Se enteraron todos por la prensa.
Blaise se preocupó, porque no se había enterado por Draco. Y habría esperado que en esa situación su amigo fuera directamente de casa de sus padres a la suya para emborracharse juntos y maldecir a Lucius por horas.
Theo se preocupó, porque conocía a Draco y sabía que estaría encerrado en casa lamentándose y sin querer que lo vieran así.
Pansy se preocupó, y fue a pedir un traslador para presentarse en su casa.
Harry, muy a su pesar, sintió que una puerta se cerraba definitivamente.
Blaise y Theo intentaron llegar a casa de Draco vía flu. Estaba cerrado. Mandaron lechuzas, que volvieron con los mensajes sin abrir. Pansy fue más directa, se plantó ante su puerta y se colgó del timbre. Tardó exactamente cinco minutos en conseguir que un Draco muy cabreado le abriera la puerta.
— ¿Qué cojones, Pansy?
No contestó, entró con su paso firme y su ondulación de caderas, dejando que Draco cerrara la puerta con bastante fuerza.
— ¿Qué haces tú aquí? —preguntó, dejándose caer en el sofá de nuevo.
Pansy no contestó, observó el estado del salón, los cristales rotos, el pelo desordenado, las ojeras y los ojos inyectados en sangre.
— ¿En serio me lo preguntas? ¿Cuántas horas llevas aquí sentado a oscuras, Draco?
La miró confuso. Ella suspiró y fue directa a la chimenea, a desbloquear el flú y llamar a Blaise y Theo, que a esas alturas estaban subiéndose por las paredes.
Un rato después, Draco estaba acurrucado en el sofá con una taza de caldo bajo la atenta mirada de sus tres amigos.
— ¿En serio ni siquiera la conoces?
El rubio miró con fatiga a su amiga. A esas alturas, con los tres allí, toda la ira se había convertido en cansancio, estaba a minutos de entrar en la fase de autocompasión y llanto.
— Firmé sin mirar.
— Según la prensa es alemana —apuntó Blaise.
Se encogió de hombros. Le daba exactamente igual. Dio un sorbo.
— Draco... —Theo sonaba un poco exasperado— ¿ Vas a ceder así de fácil?
Blaise y Pansy miraron a Theo un poco sorprendidos, esa era una frase más propia de uno de ellos dos, Theo era el sensato.
— ¿Tengo otra opción acaso? —respondió cabizbajo.
La morena carraspeó.
— No soy tú, Pans. —Lloriquéo, mirando a la alfombra— ¿Qué haría yo sin ser un Malfoy? sin dinero, sin estudios, sin familia. No sería nada.
Y aquí estaba la fase de autocompasión. Blaise se acercó a abrazarlo, mirando a los otros dos un poco mal por hacer a su amigo llorar.
Theo se arrodilló delante de él, para conseguir que Draco le mirara.
— Amigo, eres mucho más que tu apellido. Y nos tienes a nosotros. Solo queremos que pienses en las consecuencias de dar este paso, de atarte a una persona que no quieres y que ni siquiera va a atraerte. ¿Qué pasará después cuando lo que pida tu padre sea un heredero? ¿Vas a acostarte con tu mujer las veces que haga falta hasta tener un hijo que no quieres tener?
— Vamos a estar contigo y apoyarte hagas lo que hagas, Draco —le dijo Pansy, sentándose a su otro lado—. Porque te queremos y queremos que seas feliz, la vida de un mago es muy larga para vivirla de otra manera. Míralo así, ¿a qué prefieres renunciar?
— Puedo casarme y hacer lo que me de la gana igualmente —murmuró enfurruñado.
— Debiste leer el contrato antes de firmar.
Levantó los ojos para mirar a Theo.
— Está en la prensa, la familia de Karin no es estúpida, hay una cláusula de fidelidad. El enlace mágico os permitirá a los dos controlar que no haya terceras personas.
Palideció aún más. Estaba seguro de que su padre había informado al padre de su prometida de cómo era su vida actual. Sintió el abrazo de Blaise apretarse más y cerró los ojos buscando un poco de paz.
— Nada de esto es definitivo hasta que te cases —le recordó Pansy con voz calmada— Si se rompe el contrato, el que saldrá perdiendo es tu padre, que tendrá que compensar a su familia económicamente.
A Harry el escándalo le pilló desconectado.. Estaba de exámenes, no tenía cabeza para estar pendiente de la prensa, apenas hablaba con nadie fuera de sus compañeros de la universidad muggle.
Era sábado por la tarde, su salón era un revoltijo de libros, apuntes, cuadernos y tazas de té a medio beber. Cuando sonó la chimenea, por un momento no supo ni qué era lo que estaba sonando, así que al entrar Luna en su salón, soltó de golpe la taza que sostenía, manchando un montón de hojas en las que había garabateado esquemas.
