¡Hola!
Mil gracias por sus favoritos y sus comentarios. No tienen idea de como mejoran mi día cuando los leo :´)
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Los personajes y el mundo descrito en este fic pertenecen a J.K Rowling.
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La luz se colaba resplandeciente a través de las delgadas cortinas que cubrían la ventana de la habitación y Hermione se removió incómoda al sentirla de lleno sobre su rostro adormilado. Tenía que haberle hecho caso a Draco y cambiar las cortinas por otras más oscuras y gruesas, quizás no verdes como el sugirió malicioso, pero sí unas rojo oscuro o quizás cobrizo.
Al entrar Draco de improviso a sus primeros pensamientos del día, se giró lentamente de un costado a otro para buscarlo, hasta quedar de frente a él. Draco estaba sumido en un sueño profundo y tranquilo. Lo observó furtiva por largos minutos mientras se detenía cada cierto tiempo en cada una de las facciones de su rostro. Su cabello rubio contra la almohada, su piel pálida y pulcra, su nariz recta y afilada, los labios delgados y su mandíbula angulada. Cayó en cuenta que le faltaba ver lo más importante para ella, aquello que siempre le contaba la verdad: sus ojos. No entendía muy bien cómo había sucedido, pero ahora que lo pensaba, le resultaba increíble hasta donde habían llegado las cosas. Ciertamente es que no había querido escarbar mucho en el asunto tampoco, decidiendo fuertemente que sólo lo dejaría fluir cual riachuelo cuando acaba de llover, que anduviera y anduviera hasta que, quien sabe, tal vez llegase al mar.
– Mm… ¿te diviertes espiándome, Hermione?
La voz ronca y profunda de un Draco adormilado le habló despacio y pausado, mientras ella observaba maravillada como entreabría sus ojos un poco, adaptándose a la luz de la mañana. No recordaba exactamente desde cuando Draco había comenzado a llamarla por su nombre y no por su apellido. Por su parte admitía que ella lo había empezado a hacer casi de inmediato, aun cuando para él el proceso había resultado más lento y receloso. Tampoco era que le molestara. Nada de la relación que hasta ahora tenían había sido forzada, presionada o apresurada, por lo que estaba contenta con eso. Todo se había dado de una forma tan natural e instintiva, que si lo hubiera pensado más a fondo se habría asustado y dudado que fuese de verdad.
Sin embargo, así era, todo estaba en su lugar.
Si por Hermione fuera, Draco podría decirle Granger toda la vida, mientras siguiera pronunciándolo con esa misma mirada que encontraba en este momento.
– Tenías razón con lo de las cortinas, Draco. Compraré otras, no podemos seguir despertándonos en domingo a las siete de la mañana. – Culminó Hermione, con repentina y recobrada energía.
– ¿En eso pensabas cuando me mirabas con tanta insistencia?
Hermione se sonrojó intensamente mientras desviaba su vista al techo esquivando sus ojos. Lanzó un pequeño bufido reprobatorio a la vez que lo culpaba de "egocéntrico" entre dientes. Él le sonrío como respuesta, esta vez sin malicia, más bien relajado y todavía algo dormido. Hermione hizo un movimiento brusco para levantarse de la cama, cuando sintió como el brazo de Draco la jalaba sin mucha fuerza.
– Son las siete de la mañana, Hermione, tú lo has dicho, no es hora de levantarse. Lo que sea que vayas a hacer, puede esperar – Buscó con su otro brazo su varita sobre la mesa de noche, y al encontrarla conjuró rápidamente un hechizo que hizo que la ventana se volviera tan oscura y opaca, que únicamente una pequeña cantidad de luz lograba atravesarla. El ambiente poco a poco se volvió de un color cálido y apagado, como si estuvieran viendo el final de un atardecer. – Venga, quédate otro rato.
Hermione rio resuelta mientras se giraba para quedar nuevamente frente a él. Luego pasó sus brazos alrededor de su abdomen desnudo y él aprovechó para recargar su barbilla sobre la maraña de pelo castaño, en un movimiento automático y conocido.
– Bueno, bueno, está bien, pero sólo hasta las nueve.
