ADVERTENCIA: Escena hard en la primera parte de la historia, si no quieres leerlo puedes saltarlo. También, es la primera vez que tengo el valor de escribir algo así, no estaba planeado, solo no quise quedarme con las ganas de escribir.
La vez que los cinco mejores caballeros del reino son capturados.
Avanzó hacia él con paso firme y sin titubeos, envolvió sus brazos alrededor de su cuello, mientras tira de él demandando su atención. El beso está cargado de pasión y desesperación, necesita más, más besos, más contacto, mas caricias, más de Arthur.
Merlín comienza a empujarlo despacio, incitándolo a caminar, lo obedece sin pensar ni romper el beso, lo guía poco a poco y es hasta que sus pantorrillas chocan con algo suave que su mente nebulosa comprende, un segundo antes de ser empujado con fuerza, cuál es su destino.
Arthur cae sobre la suavidad que es su cama y se ayuda de sus codos para incorporarse lo suficiente y observar a Merlín, lo ve lamerse los labios mientras tira del pañuelo en su cuello, éste se desliza con gran facilidad fuera de su sitio, cayendo al suelo; una ola de excitación recorre su cuerpo y el calor aumenta, no mucho después la chamarra marrón y desgastada se une a su eterno acompañante rojo en el suelo de la habitación.
Merlín se acerca, sus miradas se conectan, profundos posos de deseo contenido; siente la cama hundirse a su izquierda y luego a su derecha, y ahora el moreno está prácticamente sentado sobre él, se incorpora con el deseo de tocar más. Arthur devora su delgado y pálido cuello, besa, muerte y chupa con devoción desde la base hasta las sobre salientes clavículas que jamás le parecieron tan excitantes.
Una de sus manos se presiona firme en la cintura, la otra en la espalda, bajo esa molesta playera que le restringe el acceso a la suave y ardiente piel que desea adorar. Gruñe. Y como si le hubiera leído el pensamiento, o entendido, Merlín se encarga de quitarse la playera; Arthur se toma un momento para contemplar la pétrea piel que pareciera un lienzo en blanco en el cual marcar su próxima obra de arte y ser reclamada como suya. Los rosados y erectos pezones pidiendo ser atendidos, y los complace. Hace un camino de besos hasta llegar a su destino, los muerde ligeramente y los chupa, los sonidos que escapan de Merlín sin decoro son música en sus oídos, y sólo desea escuchar más.
Los manos de Merlín están en su cabello, enredando sus dedos entre las hebras de cabellos rubios, tirando levemente de ellas cada que el placer lo sobre pasa.
Sus manos viajan hasta la cintura del moreno, aprietan fuertemente para luego delinear la cinturilla del pantalón, buscando a tientas el viejo cinturón de tela que limita su acceso al área deseada, mientras no deja de repartir atenciones a la suave piel del otro, Arthur se deshace del obstáculo y sin perder más tiempo, en un movimiento fluido jala del pantalón de Merlín, liberando su erección. El mago detiene sus movimientos y un jadeo escapa de sus labios para luego tirar de la cabeza de Arthur y devorar sus labios, el rubio corresponde ávido, sus manos recorren los contornos de Merlín, por sobre la tela del pantalón, subiendo hasta sus muslos donde al fin podía tocar la delicada piel, extendiendo sus pulgares para rosar más adentro, más al centro, ese punto que vibraba con cada roce, sube más y pasa por la cintura sorprendentemente fina, los costados de su torso, viajando hasta los omóplatos en su espalda, anclando sus manos y jalando más cerca.
Inesperadamente se ve empujado a la cama con fuerza, el reclamo en la punta de la lengua muere cuando es atrapado por la mirada de Merlín, un resplandeciente dorado brillando en sus iris, siente como se corta su respiración, está totalmente cautivado por ese resplandor, tan hermoso como peligroso. El recuerdo de un Merlín abriéndose camino por el medio del campo de batalla, firme, decidido, lanzando hechizos y derribando a todos a su paso con relucientes ojos dorados, lo invade y una nueva ola de excitación lo golpea, su erección brinca gustosa entre sus piernas, un segundo después se da cuenta de su nuevo estado de desnudes, se queda perplejo sin saber como ocurrió, una suave risita lo saca de su estupor y puede ver a Merlín sonriendo, mordiéndose el labio inferior en un vano intento de ocultar su diversión, Arthur no tiene tiempo de sentirse ofendido cuando su atención es captada por la mano derecha de Merlín deslizándose hacia abajo por su propio torso, a su abdomen, bajando hacia su cadera y más abajo, esquivando su erección apropósito, pasando por sus muslos, inclinándose un poco hasta donde sus pieles se conectan, cruzando hasta los muslos del propio Arthur, acariciándolos, su otra mano se une y comienzan un camino ahora ascendente por el cuerpo del rubio, tocando la suave piel de su pelvis por sobre la base de su pene, ignorándolo deliberadamente, siguiendo el recorrido hacia su ombligo, abdomen, torso, pecho, sus manos sobre pasan sus hombros y se recargan a cada lado de su cuello, sobre la cama. Ahora está totalmente inclinado sobre él, sus miradas se conectan una vez más, pupilas dilatadas eclipsando casi totalmente el azul de sus iris y Merlín se inclina hacia su rostro, Arthur se ayuda de sus brazos para encontrar al moreno a mitad de camino.
En medio del beso Merlín se desliza hasta estar totalmente recargado en el pecho de Arthur cuyos brazos viajan automáticamente a las caderas del moreno, sus manos se deslizan con vida propia hacia su trasero, puede sentir el cálido aliento de Merlín en su oído y su voz lo estremece placenteramente.
— Arthur —
Solo es su nombre, pero hay tanto deseo y desesperación detrás. Sus manos reaccionan apretando los suaves montículos de carne en ellas, algo entre un jadeo y un gemido es la respuesta de Merlín.
—Arthur —vuelve a repetir, pasado el momento— te necesito —y esta vez su voz es más un ronroneo— hazme tuyo.
Sus palabras activan algo primitivo en él, el deseo lo sobrepasa y la lujuria lo controla, toma fuertemente a Merlín entre sus manos e invierte las posiciones, devora sus labios, ataca su cuello con desesperación mientras se frota contra su cuerpo causando una deliciosa fricción entre sus piernas haciendo gemir sin control a Merlín y a él. Quiere más, necesita más. Toma la erección de Merlín con su mano, le complace sentir la humedad del líquido preseminal, y comienza el mismo vaivén mientras se incorpora, acomodándose entre las piernas de su acompañante, con su otra mano levanta una de sus piernas haciendo el espacio que necesita, para unir su propio miembro al de Merlín, su otra mano se une y ahora se complace frotando sus miembros juntos. Merlín aumenta sus gemidos y Arthur está a punto de venirse, solo un poco más...
Merlín grita su nombre, arqueando su espalda por el placer, liberándose entre las manos de su amante. Finos hilos de su propia semilla decorando su abdomen, su nívea piel sonrojada, su pecho subiendo y bajando a ritmo con su agitada respiración, sus ojos conectados con los suyos, un azul oscurecido de placer. Arthur no puede contenerse más y se corre, su semen se une al de Merlín en el abdomen de este, mezclándose, el placer recorre todo su cuerpo como electricidad, extasiado por la visión erótica de Merlín. Quiere contemplarlo para siempre. El moreno se lame los labios y el deseo en su interior se intensifica, la excitación bombea por su cuerpo, quiere más, necesita más.
Se lanza sobre Merlín para reclamar sus labios, morderlos y aprisionar su lengua.
Al instante siguiente se despierta jadeando, el corazón acelerado y confuso, el sudor que recubre su cuerpo hace que las sabanas se le peguen, una tenue luz grisácea entra por la ventana dándole poco a poco vida a las formas en la oscuridad de su habitación y Arthur está totalmente consiente ahora.
Un sueño húmedo, eso es lo que fue, el cuarto en la semana, se tapa la cara con las manos avergonzado de su propio subconsciente, las imágenes frescas en su mente y la excitación corriendo por sus venas, siente una ligera humedad entre sus piernas y desea que la tierra se lo trague, ¿cómo va a lidiar con eso? Suspira y deja caer las manos. Ya no era un adolescente e incluso cuando lo fue, su lívido no lo había fastidiado tanto, entrenar hasta caer exhausto ayudaba, y en las veces que no, siempre había alguien con toda la disposición de darle una mano... y más.
