Capítulo 3 - Deberes.
Trabajar para ganarse la vida... Es algo que hacen muchas personas en el mundo. Algunas ganan lo suficiente cómo para darse una vida de lujos y otras nunca llegan a tener lo que quieren.
Hay seres humanos que por más que trabajen y trabajen y trabajen día y noche sin parar pues... Simplemente no dan a basto con tantos gastos que les surgen solo por no tener un lugar propio donde vivir.
Imagínate tener que pagar la renta de un mugroso cuarto en donde casi ni cabes costandote un ojo de la cara y aparte tener que pagar luz, agua y guardar del escaso dinero que te queda para tu alimentación.
A eso sumale que no te graduaste ni de la secundaria haciendo que tus oportunidades de tener un buen empleo sean ya más escasas de lo que ya eran.
Pues eso y de todo lo demás tenia que preocuparse cierta chica de piel blanca, largo cabello negro, ojos amarillos y de estatura superior a la normal. Esta vestía un uniforme de camarera que constaba de un pantalón negro ajustado, una camisa blanca manga larga con corbata negra, cinturón negro con hebilla cuadrada de color amarillo y zapatos negros de tacón alto.
Esta obviamente trabajaba en una especie de hotel con bar y restaurante incluido en dónde la clientela era muy buena, pero la paga... No tanto.
Debía partirse el lomo para trabajar para una vieja mujer de cabello castaño claro con esencia de dictadora. La cuál la hacía trabajar cómo mula y que al final del día le pagaba más a esas dos rubias inútiles que tenía en la recepción que a ella. Estas no hacían nada más que darle la bienvenida a los clientes al lugar y listo, tenían en su bolsillo un enorme cheque.
Seguramente era por que eran hijas de la dueña.
–Necesito dinero... —Murmuró ella mientras barría la estancia. Además de que debía mover las mesas para barrer abajo de estas y luego sacudirles el polvo.
También debía lavar los manteles, las copas, los vasos, los platos, ir al almacén por más cajas de vinos y cervezas para reabastecer el bar, ir a comprar más víveres para los cocineros del restaurante, llenar los dispensadores de agua, ver que los extintores estén en perfecto estado, ordenar las habitaciones, barrer, sacudir, limpiar, limpiar, limpiar, limpiar, limpiar, limpiar, limpiar y limpiar y por último prepararse para trabajar de mesera en la noche.
También debía limpiar y limpiar... Prácticamente era lo que más hacía. El trapo que usaba para sacarle brillo a todo era su mejor amigo.
O algo así.
Sin duda alguna terminaba con un dolor de espalda horrible ya que trabajaba muchas horas de tres a dos de la mañana y ni así lograba ajustar la quincena.
Un rato después.
Ella caminaba con la espalda inclinaba hacia adelante y sus brazos colgados cómo si no pudiera moverlos. Le dolía todo. Afortunadamente para ella, estaba en su hora de descanso y podía acostarse un rato en el cuarto de descanso para empleados.
Allí se echo en una cama unipersonal que había en un lado de la habitación. Se recostó de lado, sus ojos estuvieron cerrados por unos segundos hasta que sus párpados empezaron a temblar cómo si algo no la dejará dormir.
Y ese algo eran las risas que provenían de las dos chicas rubias de ojos azules que la molestaban mientras dormía.
—Dejenme descansar... Por favor... —Suplicó pero estas siguieron fastidiando.
—¿Entonces no quieres recibir tu paga?
Tembló al escuchar esa voz tan dictatorial. Sabía muy bien a quien le pertenecía. Rápidamente abrió sus ojos y allí estaba la razón de sus pesadillas.
La Madame era una mujer muy seria y mandona. Esa que podía ordenarle no respirar si así lo deseaba y ella obedecería sin dudarlo.
Era dueña del Glass Unicorn. El hotel dónde trabajaba y dueña de su vida por todo el dinero que le debía.
Iba a ponerse de pie pero estaba tan cansada que se le dificultaba mucho.
