Hola a todos :)
Les traigo el 3er capítulo, el cual es un poco más largo, ya que desarrollo lo que se ve en el especial de "La Marioneta y el Rey". Les aviso de una vez que algunos diálogos fueron cambiados o adaptados para conveniencia de la trama. En pocas palabras, estoy modificando algunos sucesos que se vieron en el especial/anime/manga para ajustar esta historia, más que nada, por la cronología de los eventos que se van suscitando :)
Aquí veremos un poco más del comportamiento de Minos y su interacción con el Grifo. La única advertencia por ahora es que hay tensión e intimidación entre los personajes.
Bienvenidos sean los nuevos lectores(as). Agradezco de antemano su tiempo y los reviews que gusten dejarme ;)
Sobre sus comentarios:
Natalita07: Que bueno que te gustó el origen de la marioneta aunque sea un poco macabro XD Lune y los otros jueces seguirán apareciendo, porque la historia tendrá un poco más de trasfondo. Sí, pobre Anna, ella tiene que aguantar esos sustos, Minos no deja de ser intimidante para ella. Y claro, todo lo que manejé en el otro fanfic lo desarrollaré aquí, con su respectiva historia. Gracias por comentar :3
Pyxis and Lynx: Una marioneta hecha de huesos humanos podría inquietar a muchos, lo sé, pero que bueno que te agradó ese detalle oscuro de Minos. Lune y los otros jueces seguirán asomándose en la historia. Tienes razón, el hecho de que Anna fuera descubierta por el juez le salvó la vida de cierta manera y eso lo irás viendo a lo largo de la historia. Gracias por comentar :)
Ginink: Me alegra leerte y es verdad, el juez es un estuche de monerías XD :P No te preocupes, éste capítulo es más largo y aunque todavía falta para el lemon, respetaré todo lo que pasó en el otro fanfic (gracias por leerlo de nuevo). La miel y los demás detalles serán descritos de nuevo y con más trasfondo, claro que sí :D Muchas gracias por tus palabras de apoyo y todo sea por el amor al arte ;3
Kitty 1999: Es cierto, la marioneta es macabra y tendrá más participación ya lo verás XD :)
WienGirl: Agradezco tu comentario en el otro fanfic y lamento que el perverso juez te haya hecho perder toda la tarde XD ;P
Atención: Todos los personajes de Saint Seiya y Saint Seiya: The Lost Canvas, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi respectivamente. La historia es de mi autoría personal, la cual solamente escribí por capricho perverso :P
Capítulo III
Hades ha comenzado a mover las piezas de su juego.
No.
Mejor dicho, el anfitrión del dios, ha dado inicio a sus propios planes.
Y lo primero que se le ocurrió al muchacho para demostrar su poder, fue destruir su pueblo natal. Evidentemente quería dar una muestra de lo que era capaz de hacer y no dejar lugar a dudas de que el rey del inframundo había despertado. Por lo tanto, erigió su fortaleza en lo alto de un risco, sobre los restos de muchos inocentes y ahora comenzaría a pensar en su siguiente jugada. Todos sus súbditos se lo creyeron.
Menos el juez Minos.
Había algo que no terminaba de convencerlo respecto a Hades y su comportamiento, de acuerdo a las memorias que tenía de guerras pasadas. Pero no sabía qué era exactamente.
De todas maneras, no le interesaba por el momento, ya que su atención estaba fija en seguir observando a la monja con defectos de creación. La entidad mitológica pensaba lo mismo, así que las dudas acerca de su dios podían esperar un poco más.
La sirvienta había aceptado la marioneta sin imaginar lo que eso significaba y ahora continuaba fingiendo obediencia ante el juez, lo que complacía bastante al Grifo, quien veía con agrado cómo la mujer se esforzaba por mantener su careta y al mismo tiempo, aprendía a usar el títere. Eso reforzaba el enlace que habían puesto en ella, entre más utilizase el objeto de hueso, más fácil sería vigilarla sin estar presentes.
Después de que Alone destruyera la villa, los archivos de los muertos se habían incrementado excesivamente, lo que molestó de sobremanera a Minos. Él odiaba tener que lidiar con tanto trabajo y en ese momento no podía confiar en que Lune hiciese bien todo, así que decidió encargarse de la mayor parte, posponiendo las reuniones con los otros jueces y permaneciendo gran parte del tiempo en la Corte del Silencio.
Pero esto resultaba muy benéfico para sus intereses personales.
Mantener a la monja a plena vista lo distraía lo suficiente para trabajar sin hartarse. Después de todo, valía la pena esperar por la recompensa que vendría. Así que mientras juzgaba a las almas, también le enseñaba cómo manipular la marioneta blanca. Lo que, curiosamente, resultó ser bastante entretenido para él.
—Deja eso y ven aquí, Anna— la llamó desde lo alto del estrado.
Ella estaba barriendo nuevamente la estancia, pero obedeció de inmediato. La mujer había entendido rápidamente que debía cargar el títere todo el tiempo, para que cuando Minos la llamara, estuviera lista para divertirlo.
—Quiero verte jugar— dijo el juez, abriendo un libro de almas sobre su escritorio. —Siéntate junto a mí. —
Dado que no tenía intenciones de que alguien se diera cuenta de su pequeño plan, hacía esto sólo cuando no había nadie cerca, es decir, con las otras monjas quedándose en sus respectivas áreas y con Lune llegando hasta la tarde para relevarlo. De esta manera, se tomaba la libertad de contemplar a la sirvienta y ver su desempeño con el juguete.
Anna no expresó palabra alguna, simplemente asintió con el rostro, acatando las instrucciones que le daba. Se sentó en el suelo, cerca de su trono y comenzó a manipular las cruces de madera. La figura humana se agitó de un lado a otro de forma errática. Luego de un par de intentos fallidos, él le dio instrucciones.
—Hazlo despacio, no tenses tanto los hilos— la miró de soslayo mientras hacía algunas anotaciones.
De nuevo la monja confirmó en silencio, intentando seguir las indicaciones. Sorprendentemente, pareció comprender que realmente funcionaba, el títere comenzó a deslizarse de forma más coordinada. Para Minos resultó bastante divertido sentir sus reacciones debido a la huella de su cosmos, las mismas respuestas emocionales que tendría cualquier humano en relación a un objeto como ese.
…
El día avanzó y muchísimas almas fueron sentenciadas, rápido y sin misericordia. La monja se mantuvo todo el tiempo en silencio, concentrada en tensar las finas cuerdas una y otra vez, bajo el escrutinio ocasional del juez. Hasta que éste se aburrió.
