NOTAS
Porque ir del punto A al punto B no debería ser tan fácil, Mando y Larr deben encontrar el paradero de la persona que estuvo encargada de arrancar a Tython de su órbita y ocultarlo del resto de la Galaxia... Comenzando por un planeta industrial y una reunión secreta llevada a cabo en el lugar menos convencional...
¡Ahora comienza en serio el desvarío!
Cap. 3
Al llegar a Nébula, esperaron a que el pequeño se durmiera antes de dirigirse al punto de encuentro: una gigantesca bodega entre muchas otras, en un oscuro centro industrial. Un lugar perfecto para ocultar negocios ilegítimos.
Ingresaron al área de control luego de que Larr mostrara un chip de invitación. Los escanearon en busca de armas y al encontrar que estaban relativamente limpios (algo que Mando había discutido durante horas), los guardias les dieron la bienvenida con una sonrisa de lo más inesperada, abriendo ante ellos una enorme escotilla metálica.
A diferencia del juego de sakresh sombrío, tenso y lleno de armas que el mandaloriano se había esperado, lo golpeó en el rostro algo muy diferente y frente a lo que su instinto de preservación estuvo a punto de hacer que huyera:
Cientos, quizá miles de personas, saltaban y bailaban al ritmo de una música de tambores, voces e instrumentos tribales que, combinados con melodías sintéticas, resultaban en sonidos estridentes e hipnóticos. Una batería de luces deslumbraba y una arremetida de olores, bebidas, comidas y sin duda drogas, hacían bullir a los asistentes hasta un punto de fogosidad donde poco les importaba saber qué pasaba a su alrededor.
- El Teg M'ntur – le gritó Larr por encima del ruido, mientras que decenas de manos y cuerpos de todo tipo les daban palmadas en los hombros dándoles la bienvenida, halaban sus muñecas para llevarlos a bailar, los abrazaban como si fueran confidentes de toda la vida o simplemente comenzaban a menearse allí mismo contra ellos en una forma que a Mando le recordó a algún ritual de apareamiento. – Un festival de fertilidad Twi'lek que fue prohibido en el planeta hace un par de décadas. ¡Pero todo el mundo lo hace!
Festival de fertilidad… Eso explicaba por qué el médico se había puesto su máscara de gas. Aunque, por lo que veía Mando, el entusiasmo superaba al atractivo en este lugar…
- ¿Tengo que preocuparme por no engendrar niños accidentalmente? – le dijo en voz alta, intentando no perderlo de vista entre la afluencia de gente. – Ya tengo uno y es más trabajo del que nunca me habría imaginado…
- Estarás bien, Mando – lo tranquilizó Larr, apartando con sorprendente gentileza a una bothana que besaba su máscara, intentando quitársela. – No te juzgo si quieres divertirte, pero aquí el consentimiento es tan importante como en cualquier lado. Solo…
Súbitamente el hombre desapareció entre el mar de personas. En un momento estaba allí y en el siguiente no estaba. Mando se detuvo, congelado, analizando qué tan apropiado o no era entrar en pánico.
Cuando reapareció unos segundos después (escapando con fuerza del abrazo amoroso de un o una wookie, no había forma de saberlo), el otro hombre aferró su antebrazo como un náufrago en una tormenta aferra una plancha de madera. – Como estaba diciendo… - jadeó tras tomar aire - … estarás bien. Solo trata de no ahogarte con las endorfinas.
Un par de enormes klatunianos pasaron al lado de Mando, empujándolo bruscamente. El hombre les habría buscado pelea de no haber sido porque, al trastabillar, había terminado por aferrar la mano de Larr.
- Es fácil para ti decirlo – le dijo, dejando que lo condujera más al interior de la turba danzante. – Tienes máscara de gas.
- Por supuesto que la tengo; que me confundan con un Kubaz tiene sus beneficios – Larr le echó una mirada sobre el hombro. – Y en realidad, si no eres Twi'lek, las feromonas no tienen por qué afectarte… demasiado. Quizá estarás un poco inquieto en los próximos días, pero eso es todo. Es el legendario encanto de la resaca del Teg M'ntur.
- Creo que debería preocuparme un poco…
- Nah, un mandaloriano con fuerza de voluntad de acero no tiene por qué preocuparse. Además, creo que tu instinto paternal está más que satisfecho en este momento.
