La oscuridad de la noche sucumbió ante los primeros rayos de luz que se venían asomando por las montañas. Con ello, se anunciaba un nuevo amanecer que daría el comienzo de un nuevo día en la ínfima vida de cada habitante de la Isla. Se veía bastante prometedor que fuese una jornada de lo más tranquilo al tratarse de un domingo común y corriente, sin preocupaciones ni trabajos. Realmente se respiraba plena satisfacción en todos al ver que no harían nada hasta el angustiante día siguiente, el infame día en la que todos los habitantes debían ponerse en movimiento de mala gana, puesto a que era el inicio masivo de clases en toda la zona. Con ello, la saturación pronosticada para los autobuses y taxis llenos de jóvenes universitarios en los bulevares de Trost ya estaba más que confirmada. Pero ese estrés colectivo de chicos y grandes podía esperar. Era momento de aprovechar el último día.
Aunque bueno, no todos tenían la susodicha de disfrutar de un tranquilo y deleitoso domingo en paz. Jean ahora se retractaba de la supuesta genialidad del señor Levi que tanto afirmaba en un principio, ya que su visión de aquel hombre rudo e intimidante vestido en traje se vio afectada al verlo ahora, con sus harapos dignos de una criada mal pagada mientras vociferaba múltiples órdenes a los jóvenes residentes de aquella casa, para mover sus mimados traseros de un lugar a otro en búsqueda de exterminar cualquier suciedad posible en los rincones, pareciera un jodido mal chiste.
El chico detestaba esa nueva regla de declarar el domingo como día de limpieza masiva, como norma inquebrantable que los adultos a su cargo habían decretado pese a sus súplicas.
El primer fin de semana en aquel sitio fue tediosa que cuesta recordar. Jean no solo desea olvidar todas las constantes aclaraciones y reglas que la tal señora Hange había impuesto en coordinación con los superiores Smith y Ackerman para mantener a los chicos a raya de las estupideces que se les ocurriese, sino que también odiaba como sus compañeros fuesen de lo más insoportables e inútiles en todos los ámbitos. Las constantes peleas que se dieron entre los chicos y chicas durante el sábado solo mostraba que ellos no iban a sincronizarse muy fácil, las disputas sobre quien debía cocinar, encargarse de los víveres, los gastos secundarios, los encargados de la limpieza de las habitaciones y lo demás eran batallas campales en las que nadie salía ganando más que una terrible migraña. Aunque Jean no se consideraba como alguien de un carácter estrella o pulcro, al menos sabía que las responsabilidades no podían evadirse y que no podía vivir en una pocilga junto con aquellas personas indeseables a su parecer. Pero tal parece que el resto no pensaba igual, puesto que ni siquiera cooperaban para su propio bienestar.
Ayer fue un completo desastre. Tan solo recordar la pelea matutina entre Reiner y Eren sobre quién debía ducharse primero, los ensordecedores chillidos de Historia y Connie al encontrar 2 ratas muertas en la cocina o de la innecesaria violencia de Annie en contra de los chicos que estuviesen en desacuerdo con sus patéticas normas de privacidad le afirmaba que ya no tenía fe en la humanidad.
No estaba listo para convivir con ellos durante el resto de sus días universitarios. Eran de lo peor.
Hoy iniciaban con el primer día de limpieza antes de ingresar a la universidad. Para su buena suerte (o tal vez no tanta), el superior Ackerman pudo presentarse para darles un minucioso tutorial de como quería que limpiaran la casa. A contra de la voluntad de todos en la fresca mañana, se pusieron las ridículas prendas holgadas de anciana que el hombre les proporcionó, se amarraron sus cabezas con pañuelos y se dispusieron a limpiar cada lugar.
Jean tomó de mala gana el deber de limpiar ventanas y puertas, así como limpiar la habitación de los varones y lavar todas las colchas y cobijas que sus holgazanes compañeros usaban para dormir en el suelo. A veces, tener el privilegio de dormir en la única cama disponible también tenía su respectiva cuota.
Mientras terminaba con su labor y cerraba la puerta de la habitación, Jean solo soltó un suspiro pesado para expulsar todo atisbo de cansancio en su cuerpo. Se recargó por unos instantes por la puerta en busca de algunos minutos en paz antes de que Levi le encomendara otra tarea, solamente rogaba a que no le tocara limpiar los baños. La patética situación de la higiene colectiva de alguna manera le recordaba los días en las que su madre y él se disputaban sobre quién debía limpiar el retrete.
— ¡TÚ HAZTE CARGO, VIEJA BRUJA! ¡YO CASI NI USO EL BAÑO AQUÍ!
— ¡PERO YO NO ME ENCARGO DE TAPARLO CON PORQUERÍAS CADA QUE PUEDO! ¡ASUME LA RESPONSABILIDAD DE UNA VEZ HOLGAZÁN!
— ¡ME NIEGO! ¡ESTO ES EXPLOTACIÓN LABORAL!
— ¡MIENTRAS ESTES BAJO DE MI TECHO Y YO TE SIGA MANTENIENDO, HARÁS LO QUE YO TE DIGA JOVENCITO! ¡TEN TANTITO RESPETO HACIA LA QUE TE PUJÓ POR 5 HORAS Y LAVA ESE RETRETE! —
De alguna manera aquellos recuerdos cómicos entre él y su madre gritando se hicieron presentes en su cabeza. Ahora no sabía si era lo mejor seguir quejándose de aquella independencia necesaria junto con los demás, no era tan malo en comparación de los gritos de su progenitora que solo atarían a los vecinos de 3 cuadras de distancia, así que solo dejó de pensar en ello y se dispuso a bajar.
