Capítulo 3. Pulseada.

-¡La niebla se los llevó! ¡Se los juro! ¡La niebla se los llevó, y el bosque se los tragó! – gritó fuera de sí el hombre quien, con los ojos desorbitados y totalmente pálido respiraba agitadamente.

-Pero qué desvarío es este… ¿acaso estuviste bebiendo nuevamente alcohol industrial, maldito borracho? –le espetó el tendero, con quien tenía ya una abultada deuda en su almacén.

-Yo creo que este imbécil está mintiendo, sólo una excusa para no pagar por todo el licor que le debe a cuanta cantina existente por la región –dijo fastidiado otro de los concurrentes de la reunión.

Uno de los hombres quien era Erwin se levantó desde su asiento, dirigiéndose al grupo allí reunido:

-Oigan… Kevin podrá ser un idiota, un imbécil, un adicto… lo que ustedes quieran, pero un mentiroso, jamás. Lo conozco demasiado bien. No sería capaz de mentirme. Ahora -dijo dirigiéndose al aterrorizado Kevin- dime exactamente lo que pasó.

-¡Ya se los dije! ¡La neblina! ¡Un espíritu demoníaco!– Siguió balbuceando el hombre, su cuerpo temblaba por completo- ¡los destrozó… como a animales!

-¿Destrozar? Esto ya se está saliendo de control… ustedes dijeron que lo encontraron escondido en una oquedad del tronco de un árbol, ¿qué tal si él fue quien en realidad cometió lo que al parecer es un asesinato y al ser sorprendido se escondió e inventó toda esta historia? Deberíamos sacarle la verdad a golpes –dijo tenso y con enfado otro de los concurrentes.

-No sacarás nada con eso… sólo míralo el estado en que está. Lo más adecuado es planificar ahora y ya una batida de reconocimiento, una patrulla exploratoria –intervino Rooke. -Ya es pasado mediodía, mientras más rápido hagamos esto, mayor posibilidad tenemos de encontrarlos. Pero vayamos armados.

-Cuenta con eso, querida… -afirmó Rand, mientras le mostraba una de las armas que había traído consigo y se la arrojaba para que la atrape.

-Siempre tan previsor –le guiñó Rooke. Pues pongámonos en marcha. Por cualquier cosa no olvides llevar tu rifle láser también. Kevin, tú nos acompañas.

-¡Nooooo! ¡No quiero volver! ¡Cualquier cosa menos eso! –vociferó descontroladamente, al tiempo que se encogía en posición fetal, abrazándose a sí mismo.

Rooke tomó con ambas manos fuertemente de la camiseta y solapas de la chaqueta al hombre, y mirándolo fijamente le habló:

-Escucha, y escúchame bien: sólo tú sabes qué demonios ha ocurrido, y dónde en realidad puede estar Jenny y los niños. Si no colaboras, esto se pondrá peor… porque estás ahora quedando como sospechoso de un potencial asesinato.

Él no tenía otra alternativa, por consecuencia de a poco comenzó a calmarse y accedió a acompañarlos y guiarlos hasta el lugar de los hechos, bosque adentro. Kevin era sólo uno más de los escasos seres humanos que poblaban la región, llegado de otras tierras donde el conflicto con los invid ya llegaba a su fase final y éstos después se retiraron del lugar para ir a defender la colmena principal donde estaba la Regis. Tenía un pasado turbio, pues si bien eran pocos los humanos que quedaban después de 3 devastadoras guerras, esos pocos tenían una tremenda movilidad y se desplazaban constantemente, conociéndose gran parte en su periplo unos con otros… y se rumoreaba que él fue un colaboracionista con los invid, ayudándolos en la captura de los disidentes por lo cual ese rumor le generó una mala fama cundiendo la desconfianza entre las personas que habitaban la zona. Lo que sí era cierto era su afición, su amor al licor que más de un problema le había generado.

