Capitulo 11. "Reencuentro".
Rin se sentó junto a la piscina, mirando la casa brillantemente iluminada.
Podía escuchar las risas y la música, incluso desde aquí. Era el cumpleaños del padre de Sango, y dado que él era lo más parecido a un padre que había tenido desde que el suyo murió hace ya tantos años, había sido invitada a cada evento que la familia Yoshida realizaba. La celebración de este año se llevo a cabo en una de las propiedades en el campo pertenecientes a la familia, rodeada de naturaleza. Aunque la gran casa era el mayor atractivo, dado que al ser una familia tan grande, era necesario también una caballeriza para los caballos, una gran cancha de Basquetbol para hacer ejercicio, y muchas hectáreas para cabalgar, explorar o simplemente tomar un Picnic al aire libre.
Envolviendo sus brazos alrededor de sus rodillas, Rin sonrió débilmente. Estaba feliz de estar rodeada de gente cariñosa y un ambiente tan alegre, feliz de que hubiera podido regresar para verlos de nuevo.
Era realmente agradable ver que una grande y amorosa familia realmente existía, y el amor y los "felices para siempre" no eran algo de los cuentos de hadas. Sango y Miroku eran una fiel prueba de ello, e incluso los padres de la muchacha que parecían mirarse con adoración cada vez que estaban cerca... O al otro lado de la habitación.
Mordiéndose el labio, Rin subió su mirada hacia la luna. Parecía como si estuviera a punto de desaparecer. Probablemente debería volver a entrar.
Pero Kami, ya estaba enferma de estar en el extremo receptor de las miradas receptivas y preocupadas como si padeciera una enfermedad terminal. Estaba harta de decirles a todos que estaba bien. Nadie le creía de todos modos.
Si quisiera que estuvieran vigilándola cada dos segundos, le habría pedido a Ah-Un que viniera, pero les había dado el fin de semana libre para que descansaran y ella pudiera respirar tranquila. Amaba a esos dos grandes hombres que tenían un suave corazón en el interior, pero a veces la asfixiaban.
No es como si Rin no pudiera entender que es lo que les pasaba a todos. Hasta donde todos ellos sabían, ella estuvo viviendo en el infierno por los últimos meses: Primero su secuestro, luego el asesinato de su tío apenas un mes después de su escape.
Era mucho. Realmente lo era.
Pero lo estaba enfrentando. Estaba bien. ¿Por qué sus amigos no podrían entender que su compasión y preocupación excesiva le pesaban, recordándole cosas que prefería olvidar?
Como el hecho de que probablemente fuera su culpa que su tío estuviera muerto.
-"No pienses en eso, no pienses en eso, no pienses en eso".
Un movimiento captó su atención en la terraza. Rin sonrió ligeramente al notar las dos altas figuras allí. Cada una en los brazos del otro. Miroku y Sango se besaban bajo la luz de un par de velas, las manos de uno en el pelo del otro, las bocas voraces y tiernas a la vez. Se besaban como si se pertenecieran mutuamente.
-"Debe ser agradable amar y sentirse amada".
Al notar que se los estaba comiendo con la mirada, Rin desvió la vista hacia la lisa y oscura superficie de la piscina. Otra explosión de risas llegó desde el interior de la casa. Rin se tragó un nudo súbito en su garganta. No por primera vez, desde que regresó a Japón, se sentía como una extraña entre sus amigos. No sentía que perteneciera aquí. Pero por otra parte, ya no estaba segura de donde pertenecía.
Si fuera honesta consigo misma, podría ser uno de los motivos por los que se había aferrado a Kohaku tan rápido. Kohaku no la conocía de antes. No sabía que Rin era habitualmente mucho más alegre y fácil de tratar que ahora.
Si Rin estaba tranquila y no tenía ganas de hablar, Kohaku no pensaba nada al respecto. Kohaku la había apoyado a través del ajetreo casi surrealista que prosiguió a la muerte de su padre, una presencia silenciosa y reconfortante a su lado, sin hacer preguntas ni juicios.
Kohaku era algo increíble. Rin casi deseaba que estuviera aquí esta noche. Bueno, quizás podría extrañar a Kohaku. Quizás. Pero sabía que todos armarían un mayor escándalo, abordándolos sobre su relación, y probablemente la madre de Sango estaría incluso más al pendiente de ella, platicando sobre lo que harían cuando ella y Kohaku se casaran y le dieran nietos. Precisamente por eso vino a esconderse aquí. La mujer siempre parecía haber tenido cierta debilidad por ella desde que se conocían, pero ahora Rin realmente quería algo de paz.
