Capítulo 2: Crimen y castigo
Another knife in my hands
A stain that never comes off the sheets
Clean me off
I'm so dirty babe
The kind of dirty where the water never cleans off the clothes
I keep a book of the names and those
I Never Told You What I Did for a Living, My Chemical Romance
Los Chang mueren como deben morir. Entre gritos de horror, llenos de miedo. Xue Yang se sienta a ver morir al clan, preso de sus peores pesadillas. Deliberadamente deja fuera al jefe del Clan de los Yueyang Chang porque supone que la crueldad de ver morir a toda su descendencia primero es una venganza adecuada.
Para los estándares de Xue Yang, por supuesto.
Los Chang mueren de noche. Se oyen los gritos, pero ninguno de los aldeanos corre en su ayuda. Todos piensan que si hay algo capaz de arrancarle esos gritos a un clan de vampiros, entonces ellos serán incapaces de detenerlos. Tapian sus ventanas, se encierran con todos los candados posibles y rezan a dioses que hace mucho tiempo los olvidaron, cuando la humanidad decidió entregarse a los vampiros. Nada daña a los mortales esa noche, porque Xue Yang está mucho más ocupado encargándose del clan Chang.
Todos los vampiros de sangre pura mueren gritando de terror, con el miedo más profundo que pueden convocar. Un miedo tan grande que es imposible expresarlo en palabras. No cabe en una expresión existente, no hay una combinación de letras que lo hagan posible en ningún lenguaje. Lenguas muertas o lenguas que están por venir, lenguas que no se han inventado todavía. Nada explica los ojos abiertos, como saliéndose de las cuencas, ni los chillidos aterrados. Los Chang mueren presos del miedo insondable, aquel que sólo es posible obtener en los Túmulos Funerarios y que hace años acabaron con muchos de los miembros de la Secta Qishan Wen.
Xue Yang sonríe.
Sabe que falta un cuerpo entre todos los que hay en el piso.
El patriarca de la familia, el jefe del Clan. Xue Yang se congratula en su venganza y se queda a admirar el arte de la muerte.
Nadie viene en ayuda de los vampiros.
Cuando no tiene puesto el hanfu que indica que es un miembro y discípulo —o sirviente, en realidad, los vampiros nunca lo verán como un igual— de la Secta Lanling Jin, Xue Yang no llama demasiado la atención.
Sabe mucho más de los vampiros y su magia, quizá. Sabe usarla a su favor. Está obsesionado con la magia que Yiling Lazou, Wei Wuxian, obtuvo de los túmulos funerarios. Le gusta oír las historias sobre cómo mató a los perros de la secta Wen y cómo Wen Chao murió aterrorizado bajo el sonido de su flauta. Xue Yang haría lo mismo, pero con menos principios morales. Arrasaría a todos por igual, si fuera posible.
Excepto a Xiao Xingchen.
A él nunca.
No le sorprende verlo acercarse a la gran casona del clan Chang, donde todavía yacen todos los cadáveres que nadie se ha atrevido a limpiar, por temor a que lo que los mató condene también a otros. A veces lo acompaña otro vampiro alto. A veces tan sólo lo acompaña Chang Ping, el patriarca. A veces va solo.
Xue Yang sabe que debería marcharse, porque si alguien puede descubrirlo y ser tan recto como arrastrarlo ante la justicia, ese es Xiao Xingchen.
Pero piensa en sus dedos y en la cuerda y en la manera en que cree tener sobre él todo su control y se queda en Yueyang, esperando la calamidad e intentando huir de ella. Aferra su espada y lo ve a lo lejos, desde donde Xiao Xingchen no puede alcanzarlo con la mirada. Lo ve en el patio, cuando juntan los cuerpos para la pira. Lo ve olfatear el ambiente, reconocer algo, alzar la vista. Buscarlo sin verlo al principio, en la noche negra y oscura. Cuando clava la mirada en él, que espía desde el tejado, Xue Yang se lleva la mano al cinto.
«Daozhang…», dice sin decir.
—¡Xue Yang!
Hay un tinte frustrado en la voz de Xiao Xingchen, quizá. Una decepción enterrada allí y Xue Yang merece recibir un castigo por ella.
Pero someterse no tiene sentido sin pelear y desenvaina la espada impregnada con verbena para paralizar a un vampiro. Xiao Xingchen hace lo propio con la suya y el metal choca y truena en la noche. Abajo están los cuerpos putrefactos y ciegos de lo que queda de los Chang. En el tejado Xue Yang firma su sentencia y la pelea.
La derrota es rápida.
Xue Yang jamás ha visto a un vampiro que tenga la habilidad de Xiao Xingchen.
La espada cae al suelo, resbalando por el tejado y Xiao Xingchen lo apresa de una manera en la que no puede moverse y lo hace bajar del tejado y aterrizar tal y como lo haría un vampiro. Xue Yang es vagamente consciente de que tiene una herida superficial que sangra en su mejilla, pero no piensa en eso.
Piensa en Xiao Xingchen moviendo sus brazos de manera que sus manos quedan a la espalda, apresadas entre los dedos del vampiro. Piensa en la manera en que lo apresa para que camine hacia adelante. Otro vampiro le daría un puntapié, arrojándolo al suelo. Xiao Xingchen, en cambio, sólo empuja con fuerza y hay en ese gesto la piedad de quien no desea arrebatar de toda su dignidad al enemigo.
Irónico, cuando Xue Yang se le queda mirando.
