CAPITULO 2
ENCUENTRO PROBLEMÁTICO
El capitán y sus hombres fueron guiados dentro de la residencia real teniendo como guía a aquel sirviente que, en parte, era el culpable del porqué ellos estaban recorriendo los pasillos del palacio. Pasaron por una infinidad de salas, vieron grandes tapices en las paredes elaborados con temas de incendios, imágenes y molduras alusivas a la cultura de su nación. La calidad de los pisos, el diseño de las columnas, incluso las mismas paredes demostraban un grado de detalle impresionante que opacaba por completo a todos los edificios que conformaban la ciudad.
El joven militar seguía manteniendo una expresión de indiferencia mientras que su mirada no paraba de posarse en todo cuanto lo rodeaba. Sus hombre en cambio estaban claramente imprecionados, ya que pese a que sus rostros no se podían ver debido a sus cascos de calavera, no paraban de susurrarse entre ellos lo grande y magnífico que era el palacio por dentro. A takeda no le importaba que hicieran eso. Para el anochecer ellos ya estarían en mar abierto a miles de kilómetros de la ciudad capital por lo que los dejo disfrutar de aquel momento sin interrumpirlos.
Entonces se cruzaron con un grupo de maestros fuego heridos, con partes de sus armaduras algo quemadas y hasta había algunos que usaban muletas improvisadas. El joven capitán no entendía que estaba pasando ni por que había tantos heridos dentro del edificio más importante y custodiado de la nación del fuego, no tenía sentido. Luego vio a otro grupo en un estado idéntico salir de una sala a la que, una vez que estuvieron en frente de esta, su guía les indico que entraran.
La habitación resulto ser algo grande y era casi en su totalidad de color negro. Los tapices rojos con el símbolo inconfundible de la nación del fuego colgados en las paredes, las bases amarillas de las columnas y unas líneas dibujadas con el mismo color en el centro del lugar resaltaban tanto que eran imposible de no notar.
Takeda no se vio impresionado ni curioso por todo aquello, ya que su interés se había fijado en las personas que estaban utilizando la sala en cuestión. Ambos individuos se encontraban combatiendo utilizando fuego control pero uno de ellos claramente tenía la ventaja sobre su adversario y era obvio que su victoria estaba asegurada. La luz de sus llamas azules resplandecía con una enorme fuerza mientras que sus movimientos eran rápidos y certeros, no había un solo margen de error en su estilo de pelea. Por otro lado su contrincante se mostraba errático y en pánico al ser incapaz de poder responder ante tales ataques. Al final termino siendo despido por una ráfaga de fuego que lo hizo estrellarse contra una de las columnas. El combatiente victorioso mostró una pequeña sonrisa para después observar al joven capitán junto a sus hombres.
Takeda pudo notar que su piel era pálida, que sus ojos eran de un color dorado y que su cabello atado tenía un ligero adorno que demostraba su rango social. Una llama dorada de tres puntas. Sumándole eso al hecho de que su figura se asemejaba al de una chica quedo más claro para el que estaba ante la princesa Azula, y al recordar a todos aquellos heridos saliendo de la habitación en la que acababa de entrar se dio cuenta de cuál era su propósito allí. Serró los ojos por un momento y suspiro. Sabía que todo aquello no iba a terminar bien para él.
—A-Aquí le traigo más compañeros de entrenamiento princesa —dijo el sirviente.
¿Compañeros de entrenamiento? A lo mucho no eran más que carne de cañón, fácil de usar y de desechar. Puede que algunos ingenuos, que jamas habían estado siquiera a unos pares de metros de las princesa, creyeran que ayudar con el entrenamiento de la famosa prodigio era un gran honor, talvez incluso un privilegio, pero tras ver como quedaron sus anteriores "compañeros" las palabras mismas desaparecieron de la mente de Takeda. Por desgracia el no podía negarse a cualquier petición que le hiciera, era la hija de Ozaí al fin y al cabo.
-Bien, que cinco de ustedes vengan e intenten...hacerme algo -dijo Azula con una leve sonrisa.
Los maestros se miraron algo confundidos unos a otros para luego dirigirse a su capitán con duda.
-Emm, señor.. -le susurro uno.
-Solo hagan lo que dice -respondió.
La arena de entrenamiento era rectangular y se extendía hasta casi el otro extremo de la habitación.
Takeda se sentó en el lado izquierdo de la misma junto con la otra mitad de sus hombres que no se atrevieron a ser los primeros "compañeros" de la princesa, esperando que de alguna forma pudieran librarse de lo que estaban a punto de presenciar.
Una vez que todos los participantes tomaron posiciones de combate el sirviente que los había llevado a ese lugar indico que el encuentro iniciara.
Aquellos que se quedaron al margen observando fueron testigos de las grandes habilidades de Azula. Su dominio del fuego control demostraba que claramente no era llamada prodigio por nada. Lograba lanzar ataques con mucha precisión y responder con gran eficacia ante los intentos por hacerle daño, era sin lugar a dudas una excelente luchadora. Los hombres de takeda apenas si podían hacerle frente y pese a que la superaban en número la leve sonrisa en el rostro de la princesa daba a entender que solo estaba jugando con ellos. Uno a uno los fue derribando a todos de un modo bastante brutal e implacable. Al primero lo venció del mismo modo que al sujeto que los precedió. A los dos siguientes logro que se lanzaran bolas de fuego entre ellos dejándolos fuera de combate y los últimos que quedaban los derroto sin siquiera recurrir al uso de sus poderes. Luego llamo a los otros cinco maestros que estaban observando todo para que remplazaran a los que acaba de vencer. El resultado fue el mismo, una victoria total y aplastante de Azula.
