Todo tuyo mi Gaby O. Espero te guste y lo disfrutes... :P

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Capítulo II

El deseo de Izayoi

6 años atrás...

La posición de la luna indicaba que era casi medianoche y que la gran mayoría de los humanos seguramente dormía dentro de sus chozas.

Tōga sentía que era magnífico el aire rozando su rostro mientras volaba. En momentos así, en que flotaba y recorría los cielos meciendo en el aire el final de su gran estola, era cuando más agradecía los privilegios de ser un demonio; poder volar era magnífico y él lo disfrutaba y lo apreciaba, en especial cuando las noches eran frescas como aquella.

Estaba ansioso por llegar a su destino, hace dos meses que no veía a su mujer y sentía que todo su ser la reclamaba a gritos. Ya deseaba sentir en persona todo lo que esa hembra le provocaba; esas sensaciones que si se lo preguntaban, no sabría cómo describir. Era algo tan inmaterial y a la vez tan tangible que en ocasiones le hacía perder la razón. Ni siquiera podía pensarlo... Sólo podía sentirlo, disfrutarlo y vivirlo. Izayoi despertaba en él una mezcla de sentimientos y sensaciones que en siglos vividos jamás había experimentado; hasta que su camino se cruzó con el de ella.

Conoció la ternura y el cariño: sensaciones que mientras el tiempo avanzaba, su ser demoniaco e ignorante de eso; exigía recibir más de aquella calidez, más de ese confort emocional que sólo ella podía brindarle. Con Izayoi, descubrió lo que era la angustia al pensar que cualquier cosa podía sucederle a ella entre sus largas ausencias, por poseer un cuerpo tan frágil y expuesto a cualquier peligro. Descubrió que podía sentir celos; sí, había momentos en que creía que podía enloquecer al solo pensar en que otros hombres desearan tenerla, pero por suerte, tenía la madurez suficiente para no perder los estribos respecto a eso, porque si de algo estaba seguro es que ambos se correspondían y compartían una confianza mutua. Pues eso, quedaba muy en claro cada vez que se encontraban; y era en esos momentos en que Izayoi despertaba en él más sensaciones que nunca: el placer desinhibido que aumentaba en cada entrega, el deseo de poseerla y no conformarse con hacerla suya solo una vez. Gozaba de esa exquisita contradicción pasional que se apoderaba de su propio cuerpo, primero: sintiéndose increíblemente poderoso entre esas suaves piernas, justo cuando su virilidad traspasada la deliciosa y húmeda intimidad de su mujer tomándola para él; y luego encontrarse completamente indefenso bajo su hermoso cuerpo, cuando ella se montaba sobre él, gobernando su entera masculinidad. Porque en efecto, él se entregaba ciegamente a ella, Izayoi podía ponerlo a sus pies con un simple beso o la más mínima caricia que originara de sus frágiles manos. Pues, tan solo su delicado tacto lo hacía suplicar más de esa mujer. Por eso y porque estaba condenadamente enamorado de ella, hace solo dos meses la había convertido en su legítima esposa, y de eso; ya no había vuelta atrás. Porque su alma, su cuerpo y su corazón ya no podían seguir existiendo sin esa hermosa mujer.

¡Por todos los infiernos! aquella princesa era su perdición y él lo sabía. No obstante, ella se había convertido en lo más preciado de su existencia, una persona importante para él y a quien deseaba proteger con su propia vida.

Mientras recorría el camino aéreo, los gritos de una anciana, el olor a sangre y el aroma de una peligrosa yōkai que él conocía muy bien, interrumpieron sus profundos pensamientos y todos sus sentidos se activaron en alerta.

¿Qué estará haciendo ella por estos lugares?

Se preguntó el Inu daiyōkai preocupado, al sentir dicha esencia. Pensó entonces que su bella esposa tendría que esperarlo un poco más, pues algo sucedía cercano a su ruta y decidió no ignorarlo.

Inu no Taishō no maldecía por cualquier cosa y menos se molestaba de los imprevistos que surgían a medio camino; era un demonio muy distinto a otros. Su optimismo y empatía eran justo los sentimientos que tanto fastidiaban a su buen amigo Kirinmaru, ya que esos sentimientos le habían salvado la vida a más de un yōkai enemigo en las batallas que llevaron juntos, y aunque se tratase de demonios débiles que Tōga dejaba escapar; a Kirinmaru no dejaba de molestarle esa actitud. Así como también, le inquietaba el modo extraño que tenía Tōga de ver o hablar sobre la vida; lo oía siempre repitiendo:

"Todo lo que nos sucede, deriva de una buena o una mala decisión, toda existencia tiene una razón o un propósito"

Y en efecto: Tōga no creía en las coincidencias, sólo en el destino que él mismo se forjaba por medio de sus acciones y decisiones. Para el gran Inu no Taishō, nada podía quedar al azar.

