(N/A) Fairy Tail y co. le pertenece a Hiro Mashima. La historia es MIA y sólo se publicará en FanFiction. Queda PROHIBIDA cualquier tipo de reproducción.
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Capítulo III
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7 de julio. Magnolia
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¿Cuán difícil era ser una mujer? Suspirando cansada, observó la imponente fachada estilo de moderno art deco del exclusivo club nocturno, intentando olvidar las últimas tediosas 24 horas.
Ultear le había escrito aquella tarde, para invitarla a un festejo privado del bufete de abogados donde trabajaba, por su aniversario de fundación. Decidida a aprovechar la oportunidad para salir de su aburrido departamento -ya que aún estaba desempleada-, aceptó la invitación sin medir realmente las consecuencias. Sólo fue cuando la pelinegra le aseguró que no se trataba de un evento formal, que se percató que no tenía nada apropiado para salir siendo una mujer ni mucho menos una idea que debía usar.
Sin saber a qué otra mujer recurrir para pedir ayuda, tomó su bolso -el único que había accedido a comprar en su primera y única incursión por indumentaria femenina- y se dirigió a toda prisa al centro comercial. Una vez allí, visitó varios locales, abrumada por la variedad de opciones, hasta que se topó con un vestido negro que le pareció perfecto. Satisfecha, caminó resuelta hacia el mostrador donde estaba la cajera.
-Si desea, tenemos unos zapatos que combinan fantástico con ese vestido- le aseguró la amable empleada.
Nerviosa, descubrió que también necesitaba un calzado adecuado, por lo que aceptó vehementemente su ofrecimiento. Minutos después, admiraba con temor y respeto aquellos altos zapatos que prometía ser una verdadera tortura para sus torpes pies acostumbrados a usar tenis deportivos. Sin mencionar que también había comprado una diminuta cartera a juego, que parecía más bien una funda para su nuevo teléfono móvil.
Frustrada por el nuevo nivel de dificultad que requería la misión, siguió vagando por el enorme mall hasta que se detuvo en un lujoso salón de belleza llamado Zodiaco, el cual llamó su atención ¿Su cabello estaba bien? Confundida por la nueva incógnita, entró siguiendo el impulso de su inseguridad. Si las tiendas para mujeres le habían parecido un lugar intimidante, aquel amplio y luminoso lugar repleto de espejos le generó aún más ansiedad y malestar, completamente fuera de su zona de confort. Su aspecto relajado, desalineado y despreocupado resaltaba en la pequeña multitud de hermosas clientas siendo atendidas como reinas imperiales por los profesionales de minimalista pero chic uniforme negro.
-Buenos días- la saludó una risueña joven de rizado cabello rosado detrás del elegante mostrador- ¿En qué podemos ayudarla?
-Yo… tengo un evento esta noche- le explicó nerviosa, sintiendo como sus niveles de agitación se disparaban aún más- No estoy segura… es decir, no sé qu…
-¿Desea nuestro asesoramiento?- sus ojos parpadearon velozmente, con un dejo de ilusión en ellos.
-Eh… ¿Si…?- atinó a responder, extrañada e intimidada por la brillante emoción en su reacción. Su lado masculino gritaba, por alguna razón, que estaba en peligro.
-Perfecto- sonrió más ampliamente, juntando sus manos en forma de rezo cerca de su mejilla izquierda- Nuestro salón cuenta con servicio de peluquería, maquillaje profesional, manicura y pedicura, depilación, masajes y tratamientos estéticos… Por lo pronto ¿Desea iniciar con su cabello?
Juvia asintió con velocidad, intentando retener en su cabeza todo lo que había nombrado la joven especialista. Después de presentarse como Aries, la pelirrosa la guió hacia el sector principal donde se encontraban los característicos y cómodos sillones de cuero negro, solicitando que aguardara en uno hasta que llamara a Cáncer, el dueño de aquel prestigioso local, quien se especializaba en corte y color.
Afortunadamente para sus alterados nervios, el carácter relajado y tranquilo del estilista terminó por relajarla. El elegante hombre le explicó con calma y amabilidad las opciones por las que podía optar, mientras estudiaba su larga cabellera aguamarina. Decidió seguir su consejo y no hacer un cambio demasiado drástico, ya que, según su criterio de experto, su cabello ya era perfecto por su fuerza, largo y brillo. Agradecida al saberse poseedora de un rasgo muy codiciado por las mujeres en general, le dio vía libre.
Una vez que Cáncer comenzó con su trabajo en silencio, Aries apareció nuevamente y le ofreció arreglar las uñas de sus manos después de darle un café expreso. Minutos más tarde, comprendió porqué las mujeres amaban asistir a lugares como esos para relajarse, compartiendo la sensación de ser tratada como una emperatriz. Aries, quien la divertía con una charla sobre las últimas tendencias -las cuales desconocía-, le presentó a la sofisticada Piscis, la hermosa experta en maquillaje profesional quién alabó sus perfectas facciones, tersa piel blanca inmaculada y sus largas pestañas, las cuales juraba que parecían postizas por su copiosa cantidad y tonalidad negra. Finalmente, Piscis le suplicó -casi como una niña pequeña- que se entregara también a sus manos, para un make up adecuado con la ropa que había adquirido anteriormente.
Dos horas después, admiró en el luminoso y amplio espejo a la persona que le devolvía el reflejo. Su cabello azul estaba sedoso y brillante, ligeramente rizado en las puntas, dándole una apariencia de princesa clásica. El complejo maquillaje ahora resaltaba aún más sus ojos, como si fueran dos zafiros resplandecientes enmarcados en un contorno negro, lo que le recordaba a la mirada de un sensual felino. Para completar la transformación, sus uñas destacaban en un brillante y profundo tono rojo pasión, que resaltaba el tono marfil de sus pequeñas manos. Fue entonces cuando admitió para sí misma que las mujeres eran guardianas de un sofisticado arte a la hora de la seducción, extremadamente complicado de aprender en solo unas pocas horas.
Todos a su alrededor alababan cariñosamente su belleza, satisfechos por el resultado de haber pulido un diamante en bruto. Un poco más segura de sí misma, se despidió de todos con una sonrisa sincera, agradecida por las maravillosas horas que le habían regalado con su cálido trato. Prometiendo volver en otra ocasión, se marchó velozmente al percatarse que el tiempo comenzaba a agotarse.
Una vez en su apartamento y decidida a terminar con aquel reto personal, se colocó los altos zapatos negros con detalles en un brillante color oro y practicó la tortuosa destreza de caminar con ellos. Una hora después, cerca del horario en que debía salir, ya se sentía un poco más segura de sus pasos, aunque no dejaba de parecer un cervatillo recién nacido y sus pies estaban completamente entumecidos. Resignada, se colocó el apretado vestido corto de cuello halter -palabras de la vendedora- con un importante escote en la parte trasera que lucía completamente su espalda.
Respirando profundamente, avanzó a paso lento hacia la entrada. El corpulento e intimidante hombre de seguridad consultó su nombre y la dejó entrar sin mayores inconvenientes después de revisar la lista y verificar su identificación, lo que le resultó asombrosamente sencillo, robándole una sonrisa triunfal ¡Jamás había sido tan fácil entrar a un club nocturno tan exclusivo!
El ambiente cargado de humo y tenues luces le dio la bienvenida, deslumbrándola por su costosa decoración. Distraída por un instante de su misión, detalló aquel lugar que destilaba lujo por cada rincón que sus ojos admiraban, desde sus opulentos suelos de madera pulida, los sofisticados sillones aterciopelados, los paneles que dividían algunas áreas con un patrón de influencia árabe. Cada detalle en color dorado resplandecía como si de oro verdadero se tratara, mientras un sinfín de luces de tono cálido simulaban estrellas contra el oscuro fondo del techo. Siguiendo el estilo faustoso del club, las personas a su alrededor seguían el mismo patrón de distinción y sofisticación, por lo que agradeció mentalmente el esfuerzo invertido aquella misma tarde.
