— ¡Kyoko-san! ¡Kyoko-san! ¡¿Piensan tener niños pronto?!

— Acabamos de casarnos —Kyoko sonrojada suelta una risita que encanta a la prensa—, pero no tendríamos problemas, ciertamente...

— ¡Fuwa-san! ¡¿Dónde será su luna de miel?!

— Es un secreto —sonríe de forma traviesa.

Flashes, flashes y más flashes. Sofocantes, insidiosos, tortuosos flashes que eran como azotes que le recordaban que, aunque se estuviera muriendo y apenas pudiese respirar, no debía dejar de sonreír.

"Sonríe, Kyoko, solo un poco más," se decía a sí misma, "no dejes de sonreír, no te quiebres, sé fuerte".

Vagamente recordaba ese día, cuando según él la flecha de Eros se incrustó en su alma. El día en el que, con el tobillo destrozado, siguió con la escena de la ceremonia del té hasta quedar inconsciente. La sensación ahora era mucho peor, al punto en que se permitió reírse de la Kyoko de ese entonces, la que pensaba que no podría sufrir un dolor mucho peor que ese.

Pero no podía rendirse ahora. Sacó la fuerza para actuar como si su existencia dependiese de ello, porque en parte así era. Aunque sacrificaría todo por el amor a su bebé, tenía la oportunidad para conservar el único gran amor que le queda ahora, su carrera; la cual, además, era el único lazo que podría permanecer entre ella y él. Ren, Kuon o Corn. El hombre de su vida, sin importar el nombre que use en el momento.

"Por favor, no... Por favor... Kyoko-chan"

Sus súplicas resonaban en su cabeza mientras sonreía a la prensa.

"Yo sé que te mentí y te oculté muchas cosas, sé que no te merezco, pero, por favor, permíteme estar a tu lado en esto. Te lo juro, no me importa lo que pueda pasar, yo puedo ser un padre para ella, yo puedo... Kyoko-chan, quédate a mi lado."

Kyoko no sabía de qué modo podía tener esas palabras resonando en su cabeza como los truenos de una gran tormenta y al mismo tiempo prestar atención a las preguntas de la prensa y las peticiones de los fanáticos. Fue duro, pero lograron hacer que el público en general se tome bien la noticia de su noviazgo, que, según la historia de amor que inventaron para ablandar los corazones de la prensa y de los fanáticos de ambos, empezó desde un año antes de que ambos escapen de Kyoto juntos, él para cumplir su sueño y ella para encontrarse a sí misma para finalmente descubrir que lo que más deseaba era actuar.

Sho comenzó a darse cuenta de que en cualquier momento la actuación de Kyoko se derrumbaría así que comenzó a despedir a la prensa y le hizo señales a los de seguridad para que aparten a todos y les permitan subir las escaleras del jet privado. Cuando llegaron al umbral de la puerta del jet, la pareja se giró hacia el público para sonreír y posar. Kyoko lanzó el buquete que le entregaron antes de bajar del auto en la entrada del aeropuerto y Sho le dio un beso posesivo que enrojeció a todos para posteriormente, todavía besando a Kyoko, cerrarles la puerta del jet a los flashes y a las miradas desorbitadas de los fanáticos. Apenas se cerraron las puertas, Kyoko apartó bruscamente a Sho y estalló en lágrimas. Se recostó en el asiento más lejano que encontró mientras su esposo la observaba impotente y sin tener la menor idea de cómo lidiar con esa situación. Las aeromozas, trabajadoras de confianza contratadas por Lory, le sirvieron en silencio sus postres favoritos, pero Kyoko, aunque se veía tentada, no llegaba a meter la cuchara a la boca.

— El viaje será corto —se atrevió a decir Sho—, así que te recomiendo desahogarte lo más que puedas antes de que nos reciban en Seúl, no quiero que crean que soy un mal esposo o algo así...

Sho pausó al hacer contacto visual con Kyoko, se sentía peor que cuando era niño y la veía llorar. Chistó fastidiado y bajó la mirada, comunicándole de alguna forma lo que ya le había dicho varias veces, que esto no era culpa suya y que no era el villano aquí, que deje de hacerle sentir culpable cuando, al menos por esta vez, no lo era.