—Suficiente, Anna— se puso de pie, cerrando el libro. —Retírate— no dijo más y se encaminó al almacén.
La sirvienta se incorporó, hizo una reverencia y luego bajó las escaleras deprisa. Se dirigió a la zona de servicio sin lograr disimular un gesto de alivio, debido a sus ademanes inconscientes. Cosa que de nuevo no pasó desapercibida para el espectro.
≪ Ella no es tan sumisa como pareciera ≫ murmuró en la mente de Minos. ≪ Me doy cuenta que está cavilando demasiado su situación, está tramando algo. ≫
—¿Y qué podría ser? — inquirió el juez, mientras acomodaba algunos libros en el estante. —¿Piensas que la mujer tiene la suficiente voluntad para intentar algo? —
≪ No lo dudo, si ya sobrevivió todo éste tiempo aquí, es probable que esté barajando sus posibilidades… yo lo haría en su lugar. ≫
Minos salió del almacén y cerró las enormes puestas.
—Bien, tendremos que vigilarla un poco más— fue lo único que dijo, encaminándose a la salida.
.
.
Al día siguiente.
El juez llegó temprano al Tribunal. Las almas de los muertos seguían desfilando constantemente, así que su trabajo no disminuiría pronto. De inmediato se puso manos a la obra, mientras de reojo veía a las monjas caminar de un lado a otro, haciendo sus tareas correspondientes.
Anna se quedó en la estancia, ocupándose de recoger los restos de algunos infortunados que el juez seccionó en pedazos debido a su pésimo comportamiento. Algo que, al parecer, ya estaba acostumbrada a hacer, dado que no se inmutó demasiado con tan nefasto trabajo.
…
Rato después, la cantidad de muertos disminuyó, así que Minos decidió distraerse un poco.
—Anna, ven aquí— la llamó a su lado una vez más.
La sirvienta vaciló por un instante, todavía no terminaba el aseo, pero no le quedaba más remedio que acatar el llamado, su tarea podía esperar.
—Ordene, mi señor. —
—Sigue practicando con la marioneta— dijo sin mirarla, mientras firmaba algunos pergaminos.
Ella se arrodilló no muy lejos y desenvolvió el títere para comenzar a maniobrar los hilos nuevamente. Su control aún era muy básico, pero lentamente iba progresando. Inclinaba las cruces de un lado a otro y ya tensaba mejor los filamentos, pero únicamente conseguía que el juguete agitara torpemente las extremidades. El juez se daba cuenta del fallo, pero tenía la suficiente paciencia para instruirla.
—Hazlo con calma, primero aprende a controlar los brazos, luego las piernas— indicó.
La mujer confirmó y lo hizo repetitivamente por un buen rato, en lo que Minos continuaba evaluando a las almas restantes. Por su parte, el espectro de Grifo parecía impaciente, no había dicho nada a lo largo de la mañana, pero ahora estaba inquietándose más de lo normal.
≪ Vamos mujer, no comprendo por qué tardas tanto en aprender a usar esos hilos. ≫
—¿Y cuál es el problema? — inquirió mentalmente. —No creerás que va a dominarlo tan pronto, ¿Verdad? —
La criatura sonrió con malicia.
≪ Entre más pronto lo haga, mejor, recuerda que hay poco tiempo antes de que Hades despierte por completo en su anfitrión y no pienso desaprovechar esta oportunidad. ≫
El juez rodó los ojos y exhaló aburridamente, regresando a sus anotaciones.
—De cualquier forma, no creas que es tan simple lo que deseas, una mujer no queda preñada tan fácilmente y en cuanto a ésta monja, no podemos saber si tiene esa capacidad, dado que sigue siendo un espectro de clase baja, ¿O ya olvidaste que su condición le impide consumir alimentos? —
El Grifo soltó una extraña y enigmática risa.
≪ Espera y lo veraz, sólo necesitamos que aprenda a manejar correctamente la marioneta de hueso ≫ murmuró confiadamente. ≪ Cuando eso suceda, el vínculo con nosotros quedará fijado y podremos saber todo lo que queramos de ella. ≫
Minos entornó la mirada sin dejar de redactar sus notas.
—¿Saber todo de ella? —
≪ ¿Te interesa?, es una habilidad que sólo el juez principal puede ejercer ≫ presumió deliberadamente para picar la curiosidad de su anfitrión. ≪ Si deseas que te enseñe a utilizarla, haz que la mujer aprenda a manipular esos filamentos más rápido ≫ finalizó sin dejar su inquietante sonrisa.
Otra exhalación larga por parte del juez se dejó escuchar. Entonces dirigió su atención a la monja, quien seguía entretenida manejando ya mucho mejor las piernas y los brazos del juguete. Ella no tardaría demasiado en aprender por completo, era hábil a pesar de que tal vez nunca había tenido un objeto como ese entre sus manos. Sólo necesitaba más indicaciones.
—Ahora has que camine, has que se siente y vuelve a empezar. —
La sirvienta lo hizo sin preguntar, sin dudar y sin saber que esa simple acción la condenaba un poco más.
Para cuando Minos concluyó sus labores, Anna ya había conseguido hacer caminar al títere un par de veces. Lo que dejó bastante satisfecho al juez, así que le permitió marcharse para seguir con sus actividades de limpieza. Él por su parte, abandonó la Corte del Silencio para revisar otros asuntos.
…
Castillo de Hades.
Ya comenzaba el crepúsculo cuando el juez entró a la estancia principal del enorme lugar, debía encontrarse con los otros líderes para ponerse al tanto de lo que acontecía. Iba caminando en silencio por el largo pasillo, incluso el sonido metálico de su Sapuri era mucho más bajo que sus pasos. De repente, escuchó algo extraño y casi disimulado. Se detuvo en una intersección y volteó hacia su derecha. El corredor llevaba directo al enorme balcón.
A la distancia, cerca de una esquina, pudo distinguir a un solitario Alone, quien permanecía recargado en la cornisa de piedra, mirando a la lejanía. El cachorro que siempre lo acompañaba estaba a su lado, lamiendo su mejilla, consolándolo según parecía. Otro sollozo bajo escapó del muchacho, lo que no pasó desapercibido para el juez.
—Te lo dije, ese no es tu dios Hades— pensó Minos con algo de burla.
