-Yo voy a leer-dijo… Poseidón.

-Increíble-dijo sarcásticamente Hades.

Pero antes de que Poseidón pudiera iniciar aparecieron las Moiras.

-Dioses hemos considerado oportuno traer unos cuantos semidioses del futuro-Dijo Cloto.

-Específicamente de unas semanas antes de que pase el castigo-dijo Laquesis.

-Prometan por la laguna estiga que no lastimaran a nadie, no queremos que sufran mas de lo que ya lo han hecho estos héroes-dijo por ultimo Átropos.

-Juramos por sus términos-Exclamaron todos y un trueno se escuchó de fondo cerrando el trato.

En un destello desaparecieron las moiras y dio paso a 9 semidioses.

-¿Qué esta pasando?- dijo un pelinegro de ojos verde.

-Estamos en el olimpo-Dijo algo sorprendida una rubia ojigris.

-Muestren respeto y preséntense- dijo alterado Zeus al ser ignorado en un principio.

-Disculpe pero ¿Qué esta pasando?-Dijo una peli marrón con ojos caleidoscópicos.

En eso Apolo chasqueo los dedos y paso la información a los semidioses.

-Bueno preséntense-dijo cada vez más fastidiado Zeus.

En eso un pelinegro de ojos verdes de tez morena como si pasara mucho tiempo en la playa, que vestía la playera del campamento mestizo, unos vaqueros y unos tenis dio un paso al frente

-Bueno yo soy Percy Jackson-

-Di tu ascendencia semidios-Dijo Zeus ya imaginándose de quien era hijo el muchacho.

-Soy hijo de Poseidón y jefe de la cabaña 3-admitio finalmente Percy.

Poseidón le dio una pequeña sonrisa mientras que sus hermanos.

-Rompiste el trato-le gritaron Zeus y Hades a Poseidón.

-Me imagino que no fui el único-les espeto su hermano.

Zeus estaba apunto de levantar el rayo maestro y eliminar al engendro de Poseidón cuando recordó su promesa y se tuvo que contener.

-Bueno entonces terminen de presentarse-dijo Zeus.

-Yo soy Annabeth Chase líder de la cabaña 6-dijo una rubia con ojos grises, era de tez medio tostada como una chica californiana, usaba la playera del campamento mestizo, unos shorts y unos tenis.

Atenea le dio una media sonrisa a su hija ya que se veía que era una guerrera consumada.

-El siguiente seria yo-dijo un pelinegro con la piel algo pálida, usaba una playera negra debajo de una chamarra de aviador acompañado de unos vaqueros y unos tenis negros-Soy Nico Di Ángelo hijo de Hades y líder de la cabaña 13-

-Hades- le espeto furioso Zeus.

-Espere yo nací antes del trato-dijo Nico tratando de defender a su padre.

-Nico ¿Dónde esta Bianca?- dijo preocupado Hades.

-Ella murió en una misión-dijo Nico con una mueca.

Aunque nadie lo menciono no dejaban de pensar que dijo cabaña 13.

-Sigo yo creo-dijo la peli marrón con ojos como calidoscopio, tenía una tez morena,, estaba vestida con una playera del campamento mestizo, unos jeans y unos tenis- Mi nombre es Piper Mclean soy hija de afrodita y líder de la cabaña 10-

Afrodita podía ver que su hija había pasado por mucho y eso en parte la preocupaba.

-Acabemos con esto de una vez-dijo una pelinegra con el pelo cortado irregular y ojos azules vestida como una cazadora, pero tenía una chamarra negra encima-Mi nombre es Thalía Grace teniente de Artemisa e hija de Zeus-Exclamo firmemente.

Antes de que pudieran decirle algo a Zeus Artemisa pregunto-¿Qué paso con Zoe?-

-Ella murió a manos de su padre mi lady-dijo entristecida Thalía.

-Rompiste el trato tú también maldito infiel-dijo fríamente la reina de los dioses-solo por el juramento no hago nada ante tu hija-dejo en claro Hera.

