Capitulo 3: Mi tonto compañero.

Recostada en su cama, agudizó el oído y por primera vez en mucho tiempo sintió su casa en silencio, era normal después de todo lo que había pasado, parecía que en realidad la mala suerte las estaba persiguiendo a todas; Luna seguía sin hablarle a Sam y se la pasaba encerrada en su habitación escuchando música depresiva, Leni continuaba extrañando a Lori y Luan, bueno, ella era un caso aparte.

La separación con Benny le había pegado extremadamente fuerte a la comediante, la que ya no hacía bromas tontas en la sobremesa, lo cual podía ser visto como un alivio para todos pero no era del todo así, llevaban tanto tiempo aguantando sus travesuras que la falta de estas los dejaba a todos algo tristes, como si algo se hubiera ido para siempre. Tampoco reía demasiado, y solo lo hacía para mantener la apariencia de que estaba bien, una risa forzada era lo único que brotaba de su corazón roto.

En un intento de animarla, confesó sus crímenes ante sus padres y les pidió dinero para pagarle a Luan por sus molestias, de lo último accedieron de inmediato, en un intento de animar a la comediante favorita de todos, pero aun así se ganó un castigo, una semana sin poder hacer deportes en la casa. No le molesto tanto como pensaba, también se sentía algo desanimada de esa primera semana de clases.

La sonrisa forzada que le dio Luan al darle el dinero solo la hizo sentirse aún peor, quería abofetearla y decirle que fuera la misma de antes, que creciera de una vez y olvidara a ese tonto. Pero no podía, ya que eso era precisamente lo que ella tampoco podía hacer, olvidar a Max. El chico que de mala gana se había ganado un lugar en sus constantes pensamientos.

Se estiró en su cama, y cerró los ojos, esperando que el sueño por fin llegará y que el mañana sea un buen día.


– ¡Hola, Lynn Loud!

– Te dije que te alejaras, tonto. – dijo Lynn lanzando un derechazo al aire que el chico apenas esquivó – No quiero hablar con tipos como tú.

– ¡Wow! Solo es un saludo amistoso, no es para que te pongas así.

– ¡Entonces deja de saludarme todas las mañanas! Eres un fastidio.

– *suspiro* ¿Es por lo que dije la otra vez? Te dije que no me hicieras tanto caso, soy un chico… algo especial.

– Si, especialmente tonto.

Era jueves, el cuarto día de clases y ya esos intercambios eran un vistazo habitual para los estudiantes que pasaban por los casilleros, Max saludándola y haciendo como si nada hubiera pasado entre los dos, y ella aún herida por las tontas palabras que pronunció ese primer día de clases. "¿Amigos?... Y para que rayos sirven esos", el solo recordarlas le hacía hervir la sangre nuevamente.

Tomó sus libros, cerró el casillero con fuerza y le dio la espalda. Pero allí estaba de nuevo, caminando junto a ella en el pasillo, tarareando la misma tonta canción de siempre.

– ¡No me sigas!

– No es mi culpa que tengamos clases en el mismo salón, Einstein.

– Entonces camina dos... ¡No! ¡Cuatro metros atrás de mí!

– Lo que digas, Marco Polo.

– Y si sigues diciendo nombres tontos, te juro que… – dijo Lynn enseñando su puño.

– Claro, claro, no empieces el día tan enojada que te saldrán arrugas.

Iba a lanzarle otro derechazo o decirle un par de verdades, pero al ver su cara siempre sonriente todo deseo de dejarlo en el hospital se esfumó. Se dijo que no valía la pena ni siquiera enojarse con un chico tan patético, uno que ni siquiera tenía un solo amigo en la escuela. Claro, con su actitud repelía a todo el mundo.

En solo unos cuantos días había conseguido su cometido, era el mejor estudiante de la clase, ese que respondía todas las preguntas que le lanzaban los profesores, el que se sacaba una A en cada prueba y el que siempre era elogiado por sus tareas. Estaba más de decir que la mayoría de sus profesores lo valoraban mucho, pero al contrario, sus compañeros lo detestaban cada vez más.

Siempre estaba solo, leyendo algún libro en los recesos, comiendo solo en la cafetería o simplemente holgazaneando en algún lugar de la biblioteca. No podía entender como una persona podía sentirse tan agusto estando alejado de todos. Para ella que siempre estaba rodeada de amigas y conocidas, para ella que se había crecido en una casa ruidosa y llena de vida, todo esto era un misterio.

