No dudó dos veces en dar un brinco con su fuerza desmedida para elevarse por los aires, giró en el aire y aterrizó en medio de la pequeña plaza llena de puestos de mercados y gente. Caminó ansioso con una amplia sonrisa sin saber dónde detener su vista por más de dos segundos, pues quería verlo todo.
—¡No lo puedo creer! —dijo en medio de sus risas.
Imitaba las escenas que veía de los aldeanos: comprar pan, pescado, perseguir gallinas, conversar entre ellos, vender la mercancía, leer sentado en una banca. Todo era nuevo para él. Daba vueltas de carro preso de una alegría total. El ruido y las voces lo hacían sentirse eufórico. Todo iba bien hasta que observó a una mujer y un hombre tomando sus manos, cosa que le pareció normal, pero lo que pasó enseguida lo dejó confundido: él acercó el rostro a la mujer y tocó sus labios con los propios.
Sin saber cómo reaccionar, llevó su mano derecha hacia su boca para cubrirla, como ya era costumbre en él. Su mirada profunda no perdió de vista a la pareja tratando de entender.
Mientras tanto, Ichimatsu no perdió de vista en ningún momento al ángel. De vez en cuando jugaba una que otra travesura a los aldeanos, nada de importancia, solo los hacía tropezar o tiraba al piso lo que habían comprado. No lo podía evitar, le molestaba verlos tan tranquilos y radiantes de falsa felicidad, era estresante y juraba que, de poder morir, moriría ahora de envenenamiento azucarado.
Después de unos minutos se dio cuenta que el ángel se había detenido repentinamente después de hacer todo un escándalo. Lo miró con más detenimiento y no le tomó ni medio segundo darse cuenta de lo que llamó su atención. Mostró todos sus colmillos en una sonrisa y se acercó a él para molestarlo un poco más.
—¿Qué sucede? —preguntó en voz baja muy cerca de su oído—. ¿Nunca habías visto a dos personas besándose? ¿No lo hacen los ángeles?
Ya sabía la respuesta a eso.
—¡Los labios no se tocan! —Fue su respuesta inmediata a esa pregunta tan obvia.
El demonio enarcó una ceja al mirar el rostro medio oculto del ángel, pero no borró su sonrisa.
—¿Eso te lo dijo tu Dios? —Miró de nuevo a la pareja cuando se le ocurrió una nueva travesura—. Recuérdalo, te dije que había mejores cosas árboles y pasto. Esto es una de esas cosas, pero tampoco es lo mejor.
Sin que Jyushimatsu se diera cuenta, Ichimatsu movió sus alas con suavidad para hacer más fuerte el deseo en esa pareja y el beso se hizo más apasionado. Jyushimatsu palideció al ver la manera en que había cambiado la situación.
—¿Qué es eso? —Miró al demonio, aún preso del pánico—. ¿Eso lo has hecho tú?
Ichimatsu apenas podía contener su carcajada. La expresión del ángel era digna de recordar eternamente. Sabía que eran unos puritanos, pero no pensó que fueran tan inocentes para incomodarse de esa manera. O quizás solo era este ángel tan joven.
—Claro que lo he hecho. —Respondió finalmente—. Eso y más.
—Es… es… inimaginable.
El demonio lo observó de reojo. Saber que ni siquiera sabía lo que era un beso lo emocionaba de cierta manera. Quizás podía divertirse con él antes de comerse su alma.
—Se siente muy bien.
—¡No, no! —Aún desconcertado por lo que acababa de ver, el ángel emprendió el vuelo lejos de la aldea.
—¡Oye! —El demonio voló tras el ángel de inmediato.
Jyushimatsu aterrizó justo donde se encontraba un pequeño establo con una bonita y pequeña fuente de piedra, que traía agua de la nieve que se derretía de la montaña. Se sentó en el borde y suspiró. El demonio aterrizó a unos metros de él para mirarlo actuar.
—No tenía idea. —Murmuró al observar su reflejo en el agua—. Debería volver a casa ahora, los cuerpos no deberían tocarse. Ahora entiendo porque solo suben las almas.
Su cabeza daba vueltas, pero por más que lo pensaba no podía aclarar su mente. Subió la manga de su brazo derecho y metió su mano al agua. Observó un momento las yemas de sus dedos hasta que volvió a fijarse en su reflejo e instintivamente miró sus propios labios un par de segundos antes de tocarlos con las yemas húmedas. Agitó su cabeza y desvió su vista del reflejo.