≪ ¡Cállate, nadie te preguntó! ≫ gruñó molesta la criatura. ≪ Al parecer, el humano sigue resistiéndose y manipulando el alma del señor Hades, me sorprende en verdad que la mayor parte del tiempo pueda disimular esos sentimientos de fragilidad. ≫
—Seguramente se siente culpable por lo que hizo, vaya estupidez— el juez reanudó su camino, fingiendo que no había visto nada.
Realmente no le importaba demasiado si el dios del inframundo lograba despertar por completo en su vasija humana. Pero, sin lugar a dudas, esto le parecía bastante divertido, que un humano manipulase el alma de la divinidad, era muy interesante.
Minos había crecido en otra cultura y con otra ideología, así que sabía que los dioses griegos sólo gobernaban una parte de la Tierra y una fracción del submundo, compartiendo dicha potestad con otras deidades. No obstante, a veces creían que todo les pertenecía y, lamentablemente, sus conflictos siempre eran fatales para los humanos que luchaban en sus nombres.
Estúpidos dioses.
Hizo a un lado esos pensamientos y siguió avanzando hasta llegar al Salón de Guerra. Sus "hermanos" ya lo esperaban.
—Tardaste demasiado— dijo Aiacos, degustando un bocado del platillo que tenía servido en la mesa.
—Las almas no han dejado de llegar y te recuerdo que ninguno de ustedes, par de idiotas, están en sus puestos de trabajo— bufó Minos, tomando asiento de mala gana. —Así que de una vez les aviso, voy a seguir llegando tarde y si es necesario, harán las juntas sin mí. —
El juez Rhadamanthys lo miraba seriamente, mientras bebía de una copa.
—Porque simplemente no dejas que Lune haga todo el trabajo, para eso está ahí, ¿O no? —
—Lo haré si mandan a sus respectivos "lamebotas" para apoyarlo— respondió secamente, mientras tomaba algo de la comida dispuesta para él. —Harpía y Behemoth no están en misión en estos momentos, así que podrían aprender algo más que sólo tirar golpes a lo idiota. —
—Ellos no están calificados para juzgar almas— comentó Aiacos sin dejar de comer. —Además, tú eres el juez principal, así que no te quejes por la tarea que te corresponde, nosotros aún tenemos que organizar al resto del ejército y eso incluye a tu batallón. —
Minos rodó los ojos con fastidio, le irritaba demasiado que quisieran atribuirse el control de su escuadrón.
—No necesito que hagan eso, Byaku ya está haciéndose cargo y dejemos de perder el tiempo, ¿Qué hace falta?, ¿Hades ya dio alguna indicación?, ¿Ya aprobó las estrategias que desarrollamos para atacar el Santuario? —
El juez Wyvern se sirvió más vino, al parecer, prefería beber en vez de comer.
—Muestra más respeto cuando hables del señor Hades— reclamó con evidente molestia. —Y no, no ha venido todavía para revisar los planes, así que, por el momento, la señora Pandora es quien se hace cargo de aprobar los avances. —
El anfitrión del Grifo volvió a resoplar con hastío. La guerra santa estaba resultando demasiado aburrida y lenta para su gusto. Pero no le quedaba más remedito que continuar en su papel de juez. Así que después de comer, los tres líderes volvieron a revisar los pendientes, para modificar algunas estrategias y crear nuevas, esperando que el rey del inframundo se dignara a hacer algo más que arrasar pequeñas villas vinculadas a su pasado humano.
.
.
Al día siguiente.
Tribunal del Silencio, media tarde.
Minos ya había terminado de juzgar a las almas de ese día, así que ahora estaba haciendo sus anotaciones finales. Necesitaba dejar completo dicho trabajo para después ceder nuevamente el control a Lune, ya que tenía el presentimiento de que algo interesante sucedería el día de hoy y quería desligarse de cualquier pendiente.
—¡Lune! — llamó.
El Balrog se asomó detrás de una de las puertas del almacén, había estado colocando los nuevos libros de almas en su sitio correspondiente.
—Mande, señor. —
—Deja lo que estás haciendo y ve al castillo, quiero que me traigas el reporte de Byaku— ordenó sin siquiera mirarlo.
Lune lo miró con extrañeza ante la repentina orden, pero no dijo nada. Depositó los libros en el escritorio, hizo una rápida inclinación y luego bajó las escaleras hasta la salida. Tan pronto su cosmos se perdió por completo, el juez llamó a la monja.
—¡Anna, ven aquí! —
La sirvienta no estaba a la vista, probablemente se encontraba haciendo otras cosas. Así que esperó tranquilamente, mientras el mismo llevaba los libros al depósito, dejando sólo uno en la mesa. Los acomodó en un anaquel cercano a la entrada y salió. En ese instante, la puerta del muro de piedra se deslizó y la mujer apareció caminando precavidamente. Minos la miró de reojo y sonrió con travesura, teniendo deseos de ponerla a prueba una vez más.
—Diviérteme, Anna— dijo, tomando asiento en su trono y cruzando una pierna sobre la otra para quedar en una posición relajada.
Se colocó el libro encima, abriéndolo en alguna página mientras ella desenredaba los hilos del títere y se acercaba a él. En ese preciso instante, el juez decidió comenzar a jugar. A pesar de estar sentado, las enormes alas de su Sapuri se adaptaban perfectamente a su postura, con una maniobrabilidad sobrenatural, lo que le facilitaba el control sobre ellas con sólo el pensamiento.
Entonces, sus largas plumas finales se desplegaron alrededor de forma inquietante, moviéndose como si tuvieran voluntad propia. La reacción de la mujer fue evidente, quedándose quieta y con un sobresalto recorriéndola, lo que provocó una sonrisa socarrona en el juez.
—Siéntate— ordenó, haciendo que su ala izquierda se retrajera un poco para darle espacio.
La monja se aproximó, sosteniendo la respiración y sin lograr disimular su nerviosismo. Se arrodilló junto al trono y un nuevo susto la invadió cuando las plumas la rodearon disimuladamente. Para el juez fue divertido percibir su miedo, tal y como reaccionaría un humano común. Pero incluso así, ella pudo concentrarse para empezar a jugar con la figura de hueso. Demoró algunos segundos en tomar el control adecuado, pero por fin consiguió hacerla bailar a un ritmo gracioso.
≪ ¡Lo ha conseguido! ≫ se expresó gustosa la criatura.
Los ojos violáceos de Minos adquirieron de pronto un brillo malicioso. Eso significaba que la marioneta ya estaba vinculada por completo a la mujer.
—Bien, has mejorado bastante— reconoció.