"Solo es un nerd raro" se dijo a sí misma al entrar al salón, no tenía sentido seguir pensando en él. Se sentó en la silla y se estiró sobre su pupitre, las peleas matutinas la dejaban cansada y llena de preguntas sin respuestas. Como siempre era la primera en la sala, a no ser por ese tonto que estaba sentado solo a unos pupitres de distancia.

No quería tener que hablarle una vez más, solo deseo que alguna de sus amigas llegara temprano para alejar esa presión extraña que la sola presencia de él ejercía sobre ella. Y como caída del cielo, Margo se asomó por la puerta y entró en la sala, sus plegarias habían sido escuchadas.

– ¡Hola Margo! – le dijo Lynn dando los cinco a su amiga.

– Que onda Lynn, ¿mala mañana?

– Todas las mañanas son malas con ese tonto. – dijo Lynn, mirando a Max de reojo y viendo como escuchaba música con sus auriculares – ¿crees que debería molerlo a golpes?

– ¿Para qué te suspendan todo el semestre? Recuerda que tenemos partidos que jugar.

– Y campeonatos que ganar. – dijo Lynn recuperando su ímpetu – Tienes razón, no vale la pena.

– Pero debes admirar su insistencia. – dijo Margo dándole una pícara sonrisa – Quien sabe, tal vez le gustas.

– ¡QUE! – dijo Lynn casi cayéndose de su silla.

– ¡Nada! ¡Nada! – dijo Margo soltando una risa nerviosa – Oye te tengo muy buenas noticias, te prometo que te alegrarán.

– Eso lo dudo.

– Mira la entrada. – dijo Margo señalando con el pulgar.

Casi saltó de alegría al ver a su amiga Paula Price entrar en el salón de clases, la rubia no había llegado los primeros días de la semana así que se pensó lo peor.

– ¡Paula, ya no tienes tu yeso!

– Lynn, ¿cómo has estado?

– ¡Excelente como siempre! – dijo Lynn mostrando sus bíceps – ¿Lista para unirte a nuestro equipo?

– Claro, te lo prometí cuando jugamos ese partido.

– ¡Genial!

Era una muy buena noticia, con ella a bordo su equipo sería fuerte esta temporada, solo debía enseñarle un truco o dos y la convertiría en una jugadora bastante buena, como lo demostró cuando jugaron para el equipo de Flip "Las vísceras de pavo".

Pasaron un buen rato conversando entre las tres, sin duda tener amigos era lo mejor del mundo. Cuando llegó su profesor Margo se sentó mirando hacia el pizarrón y Paula fue a su pupitre, dejándola sola con sus pensamientos, los que inevitablemente siempre volvían al chico que estaba a solo unos metros de distancia, mirando hacia afuera como si nada, mientras sus cabellos oscuros se mecían con la suave briza del aire acondicionado. Ese día estrenaba su chaqueta oscura, la misma que había usado cuando se presentó ante la clase, ese ridículo día.

Rechinó sus dientes y frunció el ceño al recordar cómo él había quebrado sus expectativas, todo mientras lo veía bostezar y estirarse en su asiento. Y de pronto sus miradas se cruzaron, sorprendida al ser atrapada en el acto alejó su vista del chico, solo para volverlo a mirar como una idiota, y fue en ese momento en que él le regaló una sonrisa, algo cansada, algo triste, una que hizo su corazón latir aún más fuerte.

Se dio un coscorrón y puso su atención en el libro de historia frente a ella. Era jueves, el cuarto día de clases y ya estaba harta de su presencia, esa presencia que la hacía sentir tantas emociones extrañas, no pudo evitar preguntarse qué sería del resto del año, mientras escuchaba la aburrida lectura de su profesor de historia y los minutos pasaban lentamente.

– ...Y así fue como américa venció a la unión soviética. – dijo el maestro en una voz cansada – Hoy tendremos un trabajo en equipo, así que formaremos grupos de a cuatro. Por mientras iré a buscar las fotocopias, recuerden que no quiero peleas mientras estoy fuera, ¿queda claro?

