Disclaimer: El One Piece le pertenece por completo a Eichiiro Oda, lo siento Luffy, no podrás ser el Rey de los piratas XD.
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Amor felino
Capítulo 3: El discurso de la bruja.
—Siento que le debemos la vida —Sanji estaba cobijado frente a la chimenea mientras bebía una infusión de hierbas.
—Oh no… no digas eso —La anciana iba de un lado a otro, acomodando algunos platos, acariciando a sus gatos y revisando las plantas que tenía dentro de la casa.
—No eres una simple viejecilla, ¿no? —El rubio la miró directamente.
La anciana se quedó quieta unos instantes mientras miraba hacia la nada, un rastro de tristeza se dibujó en su rostro y movió la cabeza negando.
—Es una historia muy, muy larga. —Su voz sonó cansada y por primera vez en lo que llevaba de conocerla, no había rastro del afecto que siempre había mostrado.
—¿Eres una bruja?
—Se puede decir que si y que no al mismo tiempo, es un poco complicado —Empezó a reír de una manera extraña. —. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
—Bueno, fueron muchas cosas las que me hicieron sospechar, como por ejemplo la sopa de anoche, es algo inexplicable, pero pude sentir algo mágico mientras la comía.
—Tienes un paladar muy refinado.
Sanji solamente atinó a sonreír.
—Bueno, no sólo eso, la medicina, las cosas que dijiste sobre ella, la manera en la que trataste a Zoro…
La mujer se puso en alerta, se suponía que el rubio seguía inconsciente y por eso no había tomado las medidas necesarias para no ser descubierta.
Sanji la había visto danzar con total soltura mientras una serie de luces de colores se arremolinaban en torno al espadachín.
—No te preocupes, sé que es un secreto, no se lo diré a nadie. Supongo que por la misma razón no nos has dicho tu nombre.
—Como te dije, es una historia muy larga —La bruja se relajó y soltó un suspiro, miró hacia los felinos que dormían plácidamente junto a la ventana, y es que el sol, empezaba a salir nuevamente.
Zoro despertó en ese instante sintiendo que la cabeza le mataba, la mujer se percató de esto y corrió hacia la cocina con una infusión similar a la que tenía el rubio.
—Tuviste suerte de llegar hasta aquí de nuevo, empecé a preocuparme en cuanto empezó a llover, estaba a punto de salir a buscarlos y los encontré al otro lado del lago —Nuevamente su voz era dulce y hasta un poco melosa. —En esta isla, una enfermedad llega con la lluvia, por suerte, aquí tengo la medicina que cura ese mal.
Para Zoro, este discurso le pareció demasiado conveniente, su instinto de supervivencia le decía que debían salir de allí lo más pronto posible, pero eso sería arriesgar al rubio, algo que definitivamente no quería volver a hacer, lo único que le quedaba por el momento, era guardar la esperanza de que en algún momento sus camaradas los encontraran.
El resto de la mañana había sido tranquila, las horas pasaron de una manera indefinida mientras la mujer se dedicaba a acomodar algunos libros en extensas repisas. Los felinos la acompañaban cada tanto para seguir luego con sus juegos y travesuras. El espadachín optó por hacer flexiones de pecho en cuanto el dolor de cabeza cesó, mientras tanto, Sanji empezó a hacer una serie de movimientos con sus piernas, algo que le había indicado la anciana para que el medicamento se esparciera por su torrente sanguíneo, haciendo que la recuperación fuese más rápida.
—Muchachos —canturreó la anciana. —, pueden acercarse a la mesa y comer.
Era la primera vez que se sentarían en ese espacio, las anteriores comidas e infusiones las habían tomado frente a la chimenea, así que eso emocionó a Sanji. Se ubicaron en las sillas y la mujer les fue repartiendo un cuenco, al parecer de barro, que no era tan profundo como en los que había servido la sopa de la noche anterior.
—Muchas gracias y buen provecho —Sanji se inclinó en un gesto de agradecimiento y Zoro imitó el gesto, y aunque no dijo nada verbalmente, su expresión corporal lo transmitió todo.
El espadachín miró el plato con algo de resignación, sin embargo, empezó a comer al igual que Sanji, quien ingería los alimentos con total devoción.
—Está exquisito —El cocinero saboreaba cada cucharada con total atención, tratando de sentir todos los ingredientes y como estos creaban una armonía perfecta. —¿Puedo ayudarla a cocinar la próxima vez?
