Mi preciosa amiga, corazón de melón Gaby Obando: aquí va otro pedacito de tu regalo... Con todo mi kokoro.
Capítulo III
La voluntad de Tōga
—Tanta oscuridad... —susurró apegándose al oído de Izayoi— Tanto vagar en la nada, tanto tiempo caminando en el olvido y ahora… Al fin puedo verte. —La joven y temblorosa mujer que aún era incapaz de moverse o siquiera pensar, se mantenía atrapada en ese abrazo que la rodeaba desde su espalda. Un abrazo que transmitía la misma energía y calidez que el tacto de su esposo.
Cerrando los ojos se olvidó por completo del incienso y pensó que así era justamente como quería estar, aunque aseguraba que se trataba de otro de sus tantos sueños con él, pero no le importaba, porque así prefería vivir: soñando con su amado, siendo abrazada eternamente por él.
De a poco, su cuerpo dejó de temblar entregándose a dicha calidez ¡Cielos!... No podía negar que aquella energía se sentía más real que en cualquier otro sueño. Y entonces, el suave susurro idéntico a la voz de su querido Tōga, volvió a sonar en su oído:
—Por poco creí que perdería el juicio en ese lugar, pero me liberaste, amor; jamás dudé que lo harías. Tú… me sigues amando, Izayoi.
Con el corazón palpitando casi en sus sienes, y su respiración comenzando a alzar su pecho en un ritmo desequilibrado; tras oír esas palabras, abrió sus ojos de par en par y finalmente Izayoi reaccionó.
¿Que lo… lo liberé?
Se preguntó mientras caía en cuenta que pese a haber abierto los ojos y reaccionado, la energía seguía rodeándola y cada vez el abrazo era más fuerte. Comenzó a deshacer lentamente ese abrazo y con cautela se hizo hacia un lado; enseguida se giró para dar de frente con él, pero al verlo; su rostro palideció.
—¿T- Tōga?
—¿Me… me ves? ¿Puedes verme, Izayoi? —La aludida asintió con lentitud absolutamente impactada.
¡Claro que lo veía!...
El demonio cuya muerte había hecho polvo su corazón. El demonio a quién en el pasado le entregó todo su amor; estaba ahí, frente a ella en su forma de hombre; vestía su ropa de guerra solo que sin la armadura. Su silueta era rodeada por una tenue aura de color azul, pero ¡Por todos los dioses!... ¡Era la figura exacta de su esposo!
La mujer que no sabía qué sentimiento expresar en ese momento; en un hilo de voz preguntó:
—¿De… verdad eres tú?
—Sí —respondió él, asintiendo a la vez con la cabeza y emocionado dio un paso presuroso hacia su mujer. Pero Izayoi sintiéndose insegura, dio un paso atrás y su respiración aumentó descontroladamente—. Amor…—le habló cauteloso, al ver que ella comenzaba a hiperventilar.
—No —dijo ella negando con la cabeza—. Esto… no puede ser… Es mi imaginación. —Comenzó a retroceder otros pasos más, tomándose la cabeza con ambas manos— Me estoy... Me estoy volviendo loca…
—No, Izayoi. Soy yo, es decir, es mi…
—Me estoy enfermando y lo visualizo, pero no es verdad, no puede ser él. —Se decía a sí misma mientras continuaba respirando con dificultad. Sus pasos se detuvieron cuando su espalda se estrelló contra la pared y con ojos aún de impacto miró una vez más a ese ser envuelto por el aura, que lucía y hablaba como su esposo. Entonces Izayoi, absolutamente descompensada, se desplomó en el suelo y perdió la conciencia.
-.-.-.-.-
Contra todos sus anhelos había dejado a la razón de su existir durmiendo desnuda bajo las sábanas y se había contenido de seguir haciéndola suya sólo por dos razones. La primera: para proteger a su cachorro, ya que, no podía arriesgarlo por los actos impulsivos de su deseo salvaje y pasional. Y la segunda razón: sólo para averiguar lo que esa anciana tramaba. Porque, de sólo pensar que alguien peligroso viviese en la misma aldea donde acababa de obtener tierras y establecer la nueva casa que sería de Izayoi, le preocupaba sobremanera. No podía permitir que su mujer estuviese en peligro por su descuido.
El aroma de la anciana provenía de una humilde choza.
«¿Con qué clase de ser tendré que lidiar?» Se había preguntado todo el camino.
Cuando la vio por primera vez, sus instintos le advirtieron inmediatamente de que se trataba de una mujer peligrosa, aunque no más poderosa que él; de eso estaba seguro. Por eso, le intrigaba el hecho de que no era una yōkai, tampoco era una hanyō y definitivamente no era una humana, o al menos, no cualquier humana.
¿Qué demonios era entonces?... Se formó una mínima idea, pero era mejor esperar a comprobarlo.
Descendió en la entrada de la choza, iba a anunciar su llegada, pero la voz rasposa de la anciana se adelantó:
—Puedes pasar, Tōga.
El aludido ingresó sin demora. Quiso dar un vistazo preventivo al interior de la vivienda, pero un aroma en particular lo hizo lagrimear y turbó su visión; pues la esencia era tan fuerte que le ardió hasta el fondo de sus fosas nasales.
—¡Agh! ¿Qué es ese olor? —preguntó quejándose, tapando su nariz con su mano.
—¡Oh! Lo siento. Es el incienso para alejar a los perros que quieren comerse a mi gato —respondió apagando de inmediato la humareda con un poco de agua.
—Es horroroso. Me irritó la nariz.
—Vaya, vaya… Con que eres un demonio perro, este incienso solo le afecta a los canes. Debes tener un olfato muy sensible.
—Sí.