No estaban oficialmente juntos aún –Kohaku no la estaba apresurando, en consideración a la muerte de su tío–, pero definitivamente extrañaba la coquetería sin complicaciones, y la sensación de seguridad que la presencia de Kohaku le daba.
Rin se preguntaba si así era como la gente empezaba a enamorarse. Esperaba que lo fuera. Kohaku era un hombre en el que podría confiar para que no le rompiera el corazón.
Era agradable, confiado, y refrescantemente directo y honesto.
Antes de irse en un viaje de negocios a Inglaterra, la había mirado a los ojos y le había dicho que esperaba una respuesta positiva de Rin cuando volviera. Era algo arrogante, pero encantadoramente honesto de su parte.
Kohaku no jugaba Juegos Mentales. Rin adoraba eso de él.
Detrás de ella, una rama se quebró.
Rin se tensó, la piel de gallina corriendo por su columna vertebral mientras que la llenó un peculiar estado de alerta.
Contuvo la respiración, su corazón golpeando contra las costillas. Tum-tum, Tum-tum, Tum-tum.
Era una estupidez. No había nadie detrás de ella. Estaba de vuelta en Japón. Estaba de vuelta en casa. Él no podía estar allí.
Una mano grande y suave se envolvió en su cuello.
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Rin. No era posible. Estaba imaginándose cosas. Esto no podía estar pasando.
Tragando, volteó la cabeza lentamente.
Helados ojos dorados se encontraron con los suyos, y Rin no podía respirar, ahogándose en sus profundidades frías, sintiéndose como un conejo atrapado en la trampa de un cazador.
Podría gritar. Sango y Miroku la oirían fácilmente si lo hacía.
-¿Me extrañaste, cachorra? –Dijo una voz engañosamente suave.
Rin se lanzó hacia adelante y selló sus labios juntos.
Las manos de Sesshomaru se aferraron a su cara. Sus labios calientes quemándola, su lengua invadiendo la boca de Rin con una intensidad decidida, mientras el cabello largo y suave dejaba cosquillas en las mejillas rojas de Rin.
Kami, se sentía a ahogarse, como si estuviera a punto de estallar, y lo único que la mantenía unida eran la boca y las manos de Sesshomaru.
Gemiditos rotos escaparon de los temblorosos y hambrientos labios de Rin, necesitaba esto, lo necesitaba tanto, con sus brazos enroscados al cuello de Sesshomaru, su cuerpo tensándose, como una flor buscando alcanzar el sol.
Las grandes manos de Sesshomaru se deslizaron, descendiendo por la espalda de Rin antes de apretar sus glúteos y levantarla. Gimiendo contra la boca de Sesshomaru, Rin envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Sesshomaru y dejó que la cargara, hacia algún sitio.
Al menos creyó que se estaban moviendo, pero era difícil pensar. Pensar era jodidamente imposible, cuando todo su cuerpo se estremecía por el deseo carnal y emocional.
Solo podía aferrarse a Sesshomaru, moviendo sus habidas manos por la ancha espalda de Sesshomaru, tocando los músculos firmes debajo de la camisa, y Kami, su boca sabía tan bien, olía tan bien, terroso y masculino.
De repente, Sesshomaru se separó y hundió su cara hacia abajo y apretó la nariz contra el cuello de Rin. Kami.
Rin tomo una profunda respiración que hizo poco por calmar el estremecimiento necesitado que sacudía su cuerpo.
Ellos no podían.
Ella no lo haría.
Se había acabado.
No debía dejar que suceda.
Pero Sesshomaru estaba acariciando su cuello, su aliento caliente haciendo que su piel hormigueara, y Rin no podía alejarse, no tenía la fuerza. Rin cerró los ojos y casi gimió ante el sentimiento del cuerpo caliente y firme de Sesshomaru contra el suyo y el aroma familiar en su nariz. Se sentía como si estuviera drogada de Sesshomaru, su cabeza algo mareada, y Rin apretó sus brazos, incapaz de obtener suficiente.
Sus costillas dolían y apenas podía respirar debido al mortal agarre a su alrededor, pero no le importaba.
