Melifluo


Como Familia
Por: Yuuki

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Resumen: Marinette fue acogida por la familia Agreste cuando apenas era una niña. Rápidamente se convirtió en una muy querida hermana para el pequeño Adrien, pero años después, en medio de la pubertad, detestaba la idea de ser vista como una hermana pequeña a ojos del modelo.

[AU, Romance]


Emilie Agreste era una mujer de corazón puro. Gabriel lo sabía, eso era lo que en un principio le había enamorado. Admiraba aquella bondad innata y aquella genuina necesidad por hacer el bien, pues lo empujaba día a día a ser un mejor hombre, sin embargo, nunca sospechó que tan lejos podía llegar su necesidad de ayudar a quien lo necesitase hasta que un día, luego del trabajo, vio a su amada mujer con una niña en sus brazos.

Desde el primer momento supo que algo no estaba bien.

Lo siguiente de lo que se enteró era de que estaban acogiendo a la niña por tiempo indefinido.

Marinette era una dulce muchachita que tenía la misma edad que su hijo Adrien, pero para nada compartía su fortuna.

Sus padres, los dueños de una pintoresca panadería a la que Emilie solía comprarle, habían fallecido y no había quien se hiciese cargo de la niña. Por un lado, su abuela no estaba establecida en ningún lugar y, por otro lado, su abuelo parecía ser una especie de ermitaño que poco y nada salía de su casa.

Si agregaban a la ecuación que su esposa tenía un corazón demasiado tierno para simplemente dejar a la niña en el servicio de menores, y junto con eso un encantador temperamento que era capaz de convencerlo de cometer hasta las locuras más grandes, como acoger a la pequeña Marinette Dupain-Cheng.

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Doce años había pasado junto a la familia Agreste, doce años donde recibió cariño, amor, cuidados y un sinfín de cosas por las cuales se sentía tremendamente afortunada y agradecida.

Recordaba a Emilie con gran cariño, día a día, pues era el único recuerdo de una madre que tenía. A Gabriel también le tenía cariño, después de todo la había acogido como si realmente fuese su hija, sin embargo, el último año había cambiado totalmente. Después de la muerte del amor de su vida él simplemente ya no era el mismo. No juzgaba, después de todo, toda la familia estaba intentando superar aquella pérdida.

Adrien era el miembro de la familia al que más quería. Siempre protector, amable, preocupado. Desde el primer momento fueron unidos, crecieron como hermanos y siempre se apoyaban el uno al otro.

Desde la muerte de Emilie ellos no habían hecho más que unirse. Ambos estaban heridos, sufriendo aquella pérdida, pero juntos, jamás se abandonaron uno al otro, e intentaron estar ahí para su padre, sin embargo, él no sólo se aisló en su sufrimiento, sino que se encargó de poner una gran distancia entre él y los niños.

Ya no era aquel hombre que aprovechaba cada momento libre para jugar con ellos, o para llevarlos a cualquier lugar elegante y novedoso, no. Desde el trágico incidente se encargó de llenarse de trabajo, tanto que ni si quiera tenía tiempo de comer con los jóvenes. Para él, mientras menos contacto con ellos tuviese, mejor. Le recordaban demasiado a Emile, tanto Adrien con el increíble parecido físico, como Marinette con aquel carácter alegre y bondadoso de ella.

Se preocupó de que ambos continuasen recibiendo lo mejor: La mejor ropa, la mejor educación, los mejores materiales, los mejores profesores, los mejores trabajos de modelaje, todo lo que Emilie hubiese querido, incluso más.

Sobrecargó a los jóvenes a tal punto que no había espacio durante el día en el cual estuviesen libres. Lecciones de piano, esgrima y chino para Adrien, complementario a sus sesiones fotográficas, mientras que para Marinette fueron inglés, diseño y si bien intentaron con algún deporte, no dio frutos, así que aquel tiempo fue destinado para reforzar sus materias débiles o bien para trabajar extra en sus diseños y modelaje.

Fueron meses duros para los jóvenes, pero al menos se tenían el uno al otro.

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Cumplió quince un par de meses después de la muerte de Emilie, su madre, y de no ser por Adrien aquel habría sido el cumpleaños más triste toda su vida. Seguía desolada por su muerte, además mentiría al decir que no le importaba la distancia que Gabriel había instalado entre ellos, pero tenía a Adrien, ocasionalmente a Nathalie que estaba ahí para asegurarse del cumplimiento de su itinerario, y Gorila, el guardaespaldas de los jóvenes.

Adrien se encargó de todo aquel día. Pudo convencer a su padre de dejarles tener el día libre para poder celebrar a su querida hermana, y después de mucha insistencia lo consiguió, así que luego se dedicó a preparar todo. No tenían amigos a los cuales invitar más allá de Chloe, así que sería una pequeña fiesta de tres personas que se llevaría a cabo en el salón de la mansión que estaba destinado para el uso de los niños.

Había decorado todo de los colores favoritos de la chica: Rojo y negro. Globos, guirnaldas, luces, comida, juegos, incluso un pastel, y por su puesto el regalo que había estado planeando y preparando durante las semanas anteriores.

