Duermevela
Movía la cuchara que estaba sumergida en su café, sus ojos no se despegaban de aquella taza. Desde que había estado en Segismundo se había quedado con una rara sensación de que la mayor parte del tiempo se la pasaba soñando, algo no tan descabellado en su situación actual; y, parecía que Haruka no se había equivocado al decirle que algunas veces era mejor ese lugar que la realidad.
Al fin dejó en paz su bebida, seguramente la gente la miraba extrañada de que ella se hubiera gastado una hora moviéndola para enfriarla y jamás le diera un trago. Levantó su mirada, todos seguían haciendo lo que sea que fuera importante en ese momento para ellos. Con su mano derecha levantó la taza, automáticamente un temblor comenzaría a aparecer, pudiera ser que para los demás fuera imperceptible, pero aquella mano le gritaba que la dejase descansar, la taza con café le pesaba como si fuese una tonelada de cemento.
Sumamente molesta azotó la taza en el plato en el que se la habían llevado, levantó sus manos para mirarlas de cerca.
—Inútiles, cómo es posible que no puedan ni con una maldita taza.
Y en un ataque de ira golpeó el objeto haciéndolo volar y mojando a algunas personas en su camino. El estridente ruido de los pedazos cayendo a cualquier lado hicieron que quienes la ignoraban, la mirasen con cierta molestia. Mientras que otros se acercaban a comentar algo, críticas a su reacción, estaba segura de eso.
—¡Qué sucede contigo loca! — se acercaba un hombre.
—Lo lamento tanto — respondió con miedo, pues el hombre era una masa de músculos que estaba rojo del coraje.
—¿Crees que con tu patética disculpa me limpias la ropa? Tengo una entrevista de trabajo en unos minutos idiota, ¿qué harás al respecto?
—Yo… Puedo…
—Si tus padres no pudieron educarte, lo haré yo mismo. Maldita, piensas que por ser guapa puedes hacer lo que se te dé la gana — dijo levantando el brazo.
Michiru simplemente cerró los ojos y volteó el rostro a la derecha, parecía estar diciéndole al sujeto donde debía impactar el golpe. ¿Por qué se olvidó del lugar en el que estaba? Estaba cansada de saber que luego de su accidente, no volvería a tocar el violín, frustrada era la palabra real y saber que sus manos además de que tenían un movimiento limitado no tenían la fuerza de antes la molestaba.
—Creo que tus padres tampoco te educaron tan bien — reía la persona que aparecía en escena.
—Suéltame niño bonito.
—No — decía divertido.
—El asunto es entre esa estúpida y yo.
—Amigo entiendo completamente que estés molesto por la mancha en tu ropa, más si tienes una entrevista de trabajo. Debes de sentirte bastante desesperado por la reacción que tuviste, hace mucho que no trabajas ¿no?
—¿Quieres que comience contigo? No tengo problemas con ese orden.
—Verás yo tampoco tengo problema con ese orden, pero sí con tu idea de golpear a una mujer. Amigo, eso está mal y si quieres verte más "macho" — dijo en sorna —. Deja que te diga que te hace ver como un perdedor.
—No lo repetiré niño, suéltame o te volaré esos dientes perfectos.
Michiru al fin abrió su ojo izquierdo, aquella persona era de la estatura del mastodonte que la iba a atacar, pero como el brillo del ventanal de la tienda entraba no podía distinguir el rostro. Discretamente echó para atrás su cuerpo, necesitaba ver el rostro de su héroe; aunque paró el movimiento cuando escuchó la carcajada de la persona en cuestión.
—Vete — dijo.
—Ahg — se quejó el hombretón —. Me lastimas.
—¿De verdad? Lo siento, es que la gente tan nefasta como tú me molesta demasiado — luego se llevó su mano libre al pantalón y Michiru vio algunos billetes en ella —. Toma, ve a comprarte algo lindo con esto.
—Sí, sí… Ahora suéltame.
—No, yo te acompañaré a la entrada. Pero antes de que te retires, debes de ofrecerle una disculpa a la señorita por tus malos modales.
—Pero ella.
—¿Acaso me cuestionas?
El personaje llevó la mano del mastodonte atrás de él, ejerciendo una llave que lo lastimaba pues la queja hizo que los demás comensales se asustaran.
