P-chan estaba muy contento esperando a que Akane regresara de tomarse un baño. Ya no debía tardar. Suspiró de felicidad. Después de tantas semanas de viaje y sin encontrar el camino de regreso -después de las lluvias, el hambre y el frío- al fin, podría disfrutar de la comodidad de su abrazo. Además, había escuchado decir a la familia que Ranma había salido de casa. Movió sus patitas con emoción. ¡Qué buena suerte!
Pasó largo rato mirando el reloj de pared con paciencia, esperando que Akane se asomara por la puerta. No regresaba. Qué raro, ya se había demorado demasiado. P-chan salió de la habitación y llegó hasta el baño. Con curiosidad, apoyó la oreja contra la puerta. Se oían respiraciones muy agitadas.
—¡Ranma!
Los ojos de P-chan reflejaban su incredulidad. Esa era la voz de Akane. Pegó aún más la oreja a la puerta.
—¡Ah! Contrólate.
Ryoga se sintió como un toro viendo rojo. ¿Qué estaba pasando ahí dentro?
—Cállate.
Ese había sido Ranma. ¡Maldito aprovechado!
P-chan corrió hacia la sala, donde se encontró con el panda a punto de mojarse con una tetera de agua caliente. Se interpuso.
"Eso era mío". Dijo el panda con su letrero, viendo al joven desnudo salir de la escena tan espontáneamente como había llegado.
Ryoga buscó la mochila que había escondido en uno de los arbustos del patio. Sacó su ropa y se cambió a toda prisa de camino a su destino. Con determinación, atravesó el área externa del baño y abrió la puerta corrediza con fuerza para encontrarse con Akane y Ranma en forma de mujer. Ambos estaban de pie en la tina, dando cara a la puerta y completamente desnudos.
—¡Ranma! ¿¡Qué demonios le estás haciendo a Akane!?
Inmediatamente, Ranma se colocó en frente de Akane para cubrir su cuerpo.
—¡Ryoga! ¿Qué no ves que el baño está ocupado? ¡Largo de aquí! —exclamó Ranma, poniéndose en guardia e ignorando su propia desnudez.
—Escuché cómo querías aprovecharte de Akane, Ranma. ¡No lo permitiré! —gritó, golpeando el suelo con el puño y quebrando la baldosa.
Akane salió de la tina, su cuerpo tenía la intención de caminar hacia Ryoga. Afortunadamente, Ranma estaba imitando cada uno de sus movimientos, siguiéndola como una sombra para protegerla y obligarla a que mantuviera su distancia.
—Ryoga, estás confundido. No me estaba haciendo nada, de verdad —dijo ella amablemente, asomándose por detrás del hombro de Ranma. Se concentró en mantener su cuerpo inmóvil detrás del de su prometido. Aunque ir en contra del espíritu seguía siendo difícil, se dio cuenta de que no lo era tanto como cuando el objetivo era Ranma—. ¿No ves? Somos solo dos chicas dándose un baño, ¿qué más va a pasar?
—¿Ah sí? —Ryoga bajó la guardia, creyendo ciegamente en las palabras de su amada Akane—. Creí haber oído la voz de Ranma, en su cuerpo de hombre, pidiéndote que te callaras.
—Pero, ¡qué cosas dices!—continuó Akane con su trabajo de persuasión—. Si hubiera tratado de propasarse, yo sería la primera en golpearlo —dijo, riendo nerviosa.
Ranma aprovechó ese momento para alcanzar su propia camisa con el pie. La lanzó hacia su mano y se giró en dirección a Akane para cubrirla con ella. Le quedaba muy corta, pero tapaba las partes más importantes.
—Claro, ¿qué imaginabas? —increpó Ranma, poniéndose su bóxer amarillo a toda prisa— ¿Qué estarían haciendo dos mujeres desnudas solas? —de pronto los nervios no le permitían callarse la boca— ¿Besándose, tocándose o algo así, malpensado? ¡Qué disparate!