Sin embargo, su relativa tranquilidad se vio interrumpida cuando vio al resto de chicos acercarse hacia el final del pasillo. Su intriga aumentó cuando éstos se acercaron a la pequeña entrada que conducía al ático.
— Oigan, ¿qué creen que van a hacer?
— ¿Qué no es algo obvio? - dijo secamente Annie mientras alzaba con sus brazos la escoba y la cubeta que traía consigo.
— Si pero, ¿no que no tenemos las llaves de ese ático?
— Tenemos a una chica que con una patada te reinicia la vida. Yo creo que eso es más que suficiente para romper un candado. — enunció Eren mientras se dirigía hacia la puerta junto con el resto.
— ¡¿Están locos?! ¡¿Cómo se les ocurre ir como si nada a romper una puerta de una casa que ni siquiera es nuestra?!
— Órdenes del señor Ackerman — la voz cantarina de parte de Reiner fue la única respuesta que el castaño pudo recibir. Más esto no fue suficiente para calmar su incredulidad ante la situación.
No podía creer que los chicos literalmente se dispusieran a romper una insignificante regla apenas 2 días de haber llegado. Los adultos tenían estándares sobre ellos, por si no lo recordaban.
— ¡Pero, Hange dijo que...! — antes de continuar su frase, fue interrumpido por Eren; quién realmente se le estaba colmando la poca paciencia que aún conservaba al tener que soportar la contraria de su "amigo", producto por la pesada jornada de limpieza que lentamente los estaba consumiendo.
— Vamos Jean, no seas el abuelo aguafiestas aquí. Solo vamos a limpiar y se acabó.
— Además, el señor Levi ya nos dio permiso para entrar. No te pongas paranoico ¿quieres? Ahora mueve ese maldito trasero y ayúdanos si tanto te importa — esta vez fue Connie quién habló totalmente irritado, olímpicamente ignorando el ceño fruncido que se formaba en el rostro de Jean.
— ¡HIJOS DE...!
Gran cosa no pudo lograr al tratar de detenerlos ni de tratar de aparentar de ser un hombre "responsable" frente a los demás. Al final, tuvo que unirse, puesto a que no tenía ganas de armar una estúpida discusión respecto a la limpieza que Levi consideraba prudente. No quería meterse en más líos de los que ya estaban por ser tan contrarios en sus ideas. Aunque para la sorpresa de los demás, cuando arribaron hacia la entrada y trataron de mover el candado, este ya no estaba.
— ¿Y el candado? — preguntó inocentemente Connie.
— Quién sabe, ni nos incumbe. Mejor cállate y quítate del camino, maldito cabeza de huevo. — vociferó Annie con vehemencia, ya desesperada por terminar las tareas domésticas que tanto la traía agobiada en conjunto con las discusiones de sus compañeros. Empujó al chico en cuestión de segundos fuera de su camino con dureza, subió las escalerillas siendo seguida por el resto para finalmente llegar al ático.
Al ser la última de la pequeña fila y de entrar al lugar, Historia buscó el interruptor y encendió el foco, para dar paso a una vista no tan extraordinaria para el grupo.
El ático no tenía nada de especial a decir verdad: solo eran muebles viejos, cajas amontonadas, roperos cerrados bajo llave y sabanas. El lugar se encontraba inundado en el polvo y en las telarañas que evidenciaban su claro abandono y suciedad a través de los años de olvido. Todos tomaron un largo respiro para llenarse de valor para empezar a limpiar tal inmundo lugar. Esto tomaría más tiempo de lo que requerido.
— Bueno, ¡muévanse idiotas! ¡Qué este ático no se limpiara sola! — la orden de Reiner solo hizo que gran parte de los chicos resoplaran de exasperación.
— ¿Quién te dijo que estabas al mando, cara de gorila? — reiteró Eren de manera brusca mientras tomaba la escoba, viendo de mala manera al oji-ambarino quien estaba a su lado.
— Desde que se me dio la jodida gana Jaeger. Cierra tu boca y muévete.
— Oye, solo porque eres el novio mimado de la estúpida de Historia no significa que nos puedas tratar como se te de la jodida gana — siseó la segunda rubia en modo de defensa ante la respuesta grosera del contrario.
— Oye, ¿¡a quién llamaste estúpida eh!?
— ¿Ves a alguna otra rubia de lo más inepta llamada "Historia" por aquí?
— ¡ANNIE!
— Sigan así y seguramente acabaremos en un abrir y cerrar de ojos...— dicho con el mayor sarcasmo posible en su voz, Jean solo resopló en un intento de contener sus ganas de golpear a todo el mundo allí dentro, solo porque sus voces ya estaban colmando su poca integridad personal y se dispuso a limpiar.
Pronto el polvo inundo la atmosfera, dificultando la respiración del grupo. Pasaron varios minutos en silencio dentro de aquella burbuja incesante de incomodidad y tensión que no tardaba en estallarse, barriendo los rincones, sacudiendo las respectivas cajas así como pasar los trapos mojados por los muebles.
