Fic

Matrimonio Concertado

Por Mayra Exitosa

Capítulo 3

Matrimonios diferentes

Los heridos atacantes que se encontraban hasta atrás, sin llamar la atención de Candy quien ya echaba a andar el carruaje, William sin contemplación alguna los remataba cortando la cabeza a aquellos que osaron llegar a atacar a su mujer, dejándolos ahí para muestra de que, con los Highland del Clan Andrew nadie se metía, no había vivos, pero todas sus pertenencias las había tomado y colocado en la bolsa de su silla en su caballo, pasaba por le rio y tomaba sus ropas con prisa, ella aun no llegaba hasta él, pero se notaba preocupada como su cabeza giraba a ver a lo que ella aseguraba eran su gente, que no estuvieran mal, el camino manejaba sola con seguridad el carruaje. Mientras dos de sus hombres aun heridos sonrientes en complicidad con él llevaban atados todos los caballos tanto los de sus compañeros que estaban en el carruaje como los de esos bandidos que los habían atacado.

En Londres la unión se llevaba a cabo en uno de los castillos de la corona, ambos duques unirían sus fortunas, serían la pareja del momento y al efectuar ese matrimonio se lucía en todo, parecía ser la más esperada con la mayor velocidad con la que se habría realizado llamaba todavía más la atención, llegando a pensar que la dama ya se encontraba preñada del Duque y posiblemente no deseaban que se le notase. Más eso se desmentía al ver el vestido ceñido de su cintura y su extrema delgadez, la dama era muy delgada, sin volumen en sus pechos ni en caderas, además de la familia que amparaba su reputación.

En Escocia, en las Tierras Altas del Clan Andrew, desde lejos los hombres que resguardaban el castillo visualizaban el carruaje y a su jefe al frente, haciendo que todos corrieran y salieran a darle alcance al ver que la dama manejaba el coche con heridos, lucía con la ropa rota, su jefe iba sin camisa, así todos se disponían a ayudarles. Candy estaba asombrada por ver demasiadas personas, jamás se había imaginado que el Clan Andrew fuera tan grande y con tanta gente, todos con el kilt que igualaba a los del Clan, notando que quien les había ayudado, también lo portaba. Él se giraba a verla, bastante serio notando su mirada agradecida y le ofrecía la mano. Ella le brindaba la suya sin esperarlo, la jalaba y la sentaba frente a él en su caballo, susurrándole al oído. - ¡Ya estamos cerca de nuestro castillo!, mi Lady. Asustada mirándolo preguntaba - ¡Perdón! ¿Quién es usted? ¿Por qué me sube a su caballo? mi prometido no lo permitiría. - Soy su prometido, créame, usted se va conmigo. Mosqueando a su caballo apresuraba el paso, para no poner en mayor riesgo a su mujer, al verla mostrar parte de sus hermosas piernas, a que la vieran con esos harapos rotos, su busto sobresalía encima del escote de su vestido y estaba provocando en él una reacción de satisfacción anticipada.

Candy sentía la piel cálida de ese hombre que le aseguraba ser su prometido, temía arañarlo al aferrarse a él, ya que todavía no portaba su camisa. El movimiento del caballo la hacía sentirse que iba a caerse y sus brazos ajustaban su cintura fuertemente quedando su rostro pegado a su pecho, la cabalgata agitada, fue tumbando la tela que cubría su cabeza y cuello soltando así largos y dorados rizos que, de manera salvaje escapaban de la tela liberándose alegres ante la mirada que los deseaba más de lo que nunca había imaginado desear en su mujer, el olor de ellos llegaba hasta él aspirándolos y notando lo hermosa que era. Tan valiente, fuerte y pronto sería solo suya, así ajustaba con un brazo su cintura estrechándola más a él, mientras ella suspiraba escondiéndose en él al aire fresco que le corría despeinándola y logrando a su vez que su cabello le cubriera el rostro. Dos de sus hermanos y su madre ya estaban ahí, en espera de su llegada, ella poco los conocía, ya que su familia la había entregado a su Tía Bonnie, hacía mucho tiempo.