—Es suficiente… —masculló Akane. Luego se volteó hacia Ryoga— ¿En serio pensabas todo eso, Ryoga? —preguntó, tratando de intimidarlo al fingir espanto ante aquellas sugerencias.
—N-n-no yo... jamás pensaría algo así… —estaba completamente rojo, muerto de la vergüenza—. Lo mejor será que me vaya.
—Sí —dijeron Ranma y Akane al unísono.
Ryoga se quedó inmóvil.
—¡Adiós, Ryoga! —insistió Ranma, agudizando la voz y despidiéndolo con la mano.
Nada.
Molesto, Ranma supo que tendría que ser él quien lo sacara de ahí. Ranma caminó hacia Ryoga para empujarlo en dirección a la puerta. Un gancho inesperado lo mandó a volar hasta el otro lado del baño.
—¿Qué? —preguntó Ryoga, mirando su puño extrañado —¡Woah! ¿Qué está pasando? —exclamó cuando sus piernas empezaron a moverse solas hacia Akane.
Ranma se levantó, sobándose la cabeza. Inmediatamente se percató de que, ahora que él no estaba interponiéndose, Akane también estaba caminando hacia Ryoga.
—¡Ranma! —exclamó Akane, girando la cabeza hacia él y extendiéndole un brazo como pidiendo auxilio.
Ranma se levantó de un brinco y tomó el brazo de Akane para jalarla hacia sí. Ryoga ya la había tomado por el otro brazo.
—¡Suéltala, Ryoga! —ordenó Ranma.
—No sé qué está pasando aquí, pero claramente Akane quiere venir conmigo —observó él, viendo que el resto del cuerpo de Akane estaba haciendo un esfuerzo por irse con él—. ¡Así que, suéltala tú!
—No, Ryoga, ¡no entiendes! Es una maldición —trató de explicar Akane.
—¡Punto explosivo! —interrumpió Ryoga, tocando con el dedo índice de su mano libre el suelo cerca de los pies de Ranma, haciéndolo estallar.
Con la explosión, Ranma soltó el brazo de Akane y salió volando hacia atrás. Ryoga cayó de espalda al suelo en dirección contraria, con Akane encima de él.
—Akane, ¿estás bien? —preguntó Ryoga preocupado.
Ryoga sintió uno de los brazos de Akane rodear su cuello. Él se sonrojó, sin saber qué hacer. Usualmente se hubiera quedado inmóvil, pero su cuerpo ahora parecía tener mucha iniciativa. Sus brazos apretaron a Akane fuertemente contra su cuerpo. Este era un sueño hecho realidad.
—¡Esto no se va a quedar así! —exclamó la pelirroja, rompiendo aquel mágico momento y lanzándose hacia ellos, tratando de separarlos.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué tanto alboroto? —preguntó Soun, asomándose por la puerta del baño en pijama.
Detrás le seguían el panda, Kasumi y Nabiki. Todos se quedaron viendo el espectáculo con curiosidad.
—Vaya, no sabía que Akane sentía algo por Ryoga —comentó Kasumi—. Están muy abrazados.
—¡Qué tragedia! ¿Lo ves, Ranma? —preguntó Soun—. Todo por no haber dado el primer paso a tiempo.
"Mal hijo. Me avergüenza ser tu padre".
—¿Bocadillo? —dijo Nabiki, acercándoles una bolsa de nueces. El panda y Soun no tardaron en aceptar.
—Este no es momento para sus comentarios —dijo Ranma, aún concentrado en tratar de separar a la pareja, jalándolos por los hombros.
De pronto, las palabras de Akane resonaron en la cabeza de Ranma. "Torpe. Tengo más trucos bajo la manga que solo fuerza". ¿Qué no hacía solo un rato su propia mano había reaccionado al sentir dolor por la mordida de Akane? ¡Claro! Tendría que ser más creativo.
—¡Técnica de las cosquillas! —exclamó, asaltando las costillas expuestas de Akane.
Akane se retorció, dejando ir a Ryoga para tratar de cubrirse contra el ataque.
—¡Basta! —gritó ella entre risas.
