Dubai, Emiratos Árabes Unidos.
Los tres futbolistas se encontraban reunidos en la habitación otorgada al Kaiser de Alemania. Sho miraba a Levin y a Karl, Stefan lo miraba a Sho y al alemán y él simplemente mantenía su mirada gacha. ¿Realmente once meses de relación tirados a la basura podrían afectarle en algo a un joven tan célebre y exitoso como él?
-Probablemente esa chica tenga razón y debamos hablar sobre el asunto.- Sho rompió el silencio.
-¿Hay algo que no nos hayas mencionado?- Quiso saber Stefan, por lo que Karl suspiró.
-Supongo que no tengo opción.- Sonrió débilmente, mirándolos al fin. -Ustedes... Ustedes conocieron a Tatudna.
-Sí, lo hicimos. La llevaste en algunas ocasiones al entrenamiento, ¿recuerdas?- Dijo Sho con cierta ironía, pues hasta hace algunas fechas era normal ver a la novia del Kaiser en sus entrenamientos del Bayern Munich.
-Ciertamente me extrañó el no verla más.- Comentó el sueco. -Realmente hacían una buena pareja.
Sho le encajó un codazo.
-¿Qué no ves que está compartiendo algo triste sobre su relación acabada y tú le dices "hacían una buena pareja"?- El chino lo imitó, agudizando su voz. Karl rió.
-No importa, realmente la hacíamos, estaba seguro de eso.- Sonrió.
-Karl... ¿todo esto es para decirnos el porqué se separaron?- Quiso saber Stefan. El alemán se puso serio y asintió.
-Resulta que Tatudna Morislov no solo estaba conmigo.- Soltó, con una sonrisa ligera, intentando no verse corrompido por ello. -Ella, al parecer, estaba comprometida en Rusia, y su estancia en Alemania era por meros asuntos laborales.
-Es un chiste.- Dijo Sho, soltando la risa. La seriedad del Kaiser le indicó lo contrario. -Oh, y ¿cómo te enteraste?
-¿Recuerdan que les dije que ella tendría trabajo en Berlín y que no la verían por unos días?- Preguntó. Ambos asintieron. -Bien. Resulta que su prometido había llegado al país e iban a reencontrarse. Por supuesto nunca lo supe, y fuí yo quien se llevó una gran sorpresa al ir a sorprenderla al hotel en donde su trabajo la hospedó.
-Pero... ¿cómo es que ese tipo nunca supo que su prometida era la pareja del capitán del Bayern Munich?- El chino lucía sorprendido e indignado. -El equipo es mundialmente conocido, y tú también.
-Y ella siempre se dejó ver contigo.- Agregó Levin, igual de sorprendido.
-El otro sujeto no era un aficionado al fútbol, por lo que los asuntos semejantes no eran de importancia para él. En otras palabras: él no sabe quién demonios soy yo.
-¿Incluso hasta hoy?- Quiso saber Sho.
-Al ir hasta su habitación, él se me adelantó. Vi cómo ella lo recibió y viceversa y realmente no me quedaron ganas de armar un escándalo.- Murmuró, frunciendo el seño. -Esperé a que él se fuera y la enfrenté a ella, sola. Allí me admitió todo: su compromiso, su amor, su "confusión".- Aquella última palabra la soltó con mofa. -Yo realmente la amaba, y aún lo hago. Así que fuí directo: le dije que decidiera. Grave error.
-¿Se decidió por el otro sujeto?- Preguntó el sueco, con pena.
-Así es.- Murmuró, sintiendo rabia, la cual se había prometido no liberar. -Me volví y no supe más de ella, solo que se fué del departamento en donde estaba.
-¿No debería de enterarse el otro sujeto?- Sho miró a Stefan, enarcando una ceja, pero fué Schneider quien le respondió.
-Ese ya no es mi, ni tú asunto.
-Cierto.- Asintió, acercándose para darle algunas palmadas en la espalda. -Ahora... ¿te sientes un poco más... liberado?
-Me siento muy enojado. Frustrado quizás... Probablemente porque...- Karl caminó hasta su bolso y sacó un pequeño estuche, el cual soltó en la mesa, como si de un objeto sin importancia se tratase. Los dos futbolistas miraron el estuche con cierto temor, esperando no ser lo que parecía que era.