—¡Aich! ¡Olvídalo! —Dijo molesta la mujer. Tiró el sobre con dinero que traía en el suelo frente a la pelinegra para luego dar media vuelta e irse de la habitación.
La chica iba a levantarlo pero una de las rubias fue más rápida y lo tomó. Esta levantó el sobre por lo alto burlándose así de la pobre chica.
—A que no lo alcanzas —bromeó.
—Dámelo por favor... —Pidió la pobre chica mientras estiraba su mano para lograr tomar su dinero. Pero el dolor que tenía en sus brazos se lo impedía por mucho.
Las rubias la estuvieron molestando por un rato hasta que se aburrieron. Le tiraron el dinero al suelo y la dejaron sola.
—Nos vemos después Cinder —se despidieron ambas rubias mientras sonreían con superioridad.
—A-adiós chicas... —Titubeó ella con una sonrisa forzada. Prácticamente debía tratarlas cómo un par de jefas más o le podría ir peor.
Cayó de rodillas al suelo, recogió el sobre y lo abrió.
—Ah... —Suspiró al ver la miserable cantidad de 350 dólares. Una suma que no le alcanzaba para prácticamente nada.
Apenas tenía para la renta.
Solo le quedaba una cosa por hacer.
Pedir prestado.
Más tarde.
Llegaba a su apartamento. El cuál estaba ubicado en un edificio más o menos decente que se situaba en un barrio también más o menos decente.
Al llegar a la entrada se detuvo en seco. Asomó su cabeza para ver si no habían moros en la costa. No quería encontrarse con la casera, la tal María Calavera. Le debía un par de meses y quería que le hiciera espera un poco de tiempo más.
Hasta que se encontrara un trabajo dónde pagaran un poco más.
Aunque trabajando casi todo el día en el hotel ese, pues no le dejaba tanto tiempo libre cómo para buscar otro empleo.
Al ver que la casera no estaba por ninguna parte, entró al edificio de manera sigilosa. Camino por los pasillos mientras mantenía su espalda pegada contra la pared.
Ya casi llegaba a su apartamento. Vivía en el primer piso para su fortuna. Llegó hasta su puerta y busco su llave en su bolso. La introdujo en la cerradura y cuándo la estaba girando para abrir la puerta...
—Sabes...
—¡Aah! —Gritó aterrada al escuchar una voz atras de ella. Rápidamente se dio la vuelta con la espalda pegada a la puerta. Observó aterrada a la anciana de baja estatura que se mantenía de pie frente suyo y que se hallaba apoyándose con un bastón.
—Es inútil que se oculten de mí... Por que siempre los voy a encontrar —comentó esta.
Cinder sentía su corazon acelerarse más y más a cada segundo. Estaba en presencia de la tal Maria Calavera y eso le daba mucho miedo.
Esta era una anciana de piel oscura, pelo largo y plateado, el cual lleva en una sola trenza en la espalda. Ella es de baja estatura y parecía estar encorvada, requiriendo el uso de un bastón extraño con la forma de un cráneo en la parte superior.
Usaba un vestido de cuerpo entero con el estilo tradicional de Tabasco. Que consiste en un top azul oscuro con mangas y falda completas compuestas por capas alternas de color azul claro y oscuro.
Además de su vestido, llevaba guantes marrones gruesos y una capa azul recortada en los bordes con un patrón de triángulos blancos y huecos sobre un fondo azul claro. Finalizando con unos zapatos cafés de cuero con una hebilla amarilla.
Cinder sentía la mirada furiosa de la mujer saliendo a través de sus anteojos de sol de color negro. Ella era ciega pero se las arreglaba para detectar a las personas estuvieran dónde estuvieran.
—Yo...
—¡Silencio!
La pelinegra iba a decir algo pero fue silenciada en el acto por la mujer de mayor edad.
Cinder se encogió en su sitio. Sus piernas temblaban y temblaban a más no poder, mientras observaba aterrada a la anciana.