Anna se relajó brevemente, tal vez sin proponérselo y sin comprender que ese reconocimiento no era para nada algo bueno. No obstante, continuó con su actividad, manipulando las cruces y los hilos. El juez regresó a su libro, entintó la pluma y prosiguió con su redacción, quería terminar pronto para luego decidir el siguiente paso con ella.
Los minutos avanzaron y la sirvienta permaneció concentrada en su tarea de control bajo la observación del Grifo, quien se regodeaba al ver su progreso. Repentinamente, ella lo consigue, el títere ejecuta una simpática danza, con movimientos fluidos y muy pocos errores de coordinación.
≪ Bien hecho, mujer ≫ la bestia hizo un gesto taimado.
Justamente, en el momento en que Minos terminó de escribir la última palabra, sintió el pulsar de su propio cosmos impregnado en el objeto, lo que le hizo girar la vista inmediatamente. Se sorprendió al ver cómo la sirvienta por fin manipulaba correctamente la marioneta y parecía emocionada por ello, hasta que de pronto, se quedó inmóvil debido a la intensa contemplación que ejercía sobre ella.
Su expresión se volvió inquietante, no pudiendo ocultar la satisfacción de ver cómo la mujer había aprendido tan rápido a jugar con el títere. Después de todo, la curiosidad en torno a ella se había incrementado con el paso de los días. Anna no era un espectro común de clase baja y tampoco era una mujer de personalidad frágil, de lo contrario, ya estaría muerta.
Y eso era llamativo para Minos, no podía negarlo. Después de haber estado tan aburrido de su trabajo y del inframundo, ésta mujer se había convertido en una inesperada y encantadora distracción.
—Lo conseguiste, Anna— pensó para sí mismo sin dejar de mirarla. —Esto se pondrá interesante… —
≪ Más de lo que te imaginas ≫ le habló la entidad. ≪ Ahora podremos indagar todo de ella, pero eso puede esperar, yo quiero otra cosa… ≫
El juez lo dudó por un instante.
Tomando en cuenta que estaban en la Corte del Silencio, dicho lugar no era el mejor para divertirse, así que lo más adecuado era llevarla a otro sitio. Sin embargo, antes de que siquiera pudiese tomar una decisión, la monja tuvo un repentino ataque de nervios, lo que la hizo hablar sin pensar.
—Mire, señor Minos… lo hago bien… ¿Verdad? —
El aludido parpadeó extrañado al escuchar su voz en una frase larga, pero más lo sorprendieron sus palabras. Al parecer, Anna estaba solicitando reconocimiento por su logro. O tal vez la tensión del momento traicionaba sus reacciones emocionales. Lo que fuera, no importaba, a él simplemente le encantó.
Su blanca sonrisa se mostró por completo, reflejando incluso más interés, lo que incitó un nuevo estremecimiento en ella, así como otra frase nerviosa de su parte.
—¿Cree que… sea capaz de convertirme en su ayudante… señor Minos? —
El juez quiso reír.
Probablemente la mujer no estaba razonando lo que decía, pero no podía culparla. Era obvio que estaba bajo mucha presión por tener frente a ella a uno de los líderes del inframundo. Pero como no deseaba que se desmayara o que cayese en algún tipo de shock, decidió que le daría una oportunidad para mantener su careta.
Después todo, él deseaba seguir jugando, así que, sin dejar de contemplarla, colocó la pluma en el tintero y posteriormente deslizó el brazo hacia ella. Su mano se posó lentamente sobre la mejilla femenina.
—Hmm… eso requiere que lo piense… Anna— dijo impasible, al mismo tiempo que sentía cómo ella se petrificaba.
Minos estuvo tentado a tomar el velo y arrancárselo para ver la expresión de su cara. Pero se contuvo, conformándose únicamente con dibujar la superficie por encima de la tela, haciéndola sentir el calor de su palma, el cual no era del todo atenuado por el guantelete.
—Los muertos que yo manejo, son violentos— continuó hablando. —¿Crees que puedas controlarlos? —
Esa pregunta era simplemente para evaluar el comportamiento de la sirvienta. Porque realmente no tendría caso que intentase enseñarle a un espectro de clase baja a utilizar el cosmos, eso le tomaría bastante tiempo de aprender. Entonces, su toque recorrió de nuevo la mejilla de Anna, divirtiéndose al percibir su evidente nerviosismo. La mujer se alteraba cada vez más, quizás presintiendo algo malo.
≪ Haz una demostración de nuestro poder, quiero ver su miedo ≫ solicitó el Grifo.
El juez no tenía planeado eso, pero tampoco protestó por dicha solicitud. Su cosmos se manifestó, haciendo que una vibración atravesara el aire. Entonces, delgadas hebras semitransparentes iniciaron una danza alrededor de ambos, consiguiendo que la mujer se atemorizara un poco más. En ese instante, la sujetó con suavidad de la barbilla y la hizo girar el rostro para que lo mirase directo a los ojos. Su temblor corporal se hizo más notorio.
Él sabía perfectamente que sus propias expresiones faciales eran inquietantes cuando se lo proponía, aunado al hecho de que también el espectro de Grifo aumentaba ese aire siniestro en su persona. Por lo tanto, podía darse una idea del efecto que provocaba en la mujer, debido a su perversa sonrisa.
Y Minos deseaba contemplarlo en sus pupilas.
Pero cuando se disponía, ahora sí, a tomar el velo para quitárselo, el sonido de la puerta principal siendo abierta bruscamente, modificó sus planes por completo. De forma súbita, su gesto se volvió serio y su furia se manifestó, estresando el ambiente con su cosmos. Alguien había osado entrar a la estancia principal sin anunciarse debidamente y lo pagaría muy caro.
Retiró la mano del rostro de Anna y abrió sus alas, permitiéndole incorporarse. Él hizo lo mismo para ver al desdichado que interrumpió su diversión y así poder romperle los huesos.
Un soldado Skeleton se acercó rápidamente, con el rostro pálido y gritando de forma imprudente.
—¡Señor Minos, es urgente que venga!, ¡Su alteza Hades lo está buscado! —
El anfitrión del Grifo alzó una ceja sutilmente al escucharlo, pero eso no disminuyó su cólera, así que, con un simple movimiento de los dedos de su mano izquierda, hizo que su cosmoenergía reaccionara agresivamente.
—Por ejemplo… — sonrió con crueldad, todavía hablándole a la monja.