-Dime que no pensaste en eso...- Dijo Sho, mirándolo ya con lástima. El alemán apretó los labios y sintió un nudo en su garganta, el cual se desató tan rápido que fué imperceptible para los otros.
-Eso me gano por estúpido.- Murmuró, sintiendo brotar su enojo nuevamente. -¡He pasado toda mi adolescencia siendo un maldito fiestero, sin atarme a ninguna chica! ¿Cómo pude pensar que podría tener una prometida con apenas meses de relación y teniendo semejante pasado detrás? ¡Me lo merezco!
-Estás culpándote, y no es correcto.- Sho se tornó serio. -Enamorarse no está mal, Schneider. Y que te haya tocado una chica que no te amaba como tú lo hacías es pura mala suerte. Ni siquiera tú estarías libre de eso, y ya lo viste.
Schneider pensó un momento aquello dicho por el Ace Killer.
-Voy a elegir a la equivocada, hasta que llegue la indicada.- Musitó, sonriendo levemente después. -Fué lo que ella me dijo. En su idioma, pero fué precisamente eso.
-¿Tatudna?
-No, Azula.
-¿Le contaste sobre eso a una desconocida?- Sho enarcó una ceja. -¿Y tu orgullo, Kaiser?
-Ella fué la que me salvó del bochorno.- Respondió. -Además... ¡no le conté sobre mi compromiso frustrado!- Exclamó, ofendido. -¿Qué tan patético crees que soy?
-Bueno... Considerando que aún tienes el anillo de compromiso...- Fué la respuesta del sueco, quien se ganó una horrible mirada de su capitán y amigo. -¿Qué? ¿Acaso no es verdad?
-Sí.- Admitió, con vergüenza, tomando el estuche y mirándolo con pesar. Stefan extendió su mano, pidiéndoselo. Karl obedeció. Entonces el sueco sacó el anillo de allí dentro, el cual parecía bastante costoso, y lo aventó por la ventana del balcón. -¡¿QUÉ ES LO QUE HICISTE, LEVIN?!- Exclamó Schneider, enojado.
-Te ayudo.- Él se encogió de hombros y Sho aplaudió su acción. Luego de unos breves momentos, en los que los tres futbolistas se miraron de forma tensa, estallaron en risas. Definitivamente, más que compañeros de equipo, aquellos dos habían resultado grandes amigos.
Pese a ser Schneider el rival hoy en día, no podía evitar sentirse un tanto mal y preocupada por él. Una ruptura era siempre detestable, pero presentía que algo más había detrás de eso, pues ¿quién arma semejante drama solo porque la noviecita lo dejó?
-Aunque... probablemente haya sentido su orgullo muy herido y por eso reaccionó así.- Dedujo la chica, mientras se preparaba para ir a dar una vuelta por la ciudad. Aunque se encontrase sola, de alguna u otra manera encontraría la forma de pasar el rato.
Al abrir la puerta, encontró a un sujeto sonriente, trabajador del hotel, con un ramo de rosas y una tarjeta en mano, las cuales le entregó. Ante su mirada de sorpresa, el joven le dijo que el nombre del remitente estaba en esa pequeña tarjeta color amarillo pálido. Concluído el asunto, él se marchó. Azula miró entonces la tarjeta: allí había, además de un nombre, una dirección de restaurante. Ya de por sí eso era sorpresivo, pero ¿una cena sorpresa? ¿En un lujoso restaurante de Dubai? ¿Qué tan confianzudo y creído podría ser el descorazonado Kaiser de Alemania? Frunció el seño.
Posiblemente lo que pretendía hacer estaba mal, pero no veía salida alguna. Pese a confiar ciegamente en sus amigos Sho y Stefan (además de Genzo y Hermann, quienes también estaban al tanto de la situación), comprendía que para estas situaciones debía contar con una visión femenina, una visión sin filtro, una visión que lo devuelva a la realidad de una cachetada, tal como ella había hecho.
-Espero que no pretendas algo conmigo, eh, Kaiser de Alemania.- Le dijo ella al oído, sonando dura. Karl soltó la carcajada.
-Nunca haría tal cosa.- Le dijo, viéndola tomar asiento. -Gracias por no dejarme plantado.
-No pasa nada, Schlammjunge.- Sonrió. -¿Qué necesitás?
-Necesito hablar.
-Lo supuse. ¿Por qué te afectó tanto que esa chica con nombre horrible te dejara?