—Ya veo. Bueno… ¿Quieres un poco de té?
—No —respondió con un semblante serio—. Ya sabes por qué estoy aquí, quiero saber qué eres y qué pretendes.
—Tranquilo… Ya te dije que no pretendo lastimar a tu esposa; sé que eso te preocupa. De lo contrario, no estarías aquí por muy curioso que seas —dijo sonriendo y pese a la negativa de Tōga, dejó dos tazas de té en la pequeña mesa invitándolo con la mano a sentarse en una pequeña alfombra junto a esta, de manera que ambos platicaran frente a frente.
—¿Cómo puedo estar seguro de eso? —cuestionó sentándose dónde ella le indicó e ignorando el té.
—Porque no busco nada de los humanos; sólo de los demonios —respondió con calma la anciana y bebió un sorbo de su té.
—Quieres la sangre de un yōkai, pero no puedo complacerte en eso.
—Mi querido amigo Tōga, entiendo que estés a la defensiva, pero por favor relaja tu energía; me pones un poco nerviosa. —El aludido no se inmutó, pues sentía que era muy pronto para bajar la guardia— No pretendo matarte para obtener tu sangre ¿Crees que una anciana debilucha como yo, podría hacer algo contra tí, un poderoso Inu daiyōkai? —Tōga negó con la cabeza. Sin embargo, era consciente de que tal vez, la anciana podía tener otros métodos para asesinarlo.
—Sinceramente, dudo de esa supuesta debilidad.
Haruko sonrió y respondió:
—Bien, me atrapaste… Pero contigo es diferente —añadió la mujer.
—No veo por qué sería diferente, intentaste matar a Zero: uno de mis aliados. Y también soy un yōkai.
—Sí. Pero la diferencia, amigo mío, es que a ti te debo la vida y eso no lo olvidaré, te estaré siempre agradecida.
—Pero necesitas mi sangre, esa no es manera de agradecer.
—Solo un poco, y por eso te lo estoy pidiendo de frente. No intento hacerte daño —respondió clavando sus celestes ojos en los dorados de Tōga.
—¿Para qué la quieres?
—Para lucir tan joven y vigorosa como tú ¡Benditos yōkais!... No sabes cómo los envidio. Necesito esa juventud para mí, yo también puedo vivir por muchos años más, pero a diferencia de ustedes los yōkais, como podrás darte cuenta: yo sí envejezco ¿Crees que quiero pasar el resto de mis largos años con este aspecto sabiendo que puedo cambiar ese hecho?
—No sabría responderte a eso.
—¡Pues claro que no, Tōga!... Si fuera una humana común no me importaría envejecer y morir, hasta disfrutaría esa vejez. Pero aún me quedan bastantes años por recorrer; no quiero pasarlos en un cuerpo tan desgastado, y sólo con sangre yōkai puedo recuperar mi juventud; puedo volver a ser tan bella como tu esposa. Por cierto, tu té se está enfriando.
Tōga observó la taza de té con desconfianza. Sopesando la posibilidad de que el té estuviese adulterado y así la anciana lo engañara para tomar su vida y obtener su sangre, así que, nuevamente lo ignoró.
—Te vuelvo a preguntar ¿Qué eres? —insistió él.
—Antes, te diré que el té no te hará daño, puedes beberlo tranquilo. Respecto a lo que soy… Bueno, nací con dones de magia y hechicería que heredé de mi familia. Desarrollé y acrecenté mis poderes a medida que los fui descubriendo. Pero, si le quieres dar un nombre a lo que soy; los humanos comunes y corrientes me llaman de distintas formas: "bruja" , "hechicera" , "mago" , "demonio", etc. Toma el apodo que quieras y eso seré para ti.
Tōga confirmó sus sospechas; comprendía con qué clase de ser estaba tratando: Haruko era una poderosa y una muy peligrosa mujer.
—Así que, una bruja… —pensó en voz alta sin quitarle la vista a la anciana y achicando los ojos preguntó—: ¿Qué harás si no te doy mi sangre?
—Nada. Ya te dije que te debo la vida, no haré algo en contra de ti. Pero, tendré que seguir buscando lo que necesito.
—Entonces, eso traerá más yōkais a esta zona —concluyó Tōga, pensando en que aquello era poco conveniente para su mujer.
—Posiblemente… Así que, para evitar eso; la solución sería acabar conmigo en este instante, o negociar tu sangre.
—¿Y estas segura de que mi sangre te ayudará a lucir joven? —Inquirió recopilando más información para tomar una decisión sensata.
—Así es, sólo un poco de tu sangre y listo. A ti no te afectará en nada.
—Entonces, ¿Por qué quisiste matar a Zero y no le pediste su sangre de la manera en que lo haces conmigo?
—Por que la ví asesinando a un hombre solo por haberla mirado embelesado por su belleza. Una mujer que posee un rostro y una piel tan hermosa no debería asesinar porque alguien la admire. La odié tanto, que quise acabar con ella. Esa mujer es un demonio maldito y podrido por dentro, pues sólo lleva con ella el sufrimiento a cuestas, al no sentirse completa y amada por quien quiere —dijo lo último dedicándole una mirada acusadora a su nuevo amigo. Haruko continuó—: Ella tiene un vacío en su interior que nada ni nadie puede llenar. Yo le hubiese hecho un favor al matarla; pues para ella ya es demasiado tarde y si yo no hago esto, también lo será para mí.
—¿A qué te refieres con que es tarde para ella?
—A qué en algún momento sucumbirá por su desgracia, pues el hombre que ama, jamás le dará un espacio en su corazón, porque ese corazón le pertenece a otra, o dime... —Inquirió la anciana alzando una ceja—¿Acaso dejarías a tu mujer por tener algo con ella?