Gruño molesto con su cínico y sin vergüenza yo del pasado, no quería a alguien más para bajarse la calentura, quería hacerle el amor a Merlín, por más cursi que eso sonara, quería conquistar y reclamar cada centímetro de su cuerpo como suyo, devorar sus labios, delinear con besos el contorno de sus muslos, su suave y firme trasero golpeando contra su pelvis mientras se hundía en la calidez de su cuerpo.
Un muy alegre bulto entre sus sabanas le saludo de nueva cuenta.
—Maldición —gruñó, mientras se dejaba caer en la cama y tapaba la cara con las manos, de nuevo.
Necesitaba un baño de agua fría.
Ahora.
Ya saben lo que se dice de los rumores "se esparcen como la pólvora"; y el rumor sobre que en Camelot se aceptaría el uso y a los portadores de la magia de nuevo, se esparció tan rápido que incluso debió romper algún récord.
El impacto fue tal que Arthur, aun consiente de la rapidez con que se esparcen los rumores en el castillo, no se sorprendió cuando dos días después comenzaron a llegar cartas de los Lords de poblados aledaños y alguno que otro más lejano, pero los ignoro, ya daría él mismo su comunicado oficial cuando todo estuviera listo. Pero cuando, cuatro días después, fue el turno de las cartas de los reinos vecinos -el más cercano a casi seis días de viaje en caballo- en verdad no podía creerlo. Aun tomando en cuenta lo sucedido, y a todos los soldados que presenciaron el poder mágico de Merlín y su nula acción contra este, -tal y como dictaban las leyes-, sabía que a las pocas horas de arribar, cansados y hechos polvo, todo el Castillo lo sabía, y para el final del día todo el pueblo. Pero que fueran menos de cuatro días para ir y regresar de los reinos vecinos, eso era demasiado.
Eso no fue todo, porque con las cartas que le pedían confirmar o negar el rumor, llegaron las de apoyo y, porque no puede ser de otra manera, las de rechazo y condena, acusándolo de ir contra el legado de su padre. ¿Cuál legado? Si se referían al Legado de odio, asesinatos y guerras sin sentido, no podía sentirse más orgulloso de ello, ese era su objetivo después de todo.
Sabe que abrir las puertas de Camelot a la magia no borrará los años de conflictos y muertes injustas, pero espera que sea un gran paso en el camino correcto para reivindicarse. En sus planes también está el dar una disculpa pública e invitarlos al diálogo, si él puede hacer algo para ayudarlos lo hará, porque ese es el trabajo de un rey para con su pueblo.
También había otro rumor, uno más oscuro y cruel, algo que también sabía que pasaría, un rumor sobre haber sido hechizado, controlado para regresar la magia a Camelot y sumergir al reino en la decadencia. Todo orquestado por ni más ni menos que su fiel sirviente Merlín, quien primero gano su confianza y tras años de cercanía e influencia, se apropió de su mente, y ahora lo controla a su antojo; pero el rumor no termino ahí, debían hacerlo más tétrico, pues según ese rumor, Merlín también había sido el causante de hechizar a Morgana, y que su locura subsecuente y actos de crueldad contra el reino fue lo su magia le hizo a su mente, lo cual era solo una probada de lo que podría llegar a pasar con Camelot si ahora su rey era quien estaba siendo controlado.
Ese fue el rumor que desencadeno "El incidente", el cual inicio entre los soldados más antiguos y fieles a Uther. León los escucho al finalizar el entrenamiento, enojado no alcanzaba a describir su estado, los puso en su lugar de la forma que un caballero haría, en un duelo, pero en algún momento termino como una trifulca, Lancelot y Percival tuvieron que detenerlos -Gwaine ya se había unido a León en dar palizas-, muchos de los soldados quedaron mal heridos y, después de que Arthur se enterara, unos cuantos fueron temporalmente revocados de sus puestos bajo las acusaciones de "Desobediencia y Desorden" y eran vigilados de cerca extra oficialmente; con esto, el rumor no fue muy lejos, pero no murió.
Arthur sabía que su decisión no iba a ser tomada bien por todos, pero no le interesaba, suficiente tiempo había pasado bajo la sombra de su padre; era hora de dejar de ser Arthur Pendragon, hijo de Uther, para convertirse en Arthur Pendragon, Rey de Camelot. Siendo así, el no impondría su voluntad como lo hizo su padre; propuso la idea, la desarrollo y poco a poco se fue ganando la aprobación de todos en el consejo, tenían sus dudas, sí, pero confiaba en que las haría desaparecer con la ayuda de Merlín.
Merlín, el hechicero más poderoso que conoce, quien no inspira temor ni la más remota precaución para con él, torpe por naturaleza, estúpidamente leal, optimista y siempre con una sonrisa tonta en su rostro. Si alguien podía convencerlos de que la magia no era solo maldad, ese era él.
Durante su semana imitando a la bella durmiente, Merlín se perdió de muchas cosas: todo lo que Arthur hizo por y para él, los conflictos internos que tuvieron sus amigos cercanos al enterarse de su magia, lo mucho que Lancelot y Gaius ayudaron en eso, los rumores que rápidamente se extendieron por todo el reino, "El incidente".
Cuando al fin despertó y sus dilemas internos fueron levemente apaciguados por las palabras de Arthur, para comenzar con uno totalmente nuevo y abrumador -la aceptación de sus sentimientos más allá de simple amistad-, Merlín se perdió de muchas otras cosas: Lo mucho que Arthur y Gaius se esforzaron para convencer a todos los miembros del consejo y crear las nuevas leyes pro magia, el cómo los caballeros -los que se ofrecieron voluntariamente a cuidar de él y fueron aprobados por León- lo cuidaban celosamente haciendo guardias al perímetro del laboratorio de Gaius regularmente, lo ligeramente nerviosos que estaban quienes habían venido a buscar personalmente algún remedio, el cómo sus conocidos y amigos lo observaban detenidamente cuando no los veía.
Luego del eh... "encuentro" con Arthur en su habitación y leer la "infame" carta, no tan infame ahora que conocía su contenido; Merlín, para no variar, se perdió de un par de cosas más mientras se encerraba en la biblioteca para ponerse al corriente de las nuevas leyes: El estado de alerta constante entre los guardias, el lento y progresivo nivel de agresividad en algunos sectores del pueblo, la muy tenue presencia mágica de frotaba alrededor de dichos lugares.
Por lo que no es de sorprender que la siguiente sucesión de eventos lo tomara totalmente desprevenido.
Arthur sabía que algo estaba gestándose en su reino, avanzando lentamente, oculto en las sombras, no sabía cómo, pero podía sentirlo, por eso instó a sus hombres a que tuvieran mayor precaución, redoblo las guardias y se mantuvo alerta, pero jamás imagino que le explotaría tan fácilmente en la cara.
Los días siguientes a su "plática" con Merlín en sus aposentos, la cual es la culpable de desencadenar todos y cada uno de sus sueños húmedos -pero eso era otra historia-, Merlín se la paso inmerso en la biblioteca poniéndose al corriente con las leyes pro magia, le dijo: "si voy a ser el hechicero de la corte y consejero de magia, debo comprenderlas al derecho y al revés para asegurarme de que no sean injustas para bien o para mal", claro que las discutió con Gaius y al final le dio sus conclusiones.
— No serias tú si aceptaras todo lo que te dijeran sin discutir.
Fue lo que respondió a la petición de modificar y agregar algunas cosas, omitiendo el rodar de ojos y el suspiro resignado.
Luego de eso, Merlín se perdió dentro de decenas de tomos enormes de apariencia oscura y antigua que no sabía de donde habían salido, al preguntar sobre ellos, Merlín murmuro algo sobre investigación y estudios avanzados para su nuevo trabajo y volvió a perderse dentro de las páginas de los libros.
En una primera vista no noto nada raro, pero observando más detenidamente se dio cuenta que no había ninguna vela o antorcha prendida dentro del lúgubre lugar y aun así estaba iluminado lo suficiente, además de que muchos de esos libros gruesos prácticamente flotaban alrededor del mago pasando las páginas solos, hizo un comentario sobre ello, pero al no recibir respuesta, resignado, ordeno que nadie entrara a la biblioteca hasta nuevo aviso, ya eran suficientes los rumores que corrían por el Castillo, no necesitaba más.