Draco suspiró largamente mientras parecía volver a quedarse dormido. Ella buscó su rostro hacia arriba, topándose nuevamente con los ojos de Draco apaciblemente cerrados. Hermione pensó que quizás estaba muy cansado, lo cual era bastante razonable después de haber dormido tan poco. A decir verdad, ella aún tenía sueño también. Dichos pensamientos la llevaron a la noche anterior, recordando sin querer la razón de su cansancio actual. Pronto el calor le llegó de golpe a la cara, removiéndose repentinamente intranquila.
– Ya veo que dormir no es lo que vamos a hacer en estas dos horas.
Ronco, profundo y lento. Esta vez sonaba ligeramente distinto, ya no tan dormido. La voz de Draco se coló por sus oídos erizándole la piel en el trayecto e instintivamente se pegó más a su cuerpo desnudo bajo las sábanas. Draco paseó lentamente su mano desde la cintura de ella hasta su cuello, en un viaje largo y sinuoso, con algunas paradas en medio. Mientras, su otra mano se aventuraba más al sur. Hermione susurró su nombre en un suspiro ahogado mientras cerraba sus ojos para irse a algún lugar donde sólo Draco la llevaba.
Ni hablar, ya habría tiempo para dormir después.
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– Estoy saliendo con Draco.
Se hizo un silencio interminable y pesado entre el trío de viejos amigos. Al fondo se percibía el ruido de una cafetera muggle y del otro lado unos pasos en el pasillo de afuera. Estaban en el departamento de Hermione, sentados los tres sobre la pequeña mesa redonda, y en medio ya hacía un pastel de zanahoria a medio acabar.
Harry fue el primero en hablar.
– Ya estamos grandes para esas bromas, Hermione, además ya pasó el día de los inocentes. – Rio un poco, algo nervioso. No sabía muy bien que buscaba Hermione soltándoles eso, pero tenía el presentimiento de que no era precisamente un juego.
– No es ninguna broma, Harry. – Respiro profundo y añadió nuevamente – Estoy saliendo con Draco Malfoy, como pareja. – Finalizó recalcando esto último con la intención de que no hicieran otra broma. Se sentía ya molesta y eso que había meditado e incluso supuesto que reaccionarían de esa forma o peor.
– No puedes estar hablando en serio – Añadió Ron, incrédulo, bufando y enrojeciendo de repente. – ¿te ha forzado? Si fuera cabrón. O tal vez te ha dado una poción de amor y por supuesto no te diste cuenta. – Las opciones de Ron parecieron ser muy razonables en su cabeza, porque después de eso asintió para sí mismo con su rostro colmado de un alivio que no le duró demasiado.
– No, Ron, soy plenamente consciente de todo lo que he hecho.
Los tres volvieron al silencio sepulcral inicial.
Harry se removió en su silla inquieto y nervioso, no encontrando la mejor forma de abordarlo. Al cabo de un momento de elucubraciones consigo mismo, rompió el silencio delicadamente, como quien camina sobre un piso hecho de cristal agrietado.
– Hermione, qué decir… sabes que nosotros sólo queremos que seas feliz… si Malfoy te hace feliz, en realidad no tengo nada más que decirte. Yo estoy bien si tú lo estás. – Harry era tan puro que no cabía posibilidad de que fuera diferente. Le sonrío amable al tiempo que le tomaba la mano a través de la mesa, en un gesto conciliador. Ella le devolvió la sonrisa mientras musitaba un casi inaudible "gracias". Harry notó entonces unas pequeñas lágrimas a través de sus pestañas espesas y oscuras – Aunque… tienes que aceptar que todo esto es un poco… raro. Jamás me lo hubiera imaginado. Es decir, no sé… Malfoy debería de comprarse un boleto de la lotería mágica y hasta de la muggle, porque el condenado anda de suerte.
Hermione y Harry rieron con ganas mientras imaginaban a Draco tratando de comprar un boleto del sorteo nacional y luego siendo anunciado en la televisión británica como único afortunado ganador.
Frente a ellos, Ron los observaba como si les hubieran crecido dos cabezas, o se hubiesen convertido en sapos, o en sapos con dos cabezas. Para él, ellos habían enloquecido de repente y sin razón alguna, y por supuesto querían arrastrarlo en su locura a él también. ¿Hermione y Malfoy? ¡Por favor! No tenían mucho que ellos dos habían roto, ¿tres años? Qué más daba. Si la cosa había terminado para siempre, además, ¿en qué jodido mundo había amanecido hoy?