—Debería ir a casa. —Repitió más confundido.
Ichimatsu decidió acercarse entonces al no pasar desapercibido la manera en que se tocó los labios. Podía percibir la curiosidad en él, aunque era un poco obvia. No dejaría que esa curiosidad se fuera hasta hacerle saber lo bien que se sentían "los cuerpos".
—Estás exagerando. —Le dijo cuando se sentó a su lado—. Si solo suben las almas es porque en el cielo son unos vírgenes, el cuerpo es lo que más se disfruta—. Se inclinó sobre la fuente para mirar su rostro todavía consternado—. ¿No tienes curiosidad? Puedo mostrarte más, si quieres.
Jyushimatsu no miró a Ichimatsu en ningún momento, pero escuchó todo lo que dijo.
—Yo… no sé si quiero… seguir aquí. —Miró de nuevo su reflejo—. Lo que vi… no sé si son las cosas buenas que dijiste. —Jugó con sus manos ocultas tras sus largas manos con los ojos cerrados—. De verdad quiero ir a casa, Ichimatsu.
Se puso en pie y lo miró firmemente.
—Muchas gracias por traerme a esta aldea, estoy muy feliz por eso, pero… quiero ver a mi padre.
Ichimatsu lo miró con seriedad unos segundos, cosa que puso más nervioso al ángel. Tenía que pensar en algo rápido, todavía no se sentía seguro de poder tentarlo para que le entregara su alma. Después de un rato, el demonio se puso en pie con un suspiro de fastidio.
—Un simple beso y ya quieren volver corriendo. Desperdicié contigo mi visita a la tierra. —Se encogió de hombros y llevó sus manos a su nuca para caminar dando la espalda al menor—. Qué lástima. Supongo que por eso no dejan que los ángeles jóvenes y cobardes bajen.
—¡Qué! —Eso hizo reaccionar a Jyushimatsu—. ¡¿Un ángel joven y cobarde, dices?! ¡S-soy valiente! ¡Siempre me lo dicen! ¡No quiero ir corriendo a ca…! —Calló al recordar lo que había dicho con anterioridad.
Se quedó callado, llevó una mano a su boca con una mirada profunda. Se dio cuenta que si estaba actuando como un verdadero cobarde. O tal vez no, su padre le dijo que no estaba mal tener miedo. Todo lo hacía dudar y pensar demasiado. No era bueno pensando.
Ichimatsu esperó impaciente a que se decidiera, aunque reía internamente porque se dio cuenta que estaba logrando convencerlo otra vez. Era mucho más fácil de lo que pensó.
—N-no soy un cobarde, no me iré todavía. —Asintió con la mirada fija, estaba dispuesto a ser valiente y no volver a huir—. Si hay más cosas quiero conocerlas todas. ¿Dices que los humanos hacen más cosas de humanos? ¡Quiero verlas todas! —Su curiosidad e ingenuidad nublaron su juicio—. Animales, casas, iglesias… todas esas cosas.
Ichimatsu volvió a pensar que hablaba demasiado. Pudo decirle simplemente que aceptaba ver lo demás. Pero por ahora estaba satisfecho con haberlo convencido. Le haría ver cosas insignificantes de nuevo, después pasarían a lo verdaderamente interesante.
—Bien, volveremos a la aldea, ahí están los placeres humanos, pero yo no puedo llevarte a una iglesia, son lugares prohibidos para nosotros, ya lo sabes.
Jyushimatsu sonrió extrañamente aliviado por un momento, pero asintió. Se dio cuenta que Ichimatsu comenzó a caminar rumbo a la aldea, así que lo siguió.
—Primero probaremos algo de comida.
—¡Si! —Exclamó en medio de una risa—. ¡Comida! —Brincó entusiasmado siguiendo al demonio—. Pero eso no es aburrido, Ichimatsu, ¡es emocionante!
Ichimatsu soló lo miró y decidió tragarse el par de palabras hirientes que tenía para él en ese momento solo por el simple hecho de emocionarse por comer cosas humanas.
Caminaron de regreso al pueblo, anduvieron entre la gente y se detuvieron frente a un pequeño puesto donde vendían todo tipo de fruta. Jyushimatsu observó con alegría la gran cantidad de colores y olores que ahí había y sintió que todo su interior se estremecía. Ichimatsu tomó una manzana y la puso en las manos del ángel.
—A los humanos les gusta. —Le dijo—. A mí me parece repugnante.