-¡Oye! ¡Tampoco quiero hablar tan difectamente!- Se quejó, enrojeciendo. -Tenme piedad.
-Sí estás enterado que sos un tipo que podría tener a la chica que quisiera, ¿cierto?- Enarcó una ceja, cautelosa. Ante la mirada curiosa del futbolista, aclaró. -Excepto a mi. No me gustan los rubios de ojos claros. A excepción de Cruyffort.
-¿Cruyffort?- Karl la miró, ofendido. -A Tatudna también le gustaba Cruyfford. ¿Qué tiene él que no tenga yo?
-Perdón, no traje la lista. Además no cabía en mi cartera de mano.- Respondió, burlona, mostrándole su cartera, la cual hacía juego con el vestido color salmón sin mangas que traía.
El chico rió y llamó a una camarera, a quien pareció sorprenderle gratamente encontrarlo allí, pues no tardó en sonreírle de manera boba mientras que anotaba los pedidos: carnes, guarniciones y vino. Azula lo miró con una sonrisa de satisfacción al irse ella.
-¿Qué?
-Es exacto a lo que me refería.
-No sé de lo que hablas.- Fingió demencia, guardando unos segundos de silencio después. -Había comprado un anillo de compromiso.
Las palabras del alemán hicieron que ella lo mirara con sorpresa.
-¿No dijiste que solo llevaban meses saliendo?
Asintió.
-¿No creés que te apresuraste?
-Posiblemente.- Cerró sus ojos, frunciendo el seño. Realmente que no le apetecía hablar sobre aquello, pero debía hacerlo. -No llegué a decírselo, si lo que piensas es que "la espanté".
-Ahh.- La chica pensó por un momento. -¿Sentís tu orgullo de hombre herido y tus sentimientos pisoteados?
Karl la miró, con una sonrisa divertida.
-¿Por qué eres tan directa y...
-...acertada?
-Demasiado.
-Porque lo supuse.- Sonrió. -Sé que parece el fin del mundo, es la primera vez que te rompen el corazón, aunque el corazón no tenga nada que ver con los sentimientos porque este solo bombea sangre y el encargado de todo eso es el cerebro...
-Ve al punto, "te rompieron el cerebro".
Azula rió.
-A todos les pasa. Es imposible que encuentres a la persona ideal al primer intento. Solo pensá la cantidad de personas que hay y que entre ellas está la persona correcta. La lista es más larga que la lista de "cosas que tiene Cruyffort y no Schneider".
-Creo que entiendo.- Karl pensó un poco, tocándose el mentón. -Entonces deberé pasar por esto ¿cuántas veces más?
-Ni idea.- Se encogió de hombros. -Podría ser la siguiente noviecita que te consigas o podrías encontrarla a los ochenta y nueve años, diez minutos antes de morir.
-Si antes estaba deprimido, ahora más.- Murmuró, más que para sí que para ella.
-¿Me vas a decir que un desamor va a poder hundirte? Hay cosas peores que esa, Schneider.- La latina lo miró, molesta. -Un tiempo más y vas a decir "ah, ¿de verdad fuí tan patético?"
-¿Crees que soy patético?
-Al contrario, es bueno que expreses tus emociones, mientras que no te superen. Solo pensá en que pronto va a pasar.
-Entiendo. Gracias.
-¿Cual gracias? Quiero un favor.- Sonrió con picardía.
-Tu cara dice "preséntame a alguien".- Se lamentó Karl. -¿A quién?
-Aoi. Shingo Aoi.- Esbozó una sonrisa risueña, mientras que él la veía con expresión hilarante.
-¿Hablas del...?- Marcó una medida excesivamente baja con su mano, logrando en ella una mueca ofendida. -Debes de estar bromeando. ¿No prefieres a Sho?
-¿Qué tiene de malo?- Se quejó.
-Si saco esa lista, será incluso más amplia que las dos listas anteriores.- Karl soltó la carcajada.
-¡Dale! ¡Por favor!
-¡Ni siquiera hablo con él! Y si mal no recuerdo, él juega en Italia.
Azula, emberrinchada, hizo un puchero, desviando su mirada con un notorio enojo. Schneider giró sus ojos y, luego de un momento, le sonrió.
-Tú ganas. Pero deberás esperar a los Juegos Olímpicos.
-¡Sí!- Sonrió, radiante.