-Después de todo esto, debemos ver qué pasó con Eric. Pues al llegar a su casa él no estaba y por lo que pude ver salió apresuradamente, como si algo hubiese llamado su atención. Seguí su rastro pero después no le pude seguir la pista. Así que Rand, podrías ser de utilidad en la búsqueda –terminó de agregar Erwin.

-Claro, no hay problema –confirmó el pelirrojo.

Se armó un grupo de 7 personas que partieron a peinar la zona en búsqueda de la maestra y los niños. Componían ese grupo Rand, Rooke, Erwin, Bruno, Jerome, quien fue ex soldado de telecomunicaciones que llegó con la Flota Expedicionaria, y Denis, un ex piloto usuario de los novedosos cazas con tecnología sombra, invisibles a emisiones de protocultura. Y Kevin por supuesto quien, aterrado a poco menos que a empujones lo hacían avanzar. Llegaron hasta donde se encontraba el jeep el cual se encontraba en el mismo sitio sin mayores cambios, y se internaron en el bosque. Ya era media tarde, el sol ya no entraba con la suficiente intensidad lumínica, dándole un aspecto algo lúgubre. La temperatura debido a la humedad relativa del aire estaba elevada, con esa sensación desagradable de sentir el cuerpo pegajoso y salobre. Avanzaron entre los bambúes sin encontrar nada sospechoso, hasta llegar al sitio donde encontraron a Kevin. Ese sitio seguía inalterado, donde sólo las huellas de ellos estaban presentes.

Siguieron camino con los sentidos aguzados, atentos a cada ruido y movimiento que se presente. Las aves se encontraban en la parte más alta de los arboles bajo la sombra de los alerces, algo de brisa se había levantado, ejerciendo un efecto de renovación del aire a ras de tierra, haciendo circular el aire viciado que se había acumulado hasta ese momento. A los lejos se escuchaba un incesante golpeteo como de un taladro, mismo ruido que de repente se escuchó cerca de los expedicionarios, quienes inquietos prepararon sus armas.

-Golpean… es un carpintero negro –dijo serenamente Rand, señalando hacia arriba, hacia los troncos de los gigantescos alerces. En efecto: el ave, completamente negra, con una banda blanca en el costado a la altura de las alas, y su cabeza rojo carmesí como el fuego con un largo penacho semicurvo en su coronilla del mismo color, se encontraba en plena faena picoteando la dura corteza, descascarando de paso su superficie para obtener su alimento a base de larvas que atacaban a los árboles. Nada fuera de lo común, a excepción que estas aves tenían el tamaño de un cóndor andino, con un tamaño de un metro de altura, un metro y medio de longitud desde el pico hasta la punta de la cola y unos generosos 3 metros y medio de envergadura alar. Su pico recto y fuerte tenía unos 25 centímetros de largo, lo suficiente para trabajar en esa agotadora tarea y así construir un profundo y espacioso nido donde perfectamente podría caber un hombre semi agachado en posición fetal. Esa ave como tantos otros animales, evolucionaron a ese tamaño debido a la radiación y la revitalización de la Tierra tras la retirada de los invid, de manera que el gigantismo era sólo unos de los aspectos que la naturaleza usó para que los animales y algunos insectos se adaptaran al entorno.

-Uuuf… mala pasada nos jugó ese pajarraco –dijo Rooke algo fastidiada. –Aún con tanto tiempo viviendo por la zona no me acostumbro.

-Silencio… sigamos moviéndonos –la interrumpió Erwin. –Los realmente peligrosos son los pájaros pequeños… muy pequeños. Gente, manténganse juntos.

Se internaron entre los helechos, con sus hojas a modo de quitasol de unos 4 metros de diámetro, cuando Bruno, quien iba a un costado del resto de la expedición, no pudo evitar hacer un gesto de náusea y repugnancia.

-¿Qué ocurre? –preguntaron los otros acompañantes.

