leer cosas de buzfeed es mi gusto culposo. no lo lamento.

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disfruten.


La entrevista y el video de ellos jugando sale algunos días después. Pieck no le presta mucha atención, lo que más le llama la atención son los artículos que salen después, a base de ese video.

Catorce razones por las que Fingerstein son un tesoro nacional.

Ugh, odia que los llamen así, pero abre el artículo de Buzzfeed igualmente.

Uno, son adorables. Eso es subjetivo.

Dos, son tal para cual. ¿De verdad ese es un argumento?

Tres, son relationship goals. Uh, bueno.

Todo el artículo es prácticamente así. Llega al final y lee los títulos de otros. Necesitamos saber la rutina de ejercicio de Pieck Finger. Diez marcas de famosos que te harán desear que sea la tuya. ¿Twitch encontró al Alma Gemela de Jean Kirschstein antes que él?

El último es de hace tres meses, pero tentador.

El viernes pasado, en un vivo, jugando y charlando con sus seguidores, Jean Kirschstein reveló su marca de Alma Gemela.

Esto sucedió luego de que varios de sus seguidores le pidieran que la mostrara. El gamer profesional de diecinueve años mostró la marca, una estrella de cinco puntas dispareja.

Los seguidores no tardaron mucho en unir los puntos y descubrir que la deportista olímpica de veintitrés años, ganadora de medalla de oro en las olimpiadas anteriores, Pieck Finger, tenía exactamente la misma marca.

La prensa, los seguidores de ambos y, prácticamente, todo el mundo están a la espera de que hagan una declaración oficial sobre la situación.

Ese es todo el artículo. Algunas cosas cambiaron en estos meses, ya no siente la ira aplastante que sintió cuando se enteró.

Tal vez solo un poquito.


Como están de moda, son invitados a todos lados. Como por ejemplo, a la premier de una película.

Al llegar, tienen que atravesar un camino rodeado de reporteros hasta la puerta del cine. Van tomados de la mano, dándose apoyo mutuo porque a ninguno le agrada los reporteros.

—¿Por qué siempre tienes las manos heladas? —pregunta Jean, sin perder la sonrisa—, pareces muerta.

—Muerta de ganas por soltarte —responde.

Un rato después, ya están sentados en sus asientos del cine. No está seguro de qué tipo de película es, pero el cartel se veía interesante. Pasan algunos trailers y siente a Pieck bostezar.

—¿Aburrida?

—Cansada, más bien —toma de los pochoclos que él tiene en la falda—. Te recuerdo que me levanto temprano todos los días.

—No te quedes dormida, no te dejarán olvidarlo por el resto de tu carrera.

—Despiértame si ronco —dice, reclinando su cabeza en el asiento.

—Ven aquí —dice Jean y ella abre un ojo—, es más disimulado así.

Pieck lo mira con recelo por un momento, pero termina apoyando su cabeza en el hombro de él. Se acomoda más y hasta termina abrazando su brazo.

—Gracias —murmura.

—No es nada.


Para desgracia de Pieck, después de la película los invitan a una cena que parece más bien una fiesta. Bueno, si no puede dormir, al menos puede beber.

—¿No eres menor? —pregunta ella, recibiendo una copa de champagne en la entrada.

—Uh, ¿no? — miente él y se baja la copa antes de que ella pueda confiscarla.

—Tienes diecinueve.

—Soy mayor en muchos lugares —responde—, igual, ya he tomado alcohol antes.

—La cerveza no cuenta —se burla.

—Claro que sí —ríe Jean—. Es más, de seguro que puedo beber más que tú.

La verdad es que no tiene tanta resistencia al alcohol, pero, vamos, de seguro que tiene más que ella. Tiene casi el doble de su tamaño.

Pieck da un sorbo de su bebida, sonriendo, y Jean alza una ceja.

—¿Y esa sonrisa?

—No está bien aprovecharse de alguien más chico —responde ella y él jadea indignado—, además, no quiero que hagas una escena.

Jean bufa—, difícil que haga una escena, es imposible que me emborrache antes que tú.

—No voy a apostar contigo —ella ríe apenas.

—Entonces, beberé más que tú, para que veas que sí te gano.

—No creo que puedas seguirme el ritmo.

Pieck ríe divertida. Es como ser retada por un niño de primaria y espera que Jean interprete eso de su risa.

La fiesta-cena-lo-que-sea es algo aburrida. Es de ese tipo de eventos que se utilizan para hacer contactos, pero ella no los necesita. ¿Tal vez Jean sí? Voltea a verlo. Está en la barra, pidiendo una bebida de verdad para los dos y, mientras espera, charla con algunas personas. Parecen de su edad y, por la familiaridad, también amigos suyos.

Desvía su mirada cuando él se gira para regresar.

