Capítulo 3
Desperté en la mañana en casa de Rick oyendo unos gritos que provenían de la sala, podía reconocer la voz de Minmei en cualquier lado y tenía la seguridad de que no era bueno asomarme.
Entendí que esa pareja se estaba desmoronando por completo, por supuesto no entendía la razón de Rick para someterse a disgustos grandes con ella cuando todos sabíamos que la amaba con locura.
Sentí un poco de pena por ambos. Tanta lucha contra la corriente con el paso del tiempo para estar juntos quedaba en nada.
Me metí al baño para no seguir oyendo la discusión, me miré al espejo advirtiendo mis ojeras producto de mi llanto de la noche anterior. Salí solo cuando él me llamó.
—Ya se fue.
—Sería muy embarazoso que me encontraba en tu habitación, usando tu cama y tú camisa para dormir.
—Ella se marchó, para siempre.
—Lo siento mucho.
—Solo quise avisarte que prepararé el desayuno, alístate, tenemos poco tiempo para llegar a la base.
Llegamos juntos a la base esa mañana lo cual no pasó desapercibido para nadie, y sólo fue cuestión de poner un pie dentro del puente para sentir que estaba en boca de todos.
—Así que regresó con su amado Karl Riber—comentó Vanessa a mi paso.
Suspiré resignada, sin muchas ganas de hablar del caso.
—Yo estoy feliz, es de esperarse que pronto tengamos boda—dijo Sammie.
—Yo no lo creo— respondió Claudia entrando a pasos acelerados, y acercándose a mi lado susurró—, mucho más si la señorita decidió quedarse anoche junto a cierto piloto.
Enrojecí con la idea de que Claudia pensará que pasó algo entre Rick y yo.
—No es lo que crees— respondí también en susurros.
—¿Y qué es lo que creo, comandante? — Me guiñó un ojo y se fue a lo suyo.
Horas más tarde Gloval leía el reporte de Rick del día anterior.
—Debemos idear un plan para evitar que los hechos en ciudad Granito continúen, un mero patrullaje no ayudará con el problema.
—Tal vez deberíamos instalar una base provisional en las afueras, esperando que eso evite que ese grupo consiga más adherentes.
—Quizás. Lo discutiré con el concejo.
Esperaba poder retirarme, me equivoqué.
—Sabes que el SDF-2 tuvo un vuelo exitoso, aunque yo sigo insistiendo que eres la mejor opción para estar a cargo.
—Le agradezco señor, pero tal vez estoy en donde debo estar.
—Aceptaste la sanción de Maistroff sin debatir, y eso me sorprendió bastante.
Sólo me encogí de hombros.
—¿Segura que no quieres que insista? Mañana la nave y toda la tripulación se va a la órbita en el espacio.
—Segura, señor.
Al día siguiente con Claudia y las chicas vimos elevarse a la fortaleza hasta convertirse en un punto minúsculo en el cielo. Allí iba Jack Archer.
—Te libraste de tu galán— comentó mi amiga convenientemente.
—Algo bueno tenía que pasar con el castigo de Maistroff—dije sonriendo por la penosa suerte en la decisión de ese tipo.
—¿Almuerzo?
Nos fuimos en grupo hasta los comedores, ya nos habían servido nuestras raciones cuando Karl apareció, con un ramo de rosas rojas en una mano, y una cajita con un anillo en la otra. No pude evitar que se arrodillara a mis pies.
—Karl, me poner en vergüenza—Le susurré.
—Comandante Hayes, me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Todo esto era visto por un recién llegado Rick Hunter.
—Karl por favor, este no es el momento.
—¿Entonces cuándo?
Varios en el lugar comenzaron a invitarme a responder, incluso las chicas, ilusionadas me suplicaban que le diera un sí.
—Yo no…no puedo..
Salir corriendo de un lugar ya se había transformado en costumbre, sólo que no esperaba que Rick me siguiera hasta el rincón donde decidí ir a esconderme.
—Anoche me dijiste que lo amabas, no comprendo por qué no le respondiste que sí.
—Amarlo y casarme con él son dos cosas distintas.