La mujer asintió con alegría mientras comía de manera pausada y lenta.
…
Tanto Zoro como Sanji se encontraban mejor. Roronoa casi no tenía síntomas de la enfermedad que lo había atacado en la mañana y el cocinero ya podía ponerse de pie durante algunos instantes, su tobillo estaba completamente recuperado, y aunque su pierna aún se veía un tanto mal, los huesos rotos poco a poco se iban soldando, la bruja le había explicado casi en secreto mientras Zoro iba por más agua del manantial, que los ungüentos que le ponía cada hora, estaban creando células a velocidades descomunales, mismas que se agrupaban para completar toda clase de tejidos, es por eso que la medicina no podía ser replicada por nadie más, dado que necesitaba cierta cantidad de lo que la bruja llamaba esencia mágica que solamente ella, con ayuda del agua de afuera, podía crear. El cocinero expresó todo su agradecimiento con una reverencia y prometiéndole que apenas pudiera mantenerse en pie un tiempo considerable, la consentiría con mucha comida deliciosa, la bruja solamente asintió.
Era un tanto extraño estar en ese lugar, pues a pesar de las heridas de Sanji, en el ambiente se respiraba paz. Era tan sofocante el sentimiento de calma que el par de Mugiwaras empezaban a aburrirse. Sanji, al tener los movimientos muy limitados, se dedicaba a ver a los felinos mientras jugaban y notó un patrón un tanto familiar en los dos mininos que al parecer habían creado un lazo con ellos. El gato anaranjado era el que siempre le buscaba pelea al atigrado, siendo que este solamente se limitaba a encargarse de sus asuntos, es decir, si estaba tomando agua, de pronto el otro le saltaba encima y lo agarraba del cuello, cosa que desencadenaba una sucesión de eventos interesantes. Empezaban a corretear, saltaban de un sillón a otro, terminaban revolcados sobre las maderas del piso y de pronto, otra vez la paz reinaba, el anaranjado se acostaba junto a Sanji y en seguida, el atigrado llegaba para acurrucarse junto a su compañero, después de algunos minutos, empezarían nuevamente a jugar. El rubio sonreía por la ternura que le provocaba la interacción.
—Se llevan demasiado bien —Pensó en voz alta, sin percatarse de que Zoro estaba arrimado al sillón por la parte de atrás.
—Lo sé, son como… —Roronoa se mordió la lengua en un intento de no decir lo que en ese momento le había llegado a la mente.
El cocinero sintió que el ambiente se enrareció de pronto, y supo enseguida lo que Zoro había querido decir. Era verdad, ambos se dedicaban a pelear la mayor parte del día, sin embargo, sabían que de ser necesario, podían dar la vida el uno por el otro, y no solamente porque pertenecían a la misma tripulación pirata, sino que con el tiempo, habían forjado una amistad un tanto peculiar, una en la que no se tenían permitido demostrar debilidad, quizás por eso peleaban constantemente, era una manera de…
—Amor felino —La anciana era demasiado perspicaz, había notado como ambos jóvenes habían estado observando a los gatos, sumando su habilidad de sentir las vibras y auras de las personas que los rodeaban, supo que ese era su momento para actuar. — A veces se quieren, a veces se odian… —Pensó un momento lo que estaba a punto de decir, y sintiendo que por fin ese par había decidido aceptar sus verdaderos sentimientos, se animó a seguir. —Pero yo diría que es más el amor que sienten el uno por el otro que cualquier otra cosa, ¿me equivoco?
Casi automáticamente los dos negaron, como si estuviesen en un trance que los obligaba a decir la verdad, el gatito atigrado se despertó y empezó a acicalar con la lengua a su compañero que seguía dormido, Zoro los miró sintiendo esa familiaridad y en seguida, posó su mirada a los cabellos rubios de Sanji. El cocinero sintió la mirada del espadachín y se la devolvió, se quedaron mirándose a los ojos mientras un deseo oculto empezaba a subir a la superficie, las respiraciones se acompasaron a un ritmo frenético y la anciana supo que se había precipitado. Zoro saltó por encima del sillón tratando de asestarle un golpe a Sanji, este respondió alzando su pierna herida para impactarla en las costillas de Roronoa, sin embargo, la bruja actuó de manera rápida para evitar cualquier desastre y esparció un poco de polvo que sacó de su bolsillo, lo cual hizo que ambos se derrumbaran y quedaran plácidamente dormidos en el sillón, uno encima del otro.