—Eso jamás.
—Pero, tu esposa es humana, no durará tantos años como tú.
—Lo sé. —Inconscientemente apretó la taza en su mano. Ese hecho de que algún día Izayoi tenía que dejarlo, lo torturaba día a día— Pero aún así, no tengo sentimientos de amor por Zero y estoy absolutamente seguro de que jamás los tendré.
—Te creo, Tōga. Por eso digo que es tarde para ella. Pero, debo decirte que, no sé si eres valiente o un completo idiota por enamorarte de una humana, sabiendo lo que sufrirías cuando ella ya no esté.
La crudeza en las palabras de la anciana respecto a dicha realidad, le hacían agujero en el pecho. Jamás había hablado con nadie de su angustia y sin saber por qué; sintió la necesidad de liberarlo.
—A pesar de que tengo eso muy claro, ni siquiera puedo imaginarlo. No estoy preparado para ver morir a la mujer que amo y es por eso que cada vez que voy a la batalla, se produce una contradicción en mi interior; en esos momentos surge en mí una razón para vivir y otra para dejar que me maten.
—Te cambiaré ese té mientras me explicas eso. Esta vez no me hagas el desaire de no beberlo, no seas mal agradecido con tu nueva amiga. —Tōga sonrió. De alguna manera el ambiente en esa choza se volvió ameno y comenzó a sentir confianza en compañía de la anciana.
—No, no es necesario, no puedo beberlo caliente; así está bien para mí —Tomó la taza con confianza y bebió un sorbo.
—Bien, entonces te escucho…
Tōga tomó la palabra:
—La razón para morir, es que realmente no quiero llevar ese sufrimiento en mi interior. No imagino una larga vida sin Iza… Sin ella. Pero, la necesidad que siento de estar a su lado es mucho más poderosa y es la que finalmente predomina; porque, cuando creo que voy a morir, pienso en que ella está esperándome, y siento enormes deseos de volver a ver su rostro; ese deseo profundo en mi interior hace que no me rinda. Entonces, saco todas mis fuerzas y termino ganando la batalla contra mi oponente, para poder volver a los brazos de mi mujer una vez más... Ella es mi fuerza.
—Sí que estás condenado… Eres un maldito romántico —dijo la anciana asintiendo varias veces con su cabeza mostrando una amplia sonrisa.
Tōga rió por la gracia de la anciana y respondió:
—No sé qué es eso, sólo digo lo que siento, pero sí... La amo. De eso estoy absolutamente seguro. —De pronto se sintió bien hablando de sus sentimientos con aquella mujer, se le hacía agradable y hasta liberador— Por cierto, esto sabe muy bien —dijo alzando levemente la taza a la par que sus cejas.
—¿Es la primera vez que bebes té?
—No, ya lo había probado —respondió recordando que gracias a Izayoi ahora lo bebía. Aunque la primera vez que lo probó se quemó la lengua y descubrió que no podía beberlo caliente, más bien casi frío.
—Tōga, —le habló nuevamente la anciana— Me agradas mucho… Eres un demonio muy cauteloso, sé que no es fácil confiar en una vieja como yo. Sé que intentas proteger lo que amas.
—Sin duda —confirmó las palabras de la anciana luego de dar otro sorbo a su té y dejar la taza en la mesa.
—Por la misma razón, quiero proponerte algo, esto lo pensé desde que vi el destino que te acompaña.
—¿Y eso cuándo sucedió?
—En el momento en que bebiste de mi té. —Tōga se tensó, pero Haruko se apresuró en justificarse—: Sé que hice mal en no decirte, pero me debía prevenir de ti. Prometo que a partir de ahora vamos a hablar sin trampas. Seré honesta contigo en todo momento y responderé a todas tus preguntas.
—Pasaré por alto lo del té, sólo porque tiene sentido que desconfiaras de mí. Te escucho...
—Gracias —dijo inclinando levemente su cabeza—… Tōga, si tú no quieres cooperar conmigo, no insistiré. Sin embargo, si tú me das lo que pido, no solo me ayudarás a mí. Yo podría darte un regalo y pagar mi deuda contigo.
—¿A qué te refieres? —cuestionó bebiendo lo último que le quedaba de su té, después de todo era delicioso y no le hacía daño.
—Te ofrezco un modo de volver a ver a Izayoi… Incluso después de la muerte.
—¡¿Qué dices?!... —exclamó y por poco escupe su té— Espera, ¿Cómo sabes su nom…? Eres una bruja astuta.
—Tú mente no oculta nada, querido.
—¡¿Qué demonios estás diciendo?! ¿Cómo es eso que puedo verla después de la muerte?
—Lo que oíste, puedes verla nuevamente; aunque más bien… Será tu alma.
—Nada me asegura que eso es posible, no te conozco para nada, no puedo confiar en ti —dijo comenzando a molestarse. Sin embargo, algo en las recientes palabras de la anciana acababan de darle una punzada en su pecho y detener sus palabras para procesar todo en su mente.
Haruko lo dejó meditar, ya que sabía lo que su nuevo y astuto amigo empezaba a comprender.
«Aunque más bien será tu alma» repasó Tōga lo dicho por la anciana y clavó pensativo su vista en la taza de té ahora vacía.
Se suponía que casi por lógica Izayoi partiría antes que él, pues era una humana y ellos vivían poco tiempo, también era frágil y siempre estaba expuesta al peligro de morir por cualquier otro motivo. Repasó otra cosa que la anciana dijo:
"Esto lo pensé desde que vi el destino que te acompaña"
Entonces, sin rodeos, pero con el presentimiento latente, Tōga alzó la vista para mirar fijamente a los ojos de la anciana y preguntó:
—Haruko, dime… ¿Moriré antes que Izayoi?
