3

SAKURA

El mundo era un torbellino a mi alrededor.

No era capaz de mantenerme en pie.

Daba igual cuántas veces respirara, no conseguía bastante aire.

El corazón me latía tan deprisa que pensé que me estaba dando un infarto.

Lágrimas y más lágrimas.

Los sollozos. Hacían que me doliera el pecho.

Me había dicho que me amaba antes de desaparecer. Su rastreador se había apagado. Ahora yo estaba completamente a ciegas en otro país. Mi marido había sido capturado y probablemente sufría a cada momento que pasaba.

Deseaba despertarme de aquella pesadilla, pero no acababa nunca.

Llamé una y otra vez a Obito sin conseguir localizarlo en ningún momento. Esperaba que aquello quisiera decir que estaba en proceso de recuperar a Sasuke. Deseaba que le estuviera metiendo una bala a Tristan entre los ojos en aquel preciso instante. Deseaba que estuviera haciendo todo lo humanamente posible para rescatar a mi marido... al amor de mi vida.

Lars estaba sentado a mi lado en el patio. Había pasado la noche y hacía un precioso día soleado en Grecia. Pero a mí me daba la impresión de encontrarme inmersa en la mayor tormenta de la historia. El barco se estaba hundiendo y no creía que fuéramos a sobrevivir.

Lars puso su mano sobre la mía y me la sostuvo sobre el almohadón, haciendo lo único que podía hacer para consolarme. Le había dado uno o dos abrazos a lo largo de los años, pero jamás habíamos mantenido aquel tipo de contacto. Y yo sabía por qué.

Estaba asustado.

Yo lloraba intermitentemente según pasaban las horas. No saber lo que estaba pasando era lo peor. Quería poner rumbo a Italia, pero no estaba segura de en qué ayudaría eso. La razón de que Sasuke me hubiese enviado lejos era para protegerme. Si me entregaba en bandeja a la gente de la que me estaba protegiendo, todos sus esfuerzos habrían sido en vano.

Mi teléfono empezó a sonar y el nombre de Obito apareció en la pantalla.

Contesté al instante.

―Por favor, dime que ya lo tienes. Dime que está bien. Por favor...

El silencio de Obito fue la respuesta más dolorosa.

Empecé a llorar.

―Estoy en ello, Sakura ―dijo con calma―. Perder la señal ha complicado aún más las cosas. Pero te prometo que no pararé hasta encontrarlo.

―Tienes que recuperarlo.

―Lo haré, Sakura.

―No puedo vivir sin él... –Sollozaba al hablar, hecha un desastre emocional―. No puedo. Tienes que recuperarlo.

―Lo sé ―susurró―. Lo haré. Sé que sigue en Italia. He contactado con todos los controladores de tráfico aéreo y durante el último día no ha despegado ningún avión privado. Así que creo que no están escondidos lejos.

―Tienes que estrechar más el cerco.

―Lo sé.

―¿Qué es lo que quiere, Obito? ―susurré―. ¿Quiere a Temari? –Yo no quería entregarle aquella pobre mujer a semejante demonio, no después de todo lo que habíamos hecho para salvarla. Pero tampoco quería perder a mi marido. Los dos habíamos sufrido ya demasiado. Sólo deseábamos una vida tranquila en el campo, donde pudiéramos criar a nuestro bebé. Al parecer, aquello era demasiado pedir.

Obito permaneció callado durante casi un minuto.

―No, no quiere a Temari.

―¿Y entonces qué? ¿Dinero? –pregunté―. Sasuke lo transfirió todo a una cuenta en el extranjero. Puedo conseguírtelo todo y tú se lo das a él.

―No quiere dinero.

―¿Qué, entonces? ―presioné―. Sea lo que sea, dáselo y ya está.

Obito suspiró.

―Sakura, te quiere a ti.

Las palabras me cayeron encima como una tonelada de ladrillos. Sentí una oleada de espanto al recordar el modo en que me había mirado Tristan cuando fui a su complejo. Entonces se me había follado con los ojos y ahora deseaba hacer realidad sus fantasías. Quería castigar tanto a Obito como a Sasuke por habérsela jugado. Quedarse conmigo era la mejor manera de conseguirlo. No hacía falta que Obito me explicara nada más.

En cualquier otra situación, habría aceptado el intercambio sin pensármelo dos veces. Ya había estado secuestrada y podría volver a hacerlo. Encontraría una manera de escapar o Sasuke encontraría una manera de rescatarme. Pero ahora que estaba embarazada, aquella opción quedaba descartada. Sasuke no podría proteger a nuestro bebé.

Yo era la única que podía hacerlo.

―Yo lo haría... pero no puedo. ―Se me quebró la voz―. No con...

―Lo sé. Sasuke jamás lo querría. No puedo hacer el intercambio. Conozco a mi hermano... y sé que preferiría morir.

Yo también lo sabía.

―No puedes rendirte, Obito.

–Nunca. Se supone que le tengo que dar una respuesta a Tristan dentro de ocho horas. Me temo que acabaría con Sasuke en cuanto yo aceptara.

Era posible.

―Iría allí a ayudarte, pero no conseguiré estar de vuelta a tiempo.