– Pues yo no confío en él, Harry. Sinceramente no sé cómo pueden estar tan tranquilos cuando es Malfoy del que estamos hablando. MAL-FOY. – Anunció en sílabas como si estuviera hablando con trolls.- Me preocupan, ¡por Merlín, ese tipo nos odia! ¡Era un mortífago!
La palabra mortífago le cayó como balde de agua fría. Claro que recordaba el pasado de Draco, había una marca que el cargaba en su brazo que se lo recordaba siempre. Una marca maldita que el trataba de ocultar, que le sangraba, que le dolía, que llevaría consigo hasta el último de sus días como un recordatorio de la inmundicia en la que creció, de las decisiones que tomó y de la maldad con la que alguna vez convivió. Una marca que lo tenía roto. Por supuesto que lo sabía, ella más que nadie.
– Entiendo su preocupación, chicos, pero no voy a justificarme porque no hay razón para hacerlo. Si he decidido contarles fue porque ustedes son mi familia y no quiero guardar secretos entre nosotros. – Suspiró, cansada. – Yo seguiré a su lado, tenga su aprobación o no.
Cuando Hermione hubo dicho aquellas palabras, Ron se puso de pie como resorte a presión, mandando hacia atrás la silla de madera en la que estuvo sentado. Estaba rojo hasta las orejas y se miraba como un globo a punto de estallar. Se movió de un lado a otro por la pequeña sala del departamento, con pasos sonoros y bruscos, mientras Harry y Hermione lo miraba expectantes aun sentados en sus sillas.
– BIEN. – Dijo al cabo de unos minutos de andar como león enjaulado. – Si estás tan segura de tu decisión, lo acepto, pero no estoy de acuerdo y mucho menos esperes que vea a ese cabrón con buenos ojos. A la primera cosa que te haga, yo mismo me encargaré de darle su merecido y no podrás detenerme.
Harry y Hermione se miraron el uno al otro, y luego sonrieron al mismo tiempo.
– Los tres iríamos a darle su merecido, Ron. Como siempre lo hemos hecho.
Hermione rio ligera, feliz, y luego caminó hasta Ron para abrazarlo. Estaba feliz de que sus amigos lo aceptaran. Sabía que no sería precisamente fácil, y que aun así se mostrarían recelosos con Draco, pero con esto era más que suficiente. Harry la siguió después y terminaron en un abrazo grupal que duró la eternidad en un minuto.
A los días de este suceso, Hermione le contó a Draco, un domingo por la mañana, que sus amigos estaban al tanto de su relación. Draco se mantuvo en silencio por algunos minutos. Parecía ensimismado.
Conociendo a Hermione y la amistad que llevaba con Potter y Weasley, claro que esperaba que les dijera, de hecho pensó que estaban ya enterados desde mucho tiempo atrás, por lo que la revelación no le sorprendió. La cuestión era que simplemente no sabía que decirle, ya que él, muy al contrario, se había mantenido en la discreción absoluta y por supuesto no tenía ningún atisbo de intención hacer su parte y comunicarles la enhorabuena a sus padres, es decir, no aún. Para ser honesto, evitaría el tema de por vida si eso fuese posible.
– Lo tomaron mejor de lo que esperaba. – Añadió después de no ver respuesta en Draco.
– No habría diferencia para mi si ellos tomaran "mal" la noticia de nosotros, Hermione. Me tiene sin cuidado lo que piensen Potter y Weasley, a mí sólo me importas tu. – Respondió restándole importancia, escribiendo algunas cosas en un papel.
Hermione sonrió quedamente hacia él a modo de respuesta. Ese tipo de declaraciones por parte de Draco no eran muy usuales. Para ser precisa, hasta el momento, Draco nunca le había dicho directamente que la quería, pero en su lugar, de vez en cuando soltaba algún comentario como ese y ella no podía evitar sorprenderse de la facilidad y la simplicidad con la que lo decía. Cómo si le hablara del clima, o del trabajo, como si siempre hubiese sido así.
– Harry dijo que deberías comprarte un boleto de lotería. – Terminó diciendo, mientras se le escapaba una risa divertida.
