Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es de Ayşe Üner Kutlu. Yo solo adapte y mezcle los personajes.
Capitulo Beteado por: Annie Cullen Swan-Tudor Boleyn. Eres la mejor.
Capitulo 2.
Edward estaba a punto de explotar, apretó con fuerza los dientes conteniendo el gritarle a Bree… Suspiró, y se tranquilizó lo suficiente para poder hablar.
—Está bien… Bree, está bien. Luego hablamos. —colgó la llamada, volvió a suspirar, sin saber con qué cara mirar a la chica a su lado después de todo lo que le había dicho—. ¿Subirías al auto conmigo, por favor?
Bella levantó una ceja y lo miró confundida.
—¿Para qué?
—Como no puedo moverme sin ti, si te subes amablemente al auto, nos quitaré las esposas.
—¿Qué? —Bella sonrió, levantando una ceja—. ¿Has cambiado de opinión sobre la policía?
—Sí —la voz peligrosamente baja, mientras la miraba fijamente—, cambié de opinión —Edward tironeo bruscamente de Bella y caminó hacia la puerta del copiloto, en busca de la inexistente llave. Abrió el sobre de la invitación—. Toma esto —su tosca voz se dirigió hacia Bella mientras le daba la invitación para poder buscar la llave dentro.
—¿Eran atractivas estas esposas? ¿Qué hay en la cabeza de estas personas? —preguntó Bella con gesto confuso, mirando a Edward mientras este, enfadado, tiraba el sobre de la invitación al suelo, maldiciendo entre dientes.
—No está la llave —Edward se pasó una mano por su cara, tratando de no perder el control. Solo de pensar en todo el trabajo que tenia por hacer, y esta chica tonta iba a arruinar completamente sus planes. Definitivamente no podía permitirlo.
—Súbete al carro, vendrás conmigo —ordenó Edward finalmente—. Tengo muchas cosas que hacer.
Edward intentó caminar tirando de Bella mientras ella lo miraba enfadada resistiéndose a su fuerza.
—Así que tienes asuntos que hacer —escupió Bella—. ¿Y crees que yo no tengo cosas que hacer? Crees que voy a ir contigo a todos lados, como si mi tiempo no importara. ¡Arruinarás mi día, como también arruinaste mi vida!
Para este punto, Bella se encontraba sonrojada casi de pies a cabeza, era increíble lo mucho que seguía dañando su vida este hombre sinvergüenza.
—Esto —bufó Edward, señalando sus muñecas unidas— sucedió por tu culpa, ¿de acuerdo? Así que si dirás algo razonable, te escucharé. Pero si no tienes nada bueno que decir, entonces vas a subirte al auto conmigo.
Bella se retorció ante su mirada, mordiéndose la lengua, pensó en sugerir cortarle a él la muñeca, pero se guardó sus comentarios al verlo visiblemente enfadado y tenso.
—Está bien —se rindió Bella—. Vamos.
Al llegar a la puerta del conductor, listo para subir, Edward empezó a maldecir en su mente.
«Maldición, maldición, maldición. Sin duda, esto por supuesto que podía empeorar más. ¡Joder! ¿Cómo voy a manejar?».
Bella, percatándose del pequeño problema, intentó ocular su sonrisa mientras miraba hacia otro lado. «¡Voy a manejar tremendo carro, vaya!».
—¿Puedes manejar un coche? —preguntó Edward, mirándola como quien tuviera algún problema de retraso mental.
—¿Qué? —Bella lo fulminó con la mirada—. ¿Qué son estos prejuicios? ¿Le harías esa pregunta a un hombre?
Edward levantó la mano, sin ánimos de seguir discutiendo
—¿Sí o no?
—Súbete —gruñó Bella, mientras lo empujaba por la puerta del conductor, sin duda fue todo un espectáculo ver al distinguido Señor Cullen entrar al coche gateando sobre los asientos hasta llegar al asiento del copiloto.
Bella olvidó por un momento al subir, con quién se encontraba, maravillada por aquel carro tan bello y de lujo, sonrió y se rio mientras presionaba el botón para transformar el coche en descapotable.
—Nos espera un recorrido increíble —le dijo Bella a Edward, sonriendo con un brillo juguetón y peligroso.
—Vamos a Taksim —murmuró Edward, hablándole como si le estuviera hablando a niño que no entiende—. Y manejaremos sincrónicamente, para que no haya ningún accidente, ¿de acuerdo?
Bella lo miró burlonamente, con comentarios sarcásticos en la punta de su lengua a punto de ser disparados en su dirección, sin embargo, decidió no retarlo más con palabras, esta vez le mostraría hechos.
—Está bien —aceptó, casi dulcemente.
—Entonces saber decir "está bien". Bravo —elogió Edward sarcásticamente.