En solo unos segundos ya estaba rodeada por sus dos amigas, juntas harían un trabajo que dejaría boquiabierto al profesor, o al menos eso esperaba, las malas notas ya se estaban acumulando. Margo era bastante lista, y Paula no se quedaba atrás, para ella la historia solo eran bobadas aburridas pero haría el esfuerzo para no dejar a sus amigas todo el trabajo.

– Buenos días queridas compañeras, hola de nuevo Lynn.

Y como en un mal sueño, el chico del cual no dejaba de pensar estaba nuevamente allí, frente a ella y sus amigas. Era obvio que quería ser parte del equipo, pero no lo dejaría cerca de sus amigas, las protegeria de ese tonto que solo pensaba en si mismo y nadie mas.

– ¿Qué haces aquí, tonto? – dijo Lynn, molesta.

– Oh nada, solo les vengo a dar una oferta que no podrán rechazar. – dijo Max sobándose las manos como un mercader avaricioso.

– Piérdete, no necesitamos otro integrante.

– Oh no seas tan aguafiestas Lynn, ustedes son tres y los grupos son de cuatro. – dijo Max contando con su mano – Y no solo eso, en el último examen pusiste que Polonia quedaba en África, pero no, no caigamos en descalificaciones y vamos al grano, mi propuesta, si, un regalo caído del cielo para un grupo como el suyo.

Sus amigas lo miraron con extrañeza, mientras ella solo le fruncía el ceño, esperando que se largara de una vez. Pero el chico al no escuchar ninguna respuesta o siquiera ver el intento de una, continuó con su discurso.

– Veran, soy algo así como un aficionado de la historia, tenerme dentro de su equipo es la mejor opción que podrían tomar.

– Rechazado. – dijo Lynn.

– Estás tomando una decisión emocional. – dijo Max cruzándose de brazos – Digo, tal vez soy un poco molesto…

– ¿Solo un poco? – le dijo Margo.

– Pero tengo buenas intenciones, ¿qué les parece una A+?

– ¡Una A! – dijo Paula sorprendida.

– No. – sentenció Lynn.

Su mueca sonriente dio paso a una de preocupación, era la primera vez que lo veía hacer una cara así, para el genio de la clase las cosas no estaban saliendo del todo bien y eso le dio una pequeña satisfacción.

– Aun así me parece algo tentador, digo, nos falta un integrante y podríamos sacarnos una buena nota con él en el equipo, ¿a que no? – les dijo Paula.

– Puede que sea lo correcto… – dijo Margo, pensativa.

– ¡Absolutamente no! – le espeto Lynn, interrumpiendo a Margo.

– Está bien Lynn, tú ganas. – dijo Margo soltando un suspiro – Lo siento Maximilian, pero no necesitamos a otro integrante.

– Oh está bien… – dijo el chico sonando desanimado – No se preocupen, buscaré a otro grupo.

Captó una mueca de sutil tristeza en su rostro antes de darles la espalda y eso hizo que su corazón se tensara de pronto. No había sido su intención herirlo, tan solo quería proteger a sus amigas, ¿o había otra razón?, bueno, mas bien le daba vergüenza que la vieran junto a él. Tampoco podía soportar sus bromas y estupideces, y si sus amigas se le unían en el juego eso la hubiera dejado furiosa, además podían hacerse la impresión incorrecta de la relación entre ambos. No era su amigo, solo era un chico tonto del monton.

– Se veía un poco triste, ¿crees que hicimos lo correcto Lynn? – le dijo Paula.

– ¡Y a mi que me importa ese tonto!

– Pues cuando los vi en los casilleros… Pense que ambos… Ya sabes, tenían algo.

Roja ante la insinuación de su futura compañera de equipo, Lynn dio un largo respiro, calmando sus emociones antes de aclarar ese malentendido.

– No tenemos nada… Solo lo detesto, eso es todo.

– Dicen que del amor al odio hay un solo paso. – dijo Paula emocionada.

– ¡Te voy a partir la...!

Pero en un rápido movimiento Margo la rodeó con su brazo y le dio un pequeño abrazo, lo que la dejó algo sorprendida.

– ¡Lynn! ¿Qué te parece si elegimos el tema a presentar? Algo de la historia del deporte nos vendría bien, ¡que me dices! – le dijo Margo dándole una palmadita en la cabeza.

– ¿Eh? – dijo Lynn calmada de pronto – Es en tres semanas, pero, si...Claro.

