CAPÍTULO III

Su Distrito había sido recuperado, y Elia continuaba apoyando con la búsqueda de sobrevivientes, ya que el reconocimiento lo realizaban los soldados. Sin embargo, la tarea más ardua, tanto para civiles como ella y oficiales, consistía en el retiro de extremidades sin dueño.

De su hermana no había señal alguna, ni durante el tiempo que estuvo asistiendo a los heridos, ni lo había ahora, pero al no tener algo confirmado, no se daba por vencida. Sacudió su cabeza intentando despejarse de pensamientos lúgubres y volvió a enfocarse en el recuerdo de unas horas antes, cuando oyeron la noticia de que habían logrado cerrar la brecha en el muro; donde los minutos parecieron interminables, llenos de silencio y un aturdimiento colectivo. Esta había sido la primera victoria para la humanidad, pero a un costo demasiado alto. Y a pesar de que el chico Jaegar logró su cometido, durante su labor como enfermera provisoria, Elia había continuado escuchando comentarios llenos de miedo y desconfianza, y sólo querían verle muerto. Pero en su caso, tal vez por mantenerse atenta a las cosas que Ilva hablaba o sospechaba, y el claro hecho de que los de la Legión pensaban de una forma poco ortodoxa, estaba segura de este suceso, para bien o para mal, marcaba un hito en el mundo que conocían.

– Al fin la encuentro – escuchó la voz de alguien familiar, que en ese momento bajaba delante de ella haciendo uso del equipo de maniobras. Cuando quedó justo en frente, él la miró preocupado – señorita Elia, debería descansar – dijo mirándola de arriba abajo, consternado de verla ojerosa y con sus vestimentas manchadas de tierra y de sangre.

Elia levantó la vista y le miró a los ojos, reconociendo un rostro que no veía hace años, asimilando que ya había dejado atrás su época de adolescente. Sólo perduraban la forma de sus ojos y el cabello claro, al igual que la forma cuadrada de su mentón. Había visto esos ojos verdes más veces de las que podía contar, es especial cada vez que Ilva y él le acompañaban en busca de hierbas silvestres o cuando pretendían jugar a ser soldados mientras ella los cuidaba.

No podía evitar dirigir su mirada a la cicatriz que le quedó de aquella vez que el chico trató de crear una fragua queriendo forjar una espada para su hermana, cuando él tenía alrededor de catorce años; la marca de una quemadura del tamaño de su puño, justo debajo de su oreja derecha y cerca del cuello era un claro recordatorio. Ella misma la había tratado bajo supervisión de su padre y afortunadamente sanó, pero la marca siempre estaría allí, sin importar lo diferente o adulto que él luciera, todo fornido y midiendo al menos veintisiete centímetros más que ella. Y esa barba corta que usaba le hacía ver mayor de los veintitrés años que ahora debía tener, pero lo más ajeno era la falta de esa expresión alegre que ella conocía. Ciertamente, mucho había cambiado desde entonces.

- Estoy ayudando con la búsqueda – contestó ella un poco malhumorada - ¿Qué haces aquí, Garrett? – dijo Elia cambiando de tema. Se encontraba agotada pero no podía detenerse hasta no saber qué había pasado con su hermana. Ya después podría descansar – No sabía que la Policía Militar finalmente se dignó a salir de Sina. Es una lástima que ya no quedan titanes aquí dentro por matar – le soltó con más brusquedad de la que deseaba.

Él se mostró abatido y avergonzado, incapaz de sostenerle la mirada.

- Si Ilva fue capaz de perdonarme – dijo él en voz baja, con la vista fija en el suelo - ¿por qué tú no puedes?

- No hablaba de eso - le dijo ella, pasando por su lado para continuar – Y yo no soy nadie para perdonarte a ti o a quien sea.

- Nos enviaron como apoyo para la búsqueda – dijo él, aun mirando al suelo y en el mismo lugar donde se había quedado de pie – hay muchos heridos en las Tropas de Guarnición.

Elia se detuvo por un segundo, miró hacia su izquierda y aunque él no la estuviese mirando ni pudiese ver la mitad de su rostro debido al tapabocas necesario por protocolos de seguridad, de igual modo no pudo evitar sonreír mordaz, sin un ápice de alegría en su rostro. Para ella estaba claro cuál era la verdad, que se hacía evidente gracias a que él ni siquiera estaba usando el equipo adecuado para el trabajo.

- Si realmente quieres creer esa mentira, allá tú – su tono lleno de ironía era más que suficiente para decirle lo que su expresión no podía.

Sin decir nada más, siguió su camino y se alejó de allí. Elia no le guardaba rencor, porque podía entender sus razones al escoger el lugar donde estaba. Lo que no era capaz de olvidar era todo el tiempo que le había hecho creer a Ilva que ambos lucharían juntos; su hermana no era el tipo de persona que se dejase ver abatida o triste, pero aún recordaba su decepción al sentirse abandonada por su mejor amigo, el mismo que le había prometido que la esperaría con su uniforme y el emblema de las Alas de la Libertad en la espalda. Quien además de escoger otro camino, la había lastimado distanciándose de ella sin una sola palabra.

Se tocó las sienes con los dedos y se detuvo unos minutos a respirar hondo, consciente de que necesitaba comer algo y cambiarse de ropa urgentemente. Si bien no estaba permitido aún volver a sus hogares como tal, sí podía ir allí a sacar lo necesario para alojarse en otro sitio. Tal vez ella esté en casa, pensó esperanzada y a la vez abatida entretanto doblaba la esquina de su calle y por donde no había nadie alrededor. Si estaba desierta era porque ya era una zona "segura".