Cuando Tōga llegó hasta el lugar a donde decidió desviarse, la yōkai de piel pálida y elegante vestimenta oscura, jalaba sin piedad los cabellos blancos de una anciana con una especie de hilos transparentes que salían de sus garras y con los mismos le amordazó la boca para que la mujer no se oyera al gritar, pues sus alaridos eran molestosos para la yōkai.

Tōga aterrizó suavemente en el lugar donde dicha anciana estaba a punto de ser asesinada por Zero.

—Buenas noches, Zero —saludó el Inu daiyōkai con cordialidad.

—Mi señor Taishō, que coincidencia encontrarnos acá —respondió con fingida calma la yōkai. No obstante, una sensación de satisfacción la envolvió al momento de oír esa gruesa voz y tener frente a ella esa anhelada presencia demoniaca pronunciando su nombre.

—No es una coincidencia, Zero. Sentí tu esencia mientras viajaba y me extrañó tu presencia en un lugar como este... Sé que no te agrada mezclarte con los humanos, eso llamó mi atención, me desvié y decidí venir aquí —explicó el Inu daiyōkai dedicándole una mirada inquisidora a su elegante amiga y estratégicamente ignorando a la afligida anciana.

—Supongo que me debo sentir complacida de que usted se interese por mis gustos, mi señor Taishō —dijo con una sonrisa coqueta y fina voz—. Aunque puedo estar en un error y más bien, se preocupa por la seguridad de esta especie.

—¿Qué haces con ella? —preguntó sin responder a lo insinuado por la yōkai, dirigiendo ahora su mirada al rostro lastimoso de la canosa anciana; se notaba en sus expresiones que sufría de dolor.

—Sólo me defiendo de una cucaracha.

—¿Te defiendes de un ser que no tiene el poder suficiente para enfrentarte? —Zero se sintió juzgada por el imponente y varonil Inu no Taishō y en un acto inconsciente de ego, alzó su mentón. Ella sabía que aunque él fuera un demonio caballeroso y atento con las mujeres, jamás se guardaba lo que pensaba. Tōga continuó—: Estas no son las costumbres de una hermosa y distinguida yōkai como tú. Zero, permíteme que me haga cargo de este asunto.

La aludida emitió una fina risilla cubriendo su boca con su mano libre en un gesto delicado y coqueto. Sin soltar a la anciana, respondió:

—Mi señor Taishō… Sabe que me puede elogiar todo lo que quiera —habló con voz ligera— Pero también sabe que no perdono a las alimañas que intentan algo contra mí, y esta no es una alimaña cualquiera, aunque parezca un humano indefenso, no es más que una farsante que intentó asesinarme.— Jaló con más fuerza haciendo que la anciana se retorciera de dolor.

—Comprendo… Pero, más importante es que Kirinmaru ha de estar preocupado por ti, Zero. Además, terminó algo cansado después de nuestra última batalla. Él necesita a su hermana en este momento.

—… Está bien —claudicó luego de un breve silencio en que incluso la anciana dejó de gemir, pues la yōkai había perdido el interés en ella y eso hacía que no le jalara mas los cabellos—. Haré lo que me pide. Pero, le confieso que el que usted venga tan seguido a esta zona, me hizo pensar que había cosas interesantes aquí. Siempre dice que debe pasar tiempo acá. No me malinterprete, mi señor Taishō, pero… Tanto interés suyo por estas tierras despertó mi curiosidad.

—¿Y encontraste algo de tu interés? —preguntó Tōga ocultando su preocupación. Ya que una yōkai como ella rondando los terrenos de Izayoi, no podía sonarle a otra cosa que peligro para su esposa y esa idea no le gustaba para nada.

—No, a parte de esta alimaña que quiso asesinarme para robar mi sangre, sólo veo humanos y su extraña forma de relacionarse. Entonces me pregunto: ¿Por qué usted viene tan seguido a este lugar?

—Al igual que tú, soy curioso y busco cosas —respondió con una evadida. No podía decirle la verdad, no antes de hablar con Irasue y Sesshōmaru de que hace dos meses había desposado a una humana antes de irse a la batalla; eso si es que ya no se habían enterado por otras personas.

—Ya veo, y también eres un muy buen evasor de mis cuestionamientos —inquirió la yōkai achicando sus ojos al entender que Taishō evadió su pregunta.