―No ―respondió con firmeza―. Sasuke quiere que te quedes allí. No vas a marcharte. Sé que lo único que le permite conservar la cordura ahora mismo es saber que tú estás a salvo. Confía en mí.

Aquello también lo sabía.

–Entonces, ¿qué vamos a hacer? Tenemos que descubrir dónde está. ¿Cómo vas a reducir la búsqueda?

El silencio de Obito resultaba inquietante.

―Algo tienes que tener.

―Creo que está en Roma, pero es un lugar bastante grande. Es difícil reducirlo más.

―Pregúntale a gente que conozca a Tristan.

―Ya lo he hecho ―contestó―. No han sabido nada de él desde la destrucción de su base de operaciones. Se quitó de en medio a propósito para poder pillarnos así. Tristan está cabreadísimo, eso es evidente.

Lo cual quería decir que estaría haciéndole cosas horribles a Sasuke.

―Tiene que haber algo...

Obito guardaba silencio, devanándose los sesos al otro lado de la línea.

Yo tenía la mente en blanco porque nunca me ocupaba de ese tipo de cosas. Obito y Sasuke llevaban toda la vida moviéndose por los bajos fondos. Sabían cómo pensaban sus enemigos, preveían sus movimientos antes de que los hicieran. Yo no podía aportar nada, aparte del hecho de ser la que mejor conocía a Sasuke.

¿Qué haría él?

―Supongo que puedo intentar rastrearlo por satélite ―dijo Obito―. Pero para cuando tengamos las imágenes, no nos quedará mucho tiempo para hacer nada con ellas.

Me vino una idea a la mente.

―Si están en Roma, lo más probable es que Sasuke sepa exactamente dónde lo tienen.

―Imagino ―contestó Obito―. Eso suponiendo que no le hayan puesto un saco en la cabeza.

―¿Para qué le iban a tapar la cara si están planeando matarlo? ―Odiaba pronunciar aquellas palabras, pero tenían que ser dichas.

―Es posible. Pero ¿qué ganamos con eso?

―Si pudieras hablar con Sasuke, seguramente te podría decir dónde está.

Obito suspiró sobre el teléfono.

–Eso nunca sucederá. Tristan no permitirá que suceda.

―Espera y escúchame.

―No le veo sentido.

―Cállate y escucha. Dile a Tristan que aceptas hacer el intercambio, pero que no sabes dónde estoy. Que sólo lo sabe Sasuke.

―Sé que los dos tenemos los nervios hechos polvo ahora mismo, pero eso es una estupidez. Sasuke sabe que yo jamás haría un intercambio semejante, ni en un millón de años. Si la situación fuera a la inversa y fuese yo el que estuviera allí, él me dejaría morir antes de entregarles a mi mujer.

―Exactamente.

―¿Cómo? ―preguntó desconcertado―. ¿Qué acabas de demostrar?

―Cuando le diga a Sasuke que has aceptado hacer el intercambio, él sabrá que estás mintiendo.

―Hmm...

―Porque sabe que nunca le harías algo así. Sabe que nunca me entregarías a Tristan.

―Aunque sea así, ¿luego qué?

–Le dices a Tristan que Sasuke sólo revelará las coordenadas si hablas tú personalmente con él. Que tienes que convencerlo. Tristan obviamente estará escuchando la conversación, pero quizá Sasuke consiga darte alguna pista de dónde está sin que Tristan se dé cuenta.

―¿Y qué pasa si Sasuke no tiene ninguna pista?

―Pues que no dirá nada. Pero si te menciona alguna ubicación falsa, sabremos que ha entendido lo que estamos intentando hacer.

Obito rumió mis palabras antes de responder.

―Es una locura... pero podría funcionar.

―No tenemos ninguna otra alternativa. Conozco a Sasuke. Lleva buscando una vía de escape desde que llegó allí. Habrá asimilado hasta el último detalle si piensa que le puede ser de ayuda.

―Tienes razón.

―Entonces, ¿vamos a hacerlo?

–Sí ―dijo Obito―. Creo que es nuestra mejor baza. Voy a ir con los hombres a Roma porque me parece que es allí donde se esconde Tristan. De esa manera, podremos ponernos en marcha con rapidez si Sasuke nos da cualquier información.

―De acuerdo. ―Dios, esperaba que aquello funcionase. Era el único as que teníamos guardado en la manga. Si no funcionaba, perdería a Sasuke para siempre. Criaría sola a nuestro bebé, sería una viuda que se sentiría perdida. Daba igual que Sasuke lo hubiera preparado todo para que no me faltara de nada. Todo el dinero del mundo no me servía de nada sin él a mi lado. Nunca me volvería a casar porque creía que sólo había un gran amor en la vida... y él era el mío.

―Sakura, te prometo que voy a hacer todo lo posible para recuperarlo... aunque eso signifique que tenga que recibir una bala por él.

Yo sabía que Obito quería a Sasuke tanto como yo, aunque fuese de un modo diferente.

―Y si no lo consigo, sabes que tú y el bebé podréis contar conmigo hasta el día de mi muerte.

Aquello también lo sabía.

–Mejor que no hablemos así. Apenas consigo respirar según están las cosas.