—Mira jovencita... —Comenzó María. —Soy una persona razonable, si los inquilinos que viven en mi edificio vinieran a mi, fueran sensatos conmigo y me dijeran "Señorita Calavera, ¿Nos podría dar un poco más de tiempo para reunir el dinero de la renta?". Yo les daría más tiempo. Por que sabes, andarse ocultando es muy poco ético y no es muy amable de su parte... —Comentó.
Cinder enderezó su postura. Bajó su mirada en señal de estar arrepentida por lo que estaba haciendo.
Sacó el sobre de su bolsillo y de este extrajo el dinero que había en el. Sin dudarlo se lo dio todo a la mujer.
¡Slap!
Esta simplemente se lo arrebató y después de apretarlo con su puño mientras amenazaba a la chica con el, dijo...
—Más te vale que para la próxima no te andes con jueguitos o yo misma te pondré de patitas en la calle —amenazó.
Cinder simplemente asintió rápidamente con su cabeza. No quería que le patearan el trasero allí mismo.
Vio cómo la casera daba media vuelta y se retiraba de allí a paso lento.
Un rato después.
Se hallaba tirada en su cama boca abajo. Su cuerpo se movía lentamente debido a su respiración. Estaba profundamente dormida. Su ser no aguanto tanta presión y sucumbió ante el cansancio.
Ni siquiera había cenado algo. El sueño podía más que su hambre. Además de que no tenía energías ni para prepararse una sopa instantánea.
Sentía un horrible dolor de espalda. Parecía albañil ya que la mayor parte de su trabajo era cargar cosas.
Pero afortunadamente para ella, tenía mucho tiempo para dormir ya que los sábados y los domingos los tenía libres.
—Dios bendiga esos días... —Murmuró entre sueños.
Una sonrisa tranquila apareció en su rostro.
Ahora todo era paz y tranquilidad.
¡RING! ¡RING! ¡RING! ¡RING!
Pero toda esa paz se derrumbó cuándo su celular sonó.
Rápidamente sus ojos se abrieron mostrando esas horribles rayas rojas y una ojeras enormes. Salto de la cama y tomó su celular para contestar lo más rápido que pudo.
—¡BUENASNOCHESMADAME! ¡LAMENTOHABERTARDADOENRESPONDERNOVOLVERAAPASARASUSORDENESASUSSERVICIOSYTODOLOQUEUSTEDORDENEESLALEYYSEDEBECUMPLIRRAPIDAMENTE! —Habló tan rápido que incluso se quedó sin aire.
Su respiración se le dificultaba mucho. Pero ahora le importaba tan poco su salud ya que solo pensaba en cumplir lo que su jefa mandara.
—Cinder... Soy yo, Emerald... —Se escuchó una voz muy apenada del otro lado de la línea.
La pelinegra simplemente suspiró.
—Ah... Hola... Emerald... —Ella habló mucho más apenada. Se trataba de una de sus amigas. Esta también era una inquilina del edificio, solo que ella vivía en un apartamento diferente junto con otra más de sus amigas.
Ella le había ayudado mucho. Si no fuera por su amiga de verdes cabellos. Pues... Hace tiempo que se hubiera suicidado.
No tenía casi nada en este mundo.
—Oye, me preguntaba si no querías venir con nosotras a una fiesta... —Preguntó la chica al otro lado de la línea.
La pelinegra observó la pantalla de su celular. Vio que eran casi las once. Había dormido por casi cinco horas y aún estaba cansada por lo que iba a negarse a la invitación.
—Perdón... Pero...
—¡Ah no! ¡Nada de peros! —La silenció Emerald. —Hace meses que no sales a divertirte y me lo debes, ¿Oíste?
—Perdón por no tener un trabajo cómo el tuyo en dónde solo debes andar de traje y dar órdenes... —Murmuró Cinder en voz baja. Un tanto molesta.
A veces sentía envidia de la suerte de otros.
—¿Qué dijiste? —Preguntó Emerald. Parecía molesta.
—¡Nada! —Respondió Cinder un tanto aterrada. —Dije que, ¿Dónde será la fiesta? Jeje... —Río nerviosa. No quería hacer enojar a la única persona a la que podía acudir cuándo estaba en problemas.