Ahora era Rick quien me sorprendía con un beso, dulce y a la vez desesperado.
Me gustaba unir nuestros labios, no podía negar la atracción que sentía. Sabía que estábamos en una bodega de utilería y no podía tener tan mala suerte de ser descubiertos.
Me entregué a los labios del piloto, libre y espontáneamente, pensando que alguna vez esperé que me mirara de una forma diferente a la de una amiga. Me entregué porque él era prohibido, imposible, aventurero.
—No puedo negar que me gustan tus besos— confesé cuando pude, contra sus labios que seguían buscando un poco más—, y no quiero adivinar lo que estás pensando al estar aquí conmigo.
—Te quiero dar una razón para…no, no pienso.
—Oh Rick, esto en verdad no está pasando.
— Si lo está.
Volvió a tomar mis labios entre los suyos y toda razón se perdió junto a él.
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Me aseguré de que nadie me viera salir de la bodega intentando verme lo más presentada posible.
Mi corazón no dejaba de latir rápido en mi pecho y aún sentía la adrenalina correr por mis venas. Llegué al puente directo a beber agua, sin reparar en las miradas de las chicas.
—¿Dónde estabas? Dejaste abandonado al pobre hombre y te fuiste a esconder.
—¿Y quien dijo que me fui a esconder? …Fui a tener sexo con un piloto en una sucia bodega, ¿les parece bien esa respuesta?
El rostro de la Claudia se desfiguró, yo misma no creía haber dicho semejante barbaridad. Y he ahí el silencio que necesitaba; nadie más me cuestionó o preguntó algo, y mi turno terminó tranquilamente.
Por la noche caminábamos en silencio con Claudia, hasta que ya no aguantó las ganas de hacer su comentario.
—Callaste a las conejas de una manera sólida. Jamás se me hubiera ocurrido que respondieras algo semejante.
—Aspiraba a que se callaran, y lo conseguí.
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Karl se había desmoronado con el pasar de los días mientras yo era perseguida por un dejo de culpa. Por otra parte, Rick y yo nos habíamos distanciado como nunca, ni siquiera peleábamos aun cuando teníamos razones suficientes para hacerlo.
Yo no podía dormir esa noche, daba vueltas por la casa frustrada por mis fallidos intentos de dormir. Evidentemente desperté a Claudia.
—Créeme que no será nada fácil el día de mañana para las dos—murmuró con voz adormilada.
—Nunca quise que sucediera esto con Karl. No ha tolerado de buena forma mi rechazo y yo tengo la culpa de todo.
—Ya duérmete mejor, o al menos recuéstate en tu cama recordando las noches de sufrimiento por él, te aseguro que al amanecer ya no sentirás culpa alguna.
Al día siguiente, después de tanta insistencia acepté la invitación a cenar de Karl. Él había elegido un buen lugar con música en vivo.
No estaba cómoda con el silencio profundo en que nos sumimos desde que llegamos, de vez en cuando sacaba la vista de mi plato para encontrarme con sus ojos tristes.
—Sé que me equivoqué y no sabes cómo pago día a día el dolor de mis errores—murmuró al final.
—Sólo te fuiste y ya, las cosas cambiaron un poco. Debes aceptarlo y no arrepentirte—respondí tratando de sonar comprensiva.
Noté que estaba hurgando en su bolsillo e indudablemente me asustó el hecho que de que volviera a ofrecerme de manera abrupta ese anillo que ya rechacé; pero era otra cosa, era su billetera de la cual extrajo un papel doblado que miró con ternura antes de ofrecérmelo.
No pude más que sorprenderme al ver a una mujer muy parecida a mí en esa foto, cargando la foto de un bebé. Era linda, militar por su uniforme, más no estaba entendiendo nada.
—Me fui y te extrañé demasiado. Me arrepentí al darme cuenta de que no podía volver contigo—guardó silencio, yo me enfoqué en ver su rostro por el que resbalaban sus lágrimas— Ella fue mi mujer y él era mi hijo.
Esa confesión me dejó pasmada, de pronto el aire no pareció suficiente.
