Jane se levanta muy temprano y comienza a preparar su bolso. Después de dos años, está dispuesto a volver. El agente Abbott del FBI lo encontró, pudo rastrearlo, tardó en darse cuenta de que los viajes cada quince días que hacía su amigo Peet a Oakland eran con el propósito de retirar unos paquetes misteriosos, que luego supo, eran cartas para Lisbon que Jane mandaba a la casa de un familiar de su amigo, así era más complicado para la policía rastrearlo, pero finalmente lo hicieron. El trato que le propuso el FBI no le convencía mucho, la verdad es que no quería volver a ser parte de la policía, nunca quiso en realidad, solo que la primera vez había un propósito personal y eso lo motivaba, aunque el último tiempo, había otra motivación.

Lisbon. Fue lo primero que pensó cuando escuchó la oferta de Abbott. Si volvía a Estados Unidos, podria reencontrarse con su amiga y confidente. Tardó un poco en aceptar, porque sinceramente, quería seguir viviendo una vida tranquila, pero finalmente se decidió. Poniendo la condición de que le ofrezcan trabajo a Lisbon, aceptó la oferta. En dos días tendrán una reunión, y está ansioso porque la verá luego de muchos años, pero le gustaría verla en otro lugar, lejos de las oficinas y de la policía, quisiera verla en un lugar donde ambos puedan estar solos, charlando... Entonces se le ocurre una idea muy especial que lo hace sonreír apenas lo piensa. La dará una sorpresa.

Sin terminar de arreglar sus cosas, sale rápidamente hacia la esquina de su casa, donde se encuentra el teléfono público que usa para comunicarse con su amigo, quien tiene el teléfono desechable que Jane le envió.

-Hola Peet.

-Patrick! Muchacho loco, ¿cómo haz estado? Me alegra escucharte.

-Lo mismo digo. Estoy bien. ¿Las cartas llegan sin problemas a la casa de tu prima?

-Llegan sin problema. He sido cuidadoso, siempre que voy a buscar las cartas, me fijo si me siguen y si noto algo sospechoso, cambio la ruta, pero Patrick, esto es una locura, ¿cuánto tiempo piensas hacer todo esto?

-Bueno, para eso te llamo, voy a volver. -El hombre se queda en silencio. -¿Peet?

-Eh si, aquí estoy. ¿Cómo que vas a volver?

-El FBI me encontró, parece que no fuiste cuidadoso Peet.

-Oh Patrick, cuánto lo siento. -El hombre se oye consternado.

-Tranquilo Peet, no hay problema, son el FBI, no esperaba que me dejaran de buscar, y tarde o temprano iban a dar conmigo, pero no te preocupes, me ofrecieron un trato y acepté. Escucha, necesito pedirte el último favor, mandaré una carta, necesito que se la lleves a Lisbon con un mensaje especial.

-Y pero si vas a volver, ¿por qué no hablas con ella directamente?

-Porque será una sorpresa.

-Ahh, entiendo. ¿Y qué le tengo que decir?

-Que lea la carta en el océano, donde vimos el atardecer juntos la última vez, que vaya a la misma hora. Dile eso, ella sabrá dónde es.

-Entiendo. Oye, Patrick, ¿por qué tanto interés en esa mujer? -Pregunta el hombre sonriendo de lado, lo conoce bien y sabe que hay más que una amistad. Jane reprime una carcajada.

-Te quiero Peet. -Dicho esto, corta la llamada.


Los meses van pasando, las cartas y regalos siguen llegando y ella cada vez lo extraña más. Con la primera carta pensó que iba a extrañarlo menos, ya que tenía noticias de él, sabía que estaba bien. Sin embargo, con el paso de los meses, el anhelo simplemente se intensificó, lo extraña, necesita más que cartas y letras y regalos, necesita verlo, abrazarlo, estar junto a él, y es justamente esto lo que la tiene inquieta desde hace días. Trata de estar tranquila en el trabajo, es jefa de policía, necesita estar calmada, pero ha sido algo difícil. No deja de pensar en él y en las cosas que han vivido juntos. Nunca nadie hizo que rompiera tantas reglas como él... Nunca nadie me abrazó como él.

-Jefa Lisbon. -La voz de su joven asistente la saca de sus pensamientos.

-Sí, ¿qué pasa?

-Un hombre llamado Peet la busca. -Ella frunce el ceño, intentando recordar. -Dice que es sobre un tal Jane.

-Inmediatamente se levanta de su escritorio. -Dile que pase.

El joven obedece y a los segundos aparece Peet.

-Hola, señora. -Apenas lo ve, lo reconoce.

-Hola, usted es marido de Sam, ¿cierto?

-Sí. Bueno, ella le ha estado pasando las cartas pero esta vez vine yo.

-Es raro, es muy arriesgado. Sam me las pasa por debajo de la puerta cuando no estoy en mi casa, hubiera hecho lo mismo, no debería estar aquí. -Ella se encuentra muy preocupada por esto, es que todo este tiempo ha procurado ser cuidadosa con las cartas.

-Sí, es que vine con un mensaje especial. -Ella lo mira expectante. -Patrick me dijo que le dijera que leyera esto en el océano. -Le da la carta. -Dijo que vaya al océano, donde vieron juntos el atardecer, que vaya a la misma hora.

El recuerdo dura un segundo, pero es suficiente para recordar con precisión el lugar, las palabras de Jane, el abrazo y todo lo que sintió en ese momento.

-Entiendo.

-Bien, ahora me voy, cuídese.

En la primera carta, él le dijo que se tome un tiempo para ver el atardecer, pero lamentablemente no pudo, y ahora supone que le está dando ese empujón para ocuparse de ella un poco. Mirando la carta aún cerrada, decide tomarse el resto del día. Vuelve a su casa, se baña, se cambia y se arrega un poco más de lo normal. No sabe por qué pero desea arreglarse, verse bonita, como si fuera una cita, obviamente no lo es, irá sola a ese lugar, pero de alguna manera estará con él.

El viaje es largo, teme llegar más tarde, cuando ya esté oscuro, pero mira la hora y va bien, si sigue a esa velocidad, llegará. Cuando por fin llega, recién se está poniendo el sol, llegó justo a tiempo. Baja del auto y camina unos cuantos pasos. Se detiene y mira el mar. Recuerda cuando Jane se detuvo, antes de ir a su casa en Malibú, también recuerda sus palabras que nunda va a olvidar. Suspira al ver la inmensidad del mar, el cielo y el atardecer. Sí, es bellísimo. Se sienta en la arena y cuando abre la carta, se encuentra con solo dos palabras escritas:

"Date vuelta."

Aún sin entender, se da vuenta y entre unos pequeños árboles lo ve salir, caminando hacia ella, con una sonrisa en su rostro.