Apenas puso un pie dentro, sintió el peso de la soledad golpeándole en lo más profundo. La poca luz que quedaba del día iluminaba los rincones lo suficiente para permitirle ver el caos que hacía el lugar irreconocible. Allí no había nadie excepto ella, y nadie había estado desde que lo abandonó. Quiso llorar, pero frenó con todas sus fuerzas ese deseo hasta no saber dónde se hallaba Ilva. Por lo que se enfocó en lo que debía hacer allí antes de regresar afuera. Busco en el cajón los fósforos para encender las velas que permanecían en los candeleros que no se habían caído de las paredes, levantando algunas cosas que entorpecían el paso. Sacó el dinero del lugar donde sus padres mantenían una pequeña alcancía, además del que estaba en la caja de la tienda, y los guardó en su bolso. Afortunadamente, la presencia de la policía disminuía el riesgo a saqueos, pero siempre era mejor prevenir. Continuó hasta el baño, luego a su cuarto y sacó ropa interior limpia, dos mudas de ropa y se quitó las que vestía, sabiendo que no disponía de tiempo como para darse un baño apropiado. Aun así, se aseó lo mejor que pudo y luego se calzó unos pantalones, una blusa y una chaleca, anticipándose al frío que caía por las noches. Desechó el tapabocas que había usado y sacó uno de los de su madre, por lo que ahora sólo le hacía falta buscar algo rápido de comer, no obstante, en el momento que abrió la alacena de su pequeña cocina, sintió unos golpecitos en la puerta. Se quedó en silencio y al no escucharlos de nuevo, creyó que se estaba volviendo loca, de preocupación, cansancio y dolor. Pero ahí estaban de nuevo los golpes, esta vez inconfundibles.

- ¿Pase? – fue lo único que pudo decir, sin imaginar quién podría ser. Dudaba que Garrett la hubiese seguido.

Jamás imagino que su amiga sería quien traspasara el umbral, con sus indumentarias militares, pero sin todo el aparataje del equipo encima. Ahora se parecía más a la Petra que ella recordaba de sus años en la escuela, aunque le había gustado ese cambio en su actitud como soldado; segura y fuerte, sin perder su esencia amable. Se notaba en el trato con sus colegas.

- ¡Oh! – dijo la pelirroja, avanzando hacia ella, con alivio y urgencia marcados en su cara – ¡al fin te encuentro!

- ¿Qué sucede? – le preguntó, intuyendo su respuesta. Aunque su tono no lo revelaba, temía lo que pudiese oír.

- Ilva está interna en uno de los hospitales de emergencia – dijo ella, sin atreverse a dar más información – acabo de comprobarlo. Le dije al doctor que traería a un familiar conmigo.

El nudo que tenía en el estómago finalmente se había aflojado. Estaba segura de que le escuchó decir hospital, y no morgue. Sin saber cómo, había tomado sus cosas y se encontraba lista para salir.

- Llévame con ella, por favor – le suplicó – si está interna, imagino que no debe estar bien, pero esto es lo mejor que he oído después de comprender lo que le sucedió a nuestros padres.

- Lo lamento mucho, Elia – respondió la pelirroja, empatizando con su dolor.

Ella la observó detenidamente, sabiendo que lo decía con toda honestidad. Petra nunca había sido el tipo de persona falsa o egoísta; por eso el haberla encontrado había sido un verdadero regalo. Le sonrió agradecida, y se dirigió a apagar el fuego en los candeleros antes de salir.

Ya afuera y de camino al lugar, se atrevió a preguntarle por los muchachos, a quienes había querido por ser los mejores amigos que Ilva podría haber deseado. Si bien Garrett había desaparecido de su vida, ella había ganado a dos personas con las que realmente compartía sus sueños e ideales: sus hermanos en armas, Luther y William Möser.

- Ellos fallecieron – le confesó su amiga, pesarosa – no sé los detalles, pero sí que los encontraron a los tres en una misma área, cerca de las instalaciones de reabastecimiento.

- Me duele oírlo – Recordaba haber escuchado de diversos oficiales, esa era el área donde los titanes se habían concentrado, hasta que el titán aliado los diezmó. Suspiró triste – Probablemente murieron protegiendo a mi hermana. Podría jurarlo.

- No es su culpa, Elia – enfatizó su amiga, poniendo una mano sobre su hombro – ellos eran un equipo, y para nosotros, eso es como ser familia. Sé que Ilva los salvó más de una vez, de eso puedes estar segura – afirmó.

- Es extraño pensar que los conocías tanto pero no tenías noción de que ella era mi familia – dijo nostálgica – pero es entendible. Mi hermana y yo somos bastante diferentes, eso lo sé.

- Son distintas, pero su naturaleza es la misma – le dijo su amiga, tan afable como siempre – y por lo que vi hoy, ambas talentosas en su área.

- Lo de hoy no fue mucho – dijo algo avergonzada – los heridos graves no pasaban por mis manos.