Lo dejo ser, Merlín estaba totalmente comprometido en su nueva labor de proteger al reino con su magia, abiertamente y no desde las sombras como había venido haciendo, que Arthur no veía necesidad de interrumpirlo; mientras no saliera del castillo todo estaba bien, pensó. Claro que lo mejor hubiera sido el compartir sus preocupaciones con él y advertirle que no saliera del castillo explícitamente, pero ¡Hey! él también es humano y se equivocó al no pensar en que Merlín fuera tan despistado para no darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
En retrospectiva y con el historial de incidentes de Merlín, fue totalmente culpa de Arthur no preverlo.
Fue mientras veía los mapas de Camelot y sopesaba las posibilidades de crear una protección sobre el reino, -o al menos los parajes más cercanos al Castillo y la ciudadela, algo como una barrera mágica que, con magia suficiente, fuera directamente informado de cualquier amenaza que entrara, e incluso lo suficientemente poderosa para rechazarlas-, cuando Merlín lo sintió, un ligero rastro de magia reuniéndose en los bosques al suroeste del Castillo, fue una sorpresa, porque en primera no había estado buscando nada, pero en los últimos días se había dado cuenta que su magia estaba más al borde, solo necesitaba un fuerte pensamiento para que pequeñas cosas sucedieran, como tener mucha hambre y de repente apareciera comida a su alcance, o necesitar un libro que recordaba haber dejado hasta la otra punta de la habitación y no querer parar a por él y que este apareciera a su lado, pequeñas cosas que no les dio importancia a favor de continuar con su investigación. Pero ahora estaba ahí, a no sabe qué horas de la noche caminando solo por las calles vacías de la ciudadela hacia el lugar en el bosque que sentía la presencia mágica.
Una muy mala decisión, o la más acertada que había tomado sin pensar, dependiendo del punto de vista.
Después de pasar días creando las nuevas leyes, debía continuar con la resolución de las peticiones que se fueron acumulando y que como rey era su deber darles solución, al mismo tiempo que llegaban los sueños húmedos, que si bien tenían un lado gratificante, no lo dejaban descansar lo suficiente y sus constantes duchas de agua fría en la madrugada eran desgastantes.
Agradeció a los cielos cuando la oportunidad de estirar las piernas le llego en bandeja de plata en forma de una de las molestas peticiones, aunque solo era sobre patrullar una zona al sur del castillo insistió en su deber de ir personalmente. León no lo contradijo y como agradecimiento lo llevo con él, en algún momento Percival se unió a ellos murmurando algo sobre necesitar alejarse de Gwaine y Lancelot, que Arthur no se molestó en poner atención.
Salieron en sus caballos al medio día, el camino fue corto, hicieron una ronda por esa parte del pueblo, se toparon con solo un par de personas, lo que no era nada extraño ya que era medio día y la mayor parte de la actividad se concentraba en el mercado. Se decidieron por hacer una ronda por los acres de bosque cercano, y solo quizá, se alejaron un poco más de lo necesario, pero ninguno se iba a quejar de eso.
Se dio un minuto para contemplar sus alrededores, el verde fresco de los brotes tiernos en los árboles y la suave brisa, con olor a tierra húmeda y flores silvestres, meciendo perezosamente las ramas, pequeños y cálidos destellos del sol que se filtraba entre el follaje, las risas de los niños correteando entre los arbustos bajos y charcos dejados por la lluvia de la madrugada, un buen lugar para cazar o solo pasear con Merlín y... espera... ¿niños?
— ¿Escuchan eso? —pregunto un tanto confundido.
— Son niños —confirmó León.
— ¿Porque hay niños jugando tan lejos del pueblo? Es peligroso.
—Quizá, solo no se han dado cuenta de lo lejos que están, vamos —dirigió su caballo hacia el sonido de las risas.
Era su deber como Rey, velar por sus súbditos, regañar a unos cuantos niños por adentrarse en el bosque sin supervisión, caía dentro de ese deber.
—Y entonces, ¿Cómo es que terminamos así? —lanza la pregunta, que había estado rondando en su cabeza, mientras observa la luz filtrarse entre los agujeros de la carpa donde se encontraban.
Después del ataque de pánico inicial, luego de despertar en un lugar desconocido, con los últimos recuerdos atravesando la bruma del sueño al que fueron inducidos, y confirmar que sus hombres estaban vivos y bien; la adrenalina se diluía lentamente en su sistema y se obligó a normalizar su respiración, rememorando las veces que se había visto en situaciones similares, esta estaba siendo la más tranquila hasta ahora.
Sus hombres se despertaron un poco después que él, mucho más tranquilos que el mismo, intentaron ponerse de pie y de brinco en brinco inspeccionaron la carpa, pero algo les impedía ir más allá. Sin poder hacer mucho más se dedicaron a revisar la carpa otra vez, cayendo de vez en vez hasta que fue demasiado cansado y sin sentido volver a incorporarse.
Llegando a este punto muerto.
— No nos preguntes —responde Percival, con la voz un tanto amortiguada por la posición en la que se encontraba ahora.
Si pudiera, Arthur se daría de topes con la primera superficie dura frente a él, pero todo es telas viejas y pedazos de madrera que sin duda habían formado parte de otro tipo de muebles, aunque el piso parecía una muy buena opción, pensó. Se remueve incómodo por las ataduras en sus manos que lo obligan a mantenerlas en una posición dolorosa tras su espalda y el piso de tierra, tira de su cabeza hacia tras intentado llegar a él, pero apenas y lo roza; suspirando por su intento de auto compadecerse fallido, lanza un nuevo vistazo a la luz que se filtra entre los huecos de tela vieja del techo y trata de calcular la hora y cuánto tiempo han estado ahí, luego se deja caer con un sonoro quejido sobre su costado; observa a León en la misma posición que él, y Percival tras él, con la cara contra el piso, amarrados incómodamente con las manos tras la espalda y los pies y piernas cubiertas con soga.
Arthur sospecha que esos niños que encontraron en el bosque tenían toda la culpa, tuvo la más sincera intención de ayudarlos y ser un buen rey, pero los mocosos nunca necesitaron su ayuda, seguramente conocían el bosque mucho mejor que ellos y además de todo habían sido parte de la trampa que les tendieron, de eso ya no tenía duda, habiendo repasado todo lo sucedido:
Habían llegado hasta los niños, cinco en total y aparentemente con edades diferentes, con no más de 10 años el mayor, estos parecían sorprendidos de verlos; Arthur procedió a regañarlos y disciplinarlos un poco, los niños parecieron realmente arrepentidos, con miradas en el suelo y manos nerviosas jugando son sus ropas sucias y sin moverse de sus lugares. Creyendo haber sido un tanto duro con ellos -Merlín lo acusaba constantemente de no saber medir sus palabras; y eran solo niños-, desmonto su caballo, se acercó y se puso a su nivel, con una rodilla en el suelo, les dio una cuantas palabras más cálidas para aligerar las anteriores, apoyo su mano en el hombro del más cercano -la que parecía la mayor- y creyó que había funcionado cuando la niña levanto su mirada, le tomo un momento darse cuenta que no lo veía a él. Lo siguiente que escucho fueron dos ruidos sordos y el relinchar de sus caballos a su espalda, se levantó presuroso pero algo se aferró a su cintura. La niña. Debía proteger a los niños. Su mirada se posó en ellos y su mano se dirigió a su espada pero no la encontró, la confusión se vio remplazada por alarma, cuando alguien tras él lo envolvió y sintió un pinchazo de dolor en el cuello que comenzó a arden casi inmediatamente, sintió a otras dos personas a sus costados que lo retuvieron, lucho por liberarse pero sus fuerzas estaban menguando, su conciencia era cada vez más neblinosa, sus piernas dejaron de sostenerlo, sus ojos captaron una triste mirada azul envuelta en una vorágine de diferentes tonos de verde, lo último que recuerda fue pensar en Merlín y el dolor que esto le causaría.
— Lo último que recuerdo es que algo nos "pico" en el cuello —comenta León, secundado inmediatamente por Percival.
— Si, también yo.