—Sólo no quiero aburrirte con mis asuntos, Zero —respondió cordialmente y sonriendo.

Eso era… ¡Maldita sea! ¡Eso era! Aquella sonrisa era lo único que ella deseaba ver. Por esa patética razón había ido hasta ahí, porque sabía que terminada la batalla reciente, él iría a ese lugar; aunque, ella aún no descubría las razones que lo impulsaban a él a frecuentar aquella zona plagada de humanos, pero se sintió satisfecha de poder verlo y cruzar algunas palabras con ese hermoso demonio. El mismo a quien en secreto ella amaba con locura, y el único que confundía sus pensamientos. Maldecía por eso; se molestaba con ella misma por tener ese desgraciado sentimiento hacia él que la hacía débil y dependiente de un amor no correspondido. Si tan solo él la mirase de otro modo más íntimo, si tan sólo la tocase deseándola como ella a él… Quizá podría sentirse menos miserable. ¡Maldito sea ese demonio, por ponerla en ese estado tan patético!

Prefirió marcharse.

—Bueno, dejaré que se haga cargo de esto —dijo Zero lanzando a la anciana lejos de ella, haciendo que ésta se golpeara la espalda en un árbol. El lazo que le jalaba los cabellos desapareció de repente y simultáneamente la mordaza de la boca también se desvaneció, entonces la anciana pudo soltar sus quejidos de dolor—. Yo, ya me siento asqueada aquí. Adiós, mi señor Taishō, espero tengas éxito en tu "búsqueda de cosas" —finalizó con ironía.

—Adiós, Zero —respondió Tōga inclinando su cabeza cordialmente.

La imagen pálida y pulcra de la yōkai le dio la espalda a los presentes y luego de un par de pasos, su figura se desvaneció en la oscuridad.

Cuando Tōga ya no percibió la esencia de Zero. Dio unos pasos para acercarse a la anciana y le habló:

—¿Estás bien?

—Sí. Eso creo… —respondió quejumbrosa e intentando ponerse de pie.

—Puedes continuar tu camino con tranquilidad, anciana —se giró para retirarse del lugar, pero ella habló nuevamente.

—Entonces, ¿no vas a matarme?

Tōga se detuvo y la miró por sobre el hombro. Sin girarse respondió:

—No.

—¿Por qué?

—No soy esa clase de demonio.

—Eso puedo ver y me sorprende… Siendo así, no me queda más que darte las gracias por salvar mi vida. Aunque, si no fuera por los sentimientos que tiene esa mujer demonio por ti. No habrías podido hacer nada, ¿o me equivoco?

—No lo sé… Puede que estés en lo cierto —respondió girándose para hablar de frente otra vez—. Por eso, es mejor que no vuelvas a ser imprudente, anciana. No puedes pretender robar la sangre de un yōkai ¡¿Cuál es la razón tan irreflexiva de hacer eso?!

—No soy una humana común y corriente.

—Lo sé… puedo sentir tu esencia y no es como la de los demás humanos.

—Entonces, vuelvo a preguntarte, joven yōkai ¿Por qué no me has matado? ó ¿Por qué no dejaste que ella me asesinara?

—No lo veo necesario. Además, vengo por otro asunto a este lugar.

—Entiendo. Tu asunto te está esperando con apremio; ya debes irte.

—¿A qué te refieres? —Inquirió con seriedad.

—Me refiero a la mujer que amas… Es muy hermosa, me recuerda a mis años de juventud; yo también tuve mi cabello así alguna vez, muy largo y negro como el azabache —dijo la anciana arreglándose su desaliñado cabello blanco y sacudiendose su ropa.

Tōga no pudo disimular su asombro y preocupación ¿Cómo es que esa anciana sabía los rasgos de Izayoi? o peor aún ¿Cómo sabía que él estaba vinculado con ella?

—Eres una anciana demasiado imprudente, tal vez tenga que reconsiderar mi decisión de dejarte ir —dijo con tono amenazante y poniendo su mano en la empuñadura de su espada.

—Tranquilo, no tengo intenciones de hacerle daño a esa jovencita. Además, sé que no me vas a matar; tienes un corazón muy noble y tu cabeza está demasiado ocupada con esa mujer, de lo contrario no hubiese podido divisarla en tu mente.

—No es una jovencita cualquiera, estás hablando de mi esposa —dijo tajante.

—Mmm… no se si felicitarte por eso en realidad. Podría apostar a que ella no es una yōkai como tú y que el destino que te espera… Bueno, no estarás por mucho tiempo con ella.