A lo que Haruko respondió con seriedad:
—Desconozco el destino de tu esposa, pero mi querido amigo… La pronta muerte es el destino que a ti te acompaña.
-.-.-.-.-
Sintió un suave y cálido rose de energía en su mejilla. Abrió de a poco los ojos sintiéndose aturdida después de haber perdido la conciencia, entonces pudo ver de cerca el rostro de su esposo.
—Tōga —dijo en un susurro creyendo que soñaba, cuando en realidad comenzaba a despertar—. Cariño, estás aquí… —habló somnolienta y sonriendo.
—Izayoi, ¿Estás bien?
Ella lo miró con el ceño levemente fruncido intentando enfocar bien con su vista. De pronto, los recuerdos le cayeron como un balde de agua fría encima: desde el incienso humeando, hasta su visión lléndose a negro.
Se incorporó de golpe quedando sentada en su futón, ojiplática y de nueva cuenta: espantada.
—Tranquila —se apuró en decir él mostrando las palmas de sus manos, en señal de paz—. Siento mucho haberte asustado, amor.
—¿Quién eres? ¿Qué me pasó? —Inquirió, aún insegura y con claro espanto.
—Te desmayaste de la impresión. Por favor créeme soy yo... —llevó una mano al rostro de su mujer para acariciarla, pero esta, en un acto reflejo con los ojos temblando hizo su cabeza hacia atrás y se llevó una mano al pecho— Izayoi… —insistió suplicante y volvió a acercar su mano hasta lograr tocar la mejilla de su esposa.
Izayoi sintió una cálida energía en su piel, más no lo percibió como un tacto real.
Dejó que las lágrimas tomaran el curso que desearan en ese momento, pues no podía retenerlas. Intentó calmar su miedo y se decidió a acariciar con cautela el rostro del hombre que por años deseó volver a ver.
—¿Cómo?... ¿Cómo es esto posible? Tú estás...
—Lo sé —la interrumpió poniendo sus dedos en los labios de su mujer—, te lo explicaré luego, pero por favor, déjame abrazarte —suplicó él.
Izayoi lo miraba incrédula. Lo que estaba sucediendo sólo podía pasar en los sueños. Tōga por su parte, pese a su estado y forma, era consciente de todo lo que sucedía y no quería asustarla más, esperaba que ella se calmara para poder explicarle qué era realmente todo esto.
—¡Auch! —Exclamó adolorida al pellizcar su piel para comprobar si seguía dormida, pero el dolor y el instantáneo enrojecimiento de su piel le demostraban lo contrario.
—No te hagas daño, solo… debes creer. —suplicó nuevamente, depositando su mano sobre la de ella que se apoyaba en su pecho— Izayoi, sé que parece un sueño, pero tú puedes hacer que esto sea más real, si lo sigues deseando tanto como yo, si te concentras y sólo piensas en nosotros, podrás sentirme más.
Izayoi empezaba a espabilar comprendiendo que realmente no estaba soñando y se acomodó en el futón hincándose frente a él. Su corazón comenzó a latir con fuerza y su respiración se aceleró.
¡Claro que quería creer! ¡Claro que quería verlo! Solo que… No se imaginó que algo así podía suceder.
Cerró los ojos y con su mano libre se dispuso a palpar con delicadeza el rostro de su esposo: tanteó su cuello y sus hombros, pero no sentía su piel; sólo sentía una energía cálida.
—Sólo si lo deseas con fuerza, podré estar contigo una vez más… Por favor amor, créelo… y podrás sentirme.
Izayoi abrió los ojos y asintió nerviosa, pasó saliva y tomó aire para recolectar confianza sin sentirse una loca. Ya el hecho de escuchar su voz era un bálsamo en su corazón, y ver su figura aunque sea rodeada por un aura... Eran motivos suficientes para estar feliz.
¿Que si deseaba sentirlo?
¡Dios! ¡Con cada fibra de su ser lo deseaba!... Deseaba abrazarlo, deseaba besarlo, deseaba que él la tocase y le hablase con esa voz tan profunda. Desesperada, se abalanzó hacia él abrazándolo con todas sus fuerzas; con todo su anhelo se fundió en esa energía que ahora comenzaba a sentir más palpable contra su cuerpo. Ese increíble tacto hizo que su corazón saltara desbocado y que sus emociones perdieran el control.
Sí, deseaba tanto algo así, deseaba tanto verlo. La impresión le costó un desmayo, pero ¡Cielos! Podía divisar tan claramente a su amado, pues ahora su imagen era más nítida, más real y todo su ser experimentaba una enorme dicha, una infinita felicidad…
El abrazo se volvió más firme, e increíblemente el torso de su esposo se apegaba perfecto a su pequeño cuerpo. Era cierto: mientras más lo deseaba, más sentía su calor.
Y entonces, deseó más…
Deseó sentir más de él mientras sus lágrimas caían como lanzadas a la nada.
Deseó que fuera más real...
Con sus manos acarició la ancha espalda de Tōga y lo apretó contra ella.
—Mi querida Izayoi. —La nombró correspondiendo a su abrazo ahora que ella estaba más receptiva.
Izayoi aún no tenía nada claro, lo único que sabía es que su esposo sea como sea, se había presentado ante ella y al parecer, su deseo de querer verlo hacía que todo fuese más real y tangible. Aquello no sólo lo creyó porque lo dijo él, sino también, porque lo comprobaba: lo confirmaba el calor de su cuerpo, lo decía el tacto que sentía en ese instante mientras lo abrazaba. Subió una mano y atrapó entre sus dedos algunos mechones de ese plateado cabello y eso también comprobó que él estaba ahí.