Tuvieron que detenerse de golpe para dar paso a un grupo de humanos que, sin camisa y con los pechos pintados de distintos colores, hacían una especie de coreografía extravagante. – Seguro que en su mente se ven increíbles – le gritó el hombre. Mando rió por lo bajo. Fue más a su lado y sintió cómo sus dedos se entrelazaban con los de él. Lo miró y Larr hizo lo mismo.
Din quiso imaginar que le había sonreído.
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En distintos puntos del lugar y sin orden aparente, había cadenas colgando del techo, que estaba a unos cuarenta metros sobre sus cabezas.
- Si quieres demostrar que eres un macho o hembra alfa, debes escalarlas hasta llegar al nivel superior – explicó Larr cuando llegaron a una serie de ellas que marcaban el camino hacia arriba divididas en varios fragmentos, colgando de plataformas muy pequeñas. – Es la zona VIP del festival, por así decirlo.
- ¡Es donde está la verdadera diversión! – exclamó un rodiano en su idioma, animando a otros de su especie que intentaban comenzar el ascenso.
Larr asintió.
- ¿Y adivina dónde está nuestra gente? – le dijo, soltándolo y sacudiéndose las manos.
La multitud alrededor no pareció notar al hombre sino cuando llegó a mitad de camino, momento en el que pasaron de cero a cien, vitoreando y gritando ánimos y promesas de progenie, brindando y apostando a voz en cuello. Larr continuó la escalada hasta llegar a las pequeñas plataformas (demasiado angostas como para sostener a un humano) y lanzándose al fragmento siguiente, que cada vez se espaciaba más y más del inmediatamente anterior.
Faltándole cinco metros, Din lo vio detenerse por un momento para tomar aire, antes de balancearse y saltar hasta aferrarse a la última cadena. Este último ascenso fue corto y, cuando llegó a la cumbre, una mano salió de una apertura en el techo para ayudarlo a subir.
Mando podría simplemente usar su jetpack para llegar allí, ¿y no le habían enseñado en su entrenamiento que era mejor tomar el camino más inteligente al más duro?
Pero no llegaría el día en que perdiera frente a un médico…
Mientras abajo la multitud vitoreaba y muchas personas animadas por las recientes victorias intentaban imitar la hazaña, una mano distinta a la anterior se extendió hacia él para ayudarlo a subir.
La aferró y se encontró en una tramoya iluminada solo por leds de escandalosos colores neón, con otras personas esperando. Larr, quien había aferrado su mano, le dio una palmada en el brazo.
- ¿Por qué se me ocurrió que iba a ser más rápido que tú? – se quejó. – Ahí estaba intentando lucirme y creo que todo lo que conseguí fue darme una contractura muscular…
- Ah, cierra la boca – dijo un nemoidiano, vestido como comerciante. – Está demasiado tarde y hay demasiado alcohol en el ambiente como para que empieces a escupir tu terminología.
- Y de paso agravar nuestro complejo de inferioridad – una zeltrona vestida elegantemente le sonrió al médico, poniendo una mano en su hombro. Luego miró al mandaloriano de arriba abajo – Vaya… Siempre andas con compañía interesante, ¿eh, T?
- Habías prometido dejar de usar ese nombre – le recordó Larr.
- Cierto, cierto… - la mujer le guiñó un ojo. – Solo me gusta cómo te encoges cuando lo digo.
- Veo que mantienes la saludable dosis de sadismo de siempre.
Comenzaron a avanzar a lo largo de la tramoya, pasando bifurcaciones que llevaban a salas de reuniones más privadas, desde solo pocas de las cuales provenían sonidos o vistazos sensuales. Si Mando lo imaginaba bien, no serían los únicos aprovechando la pantalla de un festival del amor para hacer negocios más serios.
Ascendieron unos minutos hasta que alcanzaron de nuevo el exterior nocturno, el silencio y el frío maravillosamente calmante luego del caos y el calor del interior.
- Nadie se preocupará por buscarnos a plena vista – dijo la zeltrona. – Es la táctica más vieja y efectiva de la galaxia.
Y fue al centro del techo, donde unas diez personas desde jawas hasta iktochianos conversaban y bebían tranquilamente sobre muebles y asientos improvisados.
Mando aferró el brazo de Larr.
