Disclaimer:

La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.

Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

[PROHIBIDA SU COPIA]


Poco a poco iba abriendo sus pequeños ojos verdes, acostumbrándose a la claridad que se filtraba por la ventana. Sin reparo soltaba un gran bostezo, estirando todo lo que daban sus brazos sobre el gran almohadón sobre el que reposaba.

Se irguió un poco para reconocer su nueva habitación y se encontró con el que ahora era su nuevo portador, con semblante apesadumbrado el abatido chico contemplaba el paisaje que la ciudad le ofrecía.

El kwami inclinó su cabeza pensativo, queriendo hacer suyo aquel triste sentir. Muchos habían sido sus portadores y todos llegaron a tener malos momentos o vivir situaciones poco agradables, pero no lejos de ellos el caso de Félix era distinto, realmente el pobre chico estaba solo y aun así se mantenía en pie.

Una sutil sonrisa de complicidad asomó en sus labios y flotando se acercó a él.

- ¡Buenos días! - saludó efusivo - ¿Que tenemos hoy para desayunar? - inquirió con gracia posándose en su hombro.

El gesto divertido del kwami consiguió arrancarle una ligera sonrisa, olvidándose de momento de aquello que lo mortificaba.

- Vamos, algo habrá para ti en la cocina. - respondió amable, indicándole que se escondiera en uno de sus bolsillos antes de salir de la habitación.

[...]

- Era muy agradable el chico de ayer, ¿no te parece? - comentó Sabine, dejando un bol con leche sobre la mesa.

- ¿Quien? - preguntó Bridgette indiferente, sin apartar la vista del libro que estaba leyendo y dando un nuevo bocado a su baozi dulce.

- El chico francés que tomó el té con nosotros. - indicó con más detalle.

- ¿Félix? - indicó dudosa, sin dejar de leer su libro.

- Si, él. Me parece un chico muy educado, aunque a primera vista no lo demuestre me pareció triste, como si algo lo atormentara. - dijo reflexiva, sentándose junto a su sobrina.

Bridgette la miró extrañada por su último comentario, no se imaginó que su tía también se diera cuenta de aquel casi imperceptible detalle. Ella pensaba igual, la idea que la asaltó en el barco de que tal vez él fuera como su padre poco a poco fue desapareciendo en cuanto lo conoció un poco más. No había sido más que un breve momento el que habían compartido pero pudo apreciar que era una persona amable y gentil.

- He quedado hoy con él para acompañarlo a conocer la ciudad. - informó banal.

- ¡Tienes una cita!. - exclamó exaltada Sabine sin ocultar su alegría - ¡Vamos!, tenemos que buscar algo bonito para que luzcas esta tarde. - tomándola por el brazo tiró de ella.

- ¡Espera, espera!...esto no es una cita. - con gran esfuerzo frenaba el impulso de su tía - El tan solo me pidió que le enseñara la ciudad, nada más. - enfatizó esto último.

Sabine la miraba perspicaz y sin desprenderse de esa sonrisa picara. Para ella no pasaron inadvertidas las largas miradas que su invitado le dedicaba a su sobrina y esa inocente petición de conocer la ciudad no hacía más que avivar su sospecha.

- Bueno, aun así tendrás que ir presentable a tu no cita. - le hizo un guiño mientras se levantaba de la mesa y salía de la cocina.

Bridgette solo rodó los ojos mostrando una expresión complaciente ante la idea que se había formado su tía. Reconocía que Félix era un chico amable, educado y porque no decirlo...guapo, pero ella esperaba por alguien más, alguien que fuera capaz de hacerla suspirar con una sola mirada, alguien valiente y audaz que no se dejara doblegar ante todas las injusticias que su ciudad vivía día con día y Félix distaba mucho de eso, él había sido criado entre paños de oro, llenó de atenciones y mimos. Siempre sería un Agreste.

[...]

Faltaban treinta minutos para la hora acordada y Félix ya estaba listo y dispuesto a conocer aun más a esa encantadora chica que había conseguido cautivarlo con su sola presencia. Una última comprobación en el espejo y salió de su habitación.

En cuanto llegó al piso de abajo su semblante se descompuso en una desfigurada mueca de fastidio al ver a su padre dando unas instrucciones a Lian en su ya consabido despotismo.

- Finalmente te has dignado en aparecer, no te he visto en todo el día y ayer te di unas instrucciones. - reprochó con soberbia.

