Hola a todos ^^ Este es el primer mensaje que dejo en la historia pero no me quería quedar sin daros las gracias por las lecturas y el apoyo. Me hace muy feliz que os guste :) No me apaño muy bien con Fanfiction más allá de publicar capítulos, de hecho no sé ni si se puede responder comentarios jajaja así que si me escribís intentaré responderos a través de la historia.
Un beso enorme a todos 3
Chamberofamortentia
Capítulo 2: Alianzas inesperadas
Como cada año Lily, Ali y Sarah entraron en el Gran Comedor dispuestas a empezar su sexto curso en Hogwarts con el tradicional Banquete de Bienvenida.
Los cientos de velas suspendidas sobre las cabezas de los alumnos iluminaban el oscuro aunque despejado cielo nocturno, reflejo mismo del cielo real en el exterior, junto a las decenas de antorchas encendidas que colgaban de las paredes de piedra del mismo. El bullicio, la calidez, la alegría, el ambiente de reencuentro, todo parecía exactamente igual que siempre. Casi podían sentir la sensación de deja vú invadiéndolas por completo y, sin embargo, por alguna razón, todas y cada una de ellas sentían en lo más profundo de sus corazones que ese año, sería completamente diferente al resto de sus cursos en el castillo hasta la fecha.
Lily Evans miró con nostalgia la mesa situada más a la izquierda del comedor. Recordaba con dolor como hacía exactamente un año, aquel que había sido su amigo durante tantos años, a pesar de no compartir casa, la había saludado con una efusividad insólita en él, feliz por el reencuentro entre ambos tras el verano. Pero, esa bonita escena no volvería a repetirse nunca. Su amistad con Severus había acabado hecha trizas durante el anterior curso y el problema entre ambos no parecía tener solución, o al menos no a corto plazo.
¿Podría perdonar al muchacho alguna vez por las palabras tan hirientes con que la había obsequiado? Seguramente no.
Lily no se consideraba a sí misma como alguien especialmente rencoroso, después de todo había perdonado a Potter. Pero aquello había pasado de castaño oscuro y más aún, viniendo de alguien a quién había considerado durante tanto tiempo su mejor amigo.
Se permitió dirigir la mirada durante unos segundos al lugar donde el muchacho acostumbraba a sentarse y, para su sorpresa, le sorprendió observándola fijamente con una expresión indescifrable dibujada en el rostro. No obstante, en cuanto sus ojos verdes hicieron contacto con los ojos negros del Slytherin, se obligó a sí misma a apartarlos de inmediato y volvió la atención a sus amigas.
Alison caminaba cabizbaja sin despegar en ningún momento la vista del suelo. Cualquier persona que no conociera a la rubia, podría suponer que su repentina timidez se debía al hecho de que tendría que enfrentarse a las miradas curiosas, cuchicheos y burlas de los alumnos de Hogwarts que se habían enterado del compromiso. Pero, nada más lejos de la realidad, Lily sabía que lo único que temía y evitaba por todos los medios su amiga era volver a cruzar una mirada, por fugaz que fuera con Sirius. De hacerlo, probablemente terminaría derrumbándose.
Sarah, a diferencia de Alison, parecía como una niña el día de Navidad justo antes de abrir los regalos. Casi podía jurar que de un momento a otro su amiga empezaría a flotar por el aire.
A la castaña le temblaban las manos y el corazón le latía tan fuerte que a duras penas podía contener su latido. No había tenido la oportunidad de ver a Remus desde la despedida en el andén 9 y 3/4 a la finalización del curso y se moría de ganas por que se produjera el tan esperado reencuentro. En cuanto tuviera oportunidad, le abrazaría tan fuerte que tendrían que separarla de él con una espátula.
Pero por muchas ganas que tuviera de volver a verle, tendría que esperar un poco más. Alison la necesitaba mucho más que Remus en ese momento y debía estar ahí para ella. Lo cual implicaba, evidentemente, sentarse lo más lejos posible de los Merodeadores en el Banquete de Bienvenida. Además, el curso no había hecho más que comenzar y tenía todo el tiempo del mundo para volver a estar con el muchacho.