Los hilos flotantes desplegaron llamativas tonalidades violáceas al mismo tiempo que viajaban hacia su desafortunada presa para atraparla y elevarla en el aire, sin darle tiempo de nada.
—¡S-señor Minos!… ¡¿P-por qué?! — preguntó aterrorizado el espectro de bajo rango al sentir la compresión en sus extremidades.
—Bien, si quieres una razón, se podría decir que fue porque entraste al Tribunal gritando vulgarmente— respondió el juez sin cambiar su sádico semblante. —Y también porque has interrumpido lo que hacía. —
—¡S-señor Minos, d-deténgase! — suplicó inútilmente.
El ministro infernal cerró los dedos de la mano y una serie de tenebrosos crujidos se dejaron escuchar por todo el lugar. La siniestra técnica retorció grotescamente el cuerpo del soldado, arrebatándole la vida al instante, para luego dejarlo caer sobre las escaleras como si fuese basura.
La mirada de la monja estaba sobre él, probablemente aguantando la respiración al presenciar su brutal proceder. Si fuera una simple doncella, ya estaría gritando aterrada al punto del desmayo. Pero Anna era un espectro de servicio y a estas alturas de la situación, ya había presenciado muchos actos de este tipo. Uno más, no la traumaría.
Y por alguna extraña razón, eso complacía al juez, ya que, una mujer débil, no le serviría para sus propósitos.
Minos exhaló tranquilamente, como si nada hubiese pasado, mirando de soslayo a la inesperada visita que había mencionado el soldado, la cual acababa de cruzar el umbral de la entrada principal.
—Mira nada más, un visitante especial— pensó para sí mismo. Entonces, volteó hacia la mujer. —Bueno Anna, tengo cosas que hacer, por hoy es suficiente, vuelve en un rato más. —
Le molestó bastante que su diversión fuese interrumpida, sin embargo, ésta podía esperar un poco más, así que decidió despachar a la sirvienta, en lo que averiguaba porque el "rey del inframundo" lo estaba visitando en la Corte del Silencio.
La mujer consiguió mantenerse lo suficientemente tranquila para contestarle.
—A sus órdenes… señor Minos— hizo una reverencia y después se encaminó al pasadizo del muro con todo y marioneta.
La siguió con la mirada hasta que desapareció detrás de la puerta de piedra. Entonces, enfocó su atención en el muchacho y su cachorro en brazos, ya iba subiendo los peldaños rumbo al estrado. Ese no era el dios Hades, el juez podía notarlo por su expresión, tan melancólica y tan humana.
Por lo tanto, no se inclinaría ante él.
—Bueno, no hay nadie ahora— le habló tranquilamente. —¿Pandora sabe que estás aquí, "señor Hades"? —
El joven se detuvo cerca del cuerpo del soldado Skeleton y en ese instante, sus emociones humanas lo delataron un poco más al compadecerse de él.
—Esto es terrible, que tal cosa suceda incluso en el mundo de los muertos— aproximó su mano y con amabilidad le cerró los párpados. —No puede ser, esto demuestra que nadie puede alcanzar la salvación, ya sea durante su vida o en la muerte… —
El juez lo contempló impasible, sin estar seguro de qué responderle.
≪ Maldito humano, no entiendo cómo es que aún tiene el control de su cuerpo ≫ murmuró enojada la criatura mitológica.
—Esto podría ser muy entretenido— pensó Minos con malicia. —No entiendo lo que dice, usted acaba de destruir su pueblo natal hace poco— le reprochó, mientras lo veía ascender por los escalones. —Eso hizo que los registros de evaluación de los muertos explotaran en número. —
Alone llegó hasta el área de trabajo y se acercó al juez.
—¿Puedo ver uno de esos registros? —
La sonrisa de Minos se hizo presente, el anfitrión del dios Hades tenía dudas sobre alguien y él ya intuía de quién podría tratarse.
—Oh, ¿Cuál desea ver? —
—El perteneciente al que era mi amigo como ser humano… el registro de Tenma de Pegaso. —
El juez asintió y se dirigió hacia el almacén, haciéndole un gesto con la mano para que lo siguiera. Una de las puertas permanecía abierta, así que ambos se adentraron, llegando hasta el anaquel donde reposaban los nuevos libros de almas. Minos supo exactamente cuál tomar, un grueso volumen de color gris, abriéndolo a la mitad de sus hojas.
—Los libros aquí presentes registran todos los delitos cometidos por cada persona— explicó, al mismo tiempo que iba revisando las páginas. —Después de su muerte, sus crímenes son transferidos a mis registros— pasó otra hoja, buscando el nombre. —Tenma de Pegaso… debe estar escrito que murió. —
Alone hizo un gesto de inevitable pesar mientras acariciaba a su perro.
—Oh… probablemente así sea. —
Minos entornó la mirada al buscar reiteradamente y no hallar el nombre del santo.
—Que extraño, todavía no se ha reportado en el libro de almas— mencionó con cierta duda. —Parece que su alma no está ni en el mundo de los vivos, ni en el inframundo. —
El anfitrión del dios Hades lo miró sorprendido.
—¿Qué significa eso? —
—Es enigmático, pero… podría estar, tanto "vivo", como "muerto" — el juez lo miró con suspicacia burlona. —Pero cómo pensar eso, si el "emperador de la oscuridad" lo envió aquí. —
El muchacho ahora tenía una expresión desconcertada en el rostro y una tenue capa de sudor en la frente. Tal vez intuía algo y sólo quiso confirmarlo, es decir, Tenma de Pegaso fue alguien sumamente importante en su vida, así que después de asesinarlo, simplemente creyó que tal vez podría verlo de nuevo en el inframundo.
—Entonces, ¿Tenma todavía está vivo? — preguntó Alone en un susurro, que más bien se escuchó como una confirmación para sí mismo.
El juez lo observó detenidamente y cerró el libro para regresarlo a su lugar. Entonces, tomó otro volumen del mismo color grisáceo.
—Hay otra cosa incomprensible y es… — abrió la página correcta y se la mostró al joven para que la leyera. —¡Que los crímenes del ser humano llamado Alone, siguen actualizándose! —
Su voz se oyó lúgubre, mientras desplegaba de forma intimidante las alas de su Sapuri.
Dicho acto provocó que el anfitrión de Hades se asustara y soltara a su cachorro, el cual aterrizó en el suelo sin problema alguno, comenzando a ladrar. Y en ese preciso instante, el juez vislumbró un sentimiento muy humano en sus pupilas, una expresión delatora en su cara y una reacción estupefacta en su persona. Todas esas señales, aunque breves, fueron suficientes para confirmarle a Minos que, el joven estaba manipulando ésta guerra.