Xiao Xingchen lo encara con un honor que el otro no conoce y Xue Yang, tercamente, se pregunta una y otra vez lo que significaría ser mancillado por él.
—Daozhang…
Le guiña un ojo cuando lo hace alzar las manos atadas con cuerda. Sonríe del lado, en absoluto preocupado por la posición en la que está.
Todavía no está muerto y eso es una ventaja.
—Xue Yang.
—Ah, recuerdas mi nombre, Daozhang.
En labios de Xiao Xingchen, el nombre suena como si al pronunciarlo se estuviera atrayendo para sí una maldición hereje. Sus labios y su lengua lo acarician. «Xue Yang».
La sonrisa a medias se ensancha.
—Me preocupaba que quisieras atarme sin recordarlo…
La expresión de Xiao Xingchen no cambia. Es siempre correcta. Sus manos se mueven rápido. Al amarrar a Xue Yang con las manos hacia arriba, sólo está evitando que lo ataque o que intente liberarse. Es metódico y de todos modos Xue Yang siente sus dedos inusualmente suaves para ser los de un vampiro.
—Mataste a los Chang —acusa Xiao Xingchen. Espera una confirmación, la admisión del pecado.
—¿Y qué si lo hice?
—Merece un castigo.
Los ojos de Xue Yang se entornan un poco calculadores, mirando a Xiao Xingchen. Alto, con los rasgos angulosos, en cierto modo aristocráticos de una manera extraña. Los ojos que no dejan de ser amables ni siquiera cuando son severos.
Xue Yang mueve sus labios mostrando una mueca que podría bien ser una sonrisa a medias, una admisión de que ha quemado todas las naves que ha tenido cerca de él.
—¿Vas a castigarme tú, Xiao Xingchen?
Sus manos se cansan, eventualmente. Los brazos le arden. Pero Xiao Xingchen están severo como incorruptible y, a pesar de las constantes provocaciones de Xue Yang, sus preguntas sólo siguen. Una tras otra. Repetidas la mayoría de las veces, porque Xue Yang, en su terquedad, se niega a responder tan sólo una sola.
—¿Cómo mataste a los Yang?
Silencio.
—Xue Yang.
Cierra los ojos. Imagina su nombre pronunciado como una súplica, pero, por alguna razón, aquel tono no le queda a Xiao Xingchen. Lo suyo con las órdenes que no admiten réplica y que, sin embargo, Xue Yang se atreve a retar.
—¿Por qué los mataste?
—Lo merecían.
No obtendrá otra respuesta. Podría ser como otros vampiros que ha conocido y amenazar con morderlo, pero eso seguiría sin conseguir que aquel interrogatorio tuviera un final. Si acaso, Xue Yang sonreiría satisfecho ante aquello. Alcanza a ver sus colmillos cada que sus labios se abren y sueña con que tocan su cuello. Nunca antes había deseado tanto ser un vampiro con tanto capricho, sabedor de que sólo Xiao Xingchen podría cumplírselo.
—¿Por qué lo merecían? —pregunta Xiao Xingchen entonces, intentando con una nueva pregunta.
Xue Yang sonríe como respuesta.
«Vamos», piensa, «exaspérate».
—¿Qué me darías a cambio de una respuesta, Daozhang?
—Responde.
—¿Y si no lo hago? Si no te cuento… —Xiao Xingchen se acerca. Su rostro es todavía una máscara perfecta que no revela ningún sentimiento, fuera de una frialdad casi clínica, pero también amable—. Te dije entonces, Daozhang, la única manera de controlarme sería mantenerme a tu lado. —Una pausa larga en la que Xue Yang lo mira a los ojos y soporta el peso de la mirada del vampiro—. Sería bien vampiro, Daozhang.
Xiao Xingchen se acerca un poco más. Por primera vez, Xue Yang piensa que lo hará perder los estribos y que sus actos tendrán consecuencias. Hay por fin un tinte extraño en los ojos del vampiro, que frunce su mirada. La piedad todavía queda en ella, que es quizá lo que más miedo da.
—No deberías…
—¿Xiao Xingchen? —se oye otra voz.
Xue Yang no alcanza a ver a quien pertenece, pero inmediatamente desea matar a su portador por interrumpir aquel momento. Sacarle las entrañas, pintarse en ellas, danzar con ellas.
—Zichen —dice Xiao Xingchen y en su voz se adivina un cariño que Xue Yang no sabe si quiere extinguir o quiere oír en su propio nombre.
—¿Quién…?
—Atrapé al asesino de los Chang —informa Xiao Xingchen, sin dejar de mirar a Xue Yang en ningún momento clavándole esos ojos que parecen perforarle el alma. El cazador contiene la respiración, aunque sea por un segundo—. Pagará por su crimen.
Si no tuviera las manos atadas hacia arriba, extendería una y pondría sus yemas sobre las mejillas claras de Xiao Xingchen. No puede y, por eso, sólo puede hacer uso de su voz.
—Oh, Daozhang —dice él—, no deseo un verdugo que no seas tú.
Xue Yang y Xiao Xingchen; en aquella mirada cabe el mundo.
Notas de este capítulo:
1) Esto está inspirado en una escena de The Untamed, pero tampoco tanto porque me tomé un exceso de libertades creativas. Aprovechan que es un AU estoy tomando lo que me sirve de cada adaptación.
2) Oh, la desvergüenza de Xue Yang, quien pudiera tener esa brat energy en la vida. Xiao Xingchen, dale dos segundos de tu atención, que te lo está rogando.
Andrea Poulain