Sabía que habían tenido meses difíciles, pero quería ser capaz de darle a su querida hermana un día de descanso de todas aquellas penas que últimamente la tenían más desanimada de lo normal.

Para Marinette, aquella había sido totalmente una sorpresa, muy inesperada, pero que logró conmoverla hasta el punto de las lágrimas.

Estaba feliz y no pudo evitar lanzarse hacia los brazos de su querido Adrien, quien la recibió y envolvió con cariño.

Tal era su felicidad que fue capaz de convivir con Chloe durante más que unas cuantas horas en total paz, hasta compartieron un par de bromas y risas, pero aquello también había sido posible gracias a que la rubia había decidido poner en pausa aquella competitividad desde que se enteró de la muerte de la madre de los muchachos. Sin embargo, ya al finalizar aquella jornada, Marinette se mostraba irritada.

El inicio de aquellos sentimientos hacia Chloe fue en la pubertad, cuando la hija del alcalde comenzó a ver a Adrien con otros ojos y buscaba cada oportunidad que tenía de pegarse a él o de recibir su atención. Y eso a Marinette la molestaba hasta niveles inimaginables, eso y el hecho de que Adrien le prestara la atención que Chloe pedía.

Para cuando la rubia se marchó, el joven modelo fue en busca de su hermana, pues la había notado molesta y le había preocupado.

Subió entonces hasta la habitación de la peliazul y cuando ingresó, la encontró sentada en el centro de su cama, con la mirada perdida en algún punto de su amplio cuarto. Se acercó luego de haber cerrado la puerta y se subió a la cama, para quedar justo frente a ella. Se percató de que tenía el regalo que le había dado hace unas horas sobre sus piernas, y por la cama, fotos de su familia.

No la familia Agreste, la familia Dupain-Cheng.

"¿Qué sucede?" Cuestionó con aquella dulzura que lo caracterizaba.

La peliazul levantó la mirada para encontrarse con unos preocupados ojos verdes.

¿Por qué Adrien tenía que ser tan dulce?

Últimamente había estado preguntándoselo mucho.

"¿Sabes que a Chloe le gustas muchísimo?" El rubio no entendió a qué venía el comentario, pero negó con la cabeza. Chloe era sólo una amiga, su primera y única amiga.

"No es cierto, somos amigos desde niños, así que no puede estar enamorada de mí." Porque según su nula experiencia de interacciones sociales de ese tipo Adrien creía que los amigos de la infancia no pueden simplemente gustar del otro de un momento a otro.

"Tus amigos de la infancia sí pueden cambiar sus sentimientos hacia ti." Murmuró como si estuviese leyendo sus pensamientos, pero el rubio nuevamente negó. "Los sentimientos de las chicas pueden cambiar a medida que crecen." Suspiró ella.

Él la miró con notable curiosidad. Sus ojos brillaban de una forma que ella nunca había visto ¿Tanto le entusiasmaba la idea de que Chloe sí estuviese enamorada de él?

"¿Cómo pueden cambiar?" Cuestionó él, poniendo su total atención en ella.

Marinette soltó un suspiro ¿Cómo explicarle? Quizás podría usar las mismas palabras que usó Emilie para explicarle el asunto a ella.

"Bueno… Cuando hay un chico atento y amable, no es difícil que una chica se enamore de él, aunque hayan sido amigos de toda la vida. A las chicas nos gusta cuando un muchacho es preocupado, cuidadoso, amable, divertido… es muy fácil que sintamos algo más que sólo amistad por él." Al finalizar podía sentir sus mejillas arder, pues de cierta forma describía como se sentía ella.

Adrien notó aquel color adornando sus mejillas y no pudo evitar preguntarse si Marinette tenía a alguien así en su vida. Ante la posibilidad sintió una incomodidad alojándose en su estómago y de pronto ya no se sentía tan curioso por el tema.

"¿Aún si son como hermanos?"

"Aún si son como hermanos." Respondió ella. "Pero Chloe nunca te vio como un hermano."

Por un momento Adrien había olvidado que estaban hablando de su amiga.

"¿Y qué tiene que ver eso con que estés gruñona?" Cuestionó con gesto divertido. Quería desviar la conversación, pero ignoraba que la respuesta a esa pregunta estaba estrechamente relacionada con lo que acababa de contarle.

"No estoy gruñona." Alegó, dibujando una sonrisa en sus labios al ver el gesto del rubio. "Sólo estaba pensando… en qué sucedería cuando decidieras ser novio de Chloe."

Adrien no entendía porque Marinette hablaba de ello con tanta seguridad cuando ni si quiera se había detenido a preguntarle si él sentía algo por la hija del alcalde, pero decidió no indagar en ello.

"¿Y qué pensaste?" Las orbes verdosas del muchacho se pasearon por las fotos que estaban esparcidas en la cama, y con cuidado fue tomándolas una a una, para ordenarlas.

"Pensé en lo sola que me sentiría." Había mucho por decir. Le había estado dando muchísimas vueltas a aquel asunto desde que se percató de los sentimientos de Chloe por Adrien, hace ya más de un año.

