Disclaimer: Shaman King y sus personajes no me pertenecen. Son del gran Hiroyuki Takei. Tampoco son mías las marcas que se mencionan aquí. Sólo la trama de este one-shot es de mi autoría.
Tags: Mankin Weeks, #YOHAOWEEK21, Family, Friendship, Family Fluff.
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Growing up together
Una joven pareja veía tiernamente a sus adorables y pequeños bebés. Ellos le devolvían la mirada, un poco confundidos. No parecían entender lo que estaba pasando. ¿Por qué su madre estaba tan emocionada? ¿Y qué hacía su padre con ese objeto extraño en sus manos? Querían regresar a sus juegos. Estaban tan entretenidos con su gimnasio.
Al menos no les habían quitado sus chupetes. Podían distraerse con algo.
—Awwww —musitó su enternecida mamá—. ¿Acaso no se ven adorables, Miki?
Justo los había disfrazado como Tweedle Dee y Tweedle Dum, los gemelos de Alicia en el país de las maravillas.
—Lo son, claro que sí. Pero no sé si a ellos les agradará saber que los vestías igual cuando eran bebés —rio levemente—. Además, a veces es muy difícil diferenciarlos. ¡Son idénticos!
—Pues eres un mal padre. Yo sí puedo distinguirlos —presumió ella, tomando a uno de los bebés entre sus brazos—. ¡Mira, este es Hao!
Notó la mirada curiosa de su hijo sobre ella. Tomó uno de los mechones de su mami y empezó a jugar con él, como si fuera lo más divertido del mundo.
— …Bueno, tal vez esté equivocada —suspiró, escuchando la risa de su esposo.
Yoh era el único que solía jugar con su cabello.
Tomaron un par de fotos y los colocaron en su corral, mientras ellos arreglaban el pequeño caos que habían dejado en el piso. Había juguetes por doquier, así como también restos de comida y libros de cuentos. Estaban tan absortos en sus juegos que Hao no notó que su chupete se había caído hace un rato. Cuando por fin se dio cuenta de ello, hizo un berrinche para que sus padres se lo devolvieran, mas estaban demasiado ocupados limpiando el desastre. No tuvo más remedio que arrebatarle a su hermano el suyo, para usarlo él; logrando que el menor comenzara a llorar fuertemente.
El mismo pensamiento cruzó por la mente de aquellos padres primerizos: si no era fácil cuidar un bebé, mucho menos lo era cuidar dos.
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—¿Estás llorando, Keiko?
—¡Claro que no!
Sus hijos ahora tenían cuatro añitos. Seguían luciendo igual de preciosos que cuando estaban más chicos. No quería admitirlo, porque Mikihisa no dejaría de burlarse por los próximos días. Sin embargo, no podía evitarlo al verlos con su uniforme escolar. Sí, ese temible momento por fin había llegado: su primer día en la escuela.
No quería separarse de ellos. Deseaba que estuvieran juntos todo el tiempo, por lo que consideró buscarles un profesor privado para que estudiaran desde casa. Estuvo averiguando durante un tiempo, no obstante, su cónyuge rechazó la idea. Él insistía en que era mejor que asistieran al jardín de niños. Ahí aprenderían a socializar y desarrollarían otras habilidades que no adquirirían si se quedaban en su hogar. Keiko se molestó con él por unos días, aunque en el fondo sabía que tenía razón. Sólo le dolía dejarlos ir… sentía como si se los estuvieran quitando. Era una sensación horrible que no le deseaba ni a su peor enemiga.
Se agachó un poco, hasta quedar a la altura de sus niños. Les pasó sus mochilitas, ya que pronto empezarían sus clases.
—Todo lo que necesitan está ahí adentro. Recuerden que tienen que obedecerle a su maestra y hacer todo lo que ella les pida —le dio un besito en la frente a cada uno—. Pórtense bien.
—Sí, mami —hablaron al unísono, sonriendo con dulzura.
La mujer pensó que su corazón no podría con tanto. Se veían tan decididos en disfrutar ese primer día de escuela… mientras que ella no soportaba tenerlos lejos. Forzó una sonrisa para no preocuparlos. Si ellos eran felices, también tendría que serlo.
—Vendré por ustedes a la hora de la salida. ¡Diviértanse!
Ambos se despidieron, moviendo su manita. Keiko les devolvió el gesto, observando cómo se adentraban al edificio y saludaban a la directora.
Dudaba poder concentrarse en su trabajo. Creía que no rendiría como normalmente lo hacía, pues estaría muy ansiosa. Deseaba que todo saliera bien y que regresaran sanos y salvos a casa.
Sintió que alguien pasaba un brazo por su cintura, para después robarle un cálido beso de manera fugaz.
—No te preocupes, estarán bien. Se tienen el uno al otro, así que no les pasará nada.
Sonrió levemente al escuchar eso. Miki tenía razón, tenía que confiar más en sus hombrecitos. Debía recordarse a sí misma que todo iría perfecto.
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—Ellos son Yoh y Hao Asakura, sus nuevos compañeros de clase. Tienen trece años y vienen de Izumo, Shimane. Espero que les den la bienvenida y sean amables con ellos.
