Cada vez que Akko se sentía tentada en mirar a su espalda para ver qué era lo que estaba pasando, los rugidos del monstruo la hacían cambiar de opinión y se esforzaba por apretar aún más el paso. Además, sabía que lo más prudente era hacer caso al consejo del hombre y alejarse del área lo más rápido posible. Tanto Sucy como Lotte parecían compartir su opinión, y le seguían el ritmo en su carrera por salir de los túneles del laberinto antes de que se vinieran abajo sobre ellas. De acuerdo, tal vez su imaginación estaba recreando el peor escenario posible, pero no se le podía culpar por querer alejarse de la zona si el enfrentamiento entre ambos combatientes era tan feroz como se oía; y quedarse a averiguarlo no era opción.
Incluso si hubiera querido quedarse a ayudar, ya habían comprobado que los ataques mágicos no parecían tener ningún efecto sobre el monstruo así que lo más seguro era que sólo le estorbarían al héroe bicho. Además, todavía estaba la pregunta sobre qué había ocurrido con la maestra Chariot y el resto de las estudiantes. A Akko le había parecido escuchar voces a lo lejos justo antes de que fueran atacadas por la bestia, así que albergaba la esperanza de que todas estuvieran bien.
Finalmente, y luego de lo que se sintió como una eternidad, el trío de brujas consiguió llegar a la salida del laberinto una vez más. Akko se dejó caer al suelo y sus amigas la imitaron, igualmente agotadas. Luego de todo el tiempo que habían pasado buscando una reliquia al comienzo de la prueba y después huyendo por sus vidas, no era de extrañar.
—¿Qué haremos ahora? —le preguntó Lotte mientras tomaba aire.
—Hay que hallar a las demás —decidió Akko luego de pensárselo un poco—. Tenemos que confiar en que el hombre insecto puede derrotar a esa cosa.
—Arácnido.
—¿Qué? —preguntó Akko volteando hacia Sucy, que acababa de hablar.
—Las arañas no son insectos, son arácnidos —explicó—. Son animales totalmente diferentes.
—Sucy, este no es el momento para tomar clases de biología —la regañó Akko mientras se ponía de pie nuevamente—. Tenemos que movernos. No encontraremos a nadie si nos quedamos aquí sentadas haciendo nada.
—¡Akko! —la mencionada bruja se dio la vuelta y alzó la vista para ver a Amanda, que se acercaba volando hacia ellas en su escoba— No puedo creer que estén aquí sentadas sin hacer nada. ¿En dónde se habían metido?
—¡Amanda! —gritó Akko, extática de ver a salvo a su amiga— ¡Me alegro tanto de verte! ¿Estás bien? ¿Dónde están las demás?
—Diana las está llevando de regreso a la escuela. La maestra Chariot me envió para buscar a todas las estudiantes que faltan, y las encontré a ustedes —explicó mientras bajaba de su escoba y se apresuraba hasta llegar a su lado—. ¿Ustedes qué están haciendo aquí? ¿No escucharon la alarma?
—Eh... no. Estábamos buscando una reliquia hasta que sentimos un temblor. Luego de eso salimos.
—Esa cosa voladora fue lo que causó el temblor —explicó Amanda—. Las maestras la pudieron ver desde antes que llegara y mandaron la alarma. Por suerte creo que no lastimó a nadie cuando empezó a escupir relámpagos.
—En verdad no pudimos escuchar nada —agregó Lotte—. Tal vez estábamos demasiado profundo.
—¿Por qué? El ejercicio no era nada complicado.
—Oye, no era tan fácil como parecía. Estuvimos caminando durante horas hasta que encontramos el... ¡Oh no! —Akko se detuvo a mitad de su explicación presa de un repentino ataque de pánico— ¡El libro! ¡Olvidamos el libro adentro! ¿Y ahora qué hacemos? ¡Van a reprobarnos!
—Creo que hay cosas más importantes que eso ahora mismo —comentó Sucy secamente.
—¿Libro? —Amanda lucía extrañada al ver aquel arrebato de locura por parte de su amiga— ¿Encontraron un libro allí abajo?