—Creo que me adelanté —La anciana se sentó en el piso para acariciar a sus gatos mientras reía bajito. —, me recuerdan a ustedes cuando los adopté. ¿Te acuerdas que no soportabas que alguien más hubiese llegado a quitarte tu lugar? —El gatito anaranjado maulló a manera de respuesta. —, bueno, los humanos son un poco más complicados que ustedes, aun así, los prefiero a ellos antes que a los de mi misma especie.
…
La noche había caído y tanto Zoro como Sanji seguían inconscientes. La bruja había tomado medidas de precaución por si llegaban a despertar antes del amanecer, así que cada uno descansaba en un extremo distinto de la casa, ya les inventaría algo al momento en el que despertaran, por el momento, debía seguir con sus labores diarias. Alimentó a sus gatos con las luces que salían de la chimenea, luego de jugar un poco con ellos procedió a moler hierbas y hacer mezclas extrañas para después guardarlas en recipientes de vidrio que guardó en una alacena escondida tras un librero, se sentó en posición de loto y los mininos se abalanzaron sobre ella, tratando de ocupar un puesto en el espacio creado entre sus piernas; ella los acarició con dulzura mientras unas lágrimas gruesas empezaban a bajar por sus mejillas.
…
Los rayos del sol se infiltraron por una de las ventanas de la cabaña y la anciana se levantó para preparar la infusión para el desayuno además de las últimas dosis de ungüento para Sanji, les había dicho que su pierna curaría en dos días más, y ya casi se completaba el plazo. Hubiese querido retenerlos más tiempo en el lugar, pero sabía que no podía estirar las horas del exterior por mucho más tiempo, así que debía actuar rápido y alcanzar a darles la lección que había querido darles desde que sintió la presencia de ese par llegando a la isla. Al principio había pensado en ahuyentar el barco, pero desistió al sentir que un grupo de personas amables se acercaban, quizás solamente les dejaría explorar la isla, recoger algunas provisiones y ajustaría el log pose en unas cuantas horas para mandarlos a la siguiente isla, sin embargo, sintió una especie de amargura proviniendo de ellos, una infelicidad que se negaban a reconocer por el hecho de que el uno era demasiado orgulloso, y el otro por creer que el amor debía seguir ciertas normas se había refugiado hábilmente en ellas para no ceder ante los sentimientos que habían aflorado cuando lo conoció. Sentía que debía hacer algo por ellos, pues conocía ese tipo de sufrimiento de primera mano y no quería que nadie más en el mundo tuviera que sufrir algo por el estilo, así que había decidido ayudarlos. Estaba decidido, se jugaría el todo por el todo, y si no funcionaba, ya inventaría que hacer. La anciana carcajeó a gusto, algunas cosas nunca cambiarían, su vida entera había sido forjada a base de improvisaciones, y en todo el tiempo de vida que tenía, solamente se había arrepentido una sola vez…
Sacudió la cabeza, no era el momento de pensar en el pasado, debía ocupar toda su concentración en lograr lo que se había propuesto hace algunos días, después de todo, le quedaban menos de veinticuatro horas. Una idea se le vino a la mente y sonrió para sus adentros.
Zoro despertó con un dolor en la espalda un tanto molesto, quizás había dormido en una posición no tan cómoda, aunque eso era casi imposible debido a que se había tenido que acostumbrar a dormir en cualquier sitio y cualquier posición por su estilo de vida. No le dio más vueltas al asunto y se incorporó para descubrir que Sanji estaba haciendo exactamente lo mismo desde el otro lado de la habitación. Un impulso que no supo de donde llegó, le hizo alzar el brazo para saludar a su nakama, recibió una sonrisa de respuesta. Bostezó y se estiró a sus anchas para después terminar de ponerse de pie. Se dirigió hasta el rubio para examinar la herida, a lo cual, Sanji se dejó hacer. Descubrieron con alegría que las heridas estaban mil veces mejor que el día anterior y que al cocinero no le costaba demasiado trabajo mantenerse de pie por más de diez minutos, al parecer, la anciana no les había mentido con respecto al tiempo que tardaría en estar curado al cien por ciento, a este paso, podrían irse a la mañana siguiente.
Después de celebrar un poco con risas y un poco de bromas, cayeron en cuenta de que la cabaña estaba solitaria, no había rastro de la mujer que para ese momento ya los hubiera llamado a la mesa para desayunar, y tampoco estaban sus gatos. Zoro decidió que lo mejor sería buscarlos afuera, sin embargo, unas tazas humeantes sobre la mesa llamaron su atención.