- No me gusta esto – le dijo por lo bajo. – Mientras más personas haya, más cabos sueltos vamos a dejar. Y si son agentes de inteligencia, cualquier cosa que sepan será potencialmente un arma en nuestra contra.
El hombre se quitó la máscara, tomando una bocanada del aire frío.
- No voy a decirte que son confiables – le dijo. – Un par de ellos sí que lo son, pero tú no tienes forma de saberlo ni creerlo más que por mi palabra. Pero todos entienden de conveniencia y yo soy un recurso muy conveniente. Así que no se arriesgarán a meterse en asuntos que no les incumben, cuando cada uno tiene las manos llenas. Además, no sabrán nada que no les digamos.
Le dio un guiño y a Mando le sorprendió, más que la situación misma, el darse cuenta de cuánto realmente confiaba en este sujeto.
Suspiró y asintió, y fueron con los demás.
Por supuesto, Larr había compartido más de una misión con varios de ellos. Las historias de los aprietos en los que se habían metido, las formas en que habían cooperado mutuamente, las ocasiones en que por poco su verdadero trabajo había sido revelando y las proezas en las que todo había resultado espectacularmente bien después de ir espectacularmente mal, se tomaron la mayor parte de la noche.
- No sé cómo este idiota terminó alimentándole información falsa a un pelotón de stormtroopers, mientras yo sintetizaba la maldita vacuna – rió un faleen, señalando al médico con la cabeza. - ¡Debimos haber perdido la razón en mitad de la operación!
- Fue lo más inteligente para hacer. Lo entendiste entonces y lo entiendes ahora – comentó Larr. – Además, ¿cómo olvidar la forma gloriosa en que pronunciabas "desoxirribonucleico"?
Los agentes estallaron en risas.
- No es mi maldita culpa que los humanos elijan inventarse palabras aparatosas como esa.
- Nos gusta ser complicados, ¡déjanos en paz!
- Aún no puedo creer que no se les haya ocurrido decirme los términos de negociación de la replicación de esa vacuna – comentó el nemoidiano. – Habría podido hacer malabares con ese precio lo suficiente como para abrir un buen nicho para los ramodianos con los que trabajaba. Y me habrían pagado más del doble.
- Aaah, te siguen pagando – descartó la zeltrona. – Has ganado más en estos años de lo que habrías hecho en ese golpe de suerte.
- ¡Pero ha sido mucho trabajo! – protestó el nemodiano. - ¡Habría podido retirarme hace una década!
- ¿Y de qué nos sirve a nosotros que te retires? – o algo parecido dijo el Jawa en su propio idioma y todos rieron de nuevo.
En medio de la conversación casual, los agentes de inteligencia enviaban mensajes, hacían llamadas y apuntaban datos importantes. Parecía ser el tipo de profesión que no permitía mucho descanso.
- ¿No tomarás nada, Mando? – ofreció otra humana en un momento de la noche.
Éste negó con un gesto cortés. Se había dado cuenta que no era una situación en la que fuera necesaria la misma precaución que en otros espacios donde él mismo negociaba. Además, la presencia del otro hombre lo apaciguaba. - ¿Estás seguro? – insistió la humana. – No has tomado nada.
- Estoy seguro – dijo repitiendo el gesto y añadió en buena medida: - Pero buen intento.
Hubo risas y abucheos alrededor.
- Vamos Ráilna – la zeltrona levantó las cejas sugestivamente a la otra mujer. – Tiene que haber formas más interesantes de convencer a un mandaloriano para que se quite el casco. Digo… – continuó entre carcajadas de los otros y señaló la bodega sobre la que estaban –, estamos en el momento y espacio ideales, puedes ponerte creativa –. Y miró a Larr, que solo rió sobre su trago.
- Ese es un trozo de información por el que más de una persona pagaría – comentó el nemoidiano. – Mucha gente se lo pregunta: ¿con, o sin casco? Pero, dado que es nuestro invitado, esperemos a estar algo más borrachos antes de preguntarle.
- Estar más ebrio no te hace más asertivo, Fálung – dijo el iktochi. – De hecho, pasa todo lo contrario. De hecho, ni siquiera le has preguntado al doctor sobre esas exportaciones en la Zona del Ocaso…
- Antes de que pregunten, entonces – dijo Larr y expuso brevemente sobre la información que estaban buscando. – Necesitamos conocer su paradero.