—Habíamos hallado un libro para la prueba —explicó Akko rápidamente, todavía sumergida en su propio mundo—, pero luego empezó a brillar y salimos, y entonces el pájaro nos atacó y volvimos a escondernos, pero entonces el libro hizo fwoosh y apareció un tipo con un disfraz raro que peleaba con monstruos y creí que el monstruo lo había matado pero en realidad no; porque lo levantó y-
—¿Pero de qué estás hablando? —la interrumpió Amanda, que por la expresión de su cara dejaba ver que dudaba seriamente de la salud mental de Akko— Sabes qué, olvídalo. Traten de volver a la escuela y busquen a alguna maestra. Las alcanzaré cuando encuentre a Isabelle.
—¿Isabelle? —a Akko le tomó unos segundos recordar quién era, pero entonces le llegó a la mente la imagen de una chica de cabello café y actitud amable. No recordaba haber interactuado mucho con ella, pero si todavía estaba perdida podría estar en peligro— ¡Tenemos que encontrarla! ¿Qué tal si hay más de esas cosas?
—¡¿Más?! —a Lotte la probabilidad claramente le aterraba.
—Lo sé, pero la maestra me lo encargó a mí. Soy mejor volando que cualquiera, así que puedo encontrarla más rápido. Ustedes sólo hagan lo que dijo la maestra, ¿de acuerdo?
Sin esperar a que sus compañeras respondieran, Amanda volvió a trepar en su escoba y se marchó por donde había venido.
—Pero... —Akko no pudo terminar de hablar, pues Amanda ya se había ido a toda velocidad, cruzando una distancia increíble en poco tiempo.
A Akko no le entusiasmaba la idea, pero sabía que tenía razón. Por mucho que odiara admitirlo, supo que no había nada que pudiera hacer para ayudar al héroe bicho (o araña, lo que fuera) y que Amanda probablemente podría encontrar a Isabelle sin su ayuda. Por lo que, en un extraño momento de humildad, aceptó la derrota y se preparó para volver a la academia a hallar refugio. O eso es lo que habría hecho, de no ser porque justo entonces un nuevo temblor comenzó a sacudir el suelo.
Desde las oscuras profundidades del laberinto, pudo verse un tenue brillo que iba cobrando más fuerza. Akko tenía un mal presentimiento, aquello debía de ser producido por el ataque eléctrico que producía la criatura voladora. Se estaba acercando a la salida.
—Creo que debemos irnos de una vez —les dijo Lotte, que parecía haber llegado a la misma conclusión que ella.
Una vez más, las tres se alejaron rápidamente. Justo a tiempo, porque entonces hubo un estallido de luz y ruido. Una extensa nube de polvo salió disparada de la entrada del laberinto, acompañada de los dos contrincantes que habían estado peleando hasta entonces. El pájaro monstruoso cayó pesadamente al suelo de bruces, mientras que el hombre salió rodando por el suelo, su colorido disfraz ahora dañado con lo que parecían quemaduras y con unos casi invisibles rastros de humo elevándose desde su cuerpo. Seguramente ya había probado de primera mano lo que era ser electrocutado por aquella bestia.
—¡Oye! —le gritó Akko al tiempo que corría en su ayuda, seguida de cerca por Lotte y Sucy. Se arrodilló a su lado mientras se preguntaba si estaba bien o no; era difícil saberlo a causa de la máscara que cubría su cara— ¿Te encuentras bien?
—... Eh —el hombre permaneció en silencio durante unos segundos, componiéndose—. No sé. Duele mucho, pero creo que sigo vivo. Yupi.
—¿Estás ganando?
—Si barrer el piso conmigo significa que estoy ganando, entonces sí —el hombre comenzó a incorporarse lentamente al tiempo que se pasaba la mano sobre el cuello, adolorido—. ¿Por qué están aquí todavía? Les dije que se fueran.
—¡Nos fuimos! —dijo Akko a la defensiva— ... sólo que no muy lejos.
—No tienes instinto de autoconservación, ¿eh? —bromeó secamente el individuo antes de añadir, con más seriedad que antes:— Hablando en serio, tienen que irse. Este amigo colapsó todos los túneles encima de nosotros, pero no creo que esté fuera de combate todavía.