Una apertura. Ranma golpeó la cara de Ryoga con toda su fuerza, dejándolo inconsciente. Cargó a Akane en brazos y se la dio a Soun.
—¡No la suelte hasta que nos hayamos ido! —ordenó.
Cuando Akane empezó a luchar por liberarse, los demás ayudaron a Soun a retenerla. Como Ranma había indicado, no la soltaron sino hasta que los vieron desaparecer por la ventana y el cuerpo de Akane dejó de luchar.
—Akane, hija, ¿qué fue eso? —preguntó Soun preocupado.
—No ha sido nada, papá. Yo solo trataba de evitar que Ranma y Ryoga se pelearan, como siempre —se excusó Akane.
—¿Por qué llevas puesta la camisa de Ranma?
Akane miró hacia abajo y se sonrojó.
—Pues... ehm… porque…
—Akane, diles la verdad —dijo Nabiki.
Akane tragó saliva nerviosa, esperando que su hermana los delatara.
—A Akane… ¡le gusta vestirse de hombre! —exclamó su hermana con un micrófono que se había sacado de la manga.
—Na-Nabiki...
—Bueno… no es una revelación tan sorprendente. Siempre has sido muy masculina, Akane. No veo el problema —dijo Kasumi con una sonrisa.
—Oigan… —se quejó Akane débilmente sin que nadie le hiciera caso.
—Es verdad. Y si Ranma ya se viste como mujer, pues eso los hace aún más compatibles ¿no cree, Saotome? —preguntó Soun.
"Ni mandados a hacer".
—Bueno, ya es muy tarde, lo mejor será que nos vayamos a dormir —concluyó Soun.
Todos empezaron a retirarse, dejando a Akane paralizada en el mismo sitio. Nabiki se resagó a propósito.
—Considerando que no traes bolsillos, esta te la cobro mañana, hermanita —dijo guiñándole un ojo y saliendo de ahí.
Akane se dejó caer hasta el suelo, asimilando todo lo que acababa de pasar.
Ranma cargó a Ryoga sobre su espalda y salió corriendo por la ventana. Atravesó el patio y, en el camino, lo mojó en el estanque para desactivar la maldición y hacer su carga más liviana. Tendría que llevarlo lo más lejos posible.
Después de unas horas de camino y juzgando que la distancia era suficiente, lo arrojó lo más lejos que pudo. Para Ryoga, orientarse desde donde cayera sería complicado, seguro no encontraría la casa de los Tendo en por lo menos una semana.
Ranma emprendió su camino de regreso. Era de madrugada y las calles estaban vacías. La mirada lujuriosa de un vagabundo lo hizo recordar que no llevaba nada puesto de la cintura para arriba. Se apresuró para volver a casa lo antes posible. Después de aquella experiencia con Ryoga, definitivamente no podía arriesgarse a que Akane se quedara sola.
Cuando llegó, la casa estaba en completo silencio. Todos se habían retirado a dormir. Su primera parada fue el baño. Se lavó los pies -muy necesario tras haber deambulado por las calles descalzo- y después, alcanzó su ropa descartada del piso. Se puso su camiseta interior y cargó sus pantalones en brazos, pero no encontró su camisa por ningún lado. Se dirigió a la habitación de Akane.
Entró sin hacer ruido. Se dio cuenta que su prometida se había quedado dormida con su camisa puesta. La admiró de pies a cabeza; estaba recostada sobre las cobijas, dejando su silueta a la vista. Su camisa abrazaba sus curvas perfectamente. Ranma sacudió su cabeza, reprendiéndose por pensar como Happossai. Dejó los pantalones a un lado y se puso en cuclillas frente a ella.
—Oye, Akane —susurró, sacudiendo su hombro suavemente.
Akane abrió los ojos para encontrarse con los de la pelirroja.
—Ranma... —dijo ella somnolienta—. ¿Qué pasó con Ryoga? —preguntó preocupada, recordando todo de golpe.
—Tu querido Ryoga está muy lejos de aquí —respondió sin poder ocultar su molestia—. Seguro no encontrará el camino de vuelta en unos días.