Pero él siguió hablando, relatándome varias experiencias vividas hasta llegar al punto de la muerte de ellos.
—Suficiente—demandé—me quiero ir a casa, ya.
No lo esperé, solo salí a la calle y tomé el primer taxi. Directo a la casa de Rick, casi a medianoche.
Toqué por bastante tiempo hasta que él me dejó entrar.
—Estuve con Karl.
Él no se mostró muy animado.
—Cuéntame— dijo entre bostezos.
Tuve que sentarme para no caer, incluso mis labios se sentían temblorosos y mis manos torpes y congeladas; un nudo en el estómago y algo en la garganta que me impedía respirar.
—¿Recuerdas cuándo hicimos en explotar la base Sara en Marte para escapar de la trampa Zentraedi?
—Sí, creo que sí. Tuve que rescatarte.
Dolía tanto confesar algo que también podría destruirlo.
—La explosión arrasó con todo y se extendió por el túnel que conectaba con la sección bajo tierra, y yo…—tenía ganas de llorar y no podía, tenía ganas de gritar las cosas, y sólo me salía un susurro—Yo los maté.
Rick se inclinó ante mí y elevó mi rostro para verme sin entender aún.
—¿A quién?
—A su mujer, a su hijo, un bebé…de Karl.
La cara de Rick se desfiguró por completo.
—No lo sabía, tú no lo sabías, nadie sabía hasta unos meses atrás que había otra base bajo tierra. ¿Cómo podríamos saberlo?
—Estaba esa señal que nos llamó, ellos esperaban que el SDf-1 descendiera y cuando lo hizo solo obtuvieron una gran explosión y muertes. Yo di la idea, yo hice explotar la nave. Yo los maté.
Por fin grité y él sólo pudo abrazar mi cuerpo tembloroso, susurrándome al oído que no podía saberlo porque nadie nos dio el aviso.
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Rick preparó café, sentía el aroma profundo y tentador, sin embargo, está vez no quería nada, porque sentía el nudo en la garganta y con suerte podía pasar saliva.
—¿Le mencionaste nuestra parte de la historia? —negué su pregunta con la cabeza—Pienso que ahora no es el momento, tú no estás bien.
—Siento que no podría verlo de nuevo a la cara.
Rick se sentó a mi lado y me atrajo hacia sí para abrazarme.
—Me reporté enfermo, deberías hacer lo mismo, ¿No?
Pasamos el día juntos solo haciéndonos compañía, nos entendíamos con gestos y miradas; él me abrazaba cuando me sentía triste haciéndome sentir muy bien.
Entonces Claudia apareció un poco antes de caer la noche.
—Preparé sopa de pollo para los enfermos— murmuró un poco burlesca.
—No es lo que piensas, asestó Rick.
—Ajah.
—Trae las cosas a la cocina y ayúdame con él café.
Los vi desaparecer por mucho rato, sé que hablaron del tema sin que yo oyera y lo agradecí mucho.
Claudia luego vino a mi, sentándome a mi lado, abrazándome.
—No es justo que cargues con esta culpa, todos tenemos un grado de decisión en ello. No te tortures, por favor.
—No tengo idea cómo se lo diré.
—Aquí no es el cómo, es el cuándo. Cuando estés preparada, fuerte, o simplemente cuando el momento se de por casualidad, sin forzar nada.
Esa noche volví con mi amiga a su casa, me dejó arropada en mi cama, pero antes de apagarme la luz como una niña, me miró decepcionada.
— ¿Creí que era yo la primera persona con quién corrías ante tus problemas?
Sabía que su enojo era fingido, le agradaba mi cercanía con ese piloto, después de todo, el chico era como él hermano menor de Roy.
—Rick es mi amigo.
—No olvides nunca que es un chico problemas. Sé por qué te lo digo.
Me dormí sin proponerlo, llegué temprano al otro día al trabajo adelantándome a mi amiga. El turno saliente con el ajetreo propio de la a noche, se veía cansado.
De pronto Gloval se paró a mi lado, saludé ante el anuncio de oficial presente.
—Qué bueno verte bien.