—Adivina qué —dice él, sentándose y dejando el vaso delante de ella. Pieck le da un sorbo y lo mira. Se ve inusualmente animado—. Vamos, tienes que adivinar.

—Descubriste una forma para que nos vayamos ya mismo a casa —responde antes de llevar su vaso a la boca.

—No —ríe y después la mira—, ah, ¿quieres irte? Recién llegamos.

—¿Qué hiciste?

—¡Nos conseguí una suscripción al gimnasio! —responde alegre. Pieck lo mira, todavía esperando las noticias—. Uh, gratis.

—Jean —no pierdas la paciencia, no pierdas la paciencia—, ya voy al gimnasio.

—Ah, ¿pero es gratis?

—Y tú tienes un gimnasio en casa, ¿recuerdas? Esas máquinas que te regalaron hace un mes y que siguen juntando polvo.

—Ah, ¿pero es gratis? —repite. Pieck vuelve a beber, tragos largos esta vez—. Okay, es algo bueno y también es publicidad. Es casi como si nos pagaran por ir. Vamos, alégrate.

Le pone una mano en el hombro y la sacude apenas. Ella lo mira entornando los ojos y se termina lo que queda en su vaso.

—Más te vale que vayas también —dice y le acerca su vaso vacío para que le traiga más.

—¿Ya te lo bajaste? Yo apenas dí dos sorbos —la mira con asombro.

Ella sonríe apenas como sí, Jean, ya lo bebí, tráeme otro, pero él suspira.

—No te cargaré al auto.

—De seguro que no puedes —devuelve. Apoya su mentón en su mano—, pasas todo el día sentado en la computadora, me sorprende hasta que seas alto.

Trabajo en la computadora.

—Claro que sí, cariño.

Acerca su mano hacia el vaso de Jean y él sujeta su mano.

—¿Qué crees que haces, cariño?

—Te estoy ayudando —acerca su otra mano y él también la sujeta—, como veo que te está costando…

—No me cuesta, estoy disfrutándolo —miente. La verdad es que es un poco fuerte para él.

—No te voy a juzgar si prefieres beber juguito.

Jean no recuerda si hay algo que le moleste más que la actitud burlona y condescendiente de Pieck. Aunque se esfuerce, no encuentra nada peor.

Él sonríe, una sonrisa sarcástica hecha solo y para ella, y trata de beber todo el vaso de una.

No lo logra.

—D-Delicioso —dice Jean, asegurándose de que el trago no vuelva a subir. Se toma unos momentos para recuperarse antes de terminar con lo que queda.

—No bebas así, te hará mal.

—Vete a la mierda —canturrea. Respira profundo y da otro trago.

Pieck niega apenas y saca su celular.


Una hora después, Jean ya se cansó de tomar, además de que está un poco bastante mareado. Pieck se ve bastante fresca, aunque tampoco sabe cómo se ve borracha.

—¿Ya te rendiste? —pregunta ella. Está tomando algo verdoso con un sorbete.

—Claro que no.

—Estás todo rojo —ríe Pieck. Tiene calor, por eso está rojo—, y no hace tanto calor como para que estés así.

—No seas sabelotodo —se burla Jean y frunce la nariz, a la vez que se inclina en la mesa—, no es encantador.

Pieck va a responder, pero alguien se acerca. Es el muchacho que, ella sospecha, invitó a Jean al gimnasio. Se sienta frente a ellos en la mesa redonda. Tiene anteojos de sol, pero se le nota la expresión seria. De repente, golpea la mesa con las palmas y los otros dos saltan.

—Los amo, ¿saben? —También está ebrio, al parecer—. Pero los amaría más, si fueran a bailar.

—Nadie está bailando —señala Pieck, pero Jean nota que no pierde el interés. Debe tener ganas de ir. O está aburrida.

—Pero todos quieren, así que, alguien tiene que inaugurar la pista de baile, así que... —responde el muchacho sonriendo—, así que, si no les importa…

Jean se gira a Pieck, tratando de decirle que no con la mirada. Nadie que dice así que tres veces en una oración le inspira confianza.

—Suena bien —responde ella. Saca el sorbete y bebe el vaso completo—. ¿Vamos, Jean?

Él gime para demostrar su inconformidad, pero se deja arrastrar por Pieck, que sujeta su mano.

Cuando llegan al centro del salón, Pieck se da cuenta de que no lo pensó bien, mayormente porque no le gusta bailar. Se había dejado llevar por la idea de no dormirse sentada ahí.

La música es suave, movida, pero a volumen moderado. No sabe cómo bailar eso, tampoco.

—No lo pensaste bien, ¿verdad? —se burla Jean y ella levanta la vista a él. Tal vez se toma un segundo más del necesario en dejar de mirarlo.