Sus padres habían decidido mudarse a Tokio recientemente. Insistían en que tenían que crecer en un ambiente distinto, que les brindara más oportunidades para su crecimiento. Si bien Izumo era un lugar tranquilo, la educación en esa ciudad era muchísimo mejor; aunque tenían que lidiar con la tediosa tarea de empezar desde cero. Hao era un firme creyente en que "hacer amigos" no era una tarea tan fácil. Eso era algo que a Yoh se le daba bastante bien, mientras que él casi siempre era un desastre en ello. Cuando le preguntaban por sus amigos, no era capaz de mencionar ningún nombre, dado que la amistad que esos chicos le habían ofrecido no era verdadera.
—…Hao, puedes sentarte junto a Ren Tao.
No se había dado cuenta que estaba distraído en sus pensamientos. Parpadeó confundido, buscando con la mirada al joven que le estaba señalando su maestro.
Ese estudiante lo miraba con desafío. Su oscuro cabello estaba peinado de una forma muy curiosa, dándole la impresión de que podía usarlo para lastimar a alguien. Decidió que no se dejaría intimidar. Caminó hacia él, notando que la sonrisa sarcástica del chino comenzaba a ensancharse.
—Lo siento, el asiento está ocupado —señaló lo evidente, ya que su mochila ocupaba el puesto de Hao—. Necesito algo para poner mis cosas. ¿Por qué no te buscas otro lugar?
Si eso quería, le demostraría que podía jugar mejor que él. Tomó su mochila y la tiró al piso. Los demás voltearon a causa de ese ruido sordo. Incluso su hermanito, quien lo miraba con ligera preocupación. Se había sentado al lado de un muchacho de baja estatura y cabellos marrones. Por la cara que puso ese chico, no era buena idea provocar al Tao.
—No veo que el asiento tenga tu nombre —indicó Hao, devolviéndole la sonrisa. Se apresuró a sentarse en el pupitre vacío, ante las miradas atónitas de todos—. Y aunque así fuera, no me importa. No eres el dueño de esta escuela, ¿o sí?
No demostró que quería echarse a reír por la cara que el otro estaba poniendo. Seguramente no le había hecho gracia que dejara caer su mochila de marca con fuerza. Ren estuvo a punto de explotar, aunque se contuvo porque el profesor les llamó la atención a ambos. Los hizo callar, retomando su clase luego de esa reprimenda.
—Eres muy interesante, Asakura —admitió, como quien no quiere la cosa—. Está bien, has lo que quieras.
…Ok, eso fue extraño. ¿Acaso sería ese el inicio de una rara, pero agradable amistad? Pese a que era difícil saberlo a ciencia cierta, estaba seguro que sólo el tiempo lo diría.
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—¡Cuando esto acabe, nos reuniremos para celebrar!
Rodó los ojos. No entendía por qué seguían insistiendo con eso. Sabía que no sucedería tan pronto.
—¡Gracias por sus buenos deseos, chicos! —agradeció Yoh, saludándolos a través de la cámara web. Le dio un ligero codazo a su gemelo para que hiciera lo mismo. Obedeció a regañadientes.
No era que no les tuviera aprecio. Le fastidiaba estar encerrados en casa sin poder hacer nada. Maldita pandemia, pensó, suspirando con pesadez.
—¡Nos vemos para el cumpleaños de Lyserg!
Dicho esto, se despidieron de sus amigos. Este sería un cumpleaños… diferente. No estaban acostumbrados a permanecer en casa durante ese día. Sus progenitores solían organizar viajes a algún lugar bonito del país, o iban a almorzar o cenar a un restaurante que les gustara mucho. Pensaban que ese año no les prepararían nada; estaban equivocados. Sus padres los sorprendieron con un pastel de chocolate. Tenía una cubierta de chocolate blanco, y unos cuantos Hershey's y Reese's servían como decoración. Se veía muy delicioso.
—¡Feliz cumpleaños, chicos! —los felicitaron, con la cámara lista para inmortalizar el momento.
Matamune saltó sobre las piernas del gemelo mayor para que este lo acariciase. Era una imagen graciosa; puesto que parecía como si el gatito también quisiera salir en la foto. Los hermanos sonrieron, completamente felices. Podrían estar pasando por una situación complicada. Eso no significaba que no podían disfrutar su día especial junto a su familia. Al fin y al cabo, no todos los días cumplirían dieciocho años.
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¡Feliz cumpleaños atrasado a Yoh y Hao! n.n; No pude venir a tiempo, estuve ocupadita y se me presentaron algunos problemas x.x Lo siento, intenté no retrasarme. Lamentablemente pasó.
Como hice una leve mención al COVID… Amigos, si donde viven ya no hay cuarentena estricta, recuerden que eso no quiere decir que tienen que dejar de cuidarse. ¡No olviden usar la mascarilla/tapabocas/cubrebocas o como le llamen en sus países! Tomemos las debidas precauciones y cuidémonos todos. Les hago este amable recordatorio x)
Espero que les haya gustado este one-shot. Quería hacerlo sobre su cumple, pero también necesitaba escribir algo sobre ellos creciendo juntos ;; ¡Es mi debilidad!
Muchas gracias por leerme y por sus lindos comentarios :3 Si tienen alguna duda o comentario al respecto, no olviden que pueden hacérmelos llegar. Siempre los leo encantada.
¡Nos vemos! ^^