—Es extraño, ¿No? — le recriminó sin dejar de mirarlo un instante, manteniendo las alas semidesplegadas y amenazantes. —Ahora que se ha convertido en el "emperador de la oscuridad", se supone que su alma humana ha sido aniquilada— continuó pasando las hojas, donde se podían leer los crímenes. —Sin embargo, la arrogancia, la mentira, el homicidio, el engaño divino… ¡Todo está creciendo! —
Apartó el libro de los atónitos ojos de Alone y siguió reclamando. Tenía la intención de ver hasta dónde podía soportar la acusación el mentiroso adolescente.
—Nunca he visto a un humano tan maligno— lo contempló incisivamente. —Esto no puede ser así, Alone ya debería ser una marioneta sometida— hizo una sonrisa malévola para rematar sus palabras. —¡Una triste marioneta, cuyo vínculo con el señor Hades, ya se habría decidido! —
Repentinamente, tras escuchar aquello, las facciones asustadas del muchacho transmutaron a la cólera. Alzó la mano derecha y su cosmos se percibió en el aire. Una poderosa flama explotó de la nada sobre las hojas del libro de almas, quemándolo rápidamente. El juez pasó a la seriedad inmediata cuando advirtió el cambio en su actitud.
—¿Acaso dudas de mí, Minos? — interrogó el anfitrión de Hades, mirándolo fríamente. —Esa marioneta de Alone ya no existe más, yo soy el que va a traer la salvación a los seres humanos en la tierra y en el infierno… —
El humano seguía mintiendo y eso se ratificaba con las palabras que iban escribiéndose solas en las páginas quemándose.
—¡Sus crímenes continúan aumentando a medida que habla! — pensó el juez sorprendido.
—Estos son los hilos que dibujo… —
—Podría ser que éste chico… — dejó caer lo que restaba del libro.
—¡Yo me convertiré en el emperador de la oscuridad, el único capaz de traer la salvación en la muerte! — Alone tomó una postura altiva, completamente seguro de lo que decía. —¡Aunque tenga que dedicar todos mis poderes en ello! —
Clavó la mirada en el fuego que terminaba de calcinar la única prueba de que Tenma de Pegaso no había muerto todavía.
Minos hizo un gesto de agrado ante la nueva careta que mostraba el adolescente, disfrutando al mismo tiempo de toda esta situación. Él no se tragaba su actuación, ya que podía ver perfectamente que su alma humana era bastante fuerte y no se sometería ante Hades con facilidad. Únicamente seguiría fingiendo para su conveniencia… moviendo los hilos.
El escenario se vislumbraba sumamente divertido.
—¿Tiene la intención de continuar en éste camino como un titiritero? — caviló rápidamente, para luego tomar una decisión en beneficio propio. —Interesante… en ese caso, te serviré muchacho— colocó una rodilla en el suelo y se agachó en reverencia. —Muéstrame ahora si tú, quien se suponía iba a ser la marioneta de un dios… eres capaz de manejar a uno. —
Al ver la sumisión del juez, Alone se fue relajando paulatinamente. Después de todo, nadie más preguntaría por Tenma de Pegaso, ya se encargaría más tarde de buscar su alma perdida.
—¿Entonces cuento contigo, juez Grifo? —
—Por supuesto que sí, "señor Hades"— respondió sin levantar el rostro, manteniendo su taimada sonrisa. —Estoy a sus órdenes y si me lo permite, quisiera dar mi opinión respecto a Pegaso. —
—Te escucho. —
—Si el alma de ese mocoso está "perdida", puedo encargarme de encontrarla y mantenerla "guardada" para usted— habló en un tono serio, que, al mismo tiempo, estaba impregnado de algo más.
Minos levantó el rostro y los ojos de ambos se encontraron. Alone lo observó fijamente por un par de segundos, dándose cuenta de inmediato: Esa contemplación mutua no era la de un espectro mirando a su dios y viceversa.
Definitivamente no.
Ambos eran humanos, jugando involuntariamente bajo las órdenes de las deidades y ese hombre de cabello platinado, el recipiente humano del Grifo, le estaba ofreciendo una disimulada complicidad. No era necesario aclarar motivaciones personales, simplemente, esto era una extraña y conveniente situación.
Entonces…
—¿Harías eso por mí? —
—Sólo tiene que pedirlo, "señor Hades"— el juez ya no disimuló su astuta sonrisa.
—Hazlo entonces— confirmó para después dirigirse a la salida, con el cachorro detrás de él.
Minos se puso de pie y también salió fuera del almacén. No esperaba que Alone reaccionara de esa manera, pero al ver que aceptó su propuesta, quiso ver si podía aprovechar esta situación para otras cosas más.
—Hay algo más, señor— habló a sus espaldas. —No sé si ya tiene algo en mente, pero los tres líderes hemos estado trabajando en algunas estrategias y nos gustaría que visitara el Salón de Guerra para que le expliquemos cuál podría darle la victoria en contra del Santuario— detalló rápidamente.
—Lo haré Minos, quiero ver qué han planeado, y una cosa más— lo miró de soslayo. —Nadie debe saber que vine a verte, ¿Entendido? —
—Lo comprendo perfectamente— asintió con la cabeza. —Yo me encargaré de reponer el libro de almas… con los ajustes pertinentes que solicite respecto a Tenma de Pegaso. —
—Me gusta tu actitud, Minos— tomó al perro entre sus brazos y empezó a bajar las escaleras. —Encárgate de corregir eso también. —
No dijo nada más.
El ministro lo observó hasta que las puertas del vestíbulo se cerraron. Un segundo después, su cosmos se esfumó de las cercanías, señal de que probablemente se había marchado al castillo. Esto era muy conveniente, nadie sabía que el "rey del inframundo" había venido al Tribunal y el único testigo, yacía muerto sobre los peldaños.
≪ ¡¿Qué estás haciendo, maldito idiota?! ≫ bramó enojada la criatura mitológica. ≪ ¡¿Cómo te atreves a jurarle fidelidad a ese humano?! ≫
Una risita cínica por parte del juez se pronunció.
—Me parece que, ahora sí, la guerra santa se ha vuelto mucho más divertida— regresó al depósito de libros. —Ese muchacho tiene sus propios planes y Hades no parece conseguir despertar dentro de él, que interesante. —
≪ ¡Déjate de idioteces, esto es serio!, ¡Nunca antes se había atrasado tanto en tomar el cuerpo de su anfitrión y eso podría ser una desventaja para nuestro dios! ≫ bufó con frustración.