El mayor se sintió conmovido por sus palabras. Vio el temor en ellas, y se sintió tan enternecido que quiso envolver a la muchacha en un abrazo, pero se contuvo hasta terminar de ordenar las fotografías que cuidadosamente se levantó a dejar sobre el escritorio, junto con ellas tomó el regalo que le había hecho: Un álbum de fotos de todos los momentos que había compartido Marinette con su madre, Emilie.

Luego volvió a la cama para sentarse a su lado, y esta vez, sí envolvió el cuerpo de la muchacha en un afectuoso abrazo. Ella, acostumbrada a ese contacto, apoyó su cabeza en el pecho de él.

"¿Realmente crees que te dejaría, a mi pequeña hermana, por tener novia?" Con cuidado acarició su cabello típicamente peinado en dos colectas.

"Sí recuerdas que no somos hermanos realmente, ¿no?" Pese a que intentó sonar graciosa, Adrien no lo tomó de tal forma.

"Hemos estado toda la vida juntos." Dijo él, tan seguro y serio que Marinette se alejó unos cuantos centímetros para poder ver su rostro. "Puede que no compartamos apellido o sangre, pero siempre seremos hermanos." Porque eso era todo lo que tenía.

"Siempre seremos hermanos…" Repitió con cierta decepción en su voz.

¿Cómo explicarle, cómo ponerlo en palabras sin arriesgar todo lo que tenía? Adrien era todo lo que le quedaba, y prefería un hermano cariñoso a un muchacho distante, disgustado por sus sentimientos.

"Aun si algún día consigo novia, nunca podría dejarte sola."

Marinette constantemente pensaba en qué había sido lo que la enamoró de él, pero mientras más reflexionaba respecto a ello, más llegaba a la misma respuesta: Era esa bondad, esa preocupación tan genuina, esos sentimientos tan puros los que la habían atrapado.

Pero no podía decírselo. Ni a él, ni a nadie, y la única persona que fue capaz de percatarse de sus sentimientos ya no estaba con vida.

Fue Emilie quien le enseñó que no debía sentir culpa por unos sentimientos tan puros como los que crecían en su corazón, fue ella la que, pese al incondicional amor que le guardaba la familia Agreste, le recordó que ella y Adrien no eran hermanos.

Emilie le dio esperanzas y le ayudó a entender lo que sentía, pero ese no había sido más que el comienzo y ahora todos sus sentimientos se habían transformado en un gran remolino de emociones, uno que necesitaba de la dulce guía que le había ofrecido la madre de Adrien para poder entenderlo.

"Entonces… ¿Tú y Chloe?" Marinette pensaba que, si iba a romperle el corazón era mejor que lo hiciese en ese mismo instante.

"No."

No dijo nada más, sólo se dejó caer hacia atrás y arrastró a la muchacha con él, para que se recostase sobre su pecho.

Si Marinette no hubiese estado tan concentrada en lo rápido que latía su propio corazón hubiese sido capaz de escuchar claramente cómo el de Adrien latía rápido y fuerte, nervioso, pero no fue así, y él tampoco se percató de lo que le sucedía a ella.

"Gracias por lo de hoy."

"No hay de qué."

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Fue un tiempo después del cumpleaños de Marinette que Adrien logró convencer a su padre de dejarlos asistir a la escuela como el resto de los niños de su edad. Ya estaba cansado de vivir entre las paredes de su casa, quería y necesitaba salir, conocer el mundo, tener un respiro de aquella vigilancia bajo la cual vivía día a día.

Necesitaba libertad.

Fue todo un reto, pero finalmente Gabriel consintió que ambos jóvenes asistieran a la escuela.

Desde aquel evento habían pasado ya un par de meses y ambos muchachos pudieron hacer amigos con facilidad. Si bien era difícil pasar tiempo con ellos fuera de la escuela, sus nuevos amigos eran comprensivos y no pareció molestarles nunca aquel detalle.

Marinette rápidamente se hizo amiga de una castaña llamada Alya, ambas parecían haber conectado de tal forma que parecían ser amigas de toda la vida, lo mismo sucedió con Adrien y Nino, pero además de ellos, había un grupo de adorables muchachos que los recibieron con cálidas sonrisas en su numeroso círculo social.

El primer gran problema del que Adrien se percató fue el que trajo la aparición de una muchacha que se incorporó al instituto un poco después que ellos: Lila.

No entendía bien al principio porqué a la peliazul no parecía gustarle, después de todo él la veía como una chica muy agradable, con muchas historias para compartir y muy amistosa, especialmente con él.

Tiempo después se dio cuenta de la verdadera naturaleza de Lila: era una total mentirosa, y para peor, parecía tener algo muy personal en contra de Marinette, pues oportunidad que tenía de hacerla quedar mal frente a los ojos de todos, la aprovechaba al máximo.

La situación escaló a tal punto que tuvo que chantajearla con su amistad, pues por alguna razón parecía ser tremendamente importante para ella que él se mantuviese de su lado. Todo el chantaje fue necesario para que dejase de molestar a su hermana de una vez por todas y para que retirase todas las estúpidas mentiras que había dicho sobre Marinette.

