El día siguiente fue interesante para la familia Loud. Leni por fin había terminado el traje para el hermano de su amigo, y quería que Lincoln lo probara para evaluar su trabajo. Lincoln aceptó. Leni estaba ansiosa por ver la reacción de su familia ante su gran trabajo.

- Bueno, como creo que a Lincky se le vería muy bien, decidí hacer dos trajes -explicó Leni- Son de la misma talla, así que si a Lincky le queda bien, habré terminado mi trabajo.

- ¡Ya casi estoy listo! -exclamó Lincoln desde su habitación. El albino se puso de inmediato su nuevo traje, preparándose mentalmente para que su familia lo viera.

Los Loud esperaban con ansias en la sala, y cuando Lincoln bajó, se quedaron atónitos. La camisa blanca lucía un elegante cuello alto que le daba a Lincoln una apariencia de por lo menos tres años más. Su pelo estaba arreglado y peinado, podría pasarse como el mejor de los mayordomos. Su pantalón y saco, de un marcado negro, refulgían de lo nuevo que lucían. Sus zapatos estaban boleados y brillaban con intensidad. Para agregarle más leña al fuego, Lincoln se puso un poco de loción. Al principio nadie dijo nada. Luego llegaron las exclamaciones y halagos.

- Mi hijo ya es todo un hombre -sollozó el señor Loud.

- ¡Lincoln, te ves increíble! -le dijo Lynn.

- ¡Estás que ardes, hermano! -opinó Luna.

- Con ese atuendo definitivamente dejaré que seas mi ayudante, Lincoln -dijo Lola.

- Te ves muy guapo, hijo. Así llamarás la atención de las chicas -dijo la señora Loud.

- Leni, te quedó increíble, ¡eres genial! -la voz de Lincoln logró alzarse sobre las demás.

- Gracias, Lincky. En serio me haces feliz al decir que te gustó -dijo Leni, sonriendo a su vez.

Lincoln no estaba muy acostumbrado a que todos le pusieran atención, por lo que disfrutó del momento al máximo. Ya entendía lo que quería decir Lori: su familia realmente siempre estaba con él.

- Bueno, familia, veo que realmente les gusta esto de que Lincoln se vea elegante. ¿Qué opinan de que hoy nos vestimos todos elegantes y nos vamos a cenar? -dijo el señor Loud.

- ¡Siiiii! -Gritaron todos.

- ¡Muy bien! Estén listas en dos horas, y traten de bajar a tiempo, ¡o quien baje tarde se quedará sin postre!

Las chicas empezaron a gritar y a hablar entre ellas, emocionadas por la perspectiva de una cena, y de ponerse lindos vestidos.

Cuando el señor Loud se reunió con Lincoln, ya tenía puesto su traje negro, con una corbata roja, y un sombrero de soldado en la cabeza. Acababa de reservar una mesa grande para esa noche. Lincoln se mantuvo hablando con su padre, ya que, como los hombres que eran, estaban listos en cuestión de minutos. Era bastante común que las mujeres se tardaran mucho más en estar listas, razón por la cual el señor Loud les dio dos horas para prepararse.

Pasadas las dos horas, las diez chicas y su madre bajaron de las escaleras. La mayoría de ellas portaban un vestido. La señora Loud, Lori, Leni, Lola y Lisa usaban vestidos largos, mientras que Luna, Luan, Lucy y Lana portaban unos cortos. Lynn usaba unos pantalones negros que le llegaban por debajo de la rodilla, con una camisa de tirantes, a la vez que a Lily solo le pusieron un moño.

- Cariño, te ves hermosa -suspiró el señor Loud a su mujer -Me recuerda a la primera cita que tuvimos.

- La mejor velada de mi vida -recordó la señora Loud.

- Bien niños, súbanse a Vanzilla. ¡Vamos a cenar!

Los once hijos gritaron emocionados. En el camino se pusieron a hablar otra vez, y por una noche, acordaron no pelearse y aprovechar esa noche especial.

Cuando llegaron, se enteraron de que esa noche los menores de diez años no pagaban, y era un bufete enorme con toda la comida que uno se pudiera imaginar.

Lincoln se sirvió muy poco de todo para poder probar todo lo que quisiera. Empezó con arroz chino, tacos, pan francés, un trozo de hamburguesa, un pequeño plato con estofado, sushi, puré de papas, pizza, algo de ensalada, carne de res, pollo, y muchas otras cosas más.

A su lado se sentaron Lucy y Luan.

- Wow, Lincoln -le dijo la bromista- Parece que tu nuevo pantalón va a reventar. Jajaja, ¿entiendes?

Lincoln no pudo responder, tan llena tenía su boca de su torta de Yorkshire.