Bella suspiró, y de un tirón extendió la mano derecha en busca del cinturón de seguridad, haciendo que en el proceso una parte del cuerpo de Edward colapsara encima del suyo, conteniendo la respiración observó como su cara terminó a unos centímetros de su rostro.
—Sincrónicamente —le recordó suevamente Edward, mirándola de manera atenta y que por un momento se sintió casi… Intima.
—Perdón —murmuró Bella sacudiendo la cabeza lentamente—, lo olvidé por un momento, solo quería ponerme el cinturón.
—Ahora —empezó Edward, con los ojos fijos en ella—, como lo más probable es que nunca hayas manejado un coche así antes… Hay un momento muy importante que necesitas saber…
Bella, con una mano en el volante y la otra en la palanca de cambios, salió disparada del estacionamiento, haciendo que sus cuerpos colisionaran hacia atrás por el brusco movimiento, Bella sintió mariposas en su estomago al escuchar rugir el coche. Dio unas cuentas vueltas saliendo del estacionamiento, donde frenó y miró a Edward que se encontraba con una cara de susto agarrándose con fuerza a la puerta.
—El coche necesita ser apreciado —dijo Bella, encogiéndose de hombros.
—¿Quién eres tú? —preguntó Edward, mirándola confuso.
Después de manejar unos minutos por las calles concurridas, Edward no pudo soportarlo más y protestó.
—¿Puedes bajar la velocidad? Acabamos de recibir una multa.
—Yo no la recibí, tú la recibiste —Bella se encogió de hombros—, es tu coche —Edward sacudió la cabeza y decidió no hacer comentarios al respecto—. ¿A dónde vamos exactamente?
—Al hotel.
—¡¿Hotel?! —Bella lo quedó mirando como si le hubiesen crecido dos cabezas.
—Sí, a un Hotel en Taksim, tengo una reunión importante con un cliente del extranjero. Si no me presento, nunca volveré a verlo.
—Quizá primero debamos solucionar el problema de las esposas —Bella lo miró de reojo—. ¿No es eso lo mejor?
—Mira, cualquiera que sea tu nombre… Vayamos al hotel en Taksim, entonces te lo prometo, nos desharemos de las esposas. —Bella notó que mientras hablaba, gesticulaba mucho con las manos y eso le pareció bastante gracioso, teniendo en cuenta que una de sus manos se encontraba atrapada a la de ella.
—Como si tuviera la opción de decir que no.
—No te preocupes, tampoco estoy feliz de estar así —Edward sacó su celular de la bolsa de su saco—. ¿Jasper? Necesito que busques un cerrajero y vengas al hotel Taksim.
—¿Cerrajero? —preguntó Jasper, confundido.
—Sí, Jasper, encuentra un cerrajero y ven al hotel. —repitió Edward.
—¿Hotel? ¿Cerrajero? Hermano, ¿qué has hecho? ¿Se te cerró la puerta del hotel? ¿Qué pasó?
Edward suspiró bruscamente antes de responder:
—Estoy esposado —lanzándole una mirada a Bella—. Así que trae a un cerrajero y ven al hotel.
No esperó una respuesta más y colgó la llamada aún mas exasperado que al principio.
—Me ocuparé de las esposas —afirmó Edward, mirando a Bella que claramente iba disfrutando del viaje en su coche.
—Escuché eso, yo también estoy en el auto —Bella lo miró rápidamente, levantando una ceja
Después de un rato más en el carro, finalmente llegaron a la entrada del hotel, Bella se estacionó, mirando el perfil de Edward. Había gente entrando y saliendo del gran edificio.
—¿Bien? ¿Y ahora que hacemos? —preguntó Bella. Edward asintió, colocándose las gafas oscuras mirando a su alrededor.
—Esperar.
Bella asintió, aún sin comprender.
—Espera… espera… —repitió Edward, lentamente—. ¡Ahora! —masculló, mientras rápidamente se desabrochaba el cinturón y tomaba una carpeta entre sus manos, Bella se dio cuenta con diversión que él estaba esperando a que la gente se fuera.
—Sal, sal —insistió Edward mientras su cuello se ponía rojo de la vergüenza al salir del coche saltando sobre sus asientos. Edward no hacía otra cosa más que mirar nerviosamente todo mientras que Bella simplemente lo seguía como una muñeca de trapo.
—¿Jasper? —Contestó Edward su teléfono—. ¿Dónde estás?
—En camino, aun no encuentro a un cerrajero. Hermano, ¿qué está pasando? ¿Por qué estas esposado?
—Jasper, ¡no preguntes! —Exclamó en voz baja—. Tengo una reunión con el Sr. Vladimir. ¿Qué haré ahora, eh? Si no compramos ese terreno, todos los esfuerzos que se hicieron en Londres serán en vano. ¡No puedo verlo estando esposado!
