Podía apreciar, desde la posición en la que estaba, como el cielo empezaba a cambiar de color: amarillo, naranja y rosa inundando su vista. El amanecer se empezaba a filtrar por todas las ventanas de París.
No había vista más sublime que esa. Sin contar que tenía a Marinette recargada sobre su pecho, dormida mientras él disfrutaba las bellas tonalidades del cielo que se iban difuminando.
Quería que la bella chica igual apreciara lo que tenían frente a sus ojos, pero no quería despertarla. No ahora que acababa de descubrir lo adorable que se veía dormida, en esa forma tan angelical que solo ella podría lograr.
Estaba todo tan silencioso que podía escuchar su respiración, tan dulce y relajada que lograba transmitirle ese mismo sentimiento.
Observó los mechones oscuros que tapaban su angelical rostro y trató de acomodarselos detrás de su oreja para poder apreciarla mejor.
Se encontraba tan cerca que podía apreciar todo: las pequeñas pecas que se esparcían por toda su nariz, esa bendita nariz respingada que parecía estar tallada a mano, esos labios tan adictivos que lo volvían loco, las largas pestañas que enmarcarban sus hermosos ojos azules, en fin...
Ya no podía seguirlo negando; Marinette era perfecta.
En ese momento se sentía el hombre más afortunado del mundo. Haría lo que fuera para despertar de esta manera todos los días.
¿Acaso estaba soñando? Porque si era así, esperaba que nunca lo despertaran... pero el trato había sido solo una noche y así lo habían acordado, ya no podía retractarse.
Sin importar que hacían una increíble pareja y, por más que pensaba y pensaba, no encontraba ninguna cosa que pudiera salirles mal. Eran almas genelas, estaba seguro.
Su felicidad estaba al alcance de solo unas cuantas palabras que le había costado tanto trabajo aceptar pero una vez asentadas ya no podía aguantarse más por decirlas abiertamente.
Él la amaría con su alma, trataría de hacerla la mujer más feliz y vería por su seguridad en todo momento.
Bueno... si tan solo estuvieran juntos.
Y no es que no tratara de hacerlo aunque no fueran pareja, pero eso no quitaba que le doliera el pecho al no poder demostrarle abiertamente sus sentimientos hacia ella.
— Sé mía, Nette —susurró, esperando que el universo escuchara sus plegarias—. No importa cuándo sea, yo esperaré.
Y era verdad, no le importaba el tiempo que tuviera que esperar para que su amor fuera real, en fin, él ya llevaba mucho tiempo solo y lo prefería así. Muchas veces salió lastimado por creer que ya había encontrado el amor y habían terminado siendo una gran mentira.
Primero, un amor sin amor, basado en popularidad (¿por qué no lo vió venir?), siguiéndole uno que era totalmente pasional pero nada más que eso (ya no buscaba eso, ya no), para terminar con un amor cimentado en meras competencias, un amor que lógicamente fracasó.
Pero si hablaban de Marinette la cosa pintaba totalmente diferente; ella era su verano en los frios días de invierno y siempre sacaba lo mejor de él... y, aunque no había ninguna red de seguridad que lo protegiera, era libre.
Libre para enamorarse de ella... si tan solo se atreviera a confesarse.
Aunque ahora (ahí, desnudos, presenciando los primeros rayos del sol) se hallaban en una cuerda floja y un paso en falso podría hacer que cayeran en picada.
Marinette se removió un poco y lo atrajo inconscientemente más a ella. En ese mismo momento dio un largo suspiro y por fin abrió sus deslumbrantes ojos azules.
—Buenos días, cariño —susurró el chico mientras ella enfocaba su mirada en la de él.
Marinette pestañeó un par de veces antes de suavizar su mirada y darle una cálida sonrisa. Lo cual era una hermosa vista para él pues de todavía se veían los colores del amanecer de fondo, dándole una vista sublime.
Vaya, sí que estaba perdido.
— Buenos días, Adrien —dijo re acomodándose y enroscando aún más sus brazos en su torso—. ¿Qué tal amaneciste?
¿Cómo había amanecido? Había muchas respuestas: definitivamente feliz, tal vez algo melancólico, pero esa sensación en su pecho le decía que se sentía mejor de lo que se había sentido en mucho tiempo... así que soltó la respuesta que sabía que su corazón ya no aguantaba retener más.
— Enamorado de ti —dijo suave, comenzando a trazar círculos por la espalda de Marinette, como si no supiera el cambio que pueden provocar esas palabras en sus vidas—, así es como he amanecido.
.
.
.
Me encanta la idea de un Adrien todo cariñoso y sentimental. En especial con esta canción... es una de mis favoritas de la vida jaja (por lo que les recomiendo escucharla, el nombre está en el título) y me fascinó escribir sobre ella.
Gracias a todos los que me han comentado (Mu Bug Moon, Manu y a todos los que se han tomado su tiempo para escribir). De verdad lo aprecio mucho :)