—¿Qué pasa? ¿Estás celoso? —preguntó con una sonrisa juguetona
—¡Por favor! Ya quisieras… —su tono había pasado de la molestia al enojo—. No puedo creerlo, Akane. Caminé por toda la ciudad en medio de la noche para salvarte de que ese cerdo te estuviera acosando ¿y eso es todo lo que tienes que decir?
—Pobre Ryoga. No lo llames así, no fue su culpa...
—Sí… Pobre Ryoga… Seguramente estabas muy a gusto en sus brazos, disculpa por haberlos interrumpido.
—¿Qué insinúas? —preguntó enfadada.
—Lo que entendiste, boba.
—Si viniste a insultarme, mejor lárgate —dijo enderezándose y apuntando hacia la puerta.
Ranma se quedó en silencio un momento. Miró hacia la puerta y luego volvió su mirada a la de Akane.
—No puedo —dijo en un tono más tranquilo, pero aún severo.
—¿Por qué no?
—¿Qué tal si regresa y no estoy aquí? ¿O si viene alguien más?
Akane volvió a relajar su postura, entendiendo la preocupación de Ranma.
—Gracias —dijo ella, suavizando su voz—. Gracias por protegerme.
Esas palabras fueron suficientes para disipar todo el enojo de su prometido. Akane se hizo a un lado para dejar un espacio libre en su colchón. Ranma miró sus acciones extrañado. ¿Quería decir lo que él creía que quería decir?
—¿Qué? ¿Piensas dormir en el suelo? —preguntó ella al ver que no se movía.
Sí, eso quería decir…
—Tampoco te voy a estar insistiendo ¿eh? —agregó al notar su indecisión.
Con torpeza, Ranma se sentó en la cama de Akane y se recostó lentamente sobre su espalda, procurando ocupar el menor espacio posible. Su cuerpo se tensó cuando sintió a Akane abrazarlo por la cintura y apoyar la cabeza sobre su pecho. En esa posición, seguro podía escuchar que el latido de su corazón se había acelerado. Qué humillante. Aunque hacía solo unas horas habían perdido todo el pudor en la bañera, las cosas no eran tan sencillas ahora que las pasiones se habían calmado.
—Tranquilo… —susurró Akane, percibiendo su estrés—. Somos solo dos mujeres durmiendo juntas. ¿Qué va a pasar? —dijo, levantando la cara para mirarlo a los ojos—. ¿No recuerdas? Esta era una de las posibles soluciones para dormir en la misma habitación cuando le dijimos a Ukyo que estábamos casados.
Ranma lo recordaba perfectamente. Qué tiempos más simples. Ahora, eso no les daba ningún tipo de garantía. Akane subió la pierna por entre las suyas lentamente al mismo tiempo en que acercaba su rostro al de su prometido. Para Ranma, la idea de volver a donde se habían quedado fue suficiente para hacerle olvidar cualquier vergüenza. Ella lo estaba tanteando, le miraba los labios como invitándolo a hacer algo. Bien, si ella no se atrevería, lo haría él. Justo cuando él se hizo hacia adelante, ella se echó hacia atrás.
—Sería un disparate ¿no? —bromeó ella, recordándole las palabras que él mismo le había dicho a Ryoga.
—No deberías jugar con esas cosas —dijo decepcionado, dejándose caer otra vez sobre la almohada.
La única respuesta fue una risita. Akane percibió que su prometido sí quería que pasara algo.
Ranma volvió su atención a Akane cuando sintió su mano rozarle el muslo. Con una caricia casi imperceptible, delineó su cadera, su cintura y pasó por encima de uno de sus pechos. En sus encuentros anteriores, había sido él quien la había tocado a ella. Aunque no le disgustaba, se sentía muy extraño al ser tocado en su forma de mujer. Ranma la tomó por la muñeca, deteniéndola gentilmente. Akane no dijo nada, pero se le quedó mirando a su cuerpo en silencio, haciéndolo sentir muy expuesto.