- Creo que deje muy claro que no pienso hacerlo, no pienso participar en este maltrato al que tienes condenada a esta gente. - se enfrentó a él con más tesón que prudencia.

- No lo volveré a repetir, tienes dos días para acatar mis órdenes o las obras del ferrocarril te esperan...estas advertido. - ultimó con desdén, manteniendo un tono hostil hacia su propio hijo.

Félix sintió como Plagg se movía inquieto en su bolsillo, como si fuera una señal prefirió seguir su camino en lugar de discutir con un ser intransigente y ruin. Frunció el ceño y sin mediar palabra se giró y se encamino hacia la puerta.

- ¿Acaso piensas salir a seguir haciendo el vago?, ¡no tienes mi autorización!. - advirtió intimidante dando un paso hacia adelante.

- Intenta detenerme. - tras el reto abrió la puerta dando un sonoro golpe al cerrarla.

- ¿Señor?...¿Esta bien? - con cautela Lian se atrevió a intervenir al ver el desagrado en su rostro.

- ¡Vaya a cumplir mis órdenes de inmediato! - increpó con menosprecio, su mirada inyectada en sangre aun estaba fija en la puerta por donde había salido su hijo.

Cerró la puerta de su despacho con llave, quería estar solo para sobrellevar el disgusto que su propio hijo le había ocasionado, notaba como la bilis le requemaba el esófago en un amargo reflujo.

Era un hombre que se había hecho así mismo, que había luchado por llegar a su actual posición, recurriendo a todo para pasar por encima de sus competidores sin ningún tipo de escrúpulo y ahora había llegado hasta él una valiosa información que pondría en sus manos un poder como nunca había conocido.

Pero ese mismo ambiente de violencia y traición en el que se había sumergido hacía diez años lo había transformado en un ser sumamente desconfiado. Era por ello que necesitaba a alguien de su entera confianza, de su propia sangre para llevar a cabo la importante campaña de mantener sus empresas en constante actividad. Y ahora que su hijo estaba ahí este lo defraudaba con desprecio, enfrentándose a él de igual a igual. Pero Félix estaba equivocado si pensaba en salir adelante con su pulso, sin importar que fuera su hijo le haría pagar la afrenta. De una u otra manera encontraría la forma de salir adelante el solo como tantas veces había acaecido en el pasado.

Una conocida sensación lo hizo estremecer alejando todo pensamiento de su cabeza. Una leve sonrisa de satisfacción se mostró en sus labios y sus ojos brillaron ansiosos.

- ¡Nooro!, - frente a él apareció de inmediato el kwami con su habitual sumisión - he presentido a mis nuevos guerreros. - los ojos del pequeño ser se agrandaron marcando más su expresión de tristeza e impotencia - ¡Nooro, transfórmame!.

Aun con el amargo sabor en su boca del enfrentamiento con su padre avanzaba apesadumbrado por la estrecha calle, donde sin quererlo se iba chocando con los demás viandantes que se cruzaban con él, manteniéndose ausente del todo.

- ¡Eyyy!, ¡ese último me ha dolido!. - se quejaba molesto Plagg desde el bolsillo izquierdo de la chaqueta por el golpe que acababa de recibir del hombro de uno de los transeúntes.

- ¿Cómo? - giró la vista hacía su bolsillo, regresando de su abstracción.

- Desde que has salido de la casa solo has ido chocando contra la gente...¡y soy yo quien está recibiendo los golpes!. - lo reprendía asomando la cabeza por el bolsillo.

Una leve sonrisa se dibujo en los resecos labios de Félix, la imagen de Plagg le resultaba de los más divertida.

- Lo siento, tendré más cuidado.

- Eso espero, porque te recuerdo que soy muy importante...soy la alegría de este equipo. - con una soslayada mirada observaba como el rubio soltaba una espontánea risotada ante aquel chusco comentario.

[...]

- Bridgette son casi las cuatro, Félix debe estar al llegar. - advirtió Tikki, señalándole el reloj de sobremesa y distrayendo de su lectura a su portadora.

Inclinó levemente la cabeza pensativa y cerrando el libro se puso en pie.

- Tienes razón, lo mejor será que lo espere afuera del almacén. No quiero que se encuentre con mis tíos y avivar la imaginación de mi tía. - haciendo un guiño a su kwami, tomó su pequeño bolso y bajó la escalera.

