El sheriff Warren y su mano derecha Luc salieron del coche para encontrar al hombre justo donde la mujer decía haberlo visto.
— Buenas noches, caballero—Warren se acercó con gesto pacificador—. ¿Algún problema?
El hombre tenía la cabeza redonda y calva como una bola de bolos, negra como el cielo nocturno. Sus ojos eran muy grandes, verdes, y estaban muy abiertos, dándole así aspecto de demente. Parecía bien aseado, formal; en definitiva, lo suficientemente cuerdo como para cuidar de sí mismo y de su apariencia..., pero aun así tenía esos ojos y esa reputación en el pueblo.
— Ciertamente, sheriff. El problema es que yo no debería estar aquí...
Una reputación de narices.
— Atrapado en esta prisión de carne, en este dichoso pueblo, lejos de mi verdadero hogar...—el hombre habló con una voz divertidamente ridícula, igual que si hubiera tragado helio.
— ¿Y dónde está su hogar, señor?—preguntó Warren con suma paciencia.
El hombre lo miró con los ojos abiertos.
— ¡Marte!—respondió, como si fuera obvio.
Ni a Warren ni a Luc les sorprendió aquella respuesta. No era conocido en Warner Falls como el 'Hombre de las Estrellas' sin motivo. Desde hacía más tiempo del que el pueblo podía recordar, insistía en que era un marciano atrapado en el planeta Tierra bajo la apariencia de un ser humano. Solía vivir en la calle Jones hasta que decidió que no podía seguir viviendo en un lugar así y encontró un lugar en el bosque, donde se construyó una especie de observatorio con chatarra. Seguramente las quejas de los vecinos contribuyeron a que se mudara. Su única compañía era el perro que siempre caminaba a su lado, al que llamaba K-9 y hablaba como si fuera un ser racional.
Era inofensivo, pero incomodaba a la gente, así que Warren debía ser firme y a la vez amable.
— Marte, ¿eh?
— Sí.
Luc estaba tomando notas para el informe. Warren echó un vistazo por encima de su hombro a lo que escribía bajo la luz de una farola: 'FOU-PARLER AVEC UN PSY', subrayado. Warren no tenía ni idea de francés, pero estaba seguro que la versión final, traducida a su idioma, sería algo así como 'el tipo necesita un médico'.
— Marte está muy lejos de aquí—continuó Warren, volviendo a mirar al hombre, rascándose su perilla roja.
— Cierto. Comprenderá, por tanto, mi frustración—dijo el hombre. Hablaba con tanta calma y sosiego que casi parecía en su sano juicio.
— ¿Es por eso que estaba vagando por la calle?
— Necesitaba un paseo para despejar la mente antes de enfadarme.
— La cosa es que los vecinos nos han llamado porque lo han tomado por un ladrón, señor.
— ¿Un ladrón?
— Sí. Ya sabe, vagando, sin hacer nada, a estas horas...
— No tengo ningún interés en las posesiones de nadie.
— No es la primera vez que hemos tenido esta conversación...—continuó Warren.
— No, lo recuerdo.
— La última vez no llevaba encima su identificación; ¿y ahora?
— No.
— ¿Permiso de conducir, carné de la biblioteca...?
— No.
— ¿Podría darme un nombre, al menos?
— ¡Mi nombre! He encontrado facturas en el cubículo en el que solía vivir a nombre de un tal Cian Andrews. Por lógica ese debe de ser el nombre por el que se me conoce aquí, pero ese no es mi verdadero nombre. Me solían llamar Comandante X-2...Marvin sería el equivalente terrícola.
— Muy bien, le llamaré Marvin, entonces. Bien, Marv, haré la vista gorda esta vez, pero cambie de actitud, ¿de acuerdo? Sé que es duro estar tan lejos de casa, pero tiene que intentarlo. No es culpa de nadie.
— Alguien tiene la culpa, eso se lo aseguro—murmuró el tal Marvin—. ¿Cambiar de actitud? Estoy atrapado con personas que están inmersas en una mentira, la lucidez es más una maldición que esta terrible condición en la que me encuentro...
— Todo saldrá bien, ya lo verá. Ya sabe la canción: Las cosas no son tan malas como parecen."
— Sí, todo saldrá bien...—murmuró el Hombre de las Estrellas, agarrando el collar de su perro para que lo siguiera—. Cuando vuelva a Marte y haga volar este planeta...
— ¿Por qué haría una cosa así?—Warren no pudo reprimir una sonrisa.
El hombre lo miró un segundo antes de volverse y decir con calma:
— Me tapa la vista de Venus.
Warren dejó que el hombre se fuera y luego caminó hacia su compañero.