- ¿Un planeta arrancado de su órbita por el Imperio? – Dijo el faleen - ¿Por qué no me sorprende?
- Espera, ¿cuándo dices que pasó eso? – preguntó un bothano y Larr le dijo someramente lo que conocía. El bothano se volvió al Jawa, que respondió diciendo algo de un contrabandista mon calamari, a lo que el nemoidiano buscó en unas bases de datos un nombre y asignación de la época de la operación y lo dijo de vuelta al Jawa.
- Y esta es la razón por la que los invito a tomar Kzaa – Larr levantó la copa hacia todos.
Le hizo una seña a Mando y fueron a un lado junto con el Jawa.
Un trozo de información sobre una operación comercial en Katúz que conocía Larr, así como un par de cajas de cársunum que Mando tenía en su nave, fue el precio por el nombre y último paradero conocido de la Oficial que estaban buscando.
El mandaloriano asintió aliviado, preparándose para irse.
- A veces el niño despierta durante la noche – explicó al médico, escuchando los abucheos de los demás, que al parecer habían deseado escuchar algunas de sus historias.
Larr asintió, dándole un guiño amistoso.
- Voy a ajustar algunos engranajes acá – le dijo. – Y me les uniré en la mañana. ¿Está bien?
- Eso funciona – Mando le echó una mirada al grupo, notando cómo el alcohol comenzaba a fluir con más generosidad. - ¿Estás seguro de que no voy a tener que recogerte a ti y a tu resaca?
- Nah – el hombre rió. – Lo creas o no, estoy trabajando. Aunque te enviaré una señal de ayuda si pasa algo.
Mando asintió, pero su mirada se quedó en la zeltrona. Los estaba observando intensamente y cuando notó que él la veía, le dio una expresión burlona y desafiante.
- ¿Estás seguro de que vas a estar bien? – preguntó de nuevo al hombre, sin poder evitarlo.
- Zee te está haciendo caras, ¿verdad? – suspiró Larr. Le puso una mano en el trapecio. - Soy un chico grande, Mando, estaré bien. Y tengo claras mis prioridades. – Le guiñó un ojo. – Te veré en unas horas.
El mandaloriano solo pudo asentir. Dio un par de pasos atrás y activó su jetpack, alejándose en la noche fresca.
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El mensaje de Larr llegó a su intercomunicador a eso de las seis de la mañana.
- Sigues entero – reconoció el mandaloriano al abrir la escotilla.
- ¿Qué te dije? Y con todas las prendas – pellizcó su gabán con los dedos y Mando rió.
- No te veas tan orgulloso – le dijo. – Apestas a alcohol.
- ¿Sabes? Apestar a alcohol luego de haber estado en un festival de fertilidad no es lo peor que puede pasar.
- Hm.
- Acá tienes – le entregó una botella de un líquido vagamente brillante que Mando reconoció como Ne'tra gal. – Estás invitado al próximo festival.
- Lo tendré en mente.
Luego de una ducha fría y de algo de caldo caliente, Larr estuvo de vuelta en el asiento de copiloto, ligeramente pálido y más bien inexpresivo, mientras Mando realizaba las comprobaciones técnicas de antes del vuelo. - ¿Sabes? – le dijo el mandaloriano casualmente. – Tomará unas cinco horas llegar a Petkun. Podrías usarlas para recuperar algo de sueño.
- Es una buena idea – admitió el hombre y se abrochó el arnés de la silla, acomodándose mejor. – Ya no soy lo que era hace cuatro años…
- Usa mi cama, si quieres – Din activó unos botones. Era una oferta inesperada: Larr dormía en una bolsa de dormir en la zona de carga. – Te necesitamos descansado para lo de ahora.
El hombre hizo un gesto de apreciación.
- Me gusta como piensas, Mando – se desabrochó y se puso de pie. – Avísame si pasa algo.
- Claro.
Salió de la cabina y Grogu lo vio irse y dio un pequeño chillido emocionado, intentando seguirlo. - ¿Oh? Claro que no – Din lo atrapó antes de que se alejara y lo puso junto a él. – Déjalo descansar, niño. Jugarás con él después.
(ノ◕ヮ◕)ノ*:・゚✧ ✧゚・: *ヽ(◕ヮ◕ヽ)