Al llegar al piso de abajo vio a su tío apilando unos sacos con arroz junto a la puerta y a su tía atendiendo a unos clientes tras el mostrador. Mostrándose risueña y sin querer interrumpir la labor de sus tíos se despidió con un sencillo movimiento de su mano.

Antes de cruzar la puerta del almacén escucho la voz de su tía con un suave tono de picardía.

- Que te diviertas en tu "no" cita. Y no olvides darle nuestros saludos a Félix.

Poco a poco sus mejillas adoptaban un tenue rubor, mientras a sus espaldas se escuchaban las risas de los ahí presentes. Apurando el paso salió del almacén y rápidamente giró hacia la izquierda queriendo desaparecer de la vista de su tía y de los clientes.

- Ji, ji, creo que tu tía no necesita avivar más su imaginación. - dijo divertida Tikki desde el bolso.

- Eso parece. - respondió soltando un leve suspiro.

Antes de que el pequeño kwami pudiera decir algo más una estruendosa explosión se escuchó al final de la calle, de inmediato una columna de humo negro comenzó a elevarse. Los ojos de Bridgette temblaban desorbitados ante la avalancha de gente que corría hacia ella escapando de aquel caos.

Se pegó de inmediato contra la pared para evitar ser arrastrada por la muchedumbre que corría asustada. Las personas huían despavoridas entre tropiezos y empujones, algunas entraban en el almacén de sus tíos para protegerse de aquello que aun no sabía lo que era.

- ¡Tikki, tenemos que salir de aquí! - exclamó agitada.

Intentó salir de su agarimo para buscar un lugar donde transformarse pero en cuanto se separó de la pared un hombre chocó fuertemente contra ella, cayendo ambos al piso.

Quiso incorporarse pero no podía, el cuerpo de aquel hombre, que había quedado inconsciente sobre ella, era demasiado pesado. Haciendo acopio de toda su fuerza consiguió girarlo hacia un lado, sus ojos se abrieron de más ante la impresión de ver todo el frente del Hanfus de aquella persona completamente ensangrentado y una profunda brecha en su cabeza que aun sangraba.

- ¡Ba Jin!...¡entréganos el pergamino!. - se escuchó desde lo alto la amenazante voz.

Bridgette levantó la vista pero solo pudo distinguir tres figuras borrosas al tener el sol de frente a ella. Estas se mantenían estáticas en el aire.

Eran tres seres alados con cuerpo de mujer, sus caras estaban cubiertas con mascaras de una apariencia demoníaca y por pies tenían afiladas garras. Cada una de ellas portaba un báculo coronados por unas gemas de distinto color, negro, azul y rojo.

La que portaba el báculo con la gema negra parecía ser la líder, al no recibir respuesta del aturdido hombre clavó su filosa mirada sobre la azabache, desciendo lentamente sobre ella.

- ¡Tú! - la señaló amenazante con el cayado - ¡¿estas con él?!, ¡entréganos el pergamino!. - ordenó sin esperar ninguna respuesta.

- No...yo... - Bridgette miraba nerviosa hacia todos lados buscando la manera de salir de ahí y transformarse mientras que la gema del báculo del demonio alado comenzaba a brillar intimidante hacia ella.

- ¿Que ha sido eso? - inquirió el pequeño kwami asomando su cabeza por el bolsillo al escuchar la estrepitosa explosión.

- Ha sido cerca del almacén de los tíos de Bridgette. - acertó a decir Félix, quien miraba atónito la columna de humo que se iba dispersando por el aire.

Rápidamente se lanzó a la carrera para llegar lo antes posible junto a Bridgette esperando que estuviera bien, pero antes de llegar a la esquina de la calle tuvo que detenerse de golpe al ver aparecer el tumulto de gente que huía despavorida.

Angustiado buscaba una salida de ahí, alguna vía por donde evitar a la muchedumbre. Inquieto miraba hacia todos lados, sus ojos se entrecerraron decididos al ver unas cajas apiladas contra un callejón, de inmediato corrió hacia ellas ocultándose en el pasadizo.

- ¡Plagg, transfórmame! - un fulgurante destello verde ilumino el callejón y al instante una ágil figura de negro recorría los tejados de Tientsin.

[...]

Los ojos de Bridgette tillaban nerviosos hacia aquel ser, que parecía que en cualquier momento descargaría su ataque contra ella.

- ¡No se dé que me hablas!, ¡déjanos ir, no ves que está mal herido! - señala al hombre tendido junto a ella.