—Pues es una reunión tranquila con pocas personas...
Cinder suspiró. Eso era lo que necesitaba. Salir a reunirse con personas para eliminar un poco su estrés.
Una hora después.
—¡Esto no es para nada una reunión tranquila! —Exclamó aterrada al estar en una discoteca con música a todo volumen y en dónde habían unas mil personas.
—¡WOOOOOOOOO! ¡Esa es la actitud! —Gritó una chica joven de color, ojos de color rojo oscuro. Cabello color verde menta con flecos rectos y flequillo, así cómo dos mechones largos a cada lado en la parte posterior.
Usaba además traje de negocios color blanco con bordes negros, el cuál constaba de un pantalón y un saco, por debajo de este último traía puesta una camisa gris claro, además de una corbata negra. Su calzado consistía en un par de zapatillas negras.
Está bailaba de una manera muy movida a ritmo de la música.
Cinder parecía muy avergonzada. Su amiga estaba bailando sobre la mesa. Ella nunca haría tal cosa. No era tan valiente y enérgica cómo Emerald.
Además de que la peliverde se veía bien con lo que sea que usará. Ella usaba un traje ahora mismo, al parecer acababa de salir del trabajo, a diferencia de su persona, que salió del trabajo hace horas y se veía horrible con lo que andaba puesto. Al salir de su apartamento solamente se puso una camisa holgada de color rojo que dejaba su vientre al descubierto, un pantalón azul marino muy ajustado y unos zapatos negros con blanco.
Se dio una ducha rápida antes de venir, para así quitarse un poco el cansancio. Pero las enormes ojeras que traía aún reflejaban lo cansada que estaba. Incluso su dolor en la espalda no había cesado.
—Vamos Cinder, baila conmigo —invitó Emerald al momento en que la tomaba de las manos y la jalaba para hacerla subir a la mesa.
—No, no, no... —Se negó rápidamente. Vio a su otra amiga que las acompañaba. —Invita a Neo mejor... Jeje...
Emerald simplemente rodó sus ojos a un lado. Se dio la vuelta e hizo lo mismo con la otra chica que estaba con ellas.
Esta se llamaba Neopolitan. Neo para abreviar. Teniendo el trío adecuado de colores de ese tipo de helado en su cabello. Ella era una chica de baja estatura. Su cabello se veía estilizado, siendo medio rosa y medio marrón, los cuales ambos lados eran muy largos, bajando por su espalda llegando hasta el final de esta.
Su piel era clara y sus ojos son de colores diferentes, teniendo uno de color rosa y otro de color marrón. Usaba un traje blanco que constaba de una camisa de botones manga larga y un pantalón. Además de unas zapatillas negras.
Esta despegó su vista de la pantalla de su celular y volteó a ver con cara de pocos amigos a la de cabello verde. Volvió a ver su celular y se puso a escribir en este. Ya cuándo terminó le mostró la pantalla a su amiga para luego presionarla con su dedo.
—¿Terminaste el informe que la directora te pidió? —Preguntó una voz robótica proveniente del celular de la chica.
—¡Tsk! —Emerald gruñó molesta. Ya dándose por vencida se bajo de la mesa y tomó asiento con sus brazos cruzados. —No puedo con ustedes. —Exclamó alzando sus brazos al aire para luego cruzarlos otra vez. Las otras dos la voltearon a ver. —Una no tiene el valor para divertirse... —Cinder bajo la mirada. —Y la otra solo piensa en trabajar. —Neo puso una expresión cansada.
—Perdóname por ser responsable —dijo la voz robótica que provenía del celular de la de cabello rosa y marrón.
Al parecer ella era muda y se las ingenió para usar una aplicación para poder comunicarse con las personas a su alrededor.
—¡MOOOOOO!
Tanto Cinder cómo Emerald voltearon a ver con una ceja levantada a su amiga al escuchar ese sonido de vaca que hizo su celular.
—Estúpida actualización —dijo Neo con su celular.
Al final Emerald decidió esperar a que sus amigas entrarán en ambiente para ir a bailar a la pista de baile.