— Un hombre de Marte...—dijo Luc de camino al coche—. Me recuerda a un chiste que me contó Victor el otro día. Lo encontró en un libro y le pareció gracioso. Me preguntó: «Papá, ¿qué está más lejos? ¿París o la luna?». Le dije que la luna, por supuesto, y él me responde: «No, no, pero, Papá, ¿acaso ves París desde la ventana?».
Warren rió.
— Qué muchachito tan encantador. ¿Qué edad tiene? ¿Seis años?
— Cinco. Cumplió los cinco el pasado enero.
— Deberíamos meter a este hombre en un psiquiátrico antes de que pase algo. No temo que cause daño alguno. Hablas con él y es coherente casi del todo. Un lunático inofensivo. Pero sí que tiene aspecto de estar como una cabra y alguien lo podría tomar por una amenaza.
Warren calló, arrancando el motor, y Luc aprovechó la pausa para murmurar:
— Sería una lástima. Locos como estos dan un poco de vidilla al pueblo. Me alegra que tengamos un índice de criminalidad muy bajo, pero...Esto es tan tranquilo...
— Pues sí—Warren volvió la mirada hacia su compañero por un segundo, antes de volver a mirar la carretera—. ¿Echas de menos cómo eran las cosas en Francia? Y no digas que no, porque sé que sí.
— Nah.
— ¿Seguro?
— Era excitante y peligroso. Me gustaba, cuando estaba solo, pero después de conocer a Sylvia y tener a los niños...
— Ya. Supongo que irse a Mali, Siria y el Sáhara no es lo mismo cuando tienes familia.
Luc miró a través de la ventanilla del copiloto.
— Puede que sea demasiado tranquilo, pero prefiero que mis hijos crezcan en un lugar aburrido...
— Exacto. No deberíamos quejarnos.
Así que no lo hicieron.
El Hombre de las Estrellas, o Marvin, o Cian, siguió caminando por la calle desierta, ya que todo el mundo dormía. Ahí estaban las estrellas sobre su cabeza, brillando intensamente ya que no había apenas luces en el pueblo que pudieran hacerles sombra. El hombre alzó la cabeza para mirarlas y suspiró.
— Parecen tan cercanas, y a la vez tan lejanas...—dijo, volviéndose hacia su perro—. Pero no temas, K-9. Encontraremos la forma de salir de esto...
Su perro lo miró sin mostrar señales de haberle entendido. Casi no parecía tener inteligencia alguna bajo esa forma. Él mismo había sentido que su propio cerebro no estaba en sus capacidades plenas.
Qué espanto...
Qué soledad...
—...Encontraremos una forma...—repitió, más para sí mismo que para K-9.
Se detuvo de pronto al oír un ruido.
Se quedó quieto para escuchar. Entonces lo vio. Un hombre en la treintena, que sacaba la basura en pijama (seguramente sabía que no habría nadie en la calle y no le importaba su aspecto desaliñado). El Hombre de las Estrellas lo vio mirar a todos lados en guardia, casi con miedo, emprendiendo el camino de vuelta a casa a toda prisa, como si temiera que las criaturas de la noche se abalanzaran sobre él. Sheldon lamentaba haber alquilado aquella estúpida película de miedo, porque eran casi las dos de la madrugada y estaba completamente despierto.
El otro hombre se quedó congelado en cuanto lo vio mirar a un lado y a otro.
No podía ser. Sus ojos, las expresiones de su cara...Era muy diferente, pero...¿Podía ser él?
Se había topado con algunas personas a las que había conocido una vez, pero ninguno sabía quién era él. Lo miraron como si estuviera loco. Pero él...él tenía que saberlo...
Dudó tanto que dio a Sheldon tiempo para volver a casa, así que en cuanto vio que la puerta se cerraba se abalanzó sobre ella. Sheldon dio un brinco cuando alguien embistió la puerta, intentando entrar.
— ¡Tú!—le dijo una voz extraña. Un par de ojos grandes y verdes se fijaron en él.
— ¡Gua! ¡¿Quién eres tú?! ¿Qué haces?—exclamó Sheldon.
— ¡Eres tú! ¡Duck Dodgers! ¡Te recuerdo!
— ¡Te has equivocado de tío, hombre! ¡Quizás la puerta de al lado...!
— ¡No! ¡No me equivoco! ¡Eres tú! ¡Tienes un aspecto distinto ahora que eres de carne y hueso, pero eres tú!
Sheldon trató de cerrar la puerta, pero el otro tenía mucha más fuerza y la abrió de golpe. Jadeando, el marciano avanzó hacia él.
— Sé que eres tú...—murmuró.
— ¡Ey, largo de mi casa!—dijo Sheldon, amenazándolo con lo primero que pilló: el mando a distancia.
— Yo también me veo distinto a como recuerdas, pero sigo siendo yo...Tienes que recordarte de mí...El planeta X, los marcianos...