- No es así – le contradijo la pelirroja, segura de sus palabras – trabajar bajo presión jamás es fácil. Además, eres precisa y rápida, sin mencionar que el doctor que vio a Erd esta tarde tarde, dijo que las puntadas estaban perfectas y sólo quedaban las curaciones por un par de días hasta retirarlas – Elia iba a replicar, pero su amiga la cortó antes con un alto delante de sus narices – hoy viste titanes por primera vez, Elia. Incluso el doctor más experimentado y capaz ha sucumbido al miedo, y cuando pasa, de nada sirve tener un diploma que lo avale. Por eso te digo con toda honestidad que Ilva y tu comparten esa misma fuerza interna – enfatizó, luego la miró fingiendo temor - Eso y la mirada penetrante que asusta – agregó con la intención de aligerar un poco su miedo.


Daba gracias a los cielos de haberla encontrado sin tanta demora, porque de otro modo, hubiesen tenido que esperar al día siguiente, tiempo en el que Ilva hasta podría haber muerto durante la noche sin que lograra reunirlas.

Durante el trayecto, quiso confesarle que ellos iban a trabajar directamente con su hermana y los muchachos, pero ¿de qué servía eso ahora? Recalcar los méritos y fortalezas de la chica sólo harían que doliese más en el momento que la viese postrada sobre esa cama. Lo mejor era guiarla y acompañarle mientras pudiera. Imaginaba que no tendría donde quedarse, así que lo mejor era llevarla a su habitación en el caso de que el doctor no le permitiera quedarse allí. Si su compañera de cuarto estaba, entonces compartiría su pequeño espacio con ella, pero no le abandonaría.

Cuando llegaron al despacho del doctor, Petra tocó a la puerta y la abrió después de oír que podían pasar. Afortunadamente afuera de la oficina había una banca, donde su amiga pudo dejar sus cosas; el espacio de la oficina era demasiado pequeño ya con tres personas dentro.

- Ella es Elia Stoltz – le presentó a su amiga que, por su semblante, tenía activado el modo profesional en ese momento – es la hermana de la soldado por la que le pregunté esta tarde.

- Gracias por recibirnos, doctor – dijo ella, inclinándose respetuosamente.

- Me alegra que haya encontrado a su familia antes de que mi turno terminase – se dirigió a Petra y luego miró a su amiga – señorita Stoltz, ¿desea verla de inmediato o que le explique su condición antes? – esta vez se dirigió a Elia directamente, dejándole escoger.

- La segunda opción, por favor – respondió ella, preparándose internamente.

Petra podía imaginar que su decisión se basaba en escuchar lo importante mientras seguía en sus cinco sentidos, y no bajo el impacto de verla. Recordaba que, desde pequeñas, siempre había sido así de precavida y madura.

- Su hermana tiene varias heridas y cortes en diversos lugares de su cuerpo, principalmente el lado izquierdo – comenzó el doctor – su pierna está llena de cortes bastante profundos que, creemos, se hizo traspasando una ventana y cayendo sobre los vidrios rotos, que ya han sido removidos. No perdió tanta sangre gracias a un bloqueo que tenía hecho con un trozo de tela, por lo que logramos controlar cuando llegó. Ahora, la parte compleja es que creemos que debe haber sufrido un fuerte golpe en la cabeza, ya que es lo único que podría haber causado un traumatismo severo y, por consiguiente, que haya entrado en estado comatoso. Pero luego de leer su ficha, pienso que también pudo ser la condición previa de su cerebro que, debido a una contusión o incluso estrés severo, la haya inducido a esto como mecanismo de defensa. Temo decirle que no tenemos reacción alguna por su parte. Y por eso su pronóstico es poco favorable – terminó él, ofreciéndole la carpeta con el expediente actualizado de Ilva.

- Entiendo – fue lo único que Elia fue capaz de decir, como una especie de respuesta automática. Debido a sus conocimientos en el área, Petra vio en sus ojos el perfecto entendimiento de lo que ella no llegaba a comprender - ¿Puedo verla ahora? – le preguntó manteniéndose firme.

- Sí puede, pero sólo tiene permitido estar aquí hasta las 21:00 horas – le explicó el doctor, señalando el reloj sobre el estante del fondo – en estricto rigor, el horario de visita termina a las 18:00 horas, pero en vista de lo que está pasando y que acaba de enterarse sobre su paradero, puedo autorizarle a permanecer a su lado hasta que mi turno haya finalizado.

- Comprendo – respondió su amiga, esta vez dejando que sus ojos mostraran parte del dolor y el miedo que sentía – quisiera saber, ¿cuándo es posible llevarla a casa? – Petra sabía que el levantamiento y reconocimiento de cuerpos en Trost no terminaría hasta al menos dentro de un día más.

- No sabría decir, señorita – respondió él, dubitativo – su hermana presenta lesiones varias y va a necesitar cuidados día y noche. Tengo entendido que usted es su única pariente y, siendo ese el caso, ¿no sería mejor que cuidemos de ella aquí el tiempo que le quede? Por la comodidad de ella y la suya.

- Le aseguro que, apenas se levante la restricción en el distrito, puedo cuidar de ella – aseguró Elia con cierta desesperación en la mirada, pero su voz aún sonaba neutra – no soy médico, pero tengo los conocimientos necesarios. Sé que puedo tratarla en casa.

- Será mejor que vayamos a verla – dijo el doctor, cambiando de tema. Con lo que se ganó una mirada bastante furiosa de Elia, pero él no dijo más sobre el asunto.

