Salió de la alcaldía, ciego de la furia, sus planes no habían funcionado como quería, caminó solo unas cuadras sin saber realmente hacia dónde se dirigía, no supo en qué momento perdió el conocimiento de su ubicación, solo supo que una aparición totalmente inesperada se interpuso en su camino.
"al parecer tú y yo tenemos los mismos intereses", sin introducciones, ni formalidades se escucharon sus primeras palabras.
"pero qué modales son esos, yo soy el Rey Leopoldo y merezco respeto", su tono era muy desafiante.
"no te engañes reycito, ambos sabemos que quien dirige este pueblo es Regina, no tienes poder de ningún tipo, a menos que…" paró su discurso, el rey tenía una expresión de asombro en su rostro.
"¿a menos que qué?", su curiosidad se despertó, sabía perfectamente que ya no era el poderoso de siempre, quería escuchar lo que tenía que decir.
"que hagamos una alianza tú y yo, mi magia puede serte muy útil para tus propósitos", no recibió respuesta alguna, solo miró muy atentamente al rey, quien al parecer lo estaba considerando.
"¿qué ganas tú con toda esta bondad?, la magia siempre trae un precio y no estoy dispuesto a pagar nada", su respuesta fue bastante clara, pero ese no era el objetivo un reycito sin corona como él no podía darle lo que necesitaba solo la satisfacción que estaba por sentir.
"arruinarle la vida a mi querida hermanita ya que con magia no pude derrotarla, resultó que mis peores pesadillas se hicieron realidad y la muy bruta es más poderosa que yo", argumentó.
"¿tu hermanita?", preguntó, le había dado detalles, pero le faltaba lo primordial.
"ah, pero que mal educada soy, permíteme presentarme, soy Zelina, La Bruja de Oz y hermana de Regina Mills, La Reina Malvada", hizo una reverencia frente a Leopoldo para hacer más evidente su sarcasmo.
"¿Reina Malvada?", preguntó haciendo un gesto con su frente.
"por lo visto mi reycito, tengo mucho que contarte, pero eso no será ahora, te buscaré para ponerte al tanto de todo, solo tienes que fingir nunca haber escuchado ese nombre", tenía que mantener un comportamiento intachable, le convenía para el bien de sus propios intereses.
"pierde cuidado, socia, fingir es mi especialidad", solo recibió una risa fingida por parte de su nueva aliada, quien desapareció en una nube de humo verde y lo dejó en medio de la calle, tan desorientado como al principio, tendría que volver a preguntarle a los pobladores, lo que detestaba con todo su ser.
La hora de salir del colegio había llegado, esta vez Emma lo esperaba en la salida.
"buenas tardes mamá, ¿me llevarás a la mansión?", le extrañaba su presencia allí, siempre Regina se encargaba de recogerlo cuando era un día de quedarse con ella, estaba confundido.
"así es chico, vamos monta", lo animó, no tenía ninguna otra justificación más que le urgía hablar con su amiga, sabía que estaba corriendo contra el tiempo.
Henry se subió al auto, el camino hacia la mansión fue muy tranquilo y silencioso, cuando llegaron Emma se estacionó justo frente a la entrada, mientras que el adolescente ni había esperado a que el auto se detuviera, se bajó y corrió hasta la puerta para abrirla, enseguida ella lo siguió cerrando la mansión tras su entrada.
"ahora sí me dirás la razón de tu presencia", cuestionó muy curioso el chico, no se le podía mentir, era muy listo.
"necesito conversar con tu mamá", confesó en pleno suspiro de alivio por haber dicho la verdad.
"por lo del abuelo, ¿verdad?", la reacción de su madre adoptiva la noche anterior no le había gustado mucho, por lo que dedujo, que el regreso de su bisabuelo no era una buena noticia para ella.
"eres un chico muy listo, tienes razón", respondió revolviendo el cabello de su hijo.
"¿qué te parece si preparamos una merienda?", propuso Henry, estaba muerto de hambre, necesitaba comer.
"acepto", con una sonrisa de aprobación, ambos se dirigieron a la cocina a preparar algo de comer, mientras esperaban la llegada de Regina, quien no debía tardar.
No podía creer la escena que tuvo que interrumpir, sin dudas, su suegro era un malnacido, ahora con más razón lo odiaba con toda su alma, no era lo mismo escuchar de los labios de Regina, su verdadera cara, que verlo con sus propios ojos, nadie le pondría una mano encima a la mujer que amaba, nadie borraría su bella sonrisa, nadie opacaría su felicidad, él se encargaría de eso, sin duda alguna.