—¿Qué piensas? —preguntó él, tratando de distraerla.
—Pienso que es injusto —dijo Akane, regresando su atención al rostro de su prometido.
—¿Qué cosa?
—Que seas atractiva como mujer.
Ranma se sintió apenado. Titubeó un momento antes de animarse a hablar.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Dime.
—¿Prometes no enojarte? —agregó con temor a ser golpeado por su atrevimiento.
—Pues, ¿qué clase de pregunta es? —cuestionó extrañada por tanto preámbulo.
—Es… personal...
—Bueno... lo prometo.
—Ehm… —Ranma se sonrojó. De pronto, ya no podía verla a los ojos— ¿te gustan… te gustan las mujeres?
—¿Eh? —la pregunta la tomó por sorpresa.
—Bueno, no te juzgaré ni nada. Después de todo, a mí me siguen gustando las mujeres incluso en mi cuerpo de mujer —empezó a hablar sin parar, delatando su nerviosismo—. Solo lo preguntaba porque... pues cuando tú y yo estuvimos… bueno, ya sabes… yo estaba convertido en chica y tú... actuabas como si… O, más bien, yo te sentía tan...
—¿Tan qué?
—Tan… receptiva.
Akane se quedó pensándolo un momento. Antes de conocer a Ranma, la respuesta hubiera sido muy sencilla. Ahora, particularmente después de lo que había pasado entre ellos, las cosas eran más complejas.
—No tienes que responder nada. Solo tenía curiosidad —continuó Ranma, arrepentido y temiendo haber cruzado la línea.
—¿Preguntas porque tienes miedo de que seduzca a Shampoo y a Ukyo? —bromeó.
—E-ehm.. N-no yo... —Ranma tartamudeó. Esas palabras habían conjurado algunos escenarios en su imaginación.
—O, pensándolo bien… ¿Preguntas porque estás celoso de ti mismo?
La pregunta de Ranma tenía un razonamiento más profundo. Había pasado mucho tiempo buscando romper su maldición, pensando en su cuerpo de mujer como un repelente. Jamás llegó a imaginar que el efecto pudiera ser el contrario; mucho menos al recordar discusiones en las que la misma Akane había dicho que no quería un "anormal" como prometido.
—Solo era una estúpida pregunta. Olvídalo.
Ranma estaba listo para dar la conversación por terminada, cuando Akane respondió. Ella sabía que lo preguntaba en serio.
—Nunca me había pasado antes... El sentirme atraída por el cuerpo de una mujer, quiero decir —confesó.
Ranma se quedó callado, asimilando la información. No tardó en arruinar el momento.
—Bueno, no te culpo. Mi cuerpo de mujer es muy atractivo —concluyó, riendo con presunción.
—Sí, me queda claro que tu cuerpo de mujer es lo más sexy que has visto en toda tu vida —comentó Akane con ironía, apretando uno de sus pechos con fuerza a modo de reclamo.
Ranma se quejó y la empujó para quedar sobre ella, atrapándola entre su cuerpo y el colchón. Estar en esta posición le gustaba mucho más. Apoyó sus antebrazos a los costados del rostro de su prometida y, sabiendo ahora que era igual de sensible, acercó los labios a su oído.
—¿Quieres saber la verdad? —susurró.
Akane tembló al sentir su aliento. La temperatura de su cuerpo empezó a elevarse.
—¿Qué… verdad? —su voz sonaba casi suplicante.
Tener a Akane así, tan dócil entre sus brazos, le daba el valor a Ranma para decir lo que realmente pensaba.
—Tu cuerpo rendido sobre el mío en la bañera… Eso es lo más sexy que he visto.
Ese comentario fue suficiente para encender la flama que había estado durmiendo desde la interrupción de Ryoga. Akane tomó el rostro de Ranma entre sus manos, buscando sus labios, y lo besó apasionadamente.
Ranma le alzó la camisa a Akane por encima de su abdomen. Acarició su vientre y la parte interna de su muslo, leyendo las reacciones de su cuerpo antes de ir más lejos.