—Desperté sintiéndome mucho mejor, señor.
Él asintió y entregó unas cosas a mi reemplazo, sugiriendo que lo siguiera a su despacho.
—Lo que voy a decirte no es oficial, es más bien personal pero que afecta tu cargo. —Me senté incómoda esperando cualquier cosa. —Sé que son rumores y qué tal vez no debo entrometerme en tu vida, pero cuando veo que afecta tus labores, incluso cuando tienes que mentir para faltar a un turno, es de mi total incumbencia.
Eso no lo esperaba.
—Si se pudiera explicar, señor.
—Informe del trío terrible: la comandante Hayes rechazó públicamente la propuesta de matrimonio del teniente Riber.
—Esos son chismes, pero sí, recibí una propuesta y la rechacé.
—unmmh…ahora bien, lo tuyo con el Capitán Hunter.
—Meros chismes, por favor.
—Al menos dos veces te has quedado en su casa, me lo han confirmado testigos, y eso se ve terriblemente mal para tu impecable reputación.
—¡Al carajo con mi reputación! —me paré y le golpeé la mesa—Y sí, me quedé en casa de Hunter, ¿y sabe por qué? Por qué sentía culpa, una borrosa culpa por lo sucedido en Marte. Matamos a la mitad del personal de la base en esa explosión y eso me roía por dentro. Necesita apoyo y él me lo dio. No nos acostamos para que le quede muy claro.
—¡Lisa!
—Mi vida privada no es del interés de nadie, y como usted les da poder a los chismes en esta base por supuesto que van a causar revuelvo a la hora del día.
¿En qué momento perdí la razón? No fui consciente de que le estaba hablando a gritos a un Almirante.
Él se paró, rodeó la mesa y yo me paré frente a él para desafiarlo.
—Primero, usted no me habla de esa forma. Segundo; jamás debe hablarme de esa forma. Tercero, espero que tres días de encierro le ayude a calmar ese ardor interior que siente y pueda recordar que somos militares, que tenemos un deber que cumplir y que bajo esa razón la vida de unos pocos vale nada cuando su sacrificio salvaría a más de sesenta mil personas que ahora repoblamos este planeta.
Me fui al encierro sintiendo que mi vida militar estaba siendo cuestionada, y la intachable hoja de vida manchada; aún así, explotar fue lo mejor que pude hacer para quitarme el enorme peso de encima.
Por supuesto recapacité bastante sobre los hechos tratando de ser lo más racional posible ante eventos que no puede evitar. No quise pensar en mí relación caótica con Karl, ahora menos que nunca me sentía capacitada para entender sus reales pretensiones.
Cuando me liberaron la culpa iba tras de mí, consciente de que me perseguirá por largo rato. Con el convencimiento de que lo más sano que podría hacer era darle un punto final al tema, fui a las barracas a buscarlo y como no estaba le dejé un mensaje para que me viera en casa, en mi casa.
Terminaba de ordenar y sacar el polvo acumulado por el abandono cuando llamaron a mi puerta.
Me espanté al ver a Karla con un ojo morado y más rastros de peleas en su cara y puño. No había sido tan reciente, aún así era preocupante que se estuviera metiendo en problemas.
—Sí te esmeras en buscar problemas harás trizas tu carrera militar—le dije seriamente.
—Mira quién lo dice.
—Pasa.
Mientras se acomodaba preparé un poco de té, luego me senté frente a él.
—Tú amigo Hunter tiene buenos golpes—asestó sonriendo.
— ¿Rick?
—Quedamos igual, por cierto— dijo apuntando su moretón.
— ¿Qué rayos les pasa a ustedes?
—Según él le falté el respeto a esa chiquilla que cantaba en el bar, una muy famosa, creo que se llama Minmei.
Sentía que sólo quería provocarme.
—Así que fue una pelea de ocasión.
—No fue por ti, cariño—me dijo en actitud bastante burlesca para mi gusto.
—Te cité porque necesito confesarte algo y es que…—sí, era realmente difícil—Fuimos los culpables de que la base explotara.