Después del incidente, el temblor del cuerpo de Regina, no había cesado, ni tampoco quería soltarlo, se aferraba a él con una fuerza inesperada, la dejó llorar sin detenerla, su respiración agitada se estrechaba contra su pecho, sabía que tenía que protegerla, que estaba indefensa ante el Rey, que ni su magia la estaba ayudando, que el miedo la estaba superando, temía que si ese desgraciado de su suegro volvía a buscarla, él no estaría para defenderla, todo su ser se estremecía de solo pensarlo. De repente la suave voz de Regina lo hizo reaccionar.
"Gracias", esa palabra salió de sus labios en un sollozo un poco más calmado, pero se sentía muy triste porque no soportaba verla así.
"no tienes nada que agradecerme, me volví loco cuando llegué", no era mentira.
"fue horrible", sentía que no podía articular palabra.
"lo sé, ya no pienses más en eso", dijo dejando un beso protector en su cabeza, el abrazo en el que habían permanecido no terminaba y estaba totalmente encantado por tenerla en sus brazos consolándola, dándole seguridad.
"si no hubieses llegado…", la sintió tragar pesado, sabía que estaba recordando el momento vivido, no quería darle palabras que se las llevaría el viento, por lo que se separó del abrazo, tomó su barbilla en sus manos para que estuviera a su altura y la besó muy lentamente en los labios.
Por un segundo, la inseguridad por devolver ese beso que tanto deseaba, se apoderó de ella, pero sabía que un gesto como ese la terminaría estabilizando por completo, por lo que le devolvió la caricia y pronto sus labios danzaron al mismo ritmo, amaba a David y sus besos la calmaban, era precisamente lo que necesitaba en ese momento, por lo que no quiso que se terminara, si tuviera el poder de detener el tiempo, no lo dudaría ni un solo instante, pero desafortunadamente, no era posible, por lo que tan pronto como comenzó, terminó, dejándola muy ávida por sus caricias y su toque tan tierno.
"¿te sientes mejor?", preguntó David, casi sin desprenderse de sus labios, señal muy clara de que le estaba ocurriendo exactamente lo mismo que a ella.
"gracias a ti", le dijo aprovechando su cercanía.
"¿nos vamos?", esas palabras salieron con una voz de resignación porque sabía que desde el momento en punto que cruzaran la puerta tendrían que actuar con la misma naturalidad de siempre y eso definitivamente no le gustaba para nada, quería ser el dueño de sus días y de sus noches, quería ser el dueño de su vida entera.
"vamos", dijo muy decidida levantándose del sofá que tantos malos recuerdos le traía.
No dijeron otra palabra, ambos salieron de la alcaldía, se montaron en la camioneta de David, quien condujo sin detenerse hasta la mansión, ninguno de los dos pudo evitar darse cuenta de que el auto de Emma estaba estacionado allí, la expresión del rostro de Regina cambió por completo inmediatamente percibió la presencia del auto, sabía perfectamente lo que significaba, actitud que no pasó desapercibida por David, quien tomó su mano antes de que bajara de la camioneta para llamar su atención, sus intensos ojos chocolate enseguida lo miraron como sabiendo lo que seguía.
"no seas tan dura con ella", le pidió acariciando su delicada mano, llevándola a sus labios para dejar un dulce beso, ella sonrió ante su caricia, es que quien único lograba hacerla cambiar de opinión era él, todavía no entendía la razón, pero lo amaba con toda su alma, sentirse calmada ante tan simple gesto, era abrumador y le encantaba.
Un profundo suspiro de resignación por parte de Regina, fue el único sonido que se sintió entre los dos, sus miradas no habían perdido oportunidad de entrelazarse, así que después de pensarlo muy bien, respondió, "no te prometo nada…", sintió cómo las manos de David aplicaban un poquito de fuerza sobre sus nudillos y sin esperar la interrumpió.
"¡Regina!", la reprimió por ser tan extremadamente fuerte.
"muy bien, muy bien, pero solo porque tú me lo pides", definitivamente el príncipe no tenía la menor idea de cómo usar magia, pero con ella, sus trucos eran muy efectivos.