-Soy Jason Grace-dijo algo incomodo un rubio y a través de unos lentes dorados se veían unos ojos azules, usaba una playera del campamento mestizo, unos vaqueros y unos tenis-

-Grace-dijo ahora furiosa Hera-no te basto una si no dos veces engañarme con la misma mortal Zeus, esto es un ultraje-

-Hermana Cálmate por favor deja que el semidios se explique-dijo Hestia amablemente

-Bien-bufo Hera

-Como decía soy Jason Grace pero no soy hijo de Zeus, soy un hijo de Júpiter ex pretor de la duodécima legión fulminata y campeón de Juno-

En cuanto dijo que era el campeón de Juno muchos lo vieron incrédulo, un hijo de Júpiter apoyado por Juno era algo histórico. Hera ya lucia más satisfecha al saber que la vida del muchacho era de su contraparte romana.

-Malditos romanos-murmuro Atenea.

-Soy Frank Zhang-dijo un muchacho alto ,musculoso pero con una cara curiosamente infantil pero se veía asiatico, este estaba usando su playera del campamento Júpiter y colgada de lado su capa de pretor, unos vaqueros y unos tenis-hijo de Marte y pretor de la duodécima legión fulminata-

Ares veía al chico con algo de orgullo.

-Soy Hazel Levasque-Dijo una morena de ojos dorados, tenía el pelo largo de color castaño, esta usaba su playera del campamento Júpiter ,unos pantalones y unos tenis-Soy hija de Plutón nacida antes del pacto-

-Realmente eres tú-dijo Hades sorprendido-

-Nico me dio una segunda oportunidad padre- le respondió Hazel

-Soy Reyna Ramírez-Arellano-dijo una latina vestida con armadura romana y una capa morada-pretora de la duodécima legión fulminata e hija de Bellona-

-Bueno necesitaran un lugar donde sentarse-dijo Hestia y apareciendo unos sillones para los muchachos y apareciéndoles comida ya que se veían hambrientos.

Una vez ya acomodados Poseidón abrió el libro en donde se habían quedado.

-Bien entonces empecemos-dijo finalmente Poseidón

Antes era diosado .

Ahora me siento como un fracasado.

Bah, los haikus no riman.

-Nada de lo que haces intencionalmente rima-se burló Hermes.

Mientras recorríamos Madison Avenue muchas preguntas me daban vueltas en la cabeza: ¿por qué no me había dado Zeus un abrigo de invierno?

-Por idiota-se interrumpió Poseidón y antes de que dijera alguien mas algo continuo la lectura.

¿Por qué Percy Jackson vivía tan lejos?

-Porque asi llego más fácil al campamento-dijo Percy encogiéndose de hombros.

¿Por qué los transeúntes no paraban de mirarme?

-Tu aspecto cariño-dijo Afrodita.

Me preguntaba si estaba empezando a recuperar mi divino resplandor. Tal vez a los neoyorquinos les asombraban mi evidente poder y mi belleza sobrenatural.

-No creo-dijo Ares muy burlescamente.

Meg McCaffrey me aclaró las cosas.

Hueles mal —dijo—. Tienes pinta de que te hayan atracado.

En la sala todos menos apolo soltaron una carcajada.

Es que me han atracado. Y además una niña me ha esclavizado.

No es esclavitud. —Se mordió un trozo de cutícula del pulgar y lo escupió—. Es más bien colaboración mutua.

-El poder de las palabras ¿no es asi hermano?-dijo Dionisio.

¿Mutua en el sentido de que tú das órdenes y yo estoy obligado a colaborar?

Sí. —La niña se detuvo delante de un escaparate—. ¿Lo ves? Estás hecho un asco.

Mi reflejo me devolvió la mirada, solo que no era mi reflejo. No podía serlo. La cara era la que aparecía en el carnet de Lester Papadopoulos.

-Si era un castigo- dijo Atenea.

-Pues que esperaba si ya se -dijo Apolo.

Aparentaba unos dieciséis años. Tenía el pelo moreno y rizado en una media melena: un estilo que había llevado en la antigua Atenas y más tarde en los años setenta del siglo XX . Tenía los ojos azules. Mi cara era lo bastante agradable para un pardillo, pero quedaba empañada por la nariz hinchada de color berenjena que había cubierto mi labio superior de un horrible bigote de sangre. Y lo que era peor, tenía una especie de sarpullido en las mejillas que se parecía sospechosamente a… El corazón me subió a la garganta.

¡Qué horror! —grité—. ¿Es eso… es eso acné?

-Que asco-dijeron la diosa del amor y todos los adolescentes en la sala.

Los dioses inmortales no tienen acné. Es uno de nuestros derechos inalienables. Sin embargo, me acerqué al espejo y vi que mi piel era realmente un paisaje marcado de granos y pústulas.

Cerré los puños y me quejé al cielo cruel:

¿Qué he hecho para merecer esto, Zeus?

-Eso quisiera saber-dijo Apolo pero nadie le respondió.

Meg me tiró de la manga.

Vas a conseguir que te detengan.

¿Qué más da? ¡Me han convertido en un adolescente, y ni siquiera uno con la piel perfecta! Seguro que ni siquiera tengo…

-No puede ser- dijo dramáticamente Apolo sacando algunas risas.

Me levanté la camiseta lleno de pavor. Mi barriga lucía un estampado de flores formado por los cardenales de la caída al contenedor y la paliza posterior. Pero lo peor de todo era que tenía michelines.

Oh, no, no, no. —Anduve tambaleándome por la acera, confiando en que los michelines no me siguieran—. ¿Dónde está mi tableta de chocolate? Siempre he tenido una tableta de chocolate en los abdominales. Nunca he tenido lorzas. ¡Jamás en cuatro mil años!

-Es un castigo demasiado duro- le dijo Apolo a Zeus.

-Algo abras hecho-dijo Zeus restándole importancia.

Meg rio resoplando otra vez.

Venga ya, llorón, estás bien.

¡Estoy gordo!

-Exacto-volvió a interrumpir Apolo,

Eres del montón. La gente del montón no tiene tabletas de chocolate. Vamos.

-En eso tiene razón-dijeron los semidioses

Quería protestar diciendo que yo no era del montón ni una persona, pero me di cuenta con creciente desesperación de que ahora esa expresión me venía como anillo al dedo.

Al otro lado del escaparate apareció la cara de un guardia de seguridad mirándome con el ceño fruncido. Dejé que Meg tirase de mí calle abajo.

Ella avanzaba dando brincos, deteniéndose de vez en cuando para recoger una moneda o balancearse alrededor de una farola. A la niña no parecía afectarle el frío del invierno, el peligroso viaje que la esperaba ni el hecho de que yo padeciera acné.

¿Cómo puedes estar tan tranquila? —pregunté—. Eres una semidiosa que va con un dios a un campamento para conocer a otros de tu clase. ¿No te sorprende nada de eso?

-El pan de cada día- dijo Percy despreocudamente preocupando a su padre.

¿Eh? —Ella dobló uno de mis billetes de veinte dólares y lo convirtió en un avión de papel—. He visto muchas cosas raras.

-Uno se acostumbra-dijo Jason con una mueca.

Estuve tentado de preguntarle qué podía ser más raro que la mañana que acabábamos de vivir. Tal vez no soportase saberlo.

¿De dónde eres?

Ya te lo he dicho. Del callejón.

No, pero… ¿y tus padres? ¿Tu familia? ¿Tus amigos?

-Mala pregunta mancha solar-dijo Ares.

Su rostro se tiñó de incomodidad. Volvió a centrar su atención en el avión hecho con el billete de veinte dólares.

No importa.

Mi conocimiento avanzado del género humano me indicaba que la niña ocultaba algo, pero era algo habitual en los semidioses. Los niños que gozaban de la bendición de un padre inmortal eran extrañamente susceptibles con respecto a su pasado.

¿Y nunca has oído hablar del Campamento Mestizo? ¿Ni del Campamento Júpiter?

-Volando el secreto ¿en serio?-le recrimino Hermes.

-Ey si están ellos aquí juntos eso significa que no es secreto ya, aparte nuestro hermanito romano trae una playera del campamento mestizo-Replico Apolo

-¿Cómo se juntaron?-dijo Zeus con un tono que demandaba explicaciones

-Con la guerra contra los gigantes encima Hera hizo un intercambio-dijo Annabeth-mando a Jason que era pretor al campamento mestizo con nosotros y mando a Percy al campamento Júpiter-termino con una mueca al recordar el tiempo lejos de Percy, solo para sonreír al sentir la mano de Percy sobre la suya

-Interesante-dijo el rey del drama-Poseidón continua-

No. —Dio toquecitos contra el morro del avión con la punta de su dedo—. ¿Falta mucho para la casa de Perry?

Percy. No estoy seguro. Unas cuantas manzanas… creo.

-Si, no recuerdo que Apolo fuera a mi casa-murmuro Percy a Annabeth

Eso pareció satisfacer a Meg. Avanzó dando saltos como si estuviera jugando a la rayuela, lanzando el avión y recogiéndolo. Cruzó la intersección de la calle Setenta y dos Este haciendo la rueda; su ropa formó un torbellino de vivos colores como los de un semáforo, y temí que los conductores se confundieran y la atropellaran. Afortunadamente, los conductores neoyorquinos estaban acostumbrados a esquivar a los peatones distraídos.

Decidí que Meg debía de ser una semidiosa salvaje.

-Creo que podrías entrar en esa categoría seso de alga-dijo Thalía "seriamente"

-Muy graciosa cara de pino-le respondió Percy

Eran poco comunes, pero no insólitos. Sin ninguna red de apoyo, sin ser descubierta por otros semidioses ni recibir la formación adecuada, había conseguido sobrevivir. Pero su suerte no duraría. Normalmente los monstruos empezaban a dar caza y a matar a los héroes jóvenes aproximadamente cuando cumplían trece años, cuando sus auténticos poderes comenzaban a manifestarse. Meg no disponía de mucho tiempo. Necesitaba que la llevaran al Campamento Mestizo tanto como yo. Tenía suerte de haberme conocido.

-Claro que si y no fue al revés-dijo sarcásticamente Hefesto

(Sé que la última frase parece una obviedad. Todo el mundo que me conoce tiene suerte, pero tú ya me entiendes).

Todos menos Apolo rodaron los ojos

Si hubiera sido el dios omnisciente de siempre, podría haber averiguado el destino de Meg. Podría haber penetrado en su alma y haber visto lo que necesitaba saber sobre su parentesco divino, sus poderes, sus motivos y secretos.

-Que chismoso-dijo Hermes burlescamente

-Que miedo-fue el pensamiento de los semidioses

Sin embargo, ya no podía ver esas cosas. Solo tenía la seguridad de que era una semidiosa porque había solicitado mis servicios con éxito. Zeus había confirmado su derecho con un trueno. Sentía el vínculo que me ataba a ella como una mortaja de pieles de plátano que me apretasen. Quienquiera que fuese Meg McCaffrey, y como quiera que me hubiera encontrado, nuestros destinos estaban ahora unidos.

-Ahhhh no puede ser-dijo Apolo tristemente

Era casi tan bochornoso como el acné.

Giramos al este por la calle Ochenta y dos.

Cuando llegamos a la Segunda Avenida, el barrio empezó a sonarme: hileras de bloques de pisos, ferreterías, tiendas y restaurantes indios. Sabía que Percy Jackson vivía por allí, pero mi forma de orientarme cuando viajaba por el cielo en el carro solar recordaba un poco a Google Earth. No estaba acostumbrado a viajar al nivel de la calle.

-Ha de ser increíble-dijo Frank

Thalia hizo una mueca de solo imaginarse de volver a subirse a carro solar y Jason dándose cuenta le dio un abrazo medio incomodo con un brazo a su hermana

Además, bajo mi nueva forma mortal, mi memoria perfecta se había vuelto… imperfecta. Los temores y necesidades mortales nublaban mis pensamientos. Tenía ganas de comer. Tenía ganas de ir al lavabo. Me dolía el cuerpo. Mi ropa apestaba. Me sentía como si me hubieran rellenado el cerebro de algodón mojado. Sinceramente, ¿cómo podéis soportarlo los humanos?

-Es normal-dijeron los semidioses

Después de unas cuantas manzanas más, empezó a caer una mezcla de aguanieve y lluvia. Meg trató de recoger las precipitaciones con la lengua, aunque me pareció una forma muy poco eficaz de beber… y agua sucia, nada menos. Me estremecí y me concentré en pensamientos alegres: las Bahamas, las Nueve Musas en perfecta armonía, los muchos castigos horribles que infligiría a Cade y Mikey cuando volviera a ser dios…

-Si es que te acuerdas Cabeza de helio-le dijo Atenea

Seguía preguntándome quién era su jefe y cómo había sabido dónde caería yo. Ningún mortal podría haber dispuesto de esa información. De hecho, cuanto más lo pensaba, menos entendía cómo un dios (aparte de mí) podía haber adivinado el futuro con tal exactitud. Después de todo, yo había sido el dios de las profecías, el amo del Oráculo de Delfos, el distribuidor de los prestrenos del destino con más calidad durante milenios.

-Es bastante intrigante, por decir lo menos-dijo Atenea

Por supuesto, no me faltaban los enemigos. Una de las consecuencias naturales de ser tan alucinante es que atraía la envidia en todas partes. Pero solo se me ocurría un adversario que pudiera predecir el futuro. Y si él venía a buscarme en el estado de debilidad en el que me encontraba…

-No hay muchos asi-dijo Artemisa

Reprimí ese pensamiento. Ya tenía bastante de lo que preocuparme. No tenía sentido asustarme con conjeturas.

Empezamos a buscar en las calles laterales, mirando los nombres de los buzones de los pisos y los paneles de los porteros automáticos. En el Upper East Side había un número sorprendente de gente apellidada Jackson. Me pareció un fastidio.

-Son mortales Apolo-dijo Hestia amablemente

Después de varios intentos fallidos, doblamos una esquina y allí —aparcado debajo de un árbol de Júpiter— había un antiguo Prius azul. El capó tenía las inconfundibles abolladuras de los cascos de un pegaso. (¿Que cómo estaba seguro? Sé cómo son las marcas de cascos. Además, los caballos normales no galopan sobre coches Toyota. Los pegasos lo hacen a menudo).

-Si es el de Percy-dijeron los semidioses

Ajá —le dije a Meg—. Nos estamos acercando.

Media manzana más abajo, reconocí el edificio: una casa adosada de ladrillo con cinco plantas y aparatos de aire acondicionado oxidados colgados de las ventanas.

Voilà! —grité.

Meg se detuvo en los escalones de la entrada como si hubiera tropezado con una barrera invisible. Miró atrás hacia la Segunda Avenida, con una mirada agitada en sus ojos oscuros.

¿Qué pasa? —pregunté.

Me ha parecido volver a verlos.

¿A ellos? —Seguí su mirada pero no vi nada raro—. ¿Los matones del callejón?

No. El par de… bultos brillantes. Los vi en Park Avenue.

El pulso se me aceleró y pasó de un tempo andante a un animado allegretto.

¿Bultos brillantes? ¿Por qué no me has dicho nada?

-Es normal a veces-dijo Nico.

Ella se tocó las patillas de sus gafas.

He visto muchas cosas raras. Ya te lo he dicho. En general, no me preocupan, pero…

Pero si nos están siguiendo —comenté—, no sería bueno.

-¿Por qué crees que no es bueno?-dijo Ares.

Volví a escudriñar la calle. No vi nada fuera de lugar, pero no dudaba que Meg hubiera visto los bultos brillantes. Muchos espíritus podían aparecer de esa forma. Mi propio padre, Zeus, adoptó una vez la forma de un bulto brillante para cortejar a una mujer mortal. (No tengo ni idea de por qué eso podía resultarle atractivo a la mujer mortal).

-Ni en cualquier forma-bromeo Poseidón

Varios ahogaron una risa

Deberíamos entrar —propuse—. Percy Jackson nos ayudará.

Sin embargo, Meg vaciló. No había mostrado ningún miedo mientras lanzaba basura a unos atracadores en un callejón sin salida, pero ahora parecía tener sus dudas sobre si llamar a un timbre. Pensé que ya podía haber coincidido con semidioses. Tal vez esos encuentros no habían tenido un desenlace favorable.

Meg —dije—, sé que algunos semidioses no son buenos. Podría contarte historias de todos los que he tenido que matar o transformar en hierbas…

-Apolo creo que la asustaste un poco-Dijo Hestia.

-¿Perdón?-Contesto dudoso Apolo.

Varios le enviaron miradas divertidas a Apolo

¿Hierbas?

Pero Percy Jackson siempre ha sido de fiar. No tienes nada que temer. Además, le caigo bien. Yo le enseñé todo lo que sabe.