Poco a poco, cada uno se fue separando más y más al buscar entre los muebles amontonados más espacio por limpiar, nadie podía darse el lujo de dejar un solo rastro de mugre en presencia de Levi Ackerman. Connie comenzó a abrir diversas cajas que se encontraban dispersos en el suelo, Eren pasaba el trapo mojado encima de un portarretratos lleno de polvo que había hallado en un rincón mientras que Annie inspeccionaba un librero antiguo, que para su sorpresa, contenía una enorme cantidad de diversos libros de no más de 200 páginas de grosor y con tapas forradas de cuero.
La chica no pudo evitar dar una resplandeciente mirada de emoción al ver todo lo que podría leer durante su estadía dentro de la casa. Pero en cuestión de segundos, vio en el último estante un libro que contrastaba del resto, al ser de menor volumen y que estaba menos polvoriento que el resto. Rápidamente agarró el pequeño libro con cuidado para evitar una avalancha de los más grandes, aunque después se percató de que en realidad no era un libro, sino que trataba más bien de un cuadernillo de lo más modesto con un emblema dorado de dos letras A en su portada carmín.
— ¿Acaso eso es un diario? — la voz de Jean pronto resonó cerca de los oídos de la fémina, lo que hizo que en cuestión de segundos volteara a su dirección y se pusiera más rígida. Esto no pasó desapercibido del chico, así que intentó calmarla lo más rápido posible
— Oye oye, tampoco te pongas en modo brava ¿sí? Solo preguntaba.
— ¿Y porque a ti te incumbe saber si es un diario o no? — la chica recelosamente dejó el diario en su lugar mientras enunciaba aquella frase con fastidio.
— Ya dije que te tranquilices maldita narizona, no muerdo.
— Peor aún, relincha — Eren solo bufó intencionadamente aquel chiste mientras miraba de manera altanera al mencionado por detrás. Jean sabía que a Eren le encantaba sacarlo de sus casillas con las constantes bromas de caballo que desde varios años ya no le parecían divertidos. Ahora solo le daba pena que su sentido de humor se halla limitado tanto con ese chiste sobreexplotado.
— Otro mal chiste respecto a un jodido caballo Jaeger, y juro por Dios que...
— ¿Qué? ¿Vas a ir a las faldas de tu madre Jeanbo?
Aquel cometario fue la gota que derramó el vaso ante la paciencia de Kirschtein. Podía tolerar a Eren y sus conjuntos chistes malos respecto a su rostro, pero jamás de los jamases iba a dejar que dijera tal apodo sin consecuencias.
Así que tan rápido como el castaño de ojos verdes cerró su boca y volteó, Jean no tardó en abalanzarse contra él para darle su merecido por su vago intento de payaso. Entre jalones de cabello, golpes bajos e insultos leves que solo desesperaban más a los otros, fueron balanceándose de un lugar a otro hasta que ambos chicos golpearan la repisa donde se encontraba el portarretratos y cayeran al suelo, levantando aún más polvo que ahogó a todos los presentes.
— ¡MIREN LO QUE HICIERON! ¡¿ACASO NO PUEDEN DEJAR DE ACTUAR COMO CHIQUILLOS DE 5 AÑOS POR UN MOMENTO?! — Reiss de inmediato les dio un leve golpe a ambos varones quienes se hallaba en el suelo con su escoba, mientras tosía a causa de la nube de suciedad que ahora estaba en el aire por su culpa. Sin embargo, fue ignorada totalmente por los mismos, quienes discutían a gritos aun postrados en el sitio que se encontraban.
— ¡TARDÉ MUCHO EN LIMPIAR ESO, MALDITO CARA DE YEGUA!
— ¡TAL VEZ ESO NO HUBIESE PASADO SI ALGUIEN SE HUBIERA MANTENIDO CON EL HOCICO CERRADO!
— ¡TAL VEZ SI ALGUIEN NO TUVIESE UN CARÁCTER TAN MIERDERA Y ENGREÍDA...!
— ¡AH, PERO SI ALGUIEN NO DEJARA DE ESTAR DE DISCO RAYADO CON SUS CHISTES TAN ESTUPIDOS!
— ¡IDIOTA EGÓLATRA!
— ¡BASTARDO MALCRIADO!
— ¡IMBECIL MALPARIDO DE MIERDA!
— ¿Qué es esto? ¿Un concurso de quién insulta mejor? — susurró Connie en lo más bajo, viendo con una mueca divertida aquella ridícula escena de los supuestos "amigos de infancia" junto con el resto de los rubios.
— Cuánta pena me dan — Historia lamentaba con fastidio al seguir oyendo como añadían más insultos en la lista.
— Parecen una pareja de cuarentones casados que llevan 2 meses en abstinencia...
— ¿Acaso alguien quisiera estar casado con ellos alguna vez? — Annie dudaba mucho que alguien realmente les viese a los dos algo bueno, lo único rescatable a su parecer eran los apuestos que eran, lo demás eran interminables defectos.
— Pobre a la chica que quiera estarlo.
— Sería una masoquista en todo caso
Reiner resopló lleno de frustración al ver como los dos no estaban colaborando en lo más mínimo en terminar de limpiar aquel rincón, no iba a tolerar más de las estúpidas ocurrencias de Eren y Jean por más tiempo, así que solo se acercó y les gritó por encima de sus cabezas.
— ¡venga ya chicos! ¡No tenemos todo el día para sus malditas discusiones de pobres trasnochados! ¡Muévanse!
