sentarme dejando un asiento libre entre ella y yo, y llevar la conversación hacia donde más cómoda me sentía.

—Lo cierto es que desde hace mucho tiempo que quería decirte que me encanta cómo tocas el cello —dije con honestidad—. Eres súper talentosa. Seguramente te cansas de oírlo, pero quería comentártelo.

Por primera vez en toda la conversación, Carol pareció realmente sorprendida, como si no esperase ese cumplido. Cerró los ojos por un instante, y una gran sonrisa creció en su rostro. Una sonrisa honesta.

—Oh, pues muchas gracias, Luna. Significa mucho viniendo de ti. Tú eres genial en el piano. ¿Desde hace cuánto que tocas?

—Desde que tengo memoria. Mis papás son fanáticos de la música, siempre crecí con instrumentos a mi alrededor.

—Ya veo. ¿Y fuiste a alguna academia?

—Pfft —dije, pero en seguida noté que lo decía en serio y traté de corregirme—. No, no, yo, uh, soy autodidacta.

— ¿En serio? —Parecía realmente sorprendida— Vaya, eso es… asombroso. ¿Aprendiste toda la teoría y técnica por tu cuenta? No puedo ni siquiera imaginar lo complicado que eso ha de ser.

—Fue difícil… pero la música es todo lo que tengo —admití—. ¿Asumo que tú fuiste a una academia para aprender a tocar el cello?

—No exactamente, pero mis papás contrataron un tutor particular para enseñarme desde que cumplí los cinco años.

—Oh vaya. ¡Con razón eres tan buena!

—El cello y el golf son las únicas cosas en las que he puesto múltiples horas de práctica. Si no fuera buena en ello...

—Oye, no te subestimes —le dije, inclinándome un poco más hacia ella—. Estoy segura que si te lo propusieras serías muy talentosa en otras cosas.

Carol me sonrió y por un instante desvió la mirada hacia el campo de juego, donde el resto de sus amigas porristas se encontraban alentando al equipo ahora que se acercaban a beber un poco de agua y discutir una jugada.

—Por ejemplo, no creo que nadie dude que podrías ser una gran porrista —añadí.

Por primera vez desde que la conocía, Carol dejó escapar una suave risa en mi presencia. Era auténtica, sentida, breve pero melódica. Era una nueva faceta de Carol Pingrey, una muy distinta a la helada cáscara de piedra con la que solía presentarse frente al mundo. Me estaba gustando. Siempre se siente bien descubrir que una persona es mejor de lo que uno creía. Estaba comenzando a sentirme más cómoda junto a ella.

— ¿Qué? Lo digo en serio. Eres alta, atlética, siempre ganas los concursos de popularidad… no desentonarías para nada con las porristas.

— ¿Y vestirme con minifalda para alentar a los deportistas y que todos los chicos en las gradas babeen por mí? No, gracias. Paso.

La manera en la que lo dijo hizo que mi corazón latiera con más fuerza, y sin siquiera darme tiempo a pensar, las palabras escaparon de mi boca.

— ¿No te gustan los chicos?

La actitud de Carol cambió de inmediato. Lo noté en cómo se tensaron sus hombros y la súbita pérdida de calidez en su mirada. Con una pregunta había echado a perder todo el progreso que había conseguido. Yo y mi maldita boca.

—Sí me gustan —respondió cortante, mirándome con recelo de repente—, pero no para exponer mi cuerpo y sexualizarme con esos uniformes.

—Oh, claro —dije, desviando la mirada, tratando de salir de aquel incómodo momento y de recuperarme de la dura confirmación de que Carol se sentía atraída por hombres—. Tiene sentido. Lo siento, no…

Una serie de gruñidos y gemidos de dolor nos distrajeron.

Las dos miramos hacia el campo de juego, donde todos los futbolistas de nuestra escuela comenzaban a tomarse la cabeza y doblarse o caer de rodillas al suelo, con evidente dolor. El entrenador estaba junto a ellos, tratando de calmarlos pero sin saber hacia dónde mirar. Las porristas se detuvieron, la gente en las gradas se calló, los árbitros se acercaron, y el juego se suspendió momentáneamente.

— ¿Qué está pasando? —Preguntó Carol.

No le respondí, poniéndome de pie de inmediato.

— ¡Sully! —Grité.

Mi amigo se había quitado el casco y estaba caminando como si estuviera ebrio, tomándose ambos lados de la cabeza. Gritaba de dolor como si estuviera a punto de estallar.

No sé explicar qué sucedió. Mis piernas se movieron por sí mismas, y antes de que me diera cuenta de qué estaba ocurriendo, me había metido al campo de juego para ver qué le ocurría a mi amigo.

No tenía ni idea de lo que estaba a punto de ocurrir.