—¿Por qué estás enojado conmigo? —pregunto Jasper molesto—. ¡Enójate con quien te esposó!
—De acuerdo —bajó la voz—, date prisa.
—¿Y? —Preguntó Bella, mirándolo con una sonrisa. Pasó su mano por su abdomen plano, mientras hacia un puchero—. ¿Ya viene el cerrajero? Porque tengo hambre. Vamos —lo animó—, lleva a cabo tu reunión mientras que yo estaré comiendo.
Edward visiblemente estresado, la miró con los ojos a punto de estallar.
—¿Cómo me reuniré con mi cliente estando esposado? ¿No escuchaste lo que dije?
—En mi opinión, puedes —se encogió de hombros con indiferencia—. Nadie te verá ni se dará cuenta, lo resolveré.
—¿Y cómo lo vas a resolver? —preguntó Edward con un tono cargado de sarcasmo.
—Si digo que lo resolveré, es porque lo haré —Bella le sonrió, enseñando una hilera de hermosos dientes blancos—. Además, vas a llegar tarde.
Edward suspiró con derrota, mirando el reloj en su muñeca.
—Vamos.
Mientras caminaban hacia el interior del hotel, Edward podía sentir varios pares de ojos observándolos, no podía creer que esto le estuviera pasando a él. Sacudió la cabeza intentando liberarse de un poco de estrés.
Al llegar a la puerta del elevador, Bella empezó a tironear bruscamente a Edward hacia atrás.
—¡No, no! —gritó en voz baja—. No tomaré el elevador, subiré por las escaleras. ¿Dónde están?
Bella buscó desesperada las escaleras.
—¿Por qué no te vas a subir al elevador? —preguntó Edward con un tono de voz bajo y letal.
—No me gusta, ¿de acuerdo? Por favor, subamos las escaleras.
—Honestamente, no lo creo posible. El restaurante está en el piso quince. Así que vuelve a pensarlo.
Edward se dio la vuelta, y empezó a caminar con paso decidido hacia el elevador, sintió un fuerte tirón en su brazo, dándose cuenta que la chica había plantado fuertemente sus pies sobre el piso y su delgado cuerpo se encontraba inclinado hacia atrás, negándose a moverse.
—Te dije que no, subamos las escaleras —apuntó firmemente, señalando con su cabeza las escaleras ubicadas unos pasos más allá—. No puedo respirar en el ascensor. ¡Por favor, sube las escaleras!
—Aguanta la respiración, vamos tarde —Edward volvió a intentar hacerla caminar, sin mucho éxito.
—¡No puedo! ¡No entraremos ahí! —dijo Bella entre dientes.
—Mírame, mírame —gruñó Edward con sus feroces ojos verde ardiendo—. Ya te he soportado bastante hoy, ¿de acuerdo? Así que vas a entrar en el elevador, como una persona normal, y vamos a subir. Caso cerrado.
Nueve pisos y muchos escalones después, Edward se preguntaba que había hecho mal en su vida, para tener que cumplir con este suplicio.
—Realmente me pregunto, cuantos problemas más me traerás —dijo Edward, jadeando mirándola con recelo—. Honestamente, desde que te conocí, todo salió mal en mi vida.
Bella lo miró, ofendida.
—Antes de conocerte, todo estaba mal en mi vida. Si no fuera por ti, ahora sería una paisajista.
Edward empezó a reírse con burla.
—Entonces, no eres una arquitecta por mi culpa, ¿no es así?
—¡Sí, exactamente! —gritó Bella.
Edward la miró, aun con una sonrisa en sus labios, negó con la cabeza y continuaron subiendo.
—¿Qué clase de contrato vas a firmar con esta persona? —preguntó Bella, con curiosidad ante su evidente preocupación.
Edward se cuestiono por dos segundos si responder o ignorarla, al final, se fue por la primera.
—Él no quiere venderme sus tierras, pero necesito comprarlas.
—Una persona no quiere vender, pero tú quieres comprar —repitió Bella, ahora le costaba un poco respirar al hablar mientras seguían subiendo.
—Por lo general, tengo un gran arte de persuasión, y, además, uso mi mente —Edward no podía creer que estuviese fanfarroneándole a esta chica que ni siquiera sabía su nombre—. Pero, gracias a ti, estoy esposado por lo que es poco probable que me tome en serio.
—Te digo que no las verá —masculló Bella—, eso depende de mí, ¿de acuerdo?
Edward no hizo más que suspirar y la jaló del brazo suavemente para que siguieran subiendo las escaleras.
—La escalera no termina —comentó Bella en voz baja con cansancio y remordimiento.
Finalmente habían llegado al piso quince y Edward sentía que el corazón se le podía salir por el pecho, no estaba bien, su respiración estaba agitada al igual que la de la chica a su lado. Ambos intentando controlar la respiración.