Akane lo incitó moviendo la cadera. Estaba perdida en un mar de sensaciones. Todo su cuerpo vibraba con cada beso y cada caricia. Quería más. Sintió su mano tocarla por encima de la ropa interior y se retorció de placer. Tuvo que morderse el labio inferior para no hacer ningún ruido. No podía olvidar que cualquier cosa podría ser usada en su contra por la chantajista de su hermana.
Ranma puso algo de distancia entre ellos para admirarla. Ninguna vista podía ser mejor que la que tenía frente a él. Sintiéndose más atrevido, dejó que su mano explorara por debajo de la tela. Akane se abrazó a Ranma con fuerza. Para evitar otro gemido que amenazaba por escapársele, le hundió los dientes en el cuello.
—¡Ah! Al menos esta vez tu comportamiento salvaje es una buena señal —bromeó mientras seguía masajeando aquella zona tan sensible.
—Cállate —dijo con la voz casi inaudible.
Aunque lo que el cuerpo de Akane menos quería era que su prometido se detuviera, una parte de ella sentía que este era un juego de poder. Entre más la tocaba, más perdía la cabeza. Él se debía sentir como el rey del mundo, viendo cómo podía desbaratarla tan fácil. Temía que esa fuera una carta que pudiera usar en su contra a futuro. Esto tenía que pasar entre iguales. Akane lo empujó para invertir sus posiciones.
—Suficiente —dijo ella con la respiración entrecortada.
—¿Qué pasa? —preguntó extrañado—. Creí que te estaba gustando
—Solo quiero devolverte el favor —dijo, halando los tirantes de su camiseta hacia abajo para revelar sus pechos.
—Espera, no…
La lengua de Akane explorando aquel territorio recién expuesto, le hizo perder el hilo de la oración. Akane se sintió orgullosa al lograr que Ranma reaccionara de esa forma.
—¿Qué haces? —logró formular finalmente.
—Tú me pusiste en una posición vulnerable. Lo justo es que yo haga lo mismo contigo —explicó, desatendiéndolo un momento.
—En otras palabras, estás viendo esto como un desafío —dijo con una sonrisa retadora—. Si es así, ya debes saber que yo nunca pierdo.
—Esta vez va a ser diferente —advirtió, subiendo nuevamente para acercar sus rostros.
—¿Ah, sí? —preguntó con prepotencia.
—Sí... Esta vez voy a hacer que quieras perder —afirmó, mordiéndole el labio inferior antes de invadir su boca con su lengua.
Ranma cedió, ¿cómo podía negarse el placer de saborearla una vez más?
Akane llevó la mano hacia su entrepierna, deslizándola por debajo de su bóxer. Ella sabía exactamente dónde debía tocar para replicar las mismas sensaciones que él le había provocado.
En un instante, Ranma sintió a su cuerpo traicionarlo, su cadera se onduló hacia Akane, buscando sus atenciones. Ranma rompió el beso jadeando. Esto no estaba bien. Resistiéndose a aquella placentera sensación, retuvo las muñecas de Akane y las apretó contra su pecho para que se quedara quieta.
—Detente —imploró, mirándola a los ojos.
El cambio en su disposición extrañó a Akane.
—¿Qué pasa?
—Entiendo… entiendo que para ti no es un problema, pero… no quiero que me toques como mujer. Al menos, no ahora.
—¿Por qué no? —su voz dejó entrever que el comentario le había dolido.
—Porque soy hombre, Akane. Esta es la primera vez que hago cosas como estas... —dijo, girando sus cuerpos para quedar sobre ella nuevamente. Se acomodó entre sus piernas y la sostuvo firmemente por los muslos, sus dedos hundiéndose en su piel—. En este momento, no te imaginas las ganas que tengo de poder sentirte como hombre.
—Ranma… —pronunció su nombre comprensiva. Con gentileza, le acomodó un cabello detrás de la oreja—. Vuelve a ser hombre, entonces.