Dicho aquello, el hombre se levantó de su silla, y se encaminó hacia la habitación donde se hallaba la muchacha y a donde mismo le había llevado a ella antes. Donde ahora las dos primeras camas estaban vacías y siendo desinfectadas por el mismo muchacho que ella se había topado en principio; el mismo que le dijo dónde ubicar la oficina del doctor. Por la gravedad de los pacientes allí, dudaba que hubiesen sido dados de alta, pero tal vez habían sido trasladados. A la morgue, le dijo una vocecita en su cabeza.

Elia iba justo delante suyo, y le vio ponerse rígida de la impresión al verla así. No tenía claro cuánto tiempo se mantuvo de pie frente a la cama, quizás uno o dos minutos, observándola sin decir nada. No gritó, ni corrió a lanzarse sobre ella, sino que cuando caminó despacio por el costado derecho del catre, quitó con suavidad el cabello que cubría parte de su frente no vendada, donde besó a su hermana.

- Los hermanos – dijo Elia, quedándose al lado de la chica y dejando su mano cerca de su hombro mientras continuaba mirando su rostro – Luther y William Möser, ¿Qué sucedió con ellos?

El doctor miró a la mujer, luego a Petra, sin saber si debía responder.

- De hecho doctor, es parte de lo que necesito averiguar – le dijo la pelirroja – porque los tres soldados son parte de la Legión de Reconocimiento y trabajaban juntos. Estaban de baja cuando el ataque inició pero al parecer, de igual modo salieron a cumplir con su deber. Por eso fui enviada – dijo con la mayor convicción posible. No tenía ningún documento que respaldara eso, pero confiaba en que el doctor no lo pidiera.

- El señor Luther Möser fue hallado sobre un tejado, cerca de la bodega donde encontraron a su hermano y la señorita Stoltz – comenzó el doctor, mirándole más a ella que a Elia, quien escuchaba atenta – él ya había fallecido en el lugar, horas antes. Su hermano, por otra parte, fue encontrado inconsciente junto a su hermana – le dijo esta vez a su amiga, quien no perdía de vista a Ilva – pero logramos reanimarlo y reaccionó – esta vez, ella sí dirigió sus ojos a él, ya sin rastro del enojo previo sino sólo de pesar – tenía tanta fiebre que deliraba, como si no supiera si estaba aquí o siguiese allá. De lo que él decía, deducimos que su hermano intentó salvarla a ella, pero un titán excéntrico lo aprisionó con sus mandíbulas y la mitad de su cuerpo fue comida – Aunque Petra ya estaba acostumbrada a ese tipo de informes, quizás no había sido buena idea que Elia lo escuchara, pero cuando la miró, supo que podía con ello - Cuando eso sucedió, su hermana tuvo una especie de ataque y se desmayó. El joven la sacó de allí como pudo, intentando encontrar una guarida porque se habían quedado sin gas. Es lo último que alcanzó a decirnos. – siguió relatando el doctor – El resto, imaginamos que fue atacado en el proceso y fue entonces cuando le arrancaron su pierna derecha, después de haber escondido a su hermana en el lugar. Él debió arrastrarse hasta allí y fue gracias al rastro de sangre que los encontraron. Y por la hemorragia, también cayó inconsciente. Y como su fiebre y pérdida de sangre eran altas, terminó falleciendo poco después de haber reaccionado.

Petra miró al doctor, que había vuelto la vista hacia ella y sólo fue capaz de asentir, agradecida por la información. Él se disculpó y en vista de que no tenía más que decir, salió de la habitación, dejándoles a solas con la muchacha. Se atrevió a mirar a su amiga, que ahora sostenía la mano que no estaba vendada de su hermana mientras lloraba en silencio. Petra sabía que, aunque era fuerte, sentía profundamente la pérdida de esos chicos; tenía razón cuando dijo que fue gracias a ellos que había tenido la oportunidad de ver a su hermana ahora. Suspiró abatida, y miró hacia afuera, comprobando que ya era bastante tarde y a ella le quedaban órdenes que cumplir: el Capitán había dicho si averiguaba algo, le informara en breve.

No quería dejar a Elia, pero como faltaba ahora poco más de una hora para el fin de la visita, alcanzaba a ir y volver para más tarde asegurarse de que no pasara la noche a solas.

- Volveré en unos minutos – le dijo acercándose despacio a ella y tomándole la mano brevemente – me llevaré tus cosas a mi habitación, ¿vale?

Elia no respondió de inmediato, por lo que se giró para salir de allí, pero se detuvo y giró cuando le oyó acercarse por detrás, visiblemente cansada y triste, pero a la vez más serena.

- Muchas gracias, Petra - Su voz estable al menos le decía que se encontraba mejor.

Ella asintió tan afectuosa como siempre, queriendo asegurarle que no estaba sola. Después de aquello, Petra volvió sobre sus pasos y se apresuró a presentar su informe de la situación.


Él se mantuvo apoyado en la pared, como solía hacer cuando necesitaba pensar con tranquilidad. Hange había preferido sentarse frente al Comandante, que escribía frenéticamente en una especie de bitácora personal. Repentinamente, cerró dicho objeto y miró a ambos, rebosante de ideas.

- Cuando pienso en lo acaecido hace horas… es inverosímil hasta el punto de la locura y lo mejor que ha sucedido en años – les comentó y luego esbozó una leve sonrisa, que desapareció casi de inmediato. De seguro recordaba ahora el número de víctimas perdidas, no solo soldados, sino también familias.

- Ya lo creo – respondió la morena que, a pesar de la voz amortiguada, él sabía que estaba igual de entusiasmada que Erwin – un sacrificio grande, pero ahora podremos estudiarles de cerca, podré hacer pruebas con él, comprobar si es igual de humano que nosotros, su dieta… – y así continuó su parloteo hasta que en algún minuto cesó.