—Vamos, vamos —le instó Edward mientras miraba el reloj en su muñeca. Bella miraba a su alrededor con admiración, la vista era increíble y el restaurante bastante hermoso.
—El Sr. Vladimir está allá —señaló Edward con discreción—. Entonces, ¿cuál es tu plan?
—Estoy pensando —murmuró Bella, quitándose algunos mechones de cabello del rostro.
—¿Estás pensando? Acabamos de subir quince tramos interminables de escaleras, ¿y estás pensando ahora?
—Mira, tienes que confiar en mí, ¿de acuerdo? —Bella observó a Edward apretar la mandíbula y bufar por lo bajo.
—¿Tengo que confiar en ti? Me has estado saboteando en cada oportunidad que tienes desde en la mañana. Y no me dices tu nombre… Mira, ¿sabes qué? Tiro la toalla. Jasper se encargará de esto.
—¡Shhh! Espera, espera —murmuró Bella, jalándolo del brazo hacia ella—. Nos está mirando.
Edward observó con una sonrisa tensa y fingida, como el Sr. Vladimir los saludaba desde la mesa en la que se encontraba sentado.
—Envuelve tu brazo alrededor de mi cintura —ordenó Bella.
—¿Qué? —preguntó Edward, que de pronto pensó que tenía problemas auditivos.
—Envuelve tu brazo alrededor de mi cintura —repitió Bella con los labios apretados intentado sonreír naturalmente.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto Edward entre dientes intentando no borrar la sonrisa de su rostro.
«Intentando ocultar las esposas ¿no es obvio?», pensó Bella, mientras sentía que su corazón se aceleraba un poco ante su cercanía.
—Actúa más natural —Bella lo miró a los ojos—, soy tu novia.
Probablemente la mente de Edward había despegado de su cuerpo, dado una vuelta al sistema solar y regresado a su cuerpo, no hizo más que observarla con determinación, mientras Bella se mordía suavemente su labio. Edward abrió ligeramente los labios en sorpresa y los volvió a cerrar con fuerza.
—¿Por qué me estas ayudando? —preguntó suavemente Edward, tensando su mano que se encontraba detrás de la espalda de Bella.
Bella frunció el ceño mientras respondía.
—No lo sé, a veces hago cosas estúpidas.
—De acuerdo —asintió Edward, sin comprender ni un poco lo que pasaba por su mente—. Vamos.
—Vamos —suspiró Bella, mientras empezaron a caminar hacia el Sr. Vladimir, quien ya se había puesto de pie y los estaba esperando.
—Buenas tardes, Sr. Cullen —saludó con un fuerte acento extranjero.
—Buenas tardes, Sr. Vladimir —respondió Edward mientras le extendía la mano—, lamento llegar tarde.
—No importa.
—Le presento a…–Edward giró a ver a la morena a su lado, que de repente había dejado de sonreír mientras lo miraba ansiosa— la Señorita Peri*
Bella lo miró confundida, conteniendo un poco la respiración antes de voltear con una radiante sonrisa para el Sr. Vladimir.
—Hola, soy la novia del Sr. Cullen, también soy inversora del proyecto. Quería conocerlo.
A Edward se le borró la sonrisa del rostro y miró a Bella como si le hubiera crecido un tercer ojo. «¿Pero qué estaba haciendo ahora?».
—Muy bien, Peri, tomemos asiento, por favor —los invitó el Sr. Vladimir, señalando las dos sillas frente a él.
—Por supuesto —reaccionó Edward—. Adelante, tome asiento.
Edward y Bella hicieron malabares para sentarse rápidamente y esconder las manos esposadas debajo de la mesa.
—Sr. Vladimir, vayamos directo al tema. No perdamos el tiempo —empezó Edward, mientras tomaba la carpeta que había traído y se la entregaba al Sr. Vladimir que no tenía otra cara más que de desconcierto—. Sabes que queremos comprarle sus tierras, nuestra oferta se encuentra escrita ahí mismo.
—Gracias… eh… —El Sr. Vladimir observó a Bella con una sonrisa—, pero tal vez para empezar… ¿Les gustaría algo de comer?
—No es necesario —afirmó Edward al mismo tiempo que Bella exclamaba con alivio.
—Por supuesto, estoy hambrienta —exclamó, suspirando con agonía.
Mientras el Sr. Vladimir le hablaba a un mesero, Edward fulminó a Bella con la mirada, quien se encogió levemente de hombros y le murmuro por lo bajo:
—¿Qué? Te dije que tenía hambre —Edward apretó los labios, sin borrar su falsa sonrisa sacudió la cabeza y miró a su cliente.
—Gracias —le dijo Bella al mesero mientras recibía la carta—,¿Tendrás un menú de postres? No lo veo aquí.