-Cachorra. –Sesshomaru empezó a arrastrar besos calientes por su cuello. Rin hizo un pequeño ruido, un gritito lo suficientemente necesitado como para ser embarazoso si la vergüenza no pareciera tan lejana, en algún lugar al otro lado del zumbido de su sangre y la firmeza del cuerpo de Sesshomaru contra el suyo.
Ella lo necesitaba. Necesitaba sentirlo. Lo ansiaba. Ahora.
Como en un sueño, se sintió caer de rodillas allí mismo, en medio del bosque, y acarició la erección de Sesshomaru a través de sus pantalones de vestir con avidez. Miró hacia arriba.
La mano de Sesshomaru se enterraba en su cabello y empujaba la cara de Rin contra el bulto bajo sus pantalones. –Adelante. –Dijo, con una voz ronca y sus dorados ojos fijos en ella.
Rin tragó, agarró el cinturón de cuero para desabrocharlo y luego siguió con el botón negro. Sus dedos temblaban.
Después de que la pequeña tanteara durante unos segundos la cremallera, Sesshomaru gruñó y lo bajó por sí mismo, jalando sus pantalones y su ropa interior hasta la mitad de sus muslos.
Rin se quedó mirando a los fuertes muslos de Sesshomaru y su largo y grande miembro, y sintió hacérsele agua a la boca.
Se inclinó, acariciando con la punta de su dedo índice la punta de la ingle y suspiró, el olor de Sesshomaru era tan espeso aquí, tan bueno, y Rin gimió un poco, apretando y acariciando los muslos de Sesshomaru con los dedos.
Empujó ligeramente los muslos de Sesshomaru para separarlos más, necesitada y hambrienta mientras seguía intoxicada por el olor en las bolas del hombre, y metió una a la boca, desesperada. Kami, echaba de menos esto.
-Cachorra, joder.
La mente de Rin estaba tan brumosa con el deseo que la voz de Sesshomaru le sonaba muy lejana, no parecía real. Necesitó de los dedos de Sesshomaru en su pelo, arrastrando su cabeza hacia atrás, para traerla de regreso.
Rin parpadeó y soltó un pequeño quejido, necesitando... Necesitando...
Sesshomaru la miró desde su altura con la cara echa una máscara de piedra, y Rin le devolvió la mirada hambrienta antes de que Sesshomaru maldijera en ruso, tomara su pene con un agarre firme y lo empujara en la boca de Rin.
¡Kami-sama!
Rin amó la forma en que llenó su boca, amó la forma en que los dedos de Sesshomaru acunaron su cráneo, firme y enérgicamente.
Cerró los ojos y succionó con lujuria, otra oleada de sabores y sensaciones familiares.
Había pasado tanto tiempo.
Ella sonrió y chupó saboreando el gusto del presemen de Sesshomaru, como si su mundo se redujera a la polla en su boca.
Sesshomaru gruñó, sus dedos flexionándose en el cabello de Rin. Rin chupó la polla más duro, tomándola mas profundamente, follando su boca más y más atrás. Sintió algo resbalando por su pierna, y se dio cuenta de que su coño estaba tan húmedo que estaba goteando, dolía y pulsaba por atención. No era suficiente. Quería más. Quería algo diferente.
Rin deslizó sus manos hacia atrás, bajo el firme y musculoso trasero de Sesshomaru, sintiendo la tensión en su cuerpo. Rin lo empujó y Sesshomaru casi pierde el equilibrio, su polla empujando más profundamente.
Rin no pudo respirar por un momento, pero el sonido que salió de la garganta de Sesshomaru, dolorido y totalmente desesperado, y solo lo suficientemente alto, valió cada punzada en su mandíbula, valió el suave mareo por respirar solo a través de su nariz, rápido y áspero. Pero un momento después, demasiado pronto, Sesshomaru se recuperó, su peso empujando hacia atrás, alejándola... ¡No!
Rin abrió la boca un poco más, levantó suplicante la vista, para encontrarse con los ojos vidriosos de Sesshomaru.
-"Por favor, por favor, no. Jodeme".
Sesshomaru inhaló bruscamente. –No puedo controlarme, cachorra. –Dijo Sesshomaru, entre dientes, como si lo que estuviera diciendo fuera lo más difícil que hiciera en su vida. –Ahora no. Voy a hacerte daño, maldita sea.
-"Entonces hazme daño".