—No, no… Lo siento señorita, no debí exaltarme tanto, descuide que yo puedo limpiar mi ropa, pero tenga más cuidado la próxima vez para no ensuciar a otra persona.
—Lo siento señor, de verdad — respondió Michiru.
—Despídete — dijo el salvador.
—Hasta luego, tenga un buen día.
—Igualmente, suerte en su entrevista.
—Gracias.
—¡Qué educado! Ahora salgamos — caminaba a la puerta — ¡Ey! No olvides mi café de calabaza latte.
Dieron la vuelta y Michiru pudo ver una larga coleta color azabache aparecer, estaba completamente impactada por lo que acababa de suceder. Vio como el pelinegro empujaba al tipejo por la puerta, luego le daba una patada en la espalda mientras le gritaba…
—¡Y no vuelvas más a este café, idiota!
Se llevó una mano al bolsillo de esos pantalones negros en los que iba enfundado y levantó su brazo izquierdo para despedir al otro sujeto. Segundos después ingresaba de nuevo al establecimiento, le agradecía a la barista y tomaba su vaso. La buscó con la mirada, al localizarla le sonrió ampliamente para luego caminar a ella.
El hombretón no se había equivocado, la sonrisa del muchacho era perfecta, además de que podía decir que era demasiado guapo para ser real. Con ese pensamiento en la mente sintió un extraño calor en sus mejillas y prefirió bajar la mirada y clavarla en su mesa.
—Así que eres de las problemáticas ¿eh?
—¿Cómo dices? — respondió confundida.
—Hay dos clases de chicas guapas, las distraídas e inocentes; o, están las problemáticas y rebeldes.
Michiru no sabía exactamente como responder a esa afirmación, simplemente se quedó mirando al muchacho que seguía sonriendo y sin pedir permiso tomaba una silla de la mesa de a lado. La giró para dejar el respaldo viendo a la mera y se sentó abriendo sus piernas, luego recargó su mentón en él. La miró fijamente para obligarla a hablar.
—Bueno yo… No sé qué clase de chica soy — esa voz tímida lo mató de ternura.
—Una nueva clase de chica, eres distraída, inocente y problemática.
—¡Oh, Dios!
El muchacho sonrió encantado con la respuesta, hermosa, con cabellos exóticos y un color azul en los ojos profundo y perfecto. Aquella chica lo dejó embobado desde que llegó al lugar, la notó jugando con su taza, momentos después miraba sus manos y explotaba en rabia. Qué bueno que ese imbécil le había dado la oportunidad de hablarle, porque sin esa excusa, no estaba seguro de hacerlo sin sentir miedo o timidez.
—¡Qué modales los míos! Me llamo Seiya — señalaba el nombre que aparecía en su vaso.
—Mucho gusto, mi nombre es Michiru… Michiru Kaioh.
—Mi apellido es Kou.
—¿Tienes algún hermano que se dedique a la medicina?
—No que yo sepa.
—¿Algún familiar?
—Nop — decía risueño.
—Ya veo — dijo un poco decepcionada.
—¿Tu médico de cabecera se apellida como yo?
—Sí, es mi nuevo médico.
—Interesante, así que lamento no ser familiar de tu médico — al fin se llevó el vaso a la boca y le dio un sorbo.
—En realidad quería sacar ventaja de ti si eras su pariente.
El chico se alejó del respaldo, sus ojos estaban completamente abiertos, parecía que se le saldrían ante el comentario. Michiru pensó que esa parte de ella era lo peor, el ser directa no era tan bueno en ocasiones.
Mientras ella pensaba esas cosas, Seiya intentaba pasarse la bebida porque no quería bañar a Michiru con café. Se llevó una mano a los labios, con mucho esfuerzo pudo tragarse el café y comenzó a reír estridentemente.
—Eres demasiado simpática Michiru, ¿por qué querías usarme? No es que me queje, pero me llama la atención que desearas que fuera su familiar para usarme.
—Ah… Eso… Bueno… El doctor Kou me da miedo.
—¿Miedo? — dijo serio.
—Sí, no importa las veces que le diga que no quiero usar Segismundo, él dice que es lo mejor para mí. Convenció a mis padres para que lo use, ya hice la prueba, pero me dejó esa sensación de que algo está mal… Ese lugar… Me da miedo, es raro.
