Capítulo III
"Mentimos mejor cuando nos mentimos a nosotros mismos"
25 de diciembre de 1971
Hay tantos gritos en la casa que agradece que vivan en una mansión, o los vecinos ya habrían, si nos los vecinos habrían llamado a los aurores. Narcissa intenta distraerse cepillándose el pelo y escribiendo una carta a Lucius, pero al final le tiembla tanto la mano que solo hay un borrón en el pergamino. A la media hora se atreve a salir a la escalera, quedándose en la parte alta para que no la vean.
Sus padres y Andromeda están en la entrada. Ella tiene la mejilla hinchada. Su padre le ha debido pegar una bofetada, pero eso no es lo más sorprende a Narcissa. Se imaginaba a Andy triste, conmocionada, avergonzada. Sus padres llevan media hora gritando sobre la deshonra y la traición. Ella ya estaría escondida bajo tierra si le hubiesen caído esas acusaciones. El rostro de su hermana no refleja nada de eso. Está estoica e impasible. Casi parece una estatua. Tiene la mirada dura y fría, que es lo que más miedo le da.
Narcissa está tan concentrada en la expresión de su hermana, que no se percata del silencio. Su madre le ha hecho una pregunta y Andromeda tampoco parece haberla oído, por lo que Druella la repite secamente:
—¿Volverás a verlo? Espero que sepas las consecuencias que esto te supone.
Andromeda mira a su padre, pero él solo pone la mano sobre su mujer. No hay compasión, cariño o pena en sus ojos. Ni se atreve realmente a mirarla. Eso solo parece enfurecerla más y, con un gesto de varita, hace aparecer su baúl. Andromeda se da la vuelta para marcharse. En ese momento, Narcissa se da cuenta de que está bajando las escaleras, y el ruido hace que se dé la vuelta.
Andromeda sigue teniendo los ojos fríos como el hielo, pero se suaviza ligeramente al ver a su hermana llorosa. Narcissa se lleva la mano inconscientemente al collar de Lucius y mira a sus padres. Quiere decirles que hagan algo. Que la detengan o se disculpen, pero no se atreve.
—Vamos a escribir a tu hermano para que borre el nombre del tapiz ahora mismo —sentencia su madre llevándose a su padre de la mano.
Andromeda no les dirige ni una mirada ante eso, aunque Narcissa nota que le tiembla la mano ligeramente. Sigue con la vista fija en Narcissa. Esta se da cuenta que espera a que le diga algo, y solo atina a decir:
—No nos abandones, Andy, por favor.
Andromeda suelta una carcajada sarcástica que muestra todo el dolor que está aguantando.
—Sois vosotros los que me estáis abandonando, Cissy, no yo —dice ácidamente. Narcissa quiere contestar, pero su hermana mayor levanta el dedo para poder continuar—. No me vengas con la importancia de la familia, la tradición o la sangre porque no son así las cosas, y lo peor es que lo sabes.
—No es cierto —contesta, temblándole la voz.
Andromeda abre la puerta y sonríe por última vez a su hermana. Es una mueca forzada. Ya no se puede aguantar las lágrimas cuando le habla antes de cerrar la puerta.
—La culpa es mía, por no tener la fortaleza de sacarnos a las dos. Perdóname, hermana.
Más tarde, Narcissa les dirá a sus padres que su hermana se disculpó antes de irse. Ellos interpretarán que al menos tuvo la decencia de sentir su traición. Ella no les corrigió el error. Durante mucho tiempo prefería creer esa mentira. Se pasó toda la noche agarrada al collar de Lucius, dando las gracias de al menos contar con él para no sentirse tan sola.
30 de agosto de 1972
Mí queridísima Cissy:
Recuerda romper esta carta en cuanto la recibas. Usé una lechuza corriente y sabemos que todavía no se atreven a incautar el correo, menos de familias como las nuestras, pero toda precaución es poca.
Siento no poder ir a despedirme de ti mañana en la estación de King Cross. Intentaré recogerte para las vacaciones. Ya sabes que mi madre insiste en que las disfrutes con nosotros. Estoy ocupado con mi nuevo "trabajo". Las relaciones con el Ministerio son cada vez más difíciles y hay que tomar medidas más contundentes. Trabajamos sin parar para hacer llegar nuestro mensaje a todos los magos, pero nos quieren eliminar, sobornar o tranquilizar con acuerdos y medidas insuficientes. Sin embargo, son cada vez más los brujos que nos escuchan y apoyan, aunque en secreto.
Me llena de orgullo anunciarte que Él me ha concedido ya varias audiencias y está muy contento con mis servicios. Estoy convencido de que podré unirme a su causa muy pronto. Son muy buenas noticias para nosotros. Esto nos elevará todavía más en la escalera de poder. Créeme, los que estén a su alrededor cuando consiga triunfar serán altamente recompensados.
Estoy deseando verte, mi amor. Te quiere,
Lucius Malfoy.
31 de diciembre de 1972
Narcissa y Lucius vuelven de una lujosa cena de Nochevieja en Grimmauld Place. Bueno, lujosa hasta que su hermana mayor casi se lía a maldiciones con su primo de doce años. Sirius puede ser un poco gamberro, pero ella tiene veinte años, por el amor de Merlín. Sus padres están sumamente orgullosos de su devoción por la pureza de la sangre, pero Narcissa debe admitir que por mucha razón que tenga parece que cada vez que la ve ha perdido un poco más el juicio. Rodolphus y ella parecían cada vez más paranoicos, desquiciados y consumidos.
