Hola Gloria-Corsa.- Lo siento no, ellos no van a compartir habitación... aun. ;)
Hola Ariniet.- Que gusto que te nos unas, disfruta el capítulo.
Disclamer.- Todo pertenece a Sir Arthur Conan Doyle, a la BBC, a Moffat a Gattis y a un montón de personas de las cuales ninguna soy yo. Mía solo es la historia y escribo sin ánimo de lucro.
Para Violette Moore, porque ella lo pidió!
La Ecuación De Dirac
por
Adrel Black
III
—Tienes que estar de broma —dice John mientras se pasea de aquí para allá con una taza de café. Ambos Holmes lo miran en silencio. —¿Sherlock?
—Es un caso interesante, —responde el detective encogiéndose de hombros.
—Y nos meteremos en un montón de problemas si nos descubren.
—Solo, si nos descubren, —aclara Sherlock.
—¿Cómo podrían no descubrirte Sherlock? —John hace un amago para no gritar, —te quieres disfrazar de sacerdote.
—Puedo disfrazarme como cualquier cosa…
—La mayoría de las veces, —acota Mycroft, —todo se reduce a fingir que sabes lo que haces.
John deja la taza de café frío en la mesilla al lado de su sillón, Mycroft sigue sentando en el sofá, Sherlock mira de nuevo las fotografías aún regadas en la mesa de centro. El doctor se acerca a la ventana, el ambiente es caldeado ahí dentro con ellos tres encerrados, la chimenea encendida, por instantes siente que le falta el oxígeno, abre apenas la cortina y pega la frente contra el vidrio frío buscando evitar una posible migraña.
—Si esto fue algo aislado, —aclara Sherlock, —lo resolveremos y para el próximo fin de semana estaremos de vuelta. —John lo mira, el detective sabe lo que tiene que decir para convencerle. —Pero si esto no fue algo aislado, si es algo más…
—¿Algo más?
—Piénsalo, —dice Sherlock —¿cómo pudieron hacerle todo ese daño?, ¿en qué lugar lo torturaron?, deben tener un lugar, ¿cómo salió él del lugar?, tiene que ser algo que es peligroso y que aún está ahí dentro.
—¿Piensas que atacarán a alguien más? —Sherlock sabe que ha ganado la discusión cuando John hace esa pregunta, si alguien más es atacado y ellos no hacen nada, John cargará con parte de la responsabilidad.
—Si, no parece algo pasional, parece algo premeditado, quien lo hizo lo planeó fríamente. Puedes ver como la sangre corrió desde los cortes, todo esto lo hizo mientras él estaba vivo, pero no hay demasiada sangre en el lugar.
—Así que lo hizo en otro lugar, luego lo ató de forma que pareciera que rezaba y lo llevó hasta la iglesia, hasta el altar, —John regresa y toma la fotografía que muestra la toma más amplia de aquel crimen, Thomas Morgan atado por los tobillos, por las rodillas y por las muñecas, hincado, rezando, con los ojos cubiertos de cera amarillenta y la espalda cortada a pedazos, hilillos de sangre corren por su espalda hacia sus nalgas y sus piernas, algunos parecen secarse a medio camino, unos pocos llegan hasta el suelo, —también por eso sus ojos están apretados, porque estaba vivo cuando le pusieron la cera caliente en ellos.
Sherlock asiente y a John le molesta un poco la avidez de sus rasgos, este es su Sherlock menos favorito, el que antepone su propia diversión por encima de las vidas de las personas. John desvía la vista con enfado.
—¿Te das cuenta que era un hombre? —pregunta con frustración, de alguna manera siempre cree que Sherlock ha dejado de ser tan frío, lo creyó cuando Moriarty trató de hacerlo volar en la piscina y Sherlock parecía tan asustado, lo creyó cuando tuvo todo aquel escarceo, o lo que haya sido, con la Mujer, luego de nuevo en Baskerville cuando estuvo tan asustado por el sabueso, creyó que todo aquel asunto y su pelea le había hecho quebrar un poco el caparazón que solía llevar. No era que esperara que Sherlock comenzara a comportarse como una persona normal, de hecho, no deseaba que cambiara, solo quería poder tener atisbos regulares de esa persona que estaba bajo la fachada, aunque solo fuera para sí mismo, aunque fuera algo que solo ocurriera de puertas para dentro de Baker Street.
—Es una apreciación correcta —responde el detective, —he podido ver su pene en una de las fotografías.
—Sabes lo que quiero decir.
—Claro que sé lo que quieres decir. —Sherlock luce enfadado, —pero no sirve para saber qué le ocurrió, ni para evitar que les ocurra a otros.
John se deja caer en su sillón y se pasa las manos por el rostro luego vuelve a mirar a los Holmes, es obvio que ellos podrían infiltrarse, tienen ese aire de las personas que nunca han sufrido por necesidad, Sherlock con su traje caro y sus ojos de colores, podría estar en una sala en medio de la realeza y nadie negaría que es uno de ellos.
John por el contrario, tiene el aire y el gusto de quien viene de una familia sin muchos recursos, su ropa barata, sus manos callosas y toscas, no siente que pueda mezclarse entre personas de la nobleza, la farándula o el empresariado, no ve cómo, incluso Mycroft con sus recursos casi ilimitados, podría lograr aquello.