-Sin ofender pero a mi me enseño Quirón-Dijo Percy

-Y yo le enseñe a el- dijo Apolo-asi que es como si te hubiera enseñado-

Ella frunció el entrecejo.

¿De verdad?

Su inocencia me resultaba un tanto cautivadora. Había muchas cosas que ella no sabía.

Claro. Venga, subamos.

Llamé al timbre. Instantes más tarde, la voz confusa de una mujer contestó:

¿Sí?

Hola —dije—. Soy Apolo.

-El dios de lo sutil a sus órdenes- se burlo Artemisa

Interferencias.

El dios Apolo —añadí, pensando que tal vez debía concretar—. ¿Está Percy en casa?

Más interferencias, seguidas de dos voces que mantenían una conversación apagada. La puerta principal emitió un zumbido. Abrí la puerta. Justo antes de entrar, vislumbré movimiento con el rabillo del ojo. Miré por la acera, pero tampoco vi nada.

Quizá había sido un reflejo. O un remolino de aguanieve. O quizá había sido un bulto brillante. Noté un hormigueo de aprensión en el cuero cabelludo.

¿Qué? —preguntó Meg.

Seguramente no sea nada. —Forcé un tono alegre. No quería que Meg se largase corriendo cuando estábamos a punto de ponernos a salvo. Ahora estábamos unidos. Tendría que seguirla si me lo ordenaba, y no me apetecía vivir en el callejón con ella para siempre—. Subamos. No hagamos esperar a nuestros anfitriones.

Después de todo lo que había hecho por Percy Jackson, esperaba que mi llegada fuese motivo de alegría. Una bienvenida emotiva, unos cuantos holocaustos y una pequeña fiesta en mi honor no habrían estado mal.

En cambio, el joven abrió la puerta del piso y preguntó:

¿Por qué?

Todos se le quedaron viendo a Percy por una respuesta

-¿Qué? Es algo perfectamente normal después de tantas misiones-replico Percy

Como siempre, me sorprendió su parecido con su padre, Poseidón. Tenía los mismos ojos verde mar, el mismo cabello moreno despeinado, las mismas facciones atractivas que podían pasar fácilmente del humor a la ira.

Todos se les quedaron viendo haciendo las comparaciones y llegaron a las mismas conclusiones del libro.

Sin embargo, Percy Jackson no compartía el atuendo de su padre compuesto por bañadores y camisas hawaianas.

-¿Qué tiene de malo?-dijo Poseidón fulminando con la mirada a Apolo.

-Nada Tío P.-Se excuso Apolo.

-Doy gracias que no te gusten-Le murmuro Annabeth a Percy.

Iba vestido con unos vaqueros raídos y una sudadera azul con las palabras EQUIPO DE NATACIÓN AHS cosidas en la pechera.

Meg retrocedió al pasillo y se escondió detrás de mí.

Yo intenté sonreír.

¡Mis bendiciones, Percy Jackson! Necesito ayuda.

-Le doy un 5 le falto dramatismo-dijo Hermes.

Percy desplazó rápidamente la vista de mí a Meg.

¿Quién es tu amiga?

Esta es Meg McCaffrey —dije—, una semidiosa que debe ser llevada al Campamento Mestizo. Ella me rescató de unos matones de la calle.

Rescató… —Percy echó un vistazo a mi cara magullada—. ¿Quieres decir que la pinta de adolescente apaleado no es un disfraz? ¿Qué te ha pasado, colega?

-Buenos modales Percy-dijo Hestia

Creo que ya he mencionado a los matones.

Pero eres un dios.

Bueno… era un dios.

Percy parpadeó.

¿«Era»?

Además —añadí—, estoy bastante seguro de que nos están siguiendo unos espíritus malvados.

Si no hubiera sabido lo mucho que Percy Jackson me adoraba, habría jurado que estaba a punto de darme un puñetazo en mi nariz rota.

Suspiró.

Será mejor que paséis.

-Demasiados buenos modales-dijo Hera sorprendida

-Y fin del capítulo quien sigue-Dijo Poseidón

Buenas, pues en vista de que tengo tiempo antes de que me den más tarea quería subir otro capítulo, después meteré a Leo y Calipso ustedes no desesperen, espero sus comentarios