- Lincoln -le susurró Lucy- Gracias por todo. Sin ti, aún estaría triste por mi amor, pero ya lo pude superar, y creo que poco a poco empiezo a ver más la luz en esta vida.

Lincoln no se había fijado mucho en el atuendo de Lucy, tan concentrado estaba por la cena. Pero al poner atención, vio que la gótica se había delineado un poco los ojos, que se veían incluso más grandes debido al enmarcado negro. En ese momento brillaban al hablar con él. Llevaba su cabello recogido con una diadema púrpura, ajeno totalmente a su rostro siempre cubierto por una mata de pelo. Se veía realmente hermosa. Tragó como pudo.

- Me alegra que ya estés mejor, Lucy. Nunca te había visto tan triste como en ese momento. Pero ahora, podría decir que eres la chica más feliz de todas... aunque no siempre hayas sido así.

Lucy soltó una risita.

- Lincoln, hiciste reír a Lucy -se asombró Luan- ¡Hacer reír a las personas es mi trabajo!

- Calma, Luan, ya ha habido veces en que me causas risa, aunque la expresión que ven ustedes los mortales no lo perciban -aclaró Lucy.

- Entonces, si fui yo quien te hizo reír primero. ¡Yei! -festejó Luan. Se veía muy linda, con su castaño cabello suelto, un vestido amarillo, y unos aretes azules.

- Eso sí, yo fui tu primer público, hermana -le recordó Luna. Su cabello se veía igual, pero se veía increíble con su vestido violeta. También se había maquillado un poco, pero no tanto como Lori, Leni y Lola, quienes se veían incluso más arregladas de lo normal.

La mayor tenía un vestido aguamarina, la diseñadora uno verde claro, y la princesa uno rosa. Lana se había resignado a usar uno de esos pañuelos brillantes como los llamaba, pero su madre la obligó, así que usaba uno azul, a la vez que su cabello fue arreglado por sus hermanas. Ahora se veía liso y ya no usaba coletas. Lisa se puso un vestido verde que había llevado a la ópera, argumentando que el verde le ayudaba a hablar mejor con su familia. Lynn no tenía vestido, pero lo arregló con un pantalón negro algo ajustado y una camisa de tirantes roja. Su madre usaba un vestido plateado que brillaba al más mínimo movimiento.

Pasaron una noche muy divertida, pero tranquila. No hubo peleas ni discusiones. Todos hablaron y platicaron. Lincoln se la pasó a la mar de bien con Luan y Lucy, y la ocasional intervención de Lola. Pasaron unas horas antes de que cayeran rendidos ante toda la comida que ingirieron. El señor Loud pagó la cuenta y volvieron a sus casas.

- Muy bien niños bajen, que necesitan des... -quiso decir el señor Loud.

- ¡Shhh! -susurró la señora Loud.

El señor Loud puso cara de desconcierto. Su esposa señaló al interior de Vanzilla y miraron ahí. Se encontraron con una hermosa escena. Leni tenía su cabeza recostada en el hombro de Lori. Lola abrazaba a Lana. Lisa estaba acostada en las piernas de Luan. Lucy se recostó junto con Lynn. Lily se veía adorable en su cuna. Y Lincoln y Luna tenían sus cabezas juntas. Todos dormían. Los señores Loud sonrieron y tomaron fotos, alegres de poder presenciar un momento de unión familiar. Luego Luna abrió un ojo, se estiró, y bostezó. Miró a su alrededor.

- Jejeje -dijo con una mirada maliciosa. Sacó su guitarra de la cajuela de Vanzilla y tocó una simple nota a un volumen altísimo. Todos despertaron al momento.

- Luna, ¡no hagas eso! -le ordenó Lori, furiosa.

- Lo siento, hermana, pero si vamos a dormir, que sea en nuestras camas.

Se bajaron y se fueron a dormir. Mientras, L. Loud estaba enojada. Su cabeza solo tenía lugar para la escena que había visto esa noche. Ahora no solo Lucy, sino Luan se acercaba a Lincoln. Ella sabía que no había ninguna intención romántica de parte de ninguna de las dos, pero eso no disminuía el sentimiento de celos que emanaba de ella. Lincoln era de ella y de nadie más. De repente, sacudió la cabeza.

- No, no, no -se lamentó en sus pensamientos- ¿Cómo puede ser que sienta esto por mi propio hermanito? No puede ser amor ¿verdad? Es solo que ya no quiero que nadie le haga daño, como cuando Ronnie Anne se fue. Es eso ¿no? Todas las hermanas quieren lo mejor para sus hermanos. Sí, debe ser eso.

Se repitió esa frase una y otra vez por el resto de la noche, pero no podía olvidar lo bien que le sentaba ese traje a Lincoln, y lo bien que la había hecho sentir.