Sin saber bien dónde podía estar Ultear, bajó lentamente las escaleras para dirigirse hacia la magnífica barra que dominaba la pared principal del club, admirando la vasta colección de bebidas alcohólicas que exhibía la pared espejada tras esta. Sin perder tiempo, le solicitó al atractivo bartender un whisky con hielo. Tal exclusivo era todo, que no pudo evitar admirar el fino cristal tallado del vaso cuando el joven lo deslizó delicadamente hacia ella.
-No es común ver a una dama con ese tipo de elección- le aseguró galante un sujeto a su lado, sonriéndole con clara actitud de consagrado depredador.
Su nuevo admirador parecía recién salido de una agencia de modelos, tal como la exclusiva clientela del local. Poseía una sonrisa perfectamente blanca, que combinaba con su piel bronceada y su cabello rubio de tono veraniego. A pesar de su rostro de juventud, llevaba un elegante atuendo en tonos oscuros que demostraba que gozaba de un importante poder adquisitivo.
-No soy una mujer promedio- le respondió sin interés, llevando el delicado vaso a sus carnosos labios.
-Es la primera vez que te veo por aquí- continuó sin darse por vencido, a pesar del tajante desinterés de la fémina.
-Que observador- lo felicitó con marcado aburrimiento, contemplando el licor ámbar mecerse ante el suave movimiento de su mano.
-¿Buscas algo en particular?- interrogó mientras rompía la distancia, llevando descaradamente una de sus manos a su estrecha cintura, rozando la piel de su espalda.
Aquel toque la sorprendió por una ligera fracción de segundos. Intentó disimular su traicionera reacción ocultando su rostro, bebiendo nuevamente de su trago. Aunque como hombre nunca se había negado a un movimiento osado, en aquel momento la experta seducción del rubio la puso alerta, indicándole que debía terminar con ello lo más rápido posible si no deseaba caer la tentadora oferta.
-Mujeres- le respondió con una sonrisa burlona, mientras quitaba su mano con arrogante delicadeza.
Girando la cabeza con la gracia de una actriz dramática, enfocó su mirada en la hermosa mujer que también estaba en la barra, hablando con sus amigas a sólo unos metros de distancia. Un poco más baja que ella, delgada y de una sensual cabellera larga lisa, poseía una delicada belleza de muñeca. Tales características eran las que siempre había seccionado como Juvian en una salida del pasado.
Decidió en ese instante que debía intentar ligar con ella, demostrarse a sí misma que aquel sujeto no la había afectado en lo más mínimo y que seguía con los mismos gustos y preferencias. Sin mencionar que sería divertido sentir la compañía de una mujer, atrapado en el cuerpo de una.
Nunca había sido cerrado a experiencias nuevas y aquella era la oportunidad perfecta. Dispuesta a acorralar a su víctima, sonrió abiertamente seductora rozando el cristal del vaso con sus labios mientras cerraba la distancia, cuando sintió una mano en su hombro que interrumpió su recorrido.
-Juvia- la llamó entusiasmada Ultear.
Sin poder evitarlo, admiró a la perfecta mujer que la saludaba con tranquilo afecto. Aunque la pelinegra llevaba un vestido estilo Jackie Kennedy color blanco muy profesional, todo en ella gritaba sexualidad e hipnotismo con una naturalidad casi increíble. Por un momento, Juvia se quedó sin habla mientras contemplaba la perfección hecha mujer. Sin embargo, en vez de sentir la atracción de antaño, experimentó una inusitada sensación de inseguridad y nerviosismo recorrer todo su menudo cuerpo.
-Que bueno que llegaste ¡Te ves tan hermosa!- sonrió la pelinegra mientras encerraba entre sus manos las de ella- Vamos. Hay muchas personas a las que quiero presentarte.
Sin permitirle decir demasiado, Ultear tiró de la peliazul hacia las escaleras que llevaban a la zona más exclusiva y de acceso restringido del club nocturno. Si mantener la dignidad a paso lento había sido difícil, seguir el paso de la pelinegra con esos satánicos zapatos había sido una aventura épica, de la cual no estaba completamente convencida de haber superado con altura.
Una vez en la exclusiva sección del piso superior, apreció el elegante mobiliario y otra barra, aunque más pequeña, repleta de costosas botellas de bebidas de todo el mundo. Sin perder tiempo, Ultear le prestó a la mayoría de los allí presentes, de distintas edades y personalidades. Pronto se encontró en una agradable conversación con la simpática asistente de la pelinegra, Meredy, y Jellal Fernandes, el abogado principal del bufete.
Casi una hora después, decidió que necesitaba nuevamente reabastecer su bebida. Se disculpó con ellos, se dirigió hacia la barra dispuesta a ordenar nuevamente whisky. Esperó pacientemente a que el bartender estuviera libre, mientras admiraba las variadas formas y tamaños de las botellas expuestas.
-¿Puedo invitarla?- consultó gentilmente un pelinegro a su lado.
Observó detenidamente al espectacular hombre que la estudiaba con una mirada galante pero relajada. Sus fríos ojos celestes estudiaban su rostro con una agudeza que nunca había sentido en toda su vida, mientras sus facciones permanecían inmutables como el granito. Su cabello negro estaba perfectamente alistado en una coleta y su imponente cuerpo llevaba un traje que se notaba era confeccionado a medida por un sastre, de la mejor calidad. Por alguna razón que no pudo comprender, se quedó súbitamente sin palabras, por lo que el bartender acató el pedido que le dirigió aquel enigmático hombre.
-No tengo el gusto de conocerla- señaló con una sonrisa blanca que le resultó ciertamente hechizante- Mi nombre es Deliora Devil.
-Juvia Lockser- respondió como autómata, aún esclava de su seductor encantamiento.
Su nombre le resultaba terriblemente familiar, pero su mente no lograba descifrar porque sentía que ya había oído nombrar a aquel sujeto en el pasado. Lo normal sería que un hombre con su arrebatadora presencia sería definitivamente difícil de olvidar.
-¿Trabaja para Fernandes, señorita Lockser?- consultó con su profunda voz, mientras llevaba su vaso de whisky a sus labios, lentamente.
-No, soy amiga de una de las socias del bufete- explicó simplemente cuando recuperó completamente el habla, mirando detenidamente sobre la barra el vaso con su bebida intacta- ¿Usted?
-No, solo soy un invitado más- soltó una cálida risa, que le regaló un ligero escalofrío.
En ese instante, percibió una cálida mano que se posaba peligrosamente sobre la piel de su espalda baja, provocando una súbita descarga eléctrica que recorrió toda su espina como si un rayo la hubiese golpeado repentinamente. Sorprendida, ya que pensaba que se trataba de su nuevo acompañante, elevó la mirada para toparse con la imponente presencia de su mejor amigo. Vistiendo una simple pero elegante camisa blanca sin terminar de abotonar, unos elegantes pantalones negros y zapatos oxfords lisos, aquella noche había optado por peinar su abundante cabello medianoche hacia atrás, resaltando aún más sus atractivos rasgos y fuerte complexión. Sin quitar en ningún momento su posesivo agarre, Gray los observaba en silencio con su fría mirada gris.
-Juvia, te estuve buscando- Gray se colocó a su par, interponiendo su cuerpo con el señor Devil.
Sin decir nada más, Deliora sonrió ligeramente con sus labios finos y se retiró de la barra con su natural elegancia, dejándolos ahora solos. Soltando el aire pesadamente, su mejor amigo dirigió su mirada completamente hacia ella, recorriendo su cuerpo como un águila que estudiaba la situación.
-¿Qué haces aquí?- consultó molesta Juvia, retrocediendo un paso para alejarse de aquella mano que comenzaba a quemar- No sabía que Ultear te había invitado.
-Pensé que querías escapar- se encogió de hombros, recargándose sobre la barra con desinteresada pero elegante actitud, logrando que su camisa destacase aún más su musculoso torso- Debe ser muy tedioso tener que soportar que todos los hombres se te acerquen.