—¿Por qué dices eso?... ¿Qué eres en verdad? —cuestionó con desconfianza.

—Vaya… Era cierto que eres curioso. La tal Zero tenía razón —dijo la anciana mirándolo fijamente con sus ojos celestes.

—Sí. —respondió Tōga, relajando su posición, soltando a la vez la empuñadura de la espada— No digo mentiras, sólo... evado las preguntas que no me benefician.

—Es comprensible cuando intentas proteger a alguien. Tu esposa es humana ¿verdad?

—Lo es —reveló sin dudar, pues la anciana parecía saberlo todo, y era mejor que se enterara de inmediato que aquella humana no estaba desprotegida.

—Bueno, ve con tu mujer, pero luego ven a verme; debo pagar mi deuda contigo.

—Eso no es necesario.

—Para mí lo es, no me permito estar en deuda con nadie. Además, hace tiempo que no tomo un té en compañía de un jovencito tan apuesto y que tal vez podría ser un buen amigo.

—¿Un amigo? —cuestionó alzando una ceja.

—Sí. Creo que podemos ser amigos.

—Mff… Lo que creo es que quieres mi sangre y no te la daré.

—Si quieres saber quién soy y lo que realmente quiero. Vivo a una aldea de aquí, sólo estaba de paso en este lugar. Dijiste que puedes oler mi esencia, así que, sabrás cual es mi casa.

Inmediatamente Tōga asumió que esa anciana ahora sí era su asunto, ya que si vivía a una aldea de ahí, significaba que dicha vivienda estaba cerca de la casa que se encontraba en construcción para Izayoi y su futuro hijo. Eso no le gustó para nada; necesitaba saber más de esa anciana o no estaría tranquilo.

—Podría llevarte ahora mismo, si quieres. No tardaría nada.

—Calma tu curiosidad, Señor Taishō. No hagas esperar a la jovencita… Digo, a tu esposa. Además de noble y atractivo; luces muy joven, aunque debes tener más años que yo misma, ¿o me equivoco?

—No, no te equivocas.

—Que suerte la tuya de poder mantenerte tan vigoroso. Ella debe estar muy enamorada de ti… No la culpo. Bueno, no te atrasaré más. Nos vemos luego, señor Taishō.

—Puedes llamarme, Tōga.

—Bien, Tōga. Yo soy Haruko. Es un gusto conocerte —El Inu daiyōkai asintió y respondió:

—Bien, nos veremos antes del amanecer, Haruko.

...

El ruido metálico de la armadura aunado a un estrecho diálogo entre su entonces guardia del palacio y la razón de su pecado, la despertaron.

—Señor Taishō, no puede molestar a la princesa, ella duerme en estos momentos.

—Takemaru, hazte a un lado. Izayoi es mi esposa, ya deberán acostumbrarse todos a verme aquí.

La joven princesa se incorporó rápidamente y enseguida deslizó el Shōji* de su habitación.

—Princesa Izayoi —la nombró Takemaru haciéndose a un lado y secundando una reverencia.

—¡Tōga! ¡Regresaste! —Exclamó la princesa ignorando por completo a su guardia, y como una adolescente se lanzó a abrazar a su amado, a quién por dos meses con tanta añoranza esperó.

—Izayoi, cuidado... No te vayas a lastimar con la armadura —dijo deteniendo la efusividad de su bella mujer quien luego de la advertencia, guardó la compostura y optó por sólo tomar las manos de su marido.

Enseguida la joven princesa le dedicó una mirada reprobatoria a su guardia del palacio.

—¡Takemaru! —le habló con forzada autoridad, pues Izayoi tenía una voz muy dulce y por ello, no lograba expresar con fuerza sus mandatos como ella esperaba. El hombre le devolvió la mirada reprobatoria a la princesa. Algo que Tōga no pasó por alto y le molestó sobremanera—. He sido clara respecto a mi esposo: él puede ir y venir libremente por este palacio. Espero que no vuelvas a intentar detenerlo, Takemaru.

—Princesa Izayoi, él debería ser más prudente, usted está em…

—¡Es suficiente, Takemaru! —ordenó esta vez Tōga con marcada autoridad interrumpiendo las palabras de Takemaru—. Izayoi fue clara en sus órdenes, debes mostrar respeto hacia ella y obedecer.