¡Cielos!
Con mil sentimientos emergiendo desde su interior, aferrada al cuerpo de Tōga, Izayoi soltó un llanto ahogado y él la dejó, dejó que ella liberara su angustia, porque la entendía; él comprendía su dolor. Izayoi lloró mientras él le acariciaba sus largos cabellos; lloró hasta que ya no quedaron más lágrimas por salir.
Cuando se calmó deshizo el abrazo y tomó el rostro de Tōga con ambas manos, lo miró unos instantes con los ojos temblando de la emoción para enseguida estampar en esos gruesos labios masculinos un beso con todo su anhelo. Y así, el deseo que tenía de querer verlo: lo hizo real. Tōga la abrazó con la misma fuerza. Tomó su cabeza y fundió sus dedos entre la oscura cabellera de su mujer. Mientras con la otra mano rodeaba su cintura y la apretaba contra sí.
Sus últimos recuerdos eran haberla visto muerta y ensangrentada en ese futón con su hijo que acababa de nacer. Luego de eso, la había revivido con la ayuda de Tenseiga, la cubrió con la tela hecha de pelo de ratas de fuego y le dio la espalda para enfrentarse a Takemaru mientras el palacio se venía abajo por el fuego. Recordaba perfectamente sus últimas palabras para ella:
«Izayoi, vive»
«InuYasha… InuYasha, es el nombre del niño»
Escuchó la preciosa voz de su mujer por última vez pronunciado el nombre que sería de su hijo. Luego él, le gritó que se marchara y ella lo hizo.
En seguida, antes de morir, tal como le indicó la anciana; él decretó con todas sus fuerzas su última voluntad:
«Volveré para despedirme, Izayoi; de tí y de InuYasha. Me hundiré en la sombra, porque confío en nuestro amor y ahí esperaré el momento preciso, cuando desees verme una vez más; veré tu luz. Izayoi, te amo con todas mis fuerzas.
Yo deseo que se cumpla mi voluntad»
Ambos sintieron que ese primer beso que se daban después de cinco largos años; hablaba por sí solo. Era un beso cargado de delirios solitarios, cargado de súplicas, añoranzas y desesperación; labios que se encontraban en un letargo, dolidos por falta de afecto y que ahora en ese aferrado contacto espiritual, se regocijaban de un dulce sabor.
—Supliqué por esto tantas veces en el pasado y ahora que ha pasado tanto tiempo… —dijo Izayoi una vez se apartó para recuperar el aliento ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? Sé que pido demasiado, pero es que, Tōga... —hizo una pausa para observar esos dorados ojos que amaba con locura y que ahora brillaban más intensos que nunca— No te imaginas cuánto he sufrido tu ausencia. Te amo tanto… No sabes cuanta falta me has hecho… No sé cómo hice posible esto, pero… gracias por venir a mí.
—Bueno, no eres la única responsable. —Tōga dirigió la mirada hacia el incensario del cual ahora solo salía un hilo de humo que seguía un curso hacia el techo de la habitación y cuando topaba con éste se desvanecía.
—¿El incienso? —inquirió siguiendo con la vista la dirección en que su esposo miró.
—Sí, pero tampoco es solo el incienso, esto es gracias a Haruko.
—¿Ha-Haruko? ¡¿La anciana Haruko?! —preguntó ojiplática. Tōga asintió, mientras para Izayoi todo comenzaba a calzar. Por eso la anciana había insistido tanto en darle ese obsequio. Pero… Aún así, seguía confundida, se preguntaba, ¿Cómo es que las cosas se habían dado así…? Pues, a simple percepción, todo parecía ilógico— ¿Cómo es que sabes de ella? ¿Qué tiene que ver contigo?
—Izayoi, escúchame… Haruko es una hechicera que conocí cuando InuYasha estaba en tu vientre. Sé que es difícil de creer, yo mismo estaba escéptico cuando Haruko me lo propuso…
—¿Cuando te lo propuso?
—Sí…
-.-.-.-.-
—Como te digo, no puedo saber cómo vas a morir ni exactamente cuándo, Tōga. Sólo sé que ya no te diviso después del próximo invierno. Pero con esto, tu sangre y la mezcla de otros elementos… —acercó a él un saquito que contenía un polvillo en su interior— Podrás reencontrarte con tu esposa.
—¿Qué es esto? —preguntó curioso y ya más tranquilo después de decidir creer en la predicción de la anciana. Era un hombre muy expuesto a la muerte, por ende, no era de extrañar aquel hecho. No obstante, no podía dejar de pensar en que se separaría de su mujer y el sufrimiento que le iba a causar posterior a ello.
—Por ahora, es un simple incienso, pero si lo intervengo podrá ser el medio para que tu alma se conecte con tu mujer. Este incienso se activa cuando el deseo y la voluntad de dos almas convergen en un solo espacio y tiempo, entre el inframundo y lo terrenal. Cuando eso sucede yo le llamo "el momento preciso".
—¿Y cómo harás eso?
—Al momento de tu muerte, tu alma con todo lo que involucra a esta: mente, emoción y voluntad; quedará retenida en el inframundo sin poder trascender. Para lograr eso, dejaré un hechizo sobre ti y conectaré tu alma con este incienso que portará tu esposa, ella lo activará y entonces podrás volver a su lado. Te mostrarás con tu forma original, estarás consciente de todo y mantendrás intactos hasta los últimos recuerdos de tu vida. Sin embargo, tu alma se mantendrá en este mundo sólo hasta que el incienso se consuma y tu esencia se desvanezca en él, luego de eso podrás trascender y descansar.
—¿Realmente puedes hacer algo como eso? ¿Así de simple?