El Capitán por su parte bufó, contrito por la actitud que ambos tenían. Además de la cantidad de muertos, los idiotas de la Policía Militar prácticamente habían secuestrado al chico después de que lo llevara de vuelta hasta la cima del muro, sobre la brecha. Aún tenía fresco el recuerdo de verlo desmayarse después de preguntarles a los tres mocosos qué sucedía. Y en especial, seguía costándole asimilar la imagen de cómo había salido un ser humano de la nuca del gigante.

Según Erwin y Hange, aquello finalmente comprobaba que los otros pensantes, el Colosal y el Acorazado, también debían tener la misma habilidad. No obstante, por razones que desconocían aún, ellos deseaban aniquilar al mundo dentro de los muros. Y a su parecer, no era un problema menor.

- Yo que ustedes no canto victoria aún – les dijo intranquilo y enojado – esto es bastante grande como para que el gobierno lo deje pasar. Son tan estúpidos que hasta querrán eliminarlo o disecarlo sin indagar demasiado.

- Lo sé, Levi – respondió su amigo, apoyando los codos sobre la mesa y juntando sus manos frente a su rostro, concentrado – pero no creo equivocarme al sospechar que Pixis nos ayudará de alguna forma, sobre todo para poder hablar con él. – les explicó – Solo nos queda esperar que suceda pronto y que el muchacho desee cooperar – agregó más serio, sabiendo que, si no era así, habría problemas.

- Afortunadamente para ti, soy bueno persuadiendo – dijo el Capitán, con aquella mirada amenazante concentrada en la punta de sus botas. No tenía problema en usar la violencia con el mocoso si era problemático – Cuando puedas verlo, iré contigo – dijo con firmeza, mirándolo directamente.

El Comandante asintió de acuerdo. Luego miró a Hange, esperando su respuesta.

- Por más que quiero, no lo creo conveniente – decretó ella pensativa - el muchacho va a estar fuertemente custodiado y si nos ven a todos allí, será llamativo. Tú eres Comandante y puedes llevar a Levi como guardaespaldas, pero yo no tengo coartada.

- Mucho me temo que tengas razón - dijo Erwin, levantándose de su escritorio y cruzándose de brazos, absorto en su propio mundo.

- ¿Crees que haya algún juicio? – preguntó el Capitán, acercándose al escritorio donde estaban ellos – o simplemente intentarán matarlo de nuevo, como Pixis relató que ya habían hecho esta mañana.

- Está en nuestra naturaleza destruir lo que pueda parecernos una amenaza, Levi – le explicó Hange, contemplando la oscuridad de la noche a través de la ventana – no me sorprendería si toman ese camino. El miedo casi siempre nubla el juicio.

- Es posible, pero dudo que lleguemos a eso – concluyó Erwin – porque a pesar de que perdió la cordura por unos minutos, el cadete logró el objetivo y de eso hay muchos testigos. Un juicio es lo que deben realizar, les guste o no.

- Puede ser – sopesó Levi con tono algo vacilante – sería favorable que pudiésemos contar con personas que tienen perspectiva de todo el asunto.

- Esperemos que así sea – respondió el Comandante, haciéndoles un gesto que indicaba que la visita de aquel día ya debía culminar – pero pasarán algunos días hasta que hagan oficial el asunto y podamos verle.

- ¿Cómo se llama el mocoso? – preguntó Levi, que había decidido ir a ver al oficial que les entrenó para recopilar más información sobre el chico. Sería una buena fuente sobre el carácter y toda esa mierda de su manera de socializar, etc.

- Eren Jaegar – contestó Erwin, mirando entre sus notas.

Asimilando la información, Levi dio por finalizada su presencia allí y sin mayor demora, salió del despacho. Pero apenas atravesó la puerta, se sorprendió de encontrar a Petra esperándole ansiosa y por lo que podía vislumbrar, tenía prisa.

- Lamento interrumpir a estas horas Capitán, pero tengo información para usted – dijo ella apresuradamente. Levi la miró serio y en silencio, instándola a continuar – es sobre los tres soldados que usted mencionó.

- Por esa expresión, imagino que no es nada agradable – dijo él, cansado. Ya intuía que su día estaba lejos de terminar.

Mientras ambos se encaminaban hacia la primera planta del edificio, la pelirroja le relató toda la información que había reunido.

- Indíqueme el camino – le dijo el Capitán con decisión cuando llegaron a la salida de sus oficinas.

La chica se quedó de piedra por un instante, visiblemente sorprendida ante su petición, pero luego la acató obedientemente, a lo que él fingió ni darse cuenta de lo anterior.

Muertos, pensó Levi. Casi todos muertos, se corrigió mentalmente mientras seguía de cerca a su subordinada. Cuando llegaron a la entrada de un edificio algo viejo, de cuatro pisos de altura y donde la mayor parte de ventanillas estaban iluminadas, la pelirroja se le adelantó y fue directamente a la segunda planta, donde según ella, estaba la oficina del médico. Por alguna extraña razón parecía algo nerviosa, pero Levi no le dio mayor asunto; el cansancio acumulado también podía ponerlos así.

Una vez frente a la puerta, su asistente dio dos toques leves y esperó.

- Pase – se escuchó desde adentro y ambos procedieron a ingresar.