Kyoko suspiró y probó el pequeño castillo de chocolate, de a poco las lágrimas se fueron aminorando y el enrojecimiento de sus ojos se fue diluyendo. Sho se recostó rendido en el asiento y revisaba su celular distraídamente, porque su atención realmente estaba en su esposa y en lo extraño que era pensar que ahora estaba casado. Estaba asustado. Estaba estresado. Estaba agotado. Pero al mismo tiempo, según los mensajes de Shoko, al menos su sueño, su profesión no estaba peligrando y, a pesar de que sus fanáticas estaban con el corazón roto, ellas lo aceptaban, casado o no siempre lo apoyarían.

— Disculpa —murmuró Kyoko después de unos minutos de incómodo silencio, tanto ella como él sabían que ambos estaban mirándose de reojo.

Sho hizo un gesto de sus brazos como que le quite importancia, se puso sus audífonos y cerró los ojos, aparentemente dispuesto a dormir, aunque de nuevo, ambos sabían que solo quería escapar de una incómoda conversación.

Kyoko pidió más postres y lo contempló pensativa, sintiéndose un poco mal por Sho. Sin embargo, su compasión por él no era suficiente para distraerla del horrible sentimiento que la embargaba. No quería ver su celular, porque seguramente ya estaría corriendo por internet las fotos, vídeos, las opiniones y demás jaleo mediático por la boda. Sabía que su actuación había convencido a todos, o al menos a la mayoría, y esa seguridad en su propio talento hacía innecesario que tenga que torturar a sí misma solo para asegurarse de que las cosas salieron como debían de salir. No quería saber más. No quería de nuevo escuchar a sus fanáticos engañados hablar sobre lo conmovidos que estaban por la romántica historia de amor de dos jóvenes que juntos lucharon por sus sueños hasta que ambos, compañeros de toda la vida, consiguieron llegar a la cima de la industria, convertirse en reyes, ella de las pantallas y él de los charts, para finalmente decidir que no podían esperar más para jurarse amor eterno. Incluso unos productores pidieron permiso para adaptar su historia en un drama.

"¡¿Qué es esto?!"

Kyoko quería reír, porque sentía que se le habían acabado las lágrimas y solo eso le quedaba, reírse de su tragedia, reírse de su patética existencia. Amaba a su bebé, en verdad lo hacía, pero de todos modos no podía evitar ese pensamiento de "si tan solo...", porque, si tan solo ella no hubiera sido tan orgullosa. No, si tan solo no hubiera sido tan complaciente. Si tan solo... Si tan solo... Si tan solo... No, Kyoko, eso no existe, simplemente no fue así. Pero, tal vez, solo si tal vez ella no se hubiera enojado tanto con Kuon cuando le contó que era Corn... Ella no se hubiera distanciado de él, no le hubiera pedido espacio para decidir cómo sería su relación en adelante; y si ella no se hubiera sentido tan sola, confundida y con ganas de distraerse, entonces no hubiera ido esa noche al club después de escaparse de la fiesta después la pasarela a la que fue invitada durante la Semana de la Moda en Tokio con los modelos que apenas conocía. No, ella no se hubiera ido de la fiesta "segura" en la que estaba para irse a un club, a ese club, con unos prácticamente desconocidos, colegas que apenas conocía, solo para evitar al fabuloso "Tsuruga Ren" que también había sido invitado. Y, tal vez, solo tal vez, no hubiera bailado con el idiota de... No, ya no podía insultarlo tranquilamente ni en su mente, era el padre de su bebé. Pero, ella en su mente nublada por el alcohol de las bebidas que sus nuevos "amigos" le hicieron probar, solo tenía a un hombre en la mente. Quería vengarse un poco, molestarlo, hacerle pagar por lo que le estaba haciendo pasar. Sabía que hablarían de ella bailando con Sho, porque, según le dijeron, ese club era donde los famosos se permitían ir a pecar; además le pareció ver a Kijima observando. Sin embargo, de inmediato se hartó de Sho, estaba borracha, pero no lo suficiente. Se empezó a odiar, eso no era ella, ese lugar, rodeada de hombres que la miraban como si fuera un pedazo de carne y ellos animales sin raciocinio ni respeto por su persona, no era para ella... Su lugar eran los brazos de él. No aceptó más bebidas, pidió una limonada y buscó a sus "amigos", todos desaparecidos. Le intentaron hablar unos extraños, ella los ignoró y buscó a Kijima, o un refugio en ese caos más específicamente. No lo encontró y en su búsqueda manos de desconocidos y desconocidas se tomaron libertades que ella jamás hubiera concedido. En algún momento, seguramente en alguno de esos momentos, fue que sucedió.