Draco dejó de lado los papeles que estaba leyendo y observó a Hermione en medio de la cocina, haciendo café en su cafetera muggle ruidosa y vieja. Allí estaba ella, de pie, ligeramente sonrojada, con el cabello oscuro, salvaje y esponjado sobre sus hombros, con su camiseta aun puesta y aquella mirada juguetona sobre él.
¿Lotería había dicho?
– Que Potter compre los boletos, yo no los necesito, dile que yo ya gané. – Contestó con su sonrisa torcida y su mirada de triunfo. Sin un ápice de vergüenza o duda, tan seguro como quien habla del azul del cielo.
Hermione estuvo a punto de responder algo ingenioso que terminaría seguramente con una larga sesión en la habitación, cuando escucharon el incesante ruido chillón que provenía de un cajón de la cocina. Draco confundido observó como Hermione se dirigía al cajón y sacaba un artefacto pequeño y rectangular, del cual provenía el ruido, y que al tocarlo comenzó a emitir un débil brillo. Era un objeto muggle, claro.
Presionó unos botones del artefacto, enviándole una mirada extrañada a Draco antes de hacerlo. Nadie le enviaba mensajes de texto por el móvil, lo tenía para hacer llamadas a sus padres, y otras cosas muggles en relación con ellos. Nadie del mundo mágico sabía su número excepto Harry, quien también tenía uno para comunicarse con sus tíos y Dudley. Abrió el mensaje y sus ojos comenzaron a leer palabra tras palabra y la expresión en su rostro mutó drásticamente a una acusada alarma. La nota decía:
"El Profeta de hoy ha aventado la noticia de ustedes. No utilicé las lechuzas para no alertarlos. Comunícate en cuánto puedas."
Era de Harry.
Draco esperaba impaciente que Hermione dijera algo. Pero ella no despegaba la vista del cacharro ese.
– ¿Qué sucede? Hermione, ¿qué rayos es eso?
Hermione dirigió su vista a Draco con la urgencia clavada en sus ojos.
– El profeta nos descubrió, todo el mundo se ha enterado.
El tiempo pareció cursar más lento y casi podría jurar que escuchaba el tic-tac de reloj de pared mientras su cerebro procesaba la información. Así que bueno, había sucedido. Tarde o temprano sucedería, lo sabían ambos, era cuestión de tiempo. Draco no sabía como pero ese objeto al parecer era un comunicador y alguien le había informado de lo sucedido. Llevó su mano echándose el cabello hacia atrás por su frente, en un movimiento cargado de repentina ansiedad. Giró su cuerpo hacia la ventana que tenía vista hacia la calle principal y observó a unos reporteros discutiendo entre ellos en la entrada principal. La ira lo invadió de repente y por un fugaz momento deseó bajar y lanzarles alguna imperdonable a todos. O molerlos a golpes, lo que fuera primero.
Tomó su varita y volvió los cristales de todas las ventanas oscuras, el departamento de Hermione pronto se volvió oscuro tal como su recámara, como un atardecer perpetuo.
– Esos malditos buitres están abajo. Usaremos los polvos flu para salir de aquí, ¿puedes ir con Potter o Wesley?
– Sí, Harry tiene una entrada. – Luego volvió al teléfono móvil y tecleó un mensaje rápido, avisando a Harry que llegaría. Como medio minuto después el teléfono sonó de vuelta. – Ya está enterado.
Draco la escuchó y se preguntó mentalmente como es que funcionaba ese comunicador. Pensó que sería bueno que él tuviera también uno, porque al parecer era muchísimo más eficaz que las lechuzas. Concluyó que después abordaría el tema.
– Al parecer nos han anunciado en el profeta. – Luego Hermione añadió como recordando algo súbitamente y dirigiéndose a la entrada de su departamento. – Siempre me dejan un ejemplar en la puerta.