Margo solo soltó otro suspiro y alejó su brazo, su amiga la había salvado de casi herir los sentimientos de Paula como siempre lo hacía cuando alguien la hacía enojar. Debía agradecérselo más tarde.

Después de unos minutos de platica entre las tres, el profesor llegó al salón y les entregó una hoja de papel con tantas preguntas para llenar las dos planas, así que comenzaron a trabajar con premura. Margo leyendo las preguntas en voz alta, ella escribiendo sus primeras respuestas y Paula lista para anotar las conclusiones finales que debatirán entre las tres. Estaba concentrada, ya tenía suficientes malas notas y la primera semana de clases aun no acababa, leyó una y otra vez sus respuestas, mientras por el rabillo del ojo veía un espectro recorrer la sala.

No era otro que Max, el que iba de un grupo a otro haciendo malabares para ser aceptado en alguno de ellos. Pero todo terminaba de la misma forma, el chico siendo rechazado en cada oportunidad, y con cada rechazo su sonrisa desvaneciéndose poco a poco. Lynn no pudo más que sonreír, "eso te pasa por haber hecho ridículo", le dijo para sus adentros y una emoción parecida a la culpa comenzó a germinar en su corazón. "No es mi culpa", se dijo y siguió trabajando.

– ¡Ah rayos! – se dijo Lynn en voz alta.

– Señorita Loud, ¿podría bajar la voz?

– Lo siento, maestro.

¿En qué estaba pensando? Si fue ella misma la que lo corrió del grupo, claro que tenía la culpa. Pero no quería aceptarlo, eso la dejaría como una mala persona y estaba segura de que era de los buenos. Dudas empezaron a nublar su mente, mientras el chico se dirigía al escritorio del maestro para pedir una fotocopia.

– Maximilian, ¿dónde está tu grupo de trabajo? ¿acaso los escondes bajo tu chaqueta?

– No… – dijo Max algo nervioso – Solo he decidido realizar mis funciones de manera autónoma, profesor.

– Eso no lo decides tú, señor Maximiliano. – dijo el profesor, ya molesto – Puedes ser nuevo, pero los chicos que no siguen mis órdenes obtienen una F en esta clase.

– ¡¿F?! J-ja, y-yo… – dijo el chico hablando en voz baja – No he encontrado un grupo, señor Perez.

– O por todos los cielos… – dijo el profesor levantándose de su asiento y dirigiéndose a la clase – ¡Alguien quiere tomar a Max en su equipo!

Ya nadie allí podía ignorar lo que estaba ocurriendo, todas las miradas del salón estaban puestas en Max y su rostro que se ponía colorado. De veras era un espectáculo penoso el ser el único sin grupo, aún más penoso cuando ninguno de sus compañeros alzaba la voz para acogerlo, solo continuaron con lo suyo, ignorándolo. Y ella hizo lo mismo, aun cuando sus amigas la miraban esperando que cambiara de opinión, pero ya había tomado una decisión y ella no se arrepentía de sus decisiones, solo miraba hacia adelante y seguía trabajando.

– Vas a tener que trabajar solo. – dijo el profesor al final.

– ¡Claro que sí! No es como si necesitara un equipo para obtener una buena nota.

– Tu desprecio por el trabajo en equipo es preocupante para alguien de tu edad. Tu nota máxima será una B+ en este trabajo.

– ¡¿Que?! Yo…

– Yo nada, ve a sentarte y toma tu fotocopia.

Tratando de acallar la voz interior que la molestaba, se aboco como nunca al trabajo, incluso para ignorar a sus propias amigas. "No soy una mala persona", se dijo una y mil veces hasta que terminaron el mandado.

Terminaron antes de lo planeado, casi a diez minutos de sobra. Estos los aprovecharon para hablar de los rivales que enfrentarán en el próximo partido a solo dos semanas, pero más que eso hablaron de la exhibición de la tarde. Todo era un plan de su tonta capitana para atraer nuevas miembros al equipo de basketball, el que había sufrido por la partida de las jugadoras mayores. No era una mala idea, pero no se le había ocurrido a ella, por eso no le gustaba.

– Entonces yo me encargo de demostrar los tiros bajo la canasta y tu de los tres puntos. – le dijo Margo.

– Pan comido, mis tiros son perfectos.

