Capítulo 3
Primeras impresiones
―Le pido que tome asiento de una vez señorita – rogó la mujer.
―Pero es que ese no es mi lugar.
Sería ilógico que ocupara un asiento que no le correspondía, para eso tenía su boleto con un asiento asignado, pero tal parecía que a la azafata muy poco le importaba.
―Eso ya no importa. Así que haga el favor de no retrasar más el vuelo.
Con un leve suspiró asintió y con desgana ocupó el lugar vacío que había junto a ese hombre. El pulso alcanzó una resolución máxima, casi podía sentir como llegaba a los 200 kilómetros por hora, incluso por un segundo temió que se descarrilara.
¿Qué era esto?
Nunca había sentido ese magnetismo en su interior y todo por una simple mirada. Una mirada dorada.
Lo escuchó suspirar a su lado, mientras avanzaban los segundos, aguardando el momento indicado para que pudiera salir de esto e ir en busca de sus amigas.
Para ella fue una eternidad poder desabrocharse el cinturón, lo que no le agradó mucho fue que la misma chica le prohibiera cambiarse de lugar. Eso ya era algo contra ella.
Apareció una azafata con un carrito lleno de snacks, preguntándoles si deseaban algo.
― ¿Recién casados? – interrogó con un amplía sonrisa aquella mujer rubia.
Kagome se sonrojo, su mirada viajaba a la de él y a la azafata.
―Eh...yo…
―No ― se apresuró a decir el hombre. ― Pero sería todo un honor ser algo de tan bella dama.
¿Qué podía decir contra eso? Cuando la estaba alagando, diciéndole que era bella y sobre todo que sería un honor estar a su lado. Lamentaba que no hubiese sido Hoyo quien pronunciara esas palabas. En cambio, tenía que ser un completo desconocido que no dejaba de mirarla en todo momento.
―Si – asintió ella titubeante – El señor y yo no somos nada.
La mujer hizo una mueca de decepción.
―Es una lástima. Hacen un magnifico cuadro – comentó con un guiño ― ¿Apetecen algo del carrito?
―Para mí solo un whisky.
― ¿Y usted, señorita?
―Solo un jugo de naranja, por favor.
Unos minutos más tarde, Kagome sacó su móvil y revisando su WhatsApp pudo ver que estaba repleto de mensajes tanto de su hermana como en el grupo que tenía con las chicas. Se apresuró rápido enviando un mensaje antes de cualquier otra cosa pasara para diciéndoles que estaba bien y que iba en el avión
De su vecino ya no supo nada de lo restaba el viaje, sabía de sobra que faltaban escasos minutos para llegar a su destino. Por el rabillo del ojo podía ver que aquel hombre leía una importante revista de negocios. De vez en cuando se llevaba las manos a los ojos para darse un ligero masaje. Cuando hizo aquel movimiento todos sus músculos se tensaron sobre su ajustada camisa de lino blanca. Tragó con dificultar al ver lo perfecto que estaban trabajados y una vez más lo comparaba con Hoyo. Ya que él no tenía ese cuerpo atlético como el de su vecino.
«Ya Kagome, deja de verlo de esa manera― se regañó a sí misma ― Recuerda que pronto serás mujer casada»
―También está permitido tocar.
Al escucharlo se puso de todos los tonos, pero principalmente comenzando a sentir un fuerte bochorno, desvío en automático la mirada hacia otra dirección para disimular la vergüenza que le embargaba en ese momento.
―Se equivoca señor, yo solo estaba viendo su revista – mintió.
El hombre esbozó una sonrisa divertida, cerró la revista y la miró fijamente, con esos ojos dorados atrayentes.
― ¿En serio? – arqueó una ceja ― ¿Le interesa el valor de las acciones?
Para su fortuna no tuvo que responder a esa pregunta, ya que la misma azafata rubia se acercaba a ello y con una sonrisa que iba dirigida a ella, anunció:
―Deben abrocharse el cinturón de seguridad – comentó con amabilidad ― En pocos minutos estaremos aterrizando.