Al acercarse a la mesa de Gryffindor, los ojos castaños de la muchacha se encontraron automáticamente con los de él y le sonrió tímidamente a modo de saludo, y en cierto modo, de disculpa por tener que retrasar su reencuentro. Pero el chico no parecía molesto en absoluto, todo lo contrario, parecía increíblemente feliz de volver a verla, lo que consiguió acelerar su corazón más aún.
Las muchachas se sentaron en la esquina opuesta de la mesa a donde se encontraban los Merodeadores, en los lugares más próximos a la mesa de los profesores.
—Pero bueno, ¡Mirad a quién tenemos aquí, chicas! a la futura señora Black... — se burló en un tono excesivamente elevado Liss, parándose justo frente a Alison con una sonrisa maliciosa dibujada en los labios. Era más que evidente que si había elevado tanto el tono de voz era porque deseaba que los alumnos sentados junto a ellas se percataran de la escena.
La morena iba acompañada de dos chicas más de Gryffindor que reían a su espalda, disfrutando de la situación.
Alison levantó la mirada hacia donde se encontraba parada la muchacha.
Recordó haberla odiado. Pero todo el odio parecía haberse esfumado. No tenía fuerzas para odiar, ni siquiera tratándose de ella.
No obstante, para su suerte, tampoco le hacía falta defenderse teniendo a alguien como Lily Evans como mejor amiga.
La pelirroja ya se había levantado del asiento de madera y miraba desafiante en dirección hacia donde se encontraba la morena.
—¿Has venido para que te demos el pésame, Liss? — la retó con una sonrisa de suficiencia dibujada en el rostro — Lo digo porque como si tenías alguna oportunidad con Sirius, por remota e improbable que fuera, ha dejado de existir, debes de estar muy triste — apuntó con sorna.
Liss rió sin gracia y le regaló una mirada de odio.
Era evidente que le había molestado el comentario de Lily pero no se dejaría vencer tan fácilmente. La morena era del tipo de personas que atacan hasta el final, hasta las últimas consecuencias, que mueren matando.
—Si crees que el hecho de que lleve un anillo me va a frenar a mí o a cualquiera de las decenas de candidatas que esperan impacientes para saber qué es lo que se siente al acostarse con alguien prometido, es que eres más ingenua que tu amiga. Además, Sirius no parece el prototipo de marido fiel, ¿No crees Alison? — volvió a atacar la morena haciendo pucheros.
Las chicas que la acompañaban secundaron su burla con risitas agudas.
—Eres una…
Pero antes de que la pelirroja pudiera acabar la frase o abalanzarse, tal y como pretendía, sobre la morena que trataba de herir a su amiga frente a sus narices, sintió como alguien la sujetaba con fuerza por la cintura desde atrás.
—Liss, va a comenzar la ceremonia de selección, debes volver a tu sitio — le ordenó James en un tono autoritario sin una pizca de diversión en su rostro.
La morena resopló molesta por la interrupción y, en especial, por el tono cortante que había empleado James para dirigirse a ella y se dio la vuelta para volver a su asiento sin volver a rechistar, seguida muy de cerca por sus fieles secuaces.
El muchacho quitó rápidamente sus manos de la cintura de la pelirroja, casi como si la piel de la chica estuviera ardiendo y el contacto con la misma incendiara las palmas de sus manos.
Suponía que Lily odiaba que la tocaran sin permiso pero, para ser sincero no se le había ocurrido nada mejor para evitar que se abalanzara sobre Liss para igualarle las puntas, y acabara nuevamente castigada en su primer día en el castillo.
—Siento haberme metido en medio —se disculpó aclarándose la voz.
La pelirroja suspiró y dio unos pasos hacia atrás para incluirlo en su campo de visión. No obstante, el chico que minutos antes había estado sujetándola por la cintura para evitar que cometiera un homicidio en medio del Gran Comedor parecía no reparar en su existencia.
—¿Estás bien, Ali? — preguntó entonces dejando a Lily completamente descolocada.
La rubia asintió dirigiéndole una mirada de agradecimiento, a lo que el chico sonrió satisfecho.
—¡Bienvenidas un año más a Hogwarts! Espero que disfrutéis de la cena — les deseó antes de volver a obsequiarlas con una tímida sonrisa y marcharse de vuelta a su sitio.
La pelirroja a esas alturas podría jurar que había acabado de volverse loca y estaba teniendo alucinaciones. James Potter había conseguido dejarla sin palabras, una vez más.