Como esperando una contra, miro de reojo al chico a tres pupitres de distancia, estaba atareado escribiendo a toda velocidad con su mano izquierda. Molesto, y bastante preocupado por el trabajo que se le hacía interminable. "No es tu culpa, Lynn. Él se lo busco" se dijo a sí misma, mientras sonaba el timbre de receso.

– ¡Tiempo! Entreguen sus papeles.

Las tres caminaron hasta el escritorio del maestro y dejaron su papel con todas las respuestas, luego volvieron a sus asientos para prepararse para ir a su próxima clase, en ese intertanto no pudo evitar escuchar la conversación entre Max y el profesor.

– ...No pude terminar a tiempo. – dijo Max en una vocecilla.

– Entonces te quedaras conmigo para terminarlo en el salón de maestros, tendrás que decirle adiós a tu almuerzo.

– ...Si profesor. – dijo Max, desalentado.

– Para la proxima procura hacer al menos un amigo, en mi clase no hay lugar para los inadaptados.

Ese pequeño comentario causó la risa de toda la clase, a excepción de Max, el que los veía realmente molesto. Era su costumbre el siempre unirse a las risas de sus compañeros, pero a esa burla no le encontró ni una pizca de gracia, más bien la hizo sentirse aún peor consigo misma. Por primera vez sintió lastima por el chico solitario, que se la pasaba viendo el jardín desde la ventana.

– Bien hecho Lynn. – dijo Margo en voz baja.

– ¿Qué dijiste? – dijo Lynn extrañada.

– Nada Lynn. – dijo Paula tratando de calmar la situación – Ahora vamos a la clase de química.


Ya las clases habían terminado, solo quedaba ella, su equipo y una multitud de invitados en esa gran cancha de baloncesto. Respiro el aire y sonrió al sentir el aroma a madera recién encerada, estaba en casa, después de una largas vacaciones por fin estaba en casa.

Era su hora de brillar, la hora de demostrarle a todo su equipo el por que ella debía ser la capitana y no la tonta de Taylor; la chica rebelde, la cruel monarca del equipo de baloncesto, respetada por algunos pero temida por todos. La que se había ganado el puesto de capitana solo por su personalidad fuerte y su acérrima disciplina en el campo de juego. Estaba de más decir que entre ambas sólo existía desprecio mutuo, ambas querían ser la estrella del equipo, ambas querían la atención de ser la número uno.

Ambas se consideraban las mejores del equipo, Lynn con sus tiros precisos, sus pases rápidos y su acérrima defensa, y Taylor con su velocidad para recorrer la cancha, sus numerosos rebotes y sus batallas bajo el aro. Cada una era buena en su área de especialidad, cada una se creía más vital que la otra, lo que causaba más de una pelea entre ambas. Especialmente después de lo que pasó en su último partido del año pasado.

– ¡Lynn! Tu te encargas de los tres tiros. – le dijo Taylor – Y ruega por tu vida si fallas alguno.

– Ya deja de ladrar "capitana", a diferencia tuya, yo no pierdo mis tres puntos.

– ¡¿Quieres decir algo con esa tonta?!

– O claro, que apestas cuando la presión está sobre ti, como el año pasado...

Eso fue suficiente para que Taylos soltara el balón y la levantara del piso por las solapas de su remera. Mientras ella solo le sonreía, disfrutando antes de tiempo las palabras que estaba a punto de pronunciar.

– Vaya capitana, golpeando a uno de sus jugadores, ¿que dirá la entrenadora cuando lo sepa?

Y la abusona abrió los ojos sorprendida y la soltó de inmediato, mirando hacia la banca a su entrenadora que la veía con reprobación. Molesta la miro nuevamente, y la sonrisa de Lynn se hizo más pronunciada.

– Uno de estos días… Ya verás, apestosa.

– Lo mismo digo, uno de estos días seré YO la capitana.

– Pues esperate a crecer unos cuantos centímetros, chaparra.

– ¡¿Qué me dijiste?!

– Chaparra, chaparra, chaparra... – le dijo Taylor repitiendo el insulto divertida.