El hombre se encaminó a una sección apartada, donde había un gran baúl. Del interior, extrajo un libro de almas que parecía ser completamente nuevo, dado que no tenía símbolos ni letras en su cubierta. Regresó al pasillo donde aún estaban las cenizas del volumen quemado por Alone.
—¡Ya cállate, bestia estúpida! — masculló molesto. —¿Acaso no te das cuenta?, si Hades despierta en éste preciso momento, tus planes no podrán concretarse— se acuclilló y tomó un pedazo diminuto que no estuviera muy carbonizado. —Es mejor que ese mocoso siga manipulando su alma, de esa manera tendremos tiempo suficiente para la mujer… y otra cosa más, necesitamos asegurar una posibilidad de salir al exterior sin tener que dar explicaciones. —
Colocó el fragmento en medio de las paginas vacías y luego lo cerró.
≪ ¿A qué te refieres? ≫ la voz de la entidad se tranquilizó, su fastidioso portador tenía razón respecto al despertar de Hades, pero no entendía lo otro. ≪ ¿Por qué tendría que ser prioritario salir si ya tenemos a la mujer aquí? ≫
Otra expresión burlona por parte del humano irritó de nuevo a la entidad mitológica, sin embargo, le era imposible castigarlo ahora, lo necesitaba más que nunca.
—Al parecer, no conoces lo suficiente de mujeres— sostuvo el libro con ambas manos y permitió que su cosmos emergiera para envolverlo en un aura violácea. —Si conseguimos preñarla, no podrá permanecer en el inframundo… será necesario sacarla de aquí y llevarla a un sitio seguro. —
La realidad golpeó al Grifo súbitamente.
Un espectro de servicio es un humano que puede estar en el inframundo sin necesidad de comer o beber, la transformación hecha con los lirios blancos lo permitía. Por lo tanto, si esa monja resultaba útil para sus planes, no podría permanecer en un sitio como ese y menos embarazada. Ella iba a necesitar alimentos y cuidados especiales para poder engendrar y cuidar a una cría.
¿Y cómo salir del inframundo con ella sin tener problemas?
Con el favor del anfitrión de Hades. Oh si, Minos era bastante inteligente.
≪ Eres un verdadero fastidio, pero te doy la razón ≫ la bestia resopló frustrada, resignándose a escuchar a un simple humano. ≪ Haz lo que tengas que hacer. ≫
El cosmos del juez se apagó y el libro comenzó a desvelar letras y símbolos en su portada. Cuando lo abrió para retirar el pedazo quemado, el texto que antes estuvo escrito en el otro volumen, apareció en éste, convirtiéndolo en una fiel copia del original. Pasó las paginas hasta llegar a la parte de Tenma de Pegaso. En el renglón se podía leer: "Asesinado por el dios Hades".
Minos sonrió complacido.
—Vaya, al fin dices algo inteligente— se puso de pie y colocó el volumen en su anaquel correspondiente. —Ahora explícame cómo rayos funciona la marioneta— exigió, mientras recogía las cenizas y limpiaba para no dejar rastros.
El Grifo se quedó en silencio por algunos segundos, tratando de no perder la paciencia. Después de todo, su insoportable vasija humana por fin estaba cooperando. No le agradaba su altanería respecto a la guerra santa ni sus insolentes comentarios hacia su dios, pero podía tolerarlo mientras le ayudase con sus propósitos. Y el hecho de que quisiese sacar ventaja del adolescente, también resultaba benéfico para dichos planes.
≪ Simplemente cierra los ojos y piensa en la monja, el títere te "contestará". ≫
El juez salió del lugar y aseguró las puertas. Cerró los párpados y se concentró en la mujer.
[Ala oeste, salón de termas]
—Así que ahí estás— abrió los ojos y se encaminó al pasadizo en el muro. —Al menos valió la pena tallar tanto maldito hueso. —
…
Llegó al área indicada, abrió la puerta de la habitación y entró campantemente.
Encontró a la mujer junto a una fuente de agua ubicada en una de las esquinas. Se había quitado el velo y la cubierta del cabello, dejándolo completamente libre. Al parecer, había ido a ese lugar para despejar sus nervios después de lo ocurrido con el soldado raso. Tenía el rostro húmedo de agua y la marioneta estaba a su lado en el borde de mármol.
Cuando ella volteó mecánicamente para mirarlo, sus ojos se encontraron y Minos pudo ver cómo la estupefacción le deformaba el rostro. Había sido descubierta en un completo descuido y ya no había posibilidad de ocultar su condición de monja defectuosa.
Él alzó despacio las cejas, sorprendido por lo que veía, instándolo a hacer una malévola sonrisa mientras se tomaba un par de segundos para observarla detenidamente. El rostro de la mujer era común, como el de cualquier fémina griega, pero con un tono claro y ligeramente bronceado. Sus ojos eran de color marrón y su largo cabello poseía una tonalidad bastante oscura. No se entretuvo demasiado en otros detalles faciales, porque su mirada se deslizó con impertinencia por el resto de su figura.
Hasta el momento, no había prestado demasiada atención a ese detalle, pero el hábito negro delineaba notoriamente una silueta proporcionada. No era delgada, pero si poseía la forma cercana a un reloj de arena. Para el juez éste detalle resultó agradable, aunque en realidad pocas veces le importaba el físico, él era de gustos variados y no era remilgoso en absoluto si de mujeres se trataba.
—Quien diría que ocultaba ese bonito rostro… — pensó con genuino interés.
≪ Veo que la hembra te resultó interesante ≫ murmuró con travesura el espectro. ≪ Entonces, ¿Qué estás esperando para acercarte? ≫
Comenzó a caminar en su dirección y con cada paso que daba, percibía el nerviosismo creciendo en Anna. Sus ojos le sostuvieron la mirada y eso le dio a entender que, o tenía el suficiente valor para encararlo, o estaba demasiado asustada para moverse, lo que le impedía dejar de verlo. Probablemente era la segunda opción, Minos sabía que su apariencia y personalidad eran inquietantes, así que comprendía el miedo de la mujer.
—Veamos si puedes soportar esto— decidió jugar de nuevo con ella. —Anna, te dije que regresaras, ¿Por qué no has obedecido? — se expresó con filo en la voz.