Como si quisiera corroborar sus palabras, el pájaro también comenzó a levantarse. Gracias a lo blanco de su cuerpo era fácil advertir que estaba cubierta de heridas y golpes, además de que una de sus dos extremidades estaba ligeramente doblada en un ángulo antinatural. Lo más seguro era que ahora no podría volar. Pero seguía teniendo su pico afilado, la cola llena de púas y su aliento de trueno. No era el momento para arriesgarse de más y jugar a ser una heroína. Haciendo caso a la advertencia, Akko y sus amigas, por duodécima vez, se dispusieron a correr. Nuevamente dieron al exterior, y pudieron ver que Amanda, habiendo escuchado el estruendo producido por el derrumbe, ahora volvía a toda velocidad.
Si querían salir de allí lo más rápido posible, entonces iban a necesitar que Amanda las llevara a las tres en su escoba. Quizá con cuatro tripulantes no podrían volar muy rápido, pero era mejor opción que quedarse a esperar a verse metidas de nueva cuenta en medio de la pelea.
—¡Amanda! —Akko gritó a por ella mientras agitaba los brazos desesperadamente para que su amiga pudiera verlas. Seguro que ella también había tenido la misma idea.
Akko se giró por un momento para ver cómo seguía la pelea, justo a tiempo para soltar un grito y saltar hacia un lado. La bestia había cargado hacia ellas a toda velocidad en un intento por golpear al araña, que no había conseguido esquivar el ataque a tiempo y ahora estaba dando tumbos por la hierba violentamente a raíz del golpe recibido. El héroe quedó tendido y sin dar ninguna señal de vida. El monstruo comenzó a acercarse a él para rematarlo en el suelo, pero se detuvo cuando un fuerte y agudo grito se escuchó por el campo.
Todos los presentes giraron la vista hacia la fuente del ruido: en frente de la línea de árboles más cercana podía verse la figura de una chica. Llevaba el uniforme de Luna Nova, y aunque Akko no podía distinguir sus rasgos con claridad, el cabello café la delataba: era Isabelle. Tan pronto como hubo divisado una nueva víctima, la criatura miró a la nueva bruja directamente y volvió a producir el mismo chillido ensordecedor que cuando apareció por primera vez. Isabelle, que había estado a punto de echar a correr de vuelta al bosque, se quedó paralizada y cayó de rodillas.
"¿Qué está haciendo? ¡Tiene que tratar de huir!"
Pero no iba a hacerlo. Akko recordó que ella tampoco había podido moverse cuando el monstruo le había hecho lo mismo, presa de un pánico casi indescriptible. Tenía que ser otra habilidad de aquel animal diabólico. La criatura rugió, excitada, y cojeó con rapidez hacia Isabelle con las fauces abiertas de par en par. Amanda se acercaba, pero Akko comprendió con horror que no conseguiría llegar a tiempo para salvar a la otra bruja. Por suerte, al hombre bicho todavía le quedaban fuerzas. Haciendo gala de una velocidad inaudita, se arrojó hacia Isabelle y, encarando de frente a la criatura, dejó salir un torbellino de hebras blanquecinas (¿era telaraña?) en dirección al hocico del monstruo, obligándolo a detenerse mientras intentaba quitarse la maraña de redes del pico. Sin perder más tiempo, cogió a Isabelle como a una princesa de un cuento y emprendió la huida.
No era como si la criatura fuera a dejar ir a su presa tan fácilmente. Al entender que todavía era incapaz de usar su boca, recurrió a su cola llena de púas en un intento por aplastar al héroe y la bruja. Pero, sin importar que tan rápido blandiera su cola o en que dirección, Akko observó con asombro que el hombre se las arreglaba para evitar todos los golpes a base de saltos y esquivadas igualmente ágiles. Isabelle parecía haber recobrado el sentido, pero en lugar de gritar o tratar de zafarse de los brazos de su salvador simplemente se agarró con fuerza de su cuello y cerró los ojos, todavía asustada.