Mirándolo a los ojos, Rin tiró de las caderas de Sesshomaru nuevamente, haciendo que Sesshomaru empujara entre sus labios, obligándolo a que lo hiciera de nuevo, más fuerte, más duro, hasta que el albino finalmente cedió y empezó a mover las caderas, sosteniendo la cabeza de Rin en su sitio y jodió su boca, duro y cruel.
Rin gimió alrededor de su miembro, disfrutando de la forma en que la usaba, la forma en que se sentía, casi no podía respirar, un estremecimiento recorriéndola a través de su cuerpo y haciendo que su ropa interior estuviera incómodamente húmeda.
Ella necesitaba esto, ser usada como una cosa, por él. Como su cosa.
Ahora las embestidas de Sesshomaru eran mucho más erráticas, pero eso solo lo hizo mucho mejor, el conocimiento de que ella era vulnerable, completamente indefensa, y completamente a merced de Sesshomaru, mientras la polla de Sesshomaru se enterraba en lo más profundo de su garganta.
Sesshomaru podría ahogarla, él podría hacerle cualquier cosa. Él no lo haría, pero podía, y eso hizo temblar a Rin.
Rin podía sentir que Sesshomaru estaba cerca, podía sentirlo por el vacilante, frenético ritmo de Sesshomaru. Ella ya estaba lista para tomarlo cuando el peli plateado comenzó a follar su boca más duro, sus embestidas volviéndose descontroladas, la garganta de Rin forzada a abrirse más para acomodar la pujante polla siendo empujada dentro y fuera de ella.
Sesshomaru agarró el cabello de Rin más duro y embistió su polla por completo en su garganta. Él gimió, sonando casi dolorido, y se vino en la boca de Rin.
Rin tragó su corrida con avidez, hambrienta, hambrienta de ella. ¡Kami!
Con un suave suspiro, Rin dejó que la suave polla de Sesshomaru se deslizara fuera lentamente. Una mano acaricio su mejilla, y Rin se froto contra ella como un cachorrito, su piel tersa e hipersensible.
-Buena niña. –Sesshomaru susurró con voz ronca.
Rin ronroneó con aprobación mientras sentía esas manos posesivas recorriendo su mejilla, nada que ver con el toque gentil y suave de Kohaku... ¡Joder, Kohaku!
Los ojos de Rin se abrieron de golpe cuando la realidad se estrelló contra ella. Ella simplemente acababa de hacerle una mamada a su antiguo secuestrador, en el medio del bosque, como una... Alguna pequeña puta, en medio de la noche.
Si alguien la había visto, si alguien sabía, si Sango o Kohaku sabían... Una culpa enfermiza le retorció el estomago, y Rin se puso de pie, sonrojada y todavía hipersensible.
-Yo... Esto... Yo no... Yo no debí-
Sesshomaru la empujó contra el tronco del árbol, inmovilizándola fácilmente con solo sus caderas. Rin reprimió un gemido cuando sintió el miembro nuevamente erecto presionándose contra su vientre.
-¿Por qué no? –Dijo Sesshomaru, atrapando con los brazos la cabeza de Rin, sus dorados ojos clavándose en los suyos.
Rin se relamió los hinchados e hipersensibles labios, rodeando el cuello del peli plateado con sus delgados brazos, se sintió mareada por la cercanía de Sesshomaru. Pensar y hablar le resultaba un desafío cuando lo único que deseaba era la boca de Sesshomaru devuelta sobre la suya. Su piel desnuda contra la suya.
-¿Qué estás haciendo aquí? –Rin susurró con la voz entrecortada, intentando obligarse a luchar por su libertad, pero todo su estúpido cuerpo se negaba a cooperar. -¿Me está acosando? Eso es bastante espeluznante, incluso para usted.
-Estoy en Japón por negocios. –Dijo Sesshomaru, torciendo los labios. –Tengo mejores cosas que hacer que acosarte, cachorra.
Una oleada de humillación la recorrió, antes de que pudiera entender que esa no era realmente una respuesta.
-Entonces, ¿Qué está haciendo usted aquí? –Dijo parpadeando de manera encantadora y falsamente confundida (muchos hombres caían fácilmente cuando hacia eso). –Esta ni siquiera es mi casa.
Por un momento, Sesshomaru no respondió.
-No le dijiste a nadie que yo fui quien te secuestró. Quería preguntarte el porqué. Por eso estoy aquí.
Oh.