Ranma liberó a Akane, se enderezó para quedar apoyado sobre las rodillas. Pensó cuidadosamente en las palabras de su prometida y todo lo que implicaban. Significaría aceptar la posesión. Akane se sentó, enmarcándolo con sus piernas.
—Lo pensé mucho —insistió ella—, desde lo de Ryoga… Lo mejor sería rendirnos.
Ranma se tensó. No había algo que detestara más que el concepto de él rindiéndose ante algo o alguien.
—¿Rendirnos?
—Quiero decir… si la maldición puede obligarme… con Ryoga o con cualquier otro chico... creo que lo mejor es acabar con esto de una vez —dijo resignada—. Prefiero que seas tú.
Ranma se le quedó mirando, como buscando una explicación.
—¿Es solo por eso que te estás comportando así conmigo? —preguntó, acomodándose los tirantes de su camiseta.
—¿Cómo?
—Así, invitándome a tu cama e incitándome… Porque no tienes una mejor opción mientras estemos bajo los efectos de la maldición —acusó, dando voz a su miedo de que tal vez el único enamorado de los dos, era él.
—¿Qué tonterías dices?
Ranma ya se había levantado de la cama. Tomó sus pantalones y se los puso.
—Escúchame, Akane —dijo seriamente—. Yo no me voy a rendir. No voy a estar con alguien solo por resignarme, ni estando bajo el control de alguien más. Que te quede muy claro —enfatizó, caminando hacia la puerta—. Voy a dormir afuera.
Ranma salió de la habitación, dejando a Akane confundida y mirando hacia la puerta.
A la mañana siguiente, Ranma y Akane caminaron a la escuela sin hablarse. Ranma ya estaba en su cuerpo de hombre; se había llevado una tetera hasta el portal de la casa para transformarse justo fuera del alcance de la piedra.
Casi todo el trayecto hubo un silencio incómodo entre ellos. El único sonido era el de los zapatos de Ranma contra la barda de metal que daba al canal. Akane no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado la noche anterior entre ellos. Parecía una realidad alterna. ¿Cómo era posible pasar de estar besándose sin control a no dirigirse la palabra?
—Pensé en otra solución —comentó Ranma de pronto.
Akane lo volteó a ver, pero él tenía la vista clavada al frente. Seguía molesto.
—¿Qué si ambos pasamos el resto de los días fuera de casa? —planteó—. Es cierto que hemos querido evitar que nuestros padres se enteren y esto terminaría por revelarlo. Pero... a estas alturas, es la mejor opción.
—Claro… —dijo, pensando en que efectivamente esa era la solución más obvia.
Ranma miró hacia ella extrañado, usualmente le hubiera dado la contra por alguna u otra razón. Estaba cabizbaja. ¿Acaso las palabras de anoche la habían herido? ¡Si alguien debía sentirse herido, era él! Después de todo lo que habían pasado, pensar que solo lo hacía porque no había otra opción... Lo peor era que habría un antes y un después. Su relación no podría volver a ser igual ¿Cómo podría sacársela de la cabeza ahora? Ya tenía memorizada cada curva, cada suspiro, cada gesto…
El timbre de la escuela interrumpió sus pensamientos. Ya habían llegado hasta el patio y ni siquiera se habían dado cuenta. Akane se adelantó al salón. Él caminó más despacio y llegó unos minutos después que ella. Sus compañeros los miraron extrañados, algo raro había sucedido.
Salvo un par de miradas furtivas del uno al otro, no hubo más interacción entre ellos. Ni en los descansos, ni entre clases.
—Ranma… ¿está todo bien? —preguntó Ukyo, acercándose al pupitre de Ranma.
—Sí, ¿por qué?
—Pues es que Akane y tú están muy raros…
—¿Eso crees?
—Creo que todos lo perciben —dijo mirando a sus compañeros, quienes seguían secreteándose y mirando hacia Ranma y Akane.
—No ha sido nada. Por cierto, Ukyo, ¿crees que hoy pueda pasar la noche en tu casa? —dijo, juntando las manos en forma de plegaria.
Ukyo se sintió en las nubes. ¿Su querido Ranma quería pasar la noche con ella? ¿Qué importaba lo que habría pasado entre él y Akane?
