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Faltaba dos días para la fiesta de cumpleaños de su amiga y debía comprarle un obsequio; se suponía que ese día iría al centro comercial a buscar algo que regalarle; pero para su mala suerte la directora Grey había dispuesto de su tiempo, imponiéndole ser tutor de su compañera.

-Lista?

-Sí, iremos a la biblioteca?

- Sí, creo que será el mejor lugar para estudiar; pero primero necesitamos un plan de estudio, ahí tendremos todos los libros que necesitamos para hacerlo.

Candy caminó tres pasos detrás del castaño. Admiraba la confianza que tenía al caminar por los pasillos, saludaba a estudiantes que ni siquiera iban en su salón o estaban en el mismo grado; era popular, tal vez el más popular de toda la escuela; se dio cuenta de la manera en como lo miraban las chicas, con una sonrisa coqueta y cuando pasaba por su lado, dejaban salir un suspiro.

-Terry! – vio como la misma chica que lo saludó esa mañana se acercaba a él.

-Susana. – dijo resignado al ver a la rubia.

-Terry, aún no me dices si me llevarás contigo a la fiesta de Karen.

-Creo habértelo dicho esta mañana.

-Por fa… - entonces vio a la rubia que estaba detrás del castaño. – y tú que quieres? – cuestionó de mala manera.

-Ella está conmigo, y si nos disculpas tenemos mucho que hacer. – dijo tomando a Candy de la muñeca dirigiéndose a la biblioteca y dejando atrás a una furiosa Susana.

-Disculpa que te haya jalado de esa manera, si no lo hacía no me hubiera dejado en paz y eso retrasaría nuestra clase.

-No te preocupes. – dijo bajito frotándose la muñeca, algo que notó Terry.

-Disculpa, te lastime? – preocupado tomó la mano de la rubia.

-N-no, no es nada.

-Debí agarrarte con fuerza, tu muñeca está roja, de verdad lo siento. Vamos a la enfermería. – dijo con culpa tomando su mano nuevamente.

-No! De verdad estoy bien. – se soltó bruscamente del agarre.

-Pero…

-Yo… tengo que irme. – Candy corrió a la salida, dejando a Terry desconcertado por su actitud.

-Qué me pasa? - Candy se llevó una mano a su pecho, pudo sentir como su corazón latía con fuerza cuando Terry le tomó la mano, y eso la asustó.

-Candy, estás bien?

La joven rubia vio al joven acercarse a ella con preocupación, a penas y lo conocía; nunca entablaron una conversación directa, y él estaba ahí frente a ella, preocupado?

-Sí, estoy bien.

-Te ves algo pálida, tal vez…

-Estoy bien, yo ya me iba, adiós. - Anthony, vio a la rubia subir rápidamente a su auto y dejar las instalaciones del colegio.

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No quería que las personas una cercanía con nadie; no quería tener amigos; así lo había decidido al cambiarse de colegio, y lo cumpliría. Llegó a su departamento, y no había nadie que la recibiera, esa había sido otra de sus decisiones, se dirigió al teléfono y marcó un número.

-Candy?

-Sí, ya estoy en mi departamento.

-Creí que hoy iniciarías con las clases de…

- Lo sabías?

-La directora Grey me lo dijo para que no nos preocupáramos si llegabas tarde.

-Mi compañero tenía cosas que hacer y lo dejamos para mañana. – tuvo que mentir para no escuchar un discurso.

-Creo que es irresponsable de su parte que…

-Ni él ni yo sabíamos sobre estas clases, no puedes culparlo si ya tenía planes o no. – se apresuró a aclarar.

-Bueno, en eso tienes razón.

-Ok, sólo llamé porque así lo prometí, te llamo luego.

-De acuerdo, le informaré a tu padre.

-Adiós.

Para que su padre accediera a que la joven adolescente viva sola, le hizo prometer que debía llamarlo todos los días a horas específicas, así que cada día la rubia debía reportarse con su familia. Estaba cansada de aquella situación, todos los días era lo mismo: el colegio, su departamento, llamadas a la misma hora; así que, se arregló y por primera vez, desde que vivía sola, rompería su tediosa rutina.

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Ya había entrado a varias tiendas y todavía no encontraba un regalo para la castaña; comprar un obsequio para una persona tan quisquillosa como Karen era un fastidio, compadecía a su amigo, seguramente él estaba peor con todo esto.

-Tío, cómo estás? Mi padre ya te hizo un esclavo más de sus empresas? – contestó con burla la llamada de su tío.

-Ya lo conoces, si no fuera por tu madre, me tendría viviendo en mi oficina.

-Tan mal están las cosas?