–Cariño, dijiste que tenías hambre —Edward la miraba incrédulo—. ¿Por qué quieres la carta de postres?
Bella se rio suavemente, mirando de Edward al Sr. Vladimir.
—Cariño, siempre pido el postre primero, ya lo sabes. Primero ordeno un postre, y luego comeré tranquilamente. –asintió Bella, mientras les sonreía a ambos, ordenó su comida.
—Por supuesto —suspiró Edward derrotado.
—Es una mujer muy encantadora —reconoció el Sr. Vladimir que no dejaba de mirarla con una sonrisa. Edward frunció ligeramente el ceño ante sus palabras, mirando del Sr. Vladimir a Bella, antes reírse quedamente.
—Sí —asintió Edward, mirando el rostro de Bella como quien lo viera por primera vez—, así es.
Bella, que segundos antes estaba sonriendo, tensó sus labios y rodó ligeramente los ojos hacia Edward, antes de ignorarlo. Unos minutos más tarde, finalmente Bella tenía su plato de comida frente a ella, su humor había mejorado considerablemente.
—Ahora, si me lo permiten —comentó el Sr. Vladimir—, voy a analizar la propuesta a detalle.
Bella, que ahora tenía dificultades para comer debido a las esposas, tironeo a Edward de la muñeca para que soltara más su mano, mientras que con la izquierda Bella intentaba cortar un tomate cherry. Abrió grande los ojos en el momento exacto en el que el tomate salió disparado hacia el Sr. Vladimir. Edward se llevó la mano a la cara con vergüenza.
—Parece que esto ya es mío —sonrió con diversión el Sr. Vladimir mientras tomaba en la mano el tomate—. ¿Me lo puedo comer?
Bella lo miró arrepentida.
—Discúlpeme, estoy muy avergonzada. Buen provecho —señaló Bella, mientras el Sr. Vladimir se llevaba a la boca el tomate con una sonrisa.
Edward se encontraba serio y desconcertado observando el intercambio que había ocurrido frente a él.
— ¿Sabe lo que más se necesita en esta vida, Srta. Peri? —Le preguntó el Sr. Vladimir a Bella, quien negó suavemente con la cabeza—: gente sencilla y natural como usted, que no se preocupa por la opinión de los demás.
—Gracias —murmuró Bella con una pequeña sonrisa.
Edward no podía creer lo que estaba ocurriendo ante sus ojos, no hizo más que mirar a Bella intentar comerse otro tomate, que nuevamente salió volando de plato esta vez para caer en sus manos.
Bella lo miró arrepentida.
—Si quieres, mejor intenta comer las patatas —susurró Edward.
—Estoy de acuerdo —asintió Bella.
—Me sorprendiste –comentó Vladimir a Edward, observando los documentos—. Este precio es más alto de lo esperado.
—De eso se trata, Sr. Vladimir —comentó Edward claramente sumergido en la materia.
—¿Puedes pasarme la sal? —le preguntó Bella a Edward, que se encontraba a punto de continuar con su explicación. Este la miró tensándose, tomo la sal y con la fuerza necesaria la colocó frente a ella, Bella ignorando todo rastro de incomodidad de parte de Edward.
—Establecemos un precio alto —continuo Edward— para que veas lo buenos que somos como compradores.
—A juzgar por este precio, está claro que realmente necesitas este terreno.
—Ahora bien…
–Querido, ¿puedes pasarme la salsa? —preguntó Bella, interrumpiendo a Edward nuevamente. Edward la observó inmóvil, entonces tomó bruscamente la salsa y la vació sobre su plato, ante la atenta mirada y brillante sonrisa de Bella.
—Como decía, Sr. Vladimir… Su terreno es muy adecuado para las instalaciones que estableceremos —habló Edward acentuando cada palabra con un gesto de manos—: Campos de golf, cancha de tenis, puerto deportivo… ¿Te imaginas, no es maravilloso?
El Sr. Vladimir asintió pensativo, mientras observaba a Bella deleitarse con su comida.
—Srta. Peri —comentó el Sr. Vladimir—, ¿qué opina del proyecto?
Bella que apenas iba introduciendo a su boca un trozo de tomate con salsa, se quedó inmóvil, girando suavemente la cabeza hacia Edward con los ojos abiertos de par en par.
—Cariño, este terreno está junto al mar —murmuró rápidamente Edward—, y realmente te gusta el mar.
Bella asintió con firmeza, mirando al Sr. Vladimir.
—Sí, para enamorarse de un lugar solo basta con ver el mar —Sonrió—, me atrae cada vez que lo miro.
Bella observó a Edward, aun sonriendo, este seguía mirándola sin inmutarse.
—¡Bravo! —exclamó el Sr. Vladimir—. ¿Sabían que yo vivo en un yate? Estoy tan enamorado del mar…
Edward rompió su mirada de Bella y rodó los ojos ante las palabras del Sr. Vladimir.