El aludido no tuvo más opción que obedecer y silenciarse, aunque no sin antes dedicarle una mirada amenazante al Inu daiyōkai, pensando en que se vengaría de él. Se juró que mataría a ese demonio que corrompió a la princesa; la mujer que él amaba, y a quien alguna vez pensó en desposar. Buscaría el momento perfecto para su ataque. Sí, ese maldito demonio que odiaba con todo su ser algún día pagaría con sangre el habérsela arrebatado. Jamás perdonaría el hecho de que ella tuviera ojos solamente para ese desgraciado del cual además esperaba un hijo. No lo iba a permitir, él vengaría con sangre el honor de su amada, incluso, aunque tuviese que perderla para siempre.

—Por favor, adelante querido. —Se apresuró en decir la princesa para distender el ambiente tenso entre los hombres. Era mejor ignorar la sobreprotección de su guardia; sobreprotección que aumentó con la aparición de Tōga en su vida, pero que ella no le daba mayor importancia a esa exagerada preocupación, ya que, comprendía que Takemaru odiaba a los yōkais y Tōga no era la excepción.

Una vez que se encontraron solos en la habitación. Izayoi miró a su marido con ojos brillantes de tanta emoción. Se acercó y le acarició el rostro. Tōga le tomó las manos y las besó apretándolas contra sus labios con delicadeza y a la vez con sincero alivio de poder estar vivo y verla nuevamente, sana y salva.

—Deja que me libere de esto —dijo sonriendo y señalando su armadura.

Una vez que se deshizo de esta, se acercó a su mujer con parsimonia y tomó su rostro para admirarla.

—Ahora sí, Izayoi... Mi hermosa mujer. —Tomó el mentón de la joven y atrajo su rostro para besar sus labios con un cálido beso que fue correspondido.

—Creí que ya no vendrías —dijo ella con unas lágrimas intrépidas, asomándose por sus ojos, sólo por tener tanta emoción.

—Lamento decirte que no te desharás de este demonio tan fácilmente —refutó él dedicándole aquella sonrisa seductora que despertaba deseos en su mujer.

—No digas eso, cariño. Jamás lo querría. Yo… moría por verte —aclaró en tanto se acercó más a él.

Sin embargo, antes de besarla con exigencia, Tōga acostumbraba a admirar la belleza de Izayoi, como una especie de ritual: acomodaba sus cabellos tras las orejas, le acariciaba las mejillas que se tintaban con ese tierno color carmín cuando él la observaba con detenimiento; sabía que la ponía nerviosa, pero le encantaba hacerlo. Le acariciaba sus finos labios, esos que al tacto encendían los de él con ardientes deseos de tomarlos y morderlos para probar ese exquisito sabor. Sí, él siempre era muy meticuloso con todo y con su mujer no hacía excepción; recorría cada facción del rostro perfecto de su esposa, para así, cuando debía irse; jamás olvidar hasta el más mínimo de sus detalles.

—Bueno, ya estoy aquí, mi Izayoi… ¿Te encuentras bien?

—Sí, pero estoy mejor ahora que estás aquí.

—¿Y nuestro hijo? —preguntó tocando el vientre plano de su esposa.

—¿C-cómo…? —preguntó asombrada apartándose levemente de él— ¿Cómo es que ya lo sabes?

Tōga sonrió, no podía negar que le encantaba impresionar a su mujer con sus habilidades yōkai. Adoraba ver cómo sus ojos brillaban con algo que él hiciese, algo que para él era normal, pero para ella eran cosas increíbles. No solo encontraba que Izayoi era adorable cuando se asombraba, sino que también era algo excitante saber que podía deslumbrar con su naturaleza a esa belleza de mujer.

—Te embarazaste poco antes de ser mi esposa, desde entonces lo sé. Y lo supe porque pude oler la esencia de este pequeño cachorro proviniendo de tu vientre, y ahora, puedo oír su corazón latir; él ya vive en ti. —respondió sonriendo.

—Pero… ¿Por qué no me dijiste nada? Yo sólo me di cuenta hace un mes —dijo aún asombrada—. Incluso, pensaba darte la noticia ahora, pero… Espera, ¿dijiste él…? Entonces, ¿es un varón?

—Estoy seguro que sí, es un pequeño cachorro. Y perdóname por no decirte nada antes, amor. Pero temía que sufrieras si las cosas no salían bien. No podría verte triste. Así que decidí esperar a que tu embarazo avanzara y que el tiempo confirmara la vitalidad de mi hijo dentro de ti. Y bueno, ahora, su esencia es más intensa. Él será un hanyō fuerte, de eso estoy seguro.

—¿Un hanyō?

—Sí, un niño y futuro hombre; mitad demonio, mitad humano.

Izayoi pestañeó un par de veces procesando la información, luego llevó ambas manos a su vientre.