Bruno hizo un ademán con la cabeza hacia los restos de un tronco podrido, y Rooke se dirigió hacia allí. Girándose de lo que vio, con la boca tapada con una mano boca sólo alcanzó a avanzar un par de metros, y vomitó. El resto se acercó hacia esa zona y lo que encontraron fueron unos restos, con un enjambre de moscas que volaban a su alrededor y posadas sobre lo que al parecer eran vísceras, inmersas en un charco de sangre… no podía identificar de qué o a quién pertenecerían, a excepción de un detalle: no eran todas iguales por lo cual no podría ser de un solo individuo. Por la temperatura ya habían comenzado a descomponerse, inundando el ambiente con una fetidez insoportable.

-Esto ya no me está gustando nada –dijo tensamente Erwin. –A la menor señal de hostilidad, disparen si reparos.

Asintieron todos con la cabeza, pero Kevin de nuevo comenzó a descompensarse, siendo presa de una crisis que fue interpretada como señal de que se estaban acercando al lugar de los hechos que ese aterrorizado hombre pudo ver, pero no interpretar. Como pudieron lo tranquilizaron, de manera que extremaron aún más las precauciones. La temperatura ambiental en algo había bajado, pero seguía siendo molesta esa sensación de ahogo, como si estuviesen inmersos en un baño turco, peor aún con los restos descompuestos que hallaron que inundaba todo con ese nauseabundo olor. Rand iba esta vez a la cabeza dando aviso con ademanes de lo que iba detectando y así descartar abrir fuego innecesariamente, cuidando de esa forma el factor sorpresa. Hasta que finalmente llegaron a un pequeño claro donde algo de hierba había sido aplastada… había presencia de grandes manchas de sangre que teñía las hojas y la propia tierra. Rand se agachó para palpar y recoger algo de esa sangre sobre las hojas.

-Aún está algo fresca- dijo seriamente Rand –pero no hay más señales. Si fuese un animal o bien una manada o jauría de ellos, habrían dejado un rastro con sus huellas, o bien una marca de olor para delimitar su territorio.

-¿Idea de a qué nos enfrentamos, Rand? –preguntó Bruno.

-No… y esa situación es muy peligrosa –sombríamente le contestó. Pensaba y pensaba, qué o quién demonios pudo haber desatado todo esto. No recordaba haber enfrentado nada parecido, ni haberle escuchado a su difunto padre alguna historia similar. Para completar el grotesco cuadro, los mosquitos estaban molestando demasiado, y trataba en vano de espantarlos con su mano y sumado a la alta temperatura más se le dificultaba hilvanar alguna conclusión al sudar copiosamente. Se secó la frente con el dorso de la mano y se incorporó para dirigirse a sus compañeros. Fue cuando Bruno le dijo notar con voz vacilante:

-Rand… tienes algo de sangre en tu frente.

-¡Rayos, no me digas que me manché con la sangre que tomé del suelo con los dedos!

-No… también está en el cabello sobre la frente… y te está escurriendo por el costado de tu patilla izquierda.

Rand pasó su mano por el costado de su cara y efectivamente había un rastro, Rooke se le acercó frente a él para inspeccionar su cabeza pues creía que se había cortado el cuero cabelludo con alguna de las hojas del bambú con que se toparon en el camino pero no había ninguna lesión. Estaba recorriéndole los cabellos buscando, cuando sintió algo húmedo que estaba cayendo en el dorso de su mano, ella alzó la mirada hacia arriba y… sus ojos azules se abrieron desmesuradamente llenándose de terror, y con ambas manos se tapó la boca para reprimir un grito de horror. Rand alzó la vista hacia donde miraba la rubia y el resto de los presentes hicieron lo mismo. En lo alto sobre sus cabezas a unos 6 metros, atados con una liana hacia una gruesa rama que se desprendía de un voluminoso tronco de un roble, se hallaban 3 sanguinolentos cuerpos colgados de los pies cabeza abajo: uno grande y dos pequeños… estaban sin ropa, meciéndose al vaivén de la brisa.