Ella asintió y para su asombro escuchó decir al desconocido algo que a ella la dejó boquiabierta.
―Seguramente es lesbiana, pequeña ―dijo él, cerrando la revista de negocios ―Mucha amabilidad, sonrisas, atención, ¿no te hace pensar que es lesbiana?
―Disculpe, pero eso no nos incumbe a los dos.
―Normalmente las mujeres se derriten al ver un hombre guapo ― y señalando a él mismo, y añadió― Y más si lleva puesto de alta costura.
― ¿Y qué le hace suponer que ella se derretiría ante su mirada? – inquirió ella, alzando una perfilada ceja.
― ¿No lo has hecho tú? – él contraatacó, dejándola con la boca abierta.
―….
Oh ese hombre odioso, estaba a punto de lograr que sacara su lado más mezquino y todo por esa estúpida sonrisa arrogante.
La azafata, que aún estaba a poca distancia de ellos regresó para unirse a la conversación, ya que había escuchado absolutamente todo.
―Creo que debemos aclarar varios puntos ―comentó la mujer, sin perder en todo momento su bella sonrisa ―Punto uno, no soy lesbiana ya que estoy comprometida con un magnífico hombre. Pero, supongamos que en dado de los casos lo fuera – miró fijamente a Kagome ― Tú serias mi tipo ―dijo guiñándole un ojo ― Punto número dos, a veces hay que poner en su lugar a hombres que, con su arrogancia creen ser merecedores de todo el mundo.
Ante ese último comentario aquel hombre soltó una risa que resonó en todo el avión. Y Kagome tuvo que morderse la lengua para no estallar en una carcajada, estaba sin duda alguna poniéndolo en su lugar.
―Y este punto es más un consejo que aclaración ― sin perder su vista en Kagome ―Mi abuela siempre decía "Tesoro, nunca confíes en un hombre con traje, porque nunca sabrás la calaña con la que te puedes cruzar "Así que, ya una vez aclarado estos puntos, les pido que se preparen para el aterrizaje.
Aterrizaron sin ningún contratiempo y una vez entregado su equipaje salieron del aeropuerto a esperar un taxi. Kagome no pudo pasar desapercibido al desconocido, quien salía nuevamente con sus gafas de sol puesta. A su vez saludaba a otro hombre con ropa más ligera. Su vecino de vuelo le daba el equipaje al chofer para que lo guardara en el maletero. Pero, antes de subir al jaguar negro que los esperaba, él la buscó y sus miradas se encontraron nuevamente. Fue él quien le regaló una sonrisa, pero ella sabía que aquellos ojos dorados la estaban recorriendo con la mirada e incluso le pareció ver que le guiñaba un ojo para luego subir al auto y marcharse.
―Bueno sugiero que lleguemos al hotel y nos vayamos directo a la playa ― comentó Ayame con una sonrisa de oreja a oreja.
―Prefiero comer ― Sugirió Rin ― Después ir a la playa.
―Por cierto ¿Dónde te habías metido durante el trayecto? ― preguntó Kikyo a Kagome
―Queríamos ir a buscarte, pero una odiosa azafata no nos permitió levantarnos. ―explicó Ayame.
Kagome omitió mencionar a su compañero y simplemente explicó que prácticamente la obligaron a tomar asiento en el primer lugar disponible. No tenía caso mencionarlo si ya no estaba a la vista y francamente dudaba que se volverían a ver. Además, por alguna extraña razón se sentía recelosa. De todas era la que estaba prometida. Las demás eran solteras y conociendo a Ayame, seguramente no dudaría en ir tras él.
Llegaron al gran Moon Place y Kagome prácticamente se había quedado boquiabierta. Era demasiado lujo lo que veían sus ojos. Había una amplía recepción donde se encontraban dos chicas. Una de ellas las saludo con una gran sonrisa. La chica era morena y de ojos café oscuro y llevaba su pelo perfectamente acomodado.