"Tuvimos que salir a recolectar algunas plantas que solamente crecen en un área específica de la isla, calculo que regresaremos al medio día. Les dejo el desayuno preparado y el ungüento de Sanji para que siga con el tratamiento. Sigan con sus actividades normalmente."
Zoro se acercó a Sanji para dejarle ver la nota que había encontrado, a lo que solamente asintió e intentó ponerse de pie para ir hacia la mesa, sin embargo, Zoro ofreció su brazo como apoyo y Sanji simplemente se dejó ayudar. La interacción entre ellos, poco a poco se iba haciendo más natural, era como si Zoro estuviera dispuesto a hacer todo lo posible con tal de que el rubio se encontrara bien, y a Sanji ya no le costaba aceptar ese tipo de atenciones, es más, se podría decir que empezaba a agradarle esa actitud de Zoro.
Se sentaron a la mesa, frente a frente, y por primera vez en lo que llevaban de conocerse, se miraron directamente a los ojos sin un rastro de enojo, más bien, era como si de un momento a otro hubieran formado una complicidad, como si pudieran comunicarse mediante pensamientos, como si nada más en el mundo existiera, solamente ellos. Sanji alzó la taza y bebió un poco del contenido sin apartar la vista del espadachín y recibió una amplia sonrisa como respuesta. Quizás había sido producto de todo lo que habían vivido en esa isla, quizás era porque esa vez sería la primera que se encontraban a solas sin tener la necesidad de retarse mutuamente, quizás era el ambiente que se había formado, o simplemente se habían cansado de tener que estar todo el tiempo escondiendo lo que sentían el uno por el otro. Por primera vez en lo que llevaban de vida, se habían permitido bajar la guardia, y sin esas barreras, los sentimientos no tuvieron más remedio que desbordarse, de fluir como si de un río se tratase, además, los sucesos de la noche anterior habían sido claves para que la tensión disminuyera considerablemente, y aunque no recordaban nada de lo sucedido, sus subconscientes si lo hacían.
Terminaron de desayunar y Zoro nuevamente se ofreció como soporte para ayudar a Sanji a llegar hacia el sillón, después de todo, ya era hora de la primera dosis del ungüento. El cocinero se sentó para empezar a aplicarse la medicina, pero el espadachín lo detuvo haciéndole entender que sería él quien se lo pondría.
—Puedo hacerlo solo —La frase no contenía enojo, es más, un tono juguetón y meloso hacía su presencia.
—Quiero hacerlo —La voz profunda y grave de Roronoa llenó el lugar, haciendo que Sanji se estremeciera, se limitó a tragar un poco de saliva para después asentir.
El espadachín empezó a quitar la venda suavemente para luego esparcir la crema a lo largo de la herida. No era la primera vez que Zoro hacía exactamente lo mismo, pero esta vez, las cosas eran un tanto diferentes. Si bien el espadachín siempre había sido cuidadoso con la aplicación del ungüento, esta vez lo estaba haciendo más lento que de costumbre, como si lo estuviera acariciando, y Sanji, a pesar de haber sentido esas manos recorrerle la misma herida, esta vez no sentía absolutamente nada de dolor, en vez de eso, un cosquilleo agradable hacía su aparición, el rubio mordió sus labios para no dejar escapar un gemido de placer y se limitó a agarrar con fuerza el tapizado del sillón. Sintió como su corazón se aceleraba, y es que el espadachín no solamente le estaba acariciando la herida, si no que subía descaradamente por toda su pierna.
Zoro decidió que ya era muy tarde para retroceder, de hecho, ya era una cuestión imposible, la visión de un Sanji extasiado por unas simples caricias lo encendieron como nunca antes, y quiso morder esos labios que desde hace mucho tiempo lo venían provocando, despacio fue posicionándose encima de Sanji y empezó a subir de a poco mientras seguía acariciándolo, su mano fue recorriendo todo el camino desde su pierna hasta un abdomen macizo por el entrenamiento, le desacomodó la camisa para poder infiltrar sus dedos y tocar su piel blanca. Sanji por su parte también supo que no podría hacer nada, el caudal de sus sentimientos había sido liberado, había aceptado en ese momento que lo que sentía por Zoro iba más allá de la camaradería o la rivalidad, y mejor aún, estaba siendo correspondido sin necesidad de haber mediado palabras, se acomodó de mejor manera en el sillón para que el espadachín siguiera recorriéndolo y lo alentó poniendo su blanca mano sobre el brazo moreno y curtido de su compañero.