Esta vez fue ella la que la tomó de la remera, y no se detendría, le daría una zurra que la abusona de la escuela no olvidaría. Taylor le devolvió sus mismas palabras, pero le importaba un comino la entrenadora, todo con tal de romperle la cara a esa desgraciada. O al menos ese era el plan hasta que un balón le pegó de lleno en la nuca, haciendo que se mordiera la lengua en el proceso. Lentamente miro hacia atras y le dio una mirada asesina al culpable, alli solo estaba el tonto Max que la saludaba con la mano en alto, frente a la multitud de espectadores.

– Ay se me resbaló el balón. – dijo el chico de manera inocente.

Soltó a la tonta de su agarre y fue directamente a plantarse frente a él. Era más alto, pero no le tenía miedo, se había peleado con tipos más duros y los había hecho llorar por su mami. Con cada paso el recuerdo del chico solitario, siendo excluido por todos se repitió en su mente y con ello ese tonto sentimiento de culpa, finalmente cuando estuvieron frente a frente, solo se sentía un poco molesta.

– ¡¿Qué demonios haces aquí?!

– Por culpa de "alguien" obtuve una B+ – dijo Max rascándose la cabeza – Era mi deber ante ese "alguien" el echarle porras en su equipo de baloncesto.

– Pues ese "alguien" quiere que te largues de aquí. – dijo Lynn soltando el balón y cruzándose de brazos – Y no necesito tus porras, de hecho, no necesito absolutamente nada de ti.

– ¿Esa es tu manera de pedirme disculpas? – dijo Max fingiendo sorpresa – Pero no te preocupes, tu culpa quedó atenuada por el balonazo que te di en la cabeza.

– ¡Ahora veras!

– Tu entrenadora. – le dijo Max casi al oído – Te está mirando desde la banca.

Miro hacia atrás y como se lo había dicho Max, su entrenadora la veía con una cara de molestia, esperando que hiciera el ridículo para sacarla del equipo de una vez por todas. Trago saliva y nuevamente encaró a su molesto compañero.

– Justamente te lance ese balón para que no la golpearas.

– Así que estás de su lado, eres un pedazo de…

– No tonta, para que no te corrieran del equipo. – dijo Max interrumpiendola – Lynn, si que eres densa.

Abrió los ojos y su mandíbula casi cayó al piso, no lo entendía, realmente no entendía por qué ese chico que decía odiar la amistad la había ayudado a enfriar su cabeza justo cuando casi cometió una estupidez. Bajo la mirada avergonzada, ¿merecía eso después de haberlo corrido de su grupo de trabajo?, no, claro que no, pero de todas formas no se disculparia.

– Esta bien que quieras defenderte de esa abusona, pero es tu compañera de equipo, las cosas irán muy mal este año si siguen con esas peleas.

– Y a ti que te importa, ni siquiera juegas baloncesto.

– Es mi consejo como ex jugador estrella de mi equipo. – dijo Max hinchando el pecho.

– Estrella y un comino, de seguro te la pasabas en la banca.

Max abrió su boca para defenderse, pero solo terminó cerrandola y quedándose mudo de pronto. Su mano derecha comenzó a jugar con el cierre de su chaqueta, de manera nerviosa comenzó a mirar las lámparas arriba de su cabeza, deseando salir de un aprieto en que se había metido sin querer.

Era obvio, estaba escondiendo algo sumamente importante, algo que tenía que ver con su misterioso pasado. Estaba bastante interesada en escuchar sus razones, tanto así como para dejar atrás su orgullo y preguntarle directamente.

– Y…¿Por qué dejaste de jugar? – dijo Lynn.

– Mi contrato con la NBA venció hace seis meses, aun estoy esperando un equipo que me acepte.

Le pegó un fuerte puntapié en la pantorrilla cuando escucho otra de sus tontas bromas. "Tonto mentiroso", penso para si misma.

– ¡Ouch, oye eso fue demasiado! – dijo Max sobándose la pierna.

– Vamos Lynn no seas tan rabiosa. – dijo Margo.

– ¡Oye!

– Gracias por venirnos a apoyar, Maximilian. – dijo Margo no haciéndole caso a Lynn – Este año ganaremos la estatal así que contamos con tu asistencia a los partidos.

– ¡Claro que sí! Mientras más sean mejor. – dijo Paula – Mi nombre es Paula Price, un gusto en conocerte.

– Price me recuerdas a ese personaje…

La faz del chico cambio, puso su mano en su boca fingiendo tener un largo mostacho y le habló con una voz grave,

– ¡Ghost, responde! ¡Este es Price! ¡No confíes en Shepard! – dijo Max hablando con un acento britanico.