―Bienvenidas al Moon Place – habló con un perfecto inglés ― ¿En qué puedo servirles?
―Tenemos reservaciones a nombre de Kikyo Higurashi.
La recepcionista asintió, tecleó en la computadora el nombre y asintió en cuanto vio la reservación.
―Son cinco habitaciones individuales – explicaba lo que el sistema le arrojaba.
Mientras aguardaban a que les entregaran sus llaves, Kagome no pudo evitar pasa por desapercibido todo y cuestionó a una de sus amigas.
― ¿Vamos a dormir en habitaciones separadas? – la señal de alarma se había activado en su interior.
La recepcionista le entregó cinco tarjetas a Kikyo y ella comenzó a repartirlas. Kagome la miró seria.
― Si Hoyo se hubiera enterado de que todas íbamos a dormir en habitaciones separadas no te habría dejado venir. ― explicó Sango.
―Pero no es correcto ― dijo Kagome.
―Ay relájate Kagome ―intervino Rin― Ni que fuera a pasar algo, estás a tres semanas de casarte con él. Mínimo debe confiar en ti.
Todas la empujaban hacia los ascensores y una vez adentro prosiguió con su protesta.
―Insisto en que…
―La idea fue mía, Kagome – confesó Ayame – Además, tú estás por casarte. El resto de nosotras estamos solteras. ¿Te has puesto a imaginar si conseguimos una noche alocada con un chico? – la miró extraña – No voy a poder acostarme con él sabiendo que una de éstas – señaló al resto – Observa mientras lo hago.
En ese sentido ella tenía razón y Kagome no podía discutirlo, eso sería egoísta de su parte. Estaba por casarse y las demás solo tenían citas. Así que también era lógico que necesitaran su espacio. Por un momento se imaginó en una habitación compartida con Ayame y como ésta llevaba a un acompañante y ella a su vez no podía conciliar el sueño debido a su intensa actividad física
―Buen punto – señaló Kikyo.
―Y chica preparada vale por dos – puntualizó Rin.
―Así que te sugiero que dejes de lado tu temor de que es lo correcto y que no– prosiguió la pelirroja ―Estas en Cancún, a miles de kilómetros de New York y sobre todo de Hoyo. Libérate un poco de él ¿Quieres? – pidió con amabilidad.
Al salir del ascensor cada una se despidió para ir en busca de su habitación, no sin antes de quedar en diez minutos en el lobby.
Kagome una vez sola, dejó las maletas en la cama y decidió explorar la habitación. Para su asombro la cama era matrimonial, que estaba tapizada por almohadas y cojines. El cubrecama era de color blanco y la funda del edredón en color beige, que hacía juego con las cortinas blancas de la ventana que se extendía del techo al piso.
Toda la habitación para ella sola. Incluso el monitor de plasma era suya.
Con un ligero suspiró salió al balcón y contempló por un instante el hermoso mar color turquesa de Cancún. Tal vez no había querido venir a su despedida, pero debía admitir que la vista era impresionante.
Dejó que el sonido del mar la arrullara y con las olas venía un vago recuerdo:
"Libérate un poco de él ¿Quieres?"
¿Podía ser eso posible? Dejar a un lado los pensamientos hacía Hoyo, para poder disfrutar de manera plena su estadía en ese paradisiaco lugar. Observó su anillo de compromiso, llevaban tantos años juntos que incluso llegó a sentir en algún momento que la relación se había vuelto monótona.
Frunció el cejó tras esas palabras, sabía que cuando una relación se hacía rutinaria era porque algo entre ellos no funcionaba bien. O ella estaba mal o él estaba mal o simplemente ambos.
En ese instante el sonido de su móvil la sacó de su trance y prácticamente entró corriendo a la habitación para buscarlo dentro de su bolsa. En la pantalla se podía leer el nombre de Hoyo y decidió jugarle una broma.