Aquella fue la ocasión en la cual fingió que había sido empujada por Marinette, lo que provocó, supuestamente, que cayese por las escaleras. Por su puesto nada de eso había sucedido, simplemente fue un teatro que armó Lila, pero que logró poner a todos en contra de la peliazul.

Era difícil hacer que Adrien, el alegre muchacho, se enojase, pero bastaba involucrar a Marinette para que él saltase a defenderla sin siquiera dudarlo.

Si dejaba fuera los incidentes que involucraban a Lila, la escuela había sido un cambio muy positivo para ellos. Los mantenía distraídos y los hacía felices, aunque ambos eran personas que naturalmente tendían a un buen ánimo y que se reponían rápidamente a las dificultades.

En conclusión, no había arrepentimientos respecto a la decisión de no estudiar más en casa, o eso pensaba el rubio hasta que el hermano mayor de Juleka, Luka, comenzó a frecuentar a Marinette.

Aquella fue la primera vez que Adrien se mostró distante a la peliazul, lo que sin duda alguna les trajo ciertos problemas de convivencia en el hogar, pero más importante, hizo que Marinette se sintiese terriblemente mal e insegura, pues no sabía que había hecho para provocar ese comportamiento en el rubio.

Pasó semanas cuestionándose y repasando cada una de sus interacciones en busca de una respuesta que explicara el repentino distanciamiento de Adrien, pero nada. Absolutamente nada venía a su mente y, sin embargo, seguía sintiéndose tremendamente culpable y triste por ver cómo el muchacho parecía estar cada vez más lejos de ella.

Le dolía que ya no compartiesen esas tardes de películas o videojuegos, le entristecía que el rubio hubiese dejado de escabullirse por las noches en su habitación para tener una de esas largas conversaciones que siempre había disfrutado tanto, le entristecía comer en completa soledad, o compartir apenas unas escasas palabras durante el día.

Le dolía la actitud de Adrien y le hacía sentirse sola.

Fue un día en la escuela, cuando vio a Lila conversando muy íntimamente con el modelo, que por primera vez tuvo una pista de lo que podría haberle alejado de su lado.

Lila sabía de sus sentimientos, se había encargado de dejarle perfectamente en claro lo desagradable que le parecían y de paso, le había dado el amable aviso de que se llevaría a Adrien con ella. Por su puesto que en un principio lo había considerado como una locura, después de todo se habían prometido en múltiples ocasiones que jamás se abandonarían el uno al otro, pero ¿Y si le había dicho al rubio sobre sus sentimientos? ¿Y si a él también le habían parecido repugnantes?

Por mucho que odiara admitirlo, aquello explicaría perfectamente aquel distanciamiento en su relación.

Ante esa posibilidad que más bien ya parecía una afirmación, no pudo más que entristecerse. Su semblante completo se había ensombrecido por causa de esos sentimientos negativos tan poco comunes de ver en ella. Este hecho preocupó de inmediato a sus amigos, en especial a Alya, que pese a sus insistencias no logró profundizar en qué era lo que tenía triste a su queridísima amiga.

Para Adrien no pasó desapercibido aquel malestar. Conocía demasiado bien a la peliazul como para pasar por alto cualquiera de sus expresiones, pero no sabía cómo acercarse.

Imaginaba que su tristeza se debía a Luka, aquel muchacho mayor que parecía estar muy interesado en ella, y realmente quería ofrecerle su apoyo y estar para lo que necesitase, pero cada vez que intentaba dar un paso en su dirección su mente le mostraba desagradables imágenes de Marinette en compañía de Luka, lo que instalaba un desagradable sentimiento en su cuerpo.

Aún no tenía estómago suficiente para escuchar la historia detrás de aquella "amistad", que, a sus ojos, era más bien un noviazgo.

Aunque le dolía ver a la muchacha de aquella forma, no quería obstaculizar su camino con tontos e infantiles celos, así que intentaba mantenerse fuerte en su decisión de mantenerse al margen, además, se consolaba diciéndose que Marinette era una chica sumamente fuerte, ella podía con cualquier cosa y no necesitaba de él para salir de lo que fuese.

Más tarde se percataría de lo errónea que era su creencia.

Él había llegado más tarde a casa, pues ahora practicaba esgrima en el instituto, después de las clases, así que Marinette había sido recogida por Gorila apenas terminó la jornada escolar, mientras que él se quedó para su práctica.

Un par de horas después había llegado, sin embargo, tenía tareas pendientes que apenas pudo interrumpir para cenar, solo, pues la peliazul ya había cenado momentos atrás.

Fue hasta el anochecer que por fin se levantó de su escritorio y salió de su habitación. Iba en dirección al despacho de su padre para poder pedir permiso y asistir a la salida grupal que habían organizado sus amigos, sin embargo, se detuvo apenas cerró la puerta de su habitación producto de los ruidos provenientes de la habitación justo en frente a la suya, la de Marinette.