—Es simple para mí, la parte difícil la tendrás tú. Manipular la naturaleza de la muerte siempre trae riesgos y consecuencias, no te voy a mentir. Si aceptas hacer esto, tendrás que aferrarte a tu voluntad con garras y colmillos para no perder la cordura, pues tu alma vagará solitaria en el lado más oscuro y solitario del inframundo. Es un precio a pagar.
—Y eso ¿por cuánto tiempo sería?
—Eso no lo sé con certeza. Pueden pasar eternos años, considerando que ahí el tiempo corre más lento que en el mundo terrenal, lo que aquí es un año; allí podrían ser diez.
—Comprendo. Pero no puedo llegar donde mi mujer y decirle todo esto; sólo le causaría angustia y dolor.
—No te preocupes, se lo entregaré yo en un futuro, cuando ya no estés. Ella no necesita enterarse de nada ahora. Pero debo advertirte: no puedo forzar ese encuentro entre ella y yo, tendrá que surgir naturalmente. Aunque, viviremos en la misma aldea, así que no dudo de que en algún momento coincidamos.
—Eso es demasiado incierto.
—Sí, por eso quiero ser clara contigo cuando digo que podrías pasar eternos años en la oscuridad… No obstante, el lado más complejo de todo esto, es que si ella ya no tiene la necesidad de desear volver a verte, entonces, te quedarás atrapado vagando en el inframundo por toda la eternidad y no habrá nada ni nadie que pueda salvar tu alma de perecer en la nada. Solo si el incienso es activado, podrás encontrar el descanso eterno una vez cumplas tu voluntad.
Tōga se mantuvo atento y pensativo. No le temía al inframundo, estaba seguro que su amor era real, único y profundo. No había fuerza en ese lugar que lo hicieran perecer en el olvido, no si ella era su razón para regresar. Sin embargo, Izayoi era una humana, ella sí podía intentar buscar el amor junto a otro hombre. Sólo pensarlo le producía dolor, pero era capaz de comprenderlo.
«Los humanos sí pueden cambiar sus sentimientos; ellos pueden amar más de una vez, si eso sucede, entonces yo…» pensó.
—Haruko… —dijo algo inseguro, sintiendo que por primera vez en su larga existencia no tenía clara una decisión—. Necesito pensar respecto a tu propuesta.
—Por supuesto, tómate el tiempo que necesites, pero no seas ingrato y ven a verme. Así podrás pensar y preguntar lo que quieras.
—Haruko… He conocido el amor solo con Izayoi, no soy un experto. Pero, si tú creaste este incienso, debe ser porque alguna vez amaste y necesitaste reencontrarte con alguien.
—Así es, Tōga. ¿Sabes…? El amor es la única fuerza que mata el alma y paradójicamente la revive. Sólo que, a veces necesita un pequeño empuje para que todo se de; mi incienso me lo comprobó una vez.
—Entonces, ¿ya hiciste esto antes?
—Sí, y fue maravilloso. Pero ya debo continuar mi vida, solo necesitaría tu ayuda para hacerla más llevadera.
Tōga asintió comprendiendo lo que decía la anciana y luego de un corto silencio dijo mientras se ponía de pie:
—Haruko, te agradezco todo, pero ya es momento de que regrese con mi mujer, pronto amanecerá y quiero estar ahí cuando ella despierte.
—Me parece muy sensato, querido…
Tōga asintió y luego miró a su alrededor buscando un recipiente vacío. Cuando divisó uno se dirigió hasta él para tomarlo y se lo entregó a la anciana, desenvainó a Tessaiga y se hizo un corte profundo en la palma de su mano para que cayera suficiente cantidad de sangre.
—¿Tienes suficiente con eso?
—Sí. Te lo agradezco mucho, esto es muy importante para mí. —Dejó el recipiente con sangre en la mesa, apresuró la búsqueda de una venda y volvió junto a Tōga para envolver la herida de su mano—. Y si decides llevar esto a cabo, necesitaré una prenda de Izayoi para preparar el incienso.
-.-.-.-.-
—Luego de aquella noche, continué visitándola y aclaré otras dudas más… El décimo día, llevé uno de tus pañuelos decidido a hacer esto. Entonces Haruko, ya había preparado el incienso y sólo agregó tu prenda. Me dijo que había visto en mis ojos la decisión el mismo día en que me la propuso. Ella vio que yo sería capaz de vivir un infierno eterno antes de dejar escapar la oportunidad de poder estar una vez más contigo. Dijo que estaba condenado y enamorado de ti, y bueno… —sonrió acomodándole un mechón de cabello tras la oreja— No se equivocaba. Porque si hay una cosa de la cual jamás dudé —habló tomando el rostro de su mujer entre sus manos—, es del inmenso amor que siento por ti, mi querida Izayoi; te amé hasta morir y te sigo amando más allá de todo lo imposible. Y si tuviera que pasar otras cinco décadas en el inframundo para poder volver a verte una vez más, no dudaría en hacerlo, porque ahora que veo tu hermoso rostro, puedo decir que cada segundo ahí valió absolutamente todo el sacrificio.
Aún hincados frente a frente. Tōga tomó los labios de su mujer y la besó nuevamente, se sentía emocionado de poder al fin estar ahí con ella. Izayoi fue la luz que lo guió dentro de tanta oscuridad que lo rodeó durante interminables años en el delirante inframundo; había vivido un infierno aferrándose a su última voluntad, sólo para poder verla, sólo para decirle cuánto la amaba.
Sólo para tocar su piel y sentir su aroma una vez más.