Así que pidió unos tragos.
Un rato después.
Cinder observaba su vaso. Para ser más precisos, el contenido de este. Vio a su amiga de cabello verde y esta se estaba sirviendo su tercera copa, volteó a ver a Neo y esta bebía su propia bebida a un ritmo tranquilo.
—Chicas... No se si beber sea buena idea... —Dijo con pena la de cabello negro.
—¡Aaaaaaaahhh! —Suspiró Emerald. —Allí va de nuevo, Cinder la aguafiestas. —Se dirigió un tanto furiosa a su amiga. Pero al verla bajar la mirada y ponerse triste. Pues, se arrepintió. —Mira, lo sient-¡Ah!
Neo la interrumpió antes de que pudiera disculparse. Ya que la tomó de la mano y la jaló a un lugar específico de la discoteca.
—Chicos guapos a las tres en punto —dijo Neo con su celular.
Emerald sonrió. Olvidó su malestar por su otra amiga y acompaño a Neo a coquetear con los galanes que esta había visto.
Cinder simplemente se encogió más y más en su asiento. Ni siquiera sabía a qué había venido. Era mala para socializar y hablar con las personas no era lo suyo.
Prácticamente salía sobrando allí, salía sobrando en cualquier lado y salía sobrando en la vida de las personas.
Iba a tomar su bolso para irse del lugar pero algo pasó. Su atención se centro en una chica albina muy elegante y hermosa que estaba sentada a su lado.
No supo cuando llegó.
—¿Quién eres? —Preguntó confundida.
—¿Estás sola linda? —Preguntó la albina en respuesta a la pregunta que Cinder le acababa de hacer.
Está se sonrojó al escuchar ese cumplido. No estaba acostumbrada a que las personas la vieran como alguien atractiva.
—Pues... —Iba a decir que no, pero al ver a sus dos supuestas amigas divertirse en la pista de baile sin ella, sintió un extraño enojo.
Nunca había sentido tal emoción y aunque las personas a su alrededor hacían muchos méritos, pues no las odiaba ni nada por el estilo, pero empezaba a hacerlo.
Weiss sonrió complacida. Una extraña sonrisa apareció en su rostro. Había logrado su cometido.
—Si, estoy sola... Jeje... —Comentó Cinder con una sonrisa mientras jugaba con un mechón de su cabello. Intentaba coquetear pero le era un poco difícil.
Sentía mucha confianza cerca de esta misteriosa chica.
Hace un par de horas.
—¡Weiss la cena! —Gritó Ruby desde la cocina. Había gastado algo de dinero extra para prepararle algo bueno a su inquilina.
—¿Tienes que gritar tanto? —Preguntó la albina un tanto molesta quién venía entrando a la habitación. Pero con el mismo paso se dirigía a la salida. —Además voy de salida y no, no tengo hambre. —Finalizó.
Pero no contaba con que Ruby se colocará frente suyo.
—¿Te quieres mover? —Preguntó viendo hacia abajo. Pues usaba unos tacones altos y la ojiplata quedaba un poco pequeña.
—Pero Weiss, llevas viviendo aquí casi un mes y hoy quería saber si me acompañas a cenar, ¿Si? —Preguntó Ruby poniendo unos ojos de perrito y esbozando una enorme sonrisa mientras observaba a la de ojos azules.
La cuál simplemente la observaba con sumo desagrado.
—¿Para que? —Preguntó tajante.
La pelinegra se rasco la nuca. Era una razón tonta. Era solo para conocerla mejor. A leguas se veía que Weiss venía de una familia adinerada y ella solo quería conocerla mejor. Parecía una enojona pero en realidad era una mujer empoderada, muy gentil y muy amable.
—Solo quisiera que nos conociéramos un poco mejor... —Dijo mientras juntaba sus dedos índices en repetidas ocasiones. Si que era una razón tonta.
Pero, ¿Cómo no querer saber más de ella?
Siempre le daba mucho dinero por el hospedaje. Ella le decía que no era necesario pero Weiss siempre le salía con...