Kyoko despertó de sus pensamientos cuando la aeromoza le pasó un pañuelo. Río amargamente una vez más, al parecer se equivocó, todavía tenía lágrimas qué derramar.

Mucho tiempo no recordó qué pasó después de que, al no encontrar a Kijima para que la auxilie y la saque de ahí o llame a Kuon para que él la rescate, se sentó derrotada en el suelo y tomó la limonada en seco; pero de a pocos las escenas cortas que le venían a la mente de forma desordenada tomaron forma. Sho, furioso y mucho más ebrio que cuando bailaron juntos antes, llegó y la acorraló contra la pared. Ella, en sus desvaríos por la droga lo vio a él y simplemente le devoró los labios. El resto prefería no volver a recordarlo. Se sentía tan miserable y patética.

Terminó de comer todos los postres que pudo y comenzó a ver una película, porque dormir solo le traería pesadillas. Shrek era la película, y se permitió reírse un poco, dando todo de sí para sumergirse en una realidad que no era la suya y así poder sonreír por siquiera unos minutos. Kanae le había enviado mensajes, también el presidente, Koga y los Hizuri. No quería revisar los mensajes, porque se acercaban al aeropuerto de Seúl y no era conveniente volver a quebrarse y arriesgarse a que la prensa que los recibiría, porque estaba segura de que a pesar de todo ellos los encontrarían, supongan cosas que no deberían.

— Kyoko —Sho le llamó y ella se giró con algo de desgano—, nuestra relación cambiará tanto como tú lo quieras, lo dejo en tus manos... Pero, no quiero a ese cerca de la familia que acordamos que intentaríamos formar.

La mirada de Sho era intensa y Kyoko sintió que una lágrima volvía a escapársele, pero no, no se quebraría de nuevo. Asintió, su corazón ya estaba muerto, esas palabras, tan dolorosas como razonables, no tenían ya nada para lastimar. Además, ella ya había hecho lo que tenía que hacer y él ya lo había entendido. Pero dolía, mataba, ardía en el alma.

— De acuerdo —Sho se giró hacia la ventana con el ceño fruncido.

Aterrizaron y, efectivamente, ahí los esperaban la prensa y los fanáticos. Ambos ya se sentían mucho más unos maniquíes que seres humanos, pero continuaron. Kyoko era la que sabía coreano, así que esta vez ella tomó por completo las riendas hasta que llegaron a la lujosa suit nupcial del hotel más costoso de Seúl; en el que, al cerrarse las puertas, sus sonrisas artificiales murieron de inmediato.

Sho se sienta en uno de los sofás y decide crear música o hacer cualquier cosa que despeje su mente; pero Kyoko tenía otros planes. Ante Sho se presentó una sensual aparición. Lencería blanca, llena de encajes y adornos que cubrían solo lo necesario para despertar la curiosidad masculina y las ansias de descubrir las femeninas curvas hipnóticas que se escondían detrás. Y entonces, luego de recorrer con su mirada desde sus pies hasta su cuello, se detuvo en su rostro. Labios rojos, suaves y tentadores parecían estarlo llamando, suplicando por ser mordidos, catados y poseídos. Su cuerpo lo traicionó, de pronto estaba sobre ella, pero entonces se encontró con esas órbes doradas, sin vida, sin alma, sin emoción alguna... Tan muertos como su recién despertado líbido y ligero entusiasmo.