Izayoi respondía a ese beso con ansiedad y deseos de que jamás él se apartara, de que jamás volviera a dejarla sola. No obstante, saber que su esposo había confiado el descanso de su alma al amor mutuo que ambos se tenían, era algo que no lograba asimilar, pues el solo intento de imaginar por todo lo que su noble alma tuvo que pasar en ese lugar desconocido para ella; le producía una gran angustia. Por otro lado, ella había fingido estar bien todos estos años, cuando en realidad se estaba pudriendo por dentro; visto de ese modo, ambos habían pasado por situaciones similares sin saberlo.
Tōga se apartó suavemente de los labios de su mujer y habló:
—Nunca dudé de nuestro amor, Izayoi, mi corazón y todos mis instintos jamás se equivocaron contigo. Aquí estamos, mi amor… ya me puedo despedir con calma.
—No… No por favor —suplicó repentinamente abrazándolo y sollozando en su pecho—. No podría soportar que te vuelvas a ir. Sé que me lo dijiste, pero...
Tōga deshizo con delicadeza el abrazo; necesitaba verla a los ojos y convencerla de que todo estaría bien para ella. Convencerla de que no debía sufrir más, porque él también estaría bien. Tomó con ambas manos el rostro de su bella mujer y con sus dedos acarició sus pómulos.
—Perdóname, mi amor —dijo sin evitar sentirse culpable por generar esa ilusión efímera a su esposa—. Lo que menos quiero es hacerte daño, pero al menos, tendremos esta oportunidad para nosotros, al menos hasta que mi esencia se desvanezca junto con ese incienso. —Izayoi negó con la cabeza mientras las lágrimas se escapaban de sus ojos y simultáneamente Tōga las limpiaba— Escúchame Izayoi; yo… No me arrepiento de hacer esto, porque necesito despedirme de ti y de mi hijo. Necesito darle paz a tu corazón y yo necesito descansar en paz también. Quiero irme sabiendo que ustedes estarán bien.
Ella lo miraba desconsolada, pero en el fondo podía comprender que lo que estaba pasando no podía ser tan perfecto como ella quisiera y que al menos debía sentirse agradecida con este único y privilegiado momento.
—Antes de morir deseé muchas cosas —confesó mientras acariciaba los labios de su mujer admirando su bonito rostro, sin perder detalle de cada una de sus facciones, tal como acostumbraba a hacer en vida—: Deseé ver tu rostro una vez más, y ahora que eso se ha cumplido, confirmo que tu belleza sigue intacta, mi amor.
El carmín tomó posición en las mejillas de Izayoi al oír tal adulación de su esposo. Recordaba que en el pasado él se comportaba igual, pues incansablemente la adulaba y la ponía nerviosa al punto de hacer que su corazón saltara dentro de su pecho sin un claro compás y constantemente la hacía sonrojar.
Izayoi se limpió las lágrimas y arregló con sus dedos su largo cabello; se sintió de pronto algo avergonzada por lo mal que creía lucir al haber llorado tanto. Y luego, pensó que por mucho que le doliera, el maravilloso momento que estaba ocurriendo era algo que pronto se iba a acabar.
Sí, esa era la despiadada realidad. Sin embargo, Tōga había generado una única oportunidad para volver a estar juntos, una única oportunidad que ella debía tomar para volver a vivir con su corazón en paz…
Ahora, comenzaba a comprender todo lo que la señora Haruko le había dicho respecto al incienso. Así que, no podía desperdiciar el tiempo lamentándose de todo, ella debía hacer valer el sacrificio de su esposo y también el deseo de ella misma. Así que se obligó a componerse y con más calma habló:
—He llorado tanto desde que la anciana Haruko me dio ese incienso con tu aroma, que mis ojos están hinchados... No debo verme muy bien, no me…
—Tu voz… —la interrumpió él casi en un susurro— No sabes cuánto deseé oír tu voz en aquella oscuridad... —Izayoi sonrió y Tōga se sintió embelesado por esa sonrisa tierna y dulce que caracterizaba a su preciosa mujer— Esa sonrisa... Sigue siendo tan hermosa. Eres perfecta para mí, no hay modo de que te veas mal. Cuando estuve allí, en ese lugar donde solo emanaba el aroma de la desesperanza, muchas veces creí perder la razón, pero tu bello rostro jamás abandonó mi mente. Intentaba rememorar el tacto de tu piel; intentaba no olvidar tu aroma y sólo así volvía a mis cabales. Hasta que vi tu luz y el humo del incienso a través de él... Gracias por traerme una vez más a tu lado, amor mío.
Izayoi sonrió y al igual que antes su mirada se perdía en esos hipnotizantes ojos dorados.
A la vez, Tōga no dejaba de mirar a esos oscuros y brillantes ojos de su mujer. Se dispuso a tocar todo ese maravilloso cuerpo que ella tenía; ese cuerpo que él rememoraba perfectamente como lo más exquisito que privilegiadamente pudo poseer tantas veces.
Izayoi se dejaba llevar por las caricias que tanto deseaba volver a sentir; como hace un rato, cuando un calor intenso la había envuelto generando en ella deseos de pasión por el hombre a quien estaba recordando. Por eso, cuando sintió que Tōga la tomó por la cintura con una mano y la otra se deslizaba suavemente por su cuello; ella hizo su cabeza hacia atrás. Cerró los ojos y se entregó a ese tacto; sentía el suave roce de yemas y garras recorrer el largo de su garganta… Esos dedos que siempre la hicieron delirar brindándole toda clase de deliciosas sensaciones; la volvían a tocar. Los dedos bajaron hasta encontrar el inicio de su escote y de forma inevitable el calor volvió a surgir desde su interior.
Izayoi enderezó su cabeza y no pudo evitar dedicarle una mirada cargada de deseo a su esposo. Pues sentía muy palpable esa ancha mano que repasaba ahora con toda su palma por encima de su yukata reconociendo el volumen de sus senos.