-Nada de eso, tu padre es un exagerado. No es nada que no se pueda controlar. Así que, no te preocupes seguirás con tu estilo de vida.

-Me alegro, ya me estaba preocupando de tener que trabajar en un local de comida rápida, como él me amenazó.

-Pues gracias a mí seguirás recibiendo tu mesada.

-Pues gracias.

-Terry, averiguaste lo que te pedí?

-No.

-Al menos lo intentaste?

-No. Ya te dije cuál era mi posición.

-Incluso después de haberte contado lo que hizo, eres un malagradecido con la familia.

-Ya le dijiste a mi padre sobre eso?

-Qué crees que me respondió? – dijo molesto. – Ni siquiera dejó que le contará, ustedes se parecen!

-Claro, es mi padre.

-No lo dudo, me amenazó para que no te involucre en nada que tenga que ver con esto. Lo hubieras oído.

-Me lo imagino. – soltó una risa.

-Cómo sea, estoy solo, vaya familia que tengo. – ahora sí, Terry dejo escapar una carcajada al escuchar a su tío quejarse. Tenían una muy buena relación, su padre decía que se debía a que Robert era tan inmaduro como un adolescente.

Una vez que Terry terminó la llamada dirigió su vista hacia la fuente que había en medio del centro comercial. Entonces algo llamó su atención, una rubia y risada cabellera; Candy estaba sentada en la fuente mirando algunas tiendas frente a ella, vio que en su mano tenía muchas bolsas, y eso le dio rabia.

-Así que dejaste de lado la clase, porque prefieres venir de compras. – la acusó con seriedad.

-Terrence! - dijo sorprendida.

-Mira Candice, debiste ser honesta y decirme que habías planeado un recorrido por todas las tiendas del centro comercial, antes de salir corriendo y hacerme creer que te había lastimado!

-Yo no… yo no planee nada.

-En serio? Sales corriendo como si te hubiera hecho daño apropósito, luego te encuentro con varias bolsas de compras que de seguro las hiciste mientras yo me sentía mal por lo que hice!

-Yo…

-Juhm, creo que todos tienen razón. No eres más que una niña mimada. Seguramente lo de las clases también es un truco para que no sea sospechoso el que llegues a tener buenas notas.

-Tú no sabes nada! Quién te crees para juzgarme! – contestó molesta.

-La persona a la que le quitarán su tiempo libre para que la princesa pueda pasar de año! – contestó molesto.

-Y quien dijo que quiero buenas notas!? Quién te dijo siquiera que me interesa la escuela!? – elevó la voz - Todos hablan y nadie sabe nada! ya estoy cansada de las cosas que dicen de mí! Y si fuera cierto, en que los molesto! Nunca les he hecho nada! Nunca pedí nada!

Candy gritaba llamando la atención de todo aquel que estaba cerca, Terry la miraba sorprendido; nunca la había visto de esa manera: alterada, enojada y mucho menos le había escuchado alzar la voz; ella siempre hablaba bajo, nunca mostraba ningún sentimiento; pero ahora ella se mostraba molesta… además… estaba llorando?

-Candice… - trató de acercarse a ella.

-No me toques! Aléjate de mí…! nunca quise nada de esto, yo no lo pedí! – Candy se había quebrado.

Terry sin pensarlo dos veces la rodeo con sus brazos, ella estaba muy alterada trató de soltarse; entonces el castaño vio que estaba más pálida de lo normal.

-Cálmate, por favor Cand… - sintió como la rubia se desvanecía en sus brazos.

Todo era oscuridad, pero podía escuchar algunos murmullos a lo lejos. No podía abrir los ojos, estos le pesaban, se sentía débil y cansada. Después de unos minutos, que para Terry fueron una tortura para su consciencia, al fin vio que la rubia estaba despertando.

-Ya está despertando. – dijo el encargado de la farmacia del centro comercial. -Señorita White… señorita White.

-Qué… qué me pasó? – trató de abrir los ojos, quería saber dónde estaba y quién la llamaba.

-No se preocupe, estará bien. Se encuentra en la oficina de la farmacia del centro comercial, sufrió un desmayo.

Con lo escuchado recordó lo que había pasado; le estaba gritando a Terrence; se estaba desquitando con él; luego todo se puso negro y ya no supo más.

-Yo… tengo que irme. –Trató de sentarse sin conseguirlo.

-No se levante de golpe, descanse un momento; su amigo está aquí. Yo informaré al gerente que ya despertó y que se encuentra bien. – dijo el farmacéutico saliendo de la pequeña oficina.

-Cómo te sientes? – escuchó una voz preocupada.

-Bien. – dijo bajito, ahí estaba otra vez la Candy de siempre.

