Cruel.
Kuroo le besó la nuca con una dulzura que fue subiendo de intensidad. A él le gustaba hacer eso. Colocar la mano contra su cuello, acariciar su nuca baja y levantar su cabello para besarlo vulnerable. Le gustaba hacerlo cuando Kenma estaba distraído. Sobre todo si era jugando videojuegos. De alguna manera le divertía verlo perder. Era como el regocijo cruel de un gato que ve desde lo alto la magnitud de sus desastres.
Para Kenma, que le conocía desde siempre, Kuroo era extremadamente cruel.
Cruel porque le obligaba siempre a hacer lo que no quería. Jugar al vóley, hacer amigos o salir de casa fuera de lo necesario. Cruel porque era un bromista nato que gustaba de hacerle perder en los videojuegos con sus artimañas estúpidas.
Para Kuroo, que desde siempre estuvo enamorado de ese antisocial vecino suyo, Kenma era el cruel. Por resistirse a abrir su universo y mantenerse encerrado, por preferir un mundo digital a una realidad llena de sensaciones y colores y sobre todo, cruel por tomar sus afectos y sus besos como meras banalidades.