—Ya lo sé—lo miré perturbada mientras él se mostraba inmutable
—¿Y sabes también que yo accioné el sistema de autodestrucción?
—Sé que ese Hunter evitó que te dejarás morir ahí; sé muchas cosas, y como ahora no hay nada que pueda cambiar sobre el pasado solo queda seguir adelante. Todos debemos aceptar nuestras culpas y aprender a vivir con las decisiones que tomamos.
Muy maduro me parecía, sin embargo, se contradecía en el hecho de continuar insistiendo conmigo.
—Aun así, te pido perdón.
—No lo necesitas, solo basta con que te perdones a ti misma.
Finalmente resultó que la única afligida era yo. No podía creerlo.
—Eso era, Karl—dije dejando escapar un profundo suspiro que me ayudó a recuperar el aliento.
—Yo te amo.
—Dijiste que debemos aprender a vivir con nuestras decisiones, haz que me enorgullezca de tus convicciones y simplemente déjame en paz.
Al rato mi puerta sintió en embate de la furia de ese hombre. No pude más que recargarme el marco viéndolo avanzar por la calle hasta perderse.
En la vereda en la casa del frente creí ver la imagen de Rick desvaneciéndose como figura de humo.
Regresé al interior de la casa y en vez de seguir limpiando comencé a empacar.
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Ciudad Monumento era una gran alternativa para mí, no era como irme al otro lado del universo, así que esperé paciente mientras el almirante Gloval firmaba mi hoja de solicitud de transferencia.
—Espero que el personal le dé una buena fiesta de despedida.
—Nadie lo sabe, sólo usted.
Gloval me miró con detenimiento.
—Mi amigo, el comandante Emerson está allí, te recomendaré personalmente con él.
—Nunca he necesitado recomendaciones, pero se lo agradezco.
Salí de esa oficina arrastrando los pies, mis serias intensiones era recorrer la base antes de irme, sin embargo, lo mejor era evitar despedidas de todo tipo. Mientras el resto más se demorara en saber dónde iba, tanto mejor sería para mí y me daría tiempo de instalarme.
En las afueras me esperaba el Jeep cargado con mis cosas que el almirante dispuso para mi traslado. Me subí sin duda alguna, y me marché de ciudad Macross.
Mientras avanzábamos por la carretera en el desierto me preocupé de estudiar los planos de las instalaciones principales y el listado de cada nombre que sería allí, lo cuáles eran pocos porque la base era relativamente nueva y muchos edificios estaban en plena construcción.
Sabía que Claudia querría matarme al saberlo, aunque en el fondo terminaría comprendiendo las razones, aunque confusas, de mi alejamiento.
Y si había algo reconfortante en marcharme con casi nada, es que tendría que aprender a surgir nuevamente.
Entonces sentí el zumbido del viento con el reconocido sonido de los motores de un VF, miré en todas direcciones hasta que vi maniobrar la nave estacionándose frente a nuestro paso.
Suspiré de cansancio, si Claudia tenía razón, el hombre que me seguiría hasta el fin del mundo iba a descender de esa nave.
Pero era simplemente Rick quien venía hasta mí, una seriedad poco acostumbrada que se desvaneció al plantarse a un paso de distancia.
—Me asignaron para velar que su huida sea segura, comandante.
Quise levantar mi mano para saludarlo y él la tomó entre las suyas.
—Te vas, pero recuerda que estoy a un vuelo de distancia. Cuando me necesites solo llámame y vendré.
Con una sonrisa se alejó para volver al VF.
En ese instante no pensé que pasaría un año para necesitar la ayuda del capitán Hunter. Tenía un problema en las afueras de la ciudad y me comuniqué directamente al SDF-1 solicitando hablar con él.
Claudia conectó mi llamado.
—Hola Capitán.
—Hola comandante.
Le conté los detalles de mi solicitud y luego pasé al canal privado.
—No te llamé antes porque debía sanar varias heridas.
—No quise molestarte porque decididamente era lo mejor, y le alegra que le llamaras, sé que me autorizaran la misión.
—Ya la formalicé, pero quería hablar contigo.