— Fueron los niños, ¿cierto? Ellos utilizaron a los niños como distracción. Esa dirigencia pidiendo ayuda sobre extraña actividad en esa zona del pueblo era parte de su plan —externo sus deducciones.
— No lo sé, ellos no podían sospechar que tú vendrías o incluso que nos adentraríamos tanto en el bosque —aporta León.
— Hay mucho ruido afuera, pero nadie ha aparecido —ahora es Percival quien contribuye.
— Han pasad horas desde que salimos del castillo, ya debieron darse cuenta de nuestra tardanza —declara Arthur.
— Un así, pasaran otras 2 horas hasta que crean que algo fue mal, y comiencen una búsqueda —le recuerda León, eso solo si seguían el protocolo.
Entonces, hay un par de gritos más altos que otros fuera y su atención es capturada por el sonido, aun cuando no entienden que dicen, saben que algo anda mal. Los tres se ponen alertas, y se preparan como pueden mientras vigilan atentamente la entrada, los gritos se hacen mas altos, pasos de un grupo acercándose, pies arrastrados y traqueteo. Arthur se acomoda lo mejor que puede con las ataduras restringiéndolo, les dirige una mirada a sus caballeros y estos asienten, saben que esta podría ser su oportunidad, necesitan encontrar el mejor momento para aprovecharlo y salir de ahí; o al menos que Arthur escape, este último es el pensamiento compartido de León y Percival.
La tela que cubre la entrada de la carpa se levanta y ninguno de los ocupantes da crédito a lo que ven. Gwaine y Lancelot son empujados dentro, cayendo uno sobre el otro en el suelo tal costales de papas.
— ¡Hey!
Se queja uno de ellos, en su sorpresa no distinguen cual.
— Se quedaran aquí hasta que la influencia del hechicero termine —dice uno de los hombres que se ha quedado en la entrada, sin atreverse a entrar más, su rostro se le hace vagamente familiar a Arthur, pero antes de tener tiempo en ahondar en ese pensamiento, el hombre se retira y la tela cae, bloqueando su visión.
— ¡Esperen! ¿Que-
Intenta pararse pero las cuerdas limitan su movilidad y cae aparatosamente al suelo junto a los recién llegados. Maldice desde el suelo mientras su vista se topa con la de Lancelot.
— Hey Arthur, cuanto tiempo —dice con una sonrisa que más bien parece una mueca a causa de tener el costado de su cara aplastado contra el piso.
— ¡León! Estaba tan preocupado —oye a Gwaine arrastrarse por el suelo tal cual gusano.
— Podrías dejan de hacer eso —dice, Percival, sospecha que a Gwaine— Por eso todos dicen que andan juntos —lo oye suspirar, y no quiere saber qué rayos están haciendo.
— Es porque lo estamos—
— Ustedes ¡¿qué?! —grita.
— No lo estamos —es la voz amortiguada de León y Arthur los ignora por su salud mental. Se incorpora con esfuerzo, preferiría que nadie lo viera retorciéndose de esa forma.
— ¿Cómo llegaron hasta aquí? —pregunta, un tanto agitado por el esfuerzo, a Lancelot quien también está tratando de incorporarse.
— Venimos a buscarlos —le responde entre movimientos.
— Enhorabuena nos encontraron, ¿ahora qué? —
— ¿Es así como agradeces nuestra preocupación, Princesa? —le lanza Gwaine indignado desde el otro lado donde estaba casi sobre León.
— Rey —le recuerda/corrige pero su voz es fácilmente opacada por la consternación en la voz de Percival.
— No puedo creer que ustedes dos estén juntos —, dice sin poder creerlo. El "No lo estamos" de León siendo ignorado de nuevo.
—No puedo creer que no lo supieras —contraataca Gwaine sacándole la lengua como un niño pequeño burlándose y apretujándose más al rubio, quien protesta.
— No puedo creer que estemos hablando de esto ahora —Lancelot niega, agitando la cara de lado a lado, tratando de alejar recuerdos no gratos.
— No puedo creer que los cinco mejores caballeros del reino fuimos capturados y todo lo que les importa es cotillear —Arthur alza la voz tratando de terminar con ello, no le interesa quien está o no con quien; están amarrados de pies y manos en un lugar desconocido. ¡Por favor!
— En mi defensa, estaba preocupado por León, y por lo tanto, distraído —Gwaine continua hablando, Arthur pone los ojos en blanco.
— En la nuestra, ¿cómo íbamos a saber que esos niños eran parte de su maléfico plan? —dice Percival y Arthur tiene el impulso de darle un zape.
— ¿Unos niños los atacaron? —les pregunta con diversión y burla en la voz.
— ¿Podrían callarse y concentrarse en el problema aquí? —Arthur lo ignora conscientemente.
— ¿Por qué no podemos salir de esta simple carpa? —pregunta Lancelot.
— Magia —fue la respuesta de León, ellos habían llegado a esa conclusión hace un rato. La verdad, no sabe qué otra cosa estaba esperando.
— Genial —bufa, con un dolor de cabeza formándose.
— Lo seria, si nuestro mago personal estuviera aquí y no lo estuvieras evitando.
— ¿Qué? Yo no estoy evitando a Merlín —le responde indignado, todo lo que ha querido en esos días era estar con Merlín, ponerle a todo lo que ha pasado entre ellos un nombre.
— ¿No? ¿Y por qué no está aquí? —Arthur hace amago de contestar pero Gwaine continua— Hasta ahora sin importar que tan peligrosa, absurda fuera la situación o en donde sea que te metieras, él siempre estaba a tu lado.
— Está ocupado estudiando —refunfuña molesto, el sabia eso, el también extraña a Merlín, y todos esos sueños que había estado teniendo con él no se lo ponían nada fácil.
— Yo lo vi una vez en la biblioteca —comenta Percival— los libros flotaban a su alrededor, fue gracioso cuando se dio cuenta y todos cayeron, golpeándolo —sonríe recordándolo.
— ¿Y qué tanto estudia? —pregunta Gwaine.
— Magia —es su turno de dar esa simple respuesta.
— Yo pensé que él ya hacia eso.
— Es más complicado, su magia es natural, pero si él quiere usar magia más grande necesita los hechizos correctos... —o eso es lo que le había explicado cuando pregunto— Alto —dice, deteniendo a Gwaine que estaba abriendo la boca para decir algo— Ese no es el punto. ¡Concéntrense! necesitamos salir de aquí, ¿Cómo vamos a hacerlo?
— ¿Y qué hacemos aquí en primer lugar? —Lancelot pregunta, y Arthur le dirige una mirada irritada— No, quiero decir, llevan ¿qué? ¿4 Horas? Y no parecen torturados ¿Alguien ha venido a contarles su maléfico plan para darnos una muerte lenta y dolorosa, teniendo vía libre para hacerse con Camelot?
— No...
— Lancelot tiene razón, si seguimos vivos y completos, quiere decir que algo quieren de nosotros —todos voltean a ver a Arthur
— ¿Qué? —
— Pero si sus asuntos solo fueran con el Rey —dice Lancelot señalando a Arthur, como si todos en ese lugar no supieran de quien hablada— entonces a nosotros nos hubieran desechado en la primer oportunidad, no encerrado con él y darnos una oportunidad de ayudarlo a salir de aquí.
— Y aun estando todos juntos, no hemos logrado salir de aquí —gruñe conteniendo su voz, comenzando a desesperar, pero es aparentemente ignorado y sus caballeros continúan.
— El tipo que los trajo hasta aquí dijo algo... —
— "Se quedaran aquí hasta que la influencia del hechicero termine" —completa León.
— ¿Fuimos hechizados? —pregunta Percival y todos voltean a ver a Arthur, de nuevo.
— Y yo, ¿por qué lo sabría?
— Tu novio hechicero, obviamente.
— Merlín no es mi novio —dijo malhumorado tratando de ocultar la ligera vergüenza que el pensamiento le provocaba.
— No oficialmente —Gwaine sonrió descaradamente, sabiendo que había ganado un punto cuando ve la cara de Arthur.
— ¿Qué quieres decir? —pregunto de regreso el rubio rey sospechando nada bueno.
— Son la comidilla de todo el reino, la noticia del momento, la historia de amor que toda damisela quisiera tener —como toque final Gwaine batió sus pestañas exageradamente haciendo "ojitos" en dirección de Arthur.
— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡¿Cuándo?! —gritó, las palabras atorándose en la garganta.
— Si hubiéramos sido hechizados desde antes —León prosiguió, ignorando deliberadamente la discusión entre Gwaine y Arthur— Merlín lo sabría, eso quiere decir que, si lo fuimos, sucedió mientras estábamos inconscientes
— Pero a nosotros nos emboscaron en el bosque y nos trajeron directamente hasta aquí después de someternos y amarrarnos, nunca nos hechizaron, ¿o sí? —termina su duda viendo a Gwaine, quien hace un intento por encogerse de hombros, ignorando las exigencias de Arthur sobre más información de los chismes que circulan en su propio reino.
— Yo no note nada —agrega.
— Entonces, si ellos no son los magos, quiere decir que hay por lo menos un mago de su lado
— Pero, ¿qué quieren de nosotros? Estamos claramente a favor de la magia.
— Pero antes no lo estábamos.
— Pero, al igual que el enamoramiento de nuestra princesa aquí —Arthur lo fulmina con la mirada— ya todo el reino sabe sobre nuestro apoyo a la magia.
Procesan en silencio toda la información, sopesando nuevas teorías.
— Quizá el asunto no es con nosotros —al final, Arthur es quien rompe el silencio.
— ¿Qué quieres decir? —
— Parece ser que nuestra captura fue planeada, pero la suya no —explica— alguien del castillo debió avisarles que veníamos, adentrarnos en el bosque era parte de su plan, así como distraernos con esos niños para capturarnos.
— Descartando a Arthur, entonces, uno de ustedes dos era el blanco —razona Lancelot.
— O uno que siempre está con nosotros —aporta León, dando luz y camino a los pensamientos de todos.
— Creen que en ese estúpido rumor sobre Merlín hechizando al rey, ¿nos terminaron incluyendo a nosotros? —ceños fruncidos y muecas aparecen en los rostros de todos.
— Por la forma en que lo defendieron contra los caballeros veteranos diría que sí —la mueca en el rostro de Lancelot se transforma a un semblante serio y contenido.
— ¡No pueden ser así de cabezas dura! —exclama Percival incrédulo.
— Pues créelo, —declara Arthur— los sujetos que los trajeron hasta aquí son de la ciudadela del castillo —ahora puede recordar donde había visto sus caras— ellos no quieren nada con nosotros, de hecho, me atrevo a pensar que creen estarnos protegiendo contra lo que les han dicho durante todos estos años que es nuestro mayor enemigo.
— Magia —corean sus caballeros.
Arthur asiente, conteniendo su ira. Todo tenía sentido ahora.
— Ellos quieren a Merlín.
Es la conclusión a la que todos llegan y ese solo pensamiento le hace hervir la sangre.
Merlín avanza por el bosque, sin un camino en concreto que seguir, solo esquivaba ramas, árboles y arbustos en una aparente línea recta hacia su destino, los rastros de magia siendo más evidentes conforme continuaba adentrándose en el bosque.
En su improvisada caminata nocturna, olvido llevar consigo una antorcha, por suerte para él, conocía suficientes hechizos de fuego para iluminar su camino, y ahora, una pequeña ave, con la apariencia de un fénix, hecha de cálidas llamas anaranjadas aleteaba no muy lejos dando vueltas a su lado; el ave se deslizaba elegantemente a través de las hojas y ramas, evitando con maestría tocar nada, aun cuando no podía quemarlas ya que solo fue invocado para iluminar. De vez en vez se detenía para esperar a su amo, divertida por la torpeza del mismo.
Merlín no sabía que estaba buscando o que iba a encontrar, pero si quería descubrirlo necesitaba ser discreto, en algún punto sintió el final del rastro mágico y le pidió a la pequeña ave que invoco desaparecer, pero ella pareció preocupada por dejarlo solo, así que se rehusó. Merlín lo intento de nuevo, teniendo el mismo resultado, contrariado cambio su orden a que solo lo espera y la llamaría si necesitaba de su ayuda de nuevo, el ave no pareció convencida con eso, pero esta vez sí obedeció, el pequeño fénix se posó sobre una rama y se acurrucó, haciendo que la luz que emitía disminuyera un poco.
Merlín se adentró un par de metros más en el bosque cuando noto actividad, luces de antorchas y ruidos apagados, poco a poco distinguió lo que parecían carpas y todo un campamento montado en medio del bosque por personas desconocidas, y aparentemente con magia, lo suficiente cerca del Castillo para considerarlos una amenaza; se escabulló lo más cerca que le fue posible oculto entre las sombras, debía descubrir que planeaban y evitarlo, porque sin duda no era algo bueno, nunca lo era. Las personas iban y venían, hablando en murmullos que no lograba entender, el choque de un soplo de aire frío le provocó escalofríos, una sensación que le era horriblemente familiar recorrió su cuerpo asentándose en sus huesos.
Mientras la sensación recorría sus recuerdos, de entre el sonido del viento meciendo las ramas de los árboles, el llanto de un niño llamó su atención. Preocupado siguió el llanto, aun escondido entre las sombras, hasta que dio con su origen, no muy apartado de donde estaba, dos niños lloraban ocultos detrás de un árbol, lo suficientemente lejos para no ser una molestia para los del campamento, pero ni tanto como para no saber cómo regresar.
Uno de ellos que parecía el más pequeño intercalaba llanto e hipo mientras restregaba las lágrimas que caían sin cesar de su rostro, el otro, que en realidad era una niña, parecía estar conteniendo con todas sus fuerzas las lágrimas, no lográndolo del todo, mientras trataba de calmar al más pequeño, pensó que podrían ser hermanos.
Merlín se acercó sigiloso, era obvio que ellos no querían ser encontrados por ningún adulto.
—Hey, ¿Están bien? —susurro en un intento de no asustarlos, lo que no funcionó, los dos se apretujaron más contra el otro, la niña le enfrento con ojos grandes y asustados mientras escondía al menor entre sus brazos.
Entonces Merlín los reconoció, eran niños de la ciudadela, él jugaba con ellos de vez en vez cuando tenía tiempo libre -y cuando no también-. Emma y Ben, hermanos y siempre estaban juntos, pelinegros, la niña de ojos claros y el niño de un color miel. Los examino con la mirada por un momento, buscando heridas visibles o algún problema que denotara su estado, pero le era un tanto difícil con los dos tan pegados uno al otro, así que decidió distraerlos.
— ¿Quieren ver un truco? —ninguno contesto nada, solo se quedaron viéndolo con grandes ojos húmedos y rojizos por el llanto.
Merlín invoco una chispa de luz, que lentamente tomo la forma de un hada, con largas alas y un lindo vestido de holanes, el hada revoloteo cerca de Merlín para después alejarse hacia los árboles, pasando entre las hojas y ramas como un pequeño rayo, regresando y deteniéndose frente a los niños, quienes habían dejado de llorar y olvidado el miedo. Mientras veían maravillados a la delicada figura una segunda hada apareció junto a ella, parecieron reconocerse, para luego comenzar a jugar y corretearse entre ellas, se escondieron entre las ropas y cabello de los niños, cuando ellos intentaron atraparlas, las hadas olvidaron su persecución en pro de esquivar las manos de los chiquillos, aun con su desventaja de tamaño, ellas eran rápidas y astutas, haciéndoles cosquillas con sus alas en las mejillas y cuello para distraerlos. No pudiendo resistir mucho tiempo, risitas ahogadas comenzaron a escucharse, las pequeñas hadas lo tomaron como su triunfo y riendo en bajos sonidos titilantes, regresaron a su creador, posándose en la mano que había extendido para ellas.
La emoción era evidente en los rostros sonrientes de los niños, Merlín se sintió satisfecho por lograr que dejaran de llorar y verificar que no estuvieran heridos al mismo tiempo.
— ¿Quieren sostenerlas? —les pregunto y los niños rápidamente asintieron— Pero deben prometer que serán delicados con ellas.
— Lo prometemos —corearon.
El moreno se hizo el que lo pensaba un poco, pero al final sonrió— Esta bien, extiendan sus manos —
Ellos obedecieron rápidamente, estiraron sus brazos y juntaron sus manos con las palmas hacia arriba, Merlín acerco su mano y cada una de las hadas pasó a las manos de uno de los niños. El brillo en sus miradas llenaba de satisfacción a Merlín.