-Si, es molesto- aceptó intentando sonar convincente.
Pero sin poder evitarlo, buscó disimuladamente a Deliora entre la multitud. Cuando cruzaron nuevamente miradas, el misterioso hombre le devolvió una sonrisa taimada aún a pesar de encontrarse hablando con otras personas.
-Estuve una hora en la maldita puerta hasta que me dejaron entrar, aun cuando estaba en la lista de invitados- bufó irritado mientras ordenaba su bebida, para luego dirigir nuevamente su mirada sobre ella, con filoso detenimiento- Por cierto, te ves bien. El vestido te queda.
Le regaló una mirada de extrañamiento, sorprendida por el inesperado halago. Gray no era una persona que adulara gratuitamente, por lo que se sentía un poco incómoda con sus palabras. No obstante, dejó pasar ello, ya que su nueva condición parecía ser más susceptible ante la atención masculina. Su confiada y positiva apreciación personal -como Juvian- se había esfumado, aun cuando aquella había sido una cualidad tenazmente trabajada por años.
-Dejando fuera a Ul ¿Ya elegiste a una presa para tus fantasías lésbicas?- continuó Gray, evidentemente inconsciente de sus divagaciones.
-Tengo algunas mujeres en la mira- mintió con soberbia, girando en su lugar para observar a las allí reunidas- Esa rubia de vestido color vino tinto parece muy candente.
-¿Harás algún movimiento esta noche?- interrogó, ahora divertido, mientras observaba a Ultear caminando hacia ellos.
-Lo estoy pensando aún- respondió sin demasiado entusiasmo, para luego girar a saludar a la pelinegra con una sonrisa y caminar hacia la rubia que había señalado anteriormente.
Una hora más tarde, sonrió complacida al comprobar que su elección, la abogada especialista en herencias, Dimaria Chronos, era completamente receptiva a su galanteo. Satisfecha por su primer triunfo con aquel nuevo cuerpo, le sugirió si deseaba que fueran a algún lugar más privado. Dimaria aceptó con una sonrisa felina de agrado, ya que estaba acostumbrada a ser ella la que daba el primer paso y aquel cambio de roles le resultaba excitante. Sin decir nada, la rubia le entregó una servilleta de papel donde había anotado su dirección y se retiró. A continuación, Juvia caminó hacia donde se encontraba Gray conversando melosamente con Ultear, quien no perdía el tiempo en acariciar su cabello negro.
-La pasé muy bien, pero ya me retiro- se despidió manteniendo la distancia para no incomodar a la pareja. Aunque ya había renunciado a la idea de estar con Ultear, la escena no le resultaba cómoda de observar.
-Espero que la hayas pasado bien- le sonrió con cariño la pelinegra- Te llamaré en la semana, así vamos de compras.
-¿Te vas sola?- consultó preocupado Gray, ya que no veía por ninguna parte a la rubia con la que había estado su mejor amigo.
-Si, pero no pienso pasar la noche sin compañía- río descarada, guiñando uno de sus ojos azules- Adiós.
Se retiró elegantemente hacia las escaleras, sin permitirle mayores réplicas a Gray. Su mejor amigo debía aprender a confiar que podía cuidarse sola.
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8 de julio. Magnolia
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Despertó sintiendo todo su cuerpo liviano, cubierto solo por unas delicadas sábanas de seda color crema. Para su sorpresa, se encontraba sola en aquella cama matrimonial ajena. Decidió que su ardiente noche anterior había estado bastante bien, pero que no deseaba mantener algo estable con la ardiente Dimaria.
Se apresuró en vestirse nuevamente con su elegante atuendo de la noche anterior y miró con repulsión aquellos zapatos que habían lastimado sus pies, dejando dolorosas ampollas. Sin más opción, se los colocó con disgusto y se dirigió hacia donde suponía estaba la cocina en aquella casa. Allí, Dimaria permanecía leyendo en absoluto silencio unos documentos legales mientras bebía una taza de café en su desayunador. Al descubrirla, le regaló una sonrisa simple y le ofreció amablemente si deseaba desayunar.
-Gracias, pero no- respondió Juvia, aun intentando controlar su altivo cabello revuelto- Tengo que atender pendientes.
Dimaria aceptó sin decir nada más y le entregó una de sus tarjetas de presentación, recordándole que podían verse en otra ocasión. Con una sonrisa suave, Juvia recibió la tarjeta y le dio un ligero beso en los labios de despedida.
En lugar de tomar un taxi, decidió caminar hasta su hogar aún a pesar de sus doloridos pies, ya que necesitaba ordenar sus pensamientos. La experiencia con la rubia abogada había sido excitante, pero tenía más que ver con la novedad que con algo que la satisficiera completamente. No había alcanzado los mismos resultados satisfactorios que cuando era hombre, aun cuando la respuesta de su cuerpo femenino había sido sumamente sorprendente e intensa. Como mujer, era mucho más sensible a los estímulos de otro ser humano, pero por alguna razón que desconocía no se sentía completamente plena, como en el pasado. Quizás lo que necesitaba era más práctica, con otras mujeres, hasta descubrir que era lo que prefería ese nuevo cuerpo. Por otra parte, el misterioso Deliora seguía apareciendo en su mente, como una canción pegajosa difícil de ignorar. Sin duda, era un hombre hipnótico que sabía despertar la curiosidad en el sexo femenino. De lo que no estaba segura era de si dicha curiosidad era igual de peligrosa que la mirada seductora de aquel hombre.
Detuvo su andar cuando el semáforo de aquella esquina cambió para dar paso a los vehículos. Estaba tan abstraída en sus pensamientos que no se percató del sujeto que estaba tras ella hasta que invadió demasiado su espacio personal. Extrañada, le dirigió una mirada de hostil curiosidad al desconocido. Aquel hombre moreno y corpulento le devolvió una mirada que automáticamente volvió su piel de gallina, acompañado de un mal presentimiento que no sabía explicar con palabras. En sus ojos podía leer una expresión lasciva y desagradable mientras recorría su cuerpo con cierta impunidad. Dando un paso hacia adelante, decidió ignorarlo como si fuera un ser insignificante, enfocando nuevamente su atención al cruce peatonal.
-¿Quién diría que iba a encontrar una cosa tan linda en la mañana?- le susurró tras su oreja, violando nuevamente su espacio personal.
Su cerebro se congeló. ¿Cosa? ¿Aquel imbécil le había dicho "cosa"? Una oleada de furia la invadió completamente, haciendo frente a aquel descarado idiota. Imitando su anterior comportamiento, lo recorrió con su mirada de pies a cabeza, mientras se cruzaba de brazos.
-¿Quién diría que iba a encontrar un detestable imbécil tan temprano en la mañana?- le devolvió soberbia, escupiendo cada una de sus palabras venenosamente.
Decidida a que había consumido demasiado de su tiempo, se giró dispuesta a cruzar la calle, ya que los vehículos se habían detenido, pero el sujeto decidió tomar su brazo de un violento movimiento.
-Escuchame bien, maldita zorra…- comenzó, notablemente molesto.
-Suéltala inmediatamente.
Sorprendida por la dominante y familiar voz, Juvia apreció con alivio a un furioso Gajeel, quien se encontraba a sólo un metro de distancia, llevando una bolsa de víveres en su brazo derecho. Su hostilidad se marcaba en cada una de sus facciones, especialmente en la tensión de su cuello. Agradeció a los cielos, ya que su amigo tenía una presencia extremadamente intimidante cuando estaba molesto, sin mencionar su disuasiva altura y robusto cuerpo producto del riguroso entrenamiento.
Cómo era de esperarse, el hombre soltó automáticamente a Juvia, consciente de que no saldría vivo de la situación si no retrocedía al instante. Tan patético como había aparecido, se retiró con prisa sin decir nada más.
-Gracias- respondió con sinceridad, frotando su ahora dolorido brazo.