—…tengo una oferta maravillosa que ofrecerles —Edward asintió, esperando que continuara—… Si me aceptan como inversor, acepto venderles el terreno.
—¡El Sr. Vladimir está de acuerdo! —exclamó Bella son una gran sonrisa—. Súper.
Edward debajo de la mesa, golpeo con firmeza y rapidez la pierna de Bella con su mano, llamando su atención.
—Sí, el Sr. Vladimir parece estar de acuerdo, pero te perdiste un pequeño detalle, cariño —comentó Edward gesticulando con sus manos—, y es que no acepta la asociación. Por eso quiere administrar la inversión él mismo —explicó Edward ahora mirando al Sr. Vladimir.
Bella frunció el ceño, improvisando rápidamente.
—Por supuesto —asintió—, me alegro que me lo hayas recordado, querido. Yo, así como todos los demás, preferimos liderar nuestros proyectos solos, trabajo mejor de esa manera.
El Sr. Vladimir claramente decepcionado, asintió ante las palabras de Bella.
—De acuerdo.
Mientras tanto, el mesero le entregaba a Bella su postre. Edward lo observó y pronto empezó a carraspear, ajustándose la corbata. Bella lo miró con suspicacia, mirando de él a su postre y viceversa.
—¿Quieres? —preguntó amablemente. Edward, claramente acalorado, negó ligeramente con la cabeza.
—No puedo comer fresas —murmuró por lo bajo—, soy alérgico, me podría morir
Bella levantó las cejas en reconocimiento a sus palabras, y procedió gustosa a disfrutar de su postre.
—Entonces, quisiera poder nombrarla —comentó el Sr. Vladimir.
—Sr. Vladimir, le hice una gran propuesta, no puedo ofrecerle más. Seamos honestos, este terreno es un gasto para usted, le será más rentable venderla, usted me entiende.
—Srta. Peri —comentó el Sr. Vladimir ignorando su comentario, mientras Edward tomaba una brusca respiración—, ¿usted qué haría en mi lugar? ¿Lo vendería?
— Bueno…–comentó Bella, dejando a un lado su postre, mirando nerviosamente a Edward y al Sr. Vladimir—. Hmm… Quizás no la vendería.
Edward giró la cabeza con la velocidad de una serpiente, perforando con la mirada a Bella.
—Por lo que entiendo, no necesita el dinero —prosiguió Bella. Señaló a Edward—, y hay un hombre aquí, Edward Cullen, que le hizo una oferta, pero no quiere sociedad, no da derecho a nombrar… Yo no lo vendería.
Edward no sabía que decir, se sentía atrapado y lo único que quería hacer era gritarle a la chica esposada a él.
—Cariño —murmuró Edward, mirándola con ojos engañosamente amables mientras tomaba la servilleta de la mesa—, hay un poco de crema en tus labios.
Edward limpió suavemente la esquina del labio de Bella, advirtiéndole con la mirada. Bella sonrió y alzó una ceja.
—Pero —continuo Bella, mirando al Sr. Vladimir—, a juzgar por el hecho de que vino aquí, entonces si quiere venderla. ¿Qué dice su alma? Mi abuela solía decir que cuando una persona mira al mar, su mente se aclara.
Edward estaba visiblemente frustrado, no paraba de pasar la mano por su desordenado cabello cobrizo, mientras que sus ojos verdes por poco y echaban chispas.
—Escuche a su alma —concluyó Bella, con una sonrisa. El Sr. Vladimir miró pensativamente por la gran ventana del hotel con vista al mar, y sonrió.
—¡Me he decidido! —Exclamó el Sr. Vladimir—. Srta. Peri, por usted, estoy vendiendo mis tierras.
Edward soltó una risa de incredulidad. Mientras los observaba.
—¡Y yo por usted… —exclamó Bella—… dejo que elija el nombre!
Edward que en ese momento estaba tomando café, empezó a toser ahogándose.
—No necesariamente hablamos de todo el proyecto —lo tranquilizó Bella—, puede elegir el nombre del puerto deportivo, por ejemplo.
—Sí —asintió sonriente el Sr. Vladimir. Edward seguía tosiendo, mirando con recriminación a Bella.
—Entonces, celebremos —propuso una sonriente Bella.
X – X – X – X – X
Mientras bajaban las escaleras del hotel, Edward aún se encontraba enfadado. Bella, al contrario, estaba radiante y feliz.
—¿Por qué estás tan enojado? —Preguntó finalmente Bella, suspirando—. No lo entiendo. Él no vio las esposas y tú compraste las tierras.
—Le diste la oportunidad de elegir un nombre —le recriminó Edward, con sus facciones endurecidas.