Con los niños distraídos y sin llanto en sus rostros, creyó que podía aprovechar y comenzar a hacer las preguntas necesarias.
— Puedo saber, ¿por qué lloraban? ¿Están perdidos? —los niños se voltearon a ver un momento, negando, la niña fue quien habló con aprensión en su voz, acercando a la pequeña hada a su pecho inconscientemente buscando confort en la calidez de su luz.
— Papá y Mamá actúan raro, son malos con nosotros y con los demás, gritan mucho...
— Y dicen palabras malas —aportó el pequeño, la niña asintió.
— Siempre nos han dicho que no debemos decir malas palabras, pero es como si no les importara nada más que el mago.
— ¿El mago? —replicó, la niña asintió de nuevo.
— Es malo y dicen que el rey está bajo su hechizo y el reino está en peligro...—
La mención de Arthur comenzó a inquietar a Merlín, ¿era posible que no se hubiera dado cuenta de que algún mago entrara a Camelot y hechizara a Arthur? No. El notaria una presencia mágica tan cerca. Sobre todo ahora que había permitido a sus poderes salir, aun cuando se había pasado los últimos días encerrado en la biblioteca, evitando a Arthur por pena y vergüenza, bajo la excusa de estudiar nuevos hechizos para proteger a Camelot, excusa que era cierta pero no toda la verdad. Pero, ¿qué más podía hacer? Decirle: "¡Hey! Arthur, sabes que ahora que estoy del todo consiente de lo que hicimos y lo que estuvo a punto de suceder, si Lancelot no nos hubiera interrumpido, me avergüenzo por mi actuar y quisiera que fuéramos más despacio en lo que sea que esto sea...", o haya sido, termina el pensamiento con pesar.
Porque Arthur no volvió a hacer algún movimiento ni a hablar del tema, aun cuando sabía dónde encontrarlo, y Merlín no sabía cómo sentirse al respecto. Por una parte esta aliviado por no tener esa incomoda charla, pero también se siente triste y desechado, porque Arthur no lo busco, lo que podía traducirse a que se arrepentía de lo que había hecho -y a punto de hacer-. Con el pasar de los días parte de la tristeza se convirtió en enojo, si a Arthur no le interesaba y quería actuar como si nada hubiera pasado, entonces, a él tampoco le interesaba y nada había ocurrido.
Solo que si le interesaba y no podía olvidar lo que había ocurrido. Y su traicionera mente no dejaba de recordárselo en cada momento que tenía oportunidad; pero pronto tendría deberes y responsabilidades como miembro de la corte y tenía que concentrarse en eso, esta era su oportunidad, una oportunidad que jamás imagino tener y no quería dejar ir, sobre todo ahora que la magia volvía a Camelot. Sabía que las represalias para Arthur podrían triplicarse, además de los intentos de asesinato de aquellos que querían hacerse con la corona -o nobles doncellas despechadas-, también podrían sumarse los viejos rencores de creaturas y familias mágicas, con sus respectivas dosis de asedios, secuestros, venganzas, intentos de asesinatos y asesinatos. También recuerda a Gaius hablándole sobre posibles acciones de quienes no estaban de acuerdo con el regreso de la magia y advirtiéndole que tuviera cuidado; no que le sirviera de mucho la advertencia, ya que Merlín tendía a estar en el lugar incorrecto en el momento menos oportuno.
Lo siguiente que sucedió era solo un ejemplo de ello.
Mientras Merlín, totalmente distraído, piensa e intenta descubrir que era lo que sucedía y quien era ese mago que había hechizado a Arthur, una de las pequeñas hadas tintineo alarmada, lo que trajo de vuelta a la realidad al moreno, justo para ver como esta salía disparada hacia algo detrás de él, cuando volteo lo único que pudo ver fue la pequeña esfera de luz que era el hada, ser apartada del camino con un borrón oscuro, la esfera luminosa cambio drásticamente su trayectoria hasta chocar contra un árbol y dividirse en cientos de partículas de luz que se desvanecieron hasta apagarse.
El grito ahogado de los niños a su espalda le hace ponerse en alerta, levanta su brazo y sus ojos brillan ligeramente en dorado en anticipación, mientras busca entre la oscuridad que es lo que había golpeado al hada, la respuesta llegó sola cuando antorchas comenzaron a iluminar el lugar, dándole una vista de los atacantes: una decena de personas, en realidad, Merlín juraría que eran gente de la ciudadela, de hecho reconoció a unos cuantos; pero no entiende, ¿por qué están ahí?
Su pregunta es respondida cuando oye a Emma gritar "¡Papá, no!"
Y lo siguiente que siente es un punzante golpe en la cabeza que lo tira al suelo y aturde sus sentidos.
Emma tiene 10 años. "Solo 10 años" podrán desestimarla los adultos, pero para ella, tener esa edad conlleva una gran responsabilidad. Es la hija mayor y debe cuidar de su pequeño hermano, Bennett, de 4 años; también es la mayor en su grupo de amigos y ella es la responsable de cuidar de todos cuando están jugando -sus padres y los padres de sus amigos se lo han dicho-, es la que se ocupa de resolver las riñas entre sus amigos y siempre intenta ser justa e imparcial -aun cuando todos saben que es más sobreprotectora con su hermano menor-, no es que se queje, en realidad ella nunca ha conocido otra forma de pasar sus días, siempre ha sido la mayor y le gusta serlo.
Pero tiene un pequeño secreto. Hace muchos años, incluso antes de que Bennett naciera, ella no era "la mayor", había una chica -Minerva- que cuidaba de todos ellos mientras sus padres trabajaban, era una chica aburrida, los regañaba mucho, nunca les dejaba hacer nada divertido y siempre estaba enojada. Un día mientras pasaban el tiempo aburridos junto a la fuente y Minerva platicaba con unos chicos, más o menos de su misma edad, conoció a un adulto que no parecía uno, este adulto jugo con ella y sus demás amigos sin que se lo pidieran; hizo burbujas de jabón y el adulto compitió contra ellos durante un rato para reventar el mayor número, al final ellos fueron declarados los ganadores cuando él tuvo que irse, fue muy divertido.
Las sesiones de juego se repitieron aleatoriamente, podían pasar días y el adulto no aparecía, solo para que una tarde cualquiera, estar ahí jugando y haciendo burbujas para ellos. Con el tiempo se enteró del nombre del adulto, Merlín, oyó al príncipe Arthur llamarlo así una vez, después de ahí a veces podía verlo caminar por la ciudadela detrás de él, cuando le pregunto a su mamá le dijo que Merlín era el nuevo sirviente del príncipe. Ella sabía que servir dentro del castillo era un gran honor y servir directamente a la familia real el más grande. Ella no entendía porque un adulto como Merlín pasaba su tiempo con ellos teniendo esa gran responsabilidad como sirviente del príncipe. Un día su curiosidad gano y se lo preguntó, a lo que el moreno respondió: "Todos deberíamos divertirnos de vez en cuando". En ese momento se dio cuenta qué era lo que más le gustaba de Merlín, el no consideraba el pasar tiempo con ellos como una carga y siempre tenía una sonrisa para ellos.
Cuando ella se convirtió en " la mayor", Merlín siguió apareciendo tan aleatoriamente como siempre, y ese era el único momento en el que volvía a ser solo una niña y se divertía junto a los demás.
Cuando sus padres y los padres de sus amigos comenzaron a actuar extraño y a construir ese campamento en el bosque pensó que era raro, y aun siendo "la mayor", era solo una niña para los adultos, así que ninguno le dio una respuesta cuando pregunto él ¿Por qué? Días después, los adultos les contaron una historia sobre un malvado hechicero que se había infiltrado en el castillo, hechizado al rey, controlándolo a su voluntad, y el como quería destruir Camelot haciendo que otros como él invadieran el reino. No dudo en hacer todo lo que los adultos le dijeron para salvar al reino y a su Rey. Por un fugaz momento se preguntó si Merlín también estaba en peligro, pues este siempre estaba al lado del rey.