Sintió como su alma se rompía en mil pedazos al reconocer aquellos sonidos como sollozos.

Sin pensarlo y víctima de sus impulsos ingresó a la habitación de la peliazul, sin embargo, no fue capaz de ver nada, pues la muchacha estaba con la luz apagada.

Le tomó unos instantes adaptar sus ojos a la escasa luz que ingresaba ahora del pasillo, pero en cuanto lo logró, pudo divisar la figura de la chica en el piso, sentada al lado de su cama, abrazando sus rodillas. No se hizo esperar e inmediatamente avanzó hacia su encuentro, tropezando en el camino con lo que sea que su desordenada hermana hubiese dejado en el piso.

Pronto estuvo arrodillado a su lado, abrazándola fuertemente.

Marinette había imaginado que era Nathelie quien abrió la puerta, y estaba preparándose para explicarle la situación, sin embargo, antes de si quiera juntar valor para levantar su cabeza, sintió unos cálidos brazos rodeándola. Al sentir aquel familiar aroma las ganas de llorar se intensificaron por mil, y simplemente no pudo contenerse más. Se aferró a la ropa de él dejando escapar por medio de sus lágrimas todo el dolor que había estado conteniendo las últimas semanas.

Él la estrechó con fuerza, le acarició el cabello y la espalda, no le permitió alejarse ni si quiera un centímetro.

Agradeció que tuviese las luces apagadas, pues tampoco resistió el par de lágrimas que escaparon de sus verdosos ojos. Aquellas semanas también habían sido difíciles para él, y cómo no serlo, si le era imposible no extrañar el calor de sus sonrisas, de sus abrazos, de sus palabras llenas de afecto…

Le dolía estar lejos de Marinette, dolía tenerla a unos metros de distancia y no poder estar con ella, dolía verla regalar sonrisas a otro muchacho, dolía tanto que creyó hacer bien cuando decidió salir del camino, pero sólo había estado engañándose, había sido un tonto intento de negar sus sentimientos. Un simple acto de cobardía, pues era muchísimo más fácil apartarse y sufrir en silencio, que enfrentarla, recibir un rechazo y perderla para siempre.

Ella se dejó acunar hasta que pudo calmar un poco su respiración, hasta que logró calmar el llanto y las lágrimas dejaron de salir. Se sentía un poco más ligera, pero su mayor preocupación seguía bien instalada en su cabeza y en su pecho.

"¿Quieres contarme qué sucede?" Escuchó de pronto.

Sorprendida por las palabras de él, se separó abruptamente y le observó con una expresión que el modelo no fue capaz de descifrar.

"O puedes no contarme nada si así lo prefieres."

¿De verdad Adrien no sabía que estaba sucediéndole o simplemente estaba haciéndose el tonto?

"¿Por qué estás molesto conmigo?" Cuestionó, sintiendo nuevamente como las lágrimas se acumulaban en sus ojos ¿O serían los restos de la anterior sesión de llanto?

Adrien, sorprendido, se acercó a la mesita de noche para prender la lámpara que estaba ahí arriba. Necesitaba ver su rostro con claridad para ayudarse a entender de dónde provenía aquella inquietud, sin embargo, lo que vio le desgarró un poquito más el alma.

No veía aquella clase de expresión dolida desde la muerte de su madre.

"¿Qué te hace pensar que estoy molesto contigo?" Cuestionó preocupado, sentándose frente a ella, a escasa distancia. Tenía ambas manos puestas en su rostro, con la intención de que no desviase su mirada.

"¡Todo!" Exclamó ella, dolida, y sólo eso bastó para que el rubio se percatara de la tontería que preguntó.

Era obvio porqué Marinette pensaba que estaba molesto con ella, su actitud fácilmente podía interpretarse de aquella forma, pero él no lo pensó hasta que ella formuló su pregunta.

Ahora se sentía como un completo tonto.

¡Lo había hecho todo mal! Lo único que había logrado fue dañar a la persona más importante en su vida, y no tenía idea de cómo remediarlo.

"N-no estoy molesto." Respondió nervioso, desviando la mirada.

Aquel gesto le hizo creer que le estaba mintiendo. Mientras estaba llorando en sus brazos pensó que todo volvería a la normalidad, que volverían a tener aquella cercana relación que tenían hace meses atrás, pero que Adrien desviara la mirada no fue más que otra de las actitudes distantes que había adoptado hace semanas.

"No puedes mirarme a los ojos…"

A cada palabra su voz parecía temblar más y más, quería contenerse, no quería romper en llanto otra vez, pero vaya que estaba costándole trabajo.

"¿Lila te dijo algo de mí?" Cuestionó finalmente, con miedo, con un miedo terrible de escuchar la respuesta.

"¿Lila?" Inquirió él, extrañado y sin demasiado entendimiento de la relación de la muchacha en aquella situación. "No podría creer una sola palabra de lo que me dijese, mucho menos si es sobre ti." Respondió buscando su mirada.

Sus azules ojos se toparon con los verdes de él, como no habían hecho en semanas. Antes compartían comúnmente muchas miradas, podían entenderse por medio de ellas, sin palabras, pero ahora, al volver a encontrarse, parecían haber perdido esa habilidad de leer los pensamientos del otro a través de sus ojos.