Pero bastaba con que el hombre araña tropezara o fuera una fracción de segundo más lento para que el ariete natural de la criatura acabara con ambos. Era incapaz de soltar a Isabelle mientras el monstruo lo siguiera atacando, y si no la dejaba entonces tampoco sería capaz de contraatacar. Para suerte de los involucrados, el hombre pudo ver a Amanda, que ahora volaba por encima de ellos tratando de hallar una oportunidad de acercarse a ayudar.
—¡Oye, Potter! —le gritó el sujeto— ¿Crees que puedas atraparla?
Isabelle abrió los ojos como platos al escucharlo, pero antes de que pudiera quejarse y sin esperar a por una respuesta de Amanda, el hombre dio un salto tan alto como pudo y arrojó a la estudiante hacia el cielo. Isabelle ahora sí soltó un grito, pero Amanda llegó prestamente en su ayuda y la tomó de la mano antes de que la gravedad la arrastrara de vuelta.
"¡Bien! ¡Ahora ya podrá enfocarse en la...!"
El pico de la bestia comenzó a iluminarse, lo que significaba que se preparaba para utilizar su ataque eléctrico nuevamente.
—¡Cuidado!
Pero el hombre todavía se hallaba en el aire, incapaz de moverse hacia otro lado. El relámpago amarillento apareció con un fuerte tronido, destrozando por completo la telaraña que envolvía su pico e impactó de lleno al héroe del libro, que voló hasta estrellarse contra el muro que ocultaba el laberinto, cada vez más derruido.
Para entonces, la criatura estaba furiosa. Cargó llena de rubia contra el héroe por última vez, quien parecía contentarse con quedarse donde estaba y ver cómo la bestia se acercaba para matarlo. Akko contuvo el aliento. Pero antes de que pudiera ser aplastado, el hombre disparó otro hilo de telaraña a la sección aledaña del edificio y se movió justo en el último momento, provocando que el monstruo se estrellara violentamente contra la pared. Lo que pudo haberle quedado de estabilidad al muro se vino abajo con la fuerza del impacto, y grandes trozos de piedra sólida aplastaron casi en su totalidad a la criatura, dejando solo parte trasera de su cuerpo fuera de los escombros.
Una gran nube de polvo se levantó y cubrió el escenario, pero cuando comenzó a despejarse Akko pudo ver que el cuerpo de la criatura había comenzado a derretirse con lentitud en un gran charco de alguna sustancia negra similar al alquitrán y el hombre ahora estaba nuevamente en tierra, inspeccionándolo desde una distancia segura.
Ahora que el peligro inmediato había pasado, Akko comenzó a avanzar con cautela hacia el cuerpo de la bestia. Un poco más lejos a su izquierda estaban Lotte y Sucy, que habían permanecido juntas en todo momento y ahora habían juntado la confianza para acercarse. Detrás de ella, Amanda e Isabelle acababan de aterrizar. El gran cadáver del monstruo continuaba fundiéndose a ritmo seguro mientras despedía nubes de vapor blanquecino y pestilente, con lo que no quedaban dudas de que estaba muerto. Todo había terminado.
O casi todo.
El hombre permanecía observando el cuerpo derretido, sin atreverse a apartar la vista. Su traje estaba todavía más dañado que antes, y Akko pudo distinguir un pequeño mechón de cabello café asomando entre su máscara. Su respiración sonaba cansada, aunque estable.
—En verdad lo hiciste —fue lo único que le dijo Akko, entre sorpresa y admiración.
—Sí. Creo que sí —respondió el individuo, tras lo cual se agachó hasta tocar el suelo con una rodilla, todavía inspeccionando a su enemigo caído—. Eso fue intenso.
El pequeño de grupo de personas permaneció observando el extraño espectáculo sin hablar. Era como si nadie supiera qué era apropiado decir en un momento como aquel. Al final, fue el hombre enmascarado quien rompió el silencio.
—Me siento un poco aturdido. Liviano. No sé. No les importa si me tomo un pequeño descanso, ¿verdad?
—¿Qué? —Akko apartó la vista del charco negro y burbujeante para ver que el hombre se había dejado caer sobre la hierba— Oh.