El ángel observó con sumo interés la manzana en sus manos. Primero la acercó a su rostro para olerla, pero no consiguió mucho, así que la rozó con sus labios unos segundos hasta que recordó lo que los aldeanos hicieron en la fuente, se sobresaltó un poco, pero se tranquilizó al concentrarse de nuevo en el fruto en sus manos, aunque no lo suficientemente rápido, pues Ichimatsu se percató de ello y dedujo rápidamente que seguía perturbado por aquel beso que vio y seguía rondando la cabeza del ángel.
Jyushimatsu decidió darle una mordida y masticó vacilante.
—Sabe… ¡Dulce! —Exclamó entusiasmado. Volvió a morder un poco más que la anterior, esta vez una mordida más grande y masticó con más seguridad, saboreando el bocado—. ¡Rico!
Ichimatsu observó al ángel, casi embelesado con sus acciones, tratando de leer entre líneas. A pesar de estar interactuando con objetos, las personas no podían escucharlos, verlos o darse cuenta de eso tampoco. Era parte de todo, sus mentes eran fácil de manipular.
—Sí, eso dicen todos ellos. —murmuró rodando los ojos, no le sorprendió que ese sabor le gustara. Tomó un par de moras y las observó—. Las moras son lo único que sabe bien entre toda esta fruta. —Acto seguido acercó las moras a los labios del ángel, tratando de que recordara de nuevo el beso al frotar las bayas contra estos—. Vamos, abre la boca.
La reacción fue la deseada. Después de una sorpresa inicial cuando las moras tocaron sus labios, Jyushimatsu ocultó sus labios dentro de su boca algo nervioso y alejó su cabeza unos milímetros. Esa acción lo asustó, pero miró atento lo que el demonio tenía en la mano.
—Ah, esas son…
—Son moras. —Contestó el demonio con una sonrisa amplia y las acercó más a él—. Saben mucho mejor que las manzanas, ¿no quieres probarlas? —Con su mano libre tomó una de las moras que ofrecía al ángel y las metió en su propia boca para saborearlas—. Estas me gustan.
Cada uno de sus movimientos fue observado y cada palabra escuchada con la misma atención. Un pequeño suspiro escapó de alivio escapó del ángel cuando Ichimatsu metió una de las moras a su boca.
—¿D-de verdad? Quiero probar.
—¿Pensabas que quería envenenarte? —preguntó al darse cuenta de su alivio.
—L-lo siento…. Si. —Confesó algo culpable.
El demonio volvió a mostrar sus dientes en una sonrisa torcida. No negaría que de tener la oportunidad lo haría, pero por ahora su misión era ganarse su confianza, al menos hasta que no se mostrara tan aprensivo con él. Volvió a acercar la mora a la boca del ángel y espero paciente a que la abriera.
El ángel abrió la boca para recibir la mora que le ofrecía, pero el demonio decidió acariciar intencionalmente los labios del ángel con la baya antes de dejarla caer en su boca. Jyushimatsu sintió escalofrío recorrer su espalda hasta llegar a sus piernas cuando sintió sus caricias inesperadas. Cuando abrió los ojos para cerrar la boca no pudo saborearla, pues observó como el demonio llevó sus propios dedos a su boca para saborear los restos de las moras en ellos. Aunque no sabía la verdadera naturaleza de lo que acababa de pasar, no pudo evitar sentir un ligero rubor en sus mejillas.
Ichimatsu se giró para elegir algo nuevo entre las frutas y fue cuando el ángel pudo reaccionar. Masticó y saboreó la baya, todavía pensando en lo que había pasado. No lograba imaginarse nada, solo aparecían más y más preguntas en su cabeza sobre lo que pasó con esos escalofríos y el calor en sus mejillas. Todo había sido tan rápido.
—No todo es fruta, suelen comer vegetales, leche de diferentes animales, carne. La carne es lo que tiene mejor sabor.
Fue cuando Jyushimatsu salió de su ensimismamiento.
—Uh, ¿carne? No quiero probar eso. —Apenas pronunció al terminar la mora.
Ichimatsu, que no había visto la especie de trance que había tenido antes por lo ocurrido con la mora, sabía que sus acciones lo estaban haciendo reaccionar como él quería. Tal vez era momento de dejar de probar comida humana. Era momento de pasar a los verdaderos placeres que le había prometido.