—Es solo un nombre para el puerto deportivo, el hombre se fue feliz —exclamó Bella, sin poder creer que estuviera enfadado por ese mínimo detalle.
—¿No te pedí que no hablaras? —preguntó bruscamente Edward.
—¿Disculpa? —preguntó ofendida Bella—. Probablemente me confundiste con alguien más. Tú no puedes darme órdenes.
—Escucha, cuando cierro contratos no le doy a la otra parte el derecho de hablar. Se hará como yo quiera, ¿entiendes?
Bella rodó los ojos e hizo una mueca.
—¡Qué ambicioso y arrogante de tu parte!
Edward suspiró y la ignoró.
—Además, compraste ese terreno gracias a mí —comentó Bella, quien aún no terminaba con el debate mientras seguían bajando las escaleras.
Edward sintió una opresión en el pecho, y no pudo evitar quejarse mientras se sostenía del pasamano de la escalera. Bella lo miró con recelo y un poco de preocupación.
—¿Estás bien?
—¿Me puedes ayudar? —preguntó Edward, señalando el botón superior del cuello de su camisa—, me siento acalorado, tengo que quitarme esto.
—Está bien, está bien —lo tranquilizó Bella, mientras se acercaba más—. Ven aquí.
Levantando la mano esposada junto con la de Edward, Bella deslizó ambas manos por el cuello de su camisa para desabrocharle el botón, mientras Edward la observaba.
—Solo tenías que levantar el brazo —comentó Edward, que ahora sentía que ponía respirar mejor—. No tenías que desabrochar la camisa.
—Entonces habla con más claridad —lo recriminó Bella ahora enojada—. Cometí un delito menor por querer ayudarte.
Edward se rió sin humor, y empezó a bajar las escaleras tirando rápido de su muñeca esposada.
—Ve más lento —comentó bruscamente Bella.
X – X – X – X – X
Cerca del hotel había un parque donde Bella y Edward se sentaron en una banca a esperar a Jasper, durante todo el rato, ambos se la pasaron tirando bruscamente de la muñeca del otro, sin decir una palabra.
—¡Edward!
Levantó rápidamente la vista viendo a Jasper acercarse a él corriendo con un grupo de gente detrás de él.
—Jasper, ¿Dónde estabas? —se levantó rápidamente de la banca, olvidándose de Bella hasta que el tirón fuerte de la esposa contra su muñeca le recordó el problema.
—¿Qué está pasando aquí, hermano? —exclamó Jasper, mirando de Bella a Edward sin entender nada—. ¿Quién es la dama?
—No sé —masculló Edward mientras la miraba de reojo sentada en la banca—, no me quiere decir su nombre.
Edward miró detrás de Jasper el grupo de personas, maldiciendo por lo bajo.
—Te dije un cerrajero, Jasper, trajiste a la empresa completa.
—Hermano, ¿qué más podía hacer? Dijiste que estabas esposado —se defendió, señaló al primer hombre del grupo—. Para cuestiones de la ley, traje a tu abogado y por si de pronto querías hacer una llamada personal, traje a tu asistente, traje al cerrajero para abrir las esposas y solo por si acaso él no podía abrirlas, traje al superintendente de construcción.
—¿Qué hay de él? —preguntó Edward señalando al hombre al final de la fila, que lo miraba con una sonrisa tonta en su cara.
—No tengo ninguna función —respondió Diego aun sonriendo—. Solo vine por diversión y todo va increíble.
Diego empezó a reírse y Edward lo fulmino con la mirada, sacudiendo la cabeza miró a Jasper.
—¿Podemos abrir esto ahora? —preguntó Edward señalando las esposas.
—Cerrajero —exclamó Jasper—, vamos ven, no te quedes ahí, abre estas esposas ahora.
—Señor, pensé que abriría una puerta —habló el cerrajero—, no tengo autorización legal para abrir esas esposas. Si quisiera, lo abriría, pero soy una persona que respeta la ley, así que no lo haré. Lo siento.
Edward asintió, apretando los labios.
—Le aconsejo que vaya a la policía, ellos lo resolverán —comentó el cerrajero.
—Sr. Edward, como su abogado no le recomiendo que vaya a la policía.
Todos no hacían más que mirarse las caras.
—Jasper, estoy empezando a enojarme —habló Edward, mirándolos a todos.
—Puedo arreglarlo en dos minutos —comentó el superintendente mientras se acercaba a Edward y Bella con un serrucho en la mano.
—Sí, por favor —asintió Edward.
—¡No, no! —gritó Bella asustada alejándose del señor—. ¿Qué va a hacer?
—Solo dos minutos —le susurró Edward, mientras Bella los alejaba a ambos del sujeto con el serrucho.
—Llama a un cerrajero normal —exclamó Bella.
—¿Qué otro cerrajero? —preguntó Edward entre dientes mientras empujaba del brazo a Bella.