Emma hizo todo lo que sus padres le dijeron, pero seguía sintiendo que algo estaba mal. Si el plan era apartarlo de la magia malvada del mago, ¿por qué había magia en la carpa donde encerraron al rey? Y esos hombres encapuchados que caminaban por el campamento como si nadie más los viera, no le parecían de fiar, pero cuando a Bennett se le ocurrió preguntar por ellos, sus padres estallaron en gritos, jamás los había oído decir tantas groserías juntas y mucho menos dirigidas a su hermano y a ella. En algún punto Ben comenzó a llorar y ahora sus padres gritaban más, podía sentir sus propias lágrimas, tenía miedo, sus padres no eran así, en un movimiento que no pensó mucho, tomo a su hermano y corrió, corrieron juntos tan lejos como pudieron, se escondieron tras un árbol en los límites del campamento, donde era todo oscuridad pero un lograban ver las antorchas, y entonces se permitió llorar, Ben reanudo su llanto junto a ella.
Ahí fue donde Merlín los encontró. Entre la oscuridad, con ojos hinchados y llenos de lágrimas. No lo reconoció al principio y después, cuando lo hizo, creyó que estaría enojado por lo que le hicieron al rey Arthur y estaba ahí para castigarlos, pero en su lugar les dejo jugar con unas pequeñas hadas muy bonitas y se preocupó por ellos. Una vez más, era el único adulto diferente a todos los demás.
Con aprensión le contó de sus padres, quería decirle sobre el rey en la carpa con magia, pero se sentía culpable y no quería que el se enojara con ella, así que primero le advirtió sobre el mago, pero antes de que pudiera decirle sobre lo que sus padres y los demás adultos le hicieron al rey, ellos aparecieron.
Todo lo que paso después fue demasiado rápido para ella, solo recuerda a una de las pequeñas hadas estallando en muchas luces cuando fue lanzada contra un árbol, a su padre golpeando a Merlín y los demás adultos rodeándolo. Recuerda que gritó, gritó con todas sus fuerzas para que se detuvieran pero ninguno la escuchó y fue lanzada lejos contra el suelo en su vano intento de detenerlos. Oye el llanto de Ben por sobre los insultos de los adultos y no entiende por qué hacen eso, ¿Por qué lo golpeaban? ¿Qué había hecho Merlín para que lo trataran así? Él siempre fue bueno con ellos, siempre tenía tiempo para jugar con ellos, siempre tenía una sonrisa en su rostro. Tenía que ayudarlo, pero ¿cómo? No tenía la fuerza para detenerlos y no podía pedir la ayuda de nadie más, nadie ahí la escuchaba, nadie les ponía atención, nadie se había preocupado por ellos desde la primera vez que los oyó hablar del Mago, nadie más que Merlín... y el rey.
Recordó al rey preocupado por ellos, de si estaban perdidos en el bosque -igual que Merlín-, Merlín es su sirviente y un rey siempre debe cuidar de sus súbditos, es lo que un rey hace.
Se limpió las lágrimas con su manga y se levantó del suelo, corrió hacia Ben y lo pone en pie, arrastrándolo con ella. Corren. Corren lo más rápido que puede, sus piernas tiemblan y hay lágrimas en sus ojos que no la dejan ver bien, pero ella sigue corriendo. Hay gritos y ve a más de los aldeanos correr en la dirección contraria, cierra los ojos y continúa. No sabe si tropezó con algo o fueron solo sus piernas que perdieron la fuerza, pero ahora está en el suelo junto a Ben, quien no ha dejado de llorar, revisa si está bien, al parecer la caída le causo algunos raspones en las rodillas, nada que no le hubiera pasado ya.
— Ben, ¿estás bien? —le pregunto, pero su hermano se limita a seguir llorando, lo abraza tratando de confortarlo— Está bien, Ben, todo va a este bien —le asegura con voz rota conteniendo sus propias lágrimas— todo va a estas bien, vamos —trata de levantarlo tirando de su brazo pero el pequeño solo niega.
— No
— Ben
— ¡No! ¡No quiero! —Le grita— ¡Quiero a mamá! —
— ¡Mamá y papá no nos van a ayudar! —grita en respuesta, con el recuerdo fresco de sus padres lastimando a Merlín— ellos están ahí, ellos... —su voz se rompe y las lágrimas vuelven a aparecer— ellos no están bien, tenemos que ayudarlos… —siente el dolor en sus manos raspadas por la caída, su garganta arde y no reconoce su propia voz, se siente tan impotente, no puede hacer nada, no puede ayudar a nadie, no puede hacer que su hermano pequeño la obedezca— por favor Ben, no voy a dejarte aquí, por favor… —cae al lado de su hermano, lo abraza y llora, llora igual a como lo había hecho antes de que Merlín apareciera.
No hay nada que pueda hacer, es solo una niña, nadie la escucha, no tiene la fuerza para hacer nada y ayudar a quien siempre admiro. El tiempo pasa, pero no sabe cuánto fue hasta que siente que algo golpea su mejilla y al abrir los ojos puede ver un destello distorsionado por sus lágrimas, intenta enfocar y entonces puede ver a la segunda hada de Merlín, la pequeña creatura está tratando de limpiar sus lágrimas con sus pequeñas manos mientras le sonríe y pareciera que le está hablando, pero solo puede oír pequeñas campanillas provenientes de ella. Cuando obtiene su atención el hada le sonríe por última vez y pasa a Ben, haciendo lo mismo, su hermano hipea mientras ve a la pequeña luz haciendo piruetas frente a él distrayéndolo de su llanto.
Siente una leve calidez en su pecho y se sorbe la nariz mientras se levanta y levanta a su hermano con ella, se limpia el rostro con sus mangas, toma la mano de Ben, quien tiene al hada en su otra mano y comienza a caminar. Quizá sea solo una niña que no puede hacer nada por sí sola para ayudar a sus padres y a Merlín, pero hay algo que está segura que si puede hacer. Camina con determinación y cuidado en dirección a la carpa donde sabe que está el rey y sus caballeros.
Arthur se pregunta cómo terminaron en esa situación.
Cuatro de sus mejores hombres y él, el supuesto mejor caballero de Camelot, encerrados dentro de una endeble carpa de retazos de tela y madera vieja, a merced de sus captores, sus simples y ordinarios súbditos.
Ya había pasado más de una hora desde que concluyeran por qué estaban atrapados, y la ansiedad no había hecho más que incrementarse en ellos.
Lo primero había sido liberarse de sus ataduras, la cual fue una ardua y extenuante labor... para León, que tuvo que aguantar a Gwaine mientras mordía sus cuerdas, idea propuesta por el mismo Gwaine quien dijo "solo puede funcionar si es con León", nadie se lo creyó, pero estaban tan desesperados que el pobre caballero acepto, cabe mencionar que la idea si progresaba, pero no al ritmo que necesitaban. Al final fueron Lancelot y Arthur quienes se desataron mutuamente, luego de muchos intentos fallidos, insultos, un par de dedos rotos y alguna amenaza de muerte involucrada.
Una vez libres de las sogas limitantes de su movilidad, los caballeros procedieron a buscar una forma de salir. Lo habían intentado todo. Buscaron de nuevo por toda la carpa, pero no encontraron nada. Escarbaron en la tierra cerca de los bordes para intentar pasar por debajo, pero descubrieron que el campo que les impedía salir se extendía bajo el suelo también. Arremetieron contra las telas que delimitaban el lugar, por separado y juntos, pero era igual que golpear contra un muro de piedra.
Sus ideas se habían agotado y la desesperación comenzaba a hacer mella en su temperamento, sobre todo en el de Arthur, quien parecía un león enjaulado, caminando de un lado a otro buscando una abertura, pero no había nada, ninguna forma de salir. Una maldición salió de su boca mientras pateaba uno de los lados de la carpa, fue ahí que escucharon el alboroto que se extendía afuera. Fuertes gritos y bullicio que parecía ir de un lado a otro. Se quedaron un momento quietos, conteniendo la respiración tratando de escuchar lo que sucedía, pero no se lograba entender ninguna de las voces, se observaron entre si y en un silencioso acuerdo mutuo comenzaron a golpear las paredes del lugar mientras gritaban, quizá alguien que pasara les prestara atención y de alguna forma podrían aprovecharlo.