Los chicos dirigieron su mejor mirada de odio hacia el fornido quien posaba en su dirección, para luego de mala gana reincorporarse del suelo, aun con sus fulminantes ganas de querer matarse entre sí vigentes en sus entrañas, dando como resultado que Jean solo le concediera un zape a la cabeza de Eren denotando su molestia.
Eren obviamente le devolvió el golpe para mayor equidad, se sacudió sus prendas y con cuidado recogió el portarretrato que cayó. Pero para cuando estuvo a punto de colgarlo en la pared, no pudo evitar ver los ojos de la protagonista de la fotografía que ahora se manifestaba en ella. Jean no pasó de largo ante este hecho y también fijó su vista para verla.
Tanto él como Eren no pudieron evitar quedar emblesados, aunque esto se notaba más en el moreno de ojos aquamarina puesto a que su mirada cobró un brillo de lo más extraño con solo verla.
En aquel portarretrato, se hallaba la viva imagen de una bella chica. Tal aparetaba que no debía sobrepasar los 20 años, tenía rasgos faciales muy finos y rasgados, dando una agraciada apariencia oriental en su delicado perfil. Sus ojos denotaban una mirada solemne, su piel era blanquecina que contrastaba con el tono azabache de su corta cabellera, sus pomulos fueron retratados con un breve rubor disimulado y sus pequeños labios resplandecían.
Transmitía en sus ojos un aura de determinación y fuerza, que hasta cierto punto llegaba a intimidar los ojos curiosos que ahora posaban en ella, siendo la imagen hecha carne y hueso de la combinación eterea de delicadeza y poderío. Tenía una cicatriz en la mejilla así como traer puesto algunas prendas que claramente no correspondían a la época actual, todo bajo una fina capa de paletas grisaceos que coloreaban el cuadro que delataban que la foto era ya muy antigua.
Jean quedó impresionado ante la fémina retratada, pero su pequeña ensoñación se cortó al posar su mirada a su compañero de lado. Quedó totalmente incredulo al contemplar como el moreno dilataba sus pupilas llenos de un resplandor extraño mientras que un discreto rubor se hacía presente en sus mejillas, quedando estatico y sumiso ante la desafiante mirada de la mujer. Esto solo le daba más pena de lo que ya le tenía.
— Que rayos Eren, ¿Qué tanto la miras?
— ¿Eh?
— Es tan hermosa...— Historia se había acercado donde estaban los chicos y expresó su sorpresa ante la hermosa chica del cuadro. Annie también se había acercado para ver que tanto estaban admirando. No tardó en soltar un pequeño silbido y de pronunciar algunas palabras al respecto.
— Nada mal
— ¿Cómo que nada mal? —Jean preguntó de manera incrédula, viendo a la rubia con la ceja alzada.
— He estado con chicas mejores. — solo se limitó a responder la chica.
— ¿Acaso tú has salido con chicas antes?
— ¿Qué? ¿Vas a juzgar mis preferencias ahora?
— Dios Annie, no seas intensa. ¿Quién juzga preferencias en pleno siglo 21? — Jean decidió omitir una futura disputa con Annie y le dirigió la palabra a Eren — Bueno Eren, ya cuelga eso. Tenemos que avanzar con esto antes de que el señor Levi nos llame.
Eren aún no había despertado de su profundo letargo al ver los ojos de la chica. Historia se limitó a jalarle la manga de su camisa para devolverlo al presente, cosa que hizo que reaccionar de inmediato.
— Oye Jean... — el mencionado solo giró a ver a Eren. Pudo ver como el moreno aun posaba sus orbes verdes con expectación e ilusión, con un ceño fruncido que solo delataba su desconcierto. Sin muchas trabas, preguntó — No tienes la sensación de que... ¿ya la habíamos visto antes?
El silencio pronto reinó entre ambos, uno bastante incomodo mientras el castaño de ojos ámbar trataba de procesar la estupidez que había mencionado el contrario quien aún visualizaba la fotografía. Todo concluyó con Jean tratando de reprimir una carcajada de tono burlesco que no pudo reprimir.
— JAJAJAJAJA
— ¿QUÉ?
— ¿ENSERIO ERES TAN PATÉTICO Y DESEPERADO COMO PARA ENAMORARTE DE UNA MISERA FOTO? JAJAJAJA
— ¡TÚ CALLATE MALDITO! ¡SÓLO PREGUNTABA!
— ¡DE TODAS LAS COSAS QUE PUDISTE SER, ELEGISTE SER LA BURLA!
— ¡MALDITO JEAN, ERES UN...!
— ¿Saben que podrían hacer en vez de estar hablando de una foto de alguien que ahora podría ser una decrepita anciana? ¡TERMINAR DE UNA JODIDA VEZ SU PARTE DE ESTE ÁTICO! ¡MUEVAN SUS CULOS AHORA! — Reiner gritó tratando de dejar claro su desesperación a los chicos quienes amenazaban en armar una nueva contienda.
— ¡Ya vamos mamá! — dijeron con burla los dos al unísono, cosa que hizo que Reiner se enfadara aún más ante despectivo término.
— ¡Wow chicos, miren lo que me encontré! — Connie alzó su voz para que los presentes voltearan a su dirección. Sacó de una de las cajas lo que parecía ser una flecha, que traía oxido consigo pero que aún se conservaba filosa y de buen estado. Esto despertó la curiosidad de Eren al instante.
— ¿Acaso esa es una flecha de caza? — preguntó curiosa Reiss al ver el objeto.
