Parte I
Las bases del conflicto
— ¡Ya déjame en paz, viejo!— gritó un joven de cabellera brillante como el sol, orejas puntiagudas y vestía ropas más bien sencillas para su estatus social y económico, un gi y hakama de sin adornos y de colores claros. Últimamente rehuía de su padre, un hombre que vestía de ropas tan vistosas cómo finas al punto de la extravagancia, dando vueltas alrededor de la mesa del comedor, o en los jardines, o en la sala de entrenamiento...
El nombre del joven era Ichigo, hijo mayor del Guardián y Regente del portal divino que le permitía a los dioses entrar temporalmente al plano humano. Su padre, Isshin, tenía el trabajo de las tierras de Karakura, en especial el portal que se encontraba en el jardín trasero al palacio, diseñado especialmente para recibir y atender a los dioses que decidieran venir de visita.
— Pero, hijo, tenemos que hablar, buscar una solución— Le rogaba su padre de manera infantil.
— ¡Y ya te dije que no, anciano!
— Sí, hermano, escucha a Chichi-ue— Le riñó una de sus hermanas menores que no dejaba de ver los pequeños cuernitos que empezaron a salir de los costados de su cabeza con ayuda de su espejo de mano, sentía que complementaban sus orejitas puntiagudas— Ahora siéntate a desayunar si no quieres que te golpeé.
— ¡Cállate, Karin! No abuses porque ya tienes cuernos y yo no.
— Hijo, no puedes seguir así, ya estás bastante grandecito— Le rogaba su padre, un hombre que en su cabeza tenía un par de cuernos que iniciaban en la parte superior de su cabeza y se retorcían sobre sí mismos formando una espiral hacia la parte posterior de su cabeza—, tenemos que buscar una solución.
— Papá no es mi culpa que mi cornamenta no haya brotado— Dijo el Ichigo.
— Tienes 120 años y eres el futuro guardián del portal, hermano— Comentó su otra hermana menor, Yuzu, cuyos cuernos estaban cerca de las sienes de su cabeza, no eran grandes, pero ya habían alcanzado su máximo tamaño.
— No tienen que recordarmelo a cada rato— Se quejó Ichigo.
— Sí, algo no está bien contigo— Concordó Karin que tomó un tazón de arroz que le pasó su hermana mayor.
— Tal vez lo que te hace falta es una o diez concubinas, yo a tu edad ya había tenido varias— Sugirió Isshin.
— Sí y por eso tengo más de cincuenta hermanos de los que no sé nada— Ironizó Ichigo.
— Eso no es cierto, tus hermanos son ciervos y árboles del bosque— Comentó una hermosa mujer de cabello castaño entrando al comedor, Masaki, esposa de Isshin y madre de sus hijos. Junto a ella venía un niño que ella e Isshin habían decidido acoger como protegido.
— ¿Y eso que, Haha-ue? Seguramente es por tu sangre humana.
— Hijo, no quiero que te suceda lo mismo, no me quiero arriesgar a que te vuelvas un olmo o pino— Le rogó su madre.
Hicieron el tema a un lado en favor de desayunar pacíficamente, aunque Ichigo no dejaba de ver por el rabillo del ojo a sus padres de tanto en tanto esperando que sacaran el tema a colación de nueva cuenta.
— ¿Qué te parece si nosotros...?— Empezó a proponer Masaki.
— ¿Por qué no mejor se meten con Toshiro?— Golpeó la mesa con sus puños molesto— ¡Han pasado años y sigue siendo un enano!
— ¡Toshiro es humano y no lo metas en esto!— Lo regañó Karin antes de aventar su espejo de mano a la cara.
— No me metas en tus problemas— Se quejó Toshiro que le molestaba que se metieran con su estatura, ¡aún estaba en desarrollo!
— ¡Me voy a entrenar!— Rápidamente dio las gracias por los alimentos y puso sus palillos en la mesa— Vamos, Toshiro— Sujetó a su hermano por el cuello de su gi y se lo llevó a rastras.
— No, Ichigo, aún no termino de desayunar— Se quejó porque no alcanzó a comerse unos duraznos en almíbar que Yuzu les había escabullido a él y a Karin.
— ¡Te dije que dejaras en paz a Toshiro!— Karin fue corriendo tras sus hermano.
— ¿Masaki-chan, qué vamos hacer? Se la pasa todo el tiempo entrenando— Preguntó Isshin a su esposa.