Se estaba quedando afónico cuando la cortina que fungía de puerta de la carpa se abrió, justo antes de que uno de sus golpes impactara sobre la barrera en ese preciso lugar. Se sorprendió, pero se sorprendió aún más cuando se dio cuenta de quien había sido el que corrió la cortina. La imagen de esa pequeña niña que recordaba de antes de caer inconsciente, pero algo estaba mal, estaba despeinada con sus ropas sucias, ojos hinchados y rojizos, rastros de lágrimas y tierra en sus mejillas mientras contenía pequeños temblores e hipos. Antes de que pudiera decir algo ella hablo.
— Por favor —dijo con una voz rota y ronca— tienen que ayudarlos, por favor... sálvenlo —y sin más comenzó a llorar mientras caía sentada en el piso, hasta ese momento se dio cuenta de que no estaba sola, había un pequeño niño detrás de ella que se apretujo en su regazo.
Arthur se asustó, no sabía cómo lidiar con niños llorando.
— Está bien bella dama, todo va a estar bien —oye la voz de Gwaine— hermosa doncella no manches tu bello rostro con lágrimas, deja que el valiente caballero Gwaine se ocupe de todo —ahora estaba junto a él, agachado a la altura de la niña.
No sabía que le causaba más rechazo, los niños llorando o las "dulces" palabras de Gwaine que parecieron funcionar, la pequeña levanto su rostro lloroso y entre hipos les trato de contar lo que sucedía.
— Nuestros papás… ellos se volvieron violentos pero no lo eran… nos gritaron, hicieron llorar a Ben, pero luego él llego y nos ayudó, nos dio las… las hadas... pero ellos llegaron y lo atraparon, lo… lo golpearon, trate de detenerlos pero no pude… no pude hacer nada… —
No estaba entendiendo nada.
— ¿Sus padres están en peligro? ¿Quieren que los salvemos? —fue ahora la dulcificada voz de Lancelot quien estaba agachado igual a Gwaine a su otro lado. La niña se le quedo viendo mientras abría y cerraba la boca parecía estar intentando ordenar sus palabras, al final negó.
— Él, es él quien está en peligro, ellos lo golpearon —alzo su rostro y encontró su mirada con la de Arthur, sus azules ojos lloroso le dieron un mal presentimiento que lo congelo— su sirviente, Merlín, ellos lo tienen.
En un segundo su corazón se aceleró y su respiración aumento. Arthur no sabía cómo habían terminado en esa situación, pero ahora más que nunca no le importaba un comino.
— ¿Dónde está? ¡¿Dónde lo tienen?! —grito sin poder contener la desesperación que esa revelación le causó, se adelantó un paso tratando de alcanzar a la pequeña, pero la barrera se lo impidió, frustrado, estrello un par de veces más su puño contra ella. La actitud de Arthur y el ruido sordo de sus puños contra el muro invisible hizo a la niña encogerse sobre si misma asustada.
— Cálmate, asustas a los niños —Lancelot lo reprendió mientras le impedía estrellar de nuevo sus puños.
— ¡¿Cómo quieren que me calme?! ¡Merlín está-
— Merlín estará bien, siempre lo está. Es un poderoso mago, ¿recuerdas? —Gwaine le hablo con regaño en su voz, mientras lo tomaba de los hombros.
— Su magia no lo ha salvado de terminar casi muerto en otras ocasiones —replicó.
— En las que tenía que fingir que no la tenía —le recuerda no muy contento Gwaine— Además llevamos más de una hora intentando salir de aquí —le enseña su alrededor— y aquí seguimos, princesa
Arthur está enojado. Está enojado con Gwaine porque sabe que tiene razón, está enojado con quienes los pusieron ahí, está enojado con todo lo que está sucediendo, pero por sobre todo, está enojado consigo mismo por no poder hacer nada para ayudar a Merlín.
Sabe que Gwaine tiene razón, Merlín podía cuidarse solo, lo ha hecho hasta ahora, aunado a que tenía que ocultar sus poderes mientras les cuidaba el trasero desde las sombras todo ese tiempo.
Estará bien, Merlín es fuerte. Trata de auto convencerse.
— ¿Un Mago? —es la voz de la pequeña— ¿Él es El mago? ¿El que hechizo al rey y quiere destruir el reino?
— Qué…
— ¿Quién te dijo eso? —preguntó León, serio a su lado.
— Los adultos, ellos no dejaban de decirlo. ¿Merlín te hechizo? ¿En verdad él es malo? —no quería creerlo, Merlín era siempre bueno con ellos, jugaba con ellos, se preocupaba por ellos.
— No, Merlín no ha hecho más que salvarme la vida y al reino desde que nos conocimos —declara serio a la niña.
—¿El venía a salvarte? —su voz suena esperanzada.
— Supongo, él... siempre lo hace —dice con vacilación y algo de pena se filtra en su voz, realmente no está muy orgulloso de eso, pero debía admitir que, de una forma u otra, Merlín siempre fue quien los salvaba.
— ¿Eres su princesa? —esta vez es el niño quien hablo desde el regazo de su hermana.
Hubo un momento de silencio y luego Gwaine estalló en carcajadas, los demás caballeros trataron de esconder la diversión que les causó, fallando totalmente.
—Suficiente —se dirigió a todos sus caballeros, quienes pararon sus risas, después dirigió su vista al niño— No, yo soy el Rey y Merlín es mi sirviente. Y si está en problemas es mi deber salvarlo.
Los caballeros saben el gran fallo que hay en esa declaración, pero no dicen nada, porque ellos también saben lo importante que es Merlín para Arthur y viceversa.
Y como si hubiera estado esperando por esas palabras, un pequeño destello de luz blanca aparece frente a él, aunque viéndolo bien más parecía una pequeña persona con alas.
— ¿Un hada? —pregunta Lancelot, mientras la pequeña sigue retando con la mirada a Arthur.
— Son de Merlín, él nos las dio —fue la suave voz de la niña impregnada de preocupación, ignoran el plural en sus palabras.
El hada solo se queda observándolo, seria.
— ¿Puedes sacarnos de aquí? —le pregunta. Si ese pequeño ser es producto de la magia de Merlín, está casi seguro que puede ayudarlos, pero el hada no parece estarlo escuchando— Necesito... necesito saber que Merlín está bien... por favor.
Pide, tratando de evitar que la preocupación se filtre en su voz, no sabe si lo consigue, pero ya no importa, esta vez el pequeño ser de luz si da señales de estarlo escuchando y voltea a ver a los pequeños.
— Nosotros cuidaremos de ellos —el hada regresa su mirada a él y lentamente asiente.
Lo siguiente que sabe es que una espera de luz da vueltas sobre sus cabezas, aumentando su velocidad tan rápido que termina pareciendo un halo, apagando las antorchas a su paso, un segundo después un rayo sale disparado hacia el centro del techo de la carpa, el estruendo de cristal rompiéndose los hace agacharse.
En la oscuridad, intenta saber si todos sus caballeros están bien, cuenta las siluetas, todos están ahí. Su vista se desvía a los niños y sus rostros asustados, es Arthur quien da el primer paso para acercarse a ellos, se da cuenta un segundo después que la barrera no está.
— Todo está bien —dice mientras coloca su mano en un gesto confortante en la cabeza de la pequeña— ahora podemos ayudarlos. Dime, ¿dónde está Merlín?
A sus espaldas puede oír a sus caballeros salir de la carpa y colocarse a sus costados.
Pero antes de que pueda contestarle, el rugido de la tierra bajo sus pies los sorprende, haciéndoles perder el equilibrio, logra resguardar a los niños entre sus brazos cuando oyen el bramido furioso de un ave, que atraviesa el cielo en una bola de fuego sobre sus cabezas con los gritos de miedo y angustia lejanos.
Arthur se levanta, aun con los pequeños aferrados a su cuello, da un par de pasos y gira en la dirección que tomó la bola de fuego, que ahora puede identificar como un ave. Un ave gigante envuelta en fuego que sobre vuela todo el prado, delgadas hojas de fuego se desprenden de su cuerpo como si fueran plumas cayendo y llevadas fácilmente por el viento, ardiendo al momento de tocar el suelo, las carpas o incluso los árboles verdes, desatando un infierno de fuego y gritos de terror.
Continuará...
Tengo tantas cosas en la cabeza (estrés, ansiedad, depresión) y nunca creí que escribir (algo que no hago normalmente) me ayudaría, pero al parecer lo está haciendo.
Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer.
El siguiente capítulo debería ser el último pero nunca se sabe.
