Volver a Hogwarts había sido un alivio. El ambiente en su casa era frío. Congelado. Su padre apenas le hablaba y su madre se encerraba por horas en su habitación, hablando de dolores de cabeza. Su hermana, la única persona dispuesta a pasar tiempo con ella, la miraba a ratos con pena.
Astoria se daba cuenta de que se había convertido en un incordio. Por tener ideas propias. Y por elegir quedarse en Hogwarts durante la batalla y luchar junto a sus amigas Ravenclaw. Seguramente ese era el problema inicial, el Sombrero le ofreció Ravenclaw, trató de convencerla, pero el miedo a la reacción de su familia, de larga tradición Slytherin, pudo más.
Había sido feliz de todas maneras en Slytherin, porque era una casa que valoraba la inteligencia y la lealtad, aunque no estuviera de acuerdo con las ideas que algunos alumnos defendían. Y porque estaba su hermana, a la que quería por encima de todas las cosas, aún a pesar de que se juntaba con gente como Parkinson o Malfoy.
No era estúpida, sabía que las decisiones que había tomado iban a tener consecuencias, así que había decidido acudir a la escuela con un objetivo claro en mente: acabar sus estudios, hacer unos buenos EXTASIS y usar la herencia de su abuela para salir de casa de sus padres cuanto antes.
No tenía claro qué estudiar, sobre todo porque habían intentado educarla para ser esposa florero. En su familia, ninguna mujer había tenido estudios superiores. Los Sagrados Veintiocho no veían con buenos ojos a mujeres independientes y con capacidad de levantar la voz por encima de la de sus esposos. Aprovecharía su estancia en Hogwarts también para eso, seguro que las madres de algunas de sus amigas eran mujeres con estudios. Ella no iba a ser el florero de nadie.
Se había subido al tren el uno de septiembre con todo aquello bien claro en mente. A pesar de la compañía de Daphne, recibió desplantes, e incluso algún insulto en voz baja. Ya sabía que en el vagón de Slytherin no iba a ser bienvenida, mucho menos entre los amigos de su hermana, así que se apresuró a escurrirse hacia Ravenclaw para unirse a sus amigas.
Pasó por un compartimento en el que dos muchachas hablaban en voz baja, con las cabezas muy juntas. El cabello le ayudó a identificarlas sin necesidad de verles la cara. No supo qué le impulsó a llamar, esas no eran sus amigas realmente.
— ¿Os importa que me siente? está todo lleno.
La cara de Ginny Weasley fue un poema. La sonrisa de Luna Lovegood, tan suave como siempre. Aún así, le invitaron a entrar y a sentarse. Conversaron con tranquilidad todo el viaje.
— Eres valiente, Astoria —le dijo Luna con su voz suave y cantarina mientras se preparaban para dejar el tren horas después—. Puede que algunos en tu casa no lo vean con buenos ojos, pero solo queda un año.
Salió junto a las dos chicas, pero las perdió en el barullo. Acabó yendo en el carruaje de su hermana. Allí el ambiente era diferente al que esperaba. Por lo general, los amigos de su hermana la trataban con displicencia, como a un mal menor. Aquella vez le sorprendió no escuchar nada, pero porque directamente nadie hablaba.
Parkinson, sentada entre un Nott más serio que nunca y un Zabini sin su habitual aire de conquistador, se veía desmejorada, con la mirada huidiza. Y Malfoy, el siempre impecable príncipe de Slytherin, tenía aspecto de llevar días sin dormir.
Volver a Hogwarts era un castigo. Literal, dentro de su libertad condicional estaba incluido que volviera a la escuela y completara su educación sin dar problemas. Debía de sentirse agradecido, le había recordado su madre antes de salir esa mañana de casa camino a la estación.
Había llegado a Azkaban directamente desde Hogwarts el día de la batalla. Dentro, perdió rápidamente la conciencia del paso del tiempo. Sentado en un rincón de su celda, solo, escuchando los gritos de los otros presos, hizo cuentas de sus errores.
La presencia de los dementores patrullando por los pasillos lo teñía todo de desesperación. Cuando cerraba los ojos, escuchaba otros gritos. Los de Crabbe al caer al fuego. Los de Granger siendo torturada por su tía. Los de la profesora Burbage mientras era devorada viva por la serpiente. Esos eran los que reconocía, pero había más, siempre había más, porque entre las paredes de su casa habían sido torturados, violados y asesinados muchos hombres, mujeres y niños.
