Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn no me pertenece, es obra de la increíble Akira Amano, yo solo juego a ser "Dios" manipulando la ficción de sus personajes, sus vidas y emociones.
Capítulo 3: Cielo nublado
El agua corría por el grifo del fregadero, cada tanto se podía escuchar el chirriante sonido de un plato siendo amontonado encima de otro; pero no era lo suficientemente molesto para molestarlo en su labor. Sus manos empezaban arrugarse a causa del contacto prolongado por el agua, pero, aun le faltaban un juego de cuchillos más por lavar antes de empezar su día. Yamamoto tenía sus ojos puestos en el plato de porcelana blanca que sostenía en sus manos, más no su atención. Con un delantal blanco atado a su cintura y una cinta en su cabeza como una bandana, igual que su padre. Movía su cuerpo por inercia mientras que su mente divagaba.
Otro plato mas era apilado, el último de ellos, seguían los cuchillos. Extendiendo su mano izquierda y sin apartar su atención de la corriente de agua, tomo el mango del cuchillo más cercano. Se detuvo en seco, recuperando la lucidez. Sintió su textura familiar y la forma peculiar, deslizo su pulgar suavemente y sintió pequeños relieves en uno de los lados del mango. Acerco su mano al agua sumergiéndola, aprecio a detalle aquel cuchillo de cocina mientras lo lavaba sutilmente. Una hoja grande, liza y pulcra, tanto que podía ver su propio reflejo en ella.
Un rostro pálido y cansado, con sombras bastantes marcadas debajo de sus ojos lustrosos, habían perdido totalmente la vida y el brillo. Fijo su atención en la cinta de su frente que recogía ligeramente su cabello.
"me parezco al viejo" Esbozo una sonrisa débil que temblaba como si se fuera a quebrar. Volvió a sumergir la hoja en la corriente.
Su sonrisa fue desapareciendo, a medida que centraba su atención en la corriente caer sobre la hoja. Comenzaba a adentrarse en sus recuerdos dejándose llevar por el sonido del agua. Poco a poco el sonido se fue intensificando en sus oídos hasta convertirse en una lluvia torrencial que ensordecía todo alrededor. Lo volvió a recordar, el frio, la humedad, el cansancio; Nuevamente estaba allí.
Una tormenta estaba cayendo sobre la ciudad de Namimori. Agresivamente golpeaba el cuerpo de cada integrante del equipo de baseball que cansadamente corrían alrededor de la cancha, sus pasos eran lentos y pesados por causa de la capa gruesa de lodo que cubrían sus zapatos al mismo tiempo que mantenían el equilibrio para no resbalar. Al frente de todos, se encontraba el mismo; sus ojos brillaban con fuerza, su boca semi-abierta, dibujaba una sonrisa radiante, que reflejaba la inagotable estamina que poseía. Completaron la última vuelta y girando sobre si observo a sus compañeros que al borde de su límite se tiraron al lodo completamente desfallecidos intentando recuperar el aliento con urgencia. El frio en el ambiente era tal que se podía ver como escapa el aliento de sus bocas con cada exhalación e inhalación desesperada, mientras que sus cuerpos temblaban agresivamente por la debilidad y el frio.
— ¿No me digan que están cansados? – de pie frente a sus compañeros, esbozaba su característica sonrisa, cruzando sus brazos frente a su pecho – apenas estamos empezando chicos, aun nos faltan correr otro kilometro más, hacer 4 repeticiones de 100 balanceos de bate y practicar las lanzadas y las atrapadas a larga distancia – las quejas de sus compañeros no se hicieron esperar, tan fuertes y que incluso en la lluvia hacían eco.
— ¡Vete al carajo!
— ¡¿Qué te hemos hecho?!
—que alguien me mate por favor.
— no creo que esto sea sudor.
—Chicos, ¿es normal que la boca me sepa a hierro?
El volvió a sonreír y reír animadamente ante la escena. Y es que no sentía frio en lo absoluto, al contrario, estaba en su elemento. Sentía…Paz. Levantando la cabeza con dirección al cielo, cerró los ojos para disfrutar de aquel sentimiento. Las gotas masajeaban su cuerpo suavemente y las corrientes heladas cual brisa acariciaban su rostro, secando el sudor de su frente. Todo era perfecto.
— ¡Yamamoto! – la voz gruesa del entrenado a lo lejos capto su atención, y girándose busco con la mirada hasta encontrarlo fuera de la cacha cerca del edificio principal resguardado bajo una sombrilla. Un hombre semi-fornido con una sudadera y unos jeans azules. Sin necesidad de palabras comenzó a correr en su dirección.
"Tal vez quiere el informe de nuestro progreso" sopeso. Pero a medida que se acercaba, su sonrisa poco a poco se fue borrando, en su lugar, un sentimiento de presión se fue alojando en la boca de su estómago provocando que su cuerpo se tensionara, estaba en alerta. El rostro de su entrenador no reflejaba su actual expresión despreocupada, estaba escondiendo sus ojos bajo la sombra de su gorra y presionaba con fuerza sus labios. Pero aun así lo ignoro, o más bien, decidió ignorarlo, su día era perfecto, no quería que algo irrelevante lo ensombreciera.
— Acabamos de terminar el calentamiento, los chicos están llenos de energía hoy – sonrió y señalo a su espalda con el pulgar al grupo de estudiantes que seguían tirados en el suelo retorciéndose de dolor y sin aliento – tengo un buen presentimiento…- comenzó a hablar sin parar.
— Yamamoto – lo llamo
— Este año estoy seguro que vamos a ganar el campeonato…- lo ignoro.
— Yamamoto – volvió a mencionar su nombre.
— Después de este descanso vamos a correr otro kilometro con pesas en los tobillos…- decidió hacerlo
— Yamamoto – elevo su voz.
— Le prometo que esta vez no habrá ningún accidente como con los bates de Hierro y…- lo sabía muy bien, si lo dejaba hablar, algo malo iba a suceder, pero.
— ¡Yamamoto! te estoy llamando maldita sea – la voz de Gokudera resonó en su oído derecho.
Saltando del susto, pestañeo varias veces en busca de la lucidez y girando su cabeza, logro localizar a Gokudera a la par suya con un rostro malhumorado. Nuevamente estaba en la cocina de su bar, mirando a su alrededor fijo su atención en sus manos notando como el agua seguía fluyendo. Cerro el grifo, tomo la toalla en su delantal y seco el cuchillo colocándolo a un lado de los platos secos.
— Lo siento, me perdí pensando en todo el asunto de las llamas – mintió con una risa seca sin dirigirle la mirada a Gokudera.
— ¡eh estado llamándote por media hora! – Bramo enojado – tenemos una orden de 4 makis de salmón y dos urumakis – y salió de la cocina malhumorado – maldición.
— E-en seguida – titubeo mientras aceleraba el paso y terminaba de lavar los demás utensilios.
Otra vez estaba solo y en silencio, observo sus manos apreciando como la yema de sus dedos se encontraban arrugadas "¿cuánto tiempo ha pasado?" se decía a si mismo, volviendo a fijar su atención en aquel cuchillo, el mismo que había secado segundos antes
El cuchillo de su padre.
—Yamamoto agrega 3 órdenes más de Makis – esta vez la voz de Chrome era la que sonaba, y volviendo a fijar su atención en el umbral de la puerta noto como se asomaba la cabeza de la ilusionista por unos segundos para luego desaparecer.
Agito su cabeza y seco sus manos en el delantal. Decido no darle más vueltas a sus recuerdos y apretándose la bandana en su cabeza choco sus palmas en frente suyo en una espabilando.
— 7 órdenes de Makis de salmón y dos urumakis en camino – grito saliendo de la cocina en su habitual actitud de siempre cargando una charola con utensilios de cocina.
Disipando sus dudas y recuerdos, se dispuso a comenzar con su turno de todas las tardes. Mientras tanto en las calles de Namimori. Eran las 5 de la tarde y el ocaso ya era presente, los últimos rayos de sol que pintaban de matices naranjas las nubes, intensificando el color a medida que estas se acercaban al horizonte. El viento soplaba suavemente trayendo consigo los olores de las flores de cerezo que viajaban tranquilamente por las corrientes de aire. Era la primavera en todo su esplendor, una escena perfecta para jóvenes parejas que disfrutaban de la plenitud de su juventud.
— ¿Podrías dejar de abrazar mi brazo? –
O no.
Caminando por las desoladas calles se encontraban el par de cielos. Tsuna que incomodo retorcía su brazo en un intento de zafar su brazo de una prisión y Elizabeth la nueva estudiante y autoproclamada prometida quien abrazada muy amorosamente a su brazo derecho, El alcaide de dicha prisión. Cualquiera que viera la escena, pensarían que solo es una típica situación de dos recién enamorados y que Tsuna solo estaba avergonzado, y aunque en parte, era cierto. Predominaba más el sentimiento de incomodidad e insatisfacción al sentir el busto de la pelinegra sobre su brazo.
— Nop - respondió con una voz infantil, aferrándose aún más a su brazo.
Tsuna suspiro derrotado y miro en dirección contraria intentando alejar el brazo de su cuerpo. Llevaban rato caminando rumbo a su hogar gracias a la amenaza disfrazada de orden que el ex Arcobaleno del sol barra tutor le dio apenas estos habían terminaban su reunión en las oficinas del consejo estudiantil. Sus palabras aun resonaban en su cabeza a modo de castigo, volvía a revivir la escena en su cabeza.
— Quiero que lleves a Elizabeth a casa – sentado en uno de los sillones de la oficina, el niño con traje de mafioso y fedora tomaba una taza de café expreso mientras el camaleón de color verde miraba al castaño.
Desconcertado ante la petición, iba a reprochar, pero la fuerte mirada del mafioso helo su sangre y tragándose sus palabras solamente asentía rápida y repetidas veces completamente intimidado y dándole la espalada, pretendía salir de la habitación.
— Una cosa más – se detuvo en seco, rígido esperando algo peor, volteo su cabeza lentamente sin querer encararlo – ni se te ocurra lastimarla, ¿me oíste? – amenazo y dejando ver un destello saliendo de su ojo izquierdo.
Tsuna solo asentía frenéticamente saliendo torpemente por la puerta.
De vuelta en el presente, suspiraba una vez más derrotado.
"Ni siendo el líder deja de darme ordenarme" sopeso agachando y produciendo un aura sombría sobre su cabeza.
Caminaron de la misma manera, hasta que llegaron a la entrada del hogar del castaño. Elizabeth, soltó el brazo de Tsuna involuntariamente ante el asombro, mientras que estupefacta observaba toda la fachada del edificio. Un hostal del tamaño de dos casas medianas, de tres plantas con un invernadero en la última planta. El diseño a residencial japonés coronaba con un jardín de pasto verde que parecía recién rociado, con un camino desde la pequeña verja de la entrada del jardín, hasta la puerta principal, el suelo hecho de retazos de porcelana, decorado con flores amarillas y blancas en las orillas. Con su boca parcialmente abierto giro para ver a su prometido que se encontraba con la cabeza en su mochila buscando las llaves para abrir la puerta.
— ¿v-vives en un hostal? – inquirió "no recuerdo que fuera tan grande" sopesaba aún más asombrada en su mente.
— Antes era más pequeña – sin detener su labor - ¿Dónde están las llaves?
— ¿Antes? – levanto una de sus cejas.
— Nuestra casa recibió una remodelación hace más de un año gracias a tu inútil prometido – la puerta se abrió dejando ver al Arcobaleno refiriéndose al castaño que al verlo, dejo de buscar las llaves – fue remodelada por dos razones – agrego.
— ¿dos razones? – aun sin entender, miro al Arcobaleno expectante.
— La primera fue para darle hogar a sus guardianes – como si fuera un show de preguntas y respuestas, Reborn había sacado de su espalda una señal con un "1" dibujado.
— Originalmente planeaba darle hospedaje a Gokudera y Chrome y darles una habitación propia a los niños que se quedaban con nosotros – explicaba el castaño mirando su ahora remodelado hogar sin interés - pero al igual que todo en mi vida, la situación se me salió de las manos y se le termino dando una habitación a cada uno de mis guardianes y aliados en el caso de emergencias – agrego cansado remarcando sus ojeras al revivir el recuerdo de su sorpresa al ver su propia casa remodelada.
— Awww – exclamo con ternura y volvió a abrazar su brazo asustando al castaño – que considerado eres.
-— ¿me puedes sol… - se detuvo al sentir en una corriente helada recorrer su espalda. Pálido miro hacia la puerta al Arcobaleno con aquel destello en sus ojos, tragando fuerte sonrió de manera nerviosa. "¿Por qué me pasa esto a mí?" se lamentó en sus adentros.
- Y ¿Cuáles es la segunda Tío Reborn? – pregunto sonriente la oji naranja volviendo a poner su atención en el mafioso.
Silencio, Reborn no respondía.
El aire se tornó pesado, Cruzaron miradas por breves segundos hasta que el mafioso giro su cabeza hacia el castaño. Un espasmo en el brazo de sostenía capto su atención, primero fijándose en la extremidad extrañada, para luego subir la vista hacia el rostro de su prometido. Borro su sonrisa.
Su expresión era indescifrable, sus ojos parpadeaban ligeramente entre naranja y café, su mandíbula se tensaba, sus parados bajaron, afilando la mirada. Su cara era la perfecta definición de rencor siendo reprimido; por dentro morir de rabia y furia y por fuera, mantenía aun un semblante sereno, o al menos intentarlo.
Elizabeth soltó su brazo de la impresión y Reborn solo observaba la reacción del castaño en silencio.
— Entremos – Ordeno Tsuna caminando hacia la puerta, pasando a la par del Arcobaleno sin siquiera volverlo a ver.
Elizabeth miro a Reborn confundida suplicando una explicación con los ojos, pero solo recibió una negación con la cabeza por parte del niño.
— Entra – sugirió también, haciéndose a un lado de la puerta abriéndola aún más, invitándola a pasar.
Ella solo asintió lentamente y entro.
En el preciso instante que su pie izquierdo toco la superficie de madera de la entrada, un sentimiento extraño para ella de calor envolvió su cuerpo entero. No era sofocante, ni la asfixiaba, era un calor lleno de amor, lleno de cariño. Era un calor familiar; el olor a carne siendo cocinada tomo por completo sus fosas nasales. Tan fuerte y presente que lograba identificar cada especia: pimienta, paprika, soya. El olor a miso bien preparado, perfecto, ni tan cargado, ni tampoco tan simple. Notaba el amor y dedicación que solo una madre podía otorgar.
Sus ojos también disfrutan por igual, maravillada paseaba su vista hasta donde la perspectiva le permitiera: una pequeña sección con un desnivel donde se encontraba de pie, con una zapatera al lado derecho, seguida de un pasillo largo con unas escaleras de madera alfombradas que daban al segundo piso y detrás en el fondo, varias puertas cerradas, a la izquierda, desde un umbral, lograba ver una sala con sillones cafés y sofás ordenados alrededor de una mesa redonda de madera con un ventanal en el centro, iluminada por un candelabro y pequeñas farolas en cada esquina. A su mano derecha, paralelamente, otro umbral desde dónde provenía aquel olor tan atrapante para ella, era la cocina, lograba observar una mesa de desayunos en el centro, encontrándose en los laterales, la estufa y los gabetines donde se guardaban los platos y de más cubiertos, una nevera con dos puertas con un surtidor de hielo y otro de agua, y una barra que divida la habitación por la mitad con taburetes para los que no cabían en la mesa.
Era un lugar hermoso, aunque por fuera la estructura tuviera un diseño muy japonés tradicional, por dentro se podía apreciar la influencia italiana, y occidental. El hogar era simplemente acogedor, incluso para ella, una extraña, se sentía en casa, sentía que aquella era su casa.
"ojala y fuera mi casa" bajo sus parpados, fijando sus ojos en el suelo, un sentimiento de tristeza afloro en su pecho despertándola de su fantasía, llevando su mano derecha presiono donde se suponía estaba su corazón.
— ¡Mama ya llegamos! – la voz del castaño disipo sus pensamientos, sobresaltándose, volvió a verle como este se quitaba los zapatos y los colocaba en uno de los espacios de la Zapatera de madera.
— Ara – escucho desde la cocina – ¿ya llego la invitada? –
— ¿invitada? - Tsuna ladeando su cabeza ligeramente, cruzo miradas con Elizabeth que se encontraba con la misma expresión, escuchando una serie de pasos acercarse a ellos.
Saliendo del umbral algo apresurada, una mujer mayor de complexión delgada y un cabello largo castaño que caía hasta su espalda baja, casi en sus 40, vestía de manera hogareña con unos jeans holgados y una camisa color verde oscuro, con un delantal amarillo mostaza, hacia su aparición Nana Sawada sonriendo tontamente.
— Tu debes ser Elizabeth, Reborn me hablo de ti – efusivamente se acercó ella tomando sus manos inesperadamente, sonrojando a la peli negra. – Me llamo Nana, pero puedes decirme Mama también – le guiño un ojo.
— ¡¿Mama?! – Chillaron al unísono los dos jóvenes.
Nana soltó sus manos y camino hasta el umbral de la sala inclinándose levemente en la pared.
— ¡niños vengan, tenemos invitados! – Ordenaba en voz alta con emoción.
Otra serie de pasos, pero esta vez apresurados provenientes de la sala se acercaban a ellos, pasando por el umbral corriendo una pareja de un niño y una niña de 8 años acompañados de un adolecente de 13, todos vistiendo el Uniforme de Namimori se acercaba a Nana, los niños abrazaron su cintura, mientras que el adolecente se posicionaba tras ella.
— Elizabeth, te presento a mis niños pequeños – colocando sus manos en la cabeza de los dos infantes – este niño hiperactivo a mi derecha es Sawada Lambo – sonriendo cálidamente saludaba con la mano sin dejar de abrazar a Nana. Su característico afro había desaparecido y en su lugar un cabello dócil con risos bastante marcados adornaba su cabeza con algunos cayendo por su frente, tapando parcialmente sus ojos verdes, le llegaba hasta un poco más de la cintura a Nana, ya no era el mismo bebe irritante que antes, se podía apreciar un poco más los rasgos faciales de su yo del futuro tanto físicamente como en su actitud al momento de saludar tranquilamente a la pelinegra – La hermosa niña a mi izquierda es Sawada Ipin – acaricio amorosamente su cabeza.
Separándose de Nana y posicionando frente a Elizabeth, hacia una reverencia formal. Ipin le sonreía de la misma manera que Lambo. Al igual que este mismo ella también había cambiado, su prominente frente había desaparecido, su cabello ahora largo y atado en dos trenzas pequeñas poblaba su cabeza por completo, sus ojos ya no eran tan rasgados dejando entre ver el color café de sus pupilas, era un reflejo encogido de su yo del futuro, ya no era la misma niña con apariencia de niño de antes.
- y este apuesto jovencito atrás mío es Sawada Fuuta – señalaba con su brazo izquierdo al aludido que ante el comentario sonreía apenado.
Un poco más alto que Tsuna a su edad siendo este su rasgo más destacado, se podían notar claramente los rasgos que poseería en el futuro, con un cuerpo más esbelto y un cabello poco largo, hacia una pequeña reverencia a Elizabeth inclinando ligeramente su cabeza hacia el frente, con rubor en sus mejillas.
— M-mucho gusto, me llamo Elizabeth Vermilíon – sus mejillas se ruborizaron y torpemente hizo una reverencia bastante inclinada.
A Tsuna se le resbalaba una gota de sudor ante su reacción, pero ahora alejado un poco de la escena estando en medio de Elizabeth y su madre, podía apreciar la armonía que había en su hogar. No esperaba una bienvenida tan calidad por parte de su madre, ni que sus pequeños hermanos se comportaran de manera tan amigable y dócil, al menos de los pequeños. Por un momento, un sentimiento de alivio envolvió su cuerpo y sonrió tranquilamente de lado.
"Tal vez no será tan malo vivir con ella, al menos se controla frente a mi madre" dijo para sus adentro y respiro calmado.
Elizabeth se irguió con su rostro rojo, sus manos temblaban levemente. Miro a Tsuna con duda, provoco en el castaño que un escalofrío recorriera toda su espalda, borrando de inmediato su sonrisa. Su intuición le gritaba que algo malo iba a pasar.
"ahora si funcionas" gruño mentalmente mirando con horror como la pelinegra tomaba aire como si se diera valor. O como un mal augurio según el castaño.
— ¡S-soy la prometida de Tsuna! – Exclamo volviendo a hacer una reverencia exagerada – ¡desde hoy estaré a su cuidado querida madre!
Silencio y uno muy incómodo.
Petrificado de pies a cabeza, con los ojos en blanco, Tsuna miraba incorporarse a Elizabeth manteniendo el rubor en sus mejillas y esbozando una sonrisa torpe pero al final victoriosa. Sin querer darse la vuelta para no confrontar a su madre, rígidamente giro su cabeza para verle con el rabillo del ojo notando como la sorpresa se dibujaba en los rostros de Fuuta e Ipin, siendo el único que ladeaba su cabeza inocentemente Lambo quien jalaba el delantal de Nana preguntando que era una "acometida" demostrando que no había entendido nada.
Pero era su madre era la que más le llamo la atención, aún mantenía su expresión sonriente que gradualmente fue desapareciendo a medida que abría poco a poco los ojos y levantaba las cejas.
— N- no es lo que piensas mama – se giró y con sus manos moviéndolas torpemente, intentaba suavizar el malentendido – Ella solo esta jug…ugh – un golpe certero en su costilla derecha le saco el aire, encorvándose del dolor y llevando su mano hacia su costilla, frunció el ceño clavando su atención en el responsable - ¡¿Por qué lo hiciste?! – bramo a Reborn.
— Cállate y mira – respondía el niño sacando una cámara de su espalda apuntándola hacia Nana.
Sin entender y aun malhumorado, giro su cabeza en dirección a su madre, deteniéndose al instante.
Una pequeña lágrima recorrió la mejilla derecha de Nana, sus ojos aunque puesto en Elizabeth, no la miraban a ella. Congelada en aquel segundo, no reaccionaba, ni ante las mirada preocupada de unos, y sonriente por parte de uno solo.
— Mama, ¿Por qué lloras? – el pequeño Lambo la jalaba del delantal con preocupación en su voz.
Nana reacciono de inmediato, rápidamente secando con sus manos los vestigios de la lagrima que yacía en el suelo, comenzó a reír ligera y torpemente – No es nada Lambo, mama solo se dejó llevar por la sorpresa– decía mirando al pequeño y acariciando gentilmente su mejilla.
— ¡L-lo siento mucho! – tartamudeaba Elizabeth, en un manojo de nervios, se acercaba a Nana con sus manos levantadas, queriendo tocarla pero rápidamente las hacia retroceder con duda.
— No, no te disculpes no estoy triste – replicaba tomando las manos nerviosa de la pelinegra haciéndola sobresaltar del susto y la sorpresa – solo estoy agradecida de que me mi hijo haya encontrado una joven tan hermosa – esbozo una sonrisa cálida y sincera.
— ¿Qué? – volvían a Replicar al unísono la pareja de cielos.
— Sé que mi hijo a veces puede ser algo difícil pero por favor cuida de él Eli-chan – más animada y con su usual actitud, Nana seguía sosteniendo sus manos sonriendo con sus ojos cerrados.
— S-si lo hare – asentía torpemente con las mejillas sonrojadas dejándose llevar por la situación.
— ¡No aceptes tan rápido! – apareciendo a la par de la pelinegra el castaño le gritaba sobresaltado, pero fue totalmente ignorado.
— Gracias por fijarte en mi hijo Eli-chan – agregaba Nana con voz de alivio
— ¡Y eso a que viene mama! – gritaba ahora a la par de su madre.
— N-no me agradezca, T-tsuna es mi destino – llevando sus manos a sus mejillas, se balanceaba juguetonamente tratando de disimular la vergüenza.
— ¡No empieces tú también! – Volvía a gritarle a la par suya completamente sofocado – mama – la aludida lo miro curiosa - lo estas mal entendiendo, Elizabeth no es mi…ugh – otro golpe lo silencio
Una patada directamente en su cara lo hizo volar hasta los primeros peldaños de la escalera, cayendo de cara. Incorporándose y sobando su adolorida nariz, miro al responsable con malhumor, inquiriendo con la mirada.
— Vete a hacer tareas que se te acaba el tiempo – Con un destello en su ojo derecho. Tsuna sintió su vida peligrar, al igual que antes, chillo atemorizado con su usual "hiii" y subió las escaleras rápidamente. Llegando a la segunda planta, se detuvo y miro hacia atrás la escena. Su madre ahora más animada no paraba de sonreír y hablar animadamente a Elizabeth aun con el rojo en sus mejillas, Fuuta e Ipin rodeaban alegremente a la pelinegra mientras que Lambo seguía jalando del delantal a Nana y Reborn apartado del Grupo solo sonreía disimuladamente.
"Al menos se controla frente a mi madre" se repitió sus propias palabras para sus adentros a modo de burla – si claro – espeto, y giro su cabeza a la izquierda con dirección a su habitación.
La ultima hasta el fondo de un pasillo largo y oscuro con varias puertas a los laterales. La distancia parecía inmensa desde su lugar. Camino con parsimonia sin apartar la vista del frente, poco a poco, bullicio de la primera planta se hacía cada vez más escaso e inaudible. Llegando, giro su pica porte y entro en su habitación cerrando la puerta tras de si con delicadeza. Paseo sus ojos por su habitación notando cada cambio,
— Antes era más pequeña – repitió y entrecerró los ojos.
Una habitación el doble del tamaño, donde antes estaba su pequeña cama unipersonal ahora lo ocupaba una King size con cobertura color rojo oscuro, en la pared de la ventana frente a la puerta, habia una mesa de escritorio grande de madera con 3 gavetas de lado derecho e izquierdo y encima una computadora de escritorio grande de dos monitores personalizada y construida por Irie y Spanner y una silla especial de escritorio especial, ergonómica cortesía de Gianini. En la pared Izquierda se encontraba un ropero de gran tamaño con acabados rústicos con un espejo de cuerpo completo a la par, y en la esquina de esta pared, en un pequeño mueble de no más de medio metro, estaba una pantalla plana con una consola de última generación en un espacio dentro del mueble con dos controles encimas y debajo de esta, una pequeña gaveta.
Caminando con desgano, lanzo su mochila a su silla con precisión, y se dejó caer boca abajo sobre su cama, ahogando un sonoro gruñido en unas de las dos grandes almohadas.
— Vaya día el suyo joven decimo – una voz joven y en tono de burla resonó en sus oídos.
— ¿Lo sabias? ¿Verdad? – ignorando el comentario y en la misma posición inquirió el castaño con molestia en su voz.
— ¿Qué cosa? – respondía de modo burlesco disimulando una sonrisa.
— no te hagas el gracioso Primo, lo sabias no es así – incorporándose, se sentó sobre su cama y miro con el ceño fruncido al aludido.
Con las piernas cruzadas y recargado en la nada, Primo Vongola Flotaba tranquilamente frente a Tsuna. Ladeaba su cabeza juntando levemente sus cejas, ante el comentario del castaño.
— No te hagas el tonto conmigo – bramo malhumorado el castaño. Provocando que primo estallara en risa.
— Que actitud tan agresiva joven Decimo – ser burlaba llevando su mano derecha hacia su pecho fingiendo indignación.
— ¡Giotto! –
— Esta bien, no tienes por qué enojarte tanto – levantaba sus manos como si hubiera sido atrapado – Si te refieres a la existencia de Vermilíon… si, si sabía de ellos.
— ¡¿y por qué no me dijiste?! – se levantó acercándose a su antepasado para estar a la misma altura.
— Nunca preguntase – se encogió de brazos cerrando los ojos.
— ¡¿y Cómo se suponía que yo iba a saber que ellos existían?! – bramaba apuntando hacia la puerta de su habitación.
— Nunca preguntaste sobre mi pasado – desvió la mirada.
Tsuna abrió su boca por inercia, mas sus palabras no salían de ella. Sus ojos fueron abriéndose gradualmente a medida que realizaba su propia estupidez. Se separaron de Giotto y comenzaron a mirar hacia todos los lados mientras juntaba sus cejas ligeramente al estar su cabeza intentando conectar con la lógica. Aquello fue como un balde de agua fría cayendo sobre su espalda. Se dejó caer en su cama derrotado, reposando las manos sobre sus rodillas, mirando fijamente el suelo. Se sentía estúpido, más de lo normal. Ya eran ya dos meses desde que el fantasma del Primer Vongola había aparecido en su vida, y ni una sola vez, tuvo la idea de indagar sobre él y su pasado. Y como si sintiera un martillazo de Reborn, se dejó caer de espaldas, totalmente cansado, colocando su brazo derecho sobre sus ojos. Quedando en completo silencio, castigándose mentalmente.
— Entonces – rompió captando la atención de Primo – lo que ella dijo sobre las llamas…. ¿es cierto? – dejando caer lentamente el brazo que tapaba sus ojos, miraba fijamente al techo.
Giotto lo miro por unos segundos su expresión, y cerrando sus ojos con un semblante serio respondió –...sí.
Un pequeño espasmo envolvió su cuerpo haciéndolo saltar levemente en su lugar y tensionándolo, entrecerró sus ojos y arrugo su rostro con temor, sus dedos se aferraron a la sabana de su cama mientras que sentía como su pulso incrementaba hasta poder escuchar el mismo los latidos de su propio corazón hacer eco en su interior. Un sentimiento de asfixia comenzaba a alojarse en su garganta cerrándola, al mismo tiempo que un sentimiento helado corría desde su espalda hasta sus pies. Un millón de preguntas se generaron en su cabeza, pero no podía elegir una lógica por dónde empezar. Abría la boca queriendo articular pero ninguna palabra era escuchada. Las preguntas una a una se amontonaron en su cabeza produciendo eco, que se hacía cada vez más presente hasta crear un sonido que ensordecía sus sentidos sofocándolo.
Apretó sus manos hasta volverlas puños y cerro sus ojos con fuerza, comenzó a controlar su respiración, poco a poco se iba pausando. Recordó el entrenamiento que había recibido para mantener en control sus emociones, al mismo tiempo que en su cabeza pasaban los recuerdos de las innumerables descargas eléctricas que recibía por parte de Reborn si fallaba. Gradualmente recuperaba su ritmo y liberaba el agarre de sus sabanas, hasta que, abrió los ojos con lentitud y suspiro. Ya no escuchaba su corazón.
— Sabes – rompió el silencio que se había generado. recibiendo la mirada de su antepasado – me siento igual que hace 3 años, cuando tenía 14 años – llevo su mano hacia su pecho – cuando Mukuro inicio su operación… libera, y nosotros tuvimos que detenerlo. En ese entonces mi mundo cambio para siempre. Mi universo se expandió, al igual que hoy – su voz se quebró levemente mientras revivía su recuerdos – justo después llego Hibari con todo este asunto de las bandas criminales – apretó su mano arrugando su camisa elevando levemente su voz – y cuando creí que ya me había acostumbrado, aparecen estas…4 mafias y hacen desfallecer a Nono – gruño entrecerrando sus ojos y endureciendo siendo su mirada pero inmediatamente suavizo su expresión y bajo los parpados al momento que en sus pupilas el reflejo la silueta de una joven de cabello café – Kyoko – murmuro con dolor captando la atención de su antepasado.
Hubo otro silencio. Suspiro y se incorporó nuevamente en su cama sentándose, con una postura encorvada recargo sus antebrazos en sus rodillas con la cabeza baja – y ahora aparece alguien que jamás había visto en mi vida – alzo la voz, mirando hacia Primo y señalo nuevamente a la puerta con su brazo - contándome una historia sobre una organización que es más antigua que Vongola y que estudia y controla las llamas de la última voluntad mejor que Vongola – se apuntó así mismo – mejor que…yo – dijo con la voz queriendo quebrarse reflejando dolor en su mirada – y como cereza del pastel, alega ser mi prometida y ahora tiene que vivir con nosotros, esto simplemente es increíble - dejo caer su mano nuevamente sobre su rodilla volviendo a bajar su cabeza.
Primo guardo silencio por unos segundos, y lo miro detenidamente. Cerró los ojos y suspiro cansado
— Simplemente tienes miedo de ser lastimado otra vez – Murmuro Primo casi inaudible.
Otro sobresalto por parte de Tsuna evidencio como el espectro había dado en el blanco. El castaño solo guardo silencio y desvió su cabeza, su pie derecho comenzó a moverse con insistencia levantando y bajando su pierna rápidamente. La pupila de sus ojos levemente destellaba a color naranja siendo desapercibido por Tsuna pero no por Giotto que solo observaba desde su posición serio. Cerró sus ojos y medito por unos segundos. Se incorporó y colocando sus pies sobre el suelo y caminando hasta la cama, hasta sentarse a la par de su nieto descansando sus antebrazos en sus rodillas junto sus manos y fijo su vista hacia el frente.
— Conocí la Organización cuando era joven – Tsuna detuvo su pierna y volvió a verlo – Ellos aparecieron justamente después de haber manifestado mis llamas por primera vez – elevo su cabeza ligeramente, recordando el momento ‑ me entregaron los anillos y hablaron sobre el potencial escondidos de las llamas de la última voluntad… Se podría decir que todo lo que se, fue gracias a ellos y admito que fue de gran ayuda para ese entonces – sintió nostalgia, bajo suavemente sus parpados y esbozo una sonrisa tenue recordando lo asustado que estaba cuando una llama de color naranja apareció en su frente sin explicación alguna – una vez que aprendí a controlar mis llamas, ellos, solo desaparecieron y me hicieron jurar que guardaría silencio sobre su existencia, despidiéndose de mi con la promesa, de que regresaría en el futuro para cumplir una profecía loca. Yo no le tome importancia – bufo y rio secamente ante el recuerdo – decidí borrarlos de mis recuerdos y seguí con mi vida, no había sido capaz de crear un lazo que me hiciera extrañarlos. Ellos solo fueron una ayuda para mí y eso es todo – metió su mano izquierda en su bolsillo sacando un reloj de ropera, lo abrió y dejando ver la foto de todos sus guardianes juntos con la mujer de Mukuro. Tsuna se inclinó ligeramente para ver la foto también – comencé a buscar a mis guardianes como ellos me dijeron y funde Vongola y el resto… es historia – cerro su mano y consigo el reloj.
Tsuna observo su semblante nostálgico que era adornado con una sonrisa cálida. Aquellos fueron buenos recuerdos y podía notarlo. Sin embargo nuevamente el sentimiento de angustia se alojó en su pecho. Al corrobra que lo dicho por Elizabeth era cierto, miles de pregunta volvieron a nacer en su cabeza, llevando la mano hacia su mentón y tapando sus su boca con sus dedos. Se sumergió en un trance intentando encontrarle respuesta y lógica al millar de incógnitas que se generaban en su cerebro, volviendo a mover su pierna constantemente encorvo su postura y frunció su semblante. Nuevamente Primo solo guardo silencio analizando al joven castaño que nuevamente se ahogaba solo en sus cavilaciones. Cerro sus ojos y suspiro por enésima vez. Levantándose de la cama, camino hasta la ventana y observo el cielo nocturno. Nublado hasta donde sus ojos lograran ver, había desaparecido todo color anaranjado y ahora una inquietante lluvia amenazaba con caer en cualquier momento. Desde la misma posición volvió a ver al castaño que seguía siendo un manojo de nervios,
"Él es como este cielo" dijo para sus adentros y bufo secamente – Joven Decimo, ¿no tenía cosas que hacer? – volvió a su actitud burlesca y sonriendo de lado, despertó al castaño de su trance.
— no puede ser ¿Qué hora es? – Metió su mano en su bolsillo derecho y sacando su celular miro la hora, pego su usual chillido – ¿tan tarde es? – se levantó bruscamente y corrió hasta el ropero, abriéndolo de golpe metió sus manos tomando lo primero que encontrara, siendo una camiseta naranja con el número "27" grabado en su pecho derecho y unos jeans negros – tengo que revisar unos papeles de Vongola y el reporte de varia – apresurado, quitándose su suéter y su camisa los lanzo a la cama - también tengo que firmar el informe de la reunión de hoy – comenzaba a desbotonar su pantalón. Pero se detuvo en seco.
Sintiendo la mirada de primo en su espalda se giró para verle. Con una mano en su mentón con sus cejas levantadas, miraba de arriba abajo al castaño analizando su cuerpo semi-desnudo, y silbando provocativamente hizo estallara el sonrojo en las mejillas del castaño, quien lo miraba enojado y avergonzado cubriéndose el torso con las manos.
— Vaya Joven Decimo, quien diría que esconde semejante adonis bajo sus camisa – bromeo aguantándose la risa.
— ¡Giotto! Desaparece – bramo con sus mejillas ardiendo.
El Rubio estallo en carajadas al mismo tiempo que su cuerpo completo se cubría en llamas naranjas, despareciendo como si de una vela apagándose se tratara. El castaño que aun enojado seguía mirando hacia donde estaba su ancestro por un buen rato, hasta que el calor de sus mejillas desapareció y su semblante suavizo. Bajando sus manos, se miró a sí mismo en el espejo analizando a detalle cada parte de su cuerpo. Sentía que era la primera vez que miraba su cuerpo desde hace mucho tiempo. Paseando su mirada en las diferentes cicatrices de su piel, podía notar como su abdomen se marcaba más que antes, sus hombros eran más anchos y su altura había aumentado.
"¿Cuándo cambie tanto?" paso su mano por la cicatriz en su hombro derecho, aquella que fue hecha en el futuro. Lentamente la deslizo por su pecho sintiendo el cálido cosquilleo producido por sus dedos.
"Leoncito"
Un Flash pasó por su cabeza, generando una punzada fuerte que lo hizo llevar su mano a su cabeza. La silueta de Elizabeth frente a él se dibujaba su pupila. Y la sensación de calidez volvía a envolver su pecho.
— Ella estuvo en la fiesta – sentencio abriendo sus ojos con sorpresa mirando su reflejo en el espejo. Miles de preguntas mucho más que antes se generaron en su cabeza y mirándose en el espejo, frunció el ceño con determinación. Definitivamente encontraría las respuestas a todas a sus preguntas de una forma u otra.
Pasaron las horas, eran las 9, a solo una hora de que su operación iniciara. Afuera del bar de Sushi se encontraba Gokudera y Chrome esperando a que Yamamoto se asegurara que todo estaba bien cerrado en su hogar. El Peli plateado movía su pide derecho insistentemente. Su mano derecha se encontraba guardada en su bolsillo mientras que su mano izquierda sostenía un cigarrillo el cual de vez en vez, le daba caladas profundas que luego eran expulsadas en una nube de humo bastante prominente. Frente a él, un metro alejada, se encontraba Chrome de pie revisando con su celular en su mano derecha, la izquierda la tenía cruzada de bajo de su pecho en la cual descansaba su brazo derecho. De pronto un viento soplo en dirección a la ilusionista llevando consigo una nube de humo del peli plateado, arrugando su nariz y usando su mano izquierda para tapar su nariz, miro con enfado a Gokudera.
— No se suponía que habías dejado de fumar – espeto usando la mano de su celular para disipar la nube de humo.
— Es solo por el frio – Sin volver a verla y con su usual actitud, volvía a dar otra calada a su cigarro.
Chrome inflando sus mejillas, la mano de su anillo, mostrando una llama color índigo, genero un ventilador gigante que comenzó a soplar fuertemente en dirección de Gokudera, creando un pequeño tifón que saco volando el cigarrillo.
— ¡Maldita, detente que me estás dando más frio! – Bramo intentando tapar el viento con sus manos. Siendo completamente ignorado por Chrome.
— Un poco más fuerte – murmuraba aumentando la potencia.
— ¡Maldita! – bramaba sacando el también llamas de su anillo, proponiéndose pelear el también.
El sonido de una puerta cerrándose capto la atención de ambos deteniéndolos al instante haciendo desaparecer el ventilador gigante. Yamamoto de espaldas, ponía el seguro a su casa y jalándola hacia la derecha dos veces, se aseguró que estuviera bien cerrada. Guardo las llaves en su bolsillo derecho y suspiro cansado.
— Si ya estás listo, vámonos, la operación ya va a comenzar y parece que va a caer un diluvio – ordenaba la tormenta mirando hacia el cielo y viendo como este relampagueaba de vez en cuando.
— Claro – respondía aun dando la espalda.
Chrome fue la primera en comenzar a caminar, seguida de Gokudera quien comenzó a discutir con ella reclamándole por el cigarrillo perdido. Yamamoto se giró para mirar a sus dos amigos alejarse en la calle, luego miro el cielo.
— Un diluvio – repitió con tristeza y cerró los ojos.
Un trueno sonó envolviendo el por completo el habiente, nuevamente estaba en el campo de baseball. La lluvia seguía cayendo a cantaros sin dar tregua. El rostro de Yamamoto reflejaba extrañes ante la actitud de su entrenador, el último grito lo había sacado descolocado.
— ¿Entrena…-
— Cállate y escucha – escondía sus ojos en la sombra de su gorra, sus labios temblaban y el agarre en su sombrilla aumentaba.
La lluvia silencio. Sus labios se movieron, mas no fueron escuchadas palabras algunas. El tiempo se había detenido, Lentamente los ojos de Yamamoto comenzaron a abrirse tanto que amenazaban con salirse de sus cuencas. De Inmediato el frio y la fatiga envolvieron violentamente su cuerpo arrebatándole todas sus fuerzas. Sus manos comenzaron al mismo tiempo que sus piernas amenazaban con desfallecer.
— ¡Yamamoto! – nuevamente la lluvia volvía a escucharse, más agresiva que antes. Yamamoto que si previo aviso corrió con dirección al interior de la escuela, había dejado con el brazo extendido al entrenador en un intento por detenerlo, pero había sido en vano, él ya estaba demasiado lejos.
Bajo el brazo lentamente apretando sus manos en un puño con tanta fuerza que temblaba, suavizo su agarre segundos después, para levantar su cabeza y mirar el cielo blanco con matices gris que no dejaba de llover con fuerza. Una lagrima se derramo de sus ojos ensombrecidos y recordó las últimas palabras que dijo con pesar, como una forma de tortura.
—Yamamoto, tu padre falleció.
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Se despide Omega. Chaosu.