Ella sólo podía ver confusión y quizás algo de preocupación en aquellos orbes jade, mientras que él sólo era capaz de ver la tristeza dibujada en sus perfectos y delicados ojos azules. Ninguno era capaz de ver tras aquellos sentimientos, ni si quiera eran capaces de entenderlos en su totalidad, pues no comprendían el origen del sentir ajeno ¿Y cómo hacerlo si el miedo les impedía aprovechar cada oportunidad que tenían de compartir sus sentimientos?

"¿Entonces? ¿Por qué estás molesto conmigo?"

"No lo estoy." Respondió ahora, con convicción, sin apartar la mirada y completamente seguro de cada palabra que decía.

Pretendía darle un poco de tranquilidad, pero ver las lágrimas acumulándose en sus ojos le señalaba que había hecho exactamente lo contrario. Si las cosas continuaban así, terminaría entrando en pánico.

"¿Por qué ya no estás conmigo?"

Adrien sabía que no podía responder a eso sin tener que enfrentar de paso un tema mucho más profundo y oscuro. Lo había estado evitando desde hace muchísimo, y se las había arreglado más que bien haciéndolo, pero nunca se había visto en una situación como la actual que lo orillara de tal forma y tan peligrosamente a sincerarse.

"Estoy aquí, contigo…" Murmuró él, acariciando una de sus mejillas. Marinette negó suavemente.

"No, no has estado desde hace muchas semanas. Estoy sola, perdí a la persona más importante en mi vida y no sé por qué, no entiendo qué hice mal, y si no entiendo no puedo arreglarlo." No podía explicar la sensación que la atacaba más que como el estarse ahogando. Sentía presión en su garganta, como si el aire que ingresaba se transformase en agua que poco a poco llenaba sus pulmones, dificultándole la respiración. "¿Te hice daño?" Cuestionó, y la desesperación se hizo presente en sus ojos.

A cada palabra que escuchaba se sentía más culpable ¿Realmente era tan ciego que no fue capaz de prever ese resultado? Si lo pensaba fríamente entendía a la perfección por qué Marinette sentía que había hecho algo mal, sin embargo, el único que había actuado erróneamente fue él.

"No, no lo has hecho. Yo te hice daño a ti, pero juro que no fue mi intención." Apartó las manos que descansaban en el rostro de ella sólo para poder entrelazarlas con las pequeñas manos de la peliazul. Antes de continuar explicándose, las llevó hacia su rostro para poder depositar suaves besos en sus dedos. Marinette no pudo evitar un sonrojo ante aquel gesto, pero no fue percibido por el rubio. "Creí que apartándome de tu camino las cosas serían más fáciles…"

"¿Qué cosas?"

Adrien suspiró nervioso.

"Las cosas… entre tú y Luka." Soltó, avergonzado, mientras desviaba la mirada.

Marinette Dupain-Cheng no podía estar más perpleja.

¿Qué rayos tenía que ver su amigo Luka en todo? ¿De qué cosas estaba hablando Adrien?

Por un instante olvidó toda la pena que había estado guardándose, siendo reemplazada por la urgente necesidad de responder a aquellas preguntas y de entender qué era lo que sabía Adrien que ella aparentemente ignoraba.

"¿Qué cosas entre Luka y yo?"

"Ya sabes… ustedes están juntos ¿No es así? Yo… sólo no quería interponerme en medio de su relación."

La peliazul liberó sus manos del agarre bajo el cual las mantenían el más alto sólo para atrapar su rostro de la misma forma que él había hecho hace instantes atrás, con el propósito de poder ver sus ojos y averiguar si lo que estaba diciendo era en serio.

El rubio, por su parte, sintió cierto alivio al ver en sus azules aquella chispa que era tan característica de ella.

"Luka es un muy querido amigo." Comentó ella. "Alya insiste en que podríamos ser más que amigos, pero no puedo considerar esa idea."

"¿Por qué no?" Cuestionó él, de forma automática.

"Sólo… no puedo, Luka es un buen muchacho, pero sólo es mi amigo y él lo sabe."

Sería un gran mentiroso si se atreviese a negar que aquella afirmación le había devuelto toda la paz que le habían quitado aquellas difíciles semanas de distanciamiento, incluso le habían regalado un poquito de esperanza a sus sentimientos.

"No quería estorbarte…" Marinette no resistió y envolvió el cuerpo del rubio en un necesitado abrazo. Adrien no pudo, ni quiso resistirse y envolvió la cintura de ella con ambos brazos, casi desesperado.

Aquel simple contacto parecía devolverles la vida que les había arrebatado aquel tonto y sinsentido distanciamiento.

"¿Por qué pensaste siquiera que podrías estorbar?" Cuestionó en un susurro, pues gracias a la escasa distancia que los separaba no era necesario elevar su voz para que le escuchase.

Adrien, embriagado por su calidez y su dulce aroma, contesto prácticamente sin pensar. "Porque era imposible de tolerar la idea de verte con otro chico." Pero en cuanto pronunció aquellas palabras se percató de la importante confesión que acababa de hacer.