Aunque le hiriese reconocer el hecho de que no hubiera podido defenderse físicamente del detestable imbécil, también estaba aliviada por su protección. Ser mujer era mucho más complicado de lo que había imaginado alguna vez, por lo que debía pensar seriamente en comenzar a entrenar su cuerpo y aprender algún método de autodefensa.
-Hubiera deseado darle un buen puñetazo en la cara- le aseguró frustrada, soltando el aire con pesadez- Pero creo que no hubiese ganado la batalla.
-Me alegra haber sido de ayuda. La próxima vez, apunta directo a los testículos… como cuando amenazaste a Natsu- le aconsejó sonriendo, mientras palmeaba su cabeza como una niña pequeña- Vamos, te acompañaré a casa.
Aquel gesto paternal podría haber sido molesto de cualquier otra persona, pero viniendo de su tosco amigo lo recibió como una caricia agradable. Caminaron en silencio la mayor parte del trayecto, aunque Juvia podía percibir que deseaba preguntarle algo. Sólo fue cuando llegaron a la puerta de su edificio departamental que el pelinegro pareció tomar el suficiente coraje como para hablar.
-¿Crees que Juvian está molesto conmigo?- consultó sin mirarla, con la mandíbula tensa, mientras su mano libre se apretaba fuertemente hasta dejar sus nudillos blancos.
-¿Por qué piensas eso…?- interrogó desorientada, dejando ver su sorpresa por aquellas palabras.
-Entiendo que haya deseado irse… Todo el asunto de Ultear fue más de lo que pudo manejar- reconoció con voz cansada, liberando la tensión que había dominado su cuerpo y dando paso a una expresión de pesar- Pero no comprendo porque no se despidió. Quizás sintió que no lo apoyé demasiado…
-Gajeel, no pienses de esa manera- lo consoló con una tierna sonrisa, mientras acariciaba su brazo libre intentando transmitir consuelo- Estoy segura que sólo necesitaba un tiempo a solas.
-Gray manejó mal este problema- decretó tajante, nuevamente molesto.
-Es probable- aceptó aún sonriendo con dulzura- Gray parece del tipo orgulloso… Creo que Juvian tomó distancia para que el problema no fuera más grave. Después de todo, una mujer no debería ser la causa del fin de una amistad tan larga.
Gajeel le devolvió una sonrisa cansada pero sincera, aceptando sus palabras completamente. La observó detenidamente por unos instantes, estudiando sus ojos azules como si el tiempo no importara. La comodidad que sentía frente a esa mujer le era extraña, pero sumamente agradable.
-De verdad me caes bien, mujer- admitió, riendo ahora relajado- Ahora entiendo porque Juvian te tiene gran confianza a pesar de que se conocieron hace poco tiempo.
Aquella afirmación tomó por sorpresa a Juvia, quien no supo qué contestar. Aprovechando ello, el pelinegro se despidió sin más y se marchó aun sonriendo.
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11 de julio. Magnolia
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Aquella mañana había despertado llena de energía, movida por el entusiasmo. La noche anterior había escrito a Gray para que comenzaran a entrenar juntos. Al principio, el pelinegro se había resistido, pero astutamente había jugado la carta de picar su sensible orgullo revelando que si no deseaba ayudarla le pediría a Natsu, quien seguramente estaba en mejor estado físico. Como esperaba, el pelinegro no había podido dejar pasar aquella provocación.
Contempló por unos instantes su atuendo deportivo, que había comprado por internet días atrás. Inicialmente no había estado segura de que el color blanco fuera el más indicado, pero debía admitir que a su curvilíneo cuerpo todo le sentaba de maravilla. El top era lo suficientemente cómodo como para contener su abundante busto y las calzas de tiro alto hasta la mitad de las pantorrillas se ajustaba a sus curvas como un guante. Sin lugar a dudas, la indumentaria deportiva era la más confortable.
Satisfecha, se dirigió hacia la cocina y preparo unos hotcakes de avena con frutos rojos, acompañados por el infaltable café negro. Estaba terminado su desayuno mientras leía las noticias en su móvil, cuando observó a Gray abrir la puerta de su apartamento y buscarla con la mirada.
-No seas tímido, Fullbuster. Entra de una vez- lo provocó, dejando de lado la taza ya vacía de su café.
En silencio, el pelinegro cerró la distancia que los separaba. No tenía aspecto de estar entusiasmado por estar allí, por lo que no le sorprendió su poco amable semblante. Decidida a que su negatividad no eclipsara su buen ánimo, optó por ignorar deliberadamente su protesta silenciosa.
-¿No estás listo aún?- consultó Gray con antipatía, sentándose en una de las banquetas de la isla.
-Ya casi…- sin dejarse afectar por su tono hostil, Juvia terminó de atar su largo cabello en una alta cola de caballo- ¿Correremos en el parque y después iremos al gimnasio?
-Dijiste que querías hacer la rutina que practicamos siempre…- señaló, cruzándose de brazos.
Sabía que parte del malhumor de su mejor amigo radicaba en que no estaba seguro de que su nuevo cuerpo fuese apto para tolerar el duro entrenamiento de antaño, retrasando su perfecto itinerario. Después de discutir varias horas, la peliazul lo había terminado de convencer -luego de apuñalar su ego masculino- a base de un simple, pero eficaz chantaje: si no la ayudaba, además de recurrir a Natsu, le revelaría en qué lugar del cuartel donde Gray ocultaba su café importado favorito.
Colocó su móvil en el brazalete deportivo que iba en su brazo izquierdo y se dispuso a caminar hacia la puerta, temerosa de que el pelinegro cambiase de opinión. Suspirando, Gray la siguió de cerca.
Una vez en el parque, Juvia estiró por última vez sus músculos, esperando que su amigo diera la señal de que su cronómetro comenzaba a medir el tiempo que había acordado, dando inicio al entrenamiento. No obstante, cuando giró su cabeza hacia Gray, descubrió que la estudiaba con detenimiento.
-¿Qué ocurre?- consultó extrañada.
-¿Esto es por el examen de la Academia?- consultó seriamente, aun cuando sus expresivas cejas delataron que estaba preocupado.
-En parte, si- reconoció soltando un suspiro, mientras colocaba sus brazos en jarra- Sin embargo, no sólo estoy preocupado de perder mi estado físico. Necesito fortalecer este cuerpo delicado para poder defenderme en el futuro…
-¿Defenderte?- la confusión invadió todo su rostro.
-Si… bueno- rascó distraídamente su cuello, un poco avergonzada por haberle ocultado información- El otro día tuve un pequeño incidente con un idiota en la calle. De haberlo golpeado, no habría salido victoriosa…
Suspirando, Juvia comenzó a relatar detalladamente el inconveniente que había tenido al volver a su departamento, después de su noche con Dimaria, y su afortunado encuentro con Gajeel, quien la había defendido.
-No siempre los tendré a mi lado…- se encogió de hombros, restándole importancia- Si logro aumentar mi fuerza, no tendría que ser un problema a futuro.
Gray maldijo ante sus palabras, golpeando su mano contra su frente. Molesto, ya que tampoco se había enterado de lo ocurrido por Gajeel, comprendió que Juvian no estaba dispuesto a pedir su ayuda en todo momento, seguramente por su estúpida manía de no molestar a los demás, sumado a su tenaz necesidad de autosuficiencia. No obstante, comprendió que el motivo principal por el cual le había solicitado entrenar juntos era que, inconscientemente, debía estar aún temerosa de que otro imbécil se le acercara y la acosara mientras se ejercitaba.
-Por el momento, sólo correremos para hacer un calentamiento ligero- decidió firmemente, motivado por aquella última reflexión que lo molestaba- En el gimnasio, hablaré con Elfman para que tomes clases de boxeo, kickboxing o defensa personal. Con eso, creo que será suficiente para comenzar…
-Eso sería estupendo- sonrió radiante, juntando las palmas de sus manos en un gesto tierno.