James regresó a donde se encontraban sentados el resto de Merodeadores y Caroline que le miraban interrogantes y se sentó de nuevo en el banco de madera frente a la mesa.
—Era solo...Liss — dijo simplemente sin dar muchas más explicaciones.
El resto de los muchachos asintieron y Sirius apretó involuntariamente los puños tratando de controlar la ira que era más que evidente que sentía. Caroline por su parte, al percatarse del gesto del moreno, tomó una de sus manos y le dio un cálido apretón tratando de animarle.
—Ella está...¿bien? — preguntó de repente el chico.
De un momento a otro se hizo el silencio en la parte de la mesa que ocupaban.
James carraspeó antes de contestar a su amigo.
—Si, no te preocupes, tiene una respetable guerrera plantando cara a todo aquel que ose molestarla — sonrió al recordar con el ímpetu con el que había visto a la pelirroja defender a su prima.
Las palabras del castaño tranquilizaron a Sirius que por un momento se relajó en su asiento.
—Creo que hablo en el nombre de todos al decir que no me gustaría tener a la pelirroja como enemiga — comentó Peter tragando saliva con nerviosismo consiguiendo hacer reír al resto de los muchachos.
—¿Y Sarah qué tal? ¿Es salvaje? — preguntó de repente James con picardía dirigiéndose a Remus.
Remus escupió involuntariamente el zumo de calabaza que estaba bebiendo en dirección a Peter y empezó a toser escandalosamente.
—¡Ehhh! —se quejó Peter sacudiéndose la túnica mojada casi por completo por el zumo de calabaza.
Sirius rió y golpeó la espalda del castaño para ayudarle a que dejara de toser.
—Creo que en el idioma de Remus eso significa que si que es salvaje, puedes estar tranquilo, Padfoot — bromeó James chocando su mano con la de Sirius, mientras Remus les fulminaba con la mirada y Peter se lamentaba por el estado en que había quedado su túnica.
—Hay veces que no tengo claro si os quiero o quiero mataros, y creo que a Remus le pasa exactamente lo mismo — comentó Caroline divertida llevándose una cucharada de guisantes a la boca.
El castaño que aún respiraba algo apurado secundó las palabras de su amiga asintiendo con la cabeza.
—Oh vamos Moony, nunca nos cuentas nada. No nos queda otro remedio que servirnos de determinadas técnicas, en ocasiones cuestionables, para tratar de sacarte información — se justificó James escudriñando a Remus con la mirada mientras le apuntaba amenazante con un tenedor en el que había pinchado una patata asada.
—Sabes muy bien que no ha pasado nada de eso entre nosotros, pero aunque lo hubiera hecho, serías la última persona a la que se lo contara — contraatacó el merodeador sacándole la lengua.
—Eso ha dolido — contestó James haciéndose el ofendido, mientras se llevaba la mano al pecho como si Remus acabara de atravesarle el corazón con una flecha.
—Deja de hacerte la víctima, lo tienes bien merecido — le recordó Caroline alborotando su cabello.
James se peinó rápidamente con los dedos en la medida en que le fue posible y tras hacerlo miró a un lado y a otro algo apurado, tratando de asegurarse de que nadie le había visto en esas condiciones.
—Eso podría considerarse atentado contra mi persona — dijo señalando a Caroline con su dedo índice de forma amenazadora.
—Vamos, Prongs — intervino Sirius riendo — Ni que hubiera alguna diferencia apreciable, desde que te conozco solo te he visto con el mismo peinado desaliñado — pronunció sin ser capaz de dejar de reír en ningún momento.
Las carcajadas de Peter habían provocado que lágrimas involuntarias comenzaran a recorrer sus abultadas mejillas, mientras que Caroline y Remus reían a pleno pulmón dejando escapar risotadas nada disimuladas.
—Al menos yo no huelo a perro mojado después de ducharme — contraatacó James entre dientes tratando de contener la sonrisa involuntaria que amenazaba con dibujarse en su rostro.
Al finalizar la celebración todos los alumnos volvieron a sus respectivos dormitorios. Incluidos Lily y James que para su suerte, al haberse convertido en alumnos de sexto tenían la suerte de librarse de las rondas de vigilancia del primer día, cuyo privilegio estaba reservado muy convenientemente a los preceptos novatos de quinto año.