—¡Claro que sí! —dijo emocionada.
—Te pagaré lavando los platos o algo —añadió, completamente inconsciente de todo lo que su amiga de la infancia estaba pensando.
A la hora de la salida, Ranma y Akane se toparon frente a los casilleros.
—¿Y bien? —preguntó Ranma, sin atreverse a mirarla a los ojos.
—Me quedaré en casa de una amiga —explicó ella, evadiendo su mirada también—. Se lo diré a papá por teléfono, no quiero que me haga preguntas incómodas.
—Yo me quedaré en casa de Ukyo.
—¿En dónde? —preguntó Akane furiosa, olvidándose de su vergüenza.
—¡Ah! ¡Ranma, Akane! ¡Ahí están! —exclamó Ukyo, corriendo hacia la pareja—. Me da gusto que ya estén hablando otra vez —dijo, colgándose del brazo de Ranma—. Bueno, ¿estás listo para irnos?
—Eres un desvergonzado —acusó ella. Tenía los puños tan apretados que las uñas se le estaban clavando en las palmas de las manos.
—¿Desvergonzado yo? ¡Mira quién habla! —respondió él, dejando la acusación en el aire.
—¡No te atrevas, Ranma! —amenazó ella.
—¿¡O sino qué!?
Toda esa tensión que se había estado acumulando entre ellos, y que aún no había llegado a nada, los tenía más volátiles de lo normal.
—¡Akane Tendo! —exclamó Kuno, apareciendo de pronto —Ven conmigo, yo te protegeré de ese rufián.
—¡No te metas! —gritaron Ranma y Akane, golpeando juntos a Kuno con tanta fuerza que lo hicieron atravesar una pared.
—Wow, chicos… tranquilos —trató de intervenir Ukyo, juzgando aquella reacción desmedida.
—Yo tengo justo lo que necesitan para sentirse mejor…
Los tres voltearon al lugar desde donde venía aquella voz. Mousse se acercaba con un ramo de flores.
—A esta escuela dejan entrar a cualquiera… —comentó Ukyo.
—¿Mousse? ¿Qué pretendes? —preguntó Ranma con sospecha.
—¿Traes puestos tus anteojos? Shampoo no está aquí —dijo Akane.
—Lo sé —dijo él, llegando hasta donde estaban ellos—. Esto es para ustedes.
—¿Para… nosotros? —preguntó Akane.
—¡Así es!
Mousse puso el ramo frente a los rostros de Ranma y Akane.
—Tiene una tarjeta —comentó Akane.
—"Para la feliz pareja. Les deseo lo mejor, Ranma y Akane" —leyó Ranma—. ¡Oye! ¿Se puede saber qué diablos es esto? ¡Entre Akane y yo no hay nada!
—¡Por supuesto que no hay nada! —gritó Akane, ofendida por las palabras de Ranma—. ¡Ni aunque fuera el último hombre del mundo!
—¡Ja! ¿Segura?
—¡Más que segura!
Mientras discutían, Mousse sonrió ligeramente. Tiró de un hilo que se encontraba en la base del ramo. Se liberó un polvo que le invadió los pulmones a Ranma y Akane, un ataque de tos les impidió seguir peleando.
—¿Q-qué es esto? —preguntó Ranma, sintiéndose cada vez más débil.
—Tú, tranquilo. Me lo agradecerán —dijo Mousse.
Mousse contempló con gusto cuando Ranma y Akane cayeron al suelo inconscientes. Ukyo también había sido afectada. Mousse se encogió de hombros ¿Qué remedio? Daño colateral. Bueno… Ahora ya tenía todo listo para la segunda parte de su plan maestro. Estaba seguro de que, en esta ocasión, nada podría salir mal. Finalmente, con esto lograría emparejar a Ranma y Akane, y así Shampoo tendría que ser suya.
AN: Muchas gracias a todos otra vez por sus comentarios y por seguir la historia :) ¡Espero que hayan disfrutado este capítulo!