Levi pudo ver que el hombre de bata blanca que estaba ahí dentro era mayor, entre los cuarenta y cincuenta años. Sobre su escritorio había un montón de papeles, tubos de ensayo vacíos y dispersos, una lámpara y una taza ya vacía. El hombre pestañeo un par de veces y luego se frotó los ojos con fuerza para recibirles.

- Buenas noches – saludó Petra una vez más, encargándose de la cortesía que su Capitán usualmente no tenía – Lamento interrumpirle nuevamente doctor Prince, pero el Capitán quisiera ver los informes de los tres soldados que fueron ingresados esta tarde, por favor.

- No hay problema – dijo el hombre mirando a Levi con cierta reticencia, luego se levantó de su sitio y se puso a buscar en el último compartimiento de su escritorio, donde los había dejado desde la primera visita que ella hizo. Aliviado, sacó tres carpetas con el nombre de cada uno y se los tendió a él - Volveré en quince minutos. Necesito realizar una última ronda antes de marcharme, así que, póngase cómodo – agregó dirigiéndose a él, entretanto se colocaba su bata.

- Entendido – agradeció su asistente, con una sonrisa cordial. Algo en lo que él no era nada bueno.

Justo antes de que el hombre saliera, se detuvo en la puerta y le habló directamente a ella.

- Su amiga sigue ahí dentro. Sería conveniente que la lleve a casa – le escuchó decirle a Petra, sin embargo, Levi no prestó mayor atención después concentrar sus ojos en los documentos que tenía en sus manos.

- Esperaré afuera, Capitán – oyó decir a su subordinada, a lo que él sólo asintió en silencio.

Hubiese deseado tener una taza de té en aquel momento. Suspirando resignado, se sentó en una de las sillas, abrió la primera carpeta y comenzó a leer. Y con cada línea, su expresión se tornaba más y más lúgubre.

Los tres habían sido encontrados en una misma zona. De Luther, solo quedaba la parte superior del cuerpo, encontrado cerca de un tejado y con dos dientes ensartados en su piel; todo indicaba que el chico los había desprendido de la boca del titán a punta de sus cuchillas mientras aún lo tenía dentro de su boca. Terminó muriendo segundos después de ser mordido y mutilado, por un paro cardiorrespiratorio a causa del shock. William por otra parte estaba casi entero, dejando de lado la pierna que había sido arrancada mientras buscaba refugio y cuidar de su compañera; falleció poco después de traerlo al lugar por la hemorragia e infección. Miró la ficha anterior de ambos, dándose cuenta de que a ambos hermanos les habían dado de baja por desacato, contrariados por las órdenes dadas a la chica. Estos mocosos, pensó enojado, apretando uno de sus puños sobre la mesa, dirigiendo el sentimiento más que nada a sí mismo. Tomó el último de los expedientes, de aquella chica que, por razones desconocidas, había estado en el campo de batalla cuando se suponía que estaba de baja médica. El informe decía que seguía viva, pero cuando continuaba inconsciente y con heridas múltiples.

Levi bufó llenó de pesar, preguntándose para qué demonios se había molestado en dejar instrucciones con el propósito de que mejorara y posteriormente, los tres se unieran a su escuadrón. Pero como siempre se decía a sí mismo, el ataque no era una situación prevista y por eso no los culpaba; esos estúpidos críos eran el tipo de personas que se arriesgaban por otros, sin importar las consecuencias. Estaba claro que intentaron defender la ciudad como el equipo que siempre fueron.

Para cuando terminó, y a pesar de tener ganas hacer pedazos los papales que sostenía, los dejó sobre el escritorio del doctor y salió en silencio de la habitación. Al verlo emerger, Petra se levantó con presura de la banquilla donde le esperaba.

- Puede descansar, soldado – le dijo él, con el ánimo algo abatido – y puede retirarse. Yo iré a verla y luego me retiraré.

Dijo él, recordando la ubicación y numeración del cuarto donde se encontraba, ya siguiendo su camino sin lograr percatarse de que su asistente lo miraba un poco asustada.

- Eh, Capitán, yo iba a ir a hablar con la familia de la muchacha – dijo ella, alcanzándole – da la casualidad de que es una conocida mía – dijo apresuradamente. Levi no tenía cómo saber que efectivamente estaba nerviosa porque Elia estaba allí y su jefe no tendía a ser la persona más cordial, y su amiga no estaba bien como para no llegar a ser algo impetuosa.

Levi sólo le miró, tan serio como siempre y sin decir nada más, retomó su rumbo. Quería ver las condiciones en las que se encontraba la soldado que le recordaba tanto a Isabel, la muchacha que había formado parte de su vida como delincuente en la ciudad subterránea, y a quien había considerado como familia hasta aquel horrible día. El espíritu de ambas era tan similar; personalidades fuertes y poco femeninas, temerarias y además tenaces, sin olvidar lo extremadamente valientes y desinteresadas. Lo podía ver en la forma que la chica siempre se mostraba dispuesta a ayudar a sus compañeros, especialmente con esos dos que ahora yacían más allá de este mundo.

El Capitán aún recordaba aquella vez que, mientras rondaba el perímetro del lugar designado para acampar, los había visto juntos alrededor de una pequeña fogata. Ese momento había desenterrado recuerdos de su vida con esos dos idiotas, Furlan e Isabel; siendo el de esta última el más vívido al ver el modo en que la muchacha Stoltz contagiaba de alegría y esperanza a quienes la rodeaban, calmando la tensión de sus camaradas y amigos hasta en los peores momentos.