Intentando ignorar la aplastante decepción en su vientre, Rin obligó a sus manos a soltar el cuello de Sesshomaru. Escucho la cremallera subir, por lo que era casi un alivio porque de otro modo ella no podría pensar con claridad Aunque todavía estaba atrapada en los brazos del demonio, tomó una respiración profunda.
-¿Fue usted?
-¿Qué?
-¿Fue usted quien mató a mi tío?
Algo cambió en la expresión de Sesshomaru.
-No. –Dijo, mirándola a los ojos.
Rin exhaló. La culpa que había estado cargando por un mes, finalmente cedía.
Podría no haber amado a Naraku, podría haberlo conocido mínimamente mientras crecía, pero aun así, Onigumo Naraku era su única familia.
La había estado matando el pensar que podría ser en parte responsable de la muerte del hombre que la había criado toda su vida, porque no le había contado a nadie sobre el rol de Sesshomaru en su secuestro. El alivio que sentía era tan grande que Rin se encontró sonriendo.
Sesshomaru maldijo antes de inclinarse y chupar la piel de la mejilla de Rin, donde estaba uno de sus hoyuelos. Continuó chupando. Le dejaría sin duda una marca.
-¡Deténgase! –Rin consiguió decir. –No estoy... No puede...
Sesshomaru respiró contra su mejilla, sus dedos enterrados en las caderas de la pequeña.
-¿Por qué no?
-Estoy... Estoy en una especie de relación. –Por algún motivo, sintió una punzada de culpabilidad. Estúpida. Era tan estúpida.
Todo su cuerpo protestaba cuando Sesshomaru se alejó. La iluminación de los faroles más cercanos no era suficiente como para permitirle distinguir la expresión de Sesshomaru.
-¿Una relación? –Dijo Sesshomaru.
Sintiéndose extrañamente incómoda, Rin asintió. Era una diminuta mentirita blanca, ¿Verdad?
Ella y Kohaku no estaban juntos, pero entendían que tentativamente lo estarían. Estaban saliendo. O algo así.
-Él es genial. –Dijo Rin. –Me gusta mucho. Por lo que no podría estar tonteando con usted incluso si usted no fuera... Bueno, usted. No soy desleal. Despreció el engaño.
Sesshomaru tuvo el atrevimiento de parecer divertido. –Veo que sigues siendo la tonta mocosa sentimental con la cabeza en las nubes.
Rin le clavó una mirada asesina.
Sesshomaru alisó las arrugas del entrecejo de Rin con su pulgar. -¿Esa mirada de cachorrito pateado debería ser intimidante? –Dijo, su tono burlón contradiciendo el hambre en su mirada. Era un contraste tan inquietante:
Sesshomaru le hablaba con tanta burla y aun así la miraba como si quisiera consumirla.
-No sabe cuánto lo detesto. –Dijo Rin.
Sesshomaru torció una comisura. -¿Por eso me estas acariciando, cachorra?
Rin bajó la mirada y se sonrojó, viendo traicionada a sus propias manos acariciando el pecho de Sesshomaru. Aparto sus manos y las puso detrás de su espalda.
-Es alguna estupidez del Síndrome de Estocolmo. –Dijo, parpadeando rápidamente cuando las lagrimas de rabia llenaron sus ojos. ¿Qué estaba mal con ella? Finalmente había conocido a un hombre increíble, alguien con quien podría construir una vida. ¿Por qué carajos tenía ganas de enterrar su cara en el pecho de Sesshomaru, aferrarse a él con sus 4 extremidades, y rogarle que la llevara lejos? –Mi tío está muerto. –Dijo Rin con firmeza. –Su amiga fue vengada. Usted ya no tiene motivos para jugar conmigo. –Encontró su mirada con la de Sesshomaru y susurró, su voz encrudecida con la honestidad. –Entonces, ¿Por qué hace esto? no puede ser tan cruel.
Sesshomaru se cruzó de brazos, viéndola hacia abajo con una mirada fría. –No estoy haciendo nada, cachorra. –Dijo en un tono muy suave. –No vine aquí para esto. Tú fuiste la que se me arrojó encima al momento de verme.
Alegrándose de que la oscuridad ocultara su sonrojo, Rin cruzó sus brazos sobre su busto.
-Es el Síndrome de Estocolmo. Voy a ver a un terapeuta y superarlo.
-No suenas muy convencida.
