Creo que me he enamorado. Esta vez de verdad.
Nunca he creído en el amor, jamás, y esto no es algo que normalmente admitiría, pero es que...en la vida se me había acelerado tanto el corazón antes, sin poderlo parar.
Me ha pegado fuerte, tengo que admitir. Pero es que si la vieran, su sonrisa...su preciosa risa que ilumina las estrellas durante la noche, que le dedica a él cada día. Es injusto.
Sus labios rosados, ese perfume que deja impregnado en cada pasillo por el que camina, su cabello rizado que no podría quedarle mejor y la manera en la que hace magia...excelente, simplemente lo mejor que existe. Hace que mi estómago se retuerza.
Es desesperante, esto del amor, si debo confesar. No consigo dormir durante la noche, detallando cada silueta de su persona en mi mente. Sin poder descansar en paz con la imagen de ella bajo sus sábanas, acercándose, susurrando, haciendo que se enamore tanto como yo. No puedo dejar de pensarla.
Y allí estaba, como cada día, entrando al Gran Comedor con expresión cansina, pero dulce, revolviendo mis entrañas. Sentándose en su mesa. ¿Y si me acercara? ¿Las cosas cambiarían?
¿La historia sería distinta?
Él se acercó a su oído, y los dos rieron con fuerza sobre lo que sea que hablaban, las manos tomadas sobre la mesa y no pude evitar hervir en rabia. Desearía poder estar en su lugar.
Porque deseo, deseo tanto probar sus labios, quiero ahogarme en su perfume dulzón. Y quiero su cabello rizado, su toque mágico.
Porque quizás, solo quizás, lograría que él me quisiera tanto.
—Blaise —Draco me había hablado desde un costado—. ¿Qué haces mirando tanto a la Comadreja?
Pero no pude responderle. No cuando ella se fundía en su pecho, disfrutando de su abrazo.