Quiso corregirla, agregar algo que le permitiese arreglar sus palabras y evitar que se escuchasen tan desagradables como creía que se habían escuchado, sin embargo, su mente había quedado total y absolutamente en blanco.

Sin duda alguna la tomó desprevenida, y aunque intentó no darles otro significado a sus palabras, se permitió, por esta vez, ser feliz con ellas e imaginar que transmitían lo que le hubiese gustado que significasen.

Una genuina sonrisa se apoderó de sus labios por primera vez en el día.

"Creo que te entiendo." Susurró ella.

"A-ah, ¿Sí?" Él sentía los nervios a flor de piel.

"Sí, a mí también me parece un poco intolerable la idea de verte con otra chica." Una suave risita escapó de sus labios, sonando como una melodía única y perfecta para el rubio, quien al igual que Marinette, se permitió ser un poquito feliz por aquellas palabras, se permitió, sólo por ese momento, otorgarles el significado que él anhelaba. "¿Serán celos de hermanos?

Adrien se unió a aquella risa, sin embargo, él reía por puros y simples nervios.

"¿Quizás?" Sabía que no lo eran, no de su parte al menos. "Realmente siento mucho todo lo que hice." Murmuró separándose apenas un poco, lo suficiente como para poder apoyar su frente en la de ella. Tenía sus ojos cerrados, por lo que le fue imposible notar la sorpresa grabada en las facciones ajenas, o el intenso sonrojo que se apoderó de sus mejillas.

Nunca había estado tan cerca de él, de su rostro, de sus labios, y aunque era una situación que secretamente había deseado en más de algún momento, nada la había preparado para resistir los nervios que la atacaron de pronto.

Sentía un intenso cosquilleo en el estómago, un nudo en la garganta que le dificultaba hablar y sentía todo su rostro arder ¡Hasta las orejas! Y todo sólo por tener sus labios a tan escasa distancia de los propios.

Tenía que calmarse, necesitaba calmarse.

Con ese pensamiento en mente inspiró una gran cantidad de aire y lo retuvo en sus pulmones por unos segundos, luego, lo soltó en un suspiro.

No funcionó, pero al menos lo intentó.

"No lo hagas otra vez." Suspiró, y él casi pudo sentir sus palabras acariciándole los labios. "No puedo imaginar enfrentarme al mundo sin tu compañía." Finalmente, Marinette decidió cerrar los ojos y entregarse a todas las sensaciones que estaban atacándola.

"Prometo no hacerlo nunca más."

Adrien era totalmente consciente de lo que el más mínimo movimiento provocaría, lo sabía y nunca en su vida había estado tan ansioso porque ocurriese un accidente, cualquier cosa que lo empujara casualmente hacia sus labios, pero que le liberase de la responsabilidad del acto.

"Aun así tienes que compensarme." Exigió ella, dibujando una sonrisa en sus labios. Había pensado una forma perfecta para que el rubio la compensara, y aunque quizás él sufriera un tanto, le parecía que sería un trato justo.

"¿Qué tienes en mente?" Cuestionó en un suspiro, sabiendo que la peliazul probablemente ya había trazado todo un plan para hacerle pagar las semanas llenas de tristeza que le había hecho pasar. Sea lo que sea iba a aceptarlo en silencio y sin reproches.

"Vamos a tener una noche de películas de terror."

Aquella era una pésima idea. Marinette odiaba las películas de terror, se asustaba con mucha facilidad y luego tenía problemas para dormir, pero si existía alguien que se asustaba aún más, ese era Adrien.

Honestamente, no eran las películas en sí lo que le asustaban y provocaban que el corazón se le detuviese por unos segundos, eran los gritos y los saltos de la peliazul lo que solían matarlo del susto.

Negó suavemente con la cabeza, provocando que alguno de sus rubios cabellos le hiciesen cosquillas a la peliazul.

"No voy a decir que no." Comentó, abriendo lentamente sus ojos. Era hora de dejar de invadir su espacio personal y poner un poco de distancia entre sus cuerpos, sin embargo, bastó ver sus sonrosados labios para sentir el deseo acrecentarse violentamente en su interior.

Ah, dios, qué no daría por poder probarlos y salir libre de consecuencias.

"¿Puedo preguntarte algo?" Marinette abrió los ojos curiosa, encontrándose inesperadamente con que su verdosa mirada estaba fija en su rostro. Pese a los nervios, asintió ligeramente, apenas un movimiento. "¿Cómo sabes cuando el momento es el indicado para un primer beso?"

Adrien siempre la tomaba desprevenida, pero no recordaba alguna ocasión en la cual sus preguntas hubiesen alcanzado tal nivel de intimidad, mucho menos recordaba haber compartido una conversación tan seria a tan escasa distancia de su rostro.

"Uh… no estoy segura de que exista un momento correcto. Creo que es más importante que la p-persona sea la correcta ¿No?" No tenía idea de lo que hablaba, jamás había dado un beso a absolutamente nadie, así que ¿Qué podría saber ella sobre momentos adecuados?