-Estoy segura de ello. –Dijo Rin, parándose en toda su estatura... Que no era mucho en comparación con él o cualquier otro hombre. –Si no estuviera enferma, nunca engañaría a Kohaku. Yo nunca he engañado a mis parejas.
-Engañar implica una relación con compromiso. –Dijo Sesshomaru. –Se te ocurrió que podrías no estar lo suficientemente comprometida con ese... "Ejemplo de perfección". –Se acerco a Rin de nuevo y se inclinó hasta que solo unos centímetros separaban sus rostros. Su aliento cepillando en la mejilla de Rin. –Quizás tu cuerpo sabe a quién le pertenece. Por eso chupaste mi polla. Porque sabes que le pertenece a tu boca.
Los parpados de Rin se volvieron pesados y su cuerpo se sentía débil.
Casi gimió de nuevo cuando sintió el aliento de Sesshomaru en su oreja mientras susurraba: -Pertenece dentro de ti.
-No. –Logró decir.
-Estas temblando, cachorra, y ni siquiera te estoy tocando.
Rin tragó duro, luchando contra la insensata urgencia de reclinarse en Sesshomaru.
-Estoy saliendo con Kohaku. Lo detesto a usted.
Los dientes de Sesshomaru rozaron su barbilla. -¿A quién le perteneces, cachorra?
Rin casi gimoteó.
-¿Te tocó? –Pregunto Sesshomaru. -¿Te folló?
Rin quería decirle que sí, solo para hacerlo callar.
-Mi tío murió. –Susurró. –El sexo era lo último que me pasaba por la cabeza.
-¿Ah sí? –Dijo Sesshomaru, besando la mejilla de Rin. Kami, sus labios, su cabello, su aroma. –Te recuerdo diferente. Siempre fuiste una pequeña putita. Siempre deseando que te jodieran. –Chupó en el cuello de Rin, sus dientes enterrándose en la carne.
-"Solo con usted". –Estuvo cerca de decir ella, reprimiendo otro gemido. -¿Por qué le importa? –Dijo en cambio, abriendo los parpados con algo de esfuerzo. -¿Por qué le importa lo que Kohaku hagamos o no en mi cama? Yo era un juguete para usted. Un peón. Pero ahora el juego terminó. El rey fue derribado. ¿Para qué necesita usted un peón?
Sesshomaru se apartó.
-Tienes razón. No lo hago. Ya no me eres útil.
Rin pegó una sonrisa en su cara. –Exactamente. Así que por favor, por favor, no me arruine esto. Tengo muchas esperanzas en mi relación con él. Él es bueno, es agradable, y es amable conmigo. Tenemos intereses en común. Me gusta mucho. –"Puede darme lo que usted no puede –ni quiere– darme, nunca".
Un musculo en la mandíbula de Sesshomaru palpitó.
-No estoy interesado en arruinar tu relación ideal. Pero antes de casarte con tu "Señor Perfecto", quizás deberías considerar revisar su casa en busca de animales callejeros.
Rin frunció el seño. -¿Qué?
-Eres demasiado confiada e idealista. –Dijo Sesshomaru mirándola con evidente disgusto. –Prueba vivir la vida asumiendo que todo el mundo es un cabron. Algunas personas solo lo esconden mejor que otras.
-Esa es una forma muy triste de vivir. –Dijo Rin suavemente.
Sesshomaru negó con la cabeza.
-No vengas llorando a buscarme cuando te lastimen.
Rin parpadeó, una sensación divertida asentándose en su estomago.
-No sabía que tenía esa alternativa.
Los labios de Sesshomaru se tensaron.
-No lo es. –Miró un instante a Rin antes de decir. –Adiós, cachorra. –Y se dio la vuelta.
Algo similar al pánico ahogó la garganta de Rin.
-Que no me diga cachorra. –Se oyó decir.
Sesshomaru la volvió a mirar. Su mirada hizo sentir a Rin muy aburrida por su ropa elegante, segura y aburrida, y su cabello peinado en una coleta alta. No se veía para nada como la pequeña de pies descalzos y cabello suelto, vistiendo elegantes y extravagantes camisas que Sesshomaru estaba acostumbrado a ver.
-Adiós, cachorra. –Dijo Sesshomaru, su tono algo diferente, algo apretado, antes de perderse en la noche.
Rin se reclinó contra el tronco del árbol y cerró los ojos. Intentando tragar el grueso nudo de su garganta.
-Adiós. –Dijo con un sollozo.