Regresó con el periódico mágico en las manos y la expresión de horror era imposible de ocultar. Era todo un reportaje, había fotos mágicas de ellos dos en sus citas, incluso había una foto de una de las primeras citas que tuvieron, saliendo de un restaurante muggle. Fotos de ellos tomados de la mano, de ellos besándose debajo de un farol, de Draco saliendo del edificio de su departamento. El encabezado rezaba "Heroína de guerra y ex mortífago: El romance de Draco Malfoy y Hermione Granger. En exclusiva." Hermione se lo entregó a Draco como si el objeto le quemara las manos, comenzaba a ponerse nerviosa. A excepción de Harry y Ron, antes de hoy nadie sabía, el resto de sus amigos no estaban enterados, y ahora, de un instante a otro, todo Londres sabían que Draco y ella eran pareja. No le importaba lo que pensaran los demás, pero si le inquietaba el revuelvo que se armaría a partir de ahora y la persecución encarnizada que se iniciaría sobre ellos. Sin embargo, lo que más le preocupaba era él.
Draco tomó el periódico y leyó el encabezado, lo cual fue suficiente para que súbitamente se sintiera furioso. Luego vio las fotografías mágicas de ellos y no pudo más con su ira, por lo que terminó arrojándolo hacia un sillón con rabia, lejos de su vista. El gato de Hermione, al que ella llamaba Ermetus despertó de su letargo al escuchar el ruido del periódico sobre el sillón.
– A estas alturas mis padres ya lo saben. Incluso debe de haber algunos de estos idiotas en la puerta de la mansión. En unas horas mi padre habrá clausurado todas mis cuentas en Gringotts. Ja, parece que oficialmente hoy dejaré de ser un Malfoy. Enhorabuena. – Terminó aquella última frase en un tono sarcástico y ácido, pero que si escarbabas un poco más, podrías encontrar dolor.
– ¿Irás a la mansión?
– Por supuesto, quiero que esto termine de una maldita vez. – Se dirigió a la recamara de Hermione y cuando salió de vuelta ya estaba completamente vestido, pulcro y alineado como siempre. Tomó la varita de la mesa bruscamente y se dirigió a la pequeña chimenea a paso rápido. Aun así, antes de llegar a la chimenea se detuvo abruptamente y se giró a ver a Hermione quien estaba de pie detrás de él, sosteniendo su propio corazón entre las manos.
Se acercó a ella y le tomó el rostro delicadamente y alzándolo un poco para poder ver sus ojos. La mirada de Hermione era una súplica muda. No le dijo nada, pero él lo entendió todo.
Tenía que aceptar que la preocupación de Hermione estaba justificada. Las maneras de los Malfoy no tenían buena reputación en ningún lado. Sin embargo, no creía que su padre fuese a matarlo, que quizás pudiera haberlo hecho de no ser porque todo el mundo mágico estaba enterado ya. De alguna manera, viéndolo desde esa perspectiva, la revelación en masivo les daba cierta seguridad.
Le sonrió ladino, para luego aproximarse y buscar sus labios a tientas. Ella cerró instintivamente sus ojos, esperándolo, como siempre hacia desde que había empezado todo esto. Aquello lo hizo sonreír más. No le cabía en la cabeza como habían llegado a este punto de necesitarse mutuamente, sin proponérselo ni quererlo, sólo así.
Rozó sus labios lentamente contra los de ella en un gesto sutil y provocativo. Hermione suspiró denso sobre su boca al sentirlo, al tiempo que se sostenía sobre las puntas de sus pies y le rodeaba el cuello con sus brazos en un acto meramente reflejo, atrayéndolo hacia ella con impaciencia. Draco entonces la besó en un movimiento parsimonioso y lento, conocido y añorado, tanteando la tortura, paseándose de aquí a allá en el interior de su boca. Hermione suspiró de nuevo, y aquello preció hacer un click en el cerebro de Draco porque tuvo que juntar todo su autocontrol para romper el beso a regañadientes. De no hacerlo perdería el juicio y seguramente regresarían a la habitación. Se dirigió al oído de Hermione y le susurró:
– Te veré luego, todo estará bien.
Hermione lo miró directo, y sus ojos almendrados mostraron una seguridad nuevamente renovada. El volvió a sonreírle, aunque esta vez con una calidez que nadie conocía, haciendo juego con el brillo de sus ojos grises que no escondían nada.
Después, él se giró y en un segundo, Draco se había ido.
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La razón por la que puse este fic en M es porque estoy abierta a escribir lemon si la historia me da para ello (jijiji). Honestamente nunca lo he escrito, pero puedo intentarlo. (jijiji)
¿Review?
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Con cariño, Anya. 3