—Está bien, nada de carne. —Fingió pensar un poco mirando a todos lados, hasta que encontró lo que quería—. Tal vez puedas comer algo de pan humano, o podemos seguir viendo lo que hacen los humanos, ¿qué prefieres?
—Quiero… ¡ver qué hacen los niños! ¡Vi que perseguían gallinas y se veía divertido! —rio con ganas mostrando su enorme sonrisa despreocupada—. Eso me gustó, ¿qué otras cosas hacen los niños? ¿O sus madres? ¿Sus padres? ¡Quiero saber qué hacen todos ellos! ¡El pan puede esperar!
—Juegos de niños. —murmuró—. No me sorprende que eso te parezca entretenido, pero no es todo lo que hacen.
Ichimatsu observó a los niños que jugaban cerca de ellos y con un rápido movimiento de su cola hizo caer una de las patas que sostenían la mesa donde las canastas de frutas se encontraban. La mercancía cayó al suelo bajo el asombro de los hombres y mujeres que se encontraban ahí, y, a la vez, aquellos niños corrieron directamente a la fruta aprovechando el momento para tomar algo de mercancía gratis. Huyeron apenas pudieron tomar algo antes de ser atrapados por los adultos.
El ángel y el demonio observaron todo, uno satisfecho y el otro entristecido.
—¡No, no, no! ¿Qué están haciendo? —Sus ojos estaban abiertos como platos, ansioso y decepcionado.
—¿Lo ves? Los niños no solo saben jugar.
—¡Basta, por favor! ¡Robar es malo! ¡Es pecado! —La risa de los niños mientras huían solo aumento su decepción—. Pero qué horrible… niños malvados.
Cuando la escena terminó, Jyushimatsu apuntó con su dedo índice al demonio, molesto por lo que había hecho.
—¡No tenías que hacer eso! ¡Es tu culpa! ¡Solo tenías que decirme y yo te hubiera creí…—Interrumpió sus propias palabras, ¿creerle a un demonio? Su corazón le decía que la única decepción, justo ahora, era él mismo.
Fue divertido para el demonio ver su indignación y desesperación. Si actuaba así por el simple robo de frutas perpetrado por niños pequeños, sería mucho mejor cuando viera a los adultos cometiendo reales crímenes contra otros, robando, asesinando y violando. Eso sería más entretenido.
—No te dejes llevar solo porque los niños tienen caras inocentes, muchos son peores que los adultos. —Tomó una de las manzanas en el suelo.
Jyushimatsu miró al demonio con seriedad.
—Los humanos dicen que no debes juzgar a un libro por su cubierta. Tú, como ángel has actuado mal, ¿verdad? —Se acercó de nuevo a él y colocó la manzana en las manos de Jyushimatsu—. Y no pienses que por ser un demonio voy a actuar para perjudicarte.
Al ver que el ángel no dijo más el demonio sonrió. Lo había hecho dudar con sus palabras. Podía pasar a lo interesante.
—El mundo humano es muy diferente a lo que te habían dicho, seguramente. Hay muchos actos que parecen malos, pero son lo mejor que hay. Vamos.
Se dio la vuelta y caminó rumbo a las casas habitadas. Era momento de enseñarle lo que de verdad importaba.
Aún sin pronunciar nada, el ángel lo siguió. Miró las alas sin plumas en la espalda de Ichimatsu sin poder evitarlo. Ya las había visto las veces anteriores, justo antes de que le mostrara algo que lo impresionara, la aldea y la fruta, ahora no sabía qué, pero ver su espalda y la curiosidad por saber a dónde lo llevaba curaron su desánimo de hace un momento. Por lo menos un poco.
—Lo siento, Ichimatsu, creo que tienes razón. —Pensó por lo que le había dicho. Ya no debería dudar de él—. ¿A dónde vamos?
El demonio no se lo decía y jamás lo haría, pero cada vez que escuchaba su nombre siendo pronunciado por la voz del ángel sentía un escalofrío. Usaba un tono diferente al que escuchaba normalmente en el infierno.
—Querías ver más cosas de humanos, ¿no? —preguntó al verlo sobre su hombro—. Ya vimos lo aburrido, sigue lo divertido.
Llegaron a un conjunto de cabañas casi al borde del bosque y sin preocuparse abrió la puerta. Siguió su camino con el ángel a su espalda. Podía sentir lo que pasaba en la habitación del hijo mayor de las personas que vivían ahí, lo que pasaba casi a diario cuando se quedaba solo en casa.