La monja empezó a temblar cuando él se detuvo frente a ella. Al parecer, se había quedado muda y eso lo confirmó cuando hizo el lento despliegue de las extensiones de su Sapuri, para acorralarla contra la fuente y evitar que intentase huir. Aunque eso era completamente inútil ahora. Probablemente ella estaba pensando que pronto iba a morir, dado que eso era lo que sucedía con los espectros defectuosos, eran eliminados de inmediato tras ser descubiertos.
Pero nada más lejos de la realidad si se trataba del juez Grifo.
Él se concentró de nuevo en su rostro y aunque sus expresiones de miedo eran evidentes, eso no opacó sus curiosos rasgos. El cabello, negro y lacio, le llegaba varios centímetros por debajo de los hombros y sus puntas finales se curvaban levemente. Sus ojos marrones eran grandes y muy expresivos, a pesar de que ahora estaban opacados por sutiles lágrimas de pavor que no se animaban a salir.
—Es bello el color de tus ojos, no existen de ese tipo en mi hogar— reconoció el hombre para sí mismo. Entonces, tuvo el deseo de escuchar su voz nuevamente, así que levantó la mano y la sujetó del mentón para que lo mirase directamente a la cara. —Háblame Anna. —
La mujer se sobresaltó un poco más y casi pudo escuchar el latido desbocado de su corazón.
—S-señor… M-Minos— susurró en un hilo de voz. —A… sus o-ordenes… —
El ministro entornó la mirada con algo de fastidio, ya no tenía caso que la monja intentara seguir aparentando frente a él, así que se lo dejaría en claro de una vez. Su mano se deslizó hacia el cuello femenino y cerró los dedos sobre su pulso descontrolado. No tenía intención de lastimarla, sino de darle una simple advertencia, por lo que la presión ejercida era casi nula.
—Deja de fingir, mujer— aproximó su rostro al de ella y le habló con un matiz afilado. —No eres una monja común sin voluntad, me has dado suficientes pruebas para confirmarlo… ¿Quieres saber cómo lo sé? — hizo una mueca ladina.
La sirvienta palideció todavía más al escucharlo y la respiración se le aceleró notoriamente. Dado que no pudo responderle, Minos continuó hablando, quería ver sus reacciones al explicarle cómo la había descubierto. Por su parte, el espectro de Grifo se regodeaba ante la situación, sin decir palabra alguna, pero sumamente atento a lo que acontecía.
—Los espectros de bajo rango no recuerdan su nombre… pero tú sí puedes, Anna— el temblor de ella empeoró. —No pueden mentir, porque ya no tienen la capacidad para hacerlo… y tú confirmaste que Lune te mandó a limpiar el almacén de libros, pequeña mentirosa— su tono burlón le dejó en claro a la mujer que se había delatado sin darse cuenta. —Y por último… no pueden jugar con una marioneta, debido a que su mente está completamente anulada, no son capaces de reconocer un juguete— tomó la marioneta con la otra mano y se la acercó. —Pero tú si puedes hacerlo y lo mejor de todo, es que has aprendido a controlarla y divertirme… —
La comprensión inundó el rostro de ella.
Ahora le quedaba en claro que todo había sido una trampa por parte del juez para confirmar su condición de espectro defectuoso. Quizás ella se evidenció en algunas cosas, pero era obvio que Minos había estado evaluándola todo el tiempo, observándola como un depredador a su presa, esperando el momento oportuno para atraparla.
Y así lo hizo.
Anna no pudo decir nada, limitándose a permanecer congelada, sosteniendo su respiración e intentando hacerse una idea de lo que posiblemente el juez tenía planeado para ella.
—Lo haces bien mujer, todavía no te has desmayado y eso es perfecto— razonó Minos.
Por un instante creyó que la monja terminaría flaqueando ante su escrutinio y revelaciones. Pero no, ella seguía de pie, parpadeando nerviosamente y temblando con pavor, muy consciente de su situación. La observó un poco más y luego dejó el títere a un lado para tomar un mechón de su oscuro pelo y admirarlo a detalle, resultó ser muy suave al tacto.
—Entonces Anna, ¿No dirás nada al respecto? — preguntó, retirando la otra mano de su cuello.
Sujetó más cabello y comenzó a olfatearlo, deleitándose con el aroma que desprendía. No pudo identificarlo, pero le quedaba en claro que las sirvientas también gozaban de ciertas comodidades para su aseo personal.
—Eres una de las últimas monjas oscuras que creó Luco de Dríades— la miró con repentina seriedad. —Pero es probable que algo fallara en tu transformación completa, por eso recuperaste tu libre albedrío— soltó su melena y se apartó, alejando las alas de su Sapuri para darle oportunidad de tranquilizarse. —Me sorprende que no te descubrieran los demás espectros y se deshicieran de ti— se encaminó a la salida. —No te delataré, pero… de ahora en adelante, serás mi sierva personal… a menos que tengas algo que decir acerca de eso— le dirigió una mirada maliciosa.
Esa era su sentencia y no dejaba lugar a dudas, ella tenía que ceder a su capricho si quería sobrevivir.
Antes de salir del salón de termas, Minos se percató de que la mujer no pudo sostenerse en pie por más tiempo, sus piernas cedieron, dejándola postrada en el suelo y con el rostro agachado en un gesto de resignación.
—Como… usted… ordene… — confirmó en un murmullo bajo.
El juez no dijo nada más, eso era todo lo que quería escuchar, que ella aceptase la situación y que no se opusiera a sus órdenes. No tenía la intención de amenazarla de otra manera, eso no le resultaría útil. Cerró la puerta y se alejó por el pasillo.
≪ ¡¿Por qué la dejaste ir?! ≫ interrogó molesto el Grifo.
—¡Controla tu maldita prisa! — gruñó Minos. —Ya te dije que lo haré, pero será a mí manera y que te quede en claro, ¡No quiero que intervengas! —
≪ ¿Qué estás planeando?, solamente tienes que follarla y es todo ≫ se burló descaradamente.
—¿Quieres que te recuerde tu error del pasado? — contestó con frialdad el juez. La entidad enmudeció súbitamente, tragándose sus palabras. —Bien, en silencio es mejor y ahora me voy a dormir, te guste o no— finalizó.
Continuará...
Bien, esto se va poniendo más tenso y me encanta X3
Espero para el próximo capítulo iniciar con el lemon. No prometo nada, pero iré avanzado poco a poco, porque como saben, yo escribo bastante en esas escenas ;D
Muchas gracias por leer y comentar.
30/Abril/2021