—Me estaba durmiendo allá, además, me caen mal los ebrios —responde irritada, aunque no tenga razón de estarlo.

Es por Jean, piensa, él me irrita.

Él sujeta su otra mano y Pieck la siente ardiente, aunque tal vez sea porque la de ella está helada. Jean estira los brazos y después tira de ella. Pasos comunes, los típicos de cuando no sabes bailar.

Pero no es… ¿malo? La lleva de un lado al otro, la hace girar y la inclina para atrás. Es divertido. Se ríe y evita mirar a los presentes o a los que están sacando fotos. Solo tiene sus ojos sobre Jean.

Y Jean tiene sus ojos sobre ella. Y no es tan malo.

Cuando se detienen, otras parejas se unieron para bailar. La música cambia a una más lenta y Jean vuelve a tirar de ella, pero esta vez la recibe contra su pecho. Su mano sigue atrapada en la de él y la otra mano de Jean está en la mitad de su espalda, haciéndole cosquillas cuando sus dedos rozan la abertura del vestido que lleva.

Debería mantenerse en personaje y no dejarse llevar, pero tiene sueño, está cansada, el alcohol era muy dulce y Jean lo es aún más. ¿Cuál es su personaje, igualmente? ¿Qué es lo que debe o no debe hacer?

Pero lo que en realidad debería preguntarse es cuándo va a abandonar el personaje y aceptar que lo que pasa es real. Que por más que lo haya odiado al principio, ya no encuentra razón de odiar la situación, mucho menos a Jean.

Él acaricia el dorso de su mano con el pulgar y después la lleva a su boca. Pieck lo mira, Jean sonríe mientras la besa y la sostiene firme contra su pecho.

—Soy todo un romántico, ¿verdad?

No puede evitar reír porque sí, esto es verdaderamente dulce.

Ella tiene su mano sobre su hombro y hace un poco de fuerza con la idea de llegar a su boca, pero sería imposible, así que espera que él se dé cuenta y se acerque.

—¿Qué? —murmura Jean, en una voz profunda y suave, que resulta una caricia para sus oídos.

—Bésame —responde Pieck.

Jean podría preguntar porqué, para qué, decir que no, pero.

Pero no quiere cuestionarlo.

¿Y por qué no?

Se acerca, se inclina hasta ella y le parece que está tan alejada, cuando en realidad, Pieck siempre estuvo a esa distancia e, incluso, más lejos.

Es la primera vez que la tiene al alcance de la mano y eso no es tan sorpresivo como el hecho de que se sienta tan bien, tan correcto, y eso es una contradicción, porque sus labios se sienten incorrectos, porque una persona no debería tener una boca tan suave o dulce o afilada cuando habla o cruel, cuando quiere serlo. Es tantas cosas, pero a la vez no es más que otra chica, encontrando algo que no sabía que quería o necesitaba o añoraba.

Ah.

¿Sentirá ella también decepción porque no lo volverán a hacer?


Están en el asiento trasero de un taxi, al fin regresando a casa. Son como las cuatro de la mañana y hace mucho frío. Por eso siguen de la mano y Jean está sentado tan pegado a Pieck. Solo por eso.

No dicen nada en todo el viaje, tampoco cuando bajan o llegan al departamento.

La primera en hablar es Pieck, para pedirle que le desabroche el botón de arriba de todo del vestido.

—No puedo levantar los brazos con esto —ríe apenas después de bostezar.

Jean lo desabrocha despacio, con cuidado de no rozar su piel, pero es casi imposible. Le queda ajustado y cuando el vestido se suelta, le queda una marca en el lugar por el botón. Acaricia la marca con su pulgar apenas y Pieck suspira. La tela se desliza por los hombros de ella y Jean los acaricia apenas con los dedos. Es tentador besarla otra vez y no encuentra razón para no hacerlo, aunque, siendo justos, no se está esforzando tanto.

Por eso, porque quiere, puede y siente que ella ya le dio el pie esa noche, acerca su boca hacia la piel tersa y pálida, acaricia la base de su cuello con sus labios.

—Jean... —Pieck suspira. Él la suelta y mira su nuca, esperando a que se dé vuelta, pero Pieck no lo hace. Sujeta su vestido con fuerza, porque se le está cayendo—. Hasta mañana.

Él no responde, el estupor y decepción son demasiado para procesar. Vuelve en sí cuando ella cierra la puerta de su habitación.

Sus ojos están perdidos y lo único que pasa por su cabeza es la recapitulación de Pieck, besándola, acariciándola, pensando en que le gustaría volver a hacer todo eso.

Y más.


gracias por leer! SÍGANME EN TWITTER arroba 1000i_g ahora estoy subiendo un eremika por pedacitos y cuando termine, voy a subir un borrador de jearmin que nunca terminé jaja si les gustaría leerlo, SÍGANME EN TWITTER.