Y las personas así, no abundaban. Y para su desgracia, no sobrevivían.

Caminó por delante de su subalterna, absorto en sus cavilaciones, hasta que finalmente dio con una puerta marrón con el número 34 en la parte superior. Al mirar hacia adentro pudo visualizar tres catres en fila, y con sus respectivos espacios divididos por unas cortinas blancas. Las primeras dos estaban vacías, lo que solo dejaba la del final.

Conforme avanzaba, el cuerpo de la muchacha se hacía visible y estaba vendado desde los pies a la cabeza, principalmente de lado izquierdo; las partes que no estaban cubiertas se veían bastante amoratadas. Cuando terminó de avanzar hasta quedar frente a su cama, con lo que no contaba era de encontrar a otra persona allí.

Ya veo, se dijo a sí mismo, entendiendo la razón por la que le había parecido familiar. Era la misma mujer que había visto esa mañana en el muro, quien había asistido a Erd; sentada sobre una silla que estaba al costado de la cama. La parte superior de su cuerpo se inclinaba hacia delante y estaba profundamente dormida sobre una parte del colchón desde donde podía alcanzar la mano derecha de la chica, la cual sostenía con ahínco, como si temiera que fuese a desaparecer o se la pudieran arrebatar. Su cabello seguía trenzado, pero varios mechones se escapaban, dándole un aspecto más infantil del que él recordaba. Se notaba que era joven, pero claramente mayor que la muchacha.

- Creo que sus padres fallecieron al inicio del ataque – escuchó la voz de Petra a su espalda, observando la misma escena que él – y debe ser la primera vez que duerme desde que todo comenzó.

El Capitán asintió sin decir nada, con su expresión tan impávida como siempre, pero en él asomaba una rabia que no sentía ya desde aquel día, bajo la lluvia, cuando se recriminó el haberse separado de sus amigos para cumplir su estúpido cometido.

De todos los lugares, eran residentes del Distrito de Trost. ¿Acaso hubiese sido mejor que la muchacha fuese con ellos? No tenía cómo saberlo. Volvió a mirar a la soldado, quien ahora solo yacía inconsciente. Parece no sentir dolor, se dijo, como si eso mejora la situación. En ese momento, Petra pasó por detrás de él, con el fin de despertar a la mujer. La pelirroja la tomó por los hombros con cuidado de no alarmarla y a los pocos segundos, despertó desorientada y con los ojos enrojecidos. Levi veía que era producto del agotamiento físico, pero también porque había estado llorando. La observó frotarlos con fuerza y enderezarse de la silla para checar a la muchacha que se veía profundamente dormida. Comprobó que su temperatura seguía estable, su pulso y el ritmo de su respiración también. Fue en ese momento que se volteó a ellos y les encontró observando sus movimientos.

- Lo lamento, Elia – dijo su subordinada. Parecía decirlo por su hermana, pero luego sus ojos se desviaron al suelo, atribulada por lo que además tenía que comunicarle – pero el doctor insiste que no puedes quedarte aquí.

- Lo sé, Petra – respondió ella, dirigiendo nuevamente la vista a la soldado – la administradora vino a preguntarme algunos datos de Ilva y aprovechó de decirme lo mismo hace una hora. Le expliqué que sólo me gustaría que me permitieran quedarme a cuidarla, pero se negó.

- Usted es médico – asumió el Capitán al recordar las escenas de esa mañana – ¿por qué motivo no se lo permiten? – le preguntó con seriedad - Es claro que les falta personal para llevar la situación – agregó mirando el lugar de un lado a otro.

Elia estaba un poco aturdida por el cansancio y la conmoción, pero sumado al desconcierto de ver al Capitán Levi delante de si, en la habitación de su hermana, la tenía algo pasmada. Su pregunta le causó un poco de gracia, por la seguridad con la que él había dicho aquello.

- No, señor. Desafortunadamente no poseo un título como doctora ni como enfermera – contestó Elia con una sonrisa que no tenía alegría alguna – sólo soy una herbolaria y sanadora, como mis padres, con lo cual el Comandante Pixis no tuvo reparos, pero aquí en el hospital son otras las directrices – explicó con cierta rabia, y esta vez había un brillo de orgullo desafiante en sus ojos.

- Elia tampoco es militar, Capitán – explicó su asistente algo nerviosa a un Levi que no dejaba ver nada tras su fachada inexpresiva de siempre. Ella conocía su temperamento y lo impredecible que podía ser a veces, cuando alguien le parecía impertinente o altanero.

- Entiendo – fue lo único que dijo antes de darse la vuelta y salir de la habitación.

Era mejor darles espacio a ambas. Por la familiaridad con la que se trataban, saltaba a la vista el que se conocían desde hace mucho. Al traspasar el umbral de la puerta, se quedó apoyado de espalda a la pared a su izquierda y los brazos cruzados. Aquel no era el mejor lugar para pensar, pero quería ver al doctor antes de irse. Se mantuvo distraído gracias al ruido del ir y venir de una enfermera trabajando en el cuarto continuo. Iba a salir de allí, porque la señora parecía molesta con su presencia sin embargo, justo en ese momento, inevitablemente les escuchó hablar adentro sobre la muchacha.

(…)

- Sé que por ahora es imposible llevarla a casa – decía la mujer a Petra. Su voz contenía una furia silenciosa – sus probabilidades de vivir radican en que despierte; si no lo hace pronto, su cuerpo fallará. Y por como está, es lo más probable. Por eso quiero sacarla de aquí.