— ¡Quiero verla! ¡Lánzala Connie! — ante esta petición, Eren solo extendió sus manos en ademán de querer atrapar la flecha. Rápidamente los demás vieron incrédulos como iban a hacer la estúpida idea de lanzar una flecha hacia el cuerpo de alguien, así que de inmediato trataron de persuadir al pelado del grupo en no hacer semejante barbaridad.
— Espera Connie, no...
— CONNIE...
- ¡Ahí va! - omitiendo los gritos alertados de los otros, el chico no lo pensó ni siquiera dos veces y lanzó con fuerza la flecha en dirección a Eren. Obviamente el contrario se apartó alarmado al ver como el objeto puntiagudo se acercaba con rapidez hacia su cuerpo, haciendo que la flecha quedará pegado en la pared.
Los demás vieron con rabia al pelado del grupo. Él solamente se limitó a verlos también con confusión.
— ¡CONNIE! ¿ESTAS LOCO? ¡PUDISTE MATAR A ALGUIEN! — Jean no reprimió el volumen de su grito hacia Connie.
— ¿QUÉ? ¡EREN ME DIJO QUE LO HICIERA!
— ¡PERO YO NO CREÍA QUE REALMENTE LA LANZARÍAS! ¡MÁS ESTÚPIDO NO PUEDES SER!
— ¿Qué, acaso estas retándolo? — exclamó un desconcertado Reiner aun procesando la escena.
— Mejor ni se lo digas. — enunció Annie.
— ¿Ya acabaron allá arriba o porqué tanto griterío? — la profunda voz llena de hastío de parte de Levi pronto resonó desde el exterior del ático, quien lentamente se había aproximado al oír tanto bullicio desde arriba.
Todos casi de inmediato se movieron alarmados a su respectivo sitio de limpieza, tratando de aparentar que ya habían progresado en su tarea pese a las discusiones que los estaban retrasando. Eren, aún con el vértigo impregnado en su cuerpo tras haber evadido por solo unos centímetros la muerte siquiera, puso el portarretratos de vuelta a su lugar con rapidez así como recoger la flecha y dejarla sobre un estante. De ahí, nadie más pronunció ni un "pío" de sus bocas.
Si, aunque no lo crean, esta era una de aquellas pequeñas riñas que estaban sucediendo desde que llegaron hace apenas un día. Jean no creía que la gente se pudiese llevar tan mal en tan poco tiempo, pero la realidad con la que estaba conviviendo ahora mismo lo había abofeteado y le había demostrado lo contrario. No podían estar todos en el mismo espacio sin tener que estallar en quejas de uno respecto al otro, si esto seguía así, lo más probable es que se pegaría un tiro.
Después de una media hora más, Levi los llamó a todos hacia la sala, indicando que el día de limpieza ya había concluido así como la hora de la merienda. Todos suspiraron llenos de alivio y rápidamente dejaron todos sus materiales de limpieza atrás y corrieron lejos de allí, dejando al pobre Jean con las manos llenas.
— Malditos — soltó rendido mientras recogía todo para guardarlo en el cuarto de limpieza.
Tardó unos cuantos minutos en acomodar ciertas cosas en su respectivo lugar y en juntar las escobas y las jergas. Echó un último vistazo a la zona para ver el resultado de la jornada, nuevamente topando sus ojos en la chica del portarretratos y en la flecha que se hallaba cerca en el estante. En algún punto se sorprendió al ver cómo había pasado por alto la presencia de una harpa y un piano en la esquina, así como un armario ligeramente abierto que contenía algunas prendas femeninas. Se acercó para cerrarla, pero al ver el interior de ésta misma, se topó con un bolígrafo y un cuaderno.
— M. B. — susurró levemente al leer las letras iniciales que tenía la esquina del cuaderno en conjunto con su bolígrafo de color negro que ahora sostenía en la mano.
Se le hizo algo conocido aquellas letras insignificantes al posarlo en sus ojos, no sabría describirlo con exactitud puesto a que era algo estúpido la idea. Pasados unos segundos, se limitó a guardar la pluma en el bolsillo de su pantalón y cerrar con cuidado el armario, para luego recoger todo las cosas, bajar las escalerillas con cuidado y cerrar el ático.
Por alguna extraña razón, para cuando Jean llegó al final del largo pasillo a la víspera de bajar el primer peldaño de las escaleras principales que lo conducirían a la planta baja, volteó para confirmar que nadie estuviera detrás de él. Sintió un extraño escalofrío recorrer su espalda puesto a que por un segundo, creyó que alguien estaba allí presente a sus espaldas acompañándolo en la tranquilidad del pasillo, expectante al observar sus siguientes pasos.
• • •
— Entonces, ¿quién se encarga de ir al supermercado para que preparen su cena? — enunció de manera breve el hombre de baja estatura mientras recogía las llaves de su auto y se encaminaba hacia la salida de la casa.
Había quedado en que llevaría a uno de los jóvenes al supermercado que se hallaba cerca para que éste comprara una despensa necesaria para sobrevivir la primera semana. Todos apuntaron sus dedos a diestra y siniestra hacia los 4 chicos sin definir un objetivo en concreto, cosa que hizo que se armara otra discusión que solo sacó de nuevo los estribos de Levi ante la incompetencia de la pésima colaboración de los recién ingresados a la universidad.
— ¡Dijiste que tú te ibas a encargar de ir!
— ¡No es cierto!