Sin embargo, para Adrien aquella respuesta pareció ser suficiente.

"¿Y cómo sé que es la persona correcta?"

Marinette no entendía de dónde provenía la curiosidad, pero se sentía tan aliviada de que por fin pudiesen mantener una conversación de forma normal que ni si quiera se permitió entristecerse por estar hablando de la posible enamorada del rubio.

"Creo que es fácil saberlo." Comentó, cerrando sus ojos antes de continuar hablando. "El cuerpo completo grita que es la persona correcta, no es necesario pensarlo demasiado, basta con sólo escuchar lo que sucede internamente al estar cerca de esa persona."

Adrien escuchó atentamente cada palabra pronunciada por sus tentadores labios, y copiando sus acciones, dejó caer sus párpados sobre sus ojos para escuchar lo que estaba sucediendo en su interior ahora que estaba tan cerca de la chica a la que amaba secretamente.

Escuchó su corazón latir aceleradamente, como si quisiese escapar de su pecho. Sintió su boca seca, su garganta apretada y el estómago cosquilleándole, indicando que se encontraba nervioso, pero también emocionado, expectante. Sus mejillas las sentía arder desde hace un buen rato, quizás estaría sonrojado por la poca distancia que lo separaba de Marinette. Su cabeza, su mente traicionera, a cada momento le mostraba imágenes de él besándola y sus posibles y desastrosas consecuencias, pero más que asustarlo, lo tentaban terriblemente. Finalmente pudo notar que sentía una tremenda calidez envolver su cuerpo, su alma, su corazón. Pese al nerviosismo se sentía cómodo, a gusto, feliz.

Entonces abrió sus ojos, cuando entendió por fin que efectivamente estaba con la persona correcta.

Una sonrisa curvó sus labios y de alguna forma se sintió aliviado.

Durante mucho tiempo había negado sus sentimientos bajo el argumento de lo repulsivos que podrían parecerle a la peliazul, después de todo habían crecido como hermanos y estaba seguro de que él no era más que un hermano mayor para ella, pese a que ambos sabían que realmente lo único que los unía era el inmenso cariño que guardaban uno por el otro.

Se había convencido de lo mal que estaba sentir aquellas cosas. Insistía en que debía eliminar cualquier sentimiento que calificase como impropio, y no fue hasta ese preciso momento que fue capaz de aceptar sin juicios lo que estaba sintiendo: Amor.

Estaba enamorado de Marinette, la muchacha que había crecido a su lado, y aunque aún le aterraba la reacción de ella frente a sus sentimientos, ya no se sentía aterrado de sus propias emociones, lo que significaba un gran avance y a la vez, una gran paz.

Sintió por primera vez en muchísimo tiempo que las cosas estaban encajando por fin en su lugar. Tardó, pero se sentía correcto, y más importante, cómodo.

Con renovada confianza separó su frente de la menor y sin rastro de duda dejó un casto beso en su mejilla, muy cerca de sus labios.

Marinette sorprendida, abrió los ojos muchísimo más de lo que deberían de abrirse, pero todo lo que vio fue a un rubio sonriendo coqueto y con un pequeño sonrojo en sus mejillas.

La imagen le pareció adorable y seductora por igual, la dejó de sin palabras. A penas y pudo reacción para llevar sus dedos al lugar que antes habían tocado los labios de Adrien, acarició la zona, pero seguía siendo incapaz de formular palabra.

Quizás no había nada que decir realmente.

Después de contemplar su expresión avergonzada y sorprendida, pero muy gratamente no enfadada, Adrien se puso de pie y en una muy familiar reverencia extendió su mano derecha como una invitación para que la muchacha se pusiera de pie.

Con cierta timidez puso su izquierda sobre la mano ofrecida por el rubio y con su ayuda se puso de pie, sin decir nada, pero mirando fijamente al más alto.

Recordaba la última vez que había visto esa reverencia: fue hace quizás cinco años, cuando aún fingían que Marinette era una princesa y él un misterioso héroe que mantenía a salvo la ciudad de su princesa.

"¿Película de terror, Princesa?" Cuestionó él.

Ella apenas puedo asentir.

No importaba que hubiese pasado la niñez entera diciéndole de aquella forma, nada, absolutamente nada, pudo haberla preparado para el mar de sensaciones que recorrió su cuerpo al escuchar aquel apodo escapar juguetonamente de sus labios.

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N/A:

Volví muy pronto.

¡Espero que les haya gustado este oneshot!

No puedo explicar por qué, pero disfruté muchísimo jugando en este AU, modificando un poquito sus personalidades y sus circunstancias de vida también.

Por otro lado, me gusta experimentar con este tipo de romance más inocente, no estoy acostumbrada, pero hay bastante margen de acción este tipo de amores, así que estoy intentando explorarlo.

De nuevo, espero que les haya gustado y si tienen alguna petición no duden en dejarla en los rvw, apreciaré mucho sus ideas, sus críticas, sus felicitaciones o cualquier palabra que se tomen el tiempo de dejarme.

Saludos!