Ignorando su respuesta infantil, ambos dieron inicio a su carrera por el sendero del parque.
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Una hora después, descansaban bajo la sombra de uno de los frondosos árboles. Esperanzada, Juvia estaba satisfecha con los resultados, ya que se encontraba en mejor estado físico del que había imaginado. Aunque aún faltaba mucho para llegar al nivel mínimo que requería el ser un bombero, podía alcanzarlo si seguía entrenando duro diariamente. Sonrió en agradecimiento cuando Gray le extendió la botella con agua y dio un largo trago para reponer un poco del líquido que había perdido transpirando.
-No volveré a entrenar contigo si usas esa ropa- la amonestó Gray repentinamente, sacándola de sus pensamientos.
-¿Qué…? ¿Qué se supone que use en su lugar? ¿Un smoking?- consultó entre fastidiada e incrédula por su comentario.
-Como siempre, llamas demasiado la atención- protestó con el ceño fruncido, revolviendo su cabello húmedo hacia atrás.
-Claro, porque un hombre medio desnudo no llama la atención ¿verdad?
Sorprendido, Gray bajó su mirada hacia su musculoso torso desnudo descubriendo que en algún momento se había quitado la camiseta deportiva, abandonada junto a sus pies. Desde pequeño nunca había sido amigo de la ropa, más aún cuando su cuerpo entraba en calor. Quizás, la única excepción a esa regla era en el trabajo, cuando debía usar el pesado traje ignífugo para evitar poner en riesgo su vida.
-El punto es…- continuó molesto, pero ligeramente sonrojado- Que el color blanco destaca demasiado tu figura, especialmente tus pechos. Debes buscar colores más oscuros...
-¿Es en serio, Gray?- exclamó exasperada, perdiendo momentáneamente la paciencia.
Inamovible, Gray se cruzó de brazos, adquiriendo la apariencia de una estatua de granito, completamente inflexible.
-Además, con ese atuendo puedo ver tu tatuaje- señaló con una sonrisa de suficiencia cuando su mente le había dado un argumento que el peliazul no podía rebatir.
-Aceptaré tu solicitud, si tenemos una pelea ahora- suspiró pesadamente con resignación, dejando la botella a un lado y adoptando una postura ortodoxa de boxeo.
-¿Por qué haríamos eso?- cuestionó sorprendido, dejando caer sus brazos.
-Sólo es una demostración- sin mediar más palabras lanzó un jab hacia su rostro, pero este fue eludido inmediatamente por los rápidos reflejos del pelinegro- Necesito saber cuánto conservo de mis movimientos de pelea callejera.
Intentó por varios minutos asestar un golpe certero hacia su contrincante, pero Gray evitó todos ellos sin mayor esfuerzo. Desde el instituto, varias veces habían practicado juntos para estar listos por si alguna situación lo requiriese. En ese tiempo, había compartido un nivel bastante similar, pero ahora la diferencia se marcaba abismalmente en favor del pelinegro. Finalmente se rindió, decepcionada por el descubrimiento de que ya no era un rival digno para su mejor amigo.
-Creo que también debo levantar pesas- meditó abatida, mientras intentaba recobrar el aliento- Definitivamente, es peor de lo que imaginaba.
-No te preocupes- le sonrió Gray, palmeando ligeramente su cabeza- Lo conseguirás pronto. Aunque deseo que jamás lo necesites.
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Después de un largo día de entrenamiento físico, Juvia regresó a su apartamento sintiéndose un zombie. Su ambición de recobrar su fuerza perdida, la había impulsado a esforzarse más de lo que ahora podía soportar, por lo que sus músculos estaban completamente adoloridos. A pesar de ello, no se había permitido quejas y menos aún que Gray supiera de su malestar, ya que no le había exigido más de lo que habían entrenado en el pasado y temía que si el pelinegro descubría su dolencia, se negaría a acompañarla en el futuro.
Con las pocas energías que le quedaban, arrastró su ser hacia la ducha y se dejó consolar por el agua caliente. Una vez seca, se vistió perezosamente con una de sus camisetas viejas y ropa interior cómoda de algodón. Aún con el cabello mojado, caminó hacia el refrigerador y buscó una manzana, ya que no tenía ánimos ni energía para cocinar. Se dejó caer en su sillón, rezando en su mente para que en los próximos días desapareciera su malestar muscular rápido. Sin percatarse, comenzó a caer suavemente en los brazos de Morfeo, cuando la puerta se abrió. Incorporándose por el susto, observó sorprendida como Gray ingresaba una vez más a su hogar, cargando dos bolsas de papel de comida para llevar.
-¿Qué haces aquí?- interrogó cansada, fallando en su intento de sonar molesta.
-Compré comida de camino, ya que sabía que no tendrías una cena decente- le explicó su mejor amigo, cerrando la distancia que los separaba- Filete de pollo con ensalada mixta, ideal para reponer proteínas.
-No estoy segura si estar molesta o agradecida por tu intrusión- respondió sinceramente, recostandose una vez más en el sofá.
Con una sonrisa burlona, Gray desplegó la comida en la mesa ratona para después buscar cubiertos y dos refrescos de la cocina. Sin consultar nada, encendió el televisor para buscar algún evento deportivo interesante.
Vencida, Juvia se incorporó para sentarse correctamente y dar espacio a que su mejor amigo tomara asiento a su lado. Aún sin motivación, tomó un tenedor y se llevó un bocado a su boca, degustando el agradable sabor del magro pollo bien condimentado.
Una vez sentado, Gray le alcanzó el refresco observándola detenidamente por primera vez. Sin poder esconder sus pensamientos, su rostro se tensó a causa de la irritación.
-¿Estás de nuevo sin sostén?- cuestionó sin tacto, desviando la mirada en dirección opuesta.
-Es mi apartamento, no tengo obligación de llevarlo. Si lo deseo, puedo estar completamente desnuda, por lo que deberías estar agradecido de que no es mi costumbre- sentenció irritada pero sin fuerzas para pelear- Has venido sin avisar. Es tu culpa.
Lo observó expectante, sabiendo que Gray no se rendía fácilmente en una discusión. Pero, para su sorpresa, el pelinegro no correspondió a su mirada, aún cuando podía notar sus cejas contraídas por el enojo. Sus mejillas se veían ligeramente sonrojadas, por lo que sonrió sintiéndose victoriosa.
-Sólo recuerda que soy Juvian, el rey indiscutido en competencias de eructos- sugirió divertida, tomando uno de los almohadones y colocándolo contra su pecho como escudo protector- ¿Quieres escuchar uno?
Sin poder evitarlo, Gray soltó una carcajada al oír el orgulloso título al que hacía referencia su mejor amigo. Había olvidado aquellas estúpidas y escatológicas competencias en el instituto, ambos escondidos en la azotea del edificio. Más relajado, estiró su mano para revolver sin delicadeza el cabello aún húmedo de Juvia y se dispuso a probar de la comida.
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16 de septiembre. Magnolia
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La estridente campana de la estación rompió la calma en el cuartel. Notoriamente molesta, Juvia colgó el teléfono en su escritorio e informó por el micrófono del altoparlante a dónde debían dirigirse sus ex compañeros. Era terriblemente frustrante ignorar la adrenalina que siempre recorría su cuerpo ante aquel agudo sonido de la alarma, para permanecer en la recepción perdiéndose de toda la acción.
Aburrida, observó a Erza bajar ágilmente las escaleras, guiada por la determinación que la había llevado a ser teniente dentro de la estación. Siempre había sentido un profundo respeto por la pelirroja y entendía que era lo que Makarov había visto en ella para postular ante el Comité para que realizara el examen que le permitió subir de puesto en la jerarquía.