Aunque prácticamente la totalidad de los alumnos se encontraban ya en sus dormitorios, como era habitual, los merodeadores continuaban tirados sobre los cómodos sillones de la sala común de Gryffindor, junto al fuego de la chimenea, compartiendo las cervezas que se había asegurado de conseguir James para celebrar su primera noche en el castillo.
—Hemos terminado nuestro primer día sin ser castigados por primera vez en cinco años, no sé si sentir alivio o decepción… — comentó James dubitativo dando un trago a la botella de vidrio verde que sostenía entre las manos.
—Alivio, James, eso es lo que debes sentir — contestó rápidamente Remus haciendo hincapié en la palabra alivio para tratar de encarrilar los pensamientos de su amigo.
Ni siquiera él se creía que acabaran de romper la tradición o, como a Remus le gustaba llamarla en secreto, la maldición de los merodeadores.
—Eso lo dices porque eres un muermo, ¿verdad, chicos? — preguntó el castaño dejando escapar un bostezo, que hacía palpable el cansancio resultante del primer día en la escuela que empezaba a hacerse visible en su rostro.
Peter y Sirius se miraron alternativamente sin saber muy bien qué contestar.
Si bien era cierto que las andanzas de los merodeadores eran legendarias, increíblemente divertidas y estimulantes, por una vez se sentía bien eso de no pasarse la primera semana limpiando salas del castillo que llevaban más de tres meses, o en ocasiones, incluso años sin ser mínimamente adecentadas.
Como era de esperar, como consecuencia de la tensión de la vuelta, Alison no podía conciliar el sueño. Hacía casi media hora que sus amigas se habían quedado completamente dormidas y habían dejado a la rubia mirando al techo incapaz de imitarlas.
Pero bueno, a fin de cuentas, las cosas no habían salido tan mal como había temido y la tensión que había sentido al bajar del coche esa mañana casi se había disipado por completo.
No obstante, por alguna extraña razón, no dejaba de repasar cada minuto del día en la cabeza tratando de encontrar el más mínimo error que hubiera podido cometer. O quizás se engañaba a sí misma y lo que realmente hacía, era tratar de bucear en sus recuerdos en buscar de cualquier imagen, por fugaz que fuera, del rostro del muchacho al que tan diligentemente se había esforzado en evitar.
La chica suspiró mirando una última vez hacia el techo de su cama y se levantó de un salto dispuesta a abandonar la habitación, quizás si daba un paseo y comía algo en las cocinas, le entraría el sueño con mayor facilidad. Con suerte se toparía con un par de elfos caritativos que le sirvieran un poco de helado con el que ahogar sus penas.
Pero, para su sorpresa, cuando bajó a la sala común, los merodeadores aún se encontraban allí charlando mientras bebían cerveza.
Sus ojos zafiro se encontraron por primera vez con los de él por accidente.
Se había cortado el pelo y dejado crecer ligeramente la barba. Decir que estaba guapo sería quedarse increíblemente corta.
Él la miraba con intensidad sin despegar ni un ápice sus ojos grises de ella. Casi por un momento parecía que les fuera imposible romper el contacto visual. No obstante, cuando el resto de muchachos se percataron de su presencia se obligó a sí misma a apartar su mirada de la del moreno.
—Perdonad que os moleste, enseguida me voy — se disculpó atropelladamente acelerando tanto el paso como sus pies le permitían.
Avanzó a toda prisa hacia el cuadro de la señora gorda ante la atenta mirada de los muchachos que se mantuvieron en silencio hasta que la chica al fin hubo atravesado la apertura tras el cuadro.
—Pensaba que era el único que hacía incursiones a la cocina cuando no podía dormir — irrumpió una voz conocida, consiguiendo que Alison levantara de golpe la cabeza sorprendida.
—Pues ya ves que no, yo y mi helado somos la prueba viviente de ello, ¿Quieres un poco? — ofreció la rubia tendiendo una cuchara al intruso.
El muchacho sonrió y tomó la cuchara por cortesía.
Conocía a la rubia de vista desde hacía muchos años pero, para ser sincero, en ningún momento imaginó que la chica sentada frente a él acabaría siendo su cuñada. Había observado cómo durante años su hermano había tratado incansablemente de llamar su atención, pero la muchacha nunca había parecido corresponderle.
Hasta el final del curso pasado, evidentemente. Pues el rumor de que Sirius y la chica sentada junto a él compartían algo más que maleficios entre los muros del castillo, fue un secreto a voces. No obstante, ni el rumor ni la cercanía entre ambos duró demasiado.
Hasta el día del dichoso compromiso, claro está.
Por primera vez se fijó con detenimiento en la muchacha, incluso con pijama y bata de conejitos estaba preciosa. Tenía los tirabuzones rubios recogidos en una coleta alta desenfadada, mientras los primeros mechones de su cabello, algo más cortos, enmarcaban su rostro.
Sus ojos estaban algo rojos, por lo que no había que ser muy observador para darse cuenta de que había estado llorando, probablemente por su hermano. Pero eso hacía ver sus ojos color zafiro aún más oscuros, lo que contrastaba a la perfección con el sutil tono melocotón de su piel.
Su mirada descendió por el cuerpo de la chica, yendo a parar casi mecánicamente hacia sus pies.
Estaba descalza.
¿Había recorrido todo el camino hacia las cocinas descalza? Vale que aún estaban a principios de septiembre pero, las baldosas del suelo del castillo seguían siendo de piedra y por lo tanto, heladas al contacto con la piel.
—¿No tienes frío? — preguntó el muchacho con curiosidad señalando los pies de la chica, mientras hundía la cuchara que le había brindado en el enorme bol de helado situado frente a ella.
Alison paró de comer por un instante y se detuvo a observarlo.
Regulus era muy diferente a Sirius. Ya había podido notarlo aquella tarde en la mansión Black, pero ahora al tenerlo frente a ella, las diferencias entre ambos eran aún más palpables.
Mientras que Sirius destilaba confianza, valentía y seguridad, Regulus por el contrario, transmitía timidez, cercanía, serenidad, e incluso…¿simpatía?.
Por un momento le observó algo desconfiada.
Al fin y al cabo, por muy inofensivo que pareciera a simple vista, era un Slytherin y, además, el hermano de Sirius.
—Un poco — contestó finalmente volviendo la atención a su helado — Salí tan acelerada que ni siquiera me acordé de ponerme los zapatos — explicó tratando de restarle importancia.
El muchacho sonrió ante la respuesta de la chica. No pudo evitar hacerlo. Le había despertado una ternura inmensa su confesión.
Alison desvío la mirada y se metió una cuchara rebosante de helado de chocolate y frambuesa en la boca.
—Cualquiera pensaría que tratabas de huir — comentó el muchacho distraídamente.
—Siempre trato de huir, pero la vida no deja de recordarme que ella es mucho más rápida — replicó la chica elocuentemente arrancándole nuevamente una sonrisa al muchacho.
—Quizás deberías tratar de dejar de hacerlo, es muy cansado luchar siempre contracorriente — añadió él perdido en sus propios pensamientos.
—Si tú también vas a venir a decirme que tengo suerte de estar prometida con Sirius y no con cualquier otro sangre limpia, te lo puedes ahorrar. Ya he escuchado esa historia antes — farfulló la muchacha sintiéndose atacada por las palabras del chico.
—No, no es eso lo que pretendía decir — sonrió Regulus con tristeza — Soy consciente de que es una mierda, créeme — aclaró.
La chica levantó instintivamente la mirada hacia los ojos del slytherin confundida. Eran verdes, pero completamente diferentes a los de su amiga Lily, tiraban más hacia un tono de verde grisáceo. Tan hipnotizantes y singulares como los de su hermano.
—¿Te sorprende? — preguntó con curiosidad Regulus — ¿A quién en su sano juicio le gustaría casarse tan pronto y encima con alguien que ni tan siquiera has elegido? — suspiró pasándose una mano por el pelo con nerviosismo, casi como si de un acto reflejo se tratara.
—¿Entonces? — interrogó la rubia en respuesta.
—Entonces, sigo pensando que huir no va a cambiar nada. Es decir, si te quitas esto, mueres — soltó con crudeza señalando el anillo — No hay solución posible que no sea casarte. Entonces, ¿por qué luchar por algo que no puedes cambiar? Tomaste la decisión el día en que dejaste que mi hermano te pusiera ese anillo — le recordó mirándola con intensidad.
Regulus no pretendía ofenderla y mucho menos hacerla enfadar. No obstante, no era de ese tipo de personas que mienten para hacer sentir mejor a los demás, y para ser honesto, pretendía ayudarla con su sinceridad pues podía intuir que, durante esos meses, la chica había recibido muchos mensajes condescendientes, de ánimo o de lástima pero poca franqueza.
—No tenía elección — trató de justificarse la rubia desviando la mirada de la del Slytherin.
—Claro que la tenías, y elegiste esto — insistió tomándose la confianza de coger la mano de la chica que volvió a fijar sus ojos en los de él, sorprendida por su atrevimiento.
Sin embargo, el contacto con la piel cálida de la muchacha hizo que sintiera descargas de electricidad recorrer todo su cuerpo, por lo que apenas tardó unos segundos en volver a soltarla.
—Es tan fácil decirlo para ti... — bufó Alison un poco molesta por las palabras de Regulus.
Sabía que tenía mucha razón. Ella lo eligió. Podía haberse ido y dejar a sus padres como Sirius le sugirió aquella tarde en la taberna de las Tres Escobas y sin embargo, decidió quedarse y acarrear con las consecuencias que ello conllevaba. Pero aunque sabía que él tenía razón, eso no hacía que doliera menos..
—¿Fácil? Me recuerdas a Sirius… — rió el chico divertido negando con la cabeza.
La rubia arrugó la nariz ante la mención del moreno.
—Él siempre piensa que nadie tiene peores problemas que los suyos y que la gente nunca podría entender su situación, está demasiado ocupado mirándose al ombligo como para darse cuenta de que la realidad es muy diferente — explicó el muchacho.
Alison suspiró.
—Es fácil decirlo cuando no eres tú el que está prometido — contraatacó tratando de defender al moreno y a ella misma.
—Es posible, pero si Sirius hubiera dicho que no, probablemente habría sido yo el que llevara un anillo a juego con el tuyo — replicó encogiéndose de hombros — Yo tampoco soy dueño de mi vida, Alison, y no tardaré en correr el mismo destino que vosotros.
—¿Y por qué no pareces triste o enfadado por ello? — interrogó la muchacha con curiosidad.
—Porque, como te he dicho, no tiene sentido sufrir por algo que no puedes cambiar. Nací siendo un Black y eso conlleva una serie de obligaciones con las que debo cumplir esté o no de acuerdo con ellas. Yo no soy como mi hermano, no pienso luchar sin descanso para desafiar a mis padres cada vez que tenga oportunidad. Igual para Sirius no es igual pero, siguen siendo mis padres y a pesar de todo, los quiero y no quiero disgustarlos — trató de explicar Regulus regalándole a la muchacha una sonrisa triste.
Alison dejó escapar un suspiro y por primera vez entendió que era tal y como dice el dicho, en todas las casas se cuecen babosas cornudas, especialmente en las de los sangre limpia.
—Yo tampoco
Regulus sonrió
—Tú hermano nunca se ha parado a tratar de entenderlo. Probablemente se pase toda la vida echándome en cara el sacrificio que ha hecho por mí, porque yo no fui lo suficientemente valiente como para plantar cara a mis padres — soltó consiguiendo finalmente sincerarse sobre los pensamientos que hacía tiempo que la atormentaban.
—No lo creo, mi hermano tiene muchos defectos pero cuando hace algo es porque el corazón le mueve a hacerlo, y no creo que nunca pudiera arrepentirse de salvar a la persona a la que ama — declaró en respuesta Regulus, consiguiendo que la rubia abriera mucho los ojos sorprendida por sus palabras.
—Sirius no me ama — aseguró con seguridad la chica.
—Si, supongo que quince años no son suficientes para conocer a alguien, estoy seguro de que tú conoces a mi hermano mucho mejor que yo — apuntó Regulus con sarcasmo enarcando una ceja.
—Perdona, no quería decir eso — se disculpó la rubia reprendiéndose a sí misma por sus palabras.
—Lo sé, pero no me molesta. Que en Hogwarts no pasemos mucho tiempo juntos no significa que no nos queramos. Sirius es inmaduro, impulsivo y cabezota pero también es el mejor hermano mayor que nadie pudiera soñar nunca — confesó el Slytherin sonriendo con dulzura al traer a su mente los recuerdos de algunas de las aventuras vividas junto a su otra mitad.
—Acabas de recordarme mucho a Remus — bromeó la muchacha con confianza.
No sabía por qué pero, a pesar de no conocer apenas a Regulus, por alguna razón no se sentía incómoda en su presencia o hablando con él. Más bien parecía como si hubieran sido amigos durante años. No lo sentía ni mucho menos como a un extraño.
—¿Debería tomármelo como un piropo? — rió el chico sorprendido por las palabras de la rubia, mientras la imagen del desgarbado y algo empollón, Remus Lupin, aparecía en su mente.
Alison golpeó juguetonamente el brazo de Regulus en represalia.
Ambos sonrieron y continuaron charlando de nada en particular durante aproximadamente una hora. No obstante, pocos minutos después, la muchacha no pudo evitar quedarse profundamente dormida sobre la mesa de la barra de las cocinas mientras hablaban.
Regulus continuó la conversación durante unos segundos antes de darse cuenta, y cuando lo hizo, se permitió observarla con detenimiento durante unos instantes.
Estaba tan agotada que se había quedado plácidamente dormida encima de uno de sus brazos, sobre el que había empezado a babear. E incluso así se veía adorable.
Había oído hablar muchas veces a sus compañeros Slytherin sobre Alison Potter. De hecho, era un tema de conversación recurrente en las mazmorras pues, tanto su belleza como el status de su sangre, habían sido un bien codiciado por muchos de sus compañeros de casa.
No obstante, nada más oír ese nombre Regulus se obligaba a desconectar de esa conversación, pues los comentarios que acompañaban al nombre de la muchacha eran asquerosos y repulsivos como poco. Le ponía enfermo tan solo escuchar como alguien hablaba de otra persona en esos términos.
El muchacho disipó rápidamente de su cabeza ese pensamiento y se paró a pensar en cuál sería la mejor opción.
¿Debía despertarla?.
No.
Parecía que era la primera vez que conciliaba el sueño en mucho tiempo y no quería ser él quien la despertara cuando al fin había logrado dormirse.
¿Y si la llevaba en brazos a la Torre de Gryffindor? No era demasiado tarde y probablemente todavía quedara alguien despierto que pudiera abrirle la puerta.
Sí eso haría.
Se acercó a la rubia cauteloso y se frotó las manos contra la ropa para calentarlas y evitar así despertarla por la diferencia de temperatura entre su piel y la de ella.
Puso uno de los brazos bajo sus piernas y la subió de un impulso para, a continuación, posar su otro brazo a mitad de la espalda de ella.
Estaba tan profundamente dormida que no se había despertado con la brusquedad del movimiento. Así que, tras asegurar que la tenía bien sujeta, emprendió el camino hacia la torre de Gryffindor.
Al llegar al retrato de la Señora Gorda, ésta, medio adormilada, soltó un bostezo antes de exigirle en un tono de voz grave la contraseña de acceso.
—No la tengo — explicó algo apurado — pero solo vengo a dejar a esta Gryffindor en su sala común, ¿podría comprobar si hay alguien ahora mismo en la sala que pueda abrir la puerta? — pidió en tono suplicante.
La Señora Gorda miró con desaprobación al muchacho antes de desaparecer a regañadientes.
La puerta no tardó demasiado en abrirse, apareciendo tras de ella un confundido Remus Lupin.
—Yo...se quedó dormida en las cocinas y solo venía a traerla — balbuceó Regulus haciendo el amago de acercarse a Remus que, automáticamente tendió los brazos para coger a la muchacha.
El resto de merodeadores no tardaron en asomar sus cabezas por el umbral, tratando de descubrir qué era lo que sucedía.
Tras hacerlo, James le devolvió una mirada incrédula al Slytherin, mientras que Sirius le observaba con seriedad y Peter confundido, se tapaba la boca para ahogar un bostezo.
Por un momento pensó que su hermano sería capaz atravesarle con la mirada.
Estaba celoso. Era más que evidente. Pero, ese no era su objetivo ni mucho menos su intención. Tan solo deseaba dejar a la rubia sana y salva en su sala común e irse de allí tan rápido como le fuera posible. Después de todo...seguía siendo un Slytherin.
—Bueno yo ya me...iba — murmuró antes de darse la vuelta y emprender el camino de vuelta a las mazmorras, dejando a los cuatro muchachos con cara de pánfilos plantados en el umbral de la puerta.