Izayoi se estremeció.
Su piel se erizó.
Se concentró en disfrutar de aquella caricia que tanto pedía su cuerpo, si podía lograr sentir que se entregaba a su esposo una vez más; no dudaría en poner todo su deseo y concentración en eso. Así, sintió la otra mano de su esposo intentando remover el nudo de su obi en la espalda. Tōga quería abrir ese yukata y ella quería ofrecer su desnudez para él…
Deseaba tanto sentir esas gruesas manos recorrer todas sus curvas con la posesión que él siempre ejercía…
Deseaba tanto ser suya una vez más...
No quitaba la vista de esos ojos dorados que la miraban con tanto deseo, pues no perdían esa costumbre de encender en ella toda su pasión.
—Te amo tanto… —dijo Tōga tomando con exigencia la nuca de Izayoi y sin perder tiempo, se apoderó de su boca con un quemante beso.
No obstante, el beso pareció desvanecerse repentinamente y la mujer volvió a sentir sólo la energía que la rodeaba. Abrió los ojos asustada de que él se fuera, pero Tōga seguía ahí.
Miró hacia el incienso y este seguía humeando. sólo que él se había detenido y ella sin comprender qué pasaba; parpadeó.
Tōga había oído claramente el sonido de unos pequeños pasos, sintió que su energía se descontroló llenándose de una gran ilusión de poder conocerlo, pues ese aroma y esa energía especial que él conocía desde cuando aquella criatura estaba en el vientre de su mujer; se acercaba.
—Amor… —habló mirando hacia la dirección a donde llegarían esos pasos—. Creo que nuestro pequeño cachorro viene hacia acá.
—¿Qué dices…? ¿InuYasha?
—Sí.
Izayoi se incorporó rápidamente con todos los pensamientos revueltos en su cabeza
¿Qué le diría a su hijo?
¿Habrá oído algo?
¿Cómo le explicaría que ahí estaba su padre?
Se preguntaba mientras se dirigía a la entrada de su habitación, pero antes de llegar; el Shoji* fue deslizado por las pequeñas manos de su hijo.
—¿Madre…?
Continuará…
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*Obi: Es una faja ancha de tela fuerte que se lleva sobre el kimono, se ata a la espalda de distintas formas.
*Shōji: Es un tipo de puerta tradicional. funciona como divisor de habitaciones. Están diseñadas para deslizarse o doblarse por la mitad para que ocupen menos espacio.
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N/A: Hola mis preciosos lectores, espero les haya gustado esta tercera entrega. Ya me queda el capítulo IV que sería el último, y obvio dejé lo mejor para el final (Inserto emoji de llamitas de fuego, jajajaj). Bueno es un reto lemon, no puede faltar aquello, hasta ahora los he traído a puras pinceladas... Espero no me odien por eso, pero la verdad que necesitaba hacer un desarrollo más amplio y profundo de esta historia ya que, alberga sentimientos personales para mí.
Infinitas gracias por todos sus reviews, creo haberlos respondido todos por privado, a los que siguen, o le dan favorito a este fic igual muchas gracias; me halaga y me hacen inmensamente feliz, hay reviews alborotan mi corazón de pura emoción que siento al leer sus bellas palabras, de verdad muchas gracias. Es algo maravilloso poder leerlos.
No se imaginan lo difícil que fue escribir este capítulo. Mi Sensei Yury me tuvo que soportar todas las inseguridades de escritora y calmar todos mis demonios respecto a esta historia. La amooo es única. Gracias amiga, por tu valiosa ayuda y tus aportes.
A Gabriela Cordón, amiga preciosa: gracias... mil gracias, porque tu punto de vista fue fundamental para el desarrollo de este capítulo. Me encanta tu precisión y análisis con cada cosa y te agradezco que hayas sido mi guía para este capítulo en especial. Te amo, te adoro.
Gaby Obando: Mi vidaaaaa! Me hace tan feliz que estés disfrutando tu regalo. Creo que el estar tan desconectada del mundo ha hecho que lo adores más jajajaj... te extraño y dijo Banky que me ibas a ahorcar porque no había suficiente lemon aquí... le dije que qué se creía el muy sucio, ¡Esto no es solo cojedera, hombre! Es terco como mula, pero al final entendió XD. Te amo mi Gaby.
Respondo a los usuarios no registrados (guest):
Invitado 12/05: gracias a tí por leer, y espero te guste lo que continuó y lo que vendrá.
Invitado 14/05: Muchas gracias, espero se mantengan esas ganas de seguir y trataré de no hacerlos esperar tanto para el siguiente capítulo.
Manu: Bueno respondiendo a lo de momentos de Inu pequeño con Izayoi, en el final de este capítulo creo que está la respuesta a tu pregunta. Pero, aquí mi pequeñito InuYasha le da el toque de ternura a este fic, por ende, sus apariciones no son extensas ya que, esto es más la historia del amor de sus padres y de cómo se logra cerrar un ciclo de sufrimiento para Izayoi por la pérdida de su esposo.
Respecto al fic Ayame x InuYasha... No es un Ship que se forma en mi mente, lo respeto si a alguien le gusta, pero yo no logro visualizar relación ahí. me es muy difícil poder imaginar una historia entre ellos y si no tengo una debida inspiración, no escribo al respecto. Perdóname la vida jajajaja.
Gracias por la recomendación, le echaré un vistazo a ver qué se teje ahí.
Y como siempre, muchas gracias por leerme.
Que tengan linda semana y no se pierdan el final de esta historia, prometo traer muchas emociones para el capi final. Besos, abrazos y nos leemos...
Bye.