-¡Bájenlos, bájenlos ya! –exclamó Erwin. Subieron escalando ramas paralelas y enredaderas asociadas a los troncos hasta llegar a la liana que los sostenía, cortándola y bajando con cuidado el macabro hallazgo. Se les había destazado, sacando por conclusión que las vísceras que vieron anteriormente correspondían a esos cadáveres. Sangraban profusamente por toda su superficie debido a que fueron completamente desollados, desde los tobillos hasta las muñecas de las manos. Incluso la piel de cuello, el rostro y el cuero cabelludo completo fue retirado, proceso completo que fue hecho con precisión quirúrgica quedando la musculatura y ligamentos de la cabeza pegadas al cráneo como si se hubiera pelado una naranja, al igual que todo el resto del cuerpo. Una pequeña cadena de oro aún pendía de uno de los tobillos del cadáver mayor y tenía grabado un pequeño tatuaje del tamaño de una uña en el dorso de la mano derecha. Eso bastó para reconocer el cuerpo. Era Jenny. Le faltaban también sus senos, que fueron extirpados de un limpio y único corte. Por lógica los otros dos cuerpos eran de los niños que la acompañaban.

-Dios santo… qué tipo de maldito enfermo pudo haber hecho esto –dijo con la garganta apretada Bruno.

Fue en ese instante, que el pobre Kevin no pudo más… comenzó a gritar enloquecido frente al horrible panorama descubierto, los hombre quisieron contenerlo pero él, descontrolado, comenzó a forcejear contra ellos hasta que finalmente de un golpe de puño y un empujón se liberó de ellos y salió corriendo de ese lugar, pero lo hizo en dirección contraria de donde habían llegado, internándose aún más en el bosque.

-¡Kevin, grandísimo idiota vas en dirección equivocada! –gritó Erwin quien se lanzó en su persecución y a la saga de él iba Rand.

El pobre infeliz avanzaba entre los helechos, arbustos y cañas de bambú sin importar si las hojas de éste le cortaran o le arañaran los brazos o bien la cara, más podía su miedo de quedarse un minuto más en ese infierno verde, con una respiración más agitada a cada paso que daba y sus ropas ya se encontraban rasgadas por las zarzamoras que le obstaculizaron su avance. Le estaba sacando una buena ventaja a Erwin, quien de a poco se estaba rezagando, mientras que con machete en mano se abría paso ante cualquier inoportuna rama espinosa que le cerrara el paso, sólo escuchaba la agitaba respiración de Kevin a la distancia entre los helechos, respiración que fue interrumpida por un largo alarido que quedó haciendo eco por tres veces más… Erwin y Rand apresuraron el paso para finalmente encontrarlo tendido en el suelo boca abajo, inmerso en un charco de sangre que brotaba profusamente de su cuerpo acompañado de pequeñas convulsiones en sus piernas. Rand lo giró y pudo ver su rostro desfigurado con una mueca de terror, los ojos extremadamente abiertos, sus pupilas totalmente dilatadas. Estaba muerto. Una profunda perforación a la altura de la boca del estómago y en el costado derecho del cuello fue lo que dio fin a su vida.

-Fue un corte limpio –dijo Erwin –el corte en la boca del estómago lo atravesó diagonalmente hacia arriba hasta cercenar la arteria pulmonar… eso lo hizo colapsar y acallar. El corte en el cuello fue sólo un seguro.

-Como si fuese un asesino profesional. ¿Será alguna clase de sicópata quien esté haciendo esto? –Preguntó Rand –Tal vez… ¿un soldado?

-Es probable. Son cortes muy precisos. Yo, aparte de haber sido soldado, fui técnico paramédico de las tropas y participé en innumerables intervenciones quirúrgicas. Por eso sé de lo que hablo.