Zoro siguió subiendo, apoyando un poco de su peso sobre el cuerpo del cocinero y quedaron frente a frente, nuevamente mirándose a los ojos, sin creer que estaban a punto de completar el contacto que desde hace mucho tiempo habían anhelado. Zoro acercó su rostro al de Sanji, lo suficiente como para que sus intenciones sean claras y para que decidiese si en realidad eso era lo que quería, y así fue, el rubio se impulsó un poco para alcanzar los labios del espadachín y así cerrar un ciclo para empezar uno completamente distinto. Al principio, el beso estuvo lleno de furia, como si estuvieran luchando por ver quién estaba al mando, movimientos frenéticos iban y venían, se empujaban, se mordían, las ansias reprimidas explotaron en ese instante, los cuerpos ardientes solamente buscaban calmar la tensión sexual que habían desarrollado a lo largo del camino y por fin la piel de ambos quedó al descubierto. Sintieron como un alivio al sentir el calor del otro de manera directa, Zoro siguió con lo que se había propuesto y terminó de quitarle la camisa a Sanji para luego besar la piel de sus hombros. Sanji alzó la cabeza para dejarle vía libre hasta su cuello, y cuando Zoro empezó a mordisquear y succionar esa parte de su anatomía, el rubio apretó con fuerza los verdes cabellos de su nakama, incitándole a seguir, la otra mano empezó a juguetear con el elástico del pantalón, y luego, sin previo aviso, filtró su mano por debajo.
Fueron desvistiéndose poco a poco mientras sus lenguas jugueteaban y sus manos empezaban a explorar partes que hasta ese entonces solamente habían soñado, y no fue hasta ese momento en que repararon en todo lo que estaba sucediendo. Se separaron lentamente, trataron de reconocerse en el caudal de emociones en los que se encontraban nadando frenéticamente y se quedaron flotando entre la indecisión y el orgullo, pensando en lo que vendría después de todo aquello, en que tendrían que enfrentarse a sus propios sentimientos cuando salieran del lugar y llegasen al barco… Era entregarse por completo en ese lugar y después renunciar y olvidarse de todo, o frenar allí y decir que la anciana los había drogado con la infusión que habían tomado en la mañana. En ese momento la puerta de la cabaña se abrió. Zoro y Sanji trataron de separarse para disimular que no había pasado nada, sin embargo, estaban desnudos, enredados con las cobijas, imposibilitados de separarse bruscamente y la bruja hizo su aparición seguida por sus cuatro gatos.
—Oh… —Entró mirándolos directamente, no hizo el intento de disimular que sabía perfectamente lo que estaba sucediendo. —. ¿Saben cuál es el peor enemigo del amor? El orgullo… he visto morir tantas relaciones por eso, y no solamente eso, muchas de ellas han terminado en tragedias imposibles de solucionar —La anciana empezaba a dejar algunas canastas sobre la mesa. —. ¿Saben que es lo peor? Cuando uno se guarda sus sentimientos durante mucho tiempo, estos se pudren lentamente, se convierten poco a poco en rencor, amargura, resentimiento, odio y muchas otras tonterías que se pueden solucionar hablando… o en su caso, bueno… hay personas que son más carnales que otras —Soltó una risotada que espantó al gato atigrado. —. Pero no, eso no es lo peor de todo. Creo que lo peor es haber abierto las puertas para después cerrarlas abruptamente, eso solamente destroza todo, después de eso la amistad se vuelve imposible, la convivencia se convierte en caos y es un constante pelear y discutir, es como una manera de alejarse del verdadero problema, aunque este método solamente cause muchos más problemas que al principio —Para este punto, Zoro y Sanji se habían acomodado sus prendas y escuchaban atentamente, como si se tratase de dos niños recibiendo una lección de vida. —. Ahora, ¿qué van a elegir ustedes? Ya no es un secreto lo que sienten el uno por el otro, ya solamente les quedan dos opciones, o salen de aquí fingiendo que no ha pasado nada y corren el riesgo de destruir su amistad, o aceptan de una vez por todas lo que han estado sintiendo y hacen su mejor esfuerzo para hacer que funcione —La anciana les dio la espalda para dirigirse hacia la cocina.
CONTINUARÁ