"te vengo a recoger mañana", dijo liberando su mano para que pudiera entrar a la casa.
"¿no irás hasta la puerta conmigo?", le costaba desprenderse.
David no respondió, solo un suspiro de enamorado le dio la confirmación que necesitaba, porque sin pensarlo dos veces, abrió la puerta de su lado de la camioneta y se apresuró para que ella no saliera sin que él pudiera usar sus dotes de Príncipe Encantador al servicio de su reina.
"permítame su majestad", una sonrisa dibujó el rostro de Regina cuando él abrió la puerta y le extendió la mano para ayudarla a salir de la camioneta, la tomó muy gustosa y se paró justo frente a él, solo tenía que inclinarse un poquito para que sus labios pudieran besarse nuevamente, cuánto deseaba tener ese tipo de gestos con ella frente a todos, su mente lo traicionó y sin darse cuenta Regina se le había adelantado para entrar a la mansión, solo que cuando él no la siguió, se detuvo a mitad de camino, entendió perfectamente y pronto caminaban uno del lado del otro sin dejar de mirarse intensamente como queriéndose devorar mutuamente.
Sin abrir mucho la puerta, Regina se volteó para tener a David frente a frente, se había quedado con ganas de besarlo cuando se bajó de la camioneta, pero ahora que estaban en su casa, no perdería la oportunidad, al parecer su repentino movimiento fue interpretado muy bien por David quien no perdió el tiempo y la sostuvo por la cintura fundiendo sus cuerpos en uno, todavía sostenía la puerta, estaba disfrutando ese momento mucho.
David sabía que era zona de peligro, pero a Regina le encantaba estar al límite y él amaba complacerla, además, mentía si decía que no lo disfrutaba también, sus labios estuvieron a nada de besarse cuando la voz de Henry los sobresaltó a los dos.
"¡MAMÁ!", de inmediato sus ojos lo dijeron todo, solo pudo besar su mano y la colocó en los labios de Regina para dar media vuelta e irse, su corazón palpitaba a mil por la adrenalina, solo sintió cómo ella cerraba la puerta sin que nadie advirtiera su presencia, así que aprovechó la oportunidad, se apresuró para llegar hasta la camioneta y condujo hasta el departamento.
Tuvo que moverse con mucha rapidez, ese momento de peligro había sido intenso por lo que al cerrar la puerta, se recostó muy suavemente para soltar un suspiro de alivio antes de responderle a su hijo quien al parecer la había llamado desde la cocina.
Solo instantes duró su recuperación, porque al ver que no respondía Henry salió de la cocina seguido por Emma, quien traía uno de sus delantales puestos, no pudo evitar reír ante su figura y de paso soltar uno de sus comentarios característicos.
"te queda muy bien mi delantal Swan", sus palabras estaban llenas de sarcasmo, pero al parecer era lo que necesitaban, porque ambos rieron ante su comentario y de paso ella los siguió.
"hicimos merienda, ¿tienes hambre?", preguntó Henry entre risas que todavía dibujaban su rostro, amaba con todo el corazón a su hijo.
"no estaría mal", solo respondió y los tres caminaron hasta la cocina, merendaron, hicieron bromas y disfrutaron el momento, hasta que Henry mencionó que debía hacer sus tareas del colegio y las dejó completamente solas en el comedor.
"Regina yo quería que habláramos", cuando se aseguró que Henry no las escucharía, no quiso perder más tiempo.
"Emma, no estoy de ánimo para hablar del tema", le dijo la verdad, con los sucesos de las últimas veinticuatro horas, lo menos que quería era recordar que por su culpa, su marido había regresado del pasado, si es que quería continuar con su relación de amistad como hasta ahora, era mejor que esperara para hablar en otro momento.
"entiendo Regina, solo quería que me disculparas", no iba a presionar el tema, pero debía decirlo, al no escuchar respuesta por parte de su amiga, continuó, quería ablandar su corazón, "no quiero que nuestra amistad termine", además de haber llegado al consenso de establecer buenas relaciones para que Henry no se viera afectado, le había tomado aprecio y la había comenzado a conocer mucho mejor, no quería retroceder el camino avanzado.
"tampoco quiero eso Emma", fue su respuesta, solo que no diría más.
"con eso me basta, ahora debo irme", la vio alejarse hasta la salida, ni siquiera atinó a acompañarla, conocía perfectamente el camino.
Neal la había dejado dormir toda la tarde, después del almuerzo tan ameno con su padre, al levantarse lo encontró leyendo un libro, sentado en el sofá, dedujo que había pasado la tarde entera allí mientras ella descansaba con su bebé.
"¿descansaste hija?", le preguntó inmediatamente la vio acercarse.
"muy bien", nunca se había sentido tan cansada.
"me alegro mucho", desvió su atención del libro para regalarle una sonrisa muy paternal.
"preparemos una merienda y continuaré contándote todos los detalles", propuso Blanca y Leopoldo se levantó del sofá para ayudarla con Neal.
Por suerte la merienda no demoró mucho, estaba hambriento, debido a la caminata, solo que ese detalle lo omitiría, se sentaron a la mesa y su hija le contó con lujo de detalle todo lo que estaba ocurriendo, su sangre hirvió por todo su cuerpo, sus deseos de hacerle daño a Regina se multiplicaron al saber aquella historia, que aunque de los propios labios de su hija estaba escuchando que le dio otra oportunidad como familia, no podía concebir que le hubiese hecho tanto mal, de pronto su paciencia lo superó.
"¡ahora yo estoy aquí mi princesa, esa Reina Malvada va a pagar cada uno de sus crímenes!", exclamó con su voz llena de odio y rencor, ahora con mucho gusto estaría coludido con la Bruja de Oz y harían un plan infalible para hacerla sufrir mucho.
"¡Buenas tardes!", la voz de David se hizo sentir en todo el departamento, había entrado silenciosamente y al darse cuenta de la conversación, decidió no interrumpir hasta el momento preciso.
"Neal llegó tu papi", dijo Blanca con una vocecita de bebé.
"Buenas tardes hijo, todo bien en el trabajo", ya estaba enterado del trabajo que realizaba, además la molestia con que saludó, era muy perceptible, debía actuar, padre de familia y Rey honesto y amoroso.
"creo que Neal necesita un cambio de pañal", dijo Blanca parándose rápidamente, dejó un beso en los labios de David y se fue de la escena dejándolos muy solos.
"escúchame bien lo que te diré, porque no pienso repetirlo", comenzó David con claras intenciones de agarrar a su suegro por el cuello y dejarlo sin aire, pero ni siquiera alzó su tono de voz ni se exaltó, no era necesario, lo que diría no lo requería.
"el Príncipe Pastor defensor de las damiselas en peligro", estaba provocándolo para que perdiera el juicio delante de su hija, pero no salió airoso en ese intento, solo vio que los ojos azules de David se incendiaron como nunca había visto a alguien demostrar su furia, por lo que siguió provocándolo, un poquito de paciencia lo llevaría al punto exacto donde quería estar, "Regina es de todo menos una damiselita desamparada", esa ironía estuvo acompañada por una risita burlona, creía que con eso era suficiente para quebrar al príncipe, pero tampoco logró nada.
"no cederé ante tus provocaciones, solo te advierto, no se te ocurra volver a ponerle un dedo encima a Regina, te estoy vigilando de cerca", claramente lo amenazó, quiso responderle, solo que Blanca los interrumpió.
"listo", el pequeño estaba más que limpio, entonces David lo tomó en sus brazos, para darle muchos mimos, lo que le facilitó comenzar a preparar la cena, no demoró mucho y Emma hizo también su entrada en el departamento, todos comieron en familia, sorprendentemente, no se dieron cuenta que se había hecho tarde, por lo que se fueron a dormir hasta el otro día que comenzarían con su rutina nuevamente.
Dos semanas pasaron después del regreso de Leopoldo del pasado, todo seguía como hasta el momento, Blanca tratando de complacer a su padre en todo, su bebé le impedía un poco salir, pero no le molestaba, los días en compañía de su padre pasaban volando, Emma había logrado reestablecer su situación con Regina, no sabía si tenía que agradecerle a alguien por el milagro, pero estaba muy contenta y no desaprovecharía la oportunidad, su relación con Killian avanzaba un poco lento, por lo de la muerte del padre de Henry, pero con tan buena suerte, el pirata le tenía paciencia y ella poco a poco se estaba dando cuenta de que lo amaba, solo que tenía mucho miedo, David seguía protegiendo a Regina, la llevaba y la recogía de la alcaldía, estaban tratando de no tener mucho roce amoroso, pero de vez en cuando le robaba un par de besos furtivos que los hacía estremecer a ambos, por suerte a Leopoldo no se le había ocurrido hacer otro intento por molestarla y ella lo agradecía profundamente.