- ¡El no quiso hablar!...y al parecer tú tampoco, si prefieres llevarte la información a la tumba que así sea. - amenazó acercando más el báculo hacia ella mientras que el brillo de la gema iba en aumento.

Avanzaba rápidamente entre los tejados, con la preocupación en su rostro veía a aquellos tres seres inmóviles en el aire y como uno de ellos amenazaba agresivo a Bridgette.

Apuraba cada vez más el paso pero sentía que no llegaría a tiempo, sus ojos se abrían cada vez más al ver como el brillo se incrementaba en el báculo, entendiendo de que en cualquier momento despediría algún tipo de fuerza contra ella.

Tratando de recordar las explicaciones de Plagg miró dubitativo su anillo, apretó con fuerza la mandíbula y apuntó al frente con el anillo. De él salió una intensa luz negra que formó un agujero sobre el tejado, sin pensarlo dos veces se lanzó dentro de él desaparecido al instante.

Bridgette miraba expectante al demonio alado, sabía que en cualquier momento este la atacaría y que en esa situación no podría defenderse. Con disimulo abrió su bolso y miró a Tikki dentro de él, quien mantenía una expresión de preocupación.

- ¡Tikki, trans...! - no pudo terminar la mágica frase al ver con sorpresa como una circulo completamente negro se abría junto a su enemigo y de él salía una silueta negra que tomó por las ropas al demonio y lo lanzó con extrema fuerza contra el suelo.

Aun absorta por lo sucedido, miraba atónita el boquete que había abierto en la calle el impacto del demonio.

- ¿Estas bien? - notó la varonil voz frente a ella, lentamente subió la vista detallando con cuidado la imagen de quien los había salvado.

Era un chico alto, completamente ataviado con un traje negro donde destacaba el cascabel en su cuello y dos orejas gatunas en su cabeza. Pero lo más llamativo eras sus ojos resaltados en un completo tono verde.

- ¿Qui...quien eres tú? - preguntó recelosa.

- Soy Chat Noir. - respondió con una gran sonrisa y ofreciendo su mano para ayudarla.

- Será mejor que los lleve a un lugar seguro. - dijo a la vez que tomaba su mano para ayudarla a incorporarse.

Mientras que los otros dos demonios descendían rápidamente para ayudar a su líder, él se inclinó para tomar al hombre en brazos y con cuidado lo acomodó sobre su hombro, después se giró hacia Bridgette y sin ningún reparó la tomó por la cintura y la apegó a él sin dejar de verla en ningún momento.

- ¡AAAAAAHH! - gritó azorada la azabache en cuanto se sintió volar por el imponente salto que el héroe acababa de dar. Como pudo se abrazó al pecho del chico quien no pudo ocultar una sonrisa ladina.

De tejado en tejado iba avanzando ágilmente con cuidado de no lastimar a Bridgette o al maltrecho hombre. Finalmente se detuvo frente a la entrada de un templo, con desgana aflojó su agarre sobre Bridgette y con cuidado dejó al hombre sentado junto a la puerta de la pagoda.

- Pide ayuda en el templo y no salgas de ahí, en cuanto pueda volveré por ti. - sin decir nada más le mostró una sonrisa de confianza antes de desaparecer nuevamente por los tejados.

Encandilada veía como aquel arrebatador chico se alejaba, podía recordar la cálida sensación cuando se abrazó de él en el momento del salto. Sin saber porque se sentía segura a su lado y a la vez turbada por su fuerte presencia, aquel intenso brillo en su mirada que se movía descarado entre la ternura y el peligro consiguió quitarle el aliento por unos segundos.

- ¿Bridgette?, ¿estas bien? - inquirió preocupada Tikki al ver a su portadora embobada con la mirada perdida sobre los tejados.

- Asombroso. - un leve murmullo envuelto en un suspiro salió clandestino de sus labios.

- ¡Bridgette! - exclamó el pequeño kwami.

- ¡¿Qué?! - respondió exaltada.

- Tienes que ayudarlo a entrar en el templo. - señalaba al hombre que aun se mantenía inconsciente - Y tienes que ayudar a Chat Noir contra los demonios. - apuró a decir inquieta.

Sin más demora corrió hacia el templo donde llamó a los monjes para que ayudaran al hombre. En cuanto este estuvo seguro dentro de la pagoda Bridgette salió a toda prisa hacia donde la columna de humo aun se mantenía avivada.