— ¡Mierda! —exclamó, mirando el desastre sobre la mesa.
— Oh, lo siento, Harry —murmuró, ayudándole a limpiarlo con su varita.
— No te preocupes. —Se acercó a besar su mejilla y darle un breve abrazo después de dos semanas sin verla— ¿Habíamos quedado y lo olvidé? estos días tengo la cabeza en otra parte...
Ella le sonrió mientras se acercaba a la cocina a servirse un té y traerle otro a Harry.
— Tranquilo, solo pensé en venir a verte y ver como ibas —respondió con suavidad, tendiéndole la taza y sentándose en el sofá.
Se dejó caer junto a ella y abarcó con la mano libre el desastre que era su salón.
— ¿Y tus exámenes? —preguntó dando un sorbo y apreciando las sutiles ojeras bajo los ojos azules.
— Un poco alterado todo, estoy en casa de mi padre.
La miró confuso. Luna llevaba más de dos años compartiendo piso con Theo.
— Ay, Rowena, no lo sabes —exclamó ella, abriendo aún más los ojos.
— ¿Va todo bien con Theo?
— Draco está en nuestra casa. ¿No estás leyendo la prensa estos días? —cuestionó, echando un vistazo a la sala, para ver si había algun periódico a la vista.
— Mmm, no.
Luna dio un sorbo y le miró un largo rato antes de hablar.
— Ha roto el compromiso. Está en nuestra casa mientras decide qué hacer con su vida, por eso pensé que era mejor darles espacio.
Cerró los ojos un momento, tratando de ahogar la vocecita en su interior que en ese momento gritaba de alegría.
— ¿Tan mal ha ido con sus padres?
La mueca en la cara normalmente serena de su amiga le dijo que sí, Lucius Malfoy se lo había tomado muy mal.
— Desheredado.
— Que mierda —No pudo evitar sentir rabia en nombre de Draco.
— Parece que tiene una pequeña herencia de sus tíos, está pensando en qué hacer ahora.
Harry miró su taza. No quería hacerlo, no quería sentirse mal porque él no era responsable de aquello. Solo había sido una noche, no había pesado en la decisión.
— Luna...
— Aquello que pasó entre nosotros, ¿ha tenido algo que ver?
Su amiga le tomó la mano, como hacía siempre para consolarlo.
— Aquello creo que cambió algo dentro de él, porque últimamente Theo dice que está un poco cansado de sexo anónimo. Pero esta decisión no es por eso, Harry. Es porque los contratos de matrimonio entre sangrepura son una barbaridad y Draco no ha soportado la idea de tener que renunciar a su vida por la voluntad de su padre.
Asintió, era lógico. Solo había sido una noche. Bueno, un día. Un día perfecto. Sacudió la cabeza, si se metía en ese bucle otra vez no iba a poder estudiar una mierda.
— Necesito estudiar —murmuró, apretando la mano de Luna.
Ella entendió, siempre entendía. Se puso en pie y le besó y abrazó de nuevo antes de ir a dejar la taza a la cocina y volver a irse por la chimenea.
— ¿Vais a salir?
Theo se giró a mirar a Draco, que le observaba desde el marco de la puerta. Su amigo tenía mejor aspecto, después de un largo mes de autocompasión parecía que había empezado a llevar su vida en una dirección: en septiembre empezaría a estudiar para pocionista y mientras se había buscado un trabajo de ayudante en un laboratorio.
— Hemos quedado con unos amigos a celebrar que los exámenes han acabado. ¿Quieres venir?
Lo vio dudar. Desde que estaba en su casa no había socializado. Él y Luna pensaban que estaba avergonzado por todo lo que había dicho la prensa, que por supuesto lo había sacado del armario y hablado de sus "noches de alcohol y desenfreno".
— ¿Dónde estaréis? Puede que me anime más tarde.
Theo le dio la dirección del pub. Lo que no le dijo fue el nombre, Draco lo descubrió por sí mismo cuando se presentó allí horas más tarde. Finnegan's. Estuvo tentado de darse la vuelta y volver a la seguridad de la casa de Theo. Pero entonces lo vio por la ventana: tras la barra, el dueño del pub besaba a Thomas con suficiente intensidad como para que el grupo de jóvenes que se agrupaban en un lado de la barra aplaudieran y silbaran.
— Llevan juntos mucho tiempo —dijo alguien tras él.
Dio un respingo. No se giró, no le hacía falta, podía reconocer esa voz entre miles.
— Hola, Potter.
— Hola, Malfoy. ¿No entras?
Tomó aire y afirmó con la cabeza, caminando hacia la puerta que el otro sostenía abierta para él.