Mientras hablaba Erwin, Rand con el rabillo del ojo vio una silueta desdibujada, nebulosa, como un bulto deslizándose lentamente entre las ramas a unos veinte metros de distancia. Su instinto le dictó en milisegundos el desenfundar su arma y disparar al sentir que su vida peligraba, al tiempo que empujaba a Erwin quien estaba dando la espalda hacia la dirección del disparo. Una perturbación y leve movimiento de las ramas próximas se alcanzó a ver mientras Rand seguía disparando mientras Erwin se preparaba para con su rifle apuntar hacia donde Rand dirigía sus tiros, pero lo hacía a ciegas sólo saturando el área. Ante ese despliegue de fuego, todo el resto de los expedicionarios se apresuraron en llegar para dar apoyo.

-¿Dieron con el responsable de todo esto? –preguntó con voz agitada Bruno al llegar corriendo hacia el lugar del tiroteo.

-Sí y no –dijo Rand. Había "algo", entre los árboles que sigilosamente se acercaba a Erwin a su espalda. No pude distinguir quién o qué era. Sólo una cosa te puedo decir: siempre le he hecho caso a mi instinto y esa cosa, lo que sea, sentí que iba a atacarnos. Como si fuésemos… una suerte de presa.

-¿También te estás desquiciando? –dijo Denis, quien miraba los impactos de los rifles láser en los árboles y después el cadáver de Kevin.

-En absoluto. Lo que Kevin describió, fue exactamente lo que alcancé a notar. Y hasta donde yo sé y vi, él no mintió. Sólo que él no pudo interpretar de manera adecuada lo que experimentó, eso por su vicio que lo aquejaba. Una cosa te puedo decir: el responsable de todo esto no es un animal. Eso te lo puede confirmar Erwin.

-No discutan –intervino Bruno –debemos armar un campamento pues falta una hora para que anochezca. Pero no en el bosque. Es de alto riesgo el permanecer aquí dentro por lo tanto lo haremos en el camino donde está el jeep. Montaremos guardia y mañana a primera hora nos marchamos para darles digna sepultura a nuestros compañeros. Vamos, andando.

-Informaré por radio de todo lo que está pasando y nuestra llegada en la mañana –agregó Jerome.- Sugiero también que montemos dispositivos de detección de movimiento cubriendo un amplio perímetro del campamento y evitar desagradables sorpresas.

-Buena idea –confirmó Bruno.

Con las armas en guardia la mitad del grupo, la otra mitad construyó unas camillas artesanales, donde colocaron los cuerpos cuidadosamente envueltos en frondas de helechos y procedieron a salir de allí hasta la orilla de la ruta. Al llegar al camino ya estaba oscureciendo, así que se apresuraron en montar el campamento, mientras unos levantaban la carpa de campaña, otros colocaron estratégicamente entre las grietas de la corteza de los árboles sensores de movimiento que automáticamente encenderían un juego de luces cuando se cruzaba el perímetro que trazaron a un radio de 50 metros del campamento. Esos dispositivos estaban orientados cubriendo los 4 puntos cardinales, cada sensor tenía también anexada una señal sonora distinta, para de esa manera identificar desde qué dirección venía la amenaza y así al mismo tiempo encender todas las luces e impedir la huida por otros flancos.

La noche estaba calurosa y despejada, pero iba refrescando de a poco a medida que pasaban las horas, mientras la brisa mecía delicadamente las ramas de los árboles. Ranas de todos los tipos inundaban el ambiente con el croar en coro que hacían, junto con los grillos que aprovechaban los momentos de silencio. Luciérnagas volaban a media altura, iluminando intermitentemente el espacio como pequeñas estrellas de un fosforescente verde el entorno, donde algunas de ellas a veces se acercaban de manera suicida a la fogata, ardiendo al instante y a medida que avanzaba la hora esos puntos lumínicos verdosos descendían a la tierra donde aún titilaban a regulares intervalos mientras se emparejaban. Mariposas nocturnas y polillas giraban en torno a la fogata cuidando de no correr el mismo destino de sus otros compañeros nocturnos. El cuadro se diría que era muy idílico, pero nada más alejado de la realidad… teniendo en cuenta que algo había allí afuera… algo carente de humanidad y que los tenía en la mira. Ya era bien entrada la madrugada, tocó cambio de guardia mientras el resto dormía, más eso si con sus armas a su lado bajo la almohada.