De Karl no supe más. Claudia me dijo que mantuvo un perfil bajo y que dijo que me esperaría.
Aquella mañana de principios de abril recibí un llamado de Rick diciendo que estaba listo para salir en la misión, yo tenía el día libre así que fui de compras y preparaba una cena para recibirlo en la noche.
Ese piloto en realidad me dijo que venía a Ciudad Monumento por dos misiones, una era la que le solicitamos y la otra encomendada por el almirante Gloval.
Me sentí como una niña de quince preparara la primera cita, y lo esperé con la mejor sonrisa, pero él llegó serio, con un papel en manos.
—No me digas que no podrás quedarte a cenar—dije tratando de adivinar la expresión de su rostro.
No me respondió, entró y me miró.
—Estoy cumpliendo con una misión encomendada por Gloval y contra los deseos de tu amigo del concejo.
—¿Y ahora qué se traen?
Por fin me mostró el papel y era lo mismo que firmé antes de salir de ciudad Macross. Aunque no era precisamente para volver ahí.
—Hace un año comenzó la reconstrucción del satélite fábrica y te necesitan.
Se lo devolví.
—Estoy bien aquí.
—Te mientes a ti misma.
Rick comenzó a dar vueltas por todos lados metiendo mis pocas cosas en un bolso, no pude detenerlo y terminé mirándolo a brazos cruzados.
—Me esmeré en cocinar para ti y viniste por esto.
—Voy a cenar contigo, después nos vamos.
—No voy a firmar el papel.
—Sí lo harás.
Como nunca lo vi tan confiando que comencé a desconocer a ese hombre.
Casi no hablamos durante la comida, después simplemente tomó mis cosas y me invitó a seguirlo.
El miró el reloj.
—No tengo todo el tiempo del mundo, nos esperan en la pista para despegar.
—¿No pretendes desistir, verdad?
El negó con la cabeza, y yo firmé el papel.
Rick se aseguró de que fuera recepcionado y una vez más me vi en el Skull 1, de regreso a ciudad Macross.
—Te odio Rick Hunter.
—No me odiarás tanto cuando comencemos a vivir nuestra aventura.
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Fue muy agradable despertar en la mañana y sentir el olor tan propio de Rick impregnado en su cama. Sabía que el pobre probablemente estaba muy incómodo en el sillón, pero el obstinado logró doblegar mi voluntad y traerme justo a ese sitio.
Me asomé a la ventana en cuanto pude, a lo lejos por sobre los edificios pude ver una sección del SDf-1, al cual eché mucho de menos; después de todo, no sólo fueron pasillos que recorría a diario, en mi casa y fue mi vida durante un largo periodo.
Lo que aún me extrañaba era la manera en que Rick fue por mí y consiguió todo, quizás simplemente me dejé arrastrar por esa melancolía odiosa que me dominaba cada día cuando el silencio nocturno se hacía presente en la base de Ciudad Monumento.
Me giré para encontrarlo mirándome, se recargaba en el marco sosteniendo un par de tazas de café humeante en las manos, ya vestido con su uniforme.
—Pensaba sorprenderte—susurró sonriendo.
Me senté en la cama invitándolo a hacer lo mismo. Cogí mi taza y bebí un sorbo sin dejar de mirar su rostro.
—La última vez que te vi tenías la marca de un moretón por la pelea con Karl.
Rick bajó la cabeza, riéndose de la situación.
—Apenas recuerdo esa pelea.
—Fue por Minmei ¿no?
Él lo negó con la cabeza solo para dejarme confundido.
—Le pedí a Karl que te dejara en paz y no le gustó la idea.
Karl me dijo algo muy distinto, pero el tiempo ya había pasado y no tenía la menor importancia.
—Agradezco tu amistad, Rick.
—Vale. Ahora bebe tu café que debes ayudarme a empacar.
Nos condujeron directo a nuestro transporte que nos llevaría al espacio, Rick me había comentado que parte del concejo se encontraba supervisando los trabajos en el satélite fábrica.