—Sirviente, vuelve y busca a otros —dijo Azula con naturalidad sin siquiera mirar a la persona a la que se estaba dirigiendo— y asegúrate de que sean más.
Cuando este salió de sala la princesa entonces se dirigió al capitán.
—Muy bien capitán, es su turno. Espero que sea mejor que sus hombres.
—Lo siento princesa pero no creo ser un buen "compañero" de entrenamiento.
Takeda sabía que lo que estaba haciendo era algo peligroso y arriesgado pero no quería luchar contra la princesa. No por miedo a quien era sino por que no estaba dispuesto a ser humillado como todos los demás, el solo quería volver a su barco para poder alejarse de ese lugar. Además él estaba seguro de que si se enfrentaba a ella, se mirara por donde se mirara, el único perjudicado sería él. Deseaba librarse de aquello y la forma más fácil que se le ocurrió fue lograrlo a través de las palabras.
—Dígame capitán ¿Sabe quien soy? —dijo mientras se ponía en frente del capitán quien se mantenía sentado en el suelo, mirando hacia abajo.
—Si, alteza.
—Pues dígamelo.
—Es la princesa Azula. Hija del señor del fuego Ozaí y una prodigio en el fuego control.
—Exacto, una prodigio. Estoy segura de que usted entenderá la razón por la que me llaman así ¿Verdad?
—Si, alteza.
—¿Entonces, no cree que sería correcto que mis habilidades mejoraran aún más?
—Si, alteza.
—Pues entonces venga y ayúdeme, le estaré muy agradecida —Le dio la espalda y comenzó a dirigirse al centro de la sala.
—Usted no entiende, yo..
—¿Acaso intenta contradecirme Capitán? -dijo mientras se detenía su marcha y alzaba un poco su voz—. Usted mismo lo dijo, soy la princesa.
Habiendo fallado en su intento por librarse Takeda tuvo que aceptar que no podría escapar de lo que estaba a punto de suceder.
—¿Al menos mis hombres pueden ir a que los atiendan?
—Bien, pueden irse.
Cuando él ultimo de ellos salió Takeda se levantó de su lugar listo para hacerle frente a la hija de Ozaí. Ya había visto de lo que era capaz por lo que debía de ser muy precavido y cauteloso si no quería terminar como todos los demás. Pero ella seguía siendo una princesa, no podía hacerle daño alguno aun que quisiera.
Tras algunos segundos de silencio una bola de fuego lanzada por Azula dio inicio al combate, seguido de muchos otros ataques similares. Takeda los esquivaba sin mucha dificultad mientras que al mismo tiempo mantenía una distancia considerable de su adversaria con una gran agilidad y rapidez. Pero no podia huir por siempre ni tampoco atacarla directamente, debía hacer algo si no quería que las cosas empeoraran aun más para él. La única opción viable que se le ocurrió fue dejarse vencer pese a lo doloroso que resultaría aquello pero entonces, tras un rato de que iniciara el encuentro, Azula creo una pared de fuego que se dirigía hacia él. Se hizo a un lado evitando daño alguno sin embargo, tomando por sorpresa al capitán, Azula arremetió contra el tomándolo por sorpresa. Ante aquello Takeda reacciono por puro instinto y justo cuando la joven iba a lanza otro ataque de fuego control con su mano derecha el capitán lo desvío con rapidez para luego, casi al instante, asestarle un puñetaso en medio de su estómago tan fuerte que la hizo estrellarse contra una de las columnas y caer boca abajo en el suelo.
Ante aquello takeda se mantuvo quieto por unos segundos por lo que acababa de hacer. Había Levantado su mano contra la princesa y le había echo daño. Ella seguía siendo la hija de Ozaí y era obvio que ya se había ganado su odio por lo que acababa de hacer. Ante semejante situación solo se le ocurrió huir, irse lo más lejos que pudiera de la capital tal como lo había querido desde el principio y así poder escapar de la ira de la princesa.
—Creo que ya asido suficiente alteza, debo irme —dijo mientras se daba la vuelta con dirección a la salida.
Azula estuvo a punto de decir algo cuando de pronto el sirviente de antes ingreso a la sala muy apresurado.
—P-Princesa, su padre requiere de su presencia de inmediato —Dijo el sirviente.
Takeda siguió con su caminata esperando poder irse sin que la joven pudiera decir algo antes.
—¡Alto! —grito Azula ya estando completamente de pie. Era obvio que estaba enojada—. ¡¿Cuál es tu nombre?!
El capitán se detuvo un segundo para responder la pregunta.
—Takeda. Mi nombre es Takeda.
Luego de eso salió de la habitación con un pazo apresurado. Si permanecía un minuto más en el palacio real no sabía cuál podría ser su destino.