- ¿Qué es lo que dice el doctor? – inquirió su subalterna.

- Lo mismo que antes – soltó enojada – cuidados especiales de "gente capacitada", etc.

- ¿Y el tratamiento por seguir? – oyó preguntar a la pelirroja.

- Ese es el problema… - hizo una pausa - no hay nada qué hacer – su voz parecía neutra, pero Levi notaba la rabia y desolación que había en sus palabras.

- ¿Entonces para qué quieren retenerla aquí? – preguntó la pelirroja, horrorizada - ¿Qué hay de tus padres? ¿Siguen sin aparecer?

- No aparecerán, Petra – contestó ella, conteniendo más de lo que él podía imaginar – La última vez que vi a mi hermana, aunque no lo dijo, sé que los vio morir. Ilva se veía como trastornada, estaba furiosa e impaciente. No quiso decirme nada entre la prisa por apoyar a la Guarnición y que yo me alejara de allí. Pero la conozco y por lo mismo sé que los vio – hizo una pausa y prosiguió – además, hace como una hora, volví a revisar el listado de heridos y fallecidos, mas no figuran en ningún lado. Es como si se hubiesen evaporado.

- Tal vez en casa de algún conocido… – ofreció la soldado esperanzada.

- De hecho, me encontré con uno mientras buscábamos sobrevivientes. El hijo de un matrimonio amigo de la familia, que se mudaron a Sina cuando él entró a la Policía Militar. Pero si ese fuese el caso, es lo primero que él hubiese mencionado al verme allí – suspiró la mujer – sólo quedamos nosotras dos, Petra. Ni siquiera tengo cómo saber cuánto tiempo ella estará así; tal vez días o semanas. Más que eso… imposible.

- ¿Te permitirán venir mañana a verla? – preguntó su asistente, intentando ocultar su propia esperanza.

- Si, pero dentro de los horarios de visita – la mujer claramente estaba inquieta, ansiosa – sólo quisiera poder cuidarla el tiempo que… sé que puedo hacerlo.

- Lo sé – él podía ya imaginar a la pelirroja colocando su mano en el hombro de ella, en un intento de darle apoyo – quisiera poder ayudarte.

- Ya lo has hecho – respondió la mujer con sincera calidez – Lamento descargar mi frustración contigo, Petra. Es solo que me molesta que sepan que no tiene vuelta atrás e incluso así, ponen trabas… – explicó agobiada, donde sólo quedaba tristeza en sus palabras.

El momento se vio interrumpido por los pasos que oía aproximándose a donde él estaba. El Capitán se irguió en el mismo sitio y vio pasar por delante al tipo calvo de minutos atrás ingresando a la habitación y decidió seguirle, pero se mantuvo cierta distancia.

Cuando ambos llegaron a los pies de la cama de la soldado, sin poder evitarlo, Levi se sintió un poco impertinente al ser testigo del beso cariñoso que la mujer puso sobre la frente de la muchacha. Se acercó a su oído y le dijo algo que ninguno de ellos supo, y después la vio decidida a salir de aquel cuarto, silenciosamente fulminando al doctor con su mirada, de lo cual el tipo pretendió no enterarse. Ella siguió caminando hacia la salida y cuando hubo dejado atrás a aquel hombre, la hostilidad desapareció y su rostro se suavizó. Iba directo hacia él, pero sin realmente mirarlo y pasó por su lado sin decir nada, lo cual no era de extrañar al ser perfectos desconocidos. En ese instante, Levi no pudo evitar prestar la atención que no había hecho antes, notando por primera vez el tono gris de sus ojos, totalmente distintos al marrón de su hermana menor, y que siempre irradiaban entusiasmo y amabilidad. Los de esta mujer estaban llenos de dolor, soledad e impotencia al verse obligada a alejarse de la única familia que aparentemente le quedaba.

- Solicito permiso para retirarme, Capitán – le distrajo la pelirroja, inesperadamente de pie frente de él y con el saludo militar correspondiente. Levi imaginaba, por el carácter de Petra, que iría tras la mujer.

- Concedido – respondió en voz monótona, asintiendo levemente y viéndola desaparecer corriendo.

Se le había ocurrido algo para ayudar a la chica postrada, pero esperaba no necesitar de la influencia de Erwin para conseguirlo.

- Doctor, quiero hacerle unas preguntas…


Tardé más de lo esperado debido a que me entretuve en uno de los capítulos del final; no podía dejar pasar la inspiración. Y lo disfruté bastante, pero no puedo decir nada y sólo esperar que lo hagan tanto como yo cuando puedan leerlo. ^^

Si bien aquí ellos tienen su primera interacción, no es demasiado pero cuando se trata de relaciones humanas, y de sentimientos fuertes, prefiero hacerlos pasar por procesos antes de algo mayor; como bien algunos concuerdan, amor y enamoramiento no son lo mismo.

Como pudieron ver, aquí se hace una pequeña alusión a los dos amigos que Levi tuvo en su vida, previo a enlistarse como militar, y que son parte del OVA No Regrets.

Sólo me queda decir ya estoy trabajando en la edición del cuarto capítulo, y espero subirlo pronto.

A quienes están siguiendo esta historia, de verdad agradecería sus comentarios porque el feedback siempre ayuda.

Y por supuesto, gracias por su interés.

Namárië