Kyoko murmuró algo, o Sho estaba tan distraído que lo escuchó como murmullo. No sabía, así que la miró interrogante.

— Quítate la ropa —ordenó con un tono casi robótico.

Sho se escandalizó y casi, como un idiota, iba a preguntarle algo que felizmente no preguntó. Pero, de pronto, como respondiendo a su pregunta, Kyoko se alejó de él y apuntó a las puertas.

— Las paredes tienen oídos y nunca sabes qué puede llegar a la prensa por un simple descuido.

Sho la miró con curiosidad, era como si tuviera mucha experiencia ocultando cosas de la prensa. Kyoko seguramente entendió la interrogante en los ojos de Sho, porque bajó la mirada. Ambos suspiraron, odiaban lo mucho que, a pesar de todo, se conocían al punto de poder tener una conversación simplemente con miradas.

Por supuesto que tenía experiencia en manejar a la prensa, ocultarles lo que no es conveniente y mostrarles lo que sí lo era. Su relación, o "no relación" con Tsuruga Ren requirió mucho de ello y en el transcurso él le enseñó muchas cosas. Como por ejemplo, convencer a los atentos paparazzis que él estaba en la casa de Kana-san, antes de formalizar su "ruptura", cuando en realidad estaba con ella en una habitación de Hokkaido, Karuisawa, Okinawa, y a donde sea que les llevara el trabajo, jugando de nuevo a ser los Heel, y dejando un camino de besos de fuego en el cuello del otro. Marcándose, amándose, rozando los límites de los principios de la pura y soñadora doncella que hoy no existía más.

— Quítate la camisa —Kyoko apuntó a la cama y se abrazó a sí misma, más que por el frío para darse consuelo—... Yo —comenzó a decir pero no terminó ninguna frase, simplemente se didigió al televisor y puso una película.

Sho, que ya se había quitado la parte de arriba de su traje quedó con la quijada abajo.

— ¡¿Qué...?! —no terminó de exclamar cuando Kyoko le cubrió la boca y le subió el volumen a la televisora.

Una película para adultos, la cereza del pastel para esta situación surrealista.

Sho la miró interrogante, una vez más, pero solo bastó ese contacto de miradas para comprender la inteligente estrategia de su "compañera de toda la vida". Kyoko, entonces, luego de asegurarse de que Sho no diga ni haga nada más, se quitó la ropa interior, desinteresadamente, y se puso la camisa de Sho. Lo siguiente fue tirar la ropa de ambos por doquier y subir el volumen una vez más. Sho la observó en silencio y "colaboró", luego de chistar los dientes, deshaciendo la cama con brusquedad y esparciendo salvajemente los pétalos de rosas que habían sobre esta, con los gemidos y gritos de placer de unos actores, que Sho tenía la mala suerte de conocer, como música de fondo.

"Vaya luna de miel"

Una vez terminada "la labor" Kyoko se metió a la bañera y Sho se sentó en la cama a esperar que acabe la película para poner algún show de variedades que le quite el mal sabor en la boca, aunque sabía que probablemente eso sea imposible.

Kyoko en el baño revisó su celular. Kanae le ofrecía hacer video-llamada con ella toda la noche para que no se sienta sola, anunciándole además de que Chiori, Itsumi, Maria-chan, y hasta Honami, estarían incluidas... Y eso que a Kanae no le gustaba Honami. Sonrió ligeramente, sus amigas la acompañaban, la amaban y ella las amaba. Sería fuerte, o al menos iba a intentarlo. La prueba final estaba en la carta que Kuon le dejó junto a su regalo de bodas, el cual todavía no tuvo el valor de abrir. Los Hizuri le decían que irían a la boda en Kyoto, ya que sería más privada y eso era lo mejor. Sabía que, aunque no le mentían, les era difícil para ellos asistir o no considerando los sentimientos de su hijo... Y, considerando su mensaje confirmando su asistencia a la ceremonia en Kyoto, suponía que Kuon les dio el visto bueno. El presidente, por su parte le escribió un texto muy largo, pero antes de leerlo vio otro mensaje más reciente de él diciéndole que lo leyera cuando se sienta emocionalmente más estable y que por ahora lo único que necesitaba saber era que Yashiro Yukihito se quedaría como su manager permanente y que lo esperase llegar a Seul para dentro de dos días, pues había mucho qué discutir.