— ¡¿No se suponía que debía ir Connie?!
— ¡¿Crees que Connie sea la opción más sensata?! ¡Podría perderse apenas entrando al súper o gastar todo el dinero en las maquinitas!
— ¡Oigan, por si no lo sabían, puedo oírlos malditos!
— ¡Y tú estuviste a punto de matarnos en el ático!
— ¡Yo ya me encargué de juntar sus porquerías que dejaron en el ático! ¡Yo no iré!
— ¡No es justo! ¡Tú ni siquiera lavaste bien nuestra ventana!
— ¡Al menos hago mi trabajo y no holgazaneo viendo una foto bastardo inútil!
— ¡Oh, tú cállate!
De nuevo se había formado un escándalo de voces, unas opacando otras entre los varones al discutir sobre quién debía ir por la despensa que solo hacían un inquietante eco en el comedor que resonaban las paredes. Los gritos pronto comenzaron subir de intensidad conforme pasaban los segundos, cosa que desesperó a las chicas y a Levi aún más. Al final, Annie dio un fuerte golpe a la mesa con la palma de su mano en la que se encontraba, el ruido repentino hizo que todo el mundo quedara mudo, atentos ante las palabras que la rubia estaba a punto de soltar sin esmero ni contención en su tono.
— ¡No llevo ni siquiera 72 horas estando con ustedes y gracias a sus chillidos y berrinches me han dado dolores de cabeza por más de 4 veces! ¡¿PUEDEN DEJAR DE COMPORTARSE COMO NIÑITAS Y RESOLVER ESTO COMO LOS HOMBRES QUE SE SUPONE QUE SON?!
Todo de nuevo quedó en un ambiente de lo más callada e incómoda posible. Los varones soltaron suspiros pesados mientras que Levi solo ladeaba su cabeza en forma de negación mientras exhaló lleno de decepción y cerraba sus ojos. Al final fue Reiner, el más mayor del grupo, quien rompió el silencio con una sonrisa de la más forzada casi como al nivel de Historia.
— Annie tiene razón chicos. Resolvamos estos como los hombres maduros, civilizados y cuerdos que somos. ¿Qué les parece?
Los 4 cuatro de inmediato se colocaron frente a frente, viéndose desafiantes los unos a los otros con un semblante serio como si estuviesen a punto de tomar la decisión más importante de sus vidas. Y de inmediato, se dictaminó quién iría al supermercado con la vieja confiable.
— ¡PIEDRA, PAPEL O TIJERAS!
• • •
El alboroto dentro del edificio solo hacía que su cuerpo se pusiera más rígido y pesado conforme pasaba el tiempo en aquella larga fila. En tan sofocante situación, solo esperaba con ansias el momento en que debía ser atendido por una de las cajeras para salir de allí de una buena vez. Jean solo farfullaba palabras inteligibles mientras mostraba su mejor cara de pocos amigos que le ofrecía a cualquiera que se interceptara en su paso. Definitivamente estaba de malas, no podía creer que de 4 contiendas del "Piedra, papel o tijeras", él haya perdido. Patético.
La tienda se encontraba al tope de un vasto gentío de todas las edades. Había chocado con demasiadas personas en los pasillos y había irrumpido varias veces sus pensamientos con el griterío de los infantes, el caos que se formaba la gente dentro de un sencillo supermercado solo había empeorado su dolor de cabeza que los chicos le habían sembrado apenas hubiese salido de la casa con la lista de productos en mano. Estaba exasperado y muy cansado, quería mandar al carajo de una vez a todos.
Así que tan pronto salió de la tienda con montones de bolsas plásticas al tope en sus brazos, maldijo también el haberse acordado que Levi tuvo que irse urgentemente para atender una situación en la Universidad, teniendo que dejarlo solo allí. Su única opción ahora era tener que caminar de aquel punto hasta la casa con las manos llenas siguiendo el mismo camino que había visualizado en el coche. Rendido ante su mala suerte, cedió ante el único plan disponible con la migraña empeorando en la víspera de la noche. Porque sí, la limpia total de la casa había tomado más de un día y ahora estaba atardeciendo de nueva cuenta.
Siendo el día de las salidas familiares, no le sorprendió ver a varios transeúntes cruzar calles y banquetas en conjunto con algunos vehículos entre los disturbios de la ciudad. Aquel supermercado que estaba ubicado casi por los límites de Trost se hallaba a tan solo 20 minutos de caminata hasta llegar al desvío del bosque, pero 20 minutos eran más que suficientes para que sus compañeros de habitación se desesperarán por la ausencia de alimento y empezaran a lincharse entre ellos mismos.
Así que aceleró su paso lo más pronto posible para evitar tal desgracia que arruinara aquella última noche libre de responsabilidades, pero manteniendo un ritmo normal para evitar llamar la atención de las personas que lo rodeaban. Pronto sintió como un suave soplo de aire fría golpeaba su piel mientras las estrellas pronto se visualizaban en la negra manta del cielo nocturno.
No tardó en llegar al conocido desvío que lo conduciría a la casa, no sin antes darle un último vistazo a la atrayente cafetería que se encontraba al otro lado de aquella avenida, la cual había oído que casualmente era de la propiedad de Hange. Aunque había pensado ir adentro a finalmente comprarse un café, decidió omitir la idea al tener la obligación de llevar la cena al resto. Algo dentro de su intuición lamentaba no poder ingresar por ahora.