Paula quedó con la boca abierta no entendiendo que estaba pasando, Margo solo se rió de él y ella levantó su balón solo para apretarlo con fuerza, casi reventandolo con sus uñas. Ahora recordaba por que lo detestaba, siempre haciendo el ridículo y tomando todo como un juego, sentía vergüenza ser vista con él, especialmente cuando estaba con sus amigas.

– Oh lo siento, tu nombre me recordó al personaje de un videojuego, es bastante bueno, se llama...

– Paula, Margo vayan a sus lugares, la exhibición está por comenzar. – les gritó Taylor desde el otro lado de la cancha.

– Está bien, un gusto en conocerte Maximilian.

– Te veo luego Max.

– Comenzaremos con la exhibición de nuestro club de baloncesto, el que fue fundado el año… – dijo la voz del narrador por los altoparlantes.

Pero aún peor, odiaba sus mentiras, siempre escondiéndose detrás de alguna sonrisa falsa o una tonta broma antes de decirle la verdad. Como hace solo segundos, la tomo por tonta cuando le pregunto algo sumamente serio. Chistó la lengua y pego un pisotón en la cancha, ahora estaba de mal humor, sería mejor alejarse si no quería empeorar las cosas entre ambos.

– Siempre arruinas la diversión, Lynn la aguafiestas. – le dijo Max en un tono divertido.

– Y tu siempre me pones en ridículo.

– ¿Ridículo? De que estas…

– Nada, solo alejate de mi, no quiero que me vean con el chico que da lastima.

– Lástima… – dijo Max en voz baja.

Su corazón de nuevo se tenso, al verlo hacer una expresión nueva en él, ¿vergüenza, miedo, derrota? eran las primeras cosas que se le venían a la mente cuando lo miraba allí parado frente a la multitud de estudiantes a sus espaldas. No quería tener que sentir esas emociones en ese momento, no cuando tenía una tarea bastante importante frente a ella.

– Sabes, no vine precisamente a verte encestar, claro esa era una de las razones pero no la principal...

– ¡¿Entonces porqué estás aquí?! Solo para burlarte de mi de seguro. – dijo Lynn en un tono firme.

– ¡Claro que no! Yo…

Y el chico sacó un sobre verde agua de su chaqueta, con un diseño bastante lindo de dos palomas sosteniendo una rama de olivo. Él lo apretaba fuerte con su mano izquierda, como dudando de lo que estaba a punto de hacer. El verlo tan frágil, tan tímido de pronto hizo que su corazón latiera con más fuerza. "¡No quiero esto, no ahora!", se dijo con fuerza y agitó su cabeza de lado a lado.

– Si no estas aqui para ver o jugar, tan solo vete. Me molestas.

– Y sin más preámbulos, Lynn les demostrará por qué la llaman "la reina de los tres puntos" – dijo la voz del narrador.

Le dio la espalda al chico que la miraba de manera frágil y se acercó al punto de lanzamiento. Puso su atención en el aro de baloncesto, ese día se luciría frente a todos sus compañeros de equipo y los recién llegados. Debía mostrar dominancia y no fallar ningún tiro, solo pensarlo le hacía temblar un poco, pero estaba acostumbrada, pues era Lynn Loud, la chica destinada a ser la número uno.

Además, él estará allí viéndola, seguramente quedaría con la boca abierta al verla encestar los diez tiros. No, más bien se la cerraría con su talento, por alguna razón quería demostrarle precisamente a ese chico que ella era buena, que ella era la mejor. A quién quería engañar, quería que alguien como él la alentara. Esa pequeña realización la hizo sentir mejor, un cálido sentimiento recorrió todo su ser, el imaginarse a Max desde las gradas gritando su nombre la hizo sonreír.

El balón salió de sus manos y entró justo en la canasta, en medio del bullicio y de los espectadores que gritaban su nombre. Lo había hecho, algo tan simple para cualquiera, pero especial para ella, había vuelto a casa y esta vez iría por el oro. Quedaban nueve oportunidades para demostrarle su fortaleza.

– ¡Ja, viste eso! – dijo Lynn mirando hacia atrás.

Pero el chico extraño ya no estaba allí, se había ido para dejarla sola ante esa multitud que seguía coreando su nombre.