Un hanyō… —murmuró acariciando y mirando su pancita plana. Sintió que era algo hermoso, no podía estar más feliz y sonrió dichosa—. Bueno… Aún no se hace notar —dijo sonrojada, mirando coquetamente a su esposo quien con ternura aun no sacaba la mano del vientre de su mujer sobre el yukata—. Pero pronto crecerá —anunció pensando en que su cuerpo comenzaría a cambiar.

—Estás hermosa y estarás hermosa, mi amor —soltó él tomándole el mentón para levantar su mirada.

Izayoi volvía a ruborizarse y ponerse nerviosa, las adulaciones de su esposo siempre eran muy directas, aunque también sus palabras eran muy delicadas cuando se dirigía a ella; eso le gustaba. Tōga solía ser bastante romántico sin darse cuenta, pues él simplemente se dejaba llevar por eso que ambos sentían, por ese gran amor tan especial que compartían los dos.

Tōga acarició los labios de Izayoi.

—Eres perfecta… —dijo mirándola fijamente.

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Envolvió con una mano la cintura de su joven esposa y la atrajo hacia él, pasó la otra mano por la nuca, enredando sus dedos en el oscuro cabello, y con sus labios buscó los de ella. Después de dos meses, luego de admirar su rostro y acariciarlo como en un juego de seducción. La besó.

La besó con urgencia, necesitaba sentir la humedad y el calor de su lengua y así lo disfrutó. Profundizó el beso y afianzó el agarre de ese frágil cuerpo contra él. Ese precioso cuerpo femenino que seducía cada instinto de su demoníaco ser. Esa silueta hermosa que tanto deseaba acariciar, siempre con ansias de reclamarla para él. Amaba a su bella humana como a nada en el mundo, y le quemaba la conciencia no poder estar todos los días con ella y verla despertar a su lado. Pensar en eso, lo hizo sentir algo impotente e inconscientemente mientras la besaba, apretó arrugando entre sus manos la espalda del yukata blanco de Izayoi. Enseguida, con suaves besos descendió hasta el pálido cuello de su esposa para saborearla e inhalar su aroma.

Dejó escapar un leve gemido, al sentir las caricias de su amado con tanta pasión. Cerró sus ojos para disfrutar esas caricias. Ella le pertenecía a él. Lo supo desde el momento en que lo conoció; cuando se perdió en esa mirada dorada que la rescató del suicidio. Cuando odiaba ser una princesa y quiso abandonarlo todo. En ese entonces: un hombre al que ella no amaba pretendió tomarla a la fuerza y ultrajarla solo porque ella se negó a ser su esposa; aquella fue la primera vez en que ella mandó a castigar a alguien con la muerte, pues todos sus guerreros la presionaron para hacerlo. Y pese a que sabía que el hombre merecía ese castigo; en el fondo de su corazón se odió, a ella y a su posición de princesa. Quiso escapar de todo y corrió para terminar con su vida, fue entonces cuando apareció un enorme demonio con forma de perro que la agarró en el aire entre sus afilados dientes y evitó la caída en ese acantilado. Ese gran perro la salvó y enseguida deshizo la transformación convirtiéndose en él, en ese hombre que ahora besaba su cuello y acariciaba su espalda.

Sí, Tōga no solo era su esposo, también fue su salvador, y sería el padre del hijo que llevaba en su vientre. Él significaba todo para ella, era el hombre que amaba con cada pequeña partícula de su cuerpo, y no deseaba nada más en el mundo que pertenecer a él por siempre.

Por eso, cuando Tōga comenzó a soltar el obi y abrió su yukata descubriendo sus senos, su respiración se agitó. Enseguida él, despejó sus hombros, dejó caer el yukata al suelo y simultáneamente todo el resto de su cuerpo se mostró para él.

Ella sintió que gozaba de vida.

Sentía que esas poderosas manos que la recorrían, no podían significar más que la vida misma bendiciéndola, dándole felicidad y el regalo de un exquisito placer que la llevaba al extremo.

Te deseo, Izayoi —dijo con voz ronca acariciando su cuerpo y besando sus suaves hombros. La tenía a su merced; completamente desnuda para él.

Aah. —emitió un leve gemido inconsciente al sentirlo respirar tan cerca de su oído. Era esa magia de sentir el contacto de esos gruesos labios masculinos justo sobre su hombro lo que le erizaba la piel. Y la sumisión de su cuerpo bajo esa gran mano caliente que ahora tomaba con posesión uno de sus senos; la enloquecía por completo; la hacían entregarse a él.