Una vez que el camión hidrante abandonó el edificio a toda prisa, se recostó en el cómodo sillón y regresó al aburrido crucigrama que había estado llenando para distraerse de las tareas de mantenimiento que realizaban sus mejores amigos. Comenzaba a pensar que la idea de Gray había sido terriblemente mala, ya que estar tan cerca de lo que había amado hacer era un golpe amargo en el estómago. Había intentado hacer el entrenamiento para anotarse en la Academia, pero aquella puerta se había cerrado pronto al comprobar que ya había superado la edad límite de reclutamiento. Quizás debía comenzar de nuevo, buscando ahora una carrera más convencional que pudiera realizar con su limitado cuerpo.
Decidida, tecleo en la computadora portátil que tenía frente a ella y buscó alguna página web de orientación vocacional. Después de responder un interminable cuestionario, aquel portal universitario reveló que tenía aptitudes para profesiones vinculadas a la salud. Recordó con entusiasmo que se había destacado en los cursos de primeros auxilios unos años atrás y que no le generaba molestia ver sangre o heridas graves. Un poco más esperanzada, buscó a continuación donde podía formarse como enfermera. Afortunadamente, en la escuela de enfermería no había un estúpido límite de edad, por lo que sonriente garabateo en un papel el número telefónico para consultar, cuando terminara su jornada laboral. Quizás podría mantener aquel trabajo mientras estudiaba en el turno nocturno.
-¿Y esa sonrisa?- consultó una voz cantarina que reconoció al instante.
Lucy la observaba con su característica sonrisa amigable, sosteniendo su quijada sobre sus brazos flexionados sobre el mostrador. La sobrina del Capitán Makarov estaba en el último año de la secundaria y le encantaba merodear por el cuartel ni bien salía del instituto. Sabía por el jefe que tenía en la cabeza hacer la prueba para la Academia de bomberos. Aunque todos sabían que no tenía la resistencia física para tolerar el duro entrenamiento, nadie tenía el corazón o la paciencia para hacer entrar en razón a la joven rubia.
-Sólo estaba buscando ideas para el futuro- respondió simplemente encogiéndose de hombros, cerrando la libreta donde había anotado el número.
-¿Estás pensando en estudiar enfermería?- continuó, sin cambiar su foco de interés- ¡Me parece estupendo!
-¿Lo crees?- preguntó insegura sin mirarla, organizando el escritorio como forma de distracción.
-¡Por supuesto!- afirmó aún más enérgica.
Juvia le devolvió una sonrisa de agradecimiento y continuó con sus tranquilas tareas en la recepción, mientras Lucy continuaba con su infinita charla. Si algo habían aprendido todos en la estación, era que la rubia adoraba conversar.
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1 de octubre. Magnolia
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Los intensos meses de entrenamiento habían comenzado a dar sus frutos, pensó Juvia con orgullo al terminar su rutina de boxeo.
-Eso estuvo muy bien, Juv- la felicitó Elfman, dejando de lado el saco que había estado sosteniendo para crear resistencia ante sus golpes.
Se quitó los guantes con ayuda de sus dientes y aceptó agradecida la botella de bebida deportiva que su entrenador le entregó.
-Aún debemos pulir tu combinación del jab seguido del uppercut, pero estoy muy conforme- le sonrió, haciendo anotaciones en su portablock.
El imponente albino había dedicado su valioso tiempo como entrenador profesional de boxeo para brindarle todo su conocimiento y técnica, animandola en todo momento a no dejarse vencer por sus limitaciones.
-¿Cuando me dejaras pelear con alguien?- consultó entusiasmada y feliz, mientras limpiaba el sudor de su rostro con su toalla.
-Muy pronto- prometió sincero.
Juvia asintió más seria. Sabía que Elfman no permitiría una pelea en su gimnasio a menos que estuviera plenamente seguro. No muchas mujeres practicaban boxeo, por lo que debía ser cuidadoso si permitía un combate mixto para los que no eran profesionales.
-Sé que estás aprendiendo boxeo como método de defensa personal- continuó el albino, dejando reposar una de sus pesadas manos en su hombro izquierdo- Pero tu cuerpo es menudo y tus brazos cortos, lo que es una desventaja en una pelea.
-Lo sé- suspiró con resignación- De todas maneras ¿Crees que podía defenderme en la vida real de ser necesario?
-Estoy seguro- nuevamente, le regaló otra sonrisa.
Sabía que aún quedaba un largo camino para recuperar una parte de su fuerza anterior, pero estaba segura que nunca alcanzaría su totalidad. Para ser bombero, todos en el cuartel estaban obligados a desarrollar la capacidad de levantar un peso considerable, ya sea para abrirse camino en una construcción caída o cargar con el peso de personas, conscientes o inertes. Quizás, este último tipo de víctimas eran las más complicadas, gracias a su incapacidad de ayudar a balancear el peso, agregando un grado de dificultad superior. A la luz de sus dificultades, admiraba más que nunca el extraordinario poder de Erza y su capacidad de estar a la par de cualquier hombre del cuartel.
El recuerdo de que su carrera como bombero estaba acabada aún era doloroso. No obstante, no había renunciado al entrenamiento y se sentía satisfecha con saber que no estaba tan indefensa ante un posible conflicto.
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10 de octubre. Magnolia
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Sentada en su amplia cama matrimonial, Juvia pintaba con cuidado las uñas de sus pies mientras reflexionaba sobre los cambios en su vida. Para su sorpresa, Lucy se había vuelto una compañera inseparable en su camino de entender el mundo femenino. Aunque al principio la rubia no había comprendido su falta de conocimiento en temas básicos, nunca se había demostrado desanimada o fastidiada para explicarle cómo debía maquillarse, vestirse correctamente y limar algunas formas toscas que Juvia había decidido suavizar en su comportamiento. Si bien aún prefería pasar tiempo con los muchachos sin importarle aquellas trivialidades, era necesario si quería dejar de llamar negativamente la atención en otros ambientes de su vida diaria.
Por otra parte, la terapia con Levy había llegado a un punto trascendental: ya no se sentía como un hombre. Juvia ganaba día a día espacio sobre Juvian, y extrañamente comenzaba a gustarle. Sin embargo, aquello no dejaba de ser extraño y la tenía muy confundida, ya que en el pasado jamás había deseado dejar de ser hombre. A pesar de todo, había seguido buscando a la bruja Irene y a su despiadada ex, sin resultados. Gray había pedido ayuda a su contacto en la policía para tratar de dar con ellas, pero ambas parecían haber sido tragadas por la tierra.
Moviendo sus dedos distraídamente mientras apreciaba su trabajo, suspiró pensando en el último aspecto que más había generado turbación en su mente en el último tiempo: su mejor amigo. Su relación con Ultear parecía ir viento en popa, por lo que se encontraba de mejor humor que de costumbre. No obstante, la peliazul se sentía cada vez más desorientada y contrariada con su presencia. Algo había cambiado de su parte. Ya no podía mirar a Gray con simple amistad y cada momento que compartían sentía que su cuerpo vibraba con cualquier roce accidental o sonrisa cómplice. Debido a ello, intentaba incentivar al pelinegro para que invirtiera más tiempo en estar con la abogada y así evitar lo más posible el contacto cotidiano. Parte de ello era la razón por la que se había apresurado en presentar los papeles de inscripción en la escuela de enfermería y no frecuentar demasiado la estación después del trabajo, si no era absolutamente necesario.
El timbre del departamento sonó, expulsandola de su mundo de pensamientos. Sin perder tiempo, dio un pequeño salto de la cama y corrió hacia la puerta, encontrando a Lucy repleta de bolsas de distintos tamaños y colores.
-¡Necesito tu ayuda!- le aseguró exaltada, mirándola con sus ojos chocolates de cachorro pequeño.
Juvia sonrió divertida por la exagerada reacción de su joven amiga. Cerró la puerta lentamente para no dejar entrar el frío aire de otoño, mientras la rubia desplegaba el contenido de las bolsas en la mesa frente al sofá.
-Traje maquillaje nuevo. Dos de todo para cada una- le comentó aún frenética, organizando los cosméticos con dedicación.