—¿Dónde todos los sueños son posibles? — reía.
—Ya estoy cansada de toda la publicidad que tiene ese lugar, en la televisión, en el metro, en la calle, los autobuses y espectaculares. Todo se trata de Segismundo.
—Conozco a muchas personas que hablan bien de él, ¿qué es lo que te hizo sentir que Segismundo es raro?
—Todo.
—Eso es… ¿Que se siente real?
Michiru que miraba a la ventana mientras hablaba de Segismundo, regresó su atención a Seiya cuando hizo esa aclaración.
—Sí, pero al mismo tiempo sabes que es falso, pero por momentos todo vuelve a ser real o al menos eso sientes. Todo lo que sucede allí es…
—Verdadero — terminó Seiya.
—Exacto — se alegró Michiru — ¿Cómo lo sabes?
Seiya volvió a sonreír, se acomodó en el respaldo y miró a Michiru de forma tranquila y segura. Cosa que puso nerviosa a la chica, la forma en la que el chico la observaba era seductora, jamás lo habían hecho de esa manera y el calor en sus mejillas aparecía de nuevo.
—Estuve allí.
—¿Tú? — se sorprendió.
—Este ojo — dijo señalándolo — No veía con él, mi carrera como luchador de MMA se fue al carajo. Me costaba mucho levantarme de la cama, el dejar de sentirme molesto o la frustración que aparece cuando te dicen que no volverás a hacer lo que te gusta y entonces…
—Los médicos de Segismundo aparecen.
—Así es, ya sabes que te prometen el cielo y las estrellas, usando Segismundo podrás acabar con la depresión porque al volver a cumplir tu sueño descubrirás lo que es realmente importante en la vida. Aliviarás la frustración y el enojo, claro todo parece ser genial al inicio.
—¿También sentías que te estafabas? Eso es lo que yo sentí.
—No al comienzo, debo confesar que era mágico volver a ver con mis dos ojos, salir a las discotecas de cada época. Usar la ropa que quería o que jamás usaba en la realidad — dijo moviendo su dedo índice en círculos para recalcar que eso era lo verdadero —. Pero pasó algo completamente nefasto.
—¿Qué?
—Entre más estaba en Segismundo, más perdía la noción de que allí nada es real por más que lo parezca.
—Sí, sí… Eso me pasa.
—¿Con una visita estás perdiendo la distinción de la realidad y Segismundo?
—No tal cual, siento que estoy soñando siempre.
—Demonios.
—¿Qué? — se preocupó.
—Michiru, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Claro.
—Espero que no te molestes, pero… ¿Intentaste suicidarte?
La incomodidad se apoderó de la chica de ojos azules, Seiya supo por la reacción que su pregunta ya tenía una respuesta. No podía creerlo, se sintió mal por hacer ese tipo de cuestionamientos a la ligera, simplemente debía hacerlo.
—Las personas que dejamos de usar Segismundo por no distinguir entre él y la realidad… Todos con los que he hablado de eso, lo intentamos, ya sea antes o después de usarlo.
—¿De verdad?
—Es peligroso usar el programa si… Bueno.
Michiru se quedó pensando, si todas las personas que habían intentado suicidarse en la realidad tenían problemas con Segismundo, ¿por qué le habían dicho que usara el programa? Además, estaba Haruka que la había mirado de la misma manera que Seiya, entonces lo entendió.
—¿Por eso es la estrella?
—¿Qué dices? — dijo Seiya.
—Nada, locuras mías… Por cierto, dijiste que no veías con ese ojo. Es decir que ya ves con él.
—Las ventajas de que la ciencia avance tanto ¿no?
—Sí, son las ventajas.
—¿A qué te dedicas Michiru?
—A sentir lástima de mí.
—Yo dejé ese empleo hace un par de años, así pude comenzar algo nuevo, puse mi gimnasio para entrenar MMA, soy profesor y debo decir que hay muchos de mis alumnos que han llegado a donde yo estuve, UFC.
—¿De verdad?
—Soy representante también.
—Me alegro por ti Seiya.
—Puede que Segismundo te haga revivir tus sueños, pero creo que no es la manera correcta de solucionar la depresión.