Lo llevaron al tribunal tal cual había entrado a prisión, con la misma ropa, sin lavarse ni apenas comer. Después de más de una semana sin dormir más de diez minutos seguidos, era poco más que un muñeco lamentable al que tuvieron que ayudar a caminar y a sentarse en el sillón de los acusados.
Escuchó a sus espaldas con claridad el llanto de Pansy al verle y la voz suave de Blaise intentando consolarla.
Entonces, en un momento, la vida le cambió, aunque no creyera merecerlo.
— Draco Lucius Malfoy, nacido el 5 de junio de 1980. A la luz de las pruebas y los testimonios recabados, este tribunal considera que su filiación como mortifago fue un acto impuesto siendo menor de edad. Aclarada su nula participación en actos con resultado de muerte, el veredicto final es inocente. En su caso, y debido a su situación familiar, este tribunal se reserva el derecho a mantenerle en libertad vigilada y dictar...
El resto del juicio era un borrón en su memoria, por los nervios o porque llevaba días sin comer ni dormir. Cuando todo terminó, se dejó sacar de allí por sus cuatro amigos como un pelele. Salieron del ministerio entre una nube de fotógrafos y de gente que le insultaba y amenazaba a gritos, apenas contenidos por unos desinteresados aurores. Una vez en la calle, la aparición conjunta les llevó a casa de Pansy, aunque él se desmayó en el proceso.
Abrió los ojos horas después, en la habitación en la que solía alojarse cuando iba a casa de su amiga. Sentado junto a su cama estaba Theo, que al verlo moverse se acercó un poco más.
— ¿Qué hora es?
— Las doce de la mañana, has dormido un día entero.
Se tocó el pecho, buscando los botones de la mugrienta túnica que siempre se le clavaban y se encontró con la tela de un pijama. Una mano temblorosa en su pelo le descubrió que había sido aseado y cambiado de ropa.
— Blaise y yo nos ocupamos de todo, tranquilo. Y no les hemos dicho nada a las chicas —le aclaró ante la mirada avergonzada de Draco—. ¿Quieres hablar de eso?
Movió la cabeza negativamente y, con un poco de esfuerzo se giró en la cama, dándole la espalda.
— Te traeré algo de comer, el medimago de Pansy dice que necesitas reposo unos días.
— ¿Mis padres? —preguntó con voz ronca.
— Arresto domiciliario, tu padre ha ofrecido información a cambio de no ir a Azkaban.
La espalda de Draco se encorvó más. Permaneció en silencio mientras Theo salía de la habitación.
Una semana después, sentados en la terraza de la habitación de Draco, tomaban té con tarta, en un intento de Pansy de animar a comer a su amigo, siempre goloso.
— El ministerio va a embargar todos los bienes de mi padre.
Blaise y Draco se giraron a mirar a Theo. Pansy le tomaba la mano y apoyaba la cabeza en su hombro.
— ¿Con qué excusa? —preguntó Blaise, indignado.
Theo mantuvo su máscara de calma, esa que conseguía mantener calmados a sus amigos.
— Que está muerto y no va a poder responder por sus crímenes. No soy el único. —Sacó un ejemplar de El Profeta encogido y lo dejó sobre la mesa para hacerle un Engorgio.
El titular era un mazazo: "Golpe a las familias de los mortifagos muertos, el ministerio reclama todos sus bienes a sus viudas e hijos". El silencio se hizo de nuevo. Theo estaba solo en el mundo, su madre había muerto al nacer él y su padre en la batalla. En aquel momento estaba en casa de Blaise, cuya madre había huido a Italia a principios del año anterior.
Los padres de Pansy también habían huido, estaban escondidos en algún lugar de Estados Unidos, dejando atrás a su hija como había hecho la señora Zabini.
— El artículo dice que los mortífagos condenados también van a pagar una multa —continuó Theo con suavidad.
Los tres miraron a Draco, pero él no levantó la mirada de sus manos enlazadas en su regazo.
Y aquí vamos de nuevo, estoy muy emocionada de traeros por fin esta historia. Estos primeros capítulos van a ser duretes, Draco está muy tocado, ¿le damos un poco de amor?
Ah, se me olvidó decir que esto va a subirse lunes, miércoles y viernes, así que ¡nos vemos el miércoles!