— ¿Cómo fue que te salieron tus cuernos, Anata?— Inquirió Masaki, tal vez ahí estaba la clave para salvar a su hijo.
— Siempre pensé que era porque me hacían jugar con las ninfas— Eso hizo que el gesto de Masaki se volviera molesto, no le gustaba saber del pasado libertino y lujurioso de su marido, mucho menos de sus múltiples parejas antes de ella—. Q-q-quiero d-d-dercir que pasaba el tiempo cerca de ella, m-m-mi trabajo era cuidarlas.
— Aja...— Esa interjección sonó a un 'no te creo nada'—... Entonces, podemos asumir que a nuestras hijas les salieron sus cuernos porque no suprimieron sus sentimientos.
Masaki lo decía porque Karin no ocultaba su atracción hacia Toshiro, hasta se podría decir que ella lo cortejaba, y Yuzu era muy expresiva con sus emociones, en especial con lo relativo a la cocina y otras actividades femeninas. Pero Ichigo, por alguna razón, no mostraba especial interés por nada, excepto entrenar...
— Pero Ichigo se niega a acercarse mucho a ellas... no lo admite, pero le intimidan— Comentó Isshin.
— Y ellas a él... tal vez sea su sangre humana— A Masaki no le gustaba considerar que trajó una debilidad a su familia.
— ¿Deberíamos usar a una humana para despertar sus pasiones?— Preguntó Isshin.
— Podríamos usar los servicios de una Oirán.
— No me fascina la idea de llevar a mi hijo a Yoshiwara, pero tiempos desesperados...
— ...Requieren medidas desesperadas— Concluyó Masaki.
— ¿Y cómo lo haríamos hacer tal cosa?
— Sí, no será fácil llevarlo, no lo hará voluntariamente.
— Pueden llevarlo con engaños— Sugirió Yuzu—, digan que Chichi-ue va a una reunión con el embajador humano y quieres que empiece a hacerse cargo de la regencia.
La pareja se dio cuenta de que no estaban solos, habían olvidado que Yuzu seguía con ellos.
— ¿Sabes, Isshin? No suena como una mala idea.
— Nuestra Yuzu es muy inteligente.
— Soy la más inteligente de sus hijos— Dijo con una sonrisa traviesa la pequeña Yuzu.
— Vamos, acepta a convertirte en mi esposa, O-Gekko— Dijo el dios antes de jugar con el pezón por encima de la yukata de gasa pura que usaba la mujer debajo de él y que, por ende, no escondía ni un centímetro de su piel de sus ojos.
— Ah, n-no, Aizen-ssama, le dije que no— Ella gemía al recibir los besos hambrientos sobre su cuello expuesto.
— ¿Segura, mi pequeña ninfa?— Le preguntó a la belleza, su largo cabello negro formaba espesos ríos negros que sólo asentuban su atractivo.
O-Gekko se retorcía mientras dejaba que el dios usara sus muy habilidosos dedos sobre sus tetas y su boca sobre su cuello. Alguien con menor voluntad ya hubiera dejado que el poderoso dios la follara desde hace años. La de ella no era tan fuerte como para impedir que él hiciera cosas en su cuerpo con su lengua y dedos que la volvían arcilla.
Aizen viendo que O-Gekko no le respondía, empezó a bajar su boca por su esternón, disfrutando de las sacudidas de ella conforme sus labios y lengua pasaban por encima de la piel cubierta con la delgada tela. Incluso le permitió meter sus dedos entre sus piernas y masajear su lampiño y mojado coño.
— Respondeme.
La ninfa no lo hizo, al contrario, se negaba a hacerlo. A pesar de disfrutar de su toque, no tenía intención de entregarse a él.
— Que cruel eres, yo que te atiendo con tanto esmero y tú me rechazas.
Aizen, entonces, decidió bajar aún más. Abrió a la ninfa de piernas de tal modo que hizo que la yukata se abriera y pudiera apreciar más claramente las tetas y las rosadas aureolas de O-Gekko.
¡Pero qué bella es!
Cómo deseaba hacerla suya.
Sería una excelente esposa. Tenía el porte, la elegancia y los modales adecuados; y, lo mejor de todo, sería una mejor amante.
— ¿¡Aizen-sama, qué hace!?— Gritó O-gekko de una manera que tenía más en común con un gemido fogoso.