—Niña si te doy todo ese dinero es para que después no te haga falta y no te metas en problemas por que no tienes dónde conseguirlo, ¿Entiendes?
Y ella le respondió con la mirada baja.
—Si Weiss...
Le gustaría ser cómo Weiss. Ella era bien responsable.
No cómo ella.
Sus ojos miraron a un lado. Más específicos, a la sala dónde había una Smart TV nueva, junto con una consola de video juegos de esas que salió hace muy poco.
No pudo resistir la tentación y fue a la tienda por esos aparatos apenas Weiss le dio un dineral por la renta.
Y no era el único gasto excesivo que hizo.
Contrato televisión por cable, WiFi, Netflix, Disney Plus por que adoraba ver series de esos lugares, contrato un servicio Plus para su consola y también compró un celular de última generación para usar y hacer sus cosas.
Sin duda alguna era muy irresponsable.
Pero, ¿Quién no caería en tentación al tener miles de dólares en sus bolsillos?
Incluso con todos esos gastos aún tenía mucho dinero.
Y todo gracias a Weiss.
Por eso le hizo esta cena en agradecimiento. Pero la mirada seria de ella daba a entender que no tenía tiempo. Seguramente estaba muy ocupada.
—Ok, aceptaré tu cita y cenaré contigo —aceptó Weiss encogiéndose de hombros.
Paso de lado a la extremadamente sonrojada Ruby Rose y tomó asiento en la mesa dejando su bolso a un lado.
—¿C-ci-cita? —Titubeó está.
Sonrió de manera nerviosa de pronto. Este era un enorme mal entendido, el cuál debía solucionar pero a la de ya.
—¿Y que hay para comer? —Preguntó la albina sacando de su nerviosismo a la ojiplata.
—A-ah... —Ruby no podía responder nada debido a su nerviosismo. Pensar en tener una cita con alguien como Weiss era algo que no había pensado antes.
No es que fuera gay o algo así. Ella era bien heterosexual. Tampoco discriminaba a las personas de ese tipo. Ella se alegró mucho cuándo su hermana Yang empezó su relación con su vieja amiga Blake.
Las amaba a ambas por igual. Era cómo tener dos hermanas mayores en vez de una. Era maravilloso.
Pero esto no se trataba de Yang. Se trataba de ella e imaginar una relación con Weiss. Si lo pensaba bien salía ganando, ella era perfecta en todos los sentidos.
—A-a-ah... —Se sujeto las mejillas. En verdad estaba muy sonrojada y nerviosa. Las cosas se pusieron incómodas de repente.
—Oh no... —Dijo Weiss.
Quién hasta el momento observaba seriamente a la pelinegra, recibió un mensaje en su celular y cómo parecía ser importante, se levantó de su asiento y se acercó a Ruby.
La cuál la observó extrañada.
—Debo salir urgente —avisó. —Dejaré nuestra cita para mañana en el desayuno. Propuso.
Y antes de que la impactada y sonrojada Ruby dijera algo.
—¡Ah! —Exclamó de repente al recibir un beso en la mejilla por parte de la albina. Eso sin duda hizo que saliera vapor de sus orejas.
—No te desveles jugando —dijo Weiss antes de salir del apartamento.
Dejando sola a una paralizada y muy roja Ruby Rose. Esta se tocó la mejilla dónde recibió el beso y por alguna razón una enorme sonrisa apareció en su rostro.
—Ser novia de alguien cómo Weiss... Pues no suena tan mal... —Dijo aún sonrojada.
Pero luego agitó su cabeza un centenar de veces hasta que se mareo y ya cuándo se recuperó, se fue a jugar a la sala mientras cenaba al mismo tiempo.
Al parecer la joven chica empezaba a descubrir nuevas emociones y sentimientos que no sabía que podría tener.
Continuará...
Perdón por la tardanza. No es la única historia que debo actualizar pero descuiden, no olvidaré ninguna de ellas.
No olviden decirme que les pareció el capitulo dejando un comentario si la leen en Wattpad o con un review si la leen en Fanfiction. Nos vemos en la próxima.
Adiósh ;3.