Esa mañana Leopoldo había recibido un mensaje de Zelina para comenzar a ejecutar su plan, lo estaba esperando cerca del departamento y solo tuvo que fingir ir a dar un paseo por el pueblo para no levantar sospechas.
"muy puntual su majestad", bromeó Zelina sin saludar.
"no hay tiempo que perder necesito que me lleves a un lugar y por el camino te cuento mis planes", le dijo intentando caminar, pero Zelina lo detuvo con una mirada de asombro, si ella tenía magia, no había necesidad de caminar, era ilógico.
"dime ¿dónde quieres ir?", ofreció muy gustosa.
"al manicomio", Zelina entendió perfectamente la orden y los teletransportó exactamente dónde quería, al llegar, la sonrisa de Leopoldo era incomparable, por el camino, Zelina abrió cada puerta con su magia, hasta que llegaron a una en especial.
"te concedo los honores, por favor", hizo un gesto con sus manos para que Zelina hiciera su truco el que todavía no entendía, pero el que le estaba siendo de más utilidad de la que pensaba, cuando la puerta quedó completamente abierta ante sus ojos, no esperó y entró de inmediato.
"¡Leopoldo!", una voz muy conocida exclamó su nombre.
"Albert Spencer o mejor dicho Rey Jorge", lo llamó por ambos nombres, ahora sí no existían dudas de que el Rey Leopoldo estaba completamente enterado de todos los detalles de lo que ocurría en Storybrooke.
"amigo mío", estaba un poco sorprendido, pero no perdió el tiempo para darle un abrazo fraternal a su amigo.
"dense prisa que no podemos levantar sospechas", gruñó Zelina, no era el momento para muestras de cariño.
"bienvenido a la vida nuevamente Jorge", dijo Leopoldo apartándose del abrazo con su amigo.
"¿quién eres bonita?", coqueteó Jorge ganándose una mirada asesina por parte de Zelina.
"es nuestra aliada, ahora vamos, debemos conversar", dijo sin más para que Zelina los sacara de ahí, los llevó directo a la cabaña donde se escondía y ahí conversaron largo y tendido.
Llegaron a la oficina de la alcaldía, ese día Regina no había hablado por todo el camino, no sabía el motivo, pero la notaba cansada y agotada, como con falta de sueño, la curiosidad lo estaba matando, por lo que no esperó para hacerle un interrogatorio.
"Regina, ¿te sientes bien?", su pregunta la tomó por sorpresa, estaba desactivando las alarmas de la oficina y de inmediato lo miró muy extrañada.
"estoy muy bien", respondió, aunque sabía que en los últimos días había sufrido de insomnio y no tenía ganas de comer, además de que el dolor de cabeza no desaparecía, se sentía agotada, pero no quería preocuparlo, al parecer no tuvo mucho éxito con su objetivo.
"no quedé muy satisfecho con esa respuesta", dijo con toda su honestidad y muy serio, pero de inmediato tuvo a Regina encima sorprendiéndolo con un beso, aunque le parecía rara su actitud no negaba que la extrañaba demasiado, así que no se privó de responder y disfrutar de tan dulce beso de la mujer que amaba.
Las circunstancias se pasaron de un simple dulce beso, al punto de que sus cuerpos se habían encendido como llamas ardientes, siempre ocurría cada vez que estaban juntos, pero esta vez sus deseos y su necesidad de un contacto amoroso se hicieron presentes más rápido que nunca.
"te extraño", dijo David sin despegar sus labios de los de Regina, quien no tardó en responder.
"demuéstramelo", dijo en un susurro el que David interpretó de inmediato, la cargó en sus brazos y comenzó a llevarla hacia el sofá, mientras caminaba sintió que la magia de Regina cerraba la oficina y los protegía de ser escuchados, esa era su señal, no esperó más y comenzó a despojarla de su bello atuendo, el que lucía muy bien en su cuerpo, pero definitivamente en ese momento estaba de más, los besos de Regina le estaban nublando el juicio y es que así era como se sentía cada vez que ella lo dejaba amarla, por lo que se tomó todo su tiempo como siempre, no había que apresurarse, entre besos, caricias, risas, pasaron la mañana amándose mutuamente en la oficina de la alcaldía.