Este fue el turno de él de no responder, sólo se posicionó entre las piernas de la mujer y bajó su cabeza hasta llegar al coño y comenzó a explorar y saborear la esencia más íntima de la ninfa de negros cabellos.
— Aizen-sama...— Ella le masajeaba y daba tirones ligeros a su cuero cabelludo, indicando que la complacía, en especial cuando él comenzó a usar su lengua simulando una follada. Aizen pronto reemplazó su lengua con sus dedos, que podían llegar más profundo en el apretado canal y subió a chupar y dar mordiditas al botón rojo e hinchado que la llevaría a explotar— ah... Aizen-sama, basta, ah, por favor...— Sus palabras contradecían a su cuerpo que estaba ansioso por alcanzar el placer máximo.
Aizen sonrió maliciosamente, de seguir así de excitada podría hacerla aceptarlo.
— Aaizen-samaaah...— Aizen recibió la corrida de lleno en su boca, en definitiva ella tenía el mejor sabor— Eso, eso... Aizen-sama... fue... ah, ah...
Aprovechando que O-Gekko se encontraba laxa y con la mente en blanco, que su pecho subía y bajaba y tenía los ojos cerrados tratando de controlar su respiración, Aizen se acomodó entre las piernas de ella y preparó su verga para por fin tomarla como ha deseado desde hacía años.
Sin embargo, siempre que él trataba de hacer algo más, ella reaccionaba y lo detenía en seco.
Como ahora.
Con una magia que él nunca podía detener Aizen fue alejado con una fuerza invisible que le estampo contra la pared.
— Aww, no me culpes por intentarlo, O-Gekko— Dijo Aizen, incapaz de separarse de la pared—, pero sabes que no puedes seguir así.
— Lo sé, Aizen-sama— Habló con voz ronca y se incorporó de costado y recargándose sobre su codo, viéndose aún más seductora que antes—, no puedo seguir así, mis fervores...— Guardó silencio al no querer pensar en ello.
Ella, como una ninfa, era un espíritu que constantemente entraba en periodos de celo, llamados fervores, que la encomiaban a buscar una pareja con la cual reproducirse o, al menos, retozar por largar horas.
— Tus fervores ya son demasiado fuertes— Y también constantes, pronto se vería obligada a elegir pareja o se quemaría. Lo cuál sería una lástima considerando que ella de una clase muy rara.
— Aizen-sama, usted gana— Se sentó O-Gekko, rendida ante su situación—, me casaré con usted...
— Excelente— La interrumpió y trató de separarse de la pared, mas siguió pegado a ella, aunque no hacía grandes esfuerzos para romper la magia, no quería arriesgarse a lastimarla al hacerlo.
— Pero lo haré con una condición— Continuó ella, fingiendo que él no la interrumpió.
— Dime tu precio— Aizen sonrió, si ella sellaba el trato con él no tendría más opción que cumplir su palabra.
— Quiero florecer.
— Eso podrías haberlo hecho en cualquier momento.
— No deseo florecer en este plano, también deseo una dama de compañía.
— Sí, no te caería mal una amiga— O-Gekko era una ninfa muy solitaria.
— Me gustaría que fuera humana de ser posible, escuché que son muy buenas escuchas.
La magia que lo mantenía pegado a la pared perdió su fuerza, lo que le permitió acercarse a ella.
— Con gusto cumpliré con todas tus condiciones, al cabo no son descabelladas— Dijo mientras se sentaba y la hacía reposar sobre su regazo.
— Para usted sería muy sencillo hacerlo— Sonrió sabedora de a dónde él la tendría que llevar.
— ¿Entonces, tenemos un trato?— Preguntó Aizen mientras la tomaba de la barbilla.
— Sí, Aizen-sama— Ella pasó sus brazos detrás de su cuello—, me casaré con usted después de que yo florezca y, entonces, le diré mi nombre— y depositó un beso largo y candente en el que los labios y lengua de ella combatieron contra los de Aizen por mantener el control y convencerlo de aceptar sus condiciones.
Cuando rompieron el beso, la sentó de nuevo en el futón y salió de la habitación.
Tenía muchos arreglos que hacer si quería llevarla a un lugar adecuado para que floreciera.
Y sólo había un lugar en el que ella podría florecer adecuadamente si es que él quería mantener el control sobre ella. Él tendría que llevarla al jardín de Karakura.