-¿Cuánto gastaste en todo esto?- rió nerviosamente, colocando sus manos en su estrecha cintura, como una madre- Vas a dejar en bancarrota a tu pobre tío. Gracias al cielo, él sabe que eres una maniática de las compras y que no soy yo la que te lleva por el mal camino.
-Juvia, deja de bromear ¡Esto es importante!- protestó mientras fruncía el ceño- ¡Tengo una cita con el Señor Perfecto!
No hacía falta para la peliazul preguntar de quién se trataba, ya que había escuchado más de una vez hablar a la estudiante sobre el perfecto y popular Dan Straight. Había sido el amor imposible de Lucy durante todo el instituto y al parecer comenzaba a mostrar interés por la hermosa muchacha.
-¿Cómo te lo pidió? ¿No estaba de novio con tu archienemiga Michelle?- preguntó Juvia, tomando asiento en el sillón de enfrente.
-Bueno… si. Pero terminaron hace unos días- su rostro por primera vez mostró dudas- En realidad, es una salida en grupo con varios de mis compañeros al parque de diversiones. No es una cita, pero es mi oportunidad para que me preste atención.
La peliazul sonrió con ternura ante su amiga. Por lo que le había contado, Dan parecía ser un perfecto idiota, pero sabía que la rubia debía aprender por si sola a lidiar con los hombres. Por primera vez en su vida, comprendió lo insensible que podían llegar a ser los muchachos en esa edad, recordando su propia conducta.
-Lucy, ya te he dicho lo que pienso de tu enamorado…- comenzó a explicarse con cautela- No te diré que no intentes algo. Lo que sí puedo recomendarte es que, si te propones atraerlo, lo mejor es siempre jugar con la indiferencia.
-¿Saliste con muchos muchachos cuando estuviste en el instituto?- nuevamente sus ojos de cachorro aparecieron, aunque ahora reflejaban curiosidad.
-Si, podría decirse…- restregó su cuello con nerviosismo- Los hombres a esa edad son unos imbéciles. Puedo asegurarlo.
-Pero él es taaaaaaaan bueno...- suspiró soñadora.
Juvia rodó los ojos, sintiéndose vencida. Como había sospechado, Lucy solo podría aprender a través de la experiencia y lo único que podía hacer era estar atenta al momento de la caída.
-Muéstrame las opciones- aceptó, recostándose más en el mullido sillón.
Lucy aplaudió entusiasmada y comenzó con todas las explicaciones de qué quería usar y lo que buscaba que él viera en ella.
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19 de octubre. Magnolia
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En cuanto regresaron a la estación, Gray se dirigió exhausto hacia el sector de duchas. Había sido agotador lidiar con el poste de alto voltaje que había caído sobre la pastelería en la calle principal. Afortunadamente, el incidente había resultado sin complicaciones y no había habido víctimas fatales.
Una vez relajado desde de ducharse, caminó hacia su locker y revisó su móvil, ansioso por comprobar si Ultear había respondido su invitación a cenar aquella noche. Al comprobar que no había tenido suerte en aquel asunto, se colocó su ropa de civil y guardó en su bolso el uniforme para lavarlo cuando llegara a casa. Cerca de él, Natsu y Gajeel propusieron tomar unas cervezas a la salida, ya que su guardia había terminado y tendrían dos días de descanso, por lo que podían darse el lujo de tener una noche tranquila. A pesar de su cansancio, decidió aceptar la invitación y se dirigieron los tres hacia la salida.
En la recepción saludaron a Freed, a quien le tocaba el puesto en el turno nocturno. Miró su reloj de pulsera, comprobando que pronto sería la hora en que terminaban las clases de Juvia. Le había parecido fantástico que su amigo decidiera iniciar de nuevo, pero también significaba que el tiempo que compartían ahora era más escaso.
-Tomen la delantera- solicitó tranquilamente Gray, deteniendo el paso en la puerta del cuartel- Pasaré por Juvia, para que se nos una.
-¿Qué pasa, Fullbuster?- consultó con sorna Natsu- Desde que llegó, has estado muy pendiente de la hermosa Juvia ¿Acaso ya no te interesa Ul?
-Deja de decir estupideces- lo cortó, molesto por la simple sugerencia- Sólo estoy siendo bueno con ella porque no tiene demasiados amigos aquí y…
-Relájate, Stripper- se rió animadamente Gajeel, colocando una mano en su hombro para calmar su ánimo- Sólo está bromeando. Nos gusta pasar tiempo con ella. No se parece a ninguna mujer que haya visto antes.
Controlando lo mejor que pudo su mal genio, Gray se retiró en silencio, caminando con sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera. Sabía que Natsu solía hacer bromas para fastidiarlo, pero cuando estas se centraban en Juvia le caía verdaderamente mal. Estaba esforzándose, sabía que se lo debía a Juvian por la complicada situación que estaba atravesando, sin vistas a una pronta solución.
Sin embargo, en el fondo, parte de su malestar radicaba en que la peliazul era un verdadero huracán de emociones para su limitado entendimiento. Si al principio le había costado recordar que aquella mujer de curvas infernales era su mejor amigo de la infancia, con el tiempo se había vuelto aún más difícil y confuso. No era estúpido y, aunque Juvia seguía teniendo momentos en que distaba de ser una verdadera dama de delicados modales, podía notar que con el paso del tiempo su conducta era verdaderamente femenina, al punto en que no sabía si Juvian era consciente de tal metamorfosis.
Una vez en la entrada de la escuela de enfermería, sacó su móvil dispuesto a llamarla, pero no fue necesario ya que pronto la reconoció hablando con un grupo de otras estudiantes. Decidido a no perder tiempo, caminó en su dirección hasta que distinguió la silueta de un hombre incorporarse al grupo y como pronto Juvia quedaba sola conversando con él. Sin inmutarse continuó avanzando, pero debió detenerse bruscamente al distinguir que aquel hombre era Lyon Vastia.
Desde el instituto, nunca se había llevado bien con el rubio. Paradójicamente, siempre habían coincidido en gustos y pasatiempos, pero lejos de que aquellos aspectos forjaran una amistad, había sido la base perfecta para su profunda enemistad. Estaría mintiendo si decía que no estaba sorprendió que Juvia estuviera conversando tan amenamente, debido a que tampoco había sido muy amistoso con Vastia cuando era hombre. Incondicionalmente, Juvian siempre había estado de su lado, ya fuera para gastarle alguna broma pesada o iniciando a Vastia y sus amigos a una verdadera pelea de Vale Tudo en el callejón trasero del instituto.
-Ya sabes. Cuando termines tu carrera, no dudes en enviar una solicitud al hospital- le sonrió Lyon, mientras colocaba una de sus manos en su hombro, de manera cariñosa- Como te comenté hace momento, nunca me llevé muy bien con tu primo, pero fueron simplemente peleas de niños. Te digo esto porque pareces muy comprometida y nos hace falta personas con talento.
-Gracias por sus palabras, Doctor Vastia. Lo tendré en cuenta- le respondió con su melodiosa voz, cerrando los ojos mientras sonreía.
Cuando la distancia fue mínima, descubrió dos cosas que lo terminaron de alarmar: la primera fue que Lyon tenía una expresión sumamente estúpida en su rostro de niño bueno, como si estuviera contemplando al ángel más hermoso recién caído del cielo. La segunda, que Juvia no estaba desalentando al rubio con su comportamiento, demasiado gentil y adorable como para ser natural. Conmocionado con aquella escena dantesca, decidió intervenir de una vez.
-¡Hey, Juvia!- la llamó con tono casual y encantador.
Juvia y Lyon se giraron para verlo por primera vez, revelando que ninguno había sido consciente de su presencia. La peliazul le devolvió el saludo con dulzura, mientras Vastia lo observaba con belicosa superioridad, aun cuando parecía sorprendido por su trato cercano con la peliazul. Intentando inútilmente dar pelea, Lyon dejó su mano sobre el hombro de Juvia y se aproximó aún más.