Grave error, presidente, porque con tan solo ese anuncio Kyoko ya suponía lo que estaba por suceder o lo que ya había sucedido. Dejó el teléfono a un lado y lloró en silencio una vez más, solo una vez más antes de sentir cómo se apagaban sus emociones, seguramente una estratagema de su cerebro para intentar mantenerla con vida. Pronto, salió de la bañera, se volvió a poner la camisa de Sho, se abrigó en la cama y le pidió a Sho que le pida algo de comer a servicio de habitación. Sho lo hizo, y entonces sintió un jalón. Kyoko, con mirada perdida en quien sabe donde, estaba debajo de él en la cama y, cuando Sho no podía estar más perdido, ella le rasguño la espalda, lo besó de una forma que Sho jamás pensó que Kyoko, la mojigata con la que creció, podría llegar a besar algún día y le dejó un chupetón sobre la clavícula.

No tuvo tiempo de decir algo cuando tocaron la puerta, y él vio en el oro fundido de sus ojos un mensaje: "colabora".

Él se levantó a recibir al servicio, quienes sonrojados, pero no por eso menos curiosos, dejaron la comida frente a la cama mientras que de reojo observaron la escena con mucha atención... Disimulando tan mal que hasta era descarado. Sho pudo notar que ellos se dijaron en los arañazos de su espalda, el chupetón y en las marcas de labial alrededor de este. De nuevo la inteligencia de Kyoko le sorprendía, aunque la conocía mejor que nadie de primera mano.

— Kyoko...

Sho se giró para encontrarla comiendo como nunca.

— Kanae tiene hambre —lo miró con un atisbo de sonrisa y continuó comiendo.

— ¿Ya decidimos que se llamará Kanae? —Sho la miró irritado, pero la mirada de Kyoko le arrebató esa expresión y le dejó con una de miedo. De todos modos, pronto se recuperó y sonrió con sarcasmo— Ella me odia, no creo que le guste ver su nombre a lado de mi apellido —bufó.

Kyoko se veía pensativa ante esto, pero terminó por encogerse de hombros y continuar comiendo. No estaba feliz, la miseria aún era visible en sus ojos, pero al menos hablar de la bebé de algún modo la animaba un poco, lo suficiente para tener fuerzas de continuar y no rendirse a la oscuridad, a la depresión o a las ganas de no seguir existiendo. Sho suspiró y se fue hacia el escritorio, no estaba realmente inspirado pero se sentía perdido y haciendo música era la única forma en la que encontraba su lugar en el mundo.

Las horas pasaron y Kyoko comenzó la video-llamada con sus amigas. Sho no quería espiar pero terminó escuchando algo quele preocupó cuando María Takarada se retiró de la conversación y la charla se tornó más adulta.

— Entonces, anoche fue la última vez...

— Yo... Ya no puedo más con esto, ¿saben? —la voz de Kyoko se quebró pero no comenzó a llorar— Él me dijo que siempre estaría esperando pero no puedo... No era posible y ustedes saben que es así.

— Pero, Kyoko, tú —comenzó a decir Honami, pero Kyoko la interrumpió.

— No era posible, él no la ama, no es su padre... Él me ama a mí lo suficiente como para decir esas cosas, pero no, y yo no quiero eso para mi hija, quiero que sea amada incondicionalmente y que ella se sienta realmente amada, que tenga lo que no tuve... no quiero que su nombre sea parte de reproches y lamentos de alguien, menos de él.

Las chicas quedaron en silencio y unas lagrimas furtivas se deslizaron por las mejillas de Kyoko, pero al instante ella las limpió y rió.

— ¿Me ayudan a buscar un nombre?