Sentía que algo podría aguardarlo allí.
Dobló en dirección izquierda del desvío y siguió su rumbo como acordaba. Pronto el camino se puso oscuro, las sombras en los pies de los grandes pinos opacaban todo rastro de luz, y dada su desgracia de que no había luna que pudiese iluminar sus pasos, Jean prendió su móvil para usar la linterna con una mano aun con el gran peso de las bolsas encima de él. No tardó mucho en adentrarse más y más dentro del boscaje que su relieve tomaba, la espesura de las hojas marchitas que habían caído al pavimento de la Peque carretera solo crujían con cada paso que daba hacia adelante, mientras que los animales nocturnos lo acompañaban en su marcha con sus cantos.
Aunque para muchos el ambiente lúgubre que se creaba podría ser del más aterrador ante la incertidumbre de la soledad y el sepulcral silencio, para Kirschtein era algo de lo más satisfactorio al tener un momento para relajarse y respirar el aire limpio a través de sus poros, lejos de toda urbanización.
Pronto sintió como sus hombros se relajaban y su cabeza cesaba por un instante los constantes brincos que sus venas ejercían debido a la presión. Inhaló y exhaló bastante confortante de su alrededor, los gritos de sus compañeros y de la gente pronto dejaron de tomar importancia y comenzaban a desvanecerse de su memoria; sencillamente se dispuso a disfrutar su momento a solas del mundo caótico que ahora lo rodeaba. Necesitaba estar en su mejor forma para el día de mañana, libre de tensiones y negatividad.
Pero el momento de paz interna se vio abruptamente interrumpido al sentir como un charco lodoso inundaba uno de sus zapatos. Su expresión cambió a un semblante más irritado al sentir el agua traspasar sus calcetines y sencillamente miró hacia abajo, confirmando sus sospechas.
— ¿Es enserio? — exclamó lleno de rabia mientras sacaba lentamente sus pies fuera del agua. La sensación de enfado amenazó a inundarlo otra vez y estaba a punto de maldecir nuevamente a los 4 vientos hasta que pudo identificar el sonido de una canción a través de la distancia.
Rápido agudizó su oído para escuchar con más atención, hasta finalmente distinguir una suave melodía lejana en dirección al lado del camino. Enfrascado en su momentánea curiosidad, se acercó al punto donde se escuchaba el sonido, dejo sus cosas en el suelo y apagó la linterna al llegar al límite de la vía detrás de unos arbustos. Aquella composición musical pronto fue cobrando intensidad, dando a entender que estaba muy cerca de su punto de origen y a su vez, identificar lo que venía siendo una guitarra.
Jean finalmente se acercó más despacio para evitar el crujido de las hojas y lentamente se abrió paso entre las ramas de aquel arbusto lleno de hojas. Una vez apartado las ramas de su campo de visión, sus ojos se ensancharon y sus pupilas delataron ante la escena.
Era un gran árbol en medio, cerca de la orilla de un gran lago. Debajo de él, se hallaban las siluetas de 2 personas.
Estaban de espaldas, por lo tanto Jean no pudo verles sus rostros. De hecho, estaba tan oscuro que ni siquiera se hubiera percatado de que estaban dándole la espalda. Las sombras que formaban sus siluetas solo dejaban intuir que uno de ellos tenía una considerable diferencia de altura del contrario.
La extrañeza y el conflicto dentro de Kirschtein aumentaron puesto a que ahora que visualizaba el prado, sentía que existía algo familiar allí, pero solo que no lo recordaba con claridad.
Un deja vú.
Su intriga solo incrementó cuando el más bajo de los dos jóvenes inhaló aire y empezó a tocar su guitarra una canción.
— I could pull the sheets over my head and never get out of this bed. But what would that do?
La dulce melodía de la guitarra acústica inundó el espacio. Aquel chico desconocido tocaba con tal profesionalismo mientras movía sus dedos al son de la música, de sus labios solo salía una apacible (por no decir casi angelical) voz llena de vida y sinfonía.
Dentro de las notas enfundadas por las cuerdas finas del instrumento, se mezclaba con la dulzura y a la vez lastimero canto; que solo expresaba desconsuelo, abatimiento y melancolía. Aunque también podía percibir una pequeña chispa de ilusión, de añoranza. Como si estuviera dispuesto a esperar por algo. Todo esto era transmitido de manera deleitosa, haciendo que Jean quedará anonado de la sinfonía.
— [...] I avoid all mirrors cause i'm scared to look into my eyes, when I only see you [...]
La pesadez de Jean se esfumó casi al instante, su cabeza se volvió tan ligera como una pluma y no dejaba de escuchar maravillado al misterioso intérprete. Su pecho se llenó de una extraña calidez que lo ahogaba ante las notas tristes, mientras se perdía más y más de la realidad y solo se enfocaba en la etérea voz.
De alguna manera, esa seráfica melodía se le hacía conocida, podía jurar que la había escuchado antes en alguna parte; pero su memoria no lo ayudaba en descubrir en dónde. Este sentimiento era de lo más anormal, tan extravagante y ridículamente nueva que no podía describir con palabras, una sensación que había aparecido tan instantáneamente. Solo contenía su aliento, esperando que su respiración no arruinara cuan bello espectáculo nocturno que ahora presenciaba.