— ¡No sé de qué me hablas, fuera!
— ¡No puedes haberte olvidado de todo!—a medida que pasaban los segundos el intruso parecía más y más alterado. Sheldon miró a su alrededor buscando una forma de escapar.
Por suerte para él, el ruido despertó a sus vecinos. La señora Reese llamó a la policía mientras hablaban, Kath, a su lado, miraba por la ventana.
— No puedes haberte olvidado de mí...Solía ser comandante...de Marte...Luchamos el uno contra el otro durante mucho tiempo...—el hombre siguió murmurando y acercándose. Sheldon terminó contra la pared y con el hombre agarrándolo del cuello de la camiseta—. ¡Tú no puedes haber olvidado igual que los otros!
— ¡No sé de qué demonios me estás hablando, tío!
— ¡Escucha! ¡Sé que antes teníamos una larga rivalidad, pero tenemos que hacer algo! ¡Hemos sido malditos! ¡Transportados a una dimensión distinta! ¡No pertenecemos a este lugar! ¡Nadie aquí es quien parece ser! ¡Alguien nos ha puesto aquí! ¡Estamos atrapados en esta oscura realidad y pereceremos en esta condición terrible si no hacemos algo!
De nuevo por suerte para Sheldon, la patrulla policial no estaba muy lejos de la casa cuando recibieron la llamada. Luc entró corriendo a la casa y tumbó al hombre en el suelo.
— ¡Quieto!—chilló, ya que el Hombre de las Estrellas se resistía. K-9 comenzó a ladrar, pero no parecía querer atacar para defender a su amo.
— ¡Suélteme! ¡Le exijo que me suelte ahora mismo!
Warren entró y se acercó a Sheldon.
— ¿Se encuentra usted bien?
Sheldon soltó un quejido.
— Seh...
— ¿Necesita una ambulancia? ¿Está herido?
— No, estoy bien.
— ¡Le exijo que me libere en este mismo instante!—gritó el intruso, fulminando a todos con la mirada—. ¡No saben qué están haciendo!
— Quizás, pero ya sé lo que debería hacer—dijo Warren—. Está detenido por agresión y allanamiento de morada. Confié en ti, hijo, y has traicionado mi confianza...
El Hombre de las Estrellas pareció recobrar la compostura mientras Luc lo sacaba a rastras de la casa. Pareció darse cuenta de que era inútil intentarlo. No había nada que hacer. Estaba predicando en el desierto, hablándole a una pared. No podía hacer nada para convencer a la gente a su alrededor.
Sus ojos siguieron fijos en Sheldon mientras decía sus últimas palabras antes de que se lo llevaran:
— Estáis viviendo una mentira, todos vosotros...
Kath se acercó junto con su madre y sintió un escalofrío cuando aquel hombre pasó por su lado, de camino a casa de su vecino.
— ¿Está seguro de que no quiere poner denuncia?
— Nah, me basta con que se lo hayan llevado.
Tras intercambiar unas palabras, hacer unas pocas fotos y verificaciones, Warren les deseó a los tres buenas noches y se montó en su coche, desapareciendo en la oscuridad de la noche. Las dos mujeres se quedaron solas con Sheldon.
— ¿Quién era ese?—preguntó la señora Reese.
— ¡Ni idea! Decía algo sobre que era un marciano, y me llamó...No sé...Aseguró que lo conocía, y algo sobre que vivíamos en una simulación, una maldición...—explicó Sheldon, sentándose en el sofá con expresión confusa—. Un auténtico pirado...Dios, me pilló por sorpresa...
— ¿Seguro que estás bien? ¿Quieres pasar la noche con nosotras?
— No, estoy bien. Creo que la puerta ha sobrevivido: tan sólo me aseguraré de cerrar muy bien esta noche...—Sheldon se permitió esbozar una sonrisa. No iba a dormir de todas formas, pero después de esto...¡después de esto iba a pasar la noche en vela!
— ¡Oímos un jaleo! Me alegro de que estés bien...—suspiró Kath—. ¡Y yo que pensaba que no pasaba nunca nada en este pueblo!
— Habría sido mucho mejor si no me hubiera pasado a mí...—Sheldon se cruzó de brazos.
Un vecino más lo había visto todo desde la ventana de la cocina. Ben había oído el ruido incluso antes que Kath y su madre, pero algo le impidió ir al teléfono. En su lugar, se quedó ahí, mirando, escuchando, con el corazón latiendo desbocado. Ahora que había comprobado que estaba bien, no tenía intención de ver cómo Kath se preocupaba por Sheldon, así que se apartó de las cortinas entre las cuales estaba escondido y volvió a la cama. Tenía que trabajar al día siguiente...