¡Adiós monotonía!
― ¿Casa de citas? – dijo en un tono burlón.
―No has pasado ni veinticuatro horas con tus amigas y ya se te pegó el modo libertino de hablar de tu amiguita Ayame.
Kagome se mordió los labios ante la mala reacción de Hoyo.
―Disculpa, era solo una broma. Por favor no te enojes.
―Ya sabes que no me gusta ese tipo de bromas ―comentó un poco menos enfadado ― Y bien, ¿Que tal Cancún?
―Espléndido – comentó, mientras jugueteaba con el borde de la cama ―Acabamos de llegar y nos vamos a reunir todas en el lobby.
Hubo un silencio por parte de Hoyo.
― ¿Como que reunir? ¿Acaso no están en la misma habitación?
―Pues... no ―respondió ella, sintiéndose incómoda ― Estamos en habitaciones separadas.
Se escuchó como Hoyo respiraba y soltaba el aire.
―Kagome, olvidaste contarme esa pequeña parte. De haber sabido eso, me hubiera opuesto a ese viaje.
―Lo sé y yo también. Pero Ayame no dijo nada hasta que ya nos habíamos registrado en el hotel.
Se escucharon unas voces que provenían desde donde estaba Hoyo, incluso la risa de una mujer y al poco rato él le respondía nervioso.
―Escucha tengo que dejarte. Tengo una junta en cinco minutos. Después tú y yo habláramos de este tema que dejamos pendiente ¿De acuerdo?
―Muy bien ― ella asintió ―Te amo.
Pero no hubo respuesta por parte de él, simplemente cortó la llamada dejándola en espera de un "te amo" "que tengas lindo día". A veces comenzaba a cuestionarse si esto era realmente lo que ella deseaba. Hoyo podría ser muy frío en ocasiones y mostrarse atento a la vez.
¿Sería verdad lo que Sango decía? ¿Que a veces las relaciones no se basaban en la buena atención que uno nos pudiera dar?
Ya era tarde para echarse atrás, prácticamente lo tenía todo listo, excepto el vestido de novia. Ella quería elegir uno de su agrado, uno que la hiciera llorar al verlo puesto, pero Hoyo le insistió que a su futura suegra le haría mucha ilusión si llevara el vestido de novia que usó.
Así que lo único que ella eligió habían sido, los vestidos de sus damas, el banquete y los manteles para las mesas y sillas. De ahí en adelante sentía que esa boda no era completamente del todo de ella. Todo fue organizado por ella y su futura suegra. Aunque más de su suegra que de la propia novia, para ser honestos. Pero si quería estar bien con Hoyo, debía aceptar los gustos de su suegra.
Su móvil sonó y sin ver la pantalla contestó.
― ¿Diga? ― su tono era desanimado.
― ¿Por qué tardas? ―era Kikyo ―Quedamos que en diez minutos nos veríamos en el lobby. Tú has tardado quince.
Se enjuagó una lagrima que comenzaba a caer. Al menos el único consuelo que tenía eran su hermana y sus amigas. En ellas más que nada se podía apoyar.
― ¿Estas bien? – preguntó curiosa su hermana – Tu voz se escucha menos de lo normal.
Ante tal pregunta maldijo. Vaya que su hermana sí que la conocía muy bien, tuvo que componerse un poco y aclararse la garganta antes de responder.
―Estoy bien – dijo al fin – Solo es que se me ha pasado el tiempo ― se apresuró a decir ―Estaba en llamada con Hoyo. En seguida bajo.
El ascensor tardaba más de lo previsto y seguramente las chicas la matarían por su tardanza. Por fin llegó a su piso y esbozó una sonrisa cuando las puertas se abrieron.
Sonría que se le borró al ver ese par de ojos dorados que la miraban con intensidad y arrogancia.