-Iremos con los otros por unas cervezas ¿vienes?- consultó aún en pose relajada y arrogantemente tranquila, aun cuando se contenía mentalmente por golpear esa mano intrusa.
-¡Claro!- aceptó entusiasmada, cortando la conexión con naturalidad.
Juvia observó nuevamente al médico y le regaló una pequeña despedida acompañada de una dulce sonrisa, para inmediatamente romper la distancia que la separaba de Gray. No obstante, una vez estuvo junto al pelinegro, la sorprendió colocando su pesado y cálido brazo por sobre sus hombros de manera relajada y casual, estrechándola contra su imponente cuerpo. Perpleja por la atípica acción, levantó la mirada para ver la soberbia plasmada en cada una de sus facciones, mientras con la mano libre despedía con una seña de suficiencia al rubio.
Sin tiempo a más, Gray la guió hacia la dirección a la que se dirigían en absoluto silencio, sin devolverle la mirada o darle alguna explicación de su actitud. Sólo cuando estuvieron a unas calles de distancia, Juvia se deshizo de su abrazo de manera tosca pero relajada.
-¿Qué fue eso, galán?- se burló, mientras peinaba su abundante cabello azul hacia uno de sus hombros.
-Pensé que querías una escapatoria- se excusó sin abandonar su postura desinteresada- De todas maneras ¿Qué hacías hablando con ese idiota?
-Fue a dar una charla sobre el trabajo en el hospital- se encogió de hombros con simpleza, aún concentrada en su cabello- Al parecer, le gusto. No me pareció mala idea seguirle un poco el juego para ver qué hacía.
-¿Qué? ¿Ya no irás tras mujeres?- consultó con cierta reprobación, aunque no pudo ignorar que comenzaba a molestarle sus propias palabras.
Inmediatamente, Juvia le regaló una mirada de sorpresa y profunda molestia. Si bien trataba de no hablar sobre ese tema con Gray, era cierto que había buscado ligar con algunas mujeres frente a él las veces que habían salido a beber juntos. Aunque en un principio le había gustado, al poco tiempo descubrió que ya no estaba interesada sexualmente en el sexo femenino. Aquella revelación la había golpeado duramente, ya que la frustración sexual que sentía era agobiante y crecía con el paso del tiempo. Y, aunque había aprendido a disfrutar en soledad con su nuevo cuerpo, no era suficiente.
Como hombre, había estado acostumbrado a tener una apretada agenda sexual, de la cual había estado profundamente orgulloso. Pero ahora, como mujer, estaba terriblemente insatisfecha y confundida al comprender que sentía una irresistible curiosidad por compartir cama con un hombre.
-A decir verdad, lo he estado considerando- disparó con arrogancia, profundamente irritada por la reprobación en sus ojos grises- Esto del celibato forzoso no es para mí y el amor lésbico, aunque me gusta, no termina de complacerme.
Golpeado por sus palabras, Gray detuvo su caminar abruptamente. La observó sin poder ocultar la sorpresa plasmada en todo su rostro, lo que irritó aún más a Juvia.
-¿Estás diciéndome que ahora eres gay?- contraatacó dejando entrever su desaprobación.
Sabía que su comentario era hipócrita, ya que tenían varios amigos homosexuales a los cuales respetaba y apreciaba, ya que nunca le había importado sus preferencias sexuales y valoraba su valentía en un mundo que no los comprendía plenamente. Sin embargo, aquel concepto en Juvian era difícil de digerir.
-Prefiero el término bisexual- respondió altiva, sin detener sus pasos mientras abrazaba aún más sus cuadernos contra su pecho, como escudo- No sabía que debía rendir cuentas de mis decisiones, Fullbuster.
-Claro que no espero eso- se defendió rápidamente, retomando el paso hasta alcanzarla- Es tu cuerpo y puedes hacer lo que quieras.
-Genial- finalizó la charla sin mirarlo.
El resto del camino transcurrió en cortante silencio hasta que llegaron a la taberna de Laxus, cerca de la estación. Desde que había abierto, era el lugar preferido por todos en el cuartel para ir a compartir un agradable momento después de varios días de trabajo. Sin mencionar que el rubio dueño, aunque serio y frío, los hacía sentir como en casa.
-¡Juvia!- exclamó alegremente Natsu, elevando su jarra de cerveza en el aire mientras se ponía de pie, golpeando la mesa a su paso- Hoy es noche de competencia ¿Cuánta cerveza puede tolerar tu pequeño cuerpo?
-Creo que más que el tuyo, perdedor- lo desafío cortando velozmente la distancia, dejando a Gray atrás- ¿Qué quieres apostar?
-El primero en caer, paga la cuenta- propuso con arrogancia, señalando la silla a su lado.
-Challenge accepted- rió sentándose en el lugar asignado mientras Laxus traía una nueva jarra para la recién llegada, el cual había sido ordenado previamente por Gajeel.
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Una vez que llegó la hora del cierre, los cuatro amigos se dispusieron a tomar sus pertenencias y marcharse, para que así Laxus pudiera regresar rápido con su amada Mirajane, quien ya cursaba su quinto mes de embarazo.
-Yo gané- protestó molesto Natsu, observando a su contrincante.
-Fue un empate- sentenció Gajeel, rodando los ojos- Aunque es admirable que un cuerpo tan diminuto pudiese aguantar lo mismo que tu, antorcha. En mi opinión, ella ganó claramente. Sólo te salvaste por el voto de Gray.
Se despidieron sin más, aún a pesar de las réplicas de Natsu por la competencia. Juvia saludo con la mano a sus dos que partían en dirección contraria, asegurando al pelirrosa que pronto le daría la revancha.
Como era costumbre cada vez que salían, Gray la acompañó hasta su departamento. Sin embargo, después de la charla previa a llegar al bar, un manto de fría seriedad se había interpuesto entre ellos como un muro de hielo.
-Llegamos- anunció Juvia mientras buscaba en su bolso las llaves para abrir la puerta.
-Creo que deberíamos hablar para…- intentó torpemente. Nunca había sido bueno a la hora de pedir disculpas.
-No, Gray- sentenció firme, dispuesta a fingir indiferencia sobre el tema- Sé que todo esto es difícil de entender para ti y me has ayudado mucho. Pero no me siento cómoda en cuanto a este punto. Imagínate lo complicado que es para mí…
-Lo sé, lo sé…- le aseguró frustrado, llevando sus manos a sus bolsillos para mantener el control- No soy quién para juzgarte. Sé que para ti es aún peor.
Juvia suspiró. Aunque Gray le aseguraba que comprendía, le resultaba complicado creer. Él no estaba confundido como ella por aquella extraña sensación que la invadía cada vez que estaban demasiado cerca. Cuando la había abrazado frente a Lyon, había sentido que su corazón se paralizaba por unos segundos, para después latir con una intensidad que la dejó sin aliento y nerviosa. Le había costado un infierno ocultar aquellas reacciones y fingir normalidad.
-¿Estamos bien?- consultó Gray con torpeza, incapaz de expresar lo importante que era para él que su amistad siguiera en pie, como siempre.
-Si, lo estamos- aceptó con cierta resignación, aun cuando no era del todo cierto. Debía dejar de lado esos sentimientos desconocidos. Después de todo, el pelinegro era realmente importante para ella, ya fuera como hombre o como mujer- Estoy cansada ¿Hablamos mañana?
Gray afirmó ligeramente con un movimiento positivo, mientras Juvia se despedía simplemente con su mano y entraba en el edificio sin mirar atrás.
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Hola!
Lamento la demora del último capítulo. Mi familia y yo tuvimos Covid-19 y mi madre tuvo que ser hospitalizada por más de un mes. Escribir es una forma de expresarme y descargar el estrés diario, escapado por unos minutos al sanador mundo de la imaginación y la creación artística. Espero lo disfruten, como yo lo disfruto escribiendo :)
Saludos y espero estén todos muy bien.
Gracias por leer!
Miko Fleur