Al llegar William informaba la situación a dos de sus tíos, estos asentían tomando el caballo y sacando todas las cosas que él les había indicado de aquellos hombres que atacaron el carruaje de su prometida. En sus brazos y sin dejar tocar el suelo, la llevaba hasta entrar al gran salón. Varias mujeres mayores estaban ahí, al igual que los invitados que esperaban a la joven, así él a regañadientes y sin querer soltarla, la bajaba ajustándola, sin que se fuera de su lado. - Mi Lady Candice McKenzie, tuvo un percance de la cual demostró por mucho ser una verdadera mujer del Clan Andrew, por el momento subirá a sus habitaciones para que la atiendan y pueda realizarse el matrimonio. - Como ordene, señor. Un fraile aseguraba asintiendo su cabeza reiteradas ocasiones que el seguiría ahí esperando. La madre de Candy la vio y con una sonrisa tierna, se acercaba hasta ella abrazándola - ¡Mi hija! ¡Mi preciosa hija! - ¡Mamá! sus hermanos, Evan y Kendrick habían viajado para estar en ese evento para poder entregarla en matrimonio y cumplir con lo convenido por los McKenzie, ya que su padre no podía viajar, sus esposas se encontraban con ellos, pero no podían acercarse porque casi de inmediato se la llevaban las mujeres para atenderla.

Las personas heridas, eran llevadas con el curandero quien recibía a todos por junto y revisaba las heridas para dar su costura, así las personas atendidas por las familias del Clan Andrew posteriormente eran llevadas a sus casas, cercanas al castillo. Más el curandero que los había revisado antes, cociendo, dando pociones y brebajes para que fueran llevados a reposo.

Candy en su habitación notaba que se encontraba en la habitación de él y ya tenía ahí un cuerpo forrado de tela portando un precioso vestido, las damas mayores que la atendían comentaban que esa era la habitación principal del castillo y que sería la de ella desde ese momento, a lo que solo asentía, la bañaban colocándole esencias y mimos ante lo que se rumoreaba entre las voces que ella había atendido sola a todos los que la acompañaban así con delicadeza y cierta admiración arreglaban sus cabellos, colocaban su vestido encima de su camisola, este era pesado, con muchos detalles luego le entregaban el tartán de su marido, para que ella lo cuidara, a lo que se lo colocaba en un hombro, dejándolo caer. Sus bellos rizos lucían pequeñas florecillas blancas que parecían colocarse en cada cairel ensortijado y viéndose tan creativo como elegante. Al salir él encontraba listo afuera notoriamente ansioso y desesperado por verla de nuevo, le ofrecía el brazo y ella lo miraba fijamente tomándolo con ambas manos, temblando al imaginarse que se iría a caer en cualquier momento.

- Tranquila, la boda ya estaba citada, desde esta mañana llegaron los miembros de su familia y se quieren ir hoy mismo, pero al ver el carruaje, se irán hasta mañana. - Gracias por tantas gentilezas, mi Lord. - Solo las que se merece, mi Lady. Su tono tosco, su voz enronquecida, todo él la hacía temblar y provocar agitaciones en su pecho que no creía posibles que existieran, pero era su futuro marido apenas y le llegaba a rebasar levemente el pecho, era demasiado alto, musculoso y bastante feroz al verlo defenderla de esos hombres. Había gozado de suerte que llegara, porque los últimos hombres también se encontraban lastimados. - Me alegro tanto que haya llegado en el momento en que lo hizo. - No me perdonaría, si le hubieran tocado uno solo de sus cabellos. Ella giraba su rostro, él la miraba con una intensidad, ella casi podía ver que sus pupilas se oscurecían de pronto.

Para él verla con su tartán le hacía juego con su verde mirada, se sentía orgulloso de como la había conocido y como ella defendía a quienes la protegían, luego tomaba delicadamente su tartán para colocárselo en su vestimenta varonil, frente a quien religiosamente hacia tomar los votos. Su madre besaba sus manos y le aseguraba que sería muy feliz con su marido, eso lo escuchaba él y asentía, como si al hacerlo se comprometiera a cumplir lo que estaba escuchando. Los hermanos no eran tan delicados ni de piel tan nívea como ella, cuando se acercaban besando su mano uno de ellos aseguraba que era preciosa, aun con la ropa rota con la que había llegado y su cabello salvaje, se veía como una ninfa, era una hermosa McKenzie, ella se avergonzaba, luego su hermano Evan agregaba, - Estaremos en Londres, pero siempre tendrán las puertas de mis propiedades abiertas. Luego mirando a William agregaba, - Soy el menor, pero ella es el mayor tesoro de mi madre cuente con lo que necesite, solo hágala feliz. - No descansaré hasta lograrlo. Esas palabras, la hacían sentir bien, su Tía Bonnie debía estar ahí, para escucharlas, le había tocado un hombre muy fuerte, que realmente la apreciaba.

Continuará...


Muchas gracias por sus comentarios, por continuar leyendo la historia, deseando les continúe gustando

seguimos escribiendo Historias de Albert y Candy

Un Abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa