Adiós
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"Cuando todo parece estático, hay tranquilidad.
Todo es silencio, la esperanza se enciende.
Cuando todo busca ir hacia delante, avanza.
Se convierte, entonces hay esperanza."
Fragmento de Esperanza de Terror in Resonance. Traducción por Masatoshi.
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Los meses siguieron pasando. Y ahora el sol parecía brillar más que nunca. Xeros se desperezó en la rama de ese árbol gigante, como si recién despertara de un profundo y reparador sueño. En realidad él no dormía, pero a veces eso deseaba. Había veces en las cuales se aburría y le gustaría sentir lo mismo que los humanos. Solo a veces.
Se vio el corte. Puso una mano sobre él. Por lo menos en el hombro ya no se veía y la profundidad de éste ya no era la gran cosa. La fatiga también había desaparecido. Eso era buena señal. Pronto tendría que presentarse con su ama y no deseaba hacerlo de esa forma. Aunque probablemente sí tendría que explicarle lo que había ocurrido. Ella preguntaría. Y él, como fiel y leal sirviente, le diría la verdad. Y ella luego le diría qué hacer.
Si tengo que encargarme de Rina… otra vez…
Desde donde estaba vio a la hechicera y al espadachín caminar. Los dos lucían igual que siempre. No obstante, el demonio sabía que en realidad algo había cambiado en ellos.
—Oye, Gaudy, ¿quieres moverte más rápido? Tú eres mucho más alto que yo, eso quiere decir que tienes las piernas más largas. ¿Cómo puede ser que yo camine más que tú? —le espetó la fémina con el entrecejo fruncido y los brazos puestos en jarra sobre sus caderas.
—Es que me muero de hambre, de verdad que me muero de hambre. Sí, sí, me muero de hambre, Rinita. No sé cómo es que tú tienes tanta energía para seguir moviéndote —declaró exhausto y con expresión de estar sufriendo. Prácticamente estaba arrastrando su cuerpo.
—¡Es el colmo contigo! —exclamó perdiendo la paciencia.
Xeros ahogó una gran carcajada con las dos manos. Nunca se cansaba de verlos. Ellos le divertían demasiado. Y lo que decía Gaudy era cierto. Normalmente Rina andaría de mal humor, porque, una vez más, hacía días que no comían nada, y, aún así, ella se notaba feliz aunque luciera enfadada con su acompañante. Podía saberlo claramente porque conocía a la mujer en todas sus facetas. A veces ella fingía altanería, soberbia o enfado cuando algo la avergonzaba. Por ejemplo, cuando quería ayudar a sus amigos y terminaba haciéndolo, pero afirmaba que era para su propio beneficio.
—Oye, Rina, estás diferente desde que nos casamos. Pero, uhm, diferente es bueno, te enfadas menos conmigo y me pegas menos. Eso quiere decir que estás feliz, ¿verdad?, ¿verdad que sí? Yo te hago feliz, ¿verdad? —dijo efusivamente y con una gran sonrisa, como un niño feliz de haber acertado en algo realmente difícil de descifrar.
Rina quedó estática. De pronto su rostro de tornó escarlata y pareció como si le saliera vapor de la cabeza. A continuación alzó un puño y comenzó a pegarle a su esposo.
—¡Idiota! ¡Ya me estoy comenzando a arrepentir de haberme casado con alguien como tú! ¡Cómo dices cosas tan vergonzosas! ¡Tu cabeza está llena de yogur, cabeza hueca!
—Ayayayayayayay, Rina, Rinita linda, lo siento ya no diré esas cosas —dijo mientras se cubría con ambas manos la cabeza, blanco de muchos de los golpes de su esposa.
Por otro lado, Xeros tenía que poner una mano sobre su boca y poner la otra sobre su estómago para tratar de aminorar su risa y que ésta no se escuchara. También movía las piernas efusivamente. No podía evitarlo, esos dos eran casi como el par de sus comediantes favoritos. Gaudy siempre era muy sincero e inocente a la hora de decir las cosas. No tenía filtro en sus palabras y eso lo hacía bastante divertido, eso combinado con la personalidad tan explosiva de Rina era una receta ideal para hacerlo reír hasta más no poder.
Ella siguió golpeando a Gaudy hasta que él le tomó una mano. Y ahí ella se detuvo. Quedó, una vez más, paralizada y roja como un tomate. El espadachín recientemente había aprendido que haciendo eso calmaba a Rina.
—¿Qué tal si caminamos tomados de la mano? —sugirió él, aún temeroso. La hechicera no dijo nada por unos instantes. Nuevamente sintió una electricidad emerger de aquel tacto tan cálido.
—C-Como quieras… —musitó ella, mirando para otro lado.
—¡Bien! —exclamó alegre. Dio un paso, pero se dio cuenta que Rina seguía parada en el mismo lugar pese a que él había comenzado a avanzar. De repente, vio a su esposa con un cariz radicalmente diferente, insondable. Él no podría describirlo.
Xeros ya no se encontraba sentado ni jocoso. Estaba de pie: silencioso. Sonreía parsimoniosamente, pero ya no reía. Y su mueca ya nada tenía que ver con el rato divertido que el espadachín y la hechicera le habían hecho pasar.
—¿Rina? —Gaudy parpadeó desconcertado. El semblante de la fémina era realmente extraño. Y el demonio no podía verla a la cara, porque ella estaba de espaldas. Solo podía verle la espalda. Por un instante ella movió la cabeza con intensión de mirar hacia donde estaba el sirviente del Ama de las Bestias, empero, sintió que su esposo, quizás por instinto, le apretaba la mano, y eso la detuvo de querer mirar en esa dirección.
—Vámonos, Gaudy. —Ella también le apretó la mano.
Y sonrió con ternura.
El rubio no lo entendía, pero eso había hecho que su corazón se derritiera.
Y que al demonio le dejara una sensación de pérdida.
Adiós, Xeros… Esta será la última vez que dejaré que me sigas…
El mazoku amplió una sonrisa jovial.
Lo sé, querida Rina.
FIN.