—Para ella nos medican, mi psiquiatra la doctora Aino deseaba que tomara antidepresivos.
—Aino, esa chica me salvó la vida.
—Pero cuando me cambiaron de médico, hicieron lo mismo con mi psiquiatra.
—¿Quién es tu nuevo psiquiatra?
—Tsukino.
—¿Serena?
—Sí, por qué pones ese rostro de miedo.
—Pues… Tuve un enamoramiento de ella — se rascó la cabeza y reía nervioso.
—Creí que era mala.
—Lamento mi reacción.
Seiya dejó de reír al escuchar un ruido en el bolsillo de su pantalón, luego de unos segundos de sonreír y responder al mensaje miró a Kaioh.
—Parece ser algo importante.
—Un recordatorio.
—¿Trabajo?
—Naaaa — dijo moviendo su mano para aclarar que era algo más —. Dime Michiru, ¿te gustan las fiestas?
—A decir verdad, soy una persona demasiado introvertida.
—¿Qué hiciste en Segismundo?
—Fui a "Ilusión."
—Es hora de que vayas a una fiesta en la realidad, la más valiosa de mis amistades cumple años hoy y lo olvidé. Además, es una persona un poco quisquillosa con los obsequios, porque ya sabes, ricos — llevó su mano a la comisura de sus labios para decirlo como en secreto —. Y apelando a cobrar la ofensa de usarme por llevar el mismo apellido que tu médico, yo quiero usarte para comprarle un regalo.
—Pero yo no conozco a tu amistad — dijo nerviosa.
—Lo sé, pero son chicas y sí, se escucha demasiado machista mi comentario, pero me ayudarías al menos a escoger una esencia para baño adecuada.
—Pero.
—Por favor — dijo con el gesto más tierno que pudo.
—De acuerdo, de acuerdo — reía Michiru.
—Excelente.
—Ahora debo de pagar por la taza que rompí, ¿me esperas?
—Es mi local, mi amiga rica me lo regaló. Déjalo así, mejor vayamos a comprar las cosas.
—¡Cómo!
—Chicos no se olviden de limpiar, cierran a las nueve y se van a su casa ¿de acuerdo?
—Sí señor.
—Vamos Michiru — dijo risueño.
—De verdad lamento que deban limpiar este desastre por mi culpa.
—No se preocupe señorita.
—Ya, deja de disculparte y vamos por el regalo.
—Bien.
Ambos salieron del local, luego caminaron unas cuadras para entrar a un centro comercial. ¿Por qué se sentía tan cómoda cerca de Seiya? No lo conocía, pero había accedido a salir con él, era guapo y tenían cosas en común, es decir, a ambos les gustaba la literatura y el chico le comentaba que d niño deseaba ser escritor. Pero por tanto acoso que vivió terminó tomando clases de defensa personal y su visión de lo que deseaba cambió.
Comprar fue rápido y luego caminaron a casa de la amiga de Seiya. El departamento era enorme, en realidad era un estudio demasiado pretencioso, pero que le llamaba, la embrujaba.
—Olvidaba que esta odiosa gusta de invitar a muchas personas.
—Bueno, es su cumpleaños.
—Déjame buscarla.
Michiru asintió levemente y miró a su nuevo amigo perderse entre la gente, la chica comenzó a caminar mientras se aferraba a la bolsa con el regalo. Una voz llamó su atención nuevamente y se acercó a una pantalla en donde se veía a la festejada haciendo gala de su pasión por los deportes extremos.
—De verdad es pretenciosa.
—Me encanta compartir mis hazañas — brincó al escuchar la voz detrás de ella.
—Haruka.
—Te prometí buscarte aquí, pero creo que tú me encontraste antes — estaba con los brazos cruzados y le sonreía.
—Felicidades — le extendió el regalo.
—Muchas gracias, pero no debiste molestarte — dijo tomando la bolsa.
—No es mucho, la verdad.
—La intensión es la que cuenta — dijo mientras rozaba con sus dedos su mano y el corazón de Michiru se detuvo.
Queridos lectores, muchas gracias por sus comentarios y dar una oportunidad a esta historia que espero que siga siendo de su agrado. Infinitos agradecimientos a Roshell101216 y Nowaki24.
Nos leemos pronto.