Hubo un suspiro colectivo, al parecer las actrices también habían derramado lágrimas. Sho comenzó a caminar inquieto por la sala de estar de la suit, él ya había supuesto que Tsuruga Ren se había ofrecido a responsabilizarse de su hija, pero ahora era una certeza al igual que su temor. Tsuruga Ren probablemente no se dé por vencido. No, él no se dio por vencido, solo está esperando a que la voluntad de Kyoko flaquee para volver a insistir y entonces todo se acabaría. Él se llevaría a Kyoko y a su hija. No, no era que tener una familia sea lo que él estuviese esperando o que es algo que hubiera deseado, pero le enfermaba en sobremanera ese pensamiento de Tsuruga Ren llevándose lo que le pertenece. Era su mujer y su hija, no tenía derecho. Ninguno.

— Estaba pensando llamarla como tú, Moko-chan...

Kanae amplió los ojos y se removió ligeramente incómoda.

— Mo... Ah, creo que mi nombre no queda muy bien con ese apellido, tebemos que pensarlo bien para que su nombre suene como la gran actriz que será...

Kyoko sonrió, al igual que las otras actrices en la llamada.

— Yo tengo un montón de nombres que podrían gustarte, Kyo —le anunció Honami a Kyoko luego de sonarse la nariz con un pañuelo y ganándose una mirada irritada por parte de Kanae.

Chiori e Itsumi rieron ante la rivalidad de Kanae y Honami por el puesto de "la mejor amiga" de Kyoko, acordando de que Kyoko las quiere a todas por igual, excepto a Kanae, con ella la cosa llega a niveles que rozan lo romántico, así que se podría decir que a ella la quiere un poquito más... De la cuenta.

— ¿Qué nombres pensaste? —inquirió Kyoko animada.

— Oyuki...

— ¿Reina de hielo? —Kanae bufó pero al ver que Kyoko estaba ya inmersa en sus fantasías suspiró con una expresión ligeramente irritada.

— Sí, queda perfecto para conmemorar a Kanae-san, ¿no?

Las chicas rieron, excepto Kanae que arqueó las cejas y se cruzó de brazos, hasta que lo consideró y asintió. Kyoko rió hasta que vio que tenía una llamada entrante, su corazón se encogió porque presentía de quién era la llamada.

— Chicas...

— ¿Es él...? —Kanae, más que preguntar, sugirió.

— Las vuelvo a llamar...

Kyoko colgó a sus amigas y respondió la llamada.

— ¿Hola?

No le respondieron pero escuchaba su respiración y la lluvia, era él, lo sentía.

— Hola...

— Te amo —la voz de él se quebró.

Kyoko se quedó helada.

— Kuo...

Antes de terminar de decir su nombre, él colgó. Ella no sabía qué pensar y llamó asustada al presidente, pero este no le respondió. Entonces solo se le ocurrió llamar a la única persona en la actualidad que podía ayudarla ahora.

— Kijima-san, ¿dónde está?

— Kyoko... Esto, no te va a gustar...

Kyoko apretó los ojos.

— Iré —anunció.

— ¡No! ¡Kyoko no...!

Kyoko colgó la llamada y se comenzó a vestir, porque presentía que él iba a hacer algo de lo que se iba a arrepentir y de lo que ella nunca se perdonaría ni le perdonaría. Pero entonces se encontró con Sho.

— De ningún modo —dijo simplemente.

Kyoko tomó su bolso, pero él se lo arranchó y lo tiró lejos.

— ¡De ningún modo! —exclamó furibundo, como nunca antes lo había estado en su corta vida— De ningún modo —declaró más bajo y la empujó a la cama, sin mucha brusquedad pero con firmeza.

Kuon estaba cubierto de sangre, una vez más. Miró sus manos con asco, ni la lluvia podía quitar ese color de sus manos. De nuevo era un ser infrahumano, sin luz, sin alma... Sin nada. Lo perdió todo. Ella era su todo. Y ahora de nuevo hasta se perdió a él mismo.


Nota: Honami Makino es la actriz que interpretó a la mejor amiga de Natsu.