A Lucius tampoco le cae muy bien su hermana. Dice que dentro de la organización está demasiado a favor de la violencia. Él y muchos otros abogan más por empezar con la táctica política y mediática antes de pasar a medidas más contundentes. Le gusta mucho que Lucius sea cada vez más importante y haga algo por la sociedad mágica, pero no puede seguir callándose las dudas.
—Entonces, ¿mañana será el día?
Lucius se está desvistiendo. Ya comparten habitación cada vez que va a la Mansión Malfoy, al ser los dos mayores de edad. Él siempre parece ansioso por ir a la habitación a verse a solas, pero esta vez se para un poco al oír la pregunta y, algo fastidiado, contesta:
—Sí, te lo dije. Por fin tomaré la marca y estaré a su lado cuando se tome el control.
—Pero, ¿qué pasará si no lo consigue?
Lucius se pone mortalmente serio y se aparta. La mira con algo que parece asco antes de suavizar el rostro.
—Eso no pasará —responde—. Además, es nuestro deber como sangrepuras luchar en esta guerra y vencer a los traidores a la magia. Venceremos. No hay otra alternativa.
Él reboza seguridad, igual que su hermana, sus padres y todos de las antiguas familias. Narcissa quiere tener la misma fe, pero aunque los mortífagos van cogiendo fuerza, todo es cada vez más oscuro y violento. Lucius piensa en la parte política, pero la que está triunfando es la parte violenta. El Profeta los califica de asesinos, torturadores y vándalos que están aterrorizando el mundo mágico y muggle. Hablan de Él como otro Gellert Grindelwald con menos apoyo internacional y poder. Ella no quiere ser pesimista o alarmista, pero ¿qué pasa si Dumbledore se enfrenta a Él y lo vence? Lo hizo con Gellert; podría volver a pasar.
Quiere expresar todas esas cosas, pero no quiere discutir con Lucius. Apenas lo vio en verano, y enseguida vuelve a Hogwarts. Aún así, teme que al dar su opinión haga que se termina cansando de ella. Y eso le da más miedo a Narcissa que la inminente guerra. Lleva con Lucius casi tres año. Se ha convertido en su roca, su refugio. Él es quien la consoló cuando su hermana se marchó, quién la protegía en Hogwarts y se preocupaba de ella. Lucius se ha convertido en su familia durante este tiempo, y la sola idea de verse sola le quita la respiración.
Así que, se traga esas ideas y le sonríe. Él, contento con haberlo solucionado, empieza a desvestirla y besarle en el cuello. Ella se abandona y, aunque continúa preocupada, se esfuerza en complacerle, dejarse hacer y sentir la felicidad que le embarga. Cuando terminan se quedan abrazados, Narcissa ya se ha olvidado de sus dudas.
25 de diciembre de 1973
—Estás guapísima , Cissy. —Bellatrix intenta ser amable, pero la sonrisa forzada no le sale muy bien. Ha insistido en ir con una túnica negra porque "hasta que no ganen la guerra no hay nada que celebrar". Narcissa la abraza porque de verdad que lo está intentando.
—Muchas gracias, Bella. Mamá se ha pasado veinte pueblos. Debe estar aquí media Inglaterra.
—Es el acontecimiento del siglo. Un Malfoy y un Black se unen en matrimonio. Vuestros hijos tendrán la sangre más pura hasta la fecha. Todos han de estar aquí para presenciar tal evento.
Narcissa siente cómo se le revuelven las tripas, aunque el comentario está hecho sin mala intención. Seguro que ella ni si quiera piensa en Andromeda. Bellatrix no ha vuelto a mencionarla. Narcissa intentó sacarle el tema esas navidades cuando fue a visitarla, pero ella le cortó sin ninguna emoción.
—Ella ya no es nuestra es hermana. Una traidora a la sangre no merece nada. Para mí está muerta.
No se atrevió a volverle a sacar el tema. Sabía que sus padres se enteraban por conocidos y chismes de cosas. A veces, lo comentaban con asco u odio, pero Narcissa notaba la pena. Sabía que tenía una hija, Nymphadora, y que había salido metamorfomaga. Su madre lo comentó hace unos días con rencor. Un metamorfomago era un símbolo mágico que se consideraba de buena suerte y poder. Si Andromeda se hubiese casado con un sangrepura podría alardear de los buenos genes Black. A ella solamente le produjo un profundo desasosiego; tenía una sobrina que jamás conocería. No podría meterse con su hermana por ponerle ese nombre, igual que tampoco estaba con ella ahora viéndola en su túnica de boda.
Bellatrix lleva un rato mirándola, e interpreta las lagrimas como emoción contenida. La abraza y le dice que tiene mucha suerte de casarse con alguien a quien ama. Hay dolor en esa respuesta, pero sabe que no querrá hablar de sus problemas con Rodolphus. Él no ha acudido a la boda; tenía una misión fuera del país. Se ofreció voluntario para irse con otros mortífagos al extranjero. Ella se ha quedado afianzando su posición entre los de Inglaterra. Quiere ganarse la confianza de Él para que le deje tomar la marca, aunque es complicado al ser mujer.
Narcissa conoce lo suficiente a su hermana para saber que ha volcado la infelicidad de su vida en la causa, en la violencia y las maldiciones. Querría ayudarla, pero no sabe cómo. Cuando intenta pensar en eso, solo puede sentirse agradecida de amar a Lucius con todo su corazón.