—Escucha, —dice John a Sherlock, —entiendo que es un caso interesante y que quieres hacer esto, incluso creo que podrías infiltrarte, pero yo, por otro lado, no creo que sea fácil.
—En realidad es bastante más simple de lo que usted quiere creer, —aclara Mycroft, —lo único que necesitamos es una posición que concuerde con su perfil.
—Es a eso a lo que me refiero, yo no cumplo un perfil para estar en un lugar como ese.
—Cazar es una actividad que me parece primitiva —suelta Mycroft como si tal cosa, —pero a la clase social a la que pertenecen los miembros de este colegio parece agradarles bastante. —John lo mira y tal vez no sea tan listo como Sherlock, pero aun así sabe a dónde va antes de que termine la frase, —no hay nadie mejor para saber de armas que un exsoldado.
Sherlock mira a John, como preguntando con la mirada "¿lo harás?, ¿vendrás conmigo?". No hay ninguna respuesta que John pueda dar a esas preguntas que no sea "si, iré contigo", de modo que suspira y asiente.
—Muy bien, —Mycroft saca del maletín una carpeta color manila, exactamente igual a la que contenía las fotografías y la deja sobre la mesa —está todo dicho, te haré llegar lo necesario esta tarde, es una suerte que no haya alumnos en el colegio ahora mismo, —dice dirigiéndose a Sherlock, luego cierra el maletín y se pone de pie. —Si me disculpan, tengo un profesor de cacería de quien deshacerme y también me encargaré de un diácono. Estén listos para partir en un par de días amaneciendo, mejor que se instalen mientras es fin de semana. Tengan un buen día.
Los pasos de Mycroft resuenan en la escalera junto con el golpeteo de su paraguas contra los escalones, el golpe de las gotas de lluvia contra las ventanas les hace juego en aquel momento.
—Cuando dice que se "encargará" y "deshará", habla en sentido figurado ¿verdad?
—Claro que sí, —dice Sherlock, toma el sobre que Mycroft dejó antes de irse y lo hojea, una lista minuciosa del personal de la escuela, —dos profesores, el director, el párroco, un guardia de seguridad, un bibliotecario y un cocinero. —John está muy serio de pie frente a su amigo —tenemos siete sospechosos.
—¿Qué hay si el culpable es el profesor de cacería del que Mycroft pretende "deshacerse"?
Sherlock toma el archivo de Mycroft y busca la parte referente al profesor.
—Mycroft ya tenía todo esto pensado, —responde a John y le entrega la hoja, John lo lee, el hombre voló hacia Nueva York una semana atrás y aún no ha regresado. —Siete sospechosos.
.o.O.o.
Ese mismo día por la noche Sherlock y John reciben varias valijas de parte de Mycroft. Sherlock es como un niño en la mañana de navidad, abre la maleta a medio salón, Mycroft le ha enviado varios trajes negros, completos y un par de sotanas, la única nota blanca que rompe la monotonia del negro es un collar de cura.
—Parece la valija de Nosferatu —dice John.
—¿Qué hay en la tuya?
—¿La mía? —Sherlock le acerca una valija —yo no necesito un disfraz, yo soy un exsoldado.
John abre la maleta, dos pantalones negro tipo cargo, botines de comando, camisas de color verde militar y un par de trajes de vestir de una marca que reconoce como la que utiliza Sherlock habitualmente. También hay un par de placas militares, una cazadora, guantes y un sobre con algunos documentos a nombre de Hamish Watson.
—Que imbécil —exclama al ver el nombre de los documentos.
Sherlock levanta la vista de su propio sobre.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta el detective.
—Hamish ¿y el tuyo?
—William.
—¿Por qué William? —pregunta John.
—Es mi primer nombre —responde Sherlock como si tal cosa y a John la idea de que su amigo tenga algo así como un primer nombre le parece hilarante y es que no puede imaginar a Sherlock con ningún otro nombre, Sherlock es tan peculiar y distinto, tal como toda su persona, en cambio William… uno podría salir y gritar en la calle William y de seguro alguien respondería al llamado.
John lee las anotaciones que Mycroft ha hecho sobre Hamish Watson, pero básicamente es su vida, lo cual es escalofriante, tomando en cuenta que Mycroft, primero sabe todo eso sobre él y segundo parece que se dedicó a preparar todo incluso antes de que Sherlock y él lo supieran.
John vuelve a meter en la valija todas las cosas que Mycroft le ha llevado, deja fuera solo uno de los trajes, las identificaciones y las placas militares.
Pregunta a Sherlock si irá a dormir, pero el detective se niega, contrario a John, Sherlock si tiene toda una nueva historia que memorizar.
Watson se aleja hacia su habitación, el desconcierto, sin embargo, le impide dormir hasta que es muy entrada la madrugada, ¿cómo fue que se dejó convencer de que esto era una buena idea?
Además, en ese lugar le separarán de Sherlock así que no podrá protegerlo, no como suele hacerlo. No como debe hacerlo.
Y en el siguiente capítulo nuestros chicos se van hacia la escena del crimen.
¿Qué les parece?
Tengan una bella semana.
Adrel Black