Haciendo un repentino giro a la izquierda entró en el primer callejón que encontró, miró hacia todos lados comprobando que estaba sola y abrió el pequeño bolso dejando salir a su kwami.

- ¡Tikki transfórmame! - tras aquellas palabras el callejón se inundó de un intenso resplandor rojo para acto seguido aparecer sobre los tejados la heroína de Tientsin.

En cuanto Ladybug llegó al lugar de la batalla solo pudo observar sorprendida aquella escena, uno de los demonios estaba completamente inconsciente colgando de uno de los tejados. El segundo, al parecer por el enorme boquete en la pared, había sido lanzando con fuerza contra el muro del almacén de sus tíos y permanecía inmóvil bajo varios sacos de arroz. Y por último, el líder de aquellos seres con forma de arpías yacía rendido dentro de un pequeño cráter en la calle, formado al parecer por el impacto de una recia caída.

Parpadeo incrédula un par de veces al ver al héroe de negro sentado con aire despreocupado sobre la espalda del demonio que permanecía tendido en la vía. De aspecto cansado mantenía un semblante apacible, tomó los tres báculos que tenia junto a sus pies y lentamente se levantó.

Los azules ojos de la heroína se abrieron levemente de más al verlo moverse en elegante movimiento hacia ella. Desde su posición podía apreciar perfectamente que bajo aquel negro antifaz se escondía un chico apuesto, a pesar de lo holgado de sus ropas se podían apreciar los tonificados músculos y su cabello rebelde le conferían un aire indómito que casaba a la perfección con aquella mirada intrépida que parecía traspasarla sin ningún pudor.

Le costó pasar la saliva cuando el héroe se detuvo frente a ella. Aun se mantuvo estática cuando él le extendió los cayados de los demonios.

- Me parece que los akumas están en sus bastones. - indicó con voz impostada.

- ¿Los akumas? - inquirió absorta en sus pensamientos sin apartar la vista de él.

- ¿Está todo bien? - preguntó desconcertado.

- ¿Cómo? - soltó la pregunta rasgada en un suspiro - ¡Los akumas! - reaccionó al ver la expresión de extrañeza en el rostro del chico.

Apresurada tomó los báculos mientras que Chat Noir daba unos pasos hacia atrás. Levantó los tres bastones a la vez y los estrello con fuerza contra el piso, viendo como los cristales se rompían en cientos de pequeños fragmentos y tres pequeñas mariposas oscuras emprendían el vuelo.

Antes de capturarlas, invocó su poder viendo con sorpresa como de la nada aparecía un paño rojo con puntos negros. Rápidamente atrapó a los alados insectos, y una vez más ante los asombrados ojos del Chat Noir del yoyó de la heroína salían tres inmaculadas mariposas blancas.

Con el paño en la mano, Ladybug detallaba el entorno para saber cómo utilizar aquel amuleto de la suerte. Un rubor se apoderó de sus mejillas cuando notó que el objeto resaltado era la cara de Chat Noir.

El héroe con un ligero sobresalto inclinó la espalda hacia atrás receloso cuando Ladybug acercó el paño a su cara. La heroína aun más ruborizada que antes aplicó en suaves movimientos circulares el paño sobre el rostro de Chat Noir para limpiar una mancha que se resaltaba.

- Lo...lo siento, - se mostraba cohibida tomando el paño entre sus manos - pe...pero es el amuleto quien indica cómo y dónde usarlo. - miraba abochornada hacia el suelo.

- Lo entiendo. - dijo más confiado y mostrando una cálida sonrisa - Y por cierto soy Chat Noir, al parecer soy tu nuevo compañero. - extendía educado su mano en amigable saludo.

La heroína no pudo contener una alegre sonrisa, avanzó un paso y poniéndose de puntillas le dio un beso en la mejilla.

- Yo soy Ladybug. - se presentaba al sonrojado chico.

Con ímpetu lanzó el paño al aire y al instante el poder del amuleto reparó todo lo destruido y dañado. Y ante sus ojos los tres demonios perdían aquella siniestra apariencia volviendo a ser normales de nuevo.

- Tengo que irme ahora. - preocupada por el hombre que dejo en el templo se dio media vuelta y se alejo en grácil contoneo, lanzando su yoyó a lo alto de un tejado. Giró levemente su rostro hacia el héroe y le guiño risueña un ojo - Espero verte pronto gatito. - sin dejar de mostrar una insinuante sonrisa se alejó en un presto impulso.

- ¿Gatito? - repitió extrañado el héroe.