— [...] La ra da ra la — el chico no pudo entonar las liricas siguientes, dando a entender que no se sabía la canción completa. Aun así, no dejaba de transmitir en cada una de sus versos y tarareos su agridulce sentimiento cuan lleno de conmoción. Esto no pareció molestar mucho a su acompañante de lado ni a su espectador secreto, por lo que siguió tarareando hasta pronunciar nuevos versos.
— [...] I put one foot, in front of the other, in front of the other. Slowly, turn every corner, turn every corner. Even when you're nowhere in the room; im haunted by you.
La voz era tan hermosa, y a la vez, tan irreal. Tan perfecto que no podía ser cierto, demasiado mágico para su propio bien. Tan puro que no podía durar para siempre. Y de eso se encargó el chico de ojos ámbar al inconscientemente pisar una rama seca, que para su tan mala suerte, crujió horrible. Antes de que las miradas confundidas de los dos extraños pudieran localizar su escondite y descubrirlo, Jean rápidamente volteó en otra dirección mientras tapaba su boca, esperando que su respiración agitada no lo revelara.
Así aguardo expectante por varios segundos. Pero no había ruido alguno más que las hojas que se mecían a favor de la fresca brisa o el canto de los grillos. Lentamente volvió a mirar hacia adelante, esperando al menos poder ver el rostro del dueño de la afable voz que lo habían conmensurado en aquel trance, pero su asombro lo dejó estático de incertidumbre al ver lo contario.
Ya no había nadie allí. Habían desaparecido.
El desconcierto de Jean lo llevó a salir de su escondrijo para comprobar si realmente se habían esfumado. Volteó por todos lados, decepcionándose de no encontrar nada ni nadie en los alrededores, como si nadie hubiese estado allí hace apenas un instante. Sus ojos no pudieron visualizar nada sumado en aquella obscuridad, y no había rastro alguno que diera indicio de que hubiesen corrido hacia algún lado. Aun cuando no había nada más por hacer en aquel sitio más que contemplar el agua cristalina de reflejaba una tenue luz, el chico en cuestión sentía una extraña obligación en no querer irse.
De nuevo resignado (y ciertamente decepcionado por haber roto aquella serenata que lo habían despistado), solo bufó lleno de enfado y se encaminó para atrás, completamente ignorando su intuición y su fe en encontrar al dueño de aquella voz. No se paró a siquiera pensar en que aquella situación en la que había envuelto era muy lejos de ser algo "típico" en aquel lugar, ni siquiera pudo analizar que aquel árbol y aquel lago le eran extrañamente familiares. No quería pensar en lo anormal que podía resultar espiar gente ahora, quizás solo era su mente jugando con él una vez más al estar tan aburrido y harto de la espectacular compañía que había tenido que conformarse. Es más, podía apostar lo que quisiera a que esas siluetas y esa dulce voz solo eran productos de una alucinación provocada por una droga que las galletas raras que un puesto le habían regalado hace minutos atrás.
— No pienses en estupideces — se reprendió en sus adentros antes de llegar a la casa, tratando de aparentar normalidad aun cuando su comportamiento decía todo lo contrario.
Reprimendas ante su atraso y por sus zapatos que llenaron de barro toda la sala no faltaron del resto. De nuevo se metió a la boca del lobo al volverse envuelto en clamores y peleas entre sus semejantes, pero sus pensamientos ya no estaban conectados en su presente. Estaba demasiado distraído al solo recordar la plácida melodía que aún vibraba dentro de sus tímpanos, el gran árbol tan cercano al traslúcido lago y la voz, aquella estúpida voz que lo hacían entrar en un insólito trance de deja vú constante, tanto que su migraña se había manifestado otra vez. Se bloqueó de su alrededor, ignoró a todas las voces y toda compañía posible. Por fortuna, nadie se dedicó a molestarlo por el resto de la noche.
Tenía que estar cansado. Debía estar alucinando cosas. No tendría por qué darle importancia al asunto. Entonces, ¿Por qué seguía rebobinando la reconfortante serenata que se había molestado en espiar? ¿Por qué todo se le relacionaba entre sí aun cuando nunca había estado aquí en primer lugar? Con estas locas ideas aturdiendo su mente, solo se fue a acostar abatido hacia el único colchón disponible en la habitación de varones importándole poco su estómago vacío, esperando que la rara situación no se volviese a repetir y que para mañana, estando por primera vez dentro de la Universidad Paradise, esto quedará en el olvido.
O quizás, solo quizás; encontrar la raíz de sus problemáticos pensamientos que le rompían su mente ahora mismo. Juraba que había oído aquella voz antes, se sentía tan conectado a ella, apenas al haberlo oído lo había cautivado como nunca lo había hecho. O quizás, solo fue una vez en un sueño.
Deseaba soñar con repetir la escena otra vez.
¡Hola de vuelta! Si, demore algo en actualizar la historia con el 2do capitulo, pero tampoco esperaba que la extensión de la misma fuese mucha KSJSJS. Pasó de 4000 a casi 7000 palabras, pido perdón si sintió pesado o algo por el estilo, pero creo que era algo necesaria mostrar la interacción de los chicos (para que se den una idea de que tan mala es jksksk).
En fin, ¿cómo les ha parecido? Tuve varias ideas descartadas de este capítulo, pero no sé preocupen; que las cosas ya van a comenzar a tomar su curso . Por mientras, ¡muchas gracias por leer! Trataré de traer el 3er capitulo pronto UuU. En fin, cuídense mucho y nos vemos en la próxima actualización
— skyestixx.๑