Izayoi —habló casi temblando de ansiedad—… No puedo reprimir mi deseo de hacerte mía esta noche. Prometo que tendré cuidado de no lastimarte —dijo tragando en seco y pensando en el estado actual de su esposa. Al estar esta encinta, no podía ser salvaje y descontrolado como en otras ocasiones. Estaba consciente de eso, pero no podía ignorar sus primitivos instintos que le secaban la boca al ver tan exquisita mujer ante él.

Su exquisita mujer...

Izayoi comenzó a abrir las ropas de su esposo. Al palparlo, su piel morena estaba ardiendo más de lo normal, pero ella sabía que era por ese calor que lo envolvía salvajemente cada vez que iban a hacer el amor.

Tōga le ayudó para apurar su desvestir y enseguida con sus besos la empujó lentamente hacia el futón. Izayoi se recostó y no pudo evitar soltar un gemido placentero al sentir el peso de su hombre sobre su pequeño y delicado cuerpo. el calor de ambos y el rose de su erecto miembro en uno de sus muslos la torturaban de ansiedad y deseo. Abrió con anhelo sus piernas para él con la necesidad de ser penetrada por su dura virilidad, tan caliente y deliciosa.

¡Ah!... —gimió cuando Tōga la invadió suavemente, pues sabía que se estaba conteniendo por miedo a lastimarla. Ella era una simple humana y Tōga asimilaba su embarazo como algo de mayor delicadeza. Por eso, sabía que esta vez todo sería más suave, pero no por eso, aquel encuentro sería menos placentero, pues muy por el contrario ya se sentía delirando y temblando de placer bajo ese ardoroso yōkai.

Ahh… Mi amor, eres tan exquisita… —dijo él empezando ya a embestirla—. Mírame, Izayoi. No dejes de mirarme.

La aludida lo miró con el ceño fruncido al experimentar el ardiente placer que le provocaban los masajes de ese grueso miembro dentro de ella y Tōga se excitaba más al ver el rostro de su mujer sumido en el éxtasis. Verla abrir sus labios y arrugar su frente tras cada estocada, encendía sus más impuros deseos ¡Qué delicia!

Le acarició los labios mientras se empujaba contra su sexo y ella seguía respirando erradamente, recibiéndolo a él. Tōga sentía la sed de beber los fluidos de su mujer, incluso de consumir las gotas de sudor que asomaban en su bonito cuerpo. Acercó su rostro a la clavícula de su esposa y lamió para saborear y recorrer despacio con su lengua aquella parte tan femenina y seductora, probando así el sabor salado del sudor que él mismo le provocaba.

Ahh, Tōga… Te amo.

Absorto en ella; sumergido en el calor que surgía de su bello cuerpo: pasó su mano por debajo de uno de los muslos para sujetarla mientras se hundía en su feminidad. Estaba deseoso de más, ansioso por devorar todo su ser y llegar hasta lo más profundo de ella. Comenzaba a perder la razón, pero se debía controlar.

Te amo, Izayoi… —dijo entre jadeos, para luego apretar con su otra mano uno de los firmes senos y pasar su lengua justo en ese rosado y atractivo pezón.

Ahh... —soltó Izayoi completamente excitada. La estaba llevando al límite. Acarició los cabellos plateados de su esposo mientras su seno era succionado por él. Arqueaba su espalda de placer y le arañaba los fuertes hombros con cada rítmica embestida.

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Sí. Justo así lo recordaba…

Las remembranzas de ese momento de pasión que tuvieron cuando ella estaba de poco tiempo embarazada habían llegado repentinas a su cabeza. Lo peor, es que ya no solo extrañaba dolorosamente a su amado, si no que también, sintió latente ese deseo que la invadía cada vez que él le hacía el amor. Por alguna razón las ansias de que él estuviera ahí y la hiciera suya una vez más, emergieron descontroladamente. Como si una pasión desbordante se encendiera en su interior.

Era una noche fría, sin embargo, ella sintió demasiado calor…

Entonces, Izayoi se preguntó por segunda vez esa noche:

—¿Será este el momento indicado?

Fue por fuego para prender el incienso que ya había vaciado por completo en el incensario, pero cuando regresó y lo fue a prender, sus manos temblaron y las lágrimas nublaron su proceder. La llama que tenía lista para prender el incienso se desvaneció junto con ese recuerdo tan vivo de las caricias de su esposo, de sus besos y su cálida cercanía, e Izayoi sintió que perdió sus fuerzas. Tapó su rostro y se largó en llanto.

Se sintió ingenua por creer que un simple incienso curaría su herida, que un simple aroma a él le traería paz a su corazón.

Soy una tonta. Pensó.