—¡Dije que no!
—Señor, por favor venga —habló Edward mientras sujetaba a Bella.
—¡No! —Gritó—. Retroceda por favor. Señor, ¡aléjese de mí!
—Señor, venga —ordenó Edward.
—No, no quiero —la voz de Bella cada vez más alterada—. ¡El me va a cortar la muñeca! ¡No quiero!
—Veo que tu vida es muy querida para ti —exclamó Edward.
—Sí, ¿y que tiene? ¿Tu vida no te importa?
—Por supuesto que sí.
—Pues la mía también. ¡Quiero otro cerrajero!
—Alto ahí —habló una voz fuerte y claro por encima de los gritos de Bella y Edward. Rápidamente Bella reconoció la voz y sintió con alivio como su cuerpo se relajaba
—¡Leah! —exclamó mirando a su amiga con desesperación y asombro.
Edward, fastidiado, miró a la chica rockera caminar hacia ellos, con un andar pesado y astuto. Leah les giñó un ojo al mismo tiempo que Diego sentía su corazón latir de amor por aquella chica ruda y hermosa. Leah se sacó del pelo un pasador y rápidamente les quitó las esposas.
—¡Guau! —murmuró Edward con incredulidad y asintió hacia Leah—. Gracias.
Jasper miraba toda la escena con asombro, sin poder creer todo lo que ocurría a su alrededor.
—Bravo, Jasper. ¡Bravo! —exclamó Edward con enfado—. ¡Llamas a veinte personas que no logran hacer nada y Leah aquí, pudo abrirlo sola con un pasador!
—Hermano, ¿ahora de qué tengo la culpa? Dijiste que estabas esposado.
—¿Estás bien? —le preguntó Leah a Bella, mirándola con los ojos entrecerrados.
– ¡Sí! –suspiró Bella–. Casi me corta la mano.
Bella se volteó hacia Edward, con las esposas en las manos y una mirada de coraje en su rostro.
—¿Qué? —preguntó bruscamente Edward.
Bella le arrojó con fuerza las esposas, mirándolo con desprecio mientras las atrapaba en sus manos.
—¿Dónde están las chicas? —le preguntó Bella a Leah.
—Les hablaré.
Bella se giró a ver a Edward, notando que este ya la estaba mirando, ambos se sostuvieron la mirada por lo que parecía una eternidad, sin duda compartiendo el mismo desprecio.
—Bree, ¿Dónde está mi auto? —preguntó Edward, rompiendo la mirada con la chica.
Jasper se marchó con toda la gente, quedando solo Bree, Leah, Bella y Edward.
—¡Bree!
—¿Sí, Sr. Edward? —preguntó a unos metros de distancia.
—Ven, por favor —dijo Edward con autoridad, mirándola fijamente. Bree ajustó nerviosamente su saco y caminó hacia él.
—Dígame —respondió.
—Te considero responsable de la vergüenza que pasé hoy —Bree contuvo la respiración, mirándolo fijamente—. Estás despedida, Bree.
A unos metros, Leah y Bella veían la escena frente a sus ojos con la boca abierta.
—¿De verdad? —susurró Bree, con los ojos brillosos.
—Sí, Bree —respondió Edward, mientras metía las manos en la bolsa de su pantalón de vestir.
De los ojos de Bree empezaron a brotar lagrimas, derramándose rápidamente sobre la carpeta en sus manos.
—¡Muchas gracias! —exclamó su ahora ex asistente, sonriendo y llorando al mismo tiempo. Edward la miró con confusión, y murmuró:
—Puedes irte, Bree.
—Me voy… Sí, sí… ¡Me voy!
Bella y Leah decidieron entonces irse también, pero mientras se alejaban, Bella se giró hacia Edward y no se pudo contener de escupirle unas últimas palabras de despedida.
—De nuevo —comenzó Bella, mirándolo con desprecio—. Espero nunca… ¡Nunca! Verte de nuevo.
Edward sonrió amargamente.
–Nuestros sentimientos son mutuos, señorita.
*(Hada en turco)
Ya saben que hablo mucho, así que léanme, es importante.
Primero: ¡Este fic es, digamos, 40% drama, 35% comedia y 15% romance! Lo digo principalmente con el fin, de que le tengan paciencia. Será todo divertido, se los prometo. Y todos los momentos románticos que en la serie no se profundizaron, créanme que haré que valga la pena aquí.
Segundo y no menos importante: Muchas gracias por sus reviews, son lo mejor de lo mejor. Amo leer lo que piensan, y de verdad todos los personajes mencionados hasta ahorita son muy lindos, excepto por dos que ya verán más adelante... puaj.
Pregunta del Capitulo:
¿Trabajarías para Edward Cullen? (Si/No) ¿Por qué?
Con cariño, América.