-Discúlpame por haberte dicho todo aquello. - la miraba con culpa.

-Yo debería disculparme por haberte gritado; creo que me desquité contigo.

-Yo te provoqué. – dijo sonriendo mientras ella desviaba la mirada hacia la puerta. – yo grité primero y no debí hacerlo.

-Tenías razón, te hice perder el tiempo. - Volvía a ser la misma chica de la escuela; la que hablaba bajito; la que se disculpaba cuando actuaba de manera grosera.

-No lo dije en serio.

-Gracias por quedarte conmigo; pero ya estoy bien, ya puedes irte. Debes tener muchas cosas que hacer.

-No te preocupes por eso; no tengo nada que hacer, si quieres te acompaño a que te revise un médico.

-Un médico? Yo, yo no necesito un médico; pero gracias.

-Te acompaño a tu casa.

-No es necesario, puedo irme sola.

-No permitiré eso.

-No eres nadie para prohibirme o permitirme algo. – dijo molesta mirándolo directo a los ojos.

Terry sonrió. Otra vez cambiaba de actitud de repente, estaba molesta e indignada. Le pareció lindo, ver como la rubia podía cambiar tan rápido de un estado a otro. No podía negar que era preciosa; por primera vez la vio atentamente, sus ojos podían hechizar a cualquiera, eran grandes de un verde escuro, parecido a las esmeraldas; su nariz era respingada y pequeña; sobre ésta, tenía unas lindas pecas de color rosa pálido; sus labios eran carnosos, aunque estaba algo pálida pudo notar un sonrojo en sus mejillas, por la rabia seguramente. Sus amigos tenían razón Candice era realmente hermosa.

-Eso lo sé; pero no dejaría que te marcharas sola, cuando fui yo quien ocasionó que te alteres de esa manera provocando que tu desmayo.

-Tú no…

-Aun así, no podría dejar que te vayas sola. Por lo menos deja que llame a alguien de tu familia para que…

-Está bien! Puedes acompañarme a casa. No quiero preocupar a mis padres.

Terry la ayudó a ponerse de pie, y con cuidado la llevó a su auto; el castaño tuvo que dejar el suyo en el estacionamiento del centro comercial, ya regresaría por él más tarde.

-Deja que yo maneje. – la rubia le entregó las llaves de su auto, entendía por qué debía hacerlo.

Candy entró al auto mientras un joven, trabajador del centro comercial, ponía en el maletero todas las bolsas con las compras que la rubia había realizado; Terry se sorprendió al ver todas aquellas bolsas llenos de cajas. Una vez que supo la dirección el silencio se hizo presente en el auto, nadie dijo nada, Candy se limitó a ver por la ventana, parecía que en las calles había cosas más interesantes que hablar con él.

-Llegamos, déjame ayudarte. -Se apresuró a abrirle la puerta y ayudarla a descender del carro.

-Gracias.

-Quieres que baje tus bolsas?

-No es necesario.

-No es problema, puedo hacerlo.

-No te preocupes, de todos modos nada de lo que está ahí es para mí.

-A qué te refieres?

-Son regalos. – contestó con simpleza - Gracias por acompañarme, no te quito más tiempo.

-Aún no me eches, te dejaré en la puerta de tu apartamento.

Candy no pudo negarse, él la miraba con una sonrisa afable, y ella ya había sido muy grosera antes, así que aceptó.

-Quieres entrar? Puedo ofrecerte un refresco o un té. – quería agradecerle por lo que hizo por ella, así que por ese día, dejaría su promesa de lado.

-Tu edificio es muy lindo y muy seguro. – comentó el castaño al ver toda la seguridad del edificio.

-Esa era la condición para poder vivir sola.

-Por qué no vives con tus padres?

La rubia se quedó callada por un instante, esa era la pregunta que nunca le respondía a nadie, y esa no sería la excepción.

-No te preocupes, no tienes que responder, es algo que no me incumbe. – se oía molesto, y ni siquiera él sabía por qué. – será mejor me marche. - se puso de pie y se dirigió a la puerta.

-Gracias por acompañarme.

-Mañana te veo después del colegio.

-No es necesario…

-Sí lo es, la directora Grey fue clara con su orden.

-Terrence…

-Te veo mañana. – dijo cerrando la puerta.

Candy se quedó viendo la puerta por donde el castaño había salido, se preguntaba por qué se había molestado, no creía que le gustara el chisme, tal vez… bueno no quería pensar en nada; mañana hablaría con él y la directora Grey para dejar lo de las clases; por ahora sólo quería descansar, y olvidarse de todo; pero antes debía volver a llamar a su padre para reportarse.

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