Dejó el incensario sobre la pequeña mesa desistiendo de encenderlo y se fue a acostar abrazándose a sí misma, auto consolándose por no poder hacer nada frente a su situación. Se colocó en posición fetal bajo las sábanas y dejó que las lágrimas cayeran solas, ya no tenía fuerzas para emitir un llanto, sólo sentía cómo de a poco su pequeña almohada se humedecía bajo su sien dejando huellas de desolación.

—Yo… nunca perdí la esperanza... —habló en soledad con la mirada opaca, perdida en algún punto de la pared. Su voz débil y cargada de nostalgia cortaba algunos de los sonidos en sus palabras—. Esa noche, mientras corría con InuYasha en mis brazos; no quise mirar atrás... No quise hacerme la idea de que podías morir. Hasta el último momento, creí que irías tras de mí, Tōga... Hasta el último momento creí que volveríamos a estar juntos. Incluso cuando me dijeron que habías muerto, yo decía que no. Que eso no podía ser cierto, porque mi amado Tōga era invencible, porque siempre me dijiste que volverías a mí.

Pasó saliva y luego emitió un largo suspiro. Enseguida tras caer otras lágrimas a la almohada, continuó hablando sola:

—Tōga, yo… Me doy cuenta que te sigo esperando… Yo…

... Deseo verte una vez más...

Desde el incensario comenzó a salir humo. El aroma de Tōga se hizo más intenso e Izayoi comenzó a cerrar los ojos. Más, no sentía una pizca de sueño, si no el agotamiento de tanto sufrimiento; tanto pensar y recordar la habían derribado. A su nariz llegó la intensidad de aquella esencia. Abrió los ojos y vio el humo esparciéndose por su habitación ocupando generosamente cada rincón de ésta.

—¡Ay, no! Esto afectará a InuYasha si llega hasta su habitación —dijo preocupada e incorporándose rápidamente para apagar el incienso, pero en el mismo instante cayó en cuenta de que no recordaba haberlo encendido en ningún momento, entonces... ¿Por qué estaba humeando?

—Izayoi —Le habló aquella voz masculina que no oía desde aquella trágica vez.

La aludida dio un respingo y se paralizó, no fue capaz de voltear, pero sus ojos se abrieron en su máxima expresión y no solo estos temblaron, si no que también su mentón comenzó a tiritar sin control.

—Izayoi —la nombró nuevamente con voz aterciopelada acercándose a ella por la espalda.

No podía mover ni un solo músculo de su cuerpo, y su voz estaba atorada en la parte más recóndita de su interior. De pronto, sintió que no sólo sus ojos y su mentón temblaban, también comenzó a pasar con el resto de su cuerpo. Pero seguía ahí, inmóvil, petrificada y perdiendo el aliento.

Dos manos gruesas equivalentes a un tacto que ella conocía muy bien se posaron en sus hombros y sintiendo la presión de los anchos dedos, Izayoi abrió su boca e inhaló profunda y entrecortadamente el oxígeno que sintió en cualquier momento se le iba a acabar.

Esto… No puede ser… Pensó.

Exhaló el aire temblorosamente como un suspiro cargado de una chocante impresión. La luz de la luna que se colaba por la ventana iluminaba su rostro y resaltaba el blanco de su yukata; sus ojos brillaban por las lágrimas y su nariz y mejillas, estaban enrojecidas de tanto llorar.

Las manos de quien la nombró comenzaron a descender desde los hombros acariciando sus brazos y enseguida su frágil cuerpo femenino se vio envuelto por esos brazos fuertes que ella tanto añoraba. Una cálida respiración en su cabeza removía suavemente algunas hebras de su oscuro cabello.

—Amor mío —dijo la voz ronca e imponente, tan característica de él—. Estoy aquí.

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Continuará…

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N/A: Buuueno... Esto, sí... se puso heavy. Es lo que llegó a mi mente, lamento perturbarlos u.u

Mil gracias por continuar leyendo esta historia, espero ahora no me abandonen T.T y no saben lo ansiosa que estoy por leer sus review respecto a este capítulo (tengan piedad de mí).

No saben lo feliz que me han hecho todos los review que me han dejado en el capi anterior, les estuve respondiendo por PM. De verdad muchas gracias, ¡son hermosos!.

Con todo mi corazón les mando un abrazo y bueno, nos leemos en el próximo capi.

A mi preciosa Yury, beta y amiga de mi alma... Gracias por toda tu ayuda para pulir este capi.

PD para Gaby: Banky dijo que te iba a encantar este capítulo, porque te conoce muy bien; espero no se equivoque ese moreno precioso.

Bye!