Pude ver los veritech del escuadrón de Skull apostados en la pista listos para partir. Les di una rápida mirada antes de meterme al transbordador, dejé que me acomodarán en mi asiento y en tanto la persona a cargo me ajustaba el cinturón, Rick se acomodó en el asiento del lado.
—Pensé que ibas a escoltarme.
—Los chicos lo harán.
Algo escondía en su rostro, lo conocía demasiado bien para saber qué había mucho más, como también sabía, que a pesar de que insistiera nada iba a salir de su boca por el momento.
Arriba nos esperaba un oficial de enlace, nos llevaron directo a nuestras habitaciones sugiriendo que nos pusiéramos cómodos para una larga estadía.
¿En qué momento le hice caso a Rick?
Me pregunté eso insistentemente; no había planeado un cambio tan grande, y esto de pasarme de mi puesto tranquilo en ciudad Monumento a retornar al espacio había sido muy drástico.
No estaba feliz con mi decisión, pero al final el espacio también me gustaba, exceptuando por ese revuelo interno por cambiar la gravedad de pronto y no estar habituada.
Salí un poco mareada hacia el exterior, busqué el sitio apto para tener buena vista de lo que estaba sucediendo y encontré el perfecto balcón desde donde podía ver a mucha gente trabajando como hormigas bajo mis pies. Sólo podía imaginar todo lo que estaba sucediendo en otras zonas de la nave.
—Cásate conmigo, Lisa Hayes.
La pregunta me hizo volverme sorprendida. Rick estaba de pie con manos en sus bolsillos, bastante relajado para estar realizando una propuesta de matrimonio, si es que era verdad que lo planeaba.
No pude más que reír cuando pensé en la respuesta.
—Nos iremos a un viaje largo y quiero que te cases conmigo antes de partir.
Esa insistencia me asustó.
—No siquiera somos novios, no nos hemos visto en un año, yo no…
No pude seguir hablando cuando el tomó mi mano y me dio un beso en el dorso para luego encontrar mi mirada con la suya.
—Nos conocemos desde siempre, sabes quién soy, conoces mis virtudes y defectos. Yo conozco los tuyos. Cásate conmigo.
Sí, Rick estuvo en mi radar muchas veces y cada vez lo deseché porque su amor no era para mí. Entonces miré hacia todos lados, solo había uniformes, ningún civil y ella, esta vez, estaría muy lejos.
—Acepto—dije finalmente.
El besó mi frente como aquella vez provocando mis ansias de que me besara en la boca, pero después bajó y me dio un corto y tierno beso en los labios.
Fue intempestiva su manera, simplemente se asomó en el balcón.
—¡Lisa Hayes aceptó ser mi esposa!
Su grifo paralizó a todos, de pronto sentía que todas las miradas nos buscaban. Mis mejillas comenzaban a arder.
— ¡Lisa Hayes aceptó!
Gritó una vez más y todos rompieron en un aplauso ruidoso que retumbó en cada rincón.
—Estás loco, Rick. Estamos locos si es que vamos a casarnos.
Rick me abrazó para atraerme así sí, sentí sus fuertes manos rodeando firme y posesivamente mi cintura.
—Te amo, no tengo idea desde cuándo, pero te amo.
Lo miré a los ojos notando la sinceridad en su pureza máxima.
Después de tantas peleas y disgustos, después de tantas aventuras y riesgos, después de buscar la vida de ensueño y fallar rotundamente, me vi con él, juntos como siempre, pero caminando uno al lado del otro, unidos en más de un propósito.
Está vez fui yo quien lo besó.
Después descubrí que él se iba conmigo, que no lo planeó, que simplemente aprovechó la oportunidad y le fue mejor de lo que pensaba.
Yo tampoco lo pensé mucho, creí que, si no lo amaba, pronto lo haría…aunque eso de conseguir amarlo jamás llegó porque tal vez ya estaba enamorada de él y no me había dado cuenta.
Gloval me dijo un día antes de partir al espacio profundo, que todos sabían lo que había entre Hunter y yo, menos Rick y yo por supuesto.
Fin
Nota de autor: Espero que les haya gustado, nos leemos pronto...espero.