-Y bien… ¿Qué habrá sido de Eric? –preguntó Rand a Erwin mientras ambos hacían la guardia.

-Eso es lo que averiguaremos apenas llevemos los cuerpos al villorrio. Y quien sea el responsable de esta abominación, lamentará haber nacido… –dijo Erwin quien en su voz destilaba una cólera que crecía a cada segundo– Esos niños, eran unos inocentes… no merecían morir, al igual que Jenny… nunca hizo daño a nadie. Kevin tampoco merecía terminar sus días de esa manera… independiente de lo que haya hecho en el pasado.

-Tienes razón… pero hay algo de todo esto que me hace eco en la mente… no lo logro recordar bien. Sé que nunca viví una situación parecida, pero un detalle de esto me hace sentir algo… algo así… como un dejá vu –meditó Rand, mientras miraba las llamas de la fogata. Esperemos que tu amigo Eric no le haya pasado nada.

-Ja… él es un tipo al que nada ni nadie lo amedrenta. Si alguien le haría frente, debería ser un tipo con huevos… un gran par de huevos. Pues si llegase a pelear en serio, sólo uno queda en pie. Y sería Eric –comentó con cierta sonrisa malévola Erwin. –Recuerda lo que te dije sobre su ascendencia.

Apenas terminó de hablar, se escuchó una de las alarmas, orientada hacia el norte, con el consecuente encendido de todas las luces. Ambos hombres se pararon rápidamente y apuntaron las armas láser hacia esa dirección, alcanzando a ver una desdibujada silueta que se mezclaba con las hojas de los árboles

-¡Fuego graneado! –Exclamó Erwin –activaron sus lásers disparando con todo, mientras el resto ante esa voz de aviso, se parapetaron tras sus motociclones y comenzaron a disparar. Fue cuando de repente, una esfera luminosa apareció desde la dirección como del disparo de un arma de gran poder de fuego.

–Esa maldita cosa está usando las ramas gruesas y enredaderas en los troncos de los alerces para moverse –dijo Rand, al tiempo que el disparo antes visto impactó de lleno en una de las luces de vigilancia. Y otros 3 disparos fueron ejecutados los que dieron en las restantes 3 luces, dejando todo el sitio a oscuras, a excepción del danzante fulgor de la fogata, que proyectaba las sombras de los defensores. En medio de este corto periodo de penumbra y confusión, se escuchó:

-¡Enciendan las luces auxiliares de sus armas! ¡No pierdan la calma!–exclamó Bruno, mientras activaba la propia luz de su rifle.

Al tener nuevamente luz, enfocaron sus linternas hacia las lámparas rotas cuyos restos aun humeaban por los impactos recibidos, y hacia la zona de dónde provino el ataque. Nada pudieron ver, nadie había quedado herido de gravedad por el momento. Sólo Denis quien fue alcanzado en el costado de su cara por las esquirlas de vidrio de una de las destruidas lámparas, el resto sólo tenía magulladuras en los brazos.

-Es demasiado extraño todo esto. Es como si estuvieran jugando con nosotros. Un siniestro y macabro juego del gato y del ratón -murmuró Rand.

-¡Chicos, vengan a ver esto! –gritó Jerome, totalmente perplejo.

Apresuradamente se acercaron a donde estaba Jerome. Los ojos de todos los presentes no podían dar crédito a lo que veían. O mejor dicho a lo que no podían ver. Pues en la parte trasera del jeep, en su carrocería donde estaban depositados los 4 cadáveres encontrados, faltaba precisamente un cuerpo: era el